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Eobard A. Black Lestrange

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Todo lo publicado por Eobard A. Black Lestrange

  1. Pensé que me graduaría de la Academia sin constancia de haber acreditado el TIMO primero (?) Pero me da gusto saber que no será así. Me gustaría que agregarán el conocimiento de: Artes Oscuras Y una duda más, si me postulé al Ministerio en días pasados como aprendiz al no tener conocimientos aún, ¿debo esperar al próximo mes a optar por empleado? ¡Gracias de antemano y saludos!
  2. Esa voz. La última que pensaría escuchar en un tiempo relativamente cercano. ¿No se supondría que evitaría ser el típico imán de los problemas por una vez en la vida? Vaya que he hecho un buen trabajo. Parecería como si la joven que se encuentra al pie de la escalera jamás estuvo presente en aquel desastroso incidente una tienda de bromas del Callejón Diagón. Se ve recuperada, sin secuelas de dicho evento, pero algo la aflige. -Ay, dem... -pienso para mis adentros al tiempo que la sangre que corre a través de mis venas comienza a enfriarse. Puedo casi asegurar que mis manos están heladas. ¿Susan? Si esto se trata de una broma, debo decir que está resultando bastante bien. Este día en definitiva estaba resultando lleno de sorpresas. Y, dándole fin a mis cavilaciones, me percato que ni siquiera le he dirigido la palabra. -Susan. Qué...agradable sorpresa. No esperaba encontrarte aquí, por lo que quiero pensar que eres parte de esta familia. El inesperado encuentro me hace decir incoherencias. Pero, claro que es una Black Lestrange. Si no lo fuera, ¿qué más estaría haciendo allí? Quien no se estaba explicando era yo, por lo que decido que es momento de declarar la razón de mi presencia en aquella estancia. -Es extraño decirlo, pero... -saco el pequeño pergamino de uno de mis bolsillos. Había procurado que no se maltratara, pues en éste se encontraba el texto que validaba mis nuevos apellidos. -Fui adoptado por esta familia. Por...Mia Black Lestrange. -sonrío con nervios, sin saber exactamente con qué proceder. El asunto ya era de por si un tanto extraño, considerando que mi madre era al mismo tiempo mi actual profesora en la Academia. Y la verdad es que no tengo mucha idea de qué podría decirle, considerando que en nuestro primer y penúltimo encuentro, me había esfumado sin dar explicaciones. Entonces recuerdo que quiero dejar mis cosas en mi habitación, la cual aún no conozco, e intentar que el aspecto de merodeador sea menos notorio. -Uh, bueno...Si me disculpas. Creo que iré a buscar mi habitación, por lo que quizá me tarde un poco en regresar. -comento, pasando junto a ella y comenzando mi primer recorrido por la mansión. Llegando al segundo piso, puedo atisbar una pequeña biblioteca. A su lado, una oficina que, sin tener que preguntárselo a alguien, sé con certeza que es privada. El pequeño vistazo a la sala de gran extensión que ocupaba el resto del piso me dio a entender que las habitaciones no se encontraban ni de broma ahí. Continuo mi camino, llegando finalmente al tercer piso. Un estrecho pasillo, con habitaciones a ambos lados, se extiende ante mí. Más puertas de las que me gustaría contar. -Bien, esto es una complicación. -me cruzo de brazos, pues no quiero dar un paso en falso, literalmente. Entrar por error a la habitación de alguien más sería en extremo vergonzoso.
  3. @ Agradezco muchisímo la pronta actualización de mi ficha. Sobre el otro familiar, Lord Nicholas, se me olvidó especificar que también quería eliminarlo (Se trata de la misma persona), una disculpa, si es posible retirarlo adelante, sino con gusto espero al siguiente. Otro detalle es que le faltó la "e" al apellido Lestrange en el apartado del nombre. Son cosas pequeñas, pero prefiero no editar sin previa autorización. Con todo, conforme vaya progresando de nivel, veré como justificar algunas habilidades a través de los objeto se que mencionas, la sugerencia me ha sido de mucha ayuda. ¡Muchas gracias!
  4. Tras un rato caminando, decido detenerme. Han pasado apenas unos insignificantes minutos desde mi última pausa, por lo que creo que he impuesto un nuevo récord. Aquel bosque de álamos resultaba de lo más peculiar, considerando el clima de la zona. Pero puedo percibir un aire más puro, menos contaminado, que el de Londres muggle. Había decidido tomar un camino alterno, a pesar de las recomendaciones de seguir el lindero ya definido. Complicar las cosas es una de mis especialidades. Con todo, el asunto estaba saliendo bastante bien. Una vez que he llegado al linde del bosque, decido tomar asiento en una roca perteneciente a una curiosa formación, que además se encuentra cubierta de musgo. -Ya llegaste hasta aquí, Eobard. No hay vuelta atrás. –pienso, aprovechando para descubrirme los ojos, que había llevado ocultos bajo unos lentes deportivos tipo goggles, populares entre los muggles practicantes de la caza. Tras acomodar dicho artefacto sobre mi frente, por si volvía a requerirlo, me dedico a observar los alrededores. Y ahí está, imponente, la casona de la que tanto he escuchado. La reputación precede a los Black Lestrange, que a mi parecer no han escatimado en gastos para la construcción de dicha edificación. La reja parece cubrir una gran extensión de terreno, y uno pensaría que el lugar se encuentra vulnerable a simple vista, pero me es irrelevante, puesto que no planeo cometer allanamiento de morada. No, esto es diferente. Considerando mis últimas experiencias, el ser parte de una familia parece lo más normal. -Muy bien…Aquí vamos. –suspiro con tranquilidad, deteniéndome frente a las verjas de entrada. Bajo la mirada y miro por encima de mi hombro, procurando que no me han seguido. Lo cual no me hubiese preocupado, pues era una simple excusa para practicar uno que otro hechizo. Una vez que pongo un pie dentro de los terrenos familiares, puedo percibir la presencia de los encantamientos defensivos que se han dispuesto para garantizar la seguridad de los ocupantes. Decido tomar mi trayecto final hacia la mansión con toda la tranquilidad que me es posible, casi contando cada paso que doy. La capa verde, que me llega debajo de las rodillas, ondea con suavidad ante la brisa. Gracias a mi experiencia entre los muggles, generalmente no tengo problema para pasar desapercibido. Pero en esta ocasión, quizá la elección de vestimenta no fue muy ortodoxa. Había decidido portar unos jeans clásicos, ligeramente ajustados, pues me permitían mayor agilidad si se trataba de desplazarse grandes distancias, otro artículo aclamado por los no magos. Sumado a ello, una playera tipo polo gris, cuyas mangas llegaban hasta mis codos. Las botas de caza, de un tono caoba, parecen desentonar a propósito. A juzgar por mi atuendo, emulo a una versión mágica de cierto “cazarrecompensas” que aparece en una película muggle, lo cual quizá hice inconscientemente al elegir las prendas. A la espalda llevo cargando una mochila mediana, en la que había colocado algunas de mis pertenencias, pues debía dejar una parte en Londres por cualquier inconveniente. Alterno mi mirada entre las distintas edificaciones del terreno, quedando satisfecho ante la vista. Los álamos rodean casi todo, pero a la izquierda de la casona puedo distinguir lo que parece una lechucería, a juzgar por el diseño, similar al de Hogwarts. En el otro extremo, lo que da la impresión de ser un cementerio, donde un grifo se pasea tranquilamente. Una vez que he llegado a la puerta, me vuelvo a detener. Se escucha un ligero bullicio, por lo que debe haber considerables miembros en ese momento. Normalmente habría llamado y esperado a que alguien me abriera, pero ahora era parte de la familia, por lo que decidí entrar sin más. -Nada mal. –sonrío ampliamente una vez que cierro la puerta tras de mí, procurando no hacer tanto ruido. Uno de los primeros elementos que tengo el gusto de observar es el árbol genealógico, pintado a mano sin duda. Las voces del resto de los miembros resuenan en aquella estancia, sacándome de mi ensimismamiento. Se puede apreciar luz proveniente del comedor, por lo que parece que he llegado en el momento justo. Bien pude haberme aparecido directamente en mi habitación y bajado como cualquier otra persona, pero había decidido emprender dicha travesía para no perderme ningún detalle. -Esto… ¿Hola? –anuncio mi llegada a la mansión, modulando el tono de voz para que mis palabras fueran perfectamente escuchadas sin recaer en un volumen excesivamente alto. Si de mantener un bajo perfil se tratara, podría escabullirme hacia las escaleras y buscar mi habitación por mi cuenta, pero ante la perspectiva de tener la mala suerte de perderme en el exorbitante lugar, prefiero esperar a alguien. A decir verdad, no me agrada mucho la idea de asomarme al comedor con mi aspecto de viajero sin rumbo.
  5. Toda la situación ha resultado en un sinfín de eventos poco favorables para cualquiera que visite la tienda de bromas aquel día. Las bombas fétidas o los fuegos artificiales son una cosa pero, ¿pantanos portátiles con criaturas reales? Eso sobrepasa cualquier límite que haya visto antes. Soy un imán para los problemas, es algo que no cambia con el paso de los años. No obstante, depende de mí el limpiar este desastre, pues soy el responsable indirecto de que al menos media tienda se encuentre sumergida bajo fango. -Lamento no haberte avisado antes. Prometo que a la próxima lo menciono. -fueron algunas de mis últimas palabras para Susan antes de salir disparado hacia el enfrentamiento con los dugbogs. Había olvidado que los no velocistas experimentaban sensaciones extrañas al compartir la frecuencia vibratoria, pero la chica lo había tomado bastante bien, puesto que se abstuvo de vomitar. Ciencias muggle, tan irrelevantes para los magos, y aún así, resultan ser útiles en ciertos casos. Para mi mala suerte, el fango era muy espeso, lo suficiente para ralentizar mi velocidad. Sin varita, y con al menos media docena de aquellas criaturas rondando en círculos alrededor mío, la suerte no parecía favorecerme. Entonces, vino a mí una idea un tanto imprudente, pues implicaría atentar contra la buena moda de los presentes al manchar su ropa una vez más. -Supongo que lo vale...El fango es fácil de limpiar, al menos con magia. -pienso, antes de repetir el trazo de círculos con mis brazos, generando pequeños torbellinos que desorientaban a los dugbogs. Sin necesidad de mirar a mis espaldas, podía percibir que Susan tenía problemas usando mi varita. Y no me sorprende, considerando la afinidad del nogal negro con el dueño elegido. Sin su apoyo, lo único que puedo hacer es distraerlos hasta que llegue alguien más apto para manejar la situación. Pero para cuando eso pase, posiblemente sea muy tarde. Escucho los encantamientos convocadores de la joven, uno tras otro, comenzando a perder la esperanza. Justo cuando he decidido dejar de girar los brazos, la caja del desecador se encuentra ya en las manos de Susan. Me detengo en seco, observando las pequeñas gotas de fango salpicar con lentitud, esto gracias al uso de mi percepción. Sé perfectamente lo que hará, por lo que me preparo para recibir la caja. Sólo hay una oportunidad. Doy un salto para no dejarlo al azar, y alcanzo a dar un giro sobre mí mismo antes de impactar boca arriba sobre la superficie del fango. Abro la caja, y lo que parece ser una onda expansiva comienza a hacer efecto. Me desplazo hacia las escaleras para poner a salvo algunas personas, pues el radio de impacto posiblemente les cause uno que otro moretón. -Bueno, sólo espero que me perdones por la pésima primera impresión de un sujeto extraño. -río suave, cruzado de brazos frente a una de las mesas de la zona de comidas. La limpieza ahora es tarea de algunos magos, pero he decidido encargarme de Susan, quién quedó brevemente inconsciente, por lo que tuve que recostarla sobre una de las sillas. -Intentaré no pedir más pantanos portátiles, es una promesa. -guardo mi varita en un bolsillo y miro a la joven, que comienza a recobrar el sentido. Sin esperar a ser sujeto de un interrogatorio o algo por el estilo, pongo pies en polvorosa y abandono el local, perdiéndome de la vista pasados unos segundos. El encuentro con Susan ha resultado de lo más extraño, y algo me dice que no será la última ocasión en que veré a la enigmática joven. @@Susan V. Goldstein
  6. Hola, ¿qué tal? He venido para hacer unas cuantas modificaciones a mi ficha. Los dejo a continuación: Eliminación de la familia Myrddin como sanguínea, y por lo tanto a Kaiser como mi padre. En su lugar, me he unido a la Familia Black Lestrange, para la cual dejo registro y bóveda. De igual forma, agregar a Mia Black Lestrange como madre sanguínea. Cambio del nombre del personaje a Eobard Aldrich Black Lestrange. No sé si será posible, pero si abajo de eso pueden agregar una especie de "alias", o algo, pueden poner: Eobard Thawne, en Norteamérica. Si no, esto puede figurar en Otros Datos. Si se puede en el nombre del topic, cambiar a Eobard Black Lestrange. En "Cualidades psicológicas" hay un pequeño cambio, pero como también me gustaría modificar algunas cosas, dejo la siguiente cita En cuanto a la historia de mi personaje, es una modificación total. En este caso, si llegar a haber algo en el texto que se considere no apto referente a la temática potterica, favor de notificarme, para hacer la modificación pertinente. Si es posible, agregar a Horace como mi elfo doméstico personal (registro ya realizado y presente en ficha), quizá con una ligera descripción: Esbelto y de ojos verde esmeralda, con algunos mechones de cabello castaño. Viste una pequeña túnica azul. Eliminación del primer punto en "Otros datos", agregar los siguientes: Creo que eso sería todo por el momento. Gracias de antemano a quien modifique y saludos
  7. Bueeeno, en vista de que mi proyecto familiar fracasó rotundamente, he venido para negociar mi ingreso a esta familia (?) En fin, dejo la ficha de registro. Supongo que eso sería todo, espero ser aceptado. Nos vemos
  8. Ha sido un día de mala suerte para ambos, tal vez. Susan al parecer no ha traído varita, pues se había cubierto el rostro con las manos, cuando normalmente un Protego habría hecho el trabajo. Entiendo que el mago jamás sale de casa sin su varita, pero el olvidarla también debe ser una equivocación común. Y no la culpo, pues en mi caso, de haber tenido mis poderes posiblemente habría evitado esto. En realidad, todo esto pude haberlo evitado si hubiese pedido otra cosa. ¿En serio tenía que ser ese asqueroso pantano portátil? No imagino la cara de los Myrddin si hubiera liberado tal cosa dentro de su mansión. Lo admito, era buen regalo de despedida, pero ahora tenía cosas más importantes en las que pensar. -Ya es tarde para poner a salvo a todos los sujetos allá arriba. Ni siquiera haciendo uso de mi habilidad podría limpiarlo del todo. Lo interesante de estas cosas es su persistencia. -hago una mueca mientras bajamos con dirección a la segunda planta. Corta una cabeza y dos más tomarán su lugar. En el tiempo que lograra diluir el fango, otra gran ola arribaría, seguramente con mayor viscosidad. -Sé que es mi culpa. Con esto me queda claro que la venganza no siempre es buena. -río con ironía ante el comentario de la joven. Pero no puedo dejar de pensar en que habría sido una excelente broma. Tal vez, una vez que salgamos de esto, pida una a domicilio. -Lamento lo de tu ropa, por cierto. -comienzo a vibrar, causando que el fango en mi vestimenta se diluya y finalmente se forme un pequeño charco bajo mis pies. He quedado prácticamente impecable. Pongo una mano sobre su hombro y comparto mi frecuencia de vibración, limpiando parte de su ropa. -Esto complica las cosas. -llegamos a la segunda planta. O lo que queda de ella. Con suerte, debe haber una caja que contrarreste los efectos del pantano. Generalmente se encuentran al lado de las que liberan ese molesto fango, pero éste ha sumergido las estanterías al punto que es casi imposible examinar los productos. Entonces la veo. Tan discreta, que hubiese pasado como contenedor de cualquier otra broma. Un símbolo de lo que parecen ser algas, cubiertas por una gran cruz negra. Era un desecador. Similar al encantamiento del mismo nombre, pero de utilidad especifica para deshacerse de los pantanos portátiles. -Ahí está nuestro boleto de salida. -señalo el objeto y miro a Susan, quién parece estar a punto de vomitar. Pero, naturalmente, las cosas no podrían ser tan fáciles. La caja se encuentra al otro lado de la tienda, en la cima de una pila de cajas cuya madera comienza a podrirse. Si el fango toca el desecador, estamos perdidos. Sumado a esto, noto la cabeza de un dugbog asomándose sobre la superficie del pantano cual cocodrilo muggle. Pero no está solo, pues en cuestión de segundos más cabezas reinan aquel pantanoso escenario. ¿Desde cuándo estas bromas contienen criaturas mágicas? -Tendré que distraer a esas cosas mientras tú vas por el desecador. Intenta no vomitar en el proceso, por favor. -indico mi plan a la chica, pensando en una forma de obtener la atención de dichas criaturas. Será un tanto difícil cruzar aquel denso fango sin una varita, pero no subestimo las habilidades de Susan. -Confío en que no harás, así que, suerte. Le entrego mi varita, esperando que no tenga problema con usarla. A pesar de que el nogal negro es conocido por ser una madera difícil de manejar, espero que no resulte un problema para la joven el emplear su poder. @@Susan V. Goldstein
  9. -Bueno, te he tomado por sorpresa, entonces. -esbozo una leve sonrisa a Susan, quien parece sentirse un poco aliviada ante la explicación de mis habilidades, pues mi negativa a hablar posiblemente habría desencadenado un aura de incomodidad alrededor de ambos. Sería la segunda persona en Reino Unido a la que le contaba parte de esta historia, por lo que me ha hecho considerar si debía seguir manteniendo esto en secreto. Al menos la mayor parte. Durante la explicación de los velocistas, vinieron a mi mente algunos de ellos, todos unidos por la misma esencia de Savitrí, pero con naturalezas tan opuestas, tan literalmente, que incluso existían algunos que no se podían denominar humanos del todo. En un instante, mi más reciente encuentro con el último emisario de la deidad hindú reemplaza mi alrededor. Hace años que no lo veo, y considerando que aquella ocasión no salí tan bien parado, supongo que es mejor seguir oculto. -Se podría decir... -río ligeramente ante la pregunta de Susan, pues ese tipo de interrogantes eran comunes entre los velocistas. -A pesar de poseer dicha habilidad, ya no es algo permanente. Esto es, la puedo usar a momentos, y si me fallara en, digamos, la frontera húngara, bueno, creo que sería un problema. -hago una mueca ante la idea de echar a perder la cubierta del mundo mágico con tal imprudencia. Me arrepiento un poco de hacer mi pedido, pues sé el riesgo que conlleva el arrastrar la caja hasta la zona de comidas, con tantas probabilidades de detonarla. Quizá lo mejor habría sido recoger el pedido, pero ya no tengo tiempo de poner reparos, pues el mesero se ha marchado. Escucho a la chica opinar sobre el peligro que representan los fuegos artificiales en la tienda y concuerdo con ella hasta cierto punto. Dejarán de ser inofensivos en cuanto uno de ellos impacte en la caja del pantano portátil. -Muy bien, creo que esto se va a poner f... -Ni siquiera con mis habilidades de velocista, soy capaz de evitar esta catástrofe. Ha sido un mal momento para no poder hacer uso de mi velocidad, por lo que el fango impacta directamente en mi espalda. Tal es la fuerza con la que lo hace, que soy despedido hacia un lado de la mesa, sumergiéndome en la piscina pantanosa que ha resultado de activar la broma dentro de la tienda. El golpe me deja inconsciente por unos segundos, por lo que en ese breve instante, que resulta para mí una eternidad, viene a mí la memoria del día en que decidí partir de la mansión Thawne. Había llegado a las verjas de entrada, dando un último vistazo a aquella casona que reinaba la colina, y echado a correr sin más. Recupero el conocimiento, pero sé que no debo abrir los ojos, pues resultaría contraproducente. Comienzo a patalear y alcanzo la superficie, donde al parecer Susan ha tenido más suerte que yo. -¿Estás bien? -la miro, y de cierta forma intuyo la respuesta. Si lo está, no será por mucho, pues el fango comienza a actuar como aspiradora, esto ocasionando que muchas de las personas en las mesas vecinas se sumerjan casi con facilidad. -Muy bien, si puedes sacar tu varita y cubrirte de esto, sería buena idea, a menos que quieras más fango. -tras darle la indicación a Susan, comienzo a trazar círculos con mis brazos. Al inicio sólo parezco un pobre tonto intentando salvarse, lo cual es cierto, pero eventualmente mis brazos comienzan a vibrar. Savitrí ha decidido devolverme temporalmente mis poderes. El movimiento que realizo retrasa momentáneamente la acción del fango, pero no será suficiente para resolver esto. Pero lo es, al menos, para liberar a la joven y a mí. -Tendremos que bajar a la segunda planta, ahí debe haber algo con lo que podamos contrarrestar los efectos de esta cosa. @@Susan V. Goldstein
  10. A decir verdad, de inicio consideraba que el ofrecimiento de Maida respecto al tiempo de esparcimiento era en parte una broma, una de esas lejanas promesas que la gente rara vez cumplía pero, ahí estábamos. Una vez que abandonamos el local donde nos conocimos, tras un gracioso encuentro que casi termina en dos personas repartidas a lo largo de la calle, nos encontramos frente a esas rejas de gran tamaño, como si detrás de ellas hubiese algo valioso. Aprovecho en ese momento para consumir lo poco que queda de mi postre. Durante al camino al Parque de las Lamentaciones, habíamos procurado romper el hielo. Al menos un poco. Y no resultó tan mal, pues la señorita Yaxley poco a poco dejaba de inhibirse, siendo más abierta a la hora de hablar. Lo que me sorprende es la facilidad con la que yo continué dicha conversación, pues, reitero, no soy de muchas palabras. -El Central Park tendría que estar un poco más contaminado por aquello que los muggles llaman smog, me temo. -río ligeramente, metiendo las manos en los bolsillos. Definitivamente era una perspectiva distinta a la de Norteamérica. Más allá del parque en el que había familias y grupos de amigos conviviendo, frente a mí se extendía un paraje en el que podías venir a desconectarte un poco de todo el mundo. No hubo tiempo de seguir mirando, pues en ese momento, Maida salió despedida hacia un puente que parecía cruzar el lago. -Ah, ¿por qué no? -la distancia que me separa de ella es considerable, por lo que decido hacer uso de mi peculiar condición. Una vez que pongo un pie sobre el verde césped, echo a correr de aquella forma que no había utilizado en casi 17 años. Observo mi alrededor como una borrosa mancha, pero la sensación del viento contra mi rostro es definitivamente aquello que me motiva a continuar así. Me detengo justo a unos metros de donde se encuentra Maida, apenas habían pasado unos segundos. -Buena carrera. -me giro sobre mis talones y observo la reja de entrada, donde a partir de mi idea, ha quedado una especie de marca que indica el camino que he seguido hasta llegar a ese punto. Por suerte, no incendié el césped en esta ocasión. Para haber pasado mucho tiempo sin correr de esa forma, aún no perdía la práctica. -Por cierto, le agradezco muchísimo la ayuda con mis trámites ministeriales. -sonrío, sosteniendo una pequeña nota, que me había llegado en el lapso hacia el puente. @
  11. No estaba preparado para tener esta conversación, pero supongo que la sorpresa me hizo tomar cartas en el asunto. A pesar de mi terca decisión de mantener mi pasado en secreto, creo que el hablar de ello me haría cambiar de opinión, con el tiempo. No es como que fuera a explicarle todo al primer desconocido con el que me cruzara, pero Susan me parecía una persona en quién podía confiar. -Parece que mi pregunta te ha tomado por sorpresa. -río suavemente, mirando su reacción ante mi interrogante. -Quizá pensaste que no compartiría mucho acerca de mi...naturaleza. -y la verdad es que, de inicio, no quería hacerlo. Pero no perdía mucho, realmente. Podía abrirme un poco con la chica, tal vez entendería mis razones para ocultarme. -Digamos que es parte de todos nosotros, de un modo figurativo, claro. -asiento, pensando en cómo explicarlo. Lo que estaba a punto de decir podría cambiar la percepción que Susan tiene de mí. ¿Para bien, o para mal? Ya veremos. -Y por nosotros, me refiero a los velocistas. Tal vez habrás escuchado un poco de ellos, son más comunes en el mundo muggle. Humanos con habilidades fuera de lo habitual. Pero hay una clase en específico, los velocistas, que poseemos lo que podría interpretarse como velocidad superior. Mientras observo a la chica tomar de nuevo el postre cambia-tono, aprovecho para mirar mi cabello, esperando que siga en proceso de regresar a la normalidad. Comienza a oscurecerse más, ahora cambiando a un tono canela. Más discreto, para mi gusto. -Y, ¿qué tiene que ver Savitrí en todo esto? Bueno, fue el primer velocista. Como quizá habrás leído, la velocidad es una de las fuerzas de la naturaleza. Todos los velocistas poseemos una conexión con esta fuerza, con la esencia de Savitrí. Es lo que nos confiere nuestras habilidades...peculiares. -Una caja me parece una idea perfecta. -río al escuchar su sugerencia. Podría resultar catastrófico si las cosas se exceden un poco, pero vamos, es una broma, y estoy casi seguro de que quiere asegurarse que su familia no la olvide en mucho tiempo. Eso me hace recordar en otro artículo que deseaba adquirir ese día. Acto seguido, llamo a uno de los meseros. -Me gustaría ver si es posible que nos traiga una caja de caramelos alarga lengua, para la señorita. -giro la mirada a Susan, cuyo cabello ya ha regresado a su tono original, aquel oscuro que también parecía un tanto agradable. -Y un pantano portátil, si es que aún conserva alguno. -el empleado pareció asustarse ante la mención del artículo. Era un tanto peligroso, pues si se abría en un lugar muy compacto podría resultar dañino para todo aquel que se encontrara en su radio de efecto. A lo lejos alcanzo a ver a un par de magos, adolescentes, al juzgar por la apariencia, que han abierto una caja de fuegos artificiales. Algunos se disuelven a los pocos segundos, pero otros se mantienen vivos, cruzando la zona de comidas, por lo que a momentos debemos mover la cabeza para evitar ser el blanco de alguno de ellos. -Al menos no son bombas fétidas, ni algo peor. -comento, esperando que Susan no lo lleve tan mal intentando esquivar dichos proyectiles. Pero he hablado demasiado pronto. El mesero se acerca cargando la caja del pantano con gran dificultad, debido a que era un modelo relativamente nuevo, podía abarcar una mansión entera si te lo proponías. Encima de ésta, había una caja de tamaño medio, posiblemente contenía los caramelos. -Oh, no... -con la misma percepción con la que observe a Susan esquivar aquellas bombas fétidas, alcanzo a notar a uno de los pequeños fuegos artificiales cruzando la estancia peligrosamente, sin disolverse un poco. Gracias a la lentitud con la que estoy percibiendo esto, no hay duda alguna de que su objetivo es mi pedido. @@Susan V. Goldstein
  12. Alcanzo a notar que los efectos del panecillo comienzan a menguar, pues el cabello de Susan pasa de ese verde colorido a un tono más apagado, pero sin recaer en la oscuridad total. En mi caso, no hay muchos cambios, salvo el hecho de que se oscurece un poco y se quiebra, una combinación poco ortodoxa. Decido que ya no tiene mucho caso seguirme preocupando, ya he arriesgado bastante el día de hoy, y no me he arrepentido. Este encuentro me está dejando con un buen sabor de boca, y literalmente, porque aquel postre tenía buen sabor una vez que lo consumí. -No lo dudo, y es que en este mundo hay tantas cosas sin explicar. Algunas que deberían mantenerse así... -hago una mueca. No estaba preparado para la curiosidad de Susan, definitivamente algo le había llamado la atención. No tengo mucho que perder, supongo. -¿Qué tan familiarizada estás con la cultura hindú? Particularmente, con una de sus deidades. -esta era una historia que recuperé durante uno de mis viajes hacia lo desconocido, y a la fecha dudaba de su fidelidad, pero me parecía una explicación lógica a la naturaleza de mis...habilidades. -Estoy hablando del dios del sol, o Suria. Aunque, en décadas recientes, se le conoce por el nombre de Savitrí, o Savitar. Según la historia, fue la primera entidad conocida en poseer una velocidad superior a la concebida por el humano. -me parece curioso estar hablando de esto con alguien a quien apenas conozco. Quizá es el lugar, me parece un tanto fuera del contexto en el que Susan y yo ahora nos encontramos. Pero no me sorprende del todo, ya que yo soy un experto en mantenerme fuera del contexto. Recordemos que la búsqueda de una broma para su familia es lo que le ha traído a ese lugar, mientras que yo parezco haber hecho acto de presencia por mera inercia, por obra de mi ensimismamiento, intentando alejar mi pasado, lo cual ahora tendría que revelar. No me parece tan malo después de todo, ha pasado mucho tiempo desde mi última carrera. La sugerencia del caramelo quizá ha sido un tanto exagerada. Puedo percibir la desaprobación de Susan en el momento en que arquea una ceja, y para cuando confiesa lo peligroso que podría resultar, sé que he cruzado un límite que no debía, al menos desde mi punto de vista. -Lo sería. Si el asunto se te escapa de las manos, claro. -Según tengo entendido, hay formas de contrarrestar el efecto del caramelo. O bien, puedes responsabilizar al establecimiento. -río leve, esperando que Susan no tome nada de esto último de mala forma. Quizá hemos alcanzado un momento incómodo con todo esto del caramelo, pero espero no tenga un impacto posterior. @@Susan V. Goldstein
  13. Con ese tono de cabello, Susan parece una persona totalmente distinta. Dejando de lado el hecho de que, según sea tratado, el cabello es una forma de ocultar una identidad, en su caso le confiere una apariencia curiosa, más relajada, pero no mucho menos misteriosa. No obstante, ¿quién soy para cuestionar eso? Si he pasado los últimos años empeñado en mantener un bajo perfil. -Al menos he descubierto que el tono aún no ha pasado de moda. -río suave, mirando a momentos mi cabello, cuyo tono parece haberse asentado permanentemente. Quizá la duración de los efectos varía dependiendo de la persona; tal vez el hecho de que quiera ocultarlo hace que el tono dure más de lo que me gustaría. -Digamos que soy el tipo de extraño al que le gusta mantenerse en ese estado. Al menos al inicio. -me encojo de hombros ante el comentario de Susan. A pesar de lo fácil que puede ser contar mi historia y el por qué de cada decisión tomada hasta el momento, también sé que podría resultar un tanto tedioso. -No me lo creerías si te lo dijera. Y más aún, el demostrarlo quizá me pondría en una desventaja estratégica, considerando mi afán por no llamar tanto la atención. Pongo el caramelo sobre la mesa, por si decidía aceptarlo. La verdad es que no tengo un plan inmediato para darle uso a dicha broma, lo más seguro es que lo hubiese malgastado con algún pobre descuidado que aceptara regalos de transeúntes. Después de escuchar las intenciones de Susan, había sentido mis ideas con tan poca profundidad, lo que me llevó finalmente a ofrecérselo. -Sinceramente, no tengo mucha idea de cómo usarlo. O en quién, mejor dicho. Creo que en tus manos estaría más seguro. Sonrío con ligereza. Desde mi tropiezo accidental con Susan, he sido demasiado imprudente. Pero, vamos, me ha resultado bastante bien. Es un paso, supongo, hacia la construcción de un vínculo de confianza, algo que no me he podido permitir últimamente. Es algo que no he pasado por alto, y creo que ella tampoco. @@Susan V. Goldstein
  14. Nunca esperé que a la primer mordida de aquel postre, un tono de cabello similar al original resurgiera. Personalmente, me habría gustado un tono gris, o incluso verde, la idea era no llamar tanto la atención. Aunque, en una tienda de bromas, para variar, eso era algo imposible. Bastante había tenido con la hiedra, la cual me había provocado una especie de enrojecimiento al arrancarla del brazo. Nada grave, pues había lidiado con algunas de ellas en algún momento de mi vida. De haber sido tentácula venenosa, bueno, la historia habría sido distinta. -Supongo que no tanto como a ti. Ése definitivamente es un tono que te queda. -dictamino, mirando el proceso de coloración en el cabello de Susan. Al parecer, ni ella se salvaba de la incómoda sensación, pero tal vez era algo totalmente distinto para cada persona. Un tono verde esmeralda se extendía a lo largo de todo su cabello y, debía admitirlo, se le veía bien. Generalmente, esa clase de tonos eran un tanto problemáticos, pero parecía coincidir con Susan aún más que su antiguo tono. -Ya lo creo...Nuestro encuentro ha estado regido en su mayoría por el azar. Pero, a pesar de mi experiencia con el azar... -río ligeramente, pensando en mis imprudencias. -Creo que no es tan malo, después de todo. Me ha permitido conocer a una persona que tan sólo hace unos minutos era una total extraña. Dicho esto, comienzo a preguntarme si pensara lo mismo. Considerando todas las circunstancias, de inicio a fin, bien podría desechar el encuentro, hacer como que nada sucedió. Pero no parecía el estilo de Susan, al menos no del tiempo que llevaba conociéndola. Bien podría sacar muchas conjeturas, pero no era el momento. La prioridad, más bien, era planear una broma para la familia de la chica. -Cierto...Había olvidado ese pequeño detalle. -hago una mueca, intentando no imaginar el olor que despediría una mansión entera a causa de bombas fétidas. Media hora es suficiente para aturdirte pero, ¿semanas? Quién lograra soportar tanto tiempo se ganaría mi reconocimiento. -Si eres buena en Transformaciones, bien podrías aplicarlo en convertir algún objeto de la habitación en la que se encuentren en un animal que les desagrade mucho. Como recurso de escape, polvo peruano de invisibilidad. Entonces me detengo a considerar las posibilidades de éxito, eran considerables, pero no conozco a los padres de Susan como para imaginar una posible reacción. -O...-saco el caramelo alarga lengua de mi bolsillo. -Esto podría aparecer, por accidente, en la cena. -sonrío ligeramente. @@Susan V. Goldstein
  15. Había sido una estupidez intentar convocar flores, sobre todo considerando que mis pensamientos divagaban hacia otro lado. Thawne, todavía tienes mucho qué practicar. Por suerte, a Susan no le incomodó del todo esta escena. Supongo que era un punto a mi favor, no quería parecer más idi*** de lo que ya había evidenciado ante tan pobre exhibición de magia. O intento de magia. Aproveché mientras ella se dedicaba a examinar el menú para arrancar la hiedra que había crecido, obra de mi exceso de confianza, y quizá el afán de aparentar que tenía una idea de lo que estaba haciendo. Pero la verdad es intentaba procesar lo acontecido. No me arriesgaría a hablar con Gideon de momento, no si quería mantener la imagen que Susan podría tener sobre mí como un sujeto relativamente cuerdo. Al salir de mi ensimismamiento, le habían traído uno de esos pequeños panecillos que, según había leído en el menú, podían cambiar el tono de quien lo consumiera. -Supongo que no tengo mucho que perder... -asiento, aceptando su ofrecimiento. Tomo un pequeño pedazo de aquel postre y lo muerdo con tranquilidad, esperando que en verdad sólo haga modificaciones al tono de cabello. Acto seguido, comienzo a notar una especie de cosquilleo en la cabeza, como esa sensación que te da cuando el calor es insoportable. Me paso una mano por encima, y logro arrancar un solo cabello. Es de un color naranja, como el de las hojas de otoño. -No es mi tono predilecto, pero no me quejo. Dictamino que es seguro consumir el postre. Pudo haber sido peor. Esa cosa podría haber anulado todo mi proceso de encubrimiento, y eso sí habría resultado desastroso. Con todo, dicho tono me recuerda de cierta forma la época en que solía portar un color similar, más joven y menos reservado que ahora. -Es una suposición interesante, debo admitirlo. -me siento satisfecho ante su respuesta, ha dado en el clavo. Ahora sé que no soy el único que pisa por primera vez el lugar. -Y acertada. No tengo mucha idea de lo que hago aquí, quizá ha sido cuestión de suerte. Normalmente no dejo las cosas al azar, pero me parece que este encuentro es evidencia de la primera excepción. Me encuentro en una encrucijada en la que, al parecer, mis intenciones han sido reveladas. He sido bastante descuidado con esto, pero Susan no parece tener inconveniente con lo que está sucediendo en el momento. Al contrario, creo que tenemos un par de puntos en común. -Quizá podría sugerir algunas bombas fétidas, estoy casi seguro de que los hará salir del drama. Experiencia propia, si me lo permite. -río ligeramente, esperando que capte la referencia al evento que desencadenó toda esta conversación. @@Susan V. Goldstein
  16. Considero mi invitación a la zona de comidas apenas la formulo. Lo más seguro es que ella comparta el pensamiento, y es que en una tienda de bromas uno no puede fiarse ni siquiera en los alimentos. Tal vez ha sido una mala idea pero, ¿qué más da? Todo lo acontecido en aquel día me ha llevado hasta este punto. Ni siquiera él pudo haberlo previsto. Sería una clara excepción, considerando que he tomado mis decisiones con bastante meditación, siguiendo los consejos de mi fiel aliada de vez en cuando, y asegurándome de que el futuro no se modifique del todo. Pero me encontraba ahí, en el aquí y el ahora. Y, efectivamente, comparte mi idea sobre la aparente seguridad de lugar. No es como que la selección de comida tuviera mucho atractivo, al menos no para quiénes planeaban conservar lo que habían comido ese día, ya no digamos un diente, o dos. -Ah, creo que podemos tentar a la suerte un poco, para variar. No es como que todos los días uno conozca a alguien en una tienda de este giro. Podría preguntar cuál es tu propósito aquí pero, quiero pensar que tienes una broma en mente y no terminaste aquí por accidente. -miro alrededor, cuidando de que no aparezca ningún otro imprevisto. -La pregunta no era qué, más bien: ¿a quién?. Entonces hubo un detalle del que no me había percatado hasta ese momento. Era la primera persona con la que podía entablar una conversación más o menos normal, digo, no es como que el asunto de las bombas fétidas sea algo extraño, pero más bien resulta...¿curioso? Me hace recordar a aquel joven mago al que le relaté parte de mi vida. De quién era y lo que había hecho. No terminó muy bien pero, de momento, no debía preocuparme por eso. -Me halagas, pero no tomo de la mano a menos que me regalen flores antes, Eobard. -río ligeramente ante su respuesta, de cierta forma me esperaba algo así. -Bueno, haré mi mejor esfuerzo... -dicho esto, doy un chasquido con los dedos e impulso mi mano un poco hacia adelante. Sé de antemano el posible resultado, pero decido tomar el riesgo. -Esto lo complica un poco... -hago una mueca al tiempo que mi muñeca y antebrazo parecen cubrirse de una especie de hiedra. -Una pena, tendrá que ser para otra ocasión, Susan. -suspiro ligeramente, bajando el brazo. Acto seguido, decidimos movernos hacia la zona de comidas. Hay una pequeña mesa a considerable distancia de niños jugando, o cualquier otro contratiempo. Admito que consumir algo del menú no me parece algo prudente en ese momento. Finalmente decido ordenar un caramelo cuya función es alargar la lengua, pero decido conservarlo de momento. La escena sería bastante cómica si lo consumiera. -En fin, ¿en qué puedo ayudarte? @@Susan V. Goldstein
  17. Es un alivio que la caja de fuegos artificiales no cumpla su cometido. Al menos dentro de la tienda. Ha estado bastante cerca, y he de decir, que si no fuera porque ninguno de los presentes portaba su varita en ese momento, esta situación habría sido bastante distinta, y colorida, considerando que dicho paquete contenía colores variados. -¿Qué tal, Susan? -estrecho la mano de la joven cuyos reflejos para evitar una bomba fétida me habían sorprendido. Normalmente las personas toman distancia de tales artefactos, más que evitarlos de cerca prefieren hacerlo a distancia. Pero el peligro había pasado, de momento. Los niños se alejaban, aún cargando las bombas, posiblemente llamados por sus padres. -Mi nombre es Eobard, Eobard Thawne. -dedico una ligera inclinación de cabeza al tiempo que esbozo una sonrisa suave. Considero que es la forma más extraña para conocer a una persona. ¿Una tienda de bromas? De todos los lugares en el mundo mágico, sucedió en el más peculiar que se me podría ocurrir. La chica parece estar sumida en sus pensamientos, como si quisiera preguntar algo. Y no la culpo, todos tenemos dudas. A pesar de que han pasado años desde aquel incidente en Estados Unidos muggle, los fragmentos de recuerdos llegan a molestar de vez en cuando, aislándome de la realidad. -Si te soy sincero, tampoco tengo mucha idea de qué es lo que hago aquí...Cuestión de suerte, supongo. -río leve, considerando si mi llegada al lugar había sido una mera coincidencia o inconscientemente mis pensamientos me atrajeron. Entonces escucho a Susan solicitarme ayuda. Normalmente las personas no confiarían en mí si apenas me conocen, muchos menos me pedirían ayuda. Para ser honesto, jamás me he considerado del tipo de sujeto en el que uno confiaría. -No sé qué es lo que te aflija pero, con gusto te ayudaré hasta donde mis posibilidades me lo permitan. -sonrío a la joven. Supongo que ella haría lo mismo de ser yo el que estuviera pasando por un tormento. No obstante, estábamos en un lugar un tanto complicado para poder conversar, pues la probabilidad de otro accidente era razonable. -¿Qué te parece si vamos a la zona de comidas? Está alejada del peligro de bombas fétidas. Un poco, al menos. -extiendo mi mano, invitándole a subir. @@Susan V. Goldstein
  18. Me encontraba ensimismado, concentrado en mis propios pensamientos. Cualquiera diría que el mago promedio realiza actividades normales, como ir a partidos de Quidditch, lidiar con trastos muggle, visitar alguna comunidad mágica, o incluso ir de compras al Callejón Diagón, mi actual ubicación. A diferencia de ellos, yo prefería pasar un tanto desapercibido. No porque tuviera algo que ocultar. Bueno, quizá sí, pero no particularmente intento dejar esa vida atrás. Había llegado a Moco de Troll, la tienda de bromas por excelencia en aquella estrecho camino de piedra cuyo fin era el banco Gringotts. No solía frecuentar las tiendas con dicha temática, quizá porque no era precisamente mi estilo el hacer bromas, o bien, era pésimo planeando. Debatiéndome si entrar o no, decidí poner un pie dentro de aquella estructura colorida. Y hasta ese momento, todo estaba saliendo perfectamente. -Muy bien, Eobard...O tienes muchas ideas que podrías poner en práctica... -alternaba mi mirada entre algunas bombas fétida y unas cajas que contenían algunos fuegos artificiales en miniatura. - O simplemente no tienes el toque para esto. -río, intentando pensar en una respuesta lógica a mi pregunta. Había un par de niños jugando con bombas fétidas, por lo que decidí tomar mis precauciones. Ya había tenido una experiencia desagradable con dichos artefactos, y definitivamente no quería repetirla. Tomé una caja de fuegos artificiales, y un par de esas tazas salvajes que mordían al usuario, intentando decidirme. En ese momento, observé el rápido movimiento de una joven para evitar al pequeño que cargaba con tan mortífero objeto. -Vaya, a eso le llamo reflejos... -pensé, al tiempo que, debido a su rápida reacción, me empujó levemente, haciendo que la caja de fuegos artificiales cayera. -No es nada, no es nada... -extiendo una mano para pedirle que no se moleste. Al contrario, deseo enormemente que la caja no estalle y los fuegos artificiales sean liberados dentro de la tienda, ya que eso implicaría un verdadero desastre. @@Susan V. Goldstein
  19. Link al topic de su ficha de personaje: Eobard A. Black Lestrange Bóveda Número: 110224 Bóveda Trastero Número: 111034 Saldo en Bóveda previo a la Migración 2021: 151110 G
  20. Hechizos utilizables en batallas y duelos Libro del Aprendiz de Brujo Orbis Bestiarum Espejo de Niebla Libro de la Fortaleza Salvaguarda Mágica Curación Libro de la Sangre Daga del Sacrificio Obedire Juramento de Sangre Maldición Libro del Equilibrio Flechas de Fuego Arena de Hechicero Semillas de Hielo Cinaede Libro del Druida Haz de la Noche Obsistens Ignea Cantar de Eleboro Libro de los Ancestros Kansho Vara de Cristal Libro de las Auras Aura de la llama del Fénix Aura de Muerte Aura de Poder Aura de Escudo Fantasmal Aura de Confusión
  21. Datos Personales Nombre del Personaje: Eobard Aldrich Black Lestrange Sexo: Masculino Edad: Adulto Estado Civil: Casado con Juliette Macnair Nacionalidad: Estadounidense Familia(s): Black Lestrange (Patriarca) Padre(s) Sanguíneo: Mía Alessia Black Lestrange y Hivolt Thawne* Padre(s) Adoptivos: -- Trabajo: Jefe de Inefables en el Departamento de Misterios Poderes Mágicos Habilidades Mágicas: Metamorfomagia - Certificación Animagia (Camaleón de Parson) - Certificación Legeremancia - Certificación Conocimientos Mágicos: Artes Oscuras Encantamientos Pociones Idiomas Cuidado de Criaturas Mágicas Runas Antiguas Estudios Muggles Astronomía Defensa Contra las Artes Oscuras Historia de la Magia Aritmancia Medallas: T.I.M.O. (Título Indispensable de Magia Ordinaria): 2000 puntos E.X.T.A.S.I.S (Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas) "Magia Avanzada": 4000 puntos E.X.T.A.S.I.S (Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas) "Duelo Avanzado": 4000 puntos Medalla por Aprobación del Curso Libro de la Fortaleza: 2000 puntos Medalla por Aprobación del Curso Libro de la Sangre: 4000 puntos Medalla por Aprobación del Curso Libro del Equilibrio: 6000 puntos Medalla por Aprobación del Curso Libro de los Druidas: 8000 puntos Medalla por Aprobación del Curso Libro del Caos: 10000 puntos Medalla por Aprobación del Curso del Libro de los Ancestros: 12000 puntos Medalla por Aprobación del Curso del Libro de las Auras: 14000 puntos Total de puntos de experiencia en medallas: 66000 puntos Perfil del Personaje Raza: Humano Condición: Mago Aspecto Físico: En estatura roza el metro con ochenta centímetros, una cualidad que en ocasiones merma su agilidad. Cuenta con una complexión corporal promedio, adecuada para un adulto joven. Su rasgo más característico son sus clavículas, tienden a marcarse bajo su nívea piel, como si ésta estuviese ausente, y que se deben a una práctica de la natación desde joven. Su cabello era de una tonalidad moderadamente rubia cuando era pequeño, extremadamente quebradizo, por lo que lucía como si estuviese apagado. Conforme el mago fue creciendo, su cabellera se volvió sedosa, y el tono se oscureció hasta adoptar un color castaño oscuro; le quedaron unos mechones rubios, como si fuesen canas, a manera de recordatorio de la coloración original que comparte con su madre, y usualmente lo peina con dirección hacia atrás. Unas ojeras tenues le rodean los ojos, que son de una tonalidad grisácea, como el mercurio, confiriéndole una sensación de escrutinio. Posee una tenue cicatriz en la mejilla derecha, que se extiende hasta la mandíbula. En situaciones de gran estrés, su metamorfomagia le hace aparecer una fina barba cana. Tiene dos tatuajes: La Marca Tenebrosa en su antebrazo izquierdo, que se oscureció cuando el bando se desintegró, y que, a pesar de haber regresado a las filas mortífagas, le escuece cada cierto tiempo a manera de recordatorio por haber renunciado a la magia tenebrosa en su exilio; en el omoplato derecho, tiene una Rosa de los Vientos en vivos azul marino y ocre. Diez años después, a pesar de que físicamente debería haber envejecido, Eobard aún utiliza sus dotes de metamorfomagia para verse más joven ante propios y extraños. Sin embargo, a su regreso a la vida pública, ha dejado de ocultar el paso de la edad en su piel, delatando unas ojeras más violáceas que las de su juventud; algunos de los mechones rubios se han vuelto grises, en contraste con el tono de cabello que se ha transformado a un castaño más oscuro, como el nogal negro. La fina barba que, en un inicio era indicio de estrés, ahora forma parte de su apariencia habitual. Cualidades Psicológicas: Su temperamento es flexible a la situación en la que se encuentra, con una aparente paciencia infinita como fachada. Es burlón por naturaleza, y disfruta con creces el ironizar cuánto le es posible. Jamás pierde la oportunidad para crear un altercado, y parece ser que le agrada contemplar el resultado de sus esfuerzos. Tras su boda y el nacimiento de su hijo, Daeron, comenzó a asumir las responsabilidades de sus actos, actuando de forma más premeditada y analizando las posibles consecuencias de sus decisiones hacia su persona y sus series queridos. Después de tantos años de idas y venidas, en su adultez puede vérsele añorando la caótica juventud, donde creía encontrarse en un punto de equilibrio. Historia: Nacimiento y primeros años Nació a principios del año 1994, en el seno de la acaudalada familia Thawne, quién durante siglos había brindado magos y brujas excepcionales a la comunidad mágica norteamericana. Su concepción resultó de un romance entre una hechicera inglesa, Mía Black Lestrange, y su padre biológico, Hivolt Thawne. Debido a la naturaleza del encuentro, su madre decidió dejarlo bajo la tutela de la familia del Thawne, quien era un congresista del MACUSA con aspiraciones al control del territorio norteamericano, y quien le aseguró que tendría un lugar entre los suyos. Mía regresó a Inglaterra, ante el inminente regreso del Señor Tenebroso y el inicio de la Segunda Guerra Mágica. Fue enviado a estudiar a Ilvermorny, la escuela de Magia y Hechicería de Estados Unidos, cuando cumplió diez años, gracias a algunas de las influencias de su padre. Eobard demostró signos de habilidad mágica a los nueve años, al hacer estallar un par de candelabros de la sala de estar, durante un desacuerdo con Cassius Thawne, uno de sus primos. La noche de su ingreso, fue seleccionado para pertenecer a la casa Wampus. Ahí, desde sus primeros años, demostró habilidad en el dominio de la magia, no sólo la elemental, como los encantamientos, sino también un particular entendimiento de las artes oscuras. Esta característica peculiar le generó una mala reputación, no sólo entre alumnos, sino también entre algunos de los docentes. El primer amor y la expulsión A lo largo de los años en Ilvermorny, fue haciéndose tanto de amigos, como de algunos enemigos. La mayoría se olvidaría de él con el pasar del tiempo. En particular, se relacionó más con Eleanor Wells, alumna de la casa Thunderbird. Ella y el castaño se habían conocido durante su cuarto año, cuando tuvieron la oportunidad de cursar Transfomaciones para el ciclo 2007-2008. A la muchacha se le facilitaba la disciplina, mientras que Eobard siempre terminaba por transfigurar de todo, excepto lo solicitado. Tales diferencias fueron la principal razón que los llevaron a congeniar, iniciando como una pareja de estudio. No fue hasta el quinto curso, durante las vacaciones de invierno, que el Thawne se atrevió a confesar los sentimientos que había desarrollado por ella. Para tal fin, habían acordado verse en la ciudad muggle de Köln, en Alemania, en donde dio una relación más profunda, si bien breve, que marcaría al castaño como nadie más lo haría. Por primera vez, Eobard Thawne tuvo un momento en el que se sintió completo, pero las cosas tomaron un brusco giro que desencadenó en su expulsión de la prestigiosa Ilvermorny. Perfeccionó su conocimiento en Cuidado de Criaturas Mágicas, gracias a la sugerencia de su primo, Cassius de que lo visitara en Nueva York, donde se dedicaba a cuidar algunas especies de dragones. Este sería el detonante de la curiosidad del joven por los entes mágicos, y más tarde influenciaría su primer empleo en el Ministerio de Magia inglés. Su gran problema yacía en Defensa Contra las Artes Oscuras. Era habitual que tuviera discusiones con el profesor, Julius Frage. Eobard veía la magia oscura como una perspectiva distinta de la habitual, mientras que el profesor, respaldado por un alumno llamado Bartholomew Allen, insistían en que eran ramas que jamás debían emplearse, y que no tenían un futuro útil en la sociedad moderna. La tensión entre Bart y Eobard era tal, que llegaron al punto de batirse en duelo a escondidas de los docentes. Uno de estos enfrentamientos, derivó en el uso de magia oscura por parte del castaño, quien ya rondaba los diecisiete años. Al verse en un aprieto, Eobard había tenido que recurrir a este tipo de estrategia, disparando una andanada de proyectiles oscuros. Cuatro de estos terminaron en la túnica de su oponente, sujetándolo a la pared, pero una quinta, se incrustó en su pierna derecha, ocasionándole un gran dolor. Tras una investigación, se determinó que dicho encantamiento estaba diseñado para causar sufrimiento al objetivo, razón por la cual la molestia no había cedido. El joven fue encontrado culpable sin lugar a dudas, recibiendo la expulsión de la institución como pena máxima. Se le había advertido que, de volver a emplear tal rama de la magia, le correspondería al MACUSA llevar su caso. Exiliado Tras la inevitable expulsión del Ilvermorny, el castaño entró en un periodo de aprendizaje por otros medios. Estaba consciente de que, al haber sido desterrado de una famosa escuela de magia, sería muy difícil que otra institución lo aceptara como estudiante para finalizar sus estudios. Pasó el último año viajando alrededor del globo, financiado por su padre, cuya salud comenzaba a mermarse. Visitó Aruba, Anchorage, Curazao y Japón, pero el viaje que consideró más enriquecedor, fue aquel que lo llevó a la Ciudad de México. Allí, convivió con algunos de los magos de la capital, cuyo gobierno se ocultaba dentro de algunas de las edificaciones más notables de la metrópolis, como el Monumento a la Revolución, la Catedral Metropolitana o la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria. Aquí, se volvió un ser más espiritual, por así decirlo, aprendiendo de las magias antiguas que antaño realizaban los antepasados de los magos mexicanos, sobre todo aquellas que se relacionaban con el uso de las Runas; fue en este viaje, en el que adquirió un gran entendimiento de los Idiomas. Pero, también extrañaba a Nora, por lo que ansiaba verla, más que nada, aún con la delicada situación familiar. Contrario a los deseos de la esposa de Hivolt, abandonó la agradable ciudad de Boston, para dirigirse hacia Nueva Orleans, aquella población costera en el sur que prometía un encuentro con su compañera, quien había finalizado al el colegio. Ambos compartieron una memorable cena con el lago Pontchartrain en el fondo. Habrían sido unas vacaciones como cualquier otras, pero en esta ciudad tuvo lugar un altercado que puso en peligro el Estatuto Internacional del Secreto, derivado de un duelo entre el Thawne y un vampiro de nombre Miles Ducard, quien intentó abducir a Nora para saciar su sed de sangre. El castaño había intentado defenderla en primer lugar, pero fue superado por la fuerza sobrehumana de su adversario, quien se las arregló para atraerlos hacia un club nocturno en el que se decidiría el futuro de la pareja. Eobard, ya un prodigio de los encantamientos, lanzó toda clase de ataques, sin importar los estragos que causara al recinto, que no era más que una tapadera para los rituales vampíricos de Ducard; el otro se limitó a mofarse, desviando todos y cada uno de ellos, teniendo como resultado un gran espectáculo de luces que comenzó a atraer atención de los no mágicos. Recurrió a su último recurso, la magia oscura, intentando disparar al sobrenatural los mismos ataques que habían desembocado en su expulsión de Ilvermorny. Su exceso de confianza se convirtió en su ruina, pues el uso de las Artes Oscuras no tuvo efecto alguno en el vampiro, quien además de dejarlo fuera de combate, se mofó de la impresión que había causado en su novia al verlo usar esa clase de encantamientos. Derrotado y dolido, aguardó hasta que las autoridades mágicas arribaron al lugar, y espero el veredicto. Dada su reincidencia con el uso de ciertas ramas mágicas, le fue remitida una orden de exilio del territorio norteamericano por un periodo de diez años, de efecto inmediato y sin apelación. No sólo perdió a su compañera de vida ese día, sino también fue el ultimátum de la relación con la familia Thawne. ¿Black Lestrange? Apenas tenía un par de horas de haber escuchado sentencia en Nueva York, cuando el congresista Hivolt Thawne, cuya influencia había sido inútil para reducir la pena, le llamó a su oficina. Se le veía moribundo, y el asunto del exilio no sentó nada bien a su salud; por un momento, Eobard temió que lo sometiera a otro de los experimentos mágicos que había conducido con él en su juventud. Su padre biológico, entre toses y escalofríos, le tendió una misiva sellada, en el que se podía apreciar el emblema de un zorro. En ese punto, ya no le habría sorprendido encontrar alguna aceptación en un manicomio, pero el contenido de la carta casi ocasiona que se fuera de espaldas contra el mullido asiento. Había pasado los últimos diecisiete años viviendo en una familia con la que, de acuerdo con el texto, sólo estaba la mitad emparentado; allí, Mía Black Lestrange le dejaba instrucciones a su padre de cuidarlo, y de explotar su máximo potencial, pues ella debía responder al llamado del Señor Tenebroso. El resto del mensaje era irrelevante al castaño, salvo una ubicación al calce de la hoja: Ottery St. Catchpole. No tenía mucho que le atara a Estados Unidos; su padre pasó a mejor vida apenas unos días después de darle la noticia, por lo que la esposa de éste tuvo vía libre para promover el retiro de Eobard del árbol familiar. Aunado a la ruptura con Nora, las sentencias del MACUSA y la incertidumbre, se encaminó hacia Europa, valiéndose de sus conocimientos de la cultura muggle para colarse en los medios de transporte aéreos. Inglaterra y el ascenso a la Marca Tenebrosa Pasó al menos seis años recorriendo el continente europeo, antes de arribar a Inglaterra. Se instaló en los suburbios de la capital, consciente de que debía mantener un perfil bajo hasta encontrar a su verdadera familia. El número noventa y tres de la calle Harley, sirvió de refugio temporal, mientras comenzaba a desenvolverse en aquella sociedad desconocida. Fue ahí, donde conoció a su elfo doméstico, Horace, que seguía al servicio de la morada; sus dueños habían fallecido hacía un tiempo, pero la criatura se negó a aceptar la libertad. Saltó al ataque, apenas el castaño puso un pie en la estancia principal. Le había confundido con un ladrón, mientras que el Thawne no dudo en empuñar su varita y detenerlo con un Impedimenta. Con el tiempo, la confianza entre ambos se iría forjando, creando un férreo vínculo de amo-sirviente. Ingresó a Hogwarts, con la intención de por fin concluir sus estudios. El Sombrero Seleccionador, indignado por sortear a un alumno notablemente más viejo, lo envió, con recelo, a la casa de Slytherin. Nunca lo habría imaginado, pero fue durante su curso de séptimo, que Eobard averiguó la identidad de la mujer que acompañaba a su padre en la foto. Mía Black Lestrange, una respetada hechicera en la comunidad mágica. Sin duda, la naturaleza de la clase ayudó a que ambos se percataran del parentesco existente, permitiendo que se pusieran al corriente tiempo más tarde. Concluido su objetivo, cambió su apellido de crianza, Thawne, por el que le correspondía por nacimiento: Black Lestrange. Pero ahí no terminaría todo, pues su llegada a la mansión Black Lestrange había sido la singularidad que desencadenaría otros eventos de gran peso. Análoga a la familia Thawne, los Black Lestrange habían aportado incontables personalidades al mundo mágico. Algunas de ellas, pertenecientes a la Marca Tenebrosa, por lo que fue sólo cuestión de tiempo para que Eobard decidiese acompañarles en dicho sendero. Se le puso a prueba en varias ocasiones, teniendo que hacer uso de su carisma e ingenio para salir de dichos embrollos. Bastaron un par de meses para ser aceptado en una generación que parecía prometedora, recibiendo así el mítico tatuaje de la serpiente y la calavera. Se desempeñó como Mortífago Base durante un par de meses más, hasta ser ascendido a Tempestad, rango que ejerció, inclusive como profesor en Hogwarts, hasta la caída del bando. En cuanto a sus aspiraciones políticas, tuvo un paso discreto en los Departamentos de Regulación y Control de Criaturas Mágicas y Cooperación Mágica Internacional, como un empleado como cualquier otro, interesado en su crecimiento personal. Probó suerte en el Magic Mall, pero decidió que tampoco no era lo suyo. Su oportunidad de oro, la vio cuando le fue concedida la oportunidad de trabajar en el Banco Mágico de Gringotts, cuya directora era nadie más y nadie menos que su propia madre. Motivado por el aparente equilibrio en su vida, se aventuró a la administración de negocios dentro y fuera del Callejón Diagón. Los Quick Labs, que ofrecían servicios de mensajería, pero que fracasaron y lo llevaron al cierre del negocio; el Casino Royale, su proyecto privado, pero también conocido como su más grande orgullo; y el Hipster Coffee, que surgió de un proyecto familiar y se había posicionado como una alternativa al empleo fuera del radar ministerial. Sucedió algo inesperado para él, en la forma de matrimonio con nadie más y nadie menos que Juliette Macnair, una cercana amiga suya y confidente de su tiempo en la Marca Tenebrosa. Al inicio, como una unión estratégica para fortalecer el poderío de ambas familias en la sociedad mágica, pero con el tiempo, una conexión que se iría transformando al punto de la aparición de un elemento que afianzaría dicho lazo: El nacimiento de Daeron. El gusto les duró poco, sin embargo, pues tuvieron diferencias de opiniones sobre el destino del pequeño; con la sombra de un nuevo conflicto en el mundo mágico asomándose al horizonte, Eobard insistió en que Daeron fuera enviado a Norteamérica, para que creciera como un Thawne, su familia adoptiva. Sabía que tanto Juliette como él solían tomar caminos ligeramente separados cada cierto tiempo, por lo que no era el entorno idóneo para que creciera. También tuvo la oportunidad de interactuar con la hija de Juliette, Baela Macnair, con quien desarrolló una relación fraternal, pues la veía casi tan cercana como una hija. Así, a pesar de que solía ser una figura ausente, debido a sus decisiones personales, consideró a Baela como su protegida, y se mantuvo en contacto con ella de forma esporádica, con el pesar de no poder ofrecerle una situación más estable. Repercusión Tras la desaparición del bando y el estallido de la guerra en Europa, el Black Lestrange desapareció de la vida pública. Aquello no sólo implicó su renuncia al Banco Gringotts y a la sede internacional, la Banca Mágica Internacional, sino también el regreso al continente americano. Había concluido el periodo establecido por el MACUSA, en el que se le obligaba a mantenerse fuera de territorio estadounidense; intentó reconectarse con su familia de crianza, los Thawne, quienes lo acogieron nuevamente bajo su apellido, puesto que ahora la cabeza de familia había recaído provisionalmente en su primo Cassius. Recibió la varita de su padre, Hivolt Thawne, como un regalo de reincorporación a la familia. Dicha varita, si bien testaruda al inicio, aceptó al primogénito como su portador, a juego con la varita de nogal negro que el castaño ya poseía. Tras unas breves vacaciones en Boston, hizo una pequeña escala en Nueva York, dónde conoció al magigeólogo Nash Wells, quien le ayudó a dominar la Defensa contra las Artes Oscuras y la Astronomía, y a quien acompañó a Egipto en una búsqueda de antiguas riquezas. Durante un breve periodo de tiempo, Eobard colaboró codo a codo con Wells, fundando la Asociación Geomágica Internacional (o AGI, por sus siglas), a través de la cual aportaron a la generación de datos mágicos con georreferencia, plasmados en una serie de mapas y cartas, que no habrían logrado diseñar de no ser por sus conocimientos astronómicos y del mundo muggle. Asímismo, aprovechó para pasar tiempo con Daeron Thawne, el hijo fruto de su matrimonio con la matriarca Rosier, y a quién, previo acuerdo, habían enviado a que creciera con la familia adoptiva del castaño, lejos de los peligros de la guerra en Europa, y con la posibilidad de llevar una vida menos caótica que las de sus padres. Consideraba a Nash Wells como su abuelo, pues éste a su vez había sido el mentor de Eobard en su momento, y fue quién se encargó de echarle un ojo de forma ocasional mientras vivía en el castillo de los Thawne. El hijo pródigo de los Black Lestrange, finalmente retornó a casa. Si bien, nunca se había quejado de su habitación en la mansión, optó por rotar entre aquel espacio personal, y el departamento del que disponía en los suburbios londinenses. Recibió la noticia del resurgimiento de la Marca Tenebrosa, pero decidió no responder el llamado. Intentando recuperar un poco de la vida que había llevado en años pasados, tuvo un paso breve como docente en el colegio Castelobruxo. Si bien, se trata de rumores que a la fecha no han sido confirmados, hay quién asegura que el Eobard que regresó malherido de Hogwarts durante el Día de la Ira no era el verdadero, sino una especie de impostor o señuelo para distraer el verdadero paradero del Black Lestrange. Otros, insisten en haber visto a una persona exactamente parecida a él, arrastrándole por los terrenos antes de desaparecerse, lo cual soporta la teoría del impostor, pero se vuelve confusa a los ojos que desconocen la condición de Eobard como metamorfomago. Equilibrio Aproximadamente, diez años después de su última aparición pública, Eobard Aldrich Black Lestrange reapareció en la comunidad mágica británica. El cómo o cuándo regresó se desconoce, salvo para un selecto grupo de personas, entre las que está su esposa, Juliette. Si bien, se ha tratado de un matrimonio complicado, caracterizado por las ausencias de ambos, las decisiones tomadas en conjunto han permitido que tanto Daeron como Baela crecieran en mejores condiciones de las que habrían tenido una década atrás. Lidiando no sólo con el reto de retomar su vida, que por momentos puso en pausa y envió a Nash Wells a tomar su lugar, sino también el preservar el apellido Black Lestrange como prominente en el actual mundo mágico, y asumir sus responsabilidades como padre de familia, Eobard se convirtió en el nuevo Jefe de Inefables del Departamento de Misterios del Ministerio de Magia inglés, además de retornar, al fin, a las filas de la Marca Tenebrosa, marcando un nuevo inicio en su ya caótica existencia. Pertenencias Objeto Mágico Legendario: -- Elfos: Horace: Elfo doméstico personal. Esbelto, de mirada esmeraldina, además de poseer algunos mechones de cabello rubio, y usualmente lucir una toga de color turquesa. Certificado por el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. Licencias, Tasas y Registros Personajes Secundarios: - Otros Datos Su varita responde a la siguiente descripción: Nogal negro, núcleo de pelo de unicornio. Catorce pulgadas y media, inflexible. Ganó la lealtad de la varita de su padre biológico, usándola en ocasiones especiales. Dicha varita está registrada con las características a continuación: Álamo temblón, núcleo de fibras de corazón de dragón. Trece pulgadas, razonablemente flexible. Encuentra las actividades deportivas muggle un tanto exageradas, pero ha desarrollado un gusto por la natación. Es un ávido fan del quidditch británico, teniendo como equipo predilecto al Puddlemere United. En el ámbito no mágico, es fanático del Tottenham Hotspur, acudiendo de forma esporádica a algunos de sus juegos. La práctica de la Aparición Conjunta le genera náuseas. Derivado de su habilidad de Legeremancia, en ocasiones escucha los pensamientos de los que le rodean, mientras que estos no sean Oclumantes. Solía llevar un anillo en forma de rayo en el dedo índice de la mano izquierda. Dicho anillo fue destruido por el guerrero Uzza, Badru. El castaño recuperó los fragmentos más adelante y logró reconstruirlo. Es ambidiestro, aunque gusta de usar la mano derecha como dominante. Registro de Inmigrante: Obtenido Licencia de Aparición: Obtenida Licencia de Vuelo con Escoba: Obtenida Cronología de cargos: Ministerio de Magia Inglés 07/09/2017 ⎯ 07/01/2018: Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, Empleado. 07/01/2018 ⎯ 07/03/2018: Departamento de Cooperación Mágica Internacional, Empleado. 07/03/2018 ⎯ 07/04/2018: Concilio de Mercaderes - Magic Mall, Empleado. 07/04/2018 ⎯ 11/10/2019 : Gringotts, Duende. 08/09/2024 ⎯ Actualmente: Departamento de Misterios, Jefe de Inefables. Marca Tenebrosa 28/07/2017 ⎯ 28/09/2017: Aspirante 28/09/2017 ⎯ 06/05/2018: Mortífago Base 06/05/2018 ⎯ 11/01/2019: Co-Jefe del Escuadrón Social 06/05/2018 ⎯ 11/01/2019: Tempestad Hogwarts 26/07/2018 ⎯ 25/10/2018: Tutor 25/10/2018 ⎯ 01/11/2020: Profesor de Magia Avanzada Universidad 31/01/2020 ⎯ 31/08/2020: Profesor de Conocimientos Comunidad Mágica Internacional 18/07/2019 ⎯ 25/03/2020: Asesor de Seguridad en la Banca Mágica Internacional 25/03/2020 ⎯ 17/05/2022: Jefe de la Asociación Geomágica Internacional 17/05/2022 ⎯ 07/09/2024: Cartomago de la Asociación Geomágica Internacional Premios y reconocimientos: Caballero de Walpurgis Destacado, Agosto 2017: Caballero de Walpurgis Rolero, Agosto 2017: Revelación Mortífaga, Premios Seamus 2017: Promesa de la Marca, Premios Seamus 2017: Posteador Compulsivo, Premios Seamus 2017: El más activo en el Rol Ministerial, Premios Seamus 2017: El Ninja, Crazy Awards 2018: El Más Egocéntrico, Gringotts Awards 2018: El Más Egocéntrico - Austeridad, Gringotts Awards 2018 Links de Interés Referentes al Personaje Link al perfil de Comprador MM: 316 Link a Bóveda Personal: Bóveda N° 110224 Link a Bóveda Trastero: Bóveda N° 111034 Listado de negocios abiertos: --

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