Kyle Blackthorn

El visitar Londres era una travesía de lo más reconfortante para el menor de los Lennox. Desprendiéndose un poco de la tensión que le causaba estar entre Alemania y Holanda, sitio donde residía lejos de las personas que le causaron un severo conflicto con su novia Kay, preciosa dama que estaba relacionada con la mujer que iba a visitar de manera improvisada. Si Xavier se enteraba de los planes de Kenner, no le tomaría ni una milésima de segundo cortarle la garganta de manera limpia y certera, lanzándolo de una sola al mundo de los muertos. — Todo sea por quedar bien con la familia politica—bromeó deslizando las yemas de los dedos por el tatuaje que cubría parte de la zona izquierda de su cuello. El emblema de su familia, conexión que era similar a la que compartían los gemelos Blackthorn, lazos que unían a esas generaciones modernas. Sus ojos verdes detallaban con parsimonia el sitio que le daba la bienvenida, jamás le paso por la cabeza estar delante de un recinto tan imponente— No bromeabas cuando dijiste que todos somos parte de una realeza—ladeando la cabeza observó a la lejos a una mujer realmente hermosa. De la clase que no se ven pululando en la tierra, sino donde residen los verdaderos dioses— Lamento molestarla, bella dama. Pero estoy buscando a Kahlan Blackthorn, ¿sabe dónde puedo localizarla?—tomaba su mano para depositar un beso con suavidad y respeto. La mirada que poseía le recordaba su querido cuñado, aunque con una variante considerable en el color. Verdeazulado contrastado con el esmeralda que le daba una similitud con las piedras preciosas que se dan al comprometerse con la persona que es el amor de tu vida. Reconociendo que se sentía de ese modo con la joven que le acompañaba de cuando en cuando en sus viajes, pero ahora estaba ocupada intentando dar con el paradero de su alocado hermano— Mi nombre es Kenner Lennox Kendrix, hermano de Kendrik y pareja de Keira Morgenstern—indicó obsequiándole una sonrisa lóbrega. Desviando su vista hacia el dedo corazón de la Ángel Caído, ahí donde descansaba una alianza similar a la que portaba el joven— Shooting Star—siseó para que solo ella pudiera escucharle. Asintió tras notar que ella reconoció el mote con el que su amado era identificado dentro de las filas que conformaban el grupo compuesto por tres caballeros y dos hermosas damas— Hay que ser precavidos, no sabemos donde nos estarán esperando nuestros enemigos más acerrimos—metiendo la mano en el bolsillo de su chamarra de piel, extrajo una nota perfectamente redactada con la caligrafía del Morgenstern— No sabemos donde está y esperamos que pronto aparezca—soltó como si de tratará de una bomba. Confiando en que lo tomará de la mejor manera, porque la situación así lo ameritaba.

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Un viaje al pasado la arrancaba por un breve lapso de tiempo de los terrenos de la familia Dumbledore. Apareciendo delante de ella ese par de zafiros destellantes, faros que conducían, el navío que era su vida por aguas oscuras y turbulentas, plagadas de sin sabores que solo el era capaz de transformar en la más empalagosa miel que existiera en el planeta. Su solo nombre era música para los oídos de la Blackthorn, arrullo emitido por una madre que busca llevar al mundo de los sueños a su pequeño retoño. Por primera vez le echaba en falta tras 10 años sin saber nada de el, atrapados en la noche que se entregaran uno al otro. — Parece imposible, pero no lo es—su voz era una delicada caricia sobre la mejilla de la Alemana. Tacto que cortaba su respiración, dando paso a bocanadas de aire suplicantes por un roce de sus labios. Esos labios que eran su más ferviente perseguidor, acosador hambriento e inquisitivo. Deslizando de manera imperceptible las yemas de sus dedos sobre el pecho del caballero, destapaba la caja de Pandora— Es el inicio de algo mucho más grande y duradero—prometía vivir solamente para el sentimiento que escondían a piedra y lodo en sus corazones. Esclavos del tiempo y la desgracia, no les quedaba nada más que andar por caminos separados por un tiempo. Ya el destino les volvería a juntar como lo hizo dentro del campo de entrenamiento, peleas encarnizadas entre ambos que dieron paso a una relación que estaba mal vista por el resto. Educados para matar a diestra y siniestra, no para irse dando arrumacos en cada rincón que les ofreciera un escondite improvisado. Ella mantenía la vista en esos ojos tan peculiares, besando sin besar esa boca que era su perdición— No daré marcha atrás—sentenció abrazándole por el cuello con las palmas de las manos, cerrando estás para sentirlo más cercano. Le amaba en verdad, no existía nadie más para ella y nadie más para el. La noche era testigo de esa alianza entre ambos, fundiendo sus labios en un beso cálido que poco a poco subía de intensidad— Un mismo ser—susurraba dejando pequeños besos en la comisura de los labios de su amada. Desprendiéndose de sus ropas se volvieron un mismo ser, envueltos en un par de estelas de diferente color. Blanca y cristalina cubría el cuerpo de su amado, oscura y turbia abrazaba por completo la anatomía de ella. En el punto más álgido de su encuentro, chocaron ambas energías provocando un placer indescriptible en el interior de sus anatomías. — Te amo—musitaron al mismo tiempo, desapareciendo con la mitad de su vida levitando en un espacio y tiempo, que les arrancó ese momento tan inolvidable e intimo. Ladeando la cabeza volvía en si, acariciando sus labios, relamiendo estos percibió el sabor que tanto añoraba— Se que pronto estarás conmigo otra vez—saludando a los presentes se encaminó hacia donde estaban las bebidas. Necesitaba un poco de bourbon o algo que le volviera a poner los pies sobre el suelo y le bajará de golpe de la nube en la que estaba flotando.