Kyle Blackthorn

El sentir que correspondía a sus sentimientos, no hizo más que avivar la llama que ella encendió dentro de Holanda hace un año atrás. Ambos habían seguido su camino por senderos separados, pero ahora el destino caprichoso les colocaba dentro de ese jardín japonés, sintiendo la cercanía de sus labios dejaba un camino de deseo plasmado en los labios del Senescal de Caronte. ¿Qué clase de embrujo lanzó sobre el que no podía dejar de pensarla o sentirla? —A mi me gusta algo más que tus labios—sonrió al sentir aquel beso sobre su nariz, tomándole por el cuello con suavidad le besaba de una forma arrebatada en está ocasión. Aligerando un poco el paso de sus impulsos, no deseaba ser demasiado posesivo o presionarla de ningún modo— ¿Qué es lo que escondes, realmente?—la duda brotó de sus labios como lo hace el retoño de una rosa que desea engalanar el jardín que el había creado con sus pensamientos. El tiempo se detuvo mirándole a los ojos, presentía que algo grave se clavaba como una afilada daga en el pecho de la semiveela. — Ya te he perdonado, pero algo no está bien aquí—dudaba un poco observándole con cierta reserva— Quizás sea que te fuiste con algo más que mi corazón cuando me dejaste, ¿no es así?—hablaba sin esperar una explicación sensata. Porque la culpa se apareció como un fantasma del pasado, el debió aferrarse a lo que ella representaba en su vida y no dejarle escapar como el agua entre los dedos— No deseo hablar, no ahora—recostándola sobre uno de los cojines tomaba de nueva cuenta sus labios con una ternura similar a la de una madre arrullando a su pequeño, para darle un sueño tranquilo y reparador. @ Ada Camille Dumbledore

La preocupación era evidente en los ojos de Selene, parecía que se escondía detrás de una muralla edificada para que el Holandés, no la traspasara. Muy a pesar de la semiveela, el no se rendiría hasta tenerle de nuevo como aquella vez, entre sentimientos que les nublaban la razón y los dejaban eclipsados como sucede cuando la luna cubre al sol y lo deja sumido en una profunda oscuridad. Así era el mundo del Senescal de Caronte sin ella, penumbras que le abrazaban todas las noches anhelando tenerle entre sus brazos, cubriendo cada parte de su cuerpo con besos que quedarían tatuados por la eternidad. — No pienso irme y lo sabes, estoy aquí para ti y por ti—sonreía al sentir los labios de la dama en la palma de su mano. El tacto con su frente dejaba que sus respiraciones se mezclaran como cuando le robará aquel beso dentro de esa fiesta improvisada. Antifaces por todos lados cubriendo los rostros de los jóvenes amantes, pero el sabía quien era ella sin tener que quitarle la careta. El aroma que desprendía su cuerpo, la fragancia que brotaba de su larga cabellera y esa mirada que lo desarmaba por momentos. — Puedo perdonarte una y mil veces, si es lo que deseas—tomando la barbilla de la dama con su surda buscaba sus ojos una vez más— Se que te duele, piensas que no debes sentir lo que sientes y por eso te escabulles como un conejo asustado—soltó sin dejar de mirarla rozando con la yema de su pulgar el labio inferior de la Dumbledore. La amaba con una ferocidad difícil de explicar, pero al final del día todo volvía a quedar en nada. Todo por culpa del miedo que los apresaba e impedía que demostrarán lo que verdaderamente sentían. Acortando aún más la distancia que los separaba, no se pudo resistir a besarle y de ese modo lo hizo. Un roce delicado que junto sus labios en una danza armónica que no tendría principio, ni fin. ¿Qué era ese secreto que debía revelarle y podría cambiar el destino de ambos?. @ Ada Camille Dumbledore

Era como tener una delicada flor entre sus manos, cobijando los pétalos de está con suaves caricias propinadas por las yemas de sus dedos. El sentía lo mismo que Selene, jamás experimento esa conexión con nadie en el pasado, la que con un solo roce delicado transformaba el mundo de una persona. Le amaba pero era demasiado arrogante para demostrarlo, prefería alejarse de ella culpándola de todo lo ocurrido entre ambos — No debiste irte así—le reprendía sin dejar de acariciar su mejilla— Lo teníamos todo juntos, hubiera dado la vida por ti sin pensarlo—cerraba los ojos conteniendo la rabia que aumentaba en su interior— Recuerdo que te dije que te amaba—se corrigió inmediatamente— Te amo a pesar de todo, porque eres la primera mujer que pudo traspasar la coraza que cree para defenderme de sentimientos como estos que despertaste en mi—estaba siendo completamente sincero. Mirandola a los ojos rozaba su nariz con al suya, siendo delicado y no invasivo. El tacto con la piel de la semiveela, volvía a encender las alarmas en su interior. — No querías pero lo hiciste, pero estamos aquí ahora...—tomando la mano de la dama, depositaba un beso en ella como la primera vez que le tuvo delante— Si decides que es el fin, no puedo pelear contra ello. Pero si contra ti, porque se que me amas como yo a ti. Niégalo mil veces, repítelo hasta que te lo creas, pero no será así—respirando profundo contuvo sus ganas de besarle. Demostrarle con esa acción que seria imposible sacarle de sus pensamientos, porque para la mala suerte de ella supo como hacerse un hogar eterno en la vida del Holandés. @ Ada Camille Dumbledore Poco le importaba que los mirones estuvieran pendientes de ellos, solo le importaba una respuesta sincera por parte de Selene. Terminar con la agonía que los aquejaba a ambos, porque era morir en vida una y otra vez, experimentando un vacio que no seria llenado con nada y menos por nadie.

Selene estaba preparando el camino hacia una velada romántica, aunque aquella treta no le ayudaría a calmar el mal talante que se cargaba Macnair. Londres fue el punto de encuentro donde se vieron por primera vez, ella luciendo como un ángel hecho carne y el como un dios griego con las facciones labradas por el mismísimo Zeus. Le atraía la mujer de orbes violetas, pero debía ser cuidadoso y no caer tan fácil en los encantos de tan hermosa dama. — Ha pasado mucho tiempo, solo recuerdo un tu y yo en Holanda. Y luego de eso nada, desapareciste como lo hace una ladrona que se ha robado un millón de galeones—caminaba de forma desenfadada por el jardín Japonés— ¿Qué pretendes con todo esto, Selene?. Seguir jugando al gato y al ratón, bien pudiste darme un descolón o mandarme lejos—cruzándose de brazos le miraba cerca del kiosko. Deseaba odiarle con todas las fuerzas de su ser, pero era innegable lo que sentía por la semiveela. Tenía la mente hecha un mar de confusión, entre matarle o volver a tenerla como la mujer que le cautivó de una forma especial. — Dijimos muchas palabras, pero ahora dudo que alguna de ellas fuera cierta—acomodándose en uno de los cojines quedaba a pocos metros del rostro de su acompañante— Hablaremos como la última vez y no, no pienso caer ese juego de nuevo. Ya me cansé de tus señales erráticas,, sabes lo que deseo y lo tendré por las buenas o por las buenas—sonaba amenaza y lo efectuaría de ese modo. Tomando la copa vacía mecía la misma entre sus dedos— Veneno o vino de buena calidad, ¿Qué me vas a vender hoy?—sonreía dejando una caricia sobre la mejilla de la Dumbledore. El calor que brotaba de su piel era un remanso de paz para el Senescal de Caronte, pero el deseaba más que un simple y vano tacto sin una respuesta que le resultará en extremo satisfactoria. @ Ada Camille Dumbledore

Macnair se pasaba la mayor parte del tiempo, practicando para ser el mejor buscador que diera la liga Holandesa de Quidditch. Aunque su posición natural dentro de un equipo era la del golpeador, destacándose por romper costillas y coleccionar dientes que salían volando, al recibir el impactó de la quaffle en el rostro. El viento pegaba con fuerza en su torso desnudo, al no tener nadie dentro de los jardines podía andar a sus anchas, usando solo unos jeans que dejaban poco a la imaginación. Debía agradecer a su padre poseer ese físico, arrebatador y bien esculpido por sus horas dentro del gimnasio. — ¿Quién demonios llama de esa forma a la puerta?—inquirió exasperado, ya que le habían sacado de concentración. Ahora la snitch estaba fuera de su alcance, imposibilitado de hacerse con ella en esa ocasión— Lo dejaré para otro momento—dando un par de vueltas en su escoba antes de descender, diviso en la entrada a una joven muy bien parecida. Aflorando en el aquel gusto desenfadado por el sexo femenino, nunca se negaba el deleitarse con una hermosa faz o unas provocativas curvas. Así era el Senescal de Caronte, pillo seductor que no daba un paso sin antes analizar las posibilidades de éxito o fracaso . — Vaya modales—sonrió susurrándole por la espalda a la joven— Se puede saber, ¿Cuál es la emergencia?—le preguntaba esperando que no le lanzará una cachetada al Nigromante. Podría echarle de ahí, si lo deseaba la ser hermano de la matriarca, le daba cierto poder sobre los terrenos que pertenecían a su familia— Macnair—se presentaba de forma escueta, no deseaba dar más detalles de los necesarios—¿Tú quién eres?—se mantenía detrás de ella. Posiblemente llevaba un encargo en contra de la Líder de la Marca Tenebrosa, no podía bajar la guardia aunque le pareciera entre comillas inofensiva la rubia. Porque hasta una vez el demonio fue un ángel y eso le ayudo a pasar como un ser inocente, cuando realmente era todo lo contrario. Peligroso y letal, pero a Kyle le gustaban los riesgos y esa mujer parecía ser uno en potencia. @ Kamra Ashryver D.

— No es nuestro tiempo, pero haremos que lo sea—siseó esas palabras cerca de los labios de Alex. Las mismas que le obsequiará dentro de la Inauguración de la Liga de Quidditch, aquel sitio que fue la punta de lanza para que su relación se diera de una forma por demás natural y fluida. Sintiéndose como un adolescente por momento, no olvidaba los buenos modales que le inculcará a rajatabla su abuela materna. Esa mujer que era como una dama de hierro viviente, sedienta de poder y ambición— Eres tú para mi y yo para ti, recuérdalo Alex—apretando su mano le transmitía toda la seguridad que le brindaba experimentar el mismo sentimiento. — Somos caballeros y se dice que no poseemos memoria—sonrió acortando la distancia que los separaba. Eran como un imán ahí donde iba la carga positiva, respondía la negativa en una acto reflejo— No suelo ser muy sociable, pero si es lo que debemos hacer. Haré una excepción en está ocasión, no deseo lidiar con personas non gratas—le dijo con seriedad. Podía ser todo un caballero, pero como en todo su limite de tolerancia era demasiado frágil— Vayamos con tu tía, saludemos y después de eso volveremos a nuestros asuntos—le seguía sin soltarle. Sabía que de hacerlo generaría una sensación de abandonó en el golpeador de los VV. Le acompañaría por el resto de su vida, ambos contaban con la inmortalidad a su favor. Era como tener las tijeras de plata en sus surda, controlando de ese modo el fino hilo del que pendían sus vidas— Lastimosamente no tengo el placer de conocer a tu tía, porque me empecine en centrarme en todos los deberes que me asigno—se mordió la lengua conteniendo sus ansias por salir corriendo tras el rastro de la Senescal de Caronte. Debía aprender a moderar es instinto por tenerle cerca, acostumbrándose a vivir la vida de ella en un plano paralelo. — Antes que nada—detuvo a su acompañante en seco— Hay algo muy importante que debes saber, pero no es el momento y menos el lugar—acariciando su mejilla, le pedía que confiará en él. Se había montado en una ruleta rusa, plagada de sinsabores, asuntos personales que finiquitar y un mundo de secretos que llevaba a cuestas el Holandés. Era como un baúl de siete cerrojos, cada uno de ellos escondiendo un secreto que debía permanecer sellado a piedra y lodo. Recobrando su temple frío y desinteresado, se dejaba llevar por su contraparte. Conocer a la familiar de demonio, no le molestaba en lo absoluto, ya que eso significaba una sola cosa. Las cosas entre ambos iban más que en serio, aunque entre sus planes, no estaba de momento casarse o tener una familia en toda la extensión de la palabra. Compartir a Alex con otras personas, despertaba sin duda su lado territorial y posesivo, pero desde siempre fue así en el campo del amor— Es tierno que me digas azulejo, pero me quedo más con el otro mote que me has obsequiado—el era un ave azul. Aquella que extendía sus alas a todo lo que daban, volando a sus anchas por el inmenso firmamento— Nada de merengues, sabes que detestó verme con esas ropas tan cargadas de olanes—refunfuño dejandole un ligero roce en la mano. @ Malum Luxure