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Azog Cantankerous

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Ficha de Personaje

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  • Bóveda Trastero
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    Neutral
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    Aprendiz del departamento de Rompemaldiciones
  • Escalafón laboral
    Sin información
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    Humano
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    No graduado
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Reputación

  1. Hola Fokker, Me he estado leyendo las normas y ambientación (hasta ahora mi subforo favorito jaja) aun así creo que a veces se me pasa información o la interpreto diferente, me parece. También me he pasado poco, casi nada, por la comunidad mágica, como que no capto bien la onda de los empleos o sobre que giran o como rolearlos en otros lugares, tipo en tramas diferentes al subforo base; ¿mientras sean en la comunidad mágica, aunque no estés ejerciendo como tal tu empleo, cuentan como acumulables para el pago de galeones al fin de mes? Por cierto, que he intentado hacer un personaje secundario también, pero a pesar de que según me lei todo, pase por alto el nivel y lo negaron o algo como eso. Ese proyecto está detenido por ahora. Que suerte que viniste a mi (?) porque quiero ganar galeones. Entonces ¿hago un rol en alguna parte de la comunidad mágica y ahí nos vemos? ¿o ya hay algo en mente para esta dinámica?
  2. La música y el bullicio del exterior resonaban en los pasillos de la mansión Di Medici, sin embargo, aun en su tarea de guiar a los invitados dentro de la mansión a volver a la fiesta en los jardines, su mente estaba ocupada por el reciente nombramiento de Lucrezia como viceministra. Es casi imposible no pensar en ello, pues el breve discurso que la rubia mujer les comparte (que se ha detenido a escuchar al pie de una ventana del segundo piso dentro de la mansión) deja al moreno pensando en aquel primer encuentro con la bruja. Aun la conoce de muy poco tiempo e incluso para él hablar de lealtad hacia la Di Medici era demasiado pronto. La maldición punzando en las palmas de sus manos le recordó fervientemente al joven muchacho que la lealtad no era más que un signo de est****a debilidad. Sin embargo, lo que estaba comenzando a sentir por ella era profundo y confuso en partes iguales, puesto que nunca había entendido realmente lo que significaba ser leal, ni mucho menos se le habría cruzado por la mente tener que serlo para alguien. El rencor que existía en su corazón aún lo hacía sentir más desprecio que otra cosa por las personas. Removió de su rostro la austera máscara que cubría gran parte de sus jóvenes facciones, que lo escondía de las demás miradas. La última expresión en el discurso de la rubia mujer volvió a sus pensamientos mientras, casi de forma inconsciente Azog apretaba el antifaz entre sus manos provocando grietas sobre la superficie de apariencia sólida como el mármol. ¡Vamos a hacer a Gran Bretaña grande otra vez! Una media sonrisa se dibujó en su rostro, aunque de todas formas él no parecía feliz—Algunas cosas permanecen mejor rotas—Azog recordó la copa de vino fragmentada entre sus manos, la dulce pero firme voz de Di Médici. Antes de volver, tras un largo suspiro, el muchacho volvió a colocar la máscara rota en su lugar y se dirigió a la salida más próxima de la mansión —Revisen bien que las cosas que faltan están en su lugar—ordenó a uno del par de elfos que lo han estado acompañando por si las cosas se ponen “difíciles” con algún otro mago o bruja renuente. No quiere otro atentado como con Hécate, sinceramente no tiene el carácter para soportarlo. Por otra afuera las cosas no van mejor para Azog —Vas en la dirección equivocada— está, sin saberlo, frente a Mael, un mago de apariencia algo tenebrosa y, aun bajo aquel sutil toque de decencia en su vestimenta, tiene algo que a Azog le recuerda a los pocos magos oscuros que conoció en América—La fiesta es aquí afuera. Te perderás el baile si vas adentro—el claro par de ojos, siempre desafiantes, se apartó del hombre solo para indicarle al elfo que le queda, que siga de cerca a otro NO invitado que reconocen como el mago de ágiles manos que ha estado husmeando dentro de la mansión más tiempo que nadie y que hasta ahora se les ha estado escapando. Sean Linmer. —¿Hay algo o alguien que estes buscando?— con un chasquido otro elfo se aparecía entre ellos con una bandeja de vinos y aperitivos que ofreció al brujo invitado.
  3. Que ondas Fokker. Pensé que iba a haber mas personas por aquí(?). 1. Presentación: Mi personaje, ficha y bóveda Mi personaje es Azog Cantankerous. Por ahora no he avanzado mucho con él en cuanto a historia, me he apegado a lo que he escrito en la ficha, pero estamos en disposición para ver en quién o qué se transforma el muchachón. Anteriormente ya tuve una cuenta aquí en hl, sé que en algún topic de registro lo mencione, pero me movió la idea de comenzar de cero aprovechando los nuevos cambios que se han hecho. Bien ahí. Por ahora creo que lo que puedo ir haciendo con el personaje es solo rolear para ir definiendo un poco más su carácter y sus habilidades e ir reconociendo los cambios que se han hecho en los espacios de rol. También rolear para, en lo personal, desinhibirse un poco a la hora de escribir, porqué es una de las cosas que me juegan en contra a la hora de jugar rol. Me adelante con esta primera parte de la tutoría (tardó muchito, sorry). Te dejo la ficha y la bóveda. Y aprovecho para preguntar; ¿no se abrirán trámites/tramas para otro tipo de licencias? recuerdo que se tenían licencias para aparición y vuelo en escoba o ¿me estoy confundiendo de sitio?. Sería ideal hacer algo así para complementar estas inducciones. Ficha: Azog Cantankerous Bóveda: #119751
  4. Sentado como está, sobre lo que queda de la superficie del suelo que ahora ya ha recuperado por completo su forma y él a ha podido finalmente sacar sus pies de la arena (aunque no la arena de sus pies), Azog se inclinó hacia atrás un poco para poder lanzar con fuerza su hechizo de defensa y ataque: —Mobilicorpus— ladró el encantamiento para azotar con el rayo al guepardo que se lanzaba contra él dispuesto a ir sobre su varita. En cambio, el muchacho lo lanzó hacia Darla, la bestia salió volando por los aires con tanta fuerza que sería capaz de derribarla, de tirarla al suelo al menos, si el cuerpo del guepardo y de la bruja se alcanzaban. Para entonces las aves conjuradas por la bruja ya habían desaparecido, quizá lograron localizar a la avispa poco antes de que esta pudiera inyectar su veneno en la hechicera, pero al tragar al avispón japonés habían terminado por ingerir el veneno que provocó asfixia y acabó con la vida de todas ellas. Nada podría interponerse ahora en la trayectoria entre Darla y su guepardo. —Ya no hay más charla, eh. ¿Qué pasa? ¿te ha comido la lengua el gatito? ¿o es que ya te aburriste de mí?— se ha vuelto a poner de pie casi de un salto, en realidad lo pone de mejor humor no estar atrapado más tiempo en esa horrible trampa lodosa que le ha llenado de arena hasta por dentro de sus calcetines. Por otra parte, el engreído muchacho podría estarse confiando demás; si deja pasar el tiempo Darla tomará el control nuevamente —Embrujo Punzante—esta vez el hechizo se pronunció en sus pensamientos, pero se manifestó ante ellos en un rayo que siguió fielmente la distancia que los separaba para impactar de cara de a la pelirroja, desconfigurando el cuidado rostro de la hechicera y dejando sobre este una herida punzante. Tal vez su avispón no logró llegar nunca a la vampiro, pero esto no era más diferente a una reacción alérgica. La inflamación por la herida le impediría a la bruja fijar los blancos para los hechizos que advierten de una mejor punteria, y tampoco podría observar mejor el ya de por sí complicado terreno de batalla que les queda a estas alturas del duelo.
  5. Tirado nuevamente en el suelo Azog se replanteo la idea de quedarse ahí abajo por el resto de la batalla, al menos así se asegura de que no lo volverán a tirar. El golpe de la caída solo lo hizo sentirse mucho más adolorido, su cabeza entera vibró por un momento recordando la vieja hinchazón del embrujo punzante que Yadiz había acertado. Como pudo se incorporó para quedar sentado y no perder de vista ni un segundo más a la bruja Vashtí quien lo había inhabilitado de habla y de una de sus manos por lo qué, con el brazo que le queda libre, Azog tomó la varita que sobresale de su mano atrapada en la soga, y se apuró para apuntar su siguiente encantamiento. Todavía tenía que curar algunas heridas, pero la fiereza de su encantamiento hacía sentido a la mirada fulminante que el joven hechicero mantenía. Honestamente, muy en el fondo, su encuentro con Yadiz, ya lo estaba poniendo de muy mal humor. Eso, sumado a la serie de golpes que ya se había llevado cada vez que caía al suelo, no era una buena combinación en el arisco adolecente — Episkey — pensó entonces, para que el hechizo detuviera la punzada que aún siente sobre su rostro y, a su vez (aunque Azog piensa que es mas psicologico que otra cosa) también merme un poco toda esa cólera injustificada que está comenzando a acumular. Y es que así, maniatado como esta, era más que difícil emparejar el tablero de juego. — Babosas — piensa en su lugar, indicando la trayectoria en dirección a la bruja. El rayo cruzó la distancia que los separaba sin inconvenientes, aunque no tanto con el impacto energético que a Azog le gusta mantener en los enfrentamientos. Tampoco es que fuera un hechizo encantador aquel que había utilizado. Él ni siquiera está seguro de querer ver los efectos de este. Yadiz estaba siendo un rival…interesante, no se merecía eso. La maldición se ejecutó al impacto. Las babosas provenientes de su tracto gastrointestinal impedirán que la pelo rizo pueda conjurar encantamientos a viva voz por un rato. Al menos espera que lo suficiente para que pueda volverse a poner de pie y continuar su encuentro de una forma un poco menos complicada.
  6. A sus alrededores, la lluvia y el viento aminoraba a cada segundo su intensidad como si se presagiara el final próximo de este encuentro. Aun así, la llovizna que prosiguió era mucho más fría que la tormenta; Azog lo presentía en los bordes de su rostro, en la punta de los dedos de sus manos que se aferraban a su varita. La superficie arenosa crujía cada vez más debajo de él, advirtiéndole que el encantamiento de la bruja, al igual que la tormenta, el viento y este encuentro, iban a terminar. Respiró hondo, sintiendo el peso del aire helado en su pecho. Sabía que la calma que se avecinaba era un engaño, un respiro antes del caos. —Nono. En realidad, algunas veces, soy un gran observador. Solo hace falta paciencia para apreciarlo—en qué momento no estaba seguro, pero a pesar de las circunstancias el aprendiz se encontraba cada vez menos insociable con la pelirroja. Después de todo, en el ocaso de su encuentro, Azog encontró lucrativo el duelo con la vampiresa. Agitó su varita en espiral una vez más y conjuró: —Morphos—apuntando a la cuerda que ataba las patas frontales de la criatura que Darla había invocado para recibir el ataque por ella. Esta se enrolla primero sobre sí misma para formar luego un avispón asiático de casi cincuenta milímetros de largo, incluso él se vio algo sorprendido por el tamaño de aquel bicho que, oculto en la oscuridad de la noche, voló sin dudarlo hacia la bruja para proporcionarle una picadura venenosa. No era letal si no eras alérgico, pero su veneno se esparce rápidamente, provocando mareos y poca facilidad para respirar a su víctima. Esto afectaría significativamente la capacidad de la bruja para atinar un buen encantamiento que requiera de una puntería más certera—No deberías preocuparte por mi. Si me hundo completamente en la arena al menos no tendrás que preocuparte por ocultar evidencias. Las otras dos cuerdas alrededor de la criatura se quedaron en el torso y caderas del animal. Eran de menor importancia, aunque dificultan poco su movilidad, sus patas estaban libres y Azog solo necesitaba de esas garras y colmillos a su completa disposición—Oppugno—masculló encantando al guepardo incitandolo con el pensamiento para atacar de vuelta a su invocadora inicial. Esta vez no buscaba una masacre, solo inmovilizar, o al menos hacer que la trascendente mirada de la bruja deje de observarle. Finalmente, y aprovechando la distracción, cuando los crujidos aumentan y el suelo debajo de él se mueve con más rapidez el muchacho se sentó sobre la superficie de la arena (que ya le llega hasta las rodillas) para poder desatascar sus pies a la vez que la madera del suelo comenzaba nuevamente a tomar su forma, rígida, pero todavía húmeda por la lluvia.
  7. Hékate era mucho más alto de lo que el muchacho apreció a la distancia. Así de cerca, con aquella mirada vibrante sobre él, no era sólo capaz de acabar con el moreno de un solo hechizo como lo prometía en su amenaza, sino que podría eliminar cualquier rastro de su existencia misma si se hubiera tomado siquiera la molestia de hacerlo. No tiene pruebas, pero tampoco dudas. La bruja era una fiera, lo había demostrado, inescrupulosa al acabar con la vida del elfo doméstico enfrente de todos. Tras su consejo de no enfrentar magos más fuertes que él a la ligera, Azog tendría que considerar andarse con cuidado, pues su magia aquí no tenía el mismo estupor intimidante que lo hacía al estar rodeado solo con nomags. Pero, para su mala suerte, el orgulloso muchacho hizo frente a las palabras de la bruja con la mirada en alto. No era carente de temor o preocupaciones, pero, ¿qué decencia había en vivir como un cobarde? El encuentro entre ellos no duró mucho más, aunque ella insistía en articular insultos a la anfitriona de la casa. Lucrezia en cambio ya había dejado muy atrás el asunto con Rambaldi, dándole al muchacho, consciente o no, una lección sobre cómo enfrentar a un oponente por más agraz que este fuese. Se sintió menos preocupado al encontrarse con la casi imperceptible sonrisa de Di Medici, la mujer que, de alguna forma, le había acogido. Su sutil gesto, que Azog no sabe todavía si es solo para con él, le resultaba ser un bálsamo en medio de la tensión que lo rodeaba, y su presencia le recordaba que no estaba solo. La rubia tenía una manera especial de hacer que las sombras se disiparan en su mente. Estuvo a punto de seguirla; era eso lo que quería hacer. Mantenerse cerca de ella era un aprendizaje constante, sin mencionar que había algo más en la serenidad de su compañía y en los silencios siempre pensantes que lograba apaciguar el mal carácter del muchacho—Déjalo. Solo limpia este desorden—en cambio había dirigido sus pasos a donde yacía el cuerpo sin vida del elfo, mientras otro más intentaba llevárselo por órdenes de Rambaldi. No es que hubiera preferido esto—Yo me encargo de este— pero, después de todo, era responsable de su muerte—Que… desperdicio—a pesar del pequeño cuerpo de la criatura Azog necesitó de mucha fuerza para levantar el cuerpo sin vida y echarlo sobre su hombro. —¿Dónde está Parspartour? Esto talvez no le agrade—la cocina es un campo de batalla todavía peor, aunque reconoce que hay mucho orden a pesar de todo. Azog espero por la respuesta de alguno, pero en realidad ellos solo iban y venían, algunos buscando al elfo principal por instrucción del muchacho y otros (la mayoría) continuando con las tareas que aun tenían asignadas. En cambio, el joven mago no se dio cuenta de la falta de respuesta inmediata; se quedó contemplativo, apreciando los efectos de aquel encantamiento lanzado por Hékate que había acabado con la vida de la criatura de un solo impacto. El elfo aún tenía los ojos abiertos, y el rastro reconocible de la falta de vida era algo que Azog podía identificar. Sin embargo, lo que más le inquietaba era lo que ocultaba el último gesto de la criatura inerte. ¿Habría sufrido? ¿Se habría dado cuenta de que estaba muriendo? Tal vez su último pensamiento solo había sido que debía entregar los aperitivos a tiempo. No había mucho honor en esa muerte, pero ¿lo habría en su asesino? Finalmente alguno de los tantos elfos se acercó a él con el mensaje de que por el momento Parspartour no podía atenderlo—¿Cuál era su nombre?— preguntó, pero una vez más no tuvo una respuesta certera. Un muerto más sin un nombre. Esto era algo a lo que sí estaba acostumbrado. Afuera, por otra parte, la voz de la ahora nombrada ministra de magia se escucha fuerte, aunque amortiguada por los ruidos al interior de la casa y los antiguos muros de la mansión. Aplausos y vitoreos se celebraron. Y luego Lucrezia fue nombrada viceministra—Tendremos que esperar entonces—el muchacho cubrió el cuerpo con una sábana blanca y se volvió sobre sus pies. Aún queda el resto de la noche que enfrentar, la ministra de magia apenas se había presentado y lo que Azog había aprendido sobre “cosas que pueden salir mal en una fiesta” al menos la mitad de la lista ya habían pasado. Esto no podría ponerse peor antes del baile de máscaras. ¿O sí? Eso puede pensar hasta que un elfo más se acerca con el aviso de que hay magos husmeando en los interiores de la casa Di Médici—¿pero qué clase de gente es esta?— se quejó, frustrado. A lo largo de su corta vida, Azog se había enfrentado a un grupo de personas variopintas, pero, a medida que pasaba más tiempo en esta Inglaterra mágica, se daba cuenta de que muchos de ellos parecían más interesados en el caos que en la celebración—Siento pena por la ministra y lo si lo qué tendrá que enfrentar se asemeja a esta celebración—a pasos veloces se encaminó con varita en mano para “orientar amablemente” a los intrusos que se encontrase por el camino para que volvieran a la celebración o se marchasen.
  8. Había tratado de mantenerse al margen de toda esta ostentosa celebración desde varios días antes de su anuncio oficial. Azog, con su mirada ceñuda y su habitual actitud arisca, se había sumido en un torbellino de tareas que no dejaban de crecer. Pasó noches enteras desvelándose para ponerse al corriente con las clases extraordinarias de E.X.T.A.S.IS que no terminaban ya la interminable lista de deberes que Lucrezia, su preceptora, le asignaba cada vez que el muchacho volvía a la mansión. Prefería encerrarse en los antiguos muros de la casa Di Médici, era mejor que estar en Hogwarts, era mejor que estar de vuelta en América. Sin embargo, cada nuevo hechizo que debía dominar, cada pergamino que necesitaba estudiar, solo exigía más esfuerzos de su parte. Para colmo, Lucrezia parecía encontrar placer en delegarle tareas adicionales, como si intentase conocer el punto de ruptura del muchacho, o como si quisiese matarlo en el proceso de su tutela. Los invitados que desfilaban ante su vista, sus charlas y sus risas resonaban en el aire, y él se preguntaba si alguna vez podría dejar de ser solo el aprendiz de Lucrezia y convertirse en alguien relevante por sí mismo. De rostros hermosos y trasfondos que valen más que el oro que se guarda con recelo en las bóvedas de los bancos que pertenecen a la blonda hechicera. La mansión Di Médici, con sus lujosos adornos y el bullicio de la gala, era un mundo ajeno que él observaba desde las sombras. Pero, en el fondo, había una chispa de determinación. Azog sabía que esta etapa era crucial, que ante cada sacrificio que hacía lo acercaba a sus verdaderos objetivos. Tal vez, en lugar de sentirse un mero espectador, debería usar esta oportunidad para demostrar su valía. Así que ahí estaba él ahora, resguardado todavía en el umbral de una de las entradas de la mansión, bastante malhumorado y cansado. Vistiendo como una decoración más de esta celebración, como un accesorio para la mansión; una mezcla, un punto medio entre la servidumbre y la anfitrionía, como si valiera poco más que uno, pero no lo suficiente para igualarse a su hospitalaria señora Di Médici. Los colores claros de sus ropas resaltaban su piel morena y suavizaron algunos rizos rebeldes en las puntas de su cabello todavía peinado. Sus claros ojos observaron con asombro la entrada de Lucrezia. Por un instante, fue casi incapaz de reconocerla; la magia que la envolvía la hacía parecer la figura casi etérea de sus visiones. La elegancia de su vestido hipnotizante, y, en medio del foco de atención, parecía estar en su escenario ideal, su terreno de guerra perfecto, lista para conquistar y dominar a cada uno de los invitados. Sin embargo, la atmósfera se tornó abruptamente amarga cuando un escándalo rompió la magia del momento. La broma fétida lanzada por uno de los invitados arruinó cualquier halo de sofisticación. Y como si eso no fuera suficiente, la mujer que se presentó como una Rambaldi y el grupo de acompañantes a su alrededor no eran más que patiños baratos en plena rabieta que sumaban desprestigio a la celebración. Azog sintió cómo su mal humor se reavivaba. A pesar de la cólera que escupía aquella mujer en cada palabra dirigida a Lucrezia, había algo en su discurso que parecía ocultar más de lo que sus resentidas palabras dejaban entrever. ¿Cuál era la relación entre esta mujer y Lucrezia? ¿Por qué Hékate había escogido precisamente esa ocasión para desatar su corrosión? El muchacho guardó esas y más preguntas, que surgieron durante ese “intercambio” con la Rambaldi, para consultarle después a Di Médici en la privacidad de su estudio otra tarde. Con un gruñido, y a paso firme, finalmente Azog rompió el césped húmedo bajo sus pies en dirección a donde se encontraba Lucrezia, sin preocuparse por el permiso que no le había sido otorgado y pasando de largo a la bruja de melena violeta escoltada por elfos hasta los servicios al interior de la mansión. —Evanesco—pensó molesto, usando el encantamiento para hacer desaparecer la silla en la que la bruja Rambaldi se había sentado, para que ésta cayera de bruces en el suelo. —Me disculpo por no haber pensado en un lugar cómodo para la señora Hé-ka-te—intervino con aspereza, su voz tensa y el ceño fruncido bajo la máscara de cara triste—Se nos olvidó que la tierra es un mejor lugar para las sanguijuelas—masculló, apretando los dientes. Hasta donde sabe, reconoce a Lucrezia demasiado sofisticada para responder a Rambaldi como se merecía tras esa escena. Él, en cambio, no estaba bien educado; Azog aún no dominaba los buenos modales ni las palabras amables. Es muy probable además que Lucrezia discrepe de su accionar bruto y arrebatado y no se olvide de agregar acciones disciplinarias a la ya larga lista de quehaceres del moreno. Pero para buena (o tal vez no tanto) suerte de él y posiblemente del resto de los invitados, la galardonada Ministra de Magia británica finalmente hacía su aparición. Quizá ella, con su presencia, lograra menguar los ánimos menos afables de esta reunión.
  9. Ey Matt 🤙 Quiero el cambio. Como aprendiz en Gringotts está perfecto. Dejo los datos: Nick con Link a la Ficha de Personaje: Azog Cantankerous Bóveda del personaje: 119751 Empleo: Aprendiz de Rompemaldiciones en Gringotts
  10. Apretó con fuerza los labios hasta convertirlos en una delgada línea sobre su rostro, la mirada siempre atenta ante cada movimiento ágil que ella ejecuta sin titubear. Bajo sus pies se mueve poco, solo lo suficiente para que la arena lo unda lo necesario y encontrar un mejor equilibrio justo a varios centímetros por debajo de sus rodillas. ¿Qué pasará con él y sus piernas cuando los efectos del morphos termine? Debería preocuparse por eso, pero ver a Darla controlando a sus aves invocadas para atacar a la serpiente que le había lanzado (otra de sus propias invocaciones) es lo que lo tiene maquinando un plan para defenderse de la astuta hechicera. Quizá el muchacho deba replantearse el modo en el que debe dirigirse a ella desde ahora. Por otra parte, Azog es difícil de apabullar, aun cuando a su compacto cuerpo le recorre un escalofrío al ver a la serpiente desintegrarse ante sus ojos. Un espectáculo menos agradable de ver. ¿Podría ser ese su destino también? La pelirroja, sin embargo, continúa la conversación entre ellos con el mismo temple con el que ha comenzado este enfrentamiento. Muchos más pensamientos llegan a la mente del moreno, que esta vez giran en torno a la identidad de esta desconocida mujer. —De haber sabido que solo estabas haciendo publicidad para tu negocio de libros en Diagon no te hubiera prestado tanta atención—se quejaba una vez más, es la característica principal del Cantankerus después de todo. La varita del mago chispeó, a pesar de sus bravuconas palabras, no está realmente enfadado—Tal vez así no hubiera terminado hasta las rodillas en un charco de arena—apuntó su varita una vez más, justo cuando comienza a pensar que no habrá forma de desarmar a la bruja en este enfrentamiento si no se pone difícil—Incárcerus—las tres gruesas cuerdas salieron disparadas de la varita en direcciones diferentes al cuerpo de Darla al pronunciar con claridad la invocación. La primera se dirigió a su rostro, enredándose sobre su cabeza para obstruir su visión, hay algo de insistencia por parte del moreno para que la bruja no lo vea mas metido en aquel aprieto. La segunda cuerda ató su mano más hábil con la varita a su cuerpo, de modo que le dificultara a la bruja realizar con sencillez cualquier floritura. La última de las cuerdas se enredó con saña alrededor de las rodillas de la bruja, haciéndole perder el equilibrio y haciéndola caer al suelo. Al menos de esa forma, piensa él, estaría igualando el terreno de juego. Un crujido bajo sus pies (o donde deberian estar sus pies) lo alertó, tenía que haber una forma de salir de esta fangosa arena. Mientras tanto trataba de mantener la calma en aquella trampa, se encontraba en una severa desventaja por su falta de arteria, no importaba qué plan ideara el muchacho, la bruja Darla parecía ir dos pasos (agigantados) por delante. —Pero ¿qué te parece si mejor hacemos un trato? Si ganas esto iré y si no...tendras que darme sin costo alguno uno de tus mejores volumenes— Azog razona que lo menos que debe hacer es hacerle frente a la astucia de la bruja—seccionatus— pensó para que las afiladas medias lunas siguieran la trayectoria de las cuerdas con la intención de impactar en el cuerpo de la hechicera, el golpe sería bastante violento causándole heridas graves y sangrantes que Darla tendría que atender casi con urgencia antes de desangrarse.
  11. Solo una pequeña parte de él, muy en el interior de sí mismo, encontró gratificante que el hechizo de invocación de objetos no funcionara. A pesar de lo muy malhumorado que estas condiciones lo ponían, Azog se dio cuenta de que, ante cada breve interacción con la hechicera, había aspectos de aprendizaje en el uso de la magia. Era como si, en medio de todo este pequeño caos, estuviera descubriendo un nuevo lenguaje, una forma de ver la magia que nunca ha considerado suya. Apenas ha logrado incorporarse nuevamente, luego de que los efectos del zancadilla terminaran, cuando sintió que bajo sus pies el piso nuevamente se le movía. —Ay vamos, ¿no es suficiente con el aguacero?iIug, arena, burda, áspera, y se mete en todas partes—se quejó el arisco muchacho. Las tácticas de Darla eran audaces, no se limitaba a daños letales para acabar con sus oponentes, sino que parecía existir un entusiasmo por parte de la bruja de verlos luchar antes de perecer. A medida que la situación se complicaba, Azog se vio a sí mismo evaluando sus opciones de forma más estratégica. Cuando Darla mencionó el café, no pudo evitar sentirse completamente desubicado, ¿estaba tratando de distraerlo? Era una locura, pero en el fondo, eso era lo que hacía todo esto aún más interesante, puesto que cada interacción de la bruja parece contradecir sus verdaderas intenciones. Azog se relamió el labio superior, un gesto que con el tiempo se ha hecho una señal evidente de que algo (en esta ocasión alguien) tiene su verdadero interés y más allá de eso, despiertan en él una intención. —No estoy seguro de que mi preceptor esté de acuerdo en que salga contigo. Y tampoco me gusta el café, es amargo y te provoca temblores—respondió desafiante alzando el mentón por lo alto, sonando desconfiado y escrupuloso, pero disfrutando de la extraña combinación de misterio y respeto que sentía hacia su oponente. La lluvia seguía cayendo, pero en lugar de desánimo, Azog sintió como una necesidad, las fuerzas para continuar con aquel encuentro. Tal vez, solo tal vez, podría haber más que rivalidad en esta extraña conexión que estaban formando. Mientras tanto, se preparó para responder el desafío renovando su determinación—Avis—invocó esta vez, las doce palomas salieron disparadas de su varita con tanta fuerza que Azog sintió que sus pies se hundían un poco más en la arena ahora casi echa lodo por la lluvia. Las aves volaron entre la lluvia hasta llegar hasta donde se encontraba la bruja, revoloteando alborotadas y ruidosamente sobre el rostro de Darla para conseguir obstruir su visión, lo que dificultaría que ella pudiera lanzar hechizos que requieran una puntería más precisa. Atrapado todavía como está en la arena lodosa y bajo aquella tormenta el muchacho comienza de apoco a sentir que la desesperación se apodera de sus nervios. A pesar de su joven edad Azog ha estado ya en muchas ocasiones bajo circunstancias de mucho estrés como este, que le exigen dar más de lo que puede o tiene, sin embargo, en todas esas otras veces no siente la convicción que siente ahora de permanecer siempre de pie—Serpensortia—acudió a invocar después, sin muchas opciones de salir pronto de aquella trampa de arena. La serpiente salió despedida cual proyectil en dirección a los pies de Darla, entre la mala iluminación de la noche y la tormenta sobre ellos, no sería tan fácil atinarle un golpe al escurridizo animal. El veneno del reptil era letal, pero la criatura tendría que trepar primero por la pierna de la bruja para poder inyectarlo con su mordida en el muslo de Darla. —Pero si yo…aceptara ir contigo por ese café, ¿cuál es el precio que tendría que pagar por ello?—todavía indócil, el muchacho demostró genuina curiosidad por la oferta de la bruja. No obstante, también está enseñado a que todo tiene un valor, y hay que pagar muchas veces un alto precio por obtener lo que se desea. Pero tal vez tenia que preocuparse mas por la arena movediza en sus pies en lugar de esto. No obstante, dispuesto a no bajar la frente ante su oponente, por honor propio y por el respeto que Darla se ha estado ganando ante cada una de sus respuestas, muy a su manera, aunque parezca solo un bambino arrogante, Azog siempre sabe reconocer a un buen rival. Aun si no lo admitirá jamás en voz alta.
  12. Que ondas, @ Marcellus Allan Paso a avisar de carrera que estos dias se me complico dejar respuesta para el duelo con @ Darla G Dumbledore , una disculpa Darla. Ya mañana tengo mas oportunidad, por si me pueden esperar un poco mas si es que nos queda tiempo. Ey que ondas, mentí me hice de tiempo para responder porqué se me hizo que eran muchos dias ;/ Resolviendo el duelo me surgio esta duda de estos hechizos: Morphos: (Efecto - Verbal) Cambia cualquier objeto solido (no vivo) por algún otro del agrado del mago, inclusive vivo, pero tiene que ser del mismo tamaño o menor que la cosa en cuestión, y tiene que existir en la realidad. Duración: 3 turnos. Si se crea un animal, y este muere, al morir vuelve a su forma original (si se transforma una roca en un pájaro, cuando el ave muera volverá a ser una roca). No se puede transformar ninguna cosa en algún líquido, sustancia química, o elemento químico. Por ejemplo; habla de que si se transforma un objeto en un animal este dura 3 turnos a no ser que muera. En el caso de que sea un transformar un objeto por otro diferente, ¿bajo qué condiciones vuelve un objeto a su forma original antes de los 3 turnos? o no es posible? Había pensado en un Finite Incatate, pero este menciona que solo finaliza los efectos de encantamientos o hechizos que provocan un cambio sobre el mago. Entonces, si se utiliza morphos para convertir cosas en otras cosas, ¿volverían a su forma original solo si fueran destruidas de algún modo o que terminen los efectos del hechizo despues de los 3 turnos?
  13. Registro de personaje secundario para revisión: Personajes Secundarios de Azog Cantankerous
  14. Esto. Esto era mucho peor que perder tu varita en el suelo encharcado. Mal herido, tumbado en el suelo este es el primer pensamiento que le viene a la mente luego de caer al suelo salpicando agua y sangre por todas partes—No de nuevo, maldita sea—se quejó por lo bajo mientras hacía el inutil esfuerzo por separar sus pies de una atadura mágica y presiona con su mano libre la herida sangrante. Pequeños riachuelos de lluvia se llevaban el rastro de sangre joven a través de los tablones de madera. ¿Qué aspecto tendrá la madera manchada con su sangre mañana por la mañana? A pesar de todo, no se sintió avergonzado, sin embargo, si lo invadió la molestia de estar empapado hasta el interior de sus ropas. Existe algo de entusiasmo a pesar de sus heridas, pues el algunas veces arrogante muchacho, hubiese encontrado casi una falta de respeto por parte de la hechicera, haberlo traído hasta acá, con tan lamentables condiciones climáticas, para tener solo un encuentro “gentil”. Azog no perdió la calma aun cuando el dolor en su piel es casi insoportable. Al menos la fría lluvia amortiguaba un poco el malestar en sus heridas. Aunque fuera por poco. No necesitaba mucho tiempo en realidad, solo lo suficiente para poder realizar su atraco. —Tienes una buena risa, ¿te lo han dicho?—ofreció el cumplido, o algo como eso, después de pensar un -Episkey- aplicando los efectos del encantamiento sobre sí mismo para lograr que los hilos de sangre se detuvieran y las heridas sobre su piel se sellaran. El alivio fue inmediato. —Es algo…agradable de ver, viniendo de alguien viejo como tu—Azog en realidad no sabe de atenciones, porque nunca ha tenido que ser amable con alguien antes y porque no está en su naturaleza encontrar genuino encanto en los rostros bellos y atractivos de las personas. Esto desde luego no había sido del todo una táctica de distracción, pero en realidad al muchacho no le gustan las platicas largas que no llevan a nada. Entonces finalmente sucedería; la varita de Darla caería al suelo gracias al crece uñas. Eso ocurre mucho más rápido de como se señala en las descripciones de los libros de magia y hechicería: —Acció varita—, masculló el moreno todavía atado al suelo, apuntando en dirección a donde estima que ha caído la varita de la vampiresa al no poderla sostener en sus manos luego de los efectos del embrujo que Azog le había lanzado con anterioridad. De inmediato, la varita de Darla volaría por los aires hasta caer en manos del muchacho.
  15. La nube de vapor provocada tras sosegar las llamaradas de algún modo también logra mutar los ánimos de la batalla. Con jovial encanto, Azog se puso de pie de un salto una vez que siente que la fuerza que ata sus pies y lo mantienen en el suelo desaparece al mismo tiempo que su visión esclarece. Se siente mucho más animado así, libre de aquel encantamiento y aunque sobre su rostro aun siente palpitante el dolor de la punzada, el moreno intenta concentrarse, un poco más preocupado, en la ágil fiereza de su oponente. Con el cuidado con el que se ha intentado manejar todo este tiempo, Azog observó cómo es que Yadis se desplazaba por las baldosas encharcadas por su encantamiento, alejándose de él y de cualquier otro obstáculo que el americano pudiera usar en su contra. El muchacho pensó por un instante en imitar cual espejo los movimientos de la bruja, pero por un turno más se mantuvo quieto en el mismo lugar. Hay algo de oscura emoción en el trasfondo de este encuentro y cada paso que da es igual de peligroso que los ataques con los que la hechicera responde. El brujo gruñó entre dientes, hosco, al ver al mono volando por los aires tras el ataque de defensa de Yadis que le “devolvía” a su mono capuchino, ahora más bien mono volador. —Avis—se apresuró a invocar, los doce pájaros pequeños expulsados desde su varita se encargaron de frenar la trayectoria de vuelo del capuchino en el aire antes de que impactase al brujo aprendiz. Al final el mono y las aves cayeron al suelo, a casi un metro de distancia de sus pies, estas últimas desapareciendo al instante. Si su vida hubiera sido diferente quizás Azog hubiera reconocido que aquel sentimiento que abordó su pecho tras presenciar el sacrificio de las avecillas no fue una úlcera gástrica, sino aflicción. Por otra parte, el mono capuchino se levantó poco después y nuevamente corría dando saltitos de vuelta a Vashtí, aún tenía una tarea pendiente con la bruja; arrebatarle la varita de las manos a cualquier costo. Aunque Azog prevé que el animal no tendrá la misma impetuosidad que tuvo al ser invocado por primera vez. Esperando poder ganar el siguiente movimiento Azog lanzó un encantamiento más con la intención de confundir y dañar a su adversario apuntando con fé y con ganas a los pies de la bruja: —Confringo—vociferó con energía. El rayo salió con tanta fuerza impactando con la misma potencia sobre las baldosas azules a los pies de Yadis haciéndolas estallar en pedazos y convirtiendo en muchas de ellas en proyectiles de cerámica que saldrían disparados en todas direcciones, impactando, algunas de ellas en el cuerpo y rostro de la bruja pelirrojiza.

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