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Eobard A. Black Lestrange

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Todo lo publicado por Eobard A. Black Lestrange

  1. El sonido que hacían sus dedos al tamborilear sobre el cristal, parecía calmarle. Aunque podría tratarse de un preludio a un ataque de ansiedad. El Black Lestrange miraba a través de la ventana, hacia los húmedos jardines que la lluvia había dejado días atrás. Era como buscar algo y nada entre las copas de los árboles. Finalmente se separó del ventanal, con dirección a la puerta, pero se detuvo a un costado de su escritorio. Hum... tomó el fragmento de papel que yacía sobre la superficie de madera. ¿En serio, han sido casi diez años? El titular del periódico, proveniente de Estados Unidos, presentaba, como las mil ocasiones anteriores, a Ilvermorny como la mejor escuela de magia del continente. La edificación se veía imponente, aún en la fotografía que cubría casi toda la página. ¿Y por qué al castaño le interesaría recibir noticias de un país que ya no habitaba? Simple: Había crecido ahí, y una parte de él siempre estaría incrustada en Boston. Aún cuando aquella noticia, le recordara que su expulsión en Ilvermorny fue lo que puso en marcha los eventos que lo traerían a la mansión en la que estaba. Una serie de voces, en la planta baja, lo sacaron del pensadero improvisado. Lo que más le intrigaba, era que la voz le parecía conocida, considerando que la distancia y las paredes la amortiguaban. Debía averiguar de qué iba todo eso, así que se echó la capa encima de su vestimenta, que era una mezcla entre su pijama y un atuendo de muggle, y descendió por las escaleras. No pudo evitar aproximarse silenciosamente, cual fantasma, y examinar a la visitante, mientras ésta se disculpaba por su ausencia. Quería asegurarse de que no se había deslizado por fin hacia la locura. Bienvenida de vuelta, querida Juliette. Aunque debo preguntar, ¿qué te hizo volver a tan caótico país como éste? Esbozó una sonrisa amplia, sincera de esas que hacen las personas ante un reencuentro. Y no era para menos, considerando que la última vez que se habían visto, fue en una mansión que había sido olvidada meses atrás. Desapareció una vez más, sin dejar rastro, y él supuso que habiendo escuchado del caos que se cernía sobre Reino Unido, era poco probable que regresara. ¡Pero dónde están mis modales! soltó, levantando la mano que aún sostenía el periódico, con una pose dramática. Pasa, por favor, seguro podemos continuar en la biblioteca. Estabas bebiendo té con Horace, por lo que veo. Se dirigió a su elfo personal, para solicitarle que le trajera algo de desayunar, lo que fuera mientras tuviera calorías suficientes. Con una cabezada, invitó a Juliette a seguirle al la segunda planta, dónde apenas subiendo las escaleras de caracol, se encontraban los estantes y un par de sillones para disfrute de lectura o charlas. La capa del Black Lestrange estaba encantada para emitir humo al mínimo movimiento, ocultando así la vestimenta del portador y ahorrando el tener que inventar alguna excusa. Sólo espero que su acompañante no pensara que estaba en llamas. Así pues, aguardó que la Macnair tomara asiento, para poder hacerlo él en el sofá frente a ella. Qué gusto que visites a un viejo amigo. Eobard entrelazó sus manos mientras hablaba. Te ves un poco diferente, así que asumo que tiene que ver con tu travesía en el extranjero. @@Juliette Macnair Mira esa línea temporal
  2. #LaDeudaPuntoTres Conoces bien las costumbres de la Bratvá. Pero sí, lo tengo. asintió al final, con una ligera sonrisa. Quizá no era su mayor orgullo, pero de cierta forma, ese tatuaje era lo único por lo que los magos soviéticos lo escucharan, siendo originario del país con el que estaban en conflicto. Recientemente, poca ha sido su actividad. Creo que serían demasiado tontos como para enfrentarse a una familia completa. Sería gracioso ver una de esas batallas en el jardín. Le conmovía la predisposición de su madre para repeler los conflictos de su linaje. Era algo que había visto desde que le conoció, en la clase de Magia Avanzada, y que a la fecha le seguía sorprendiendo. Eran detalles así, los que lo hacían sentirse orgulloso de pertenecer a los Black Lestrange. Una vez que sus vías respiratorias estuvieron libres, continuó con el tema de la hermana que nunca tuvo. Hivolt estaba loco de atar, como sabes. ¿Y si, en realidad quería gemelos? Se me hace lógico, considerando que aceptaba mi existencia, a regañadientes. Cosa que le agradezco, pues ahora puedo emplear magia oscura sin resentir sus efectos secundarios del todo. Cómo su madre reaccionó a la pregunta de los hermanos del castaño, también le pareció curioso. No podía juzgarla, si es que él había crecido del otro lado del Atlántico, mientras ella encabezaba a la familia. Siempre se había propuesto desenmarañar el árbol genealógico del vestíbulo, por lo que las revelaciones le parecieron lógicas. Ashura, en su momento fuimos colegas, en Criaturas. Rara vez la he visto desde entonces. meditó, recordando la naturaleza del encuentro con la asiática. Por otro lado, de Jessie estaba al tanto, habiéndola conocido en el comedor de la familia. En cuanto a Jessie, sí, creo que pensó que era un pretendiente de Susan, y me amenazó. Pero claro, eso antes de saber que era su hermano. Rió por lo bajo, pues aquella serie de eventos parecía pertenecer a otra línea temporal. No imagino cómo habría sido si te hubieses quedado en Norteamérica, aunque sería divertido. Posiblemente, te habrías encargado de Hivolt, y los Black Lestrange tendrían una peculiar casa de verano en Boston. @Mia.
  3. #LaDeudaPuntoNúmeroDos Parecia que se había librado de la curiosidad de su madre por su asociación con la Bratvá, pero la oleada de preguntas referentes al por qué había hecho un trabajo para ellos, le hicieron saber que aquello no había terminado del todo. En cuanto Mía concluyó sus dudas, el Black Lestrange retomó la palabra. -De cierta forma, la mafia controla a Rusia, tanto en el ámbito mágico, como en el muggle. Poco se diferencian, la mayoría han adoptado costumbres muggles. -recapituló, con las tradiciones, de las que le había hablado Anatoly Knyazev, en mente. -Por lo que entiendo, Estados Unidos y Rusia siempre han estado peleando en lo muggle. Recientemente, se ha ampliado al ámbito mágico. Ya sabes, conflicto de intereses. Se levantó con dirección a su escritorio. Hurgó entre los cajones, hasta encontrarla. Una punta de flecha, ligeramente similar a la que cierto guerrero Uzza empleaba para enseñar a sus estudiantes. Regresó al encuentro con la rubia, sosteniendo dicho artefacto en alto. -Querían que me deshiciera de un sujeto llamado Kapiushon, un aficionado al arco y las flechas. Y como resultó ser el mismo rastreador, pues, era casi como matar dos pájaros de un tiro. Yo les ayudaba, ellos me daban la información, al parecer era todo. Colocó su mano sobre el pecho, a la altura dónde tenía el tatuaje de capitán de la mafia. O al menos, eso me prometió, pensó, haciendo una mueca ante la interrogativa relativa a su afiliación actual. No tenía nada que ocultarle a su madre, por lo que prefirió serle totalmente sincero. -Sí, fue una especie de cortes en la espalda por todos los miembros. Tarde semanas en sanar. -encogió los hombros, recordando que el dolor era relativo comparado a lo que había sufrido con Hivolt. -Acordamos que sólo les contactaría de estar en Rusia. Funciona como un acuerdo bilateral; les pido un favor, y después ellos eligen con qué les puedo pagar. -Es una trampa, claro. Hace años que no entablo comunicación con alguno...Salvo con un vampiro que hizo el mismo trato con ellos. Extendió ambas manos. Ésa era su historia con la Bratvá. Si bien, quizá no estaba orgulloso de lo que había hecho, y quizá de todas las personas que había puesto en riesgo al asociarse con ellos, confiaba ciegamente en el pacto de honor hecho con el Pakhan, dónde la familia estaba fuera de los límites de cobro. @
  4. #LaDeudaPagada Dejó ir una risa por lo bajo al saber que su madre tampoco había sido tomada por sorpresa ante los objetivos de Hivolt. Y es que era prácticamente tan predecible, que incluso el joven Black Lestrange comenzaba a pensar que era lo único que había heredado de él. La idea era extenderse a sus anchas en el sillón individual, y lo hizo parcialmente, hasta que la pregunta relativa a su relación con la Bratvá lo hizo recuperar su posición de concentración. Fue un solo trabajo, descuida. pasó sus dedos por la nuca, despeinando suavemente los mechones rubios que coronaban parte de su cabello. Tenían tratos con el gobierno muggle, pero una peste les ocasionaba problemas...Resultó ser un rastreador del MACUSA, quién, de hecho, había sido enviado para llevarme de vuelta. Así que, como aliados circunstanciales, les ayudé a neutralizarlo, a cambio de información de la familia. Viendo en retrospectiva, sí era un poco preocupante que dicha organización tuviera información de los Black Lestrange. O lo había sido, hasta que le dieron la foto, pues era lo único que les quedaba. Aunque le habían hecho ceremonia de iniciación, Eobard permanecía más como un consultor, que como un miembro oficial de la mafia. De esa forma, protegía los interés mutuos entre la organización y él. Guardó silencio mientras la rubia parecía lidiar con un océano de emociones al tener entre sus manos aquel retrato. Parecía casi poético que hubieran pasado casi veinticinco años desde entonces. Solicitó a Horace que le trajera una copa de jugo de frutos rojos, tan helada como fuera posible, para retomar el hilo de la conversación. La sola mención a una posible hermana mayor, hizo que se atragantara con la bebida. Una h-hermana... tosió, intentando liberar sus vías respiratorias. Llevó su varita al pecho, conjurando un Anapneo de forma no verbal. De eso, no tenía idea. Aunque, tampoco me sorprendería. Él hizo todo lo posible por recordarme que no era deseado, haciéndome pensar que más bien se refería a ella. Todo tenía sentido con esa situación. Creía conocer las extravagancias de su padre biológico, pero aquello...aquello, era demasiado, hasta para él. Una jugada bastante arriesgada, considerando lo mal que salieron muchos de sus experimentos, entre ellos, el clon llamado Joseph que había creado a partir de Eobard. Agitó la cabeza, reanudando el procesamiento de la información. Me habría gustado tener una hermana más o menos de la edad...En todo caso, ¿yo fui el último de tus hijos? Colocó la copa sobre la bandeja que les había dejado Jack White al traerle a Mía su bebida. Esbozó una sonrisa a la par que dejaba ir un ligero bufido de gracia ante la perspectiva de su futuro. No podía quejarse: tenía un cómodo empleo en Gringotts, un modesto local, pero sobre todo, una gran familia. Que, hablando de mis capacidades, siempre he tenido una duda existencial. llevó su mano al mechón rubio que había colocado tras su oreja. Arrancó un par de esos cabellos casi blanquecinos. Tú eres metamorfomaga, ¿no es así? No entiendo mucho de eso. Sobre las circunstancias de aparición de la habilidad, me refiero. Supuso que la rubia sabría a dónde quería llegar su hijo con todo aquello, pues en varias ocasiones, le había visto cambiar de apariencia sin inmutarse. Más joven, siempre creí que estas cosas eran canas, o que simplemente había heredado parte de tu tono de cabello. Quizá también lo sea, sólo que la habilidad sigue dormida...¿Qué cosas, no? Encogió los hombros, para después tomar el recipiente de cristal y darle un sorbo, esperando no recibir una revelación extra que volviera a hacer que se atragantara con su propia bebida. @Mia.
  5. ¡Hola! Vengo a actualizar un par de rubros de mi ficha, ya es justo y necesario. Pero, antes de eso, quería hacerles una consulta, que es referente a este post de actualización. Indica que se realizó, pero el Zumo de Mandrágora no figura en mi ficha. Imagino que se les olvidó D: Ahora sí, ¡los cambios! Gracias de antemano a quién realice todos. En Aspecto Físico, dice así: Debe ser así: En Familias dice así: Debe ser así: En Historia, dice así: Debe ser así: En Conociendo a Eleanor Wells, dice así: Debe ser así: En Expulsión de Ilvermorny, dice así: Debe ser así: En Nueva Orleans y el encuentro con Henrick Ducard, dice así: Debe ser así: En Gélida Recepción, dice así: Debe ser así: En Inglaterra y el ascenso a la Marca Tenebrosa, dice así: Debe ser así: En Repercusión, dice así: Debe ser así: En Libros de Hechizos, dice así: Debe ser así: En Cronología de cargos, dice así: Debe ser así: En Licencias, Tasas y registros, dice así: Debería ser así: En links de interés, dice así: Debería ser así:
  6. #LaDeudaPorFinSaldada Una pregunta interesante. concedió el castaño-rubio, sosteniendo la copa a manera de brindis, antes de darle un sorbo. Me tomó un viaje a Rusia. Al parecer, el viejo Hivolt había hecho negocios con la mafia rusa, la Bratvá. Qué raro, ¿no? Inquirió, con cierto dejo de ironía, antes de apoyar la espalda sobre el reposabrazos del sillón, que daba a la crepitante chimenea de su oficina. Se habían trasladado al Casino Royale, en un afán por mantener la crucial conversación relativa al parentesco que compartían, y que hacía casi dos años, habían descubierto. Consciente de que eso no daba el panorama completo, retomó la explicación. Sí, uno pensaría que Rusia es el lugar más idóneo para esconderse si escapas de Estados Unidos. Quizá recordarás que trabajaba para el mejor postor; en este caso, fue la mafia quién solicitó que les ayudara. A cambio de algo valioso: Una foto. Provisto de las botas de siete leguas, se desplazó hasta su escritorio, para hurgar entre los cajones. Finalmente, la encontró. Ahí, guardada con recelo, estaba la foto que le habían tomado a la pareja a mediados de la década de los noventa, cuando el joven aún no nacía. Mía lucía prácticamente igual de joven que ahora, mientras que Hivolt parecía un tanto consternado. Se la entregó a su madre, esperando que la recordara. Entiendo. Entonces, creo que esa influencia oscura es de sangre. No me sorprende por qué nunca tolere a aquellos conservadores de la paz en MACUSA. No dudaba de que siempre existió una relación entre la familia y el Señor Tenebroso. Si bien, él había nacido durante el segundo auge de Lord Voldemort, en Estados Unidos el tema había sido tan ajeno, que parecía casi un mito de mal gusto que se veía con catalejo del otro lado del Atlántico. Entonces pensó en cómo habría sido su vida, de haberse marchado con la rubia de vuelta a Inglaterra. Rió con parsimonia ante la idea de haber sido instruido por su abuelo Jocker para ingresar a las filas oscuras a corta edad. Allá en Boston, era reducido el número de personas que sabían de mí. comenzó, metiendo la mano izquierda en el bolsillo del pantalón. Tenían miedo de que no mostrara signos de magia, así sí, creían que me habías llevado contigo. A los nueve, cuando hice estallar un par de candelabros, dejé de ser el secreto mejor guardado. Su mente se dejó viajar por su ingreso a Ilvermorny a los diez, gracias a los contactos de su padre biológico. Pudiendo gozar de ciertos privilegios, los rechazó, forjando su propio camino. Eso era lo que lo había llevado en primer lugar a probar suerte en Europa. El viaje que había emprendido, había llegado a su fin hacía tiempo, pero otros más comenzaban a la par. @Mia.
  7. Así que...trabajaste en MACUSA. una bombilla se encendió en los recuerdos del Black Lestrange. Inmediatamente, adoptó esa posición de cabeza ladeada hacia la izquierda, como cuando tenía una cierta duda. Peculiar órgano de gobierno, estoy seguro de que me extrañan ahí. Esbozó una media sonrisa, recordando las razones del exilio a Europa. A los magos norteamericanos se les conocía por ser más bien burocráticos, siempre queriendo salir del embrollo con discursos, por lo que imaginarse a Evedhiel en un trabajo como ese, definitivamente no encajaba. Aún así, la imagen le parecía bastante divertida, lo suficiente para encoger los hombros, manteniendo la curvatura en sus labios. Notó que la joven había decidido ir al grano, por lo que se preparó mentalmente para afrontarse a objetos que no dudarían en arrancarle un brazo. O eso pensó, pues el primero de ellos, fue una especie de copa venida a menos, con piedras preciosas, que recorrían las asas de extremo a extremo, resquebrajadas y opacas. Era como si la oscuridad le hubiese quitado la esencia al recipiente. Pero la Yaxley lo trataba de una forma distinta, como si viera un objeto distinto. No logró entender eso, hasta que le explicó que ella veía un libro, y que el artilugio posiblemente adoptaba formas distintas. Tenemos el caso de un boggart, misterio resuelto. Bromeó, deslizando el dedo índice sobre el borde de la copa que contenía su bebida. Detestaba admitirlo, pero su mente estaba vacía, como si de repente le hubiesen absorbido todos esos años de experiencia. Aunque su broma quizá podría estar infundada. Era bien sabido que algunos objetos hacían jalea la mente de las personas, por lo que no le sorprendía que aquello se tratase de una ilusión o algo por el estilo. Cuando llegó el turno del giratiempos roto, su expresión se relajó, pues de aquello sí tenía noción. Los viajes en el tiempo, no me sorprendería que nuestro viajero siguiera atascado en esta época. Pero, hasta dónde sé...están terminantemente prohibidos. recordó aquella mención de la directora de Hogwarts respecto al pueblo Uzza. Tal vez los inefables del Departamento de Misterios sepan algo al respecto. Y digo tal vez, porque ni yo sé qué hacen....De hecho, creo que sólo vi a su director un par de veces. Tomó la moneda entre sus dedos, sin siquiera molestarse a hacerle otro encantamiento revelador. Quedaba claro que ese tipo de magia no funcionaría, entrados en el plano misterioso en el que se encontraban. Tenía un par de escrituras, como si fuesen símbolos alrededor del emblema de la escuela de magia más famosa del Reino Unido. Se acercó el objeto circular hasta que quedara a escasos centímetros de la lente de sus anteojos. Eran fechas, pero se encontraban considerablemente borrosas. Así que, la moneda debía tener más tiempo del que creían. Es interesante, pero a la vez me preocupa. repuso, depositando la circunferencia metálica sobre la palma de Evedhiel. Le miró por encima de sus gafas. Tiene un par de fechas inscritas. Cuéntame, ¿hace cuánto que no vas a Hogwarts? Usando su propia varita como si fuese una pluma, trazó los años sobre la superficie de la mesa. Como si un cuchillo hubiese tallado la superficie de la misma, se trazaron a manera de lista, los números: 922, 1942, 1998, 2024. Algunos, podían mantener una relación ínfima de eventos, pero otros quizá no tenían sentido. Ya no digamos, que el último ni siquiera se había presentado. Si me hablas de pago por información...Bueno, ya me acostumbré a perder algo de sangre. Aunque dudaba que la joven de cabello cobrizo captara la referencia a la clase en la que aprendió a controlar los poderes de ese libro, notó que ella se había limitado a observarle. Como si quisiera ver su interior. Y era en esos momentos, que el castaño agradecía no ser tan abierto con sus emociones, o que, hasta dónde sabía, Evedhiel no poseyera la habilidad de Legeremancia, pues seguramente su cerebro habría quedado hecho papilla ante la maraña de pensamientos del joven Black Lestrange. @Evedhiel
  8. El tiempo es relativo, mi querida señorita Yaxley. Me conoces lo suficiente como para saber que no rechazo la expectativa de una arriesgada aventura. Carraspeó con suavidad, seguido de una sonrisa disimulada. Si bien, estaba un poco obsesionado con los temas que se referían a la manipulación del tiempo, y el legado que quería dejar, en ocasiones se dejaba llevar por temas menos sobrenaturales, como el tiempo que pasaba entre los dos últimos encuentros de dos personas, como Evedhiel y él. En cuanto la joven conjuró el hechizo de privacidad, el Black Lestrange casi se da un golpe en la frente. ¿Cómo había podido ser tan descuidado? Cerrando el puño, puso la mano en alto, como si enarbolara un guantelete con un par de gemas espaciales, contribuyó al Muffliato a través de la invocación del poder del anillo salvaguarda contra oídos indiscretos. Ahora sí, estaban seguros ante cualquier intento de algún pobre diablo por escucharlos entre tanto murmullo. Mantuvo silencio mientras Evedhiel le explicaba la naturaleza del encuentro. Le pareció un poco tierno el hecho de que cualquier excusa fuese buena para verlo, aunque también se esforzó por que su rostro no se coloreara como un jitomate. Nada de eso. Debía concentrarse, y para ello, le dio apenas un sorbo a la bebida en la que había depositado la uva con discreción. A ver, repasemos. apoyó los codos sobre la mesa, posando las yemas de ambas manos sobre sí mismas, como formando un triángulo. Trajiste contigo tres objetos. Me aseguras que uno de ellos es peligroso, pero no me dices mucho de los otros. Tampoco me das una garantía de que no me atacarás bajo su influencia. Tengo un mal presentimiento sobre esto. ¿Y cómo resuelvo una ecuación, si no tengo todas las variables?, pensó, ahora tamborileando los dedos de la diestra sobre la mesa. Rió para sí, deleitándose con la expresión de desconcierto de Evedhiel ante su aparente desconfianza para ayudarle. Acto seguido, extrajo de un costado de su capa, su varita personal, la de nogal negro. Seguramente la Yaxley la reconocería, pues se trataba de aquel artefacto con el que le había conocido. Apuntando hacia la bolsa, susurró un Specialis Revelio, a ver si lograba obtener más información del asunto en el que estaba a punto de entrometerse. Con aquella varita, se le hacía fácil reconocer la magia oscura, sobre todo porque él mismo era un experto. Pero. Nada, como si la bolsa fuera una simple masa de aire. Okey, ya probé un método convencional. Ahora, como conocedor de las artes oscuras tengo que preguntar, ¿de dónde sacaste estos artilugios? Y, más importante, ¿qué tan familiarizada estás con la temática de los Horrocruxes? Recordando el efecto que causaba el diario de Tom Riddle, todo era posible. Consciente de que eran demasiadas preguntas, hasta para él mismo, decidió dar un pausa, y se volvió a reclinar sobre el asiento, para disipar un poco el aura de misterio. De nueva cuenta, me suena a que este encuentro será emocionante. Count me in. @Evedhiel
  9. Flashback - Regreso de la expedición en el desierto del Sahara Si alguien le hubiese dicho que sería recibido por un puñado de césped en la cara, seguramente habría protestado sobre el medio de transporte para sacarlo de allí. Recordaba fragmentos de la última etapa, en la que se había desmayado sin previo aviso. Algo de enfrentarse a unas criaturas, y a su madre conjurando un Fulgura Nox para sacarlos a todos de ahí. Su sobrino, Aries, le había ayudado a cruzar, pero quizá Eobard fue el último en salir del portal, que lo expulsó como bala de cañón a los jardines familiares. Horace, Horace... Maldición, ven aquí. Con los ojos entrecerrados, cegado por exponerse a la luz solar, llamó a su elfo personal, que no tardó en aproximarse con cautela a su amo. Dando un chasquido de dedos, le hizo levitar, para después conjurar una camilla que lo llevara levitando a su habitación. A juzgar por la túnica que portaba, hecha jirones, y los mechones rubios que habían aparecido en su cabello, ese viaje le había cobrado una cuota física razonable. Black Lestrange reposó los brazos sobre la manta de seda, llevando en uno de ellos el amuleto que le había entregado Jocker, y con el cual podía conocer la ubicación de cualquiera de los cuatro miembros que habían conformado el equipo de expedición. Tiene que descansar, amo. anunció Horace, una vez que el aludido se encontró sobre su cama circular, la cual había sido perfectamente emulada en la tienda de campaña familiar. Al parecer, el esfuerzo continuo durante el viaje, sumado al desmesurado consumo de alcohol y la poca experiencia que tiene con la varita de su padre, le han mermado. El joven Black Lestrange gruñó, simplemente dejándose llevar por el cansancio y la necesidad de un debido descanso. Época actual Bueno, ¿qué te parece? Desvió la mirada del espejo que había en su baño, para contemplar el contenedor cilíndrico, de casi dos metros de alto, que reposaba a un costado de la bañera. El grindylow parecía más interesado en jugar con el cultivo de alga que había puesto en su pecera. Encogió los hombros, mascullando un ¿Para qué me molesto? antes de abandonar el habitáculo. Su cabello, ya no resultaba tan desastroso; había encontrado la razón que respondía al cambio en su tonalidad. Recordaba que Mia era metamorfomaga, y si bien él no había dado signos de serlo, lo había atribuido a un cierto estrés por el uso de la magia; en cuanto a edad, era demasiado joven como para preocuparse por detalles así. Llevaba una túnica de seda, cuya tonalidad crema sumada a la apariencia de bata oriental, lo hacía parecer un sujeto que recién venía de entrenar en los Himalaya o algo parecido. Se había abstraído tanto del exterior, que hasta parecía ajeno a la comunidad mágica que le rodeaba. Quizá era así. Tomó asiento frente a su escritorio personal, colocando los pies sobre el baúl de siete cerrojos que reposaba a un lado. Éste emitió una especie de quejido, seguido de un sobresalto, al detectar el peso de las piernas. ¿De qué tanto me habré perdido? inquirió, escudriñando por la ventana abierta que le ofrecía una modesta vista de los terrenos.
  10. Era bastante osado, si es que aún recorría las calles del Callejón Diagón a altas horas de la noche. No porque el área fuera insegura, por que no lo era, hasta dónde sabía; más bien, por decidir no encender su varita mágica para iluminar el camino, considerando su los límites visuales que le ofrecían sus globos oculares. Vamos, que eran detalles así, los que le agradaban de ser humano. Ay, tienes que estar bromeando. Se topó con el cartel de un local rectangular de aspecto lúgubre, aunque no tanto como el ya conocido Caldero Envenenado. La luz de neón iluminaba cada rincón de sus facciones de un molesto rojo, como si al Black Lestrange le hubiesen transmutado la piel para que pareciera un jitomate humano. El cabello, por otra parte, parecía cubierto de sangre, pues los mechones rubios absorbían toda la intensidad de dicha fuente de luz. Dubitativo sobre adentrarse al lugar o no, metió una mano al bolsillo de los pantalones cortos, hayando el portavasos que usaba como medio de comunicación con Evedhiel. Sí, debía ser el punto de reunión, así que, sin más, se adentró en aquel mundo de luces, dónde se sintió muy afortunado de no volverse epiléptico debido a la rápida transición entre los colores. La música no ayudaba, mucho menos el barullo generado por la banda que interpretaba una canción en ese instante en el que Eobard había hecho presencia. Sopesó la idea de marcharse y acordar un lugar menos concurrido, pero de inmediato descartó la idea al vislumbrar una cabellera cobriza que reconocería hasta en el desierto del Sahara. ¿Acaso el calor africano lo había perseguido hasta Londres? Well, well, weeell... extendió ambos brazos al acercarse a la mesa dónde se encontraba sentada la joven Yaxley. Tal parece que pasaron siglos desde la última vez que nos vimos. No esperó una invitación para sentarse, y es que su interlocutora parecía más entretenida con la mano izquierda, que con la bebida que tenía frente a ella. A simple vista, no parecía haber cambiado en nada. Identificó el líquido peculiar que había bebido en el Barco de las Arenas, vertido en el recipiente situado en el otro extremo de la mesa. ¿Es que acaso no había tenido suficiente? Con varita en mano, hizo crecer una pequeña uva de la punta de ésta, para que se depositara en la copa, antes de colocar el fragmento de álamo temblón sobre la mesa. Peculiar lugar, plagado de más gente que el de la última ocasión. Aunque, bueno, quizá sea la mejor opción para ponernos al día. Se reclinó sobre el respaldo del asiento, mientras depositaba sus manos sobre la porción de la playera de manga larga azabache que cubría su estómago, como esperando el inicio de algún relato. El detalle que mejor recordaba de sus encuentros con la Yaxley, era la inexistencia de una constante en cuanto a su estadía en los locales. Bien podrían estar cómodos ahí, y de un momento, salir disparados a otro lugar. @Evedhiel
  11. Bueno, llegó la hora de hacer unos pequeños cambios. Espero no tengan problema con que se los deje en spoiler, porque la última vez, quise hacer cambios muy extensos en la historia, y el mensaje salía cortado xD Al menos, en el MP. Espero que acá, no sea el caso. Gracias de antemano a quien se pase a hacerlo, ojalá no se duerma con la lectura nueva (?) Dice así: Debe ser: Este pequeño apartado es del rubro de Historia. Quería ver si, podían quitar uno de los dos espacios que quedan entre el párrafo de "MACUSA" y el subtítulo de "¿Black Lestrange?". No sé si me dé a entender (?) Igual, aprovechando que modifico ese apartado... Dice así: Debe ser así: Dice así: Debe ser así: Dice así: Debe ser: Dice así: Debe ser así: Dice así: Debería ser así: En Cronología de Cargos, dice así: Debería ser: Eso es todo. ¡Gracias!
  12. Estaba fuera de tiempo. Y odiaba las bodas. La razón, desconocida hasta para él, simplemente sufría de una variante de claustrofobia. Miró por la ventana de su habitación, desde dónde se podía vislumbrar el portal, hecho por su madre, que llevaba a los invitados al evento al que, técnicamente, también debía asistir. -Dame la vieja confiable, Horace. -tendió la diestra para tomar la corbata, plateada y de acabados verdosos, que le ofrecía el elfo. -Acabemos con esto. La ajustó alrededor del cuello de la camisa azul cielo, que resaltaba sus orbes grisáceos. Se miró los pliegues de la túnica de gala, que bien habría sido mejor vista en un evento nocturno. Encogió los hombros, podría haber sido peor. Calzando sus botas de siete leguas, y asegurándose de que no se le olvidaba algo, echó a correr hacia el quiebre espacio-temporal. -Adorable. Quizá demasiado floral para mi gusto. Se detuvo apenas un segundo, para cerciorarse de que estaba en el lugar indicado. Aprovecharía la característica mágica de su calzado para llegar al vestidor improvisado, evitando así que fallara su misión. Estuvo tentado a ir por una bebida y olvidarse de todo, pero no. Ese día, haría un magno esfuerzo por mantenerse sobrio. -Toc, toc. -llamó a la puerta de la pequeña edificación que la hacía de "sala de espera" para la novia. Sin esperar respuesta alguna, se asomó. -Mi elfo me dijo que necesitaban alguien para llevar a mi hermanita al altar. Supongo que me ofreceré como voluntario. En la estancia, podía reconocer a su propia madre, Mía, acompañada de un mago que no había visto antes, pero del que no tenía el tiempo para averiguar su identidad. Además de, claro, Jessie, su hermana ¿menor, mayor? Y considerando que, Otto parecía un tanto nervioso allá afuera, lo mejor era que la ceremonia diera inicio.
  13. -A veces, siento que debí abrir un santuario para criaturas mágicas, y no un casino. -sonrió de lado, recordando las turbias circunstancias en las que había obtenido el establecimiento. -No obstante, quizá sería contraproducente, considerando que el Ministerio tiene la Reserva Mágica para fines de preservación. Permitió que uno de los tentáculos del grindylow se enrrollara alrededor de su dedo índice, antes de despegarse del borde de la fuente. La criatura volvió a su nado habitual, y el anillo en la mano del Black Lestrange regresó a su diseño original, con el rayo que desprendía destellos rojos. -Sé de algunos magos que cuidan de ellos en Rumanía, sí. Hay un pequeño asentamiento de dragones allí, pero no dudo que existan más. Uno de mis primos lejanos, Cassius Thawne, solía cuidar de un ridgeback noruego, allá en Norteamérica. Claramente, se refería a la familia de su padre biológico, con la que había crecido hasta su etapa adulta, no a los Black Lestrange. Durante su viaje a Rusia, había pasado por dicha reserva, donde logró observar algunas de las especies más exóticas. A él, de momento, le parecía impensable hacerse cargo de una criatura tan poderosa como ésa. -¿Tienes alguna criatura predilecta? -inquirió, mirando a su interlocutora para intentar predecir su respuesta. -Claro, además de los dragones. Que encuentro interesantes, a pesar de que su cuidado dental sea uno de los más complejos. A medida que anochecía, las luces de la estructura fueron acentuándose. Tanto en el primer como segundo piso, provenía una clara luz, limpia, de los ventanales. Quizá el mismo Vincent Sobel se había encargado de encenderlas para que no pareciera que se encontraban en una casa del horror o algo parecido. Eobard estaba listo para continuar el tour, aunque sí su acompañante lo deseaba, podían quedarse ahí otro rato. @@Litsy
  14. -Para ser honestos, el cuidado de criaturas mágicas, no es un área de mi especialidad. Aunque, hago lo que puedo. Sonrió de lado mientras se encaminaban hacia el portón que daba acceso al jardín. El seto que rodeaba los límites del negocio, a pesar del tiempo sin un propio mantenimiento, seguía pareciendo ordenado y atractivo a la vista, con un sinfín de botones florales que crecían en éste como la hiedra. El diricawl emitió un graznido, para después echar a volar, aprovechando que se encontraba en el exterior. -Es un diricawl, según leí. -respondió a Litsy, rebuscando en el bolsillo del pantalón para hallar su varita. -Dudo que pueda leer mentes, o de lo contrario, le causaría una jaqueca estar cerca de mí tan seguido. Apuntó con el fragmento de nogal negro a la fuente, pensando en un hechizo para encender las luces. Inmediatamente, el pilar de ésta se iluminó, como si hubiese reflectores bajo el agua. Al pequeño monumento, le siguieron las distintas hileras de lámparas que adornaban a lo ancho y largo del jardín. Tenían forma de canastos, y daban la impresión de contener miles de luciérnagas. -Me parece que es inofensivo. Por el contrario, este espécimen que tenemos aquí, sí es un poco de cuidado. Tomó asiento en el borde de la fuente, donde, si uno se inclinaba lo suficiente, podía observar un grindylow nadando cual pez en el agua. La criatura presintió la llegada del castaño, por lo que se asomó a la superficie. Con el anillo de amistad con las bestias tomando forma en su mano izquierda, Eobard percibió parte de los pensamientos de la criatura. Estaba animado por las luces nocturnas. -No podría tenerlos en la mansión de mi familia, así que los trajé aquí. -explicó, haciendo alusión al ave con apariencia de dodo. -Antes solía trabajar en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, así que supongo que se me quedó el gusto de tratar con entes mágicos. @Litsy
  15. -Descuida, de todas formas, ya necesitaba cambiar mis gafas. -dejó ir una risa a la par que extendía ambos brazos. Simplemente, no había teñido buena suerte. -Consideraré poner una advertencia para quienes decidan jugar partidas seguidas. La respuesta que tuvo a su pregunta, no le sorprendió del todo, pues eran tiempos de incertidumbre. Además, entendía a Litsy de cierta forma, pues se había visto en una situación similar. Para ser extranjero, ya se había adaptado lo suficiente como para pasar por británico, inclusive en el acento. -Hay tres puntos de interés. El jardín, a nuestras espaldas; la zona de habitaciones, en el segundo piso; y, finalmente, la sala de partidas privadas. Que...bueno, no ha sido celebrada una hasta ahora, así que más bien, es simbólica. Extendió el brazo derecho para llamar a la criatura emplumada, similar al dodo muggle, que reposaba sobre una de las lámparas en forma de araña en el techo. El diricawl emitió un graznido, posándose sobre el hombro del mago, mientras éste le acarició el pico con cautela. Llevaba poco tiempo con aquel ave, por lo que aún estaba habituándose a tratarla. -¿Sabes? Creo que la mayoría de personas que he conocido, no siempre tienen idea de su familia. Eso me incluye a mí. -esbozó una media sonrisa, encogiéndose de hombros. -Supe de los Black Lestrange, hasta la mayoría de edad, que fue cuando decidí venir a Inglaterra. Por primera vez, no dejó que los recuerdos invadieran su mente. Generalmente, hablar de su pasado le producía esas secuelas, pero parecía haber logrado controlar sus emociones. Ladeó su cabeza hacia la izquierda, con la intención de decidir qué camino tomar para el tour improvisado. -¿A dónde te gustaría ir primero, entonces? Si es el jardín, más vale tener listas las varitas, por si aparecen plagas. @@Litsy
  16. -Es una cuestión interesante, la suerte. Algunos la ven como una entidad que anda rondando por ahí, a veces adentrándose en objetos valiosos. Y yo...bueno, quizá me aprovecho un poco de eso, ahí la razón por la que decidí abrir un casino en una edificación venida a menos. Siguió la partida de Litsy con peculiar interés, pues le generaba curiosidad saber hasta qué punto lograría sin que la máquina emitiera un poco de fuego. En cuanto ella le pregunto si quería intentarlo, el castaño lo pensó dos veces, flexionando los dedos de la mano izquierda para asegurarse de que estaba en condiciones óptimas. -¡Qué reflejos! Probablemente, yo me habría quemado una ceja. -sugirió, extrayendo una ficha del bolsillo del pantalón para dar inicio al juego. -Veremos qué tal me va. Lo ignoraba, pero cada vez que se iniciaba una nueva partida, la velocidad del cronómetro se duplicaba, así como el premio a recibir. Era una alta apuesta, sobre todo porque, también la intensidad del fuego podía, o no, incrementarse. Dio un ligero suspiro, antes de concentrarse. Todo iba bien hasta el segundo par, cuando seleccionó una carta errónea, que ocasionó que el artefacto emitiera un beep. El fuego salió disparado hacia sus gafas, las cuales recibieron el impacto. Reaccionó para apagar el fuego con su varita, pero el daño ya estaba hecho. La montura estaba chamuscada, por lo que se había debilitado como para sostener las lentes en sus sitios. Se encorvó para recuperar sus fichas, las cuales, para su mala suerte se las había quedado el artilugio. -Ahora que lo pienso, no sería mala idea desempolvar estos juegos. Ver si son aptas para uso de los clientes. -rió por lo bajo, colocando las gafas sobre los botones de la camisa. -Si lo deseas, podrías contarme un poco más de ti, ya que sólo sé tu nombre. ¿Tienes familia? Quizá, si las máquinas traga monedas, o el billar a la entrada, no los mataba, podrían llegar a averiguar la clave para ganar en todas esas actividades. El tiempo era algo así como su mejor aliado y, considerando la caótica situación que se vivía en Inglaterra, lo mejor era resguardarse. @@Litsy
  17. La ventaja de ser el dueño del lugar, es que prácticamente podía aparecerse dónde a él se le antojara. De vez en cuando, le gustaba adoptar una posición vigilante, en la cima de las estanterías que ofrecían bebidas a los jugadores, para poder observar a los clientes que iban y venían por el casino. Aquella tarde, había sido una excepción. Y en su lugar, el diricawl fungía de vigía en la sala de juegos, pudiendo avisarle al propietario de la llegada de alguna persona. Se materializó al pie de la escalera que daba al jardín trasero, con la mano izquierda en el pantalón de corte recto que, en conjunto con su camisa, le daba la apariencia de ser uno de los supervisores de las partidas. Casi a mitad de la estancia, se encontraba Litsy, la chica que había conocido en el Caldero Envenenado, quien a juzgar por lo que hacía, esperaba que le fueran suministradas un par de fichas. -Creo que Jack se tomó el día libre, de lo contrario, ya tendrías tus fichas. Valiéndose de las caracteristicas mágicas de las botas de siete leguas, se deslizó con gracia hasta quedar detrás del mostrador. Rebuscó en el bolsillo de la camisa, adornada con ases, corazones y picas que se deslizaban por toda su vestimenta de manera ocasional. A juzgar por el murmullo en el hall de entrada, parecía que Vincent Sobel, su vigilante personal, atendía, o intentaba hacerlo, a otros visitantes. -La casa invita. -extendió la mano izquierda para entregar las veinte fichas, moradas y con los bordes dorados, a Litsy. Con la diestra, se acomodó la montura de las gafas sobre la nariz. -Para ser honesto, la máquina no ha tenido uso en muchos meses, es bueno ver que alguien se interesa por ella. Abandonó el mostrador para situarse en el banco al lado del juego de naipes, parecía intrigado por cómo resultaría la partida de su visitante. -Según recuerdo, debes de insertar la ficha, y ser bastante rápida. Por cada par acertado en un minuto, ganas cuatro fichas de premio, que después puedes volver a canjear. Pero cuidado, que si te equivocas, la máquina emitiría un pequeño disparo de fuego. Echó una mirada a la máquina que yacía a su costado derecho, una variante mágica de la ruleta. Una réplica de snitch dorada cruzaba la estructura achatada, hasta que era detenida por un encantamiento petrificante al azar. @Litsy
  18. Hey-oh. Vengo a hacer unas pequeñas modificaciones a la ficha, en un afán por corregir la línea temporal que Barry se encargó de destruir. Desde ya, muchísimas gracias a quien realice los cambios. Primeramente, si el título del topic puede cambiar a Ficha de Eobard A. Black Lestrange, por favor. Y ahora, vienen las modificaciones *redoble de tambores* Algunas, más directas que otras. Dice así: Debería ser: Rango Social: Dragones de Bronce Dice así: Debe ser: Aspecto físico Tiene una estatura de 1.80 m, que en ocasiones es contraproducente para su agilidad. Su figura es más bien atlética, de extremidades tonificadas gracias a la práctica de la natación durante su tiempo de ocio. Puede notarse una ligera tendencia esquelética en su pecho, pues sus clavículas se marcan de manera perfecta en su piel, la cual es de una tonalidad casi nívea. Le gusta utilizar el cabello, castaño oscuro con algunas canas y quebradizo, hasta la mitad del cuello; en ocasiones, lo recoge en una sola coleta. Sus ojos, rodeados por unas ojeras ligeramente marcadas, son de un color grisáceo, como el mercurio, confiriéndole una sensación de falta de vida. Posee una tenue cicatriz en la mejilla derecha, que se extiende hasta la mandíbula. Su rostro llega a estar cubierto por una poblada barba cana, la cual decide eliminar cada cierto tiempo, siendo sus avistamientos poco comunes. Tiene tres tatuajes en total. La Marca Tenebrosa en su antebrazo izquierdo, oculta a personas ajenas al bando mediante un encantamiento, a menos que él desee que sea visto. Una Rosa de los Vientos, con sus puntos cardinales, en el omoplato derecho. Finalmente, en el pecho, situado a la altura del corazón, el símbolo de la Solntsevskaya Bratva. Cualidades psicológicas Hace gala de un temperamento flexible a la situación en la que se encuentra, con una aparente paciencia infinita como fachada. Es burlón por naturaleza, y disfruta con creces el ironizar cuánto le es posible. Disfruta de ser la manzana de la discordia, y jamás se pierde una oportunidad para crear un altercado, recompensándose a sí mismo con un asiento en primera fila para observar el desastre. Se trata de una persona codiciosa, ególatra, interesada, y con poco respeto hacia quiénes le rodean, con la clara excepción de su familia y su círculo más cercano. Dice así: Debe ser: Conociendo a Eleanor Wells A lo largo de los años en Ilvermorny, fue haciéndose tanto de amigos, como de algunos enemigos. La mayoría se olvidaría de él con el pasar del tiempo. No obstante, hubo una persona con quien se relacionó en particular. Eleanor Wells*, única heredera familiar, y orgullosa alumna de la casa Thunderbird. Ella y el castaño se habían conocido durante su tercer año, cuando tuvieron la oportunidad de cursar Transfomaciones para el ciclo 2003-2004. A la muchacha se le facilitaba la disciplina, mientras que Eobard siempre terminaba por transfigurar el objeto en cuestión en distintas cosas, excepto lo solicitado. Tales diferencias fueron la principal razón que los llevaron a relacionarse, iniciando como una pareja de estudio. No fue hasta el quinto curso, durante las vacaciones de invierno, que el Thawne se atrevió a confesarle los sentimientos que había desarrollado por ella. Para tal fin, habían acordado verse en la ciudad muggle de Köln, en Alemania. Aldrich fue el último en llegar, maldiciendo por lo bajo mientras se acercaba al lugar de reunión con su interés sentimental: El punto medio del puente Hohenzollern. Eran las siete de la tarde, pero aún se podía observar a uno que otro muggle en el paso peatonal. Llegas tarde. saludó la chica con una sonrisa, despegándose del barandal para recibir al recién llegado. Llevaba el cabello castaño rojizo en una coleta, la cual reposaba sobre su hombro derecho. Lucía, además, un vestido de noche azul marino, a juego con sus ojos. Remataba, con unos tacones, que daban la apariencia de estar hechos de hielo, puesto que a la vista parecían de un material cristalino. Sabes que el tiempo y yo nunca hemos sido los mejores amigos. Eobard intentó relajar el ambiente, dejando escapar uno de sus comentarios más habituales en Ilvermorny. Vestía un traje gris Oxford, bajo el cual portaba una camisa azul cielo, y unos mocasines azabaches. Nora se tapó la boca con una mano, dejando escapar una risa nerviosa. Thawne, cuyos nervios lo traicionaban, decidió ser el primer en romper el hielo. Del bolsillo lateral del saco, sustrajó lo que parecían ser espigas de trigo. Te traje un obsequio. comentó, deslizando los dedos de su mano izquierda sobre las espigas. De a poco, comenzaron a ensancharse, como si algo estuviese creciendo en su núcleo. Adquirieron una tonalidad verdosa, y del tallo comenzaron a emanar pequeños botones de flor, de un tono marrón. Agh, demonios. Sabes que nunca se me dio bien la transmutación de seres vivos. Confiaba en que se convirtieran en claveles. Le entregó el fallido intento de flores a la Wells, haciendo una mueca de incomodidad en el proceso. La castaña tomó el ramo, profiriendo un suspiro como de ternura al hacerlo. Entonces, deslizó uno de sus dedos sobre la mejilla del muchacho. Él sintió un leve escalofrío, al notar que los dedos de Eleanor estaban helados. Aquel detalle siempre le había agradado de la muchacha. De hecho, me preocupa un poco. Pero, confío en que al final de este ciclo sepas, al menos, realizar transformaciones orientadas a objetos. Ambos sonrieron al pasar por el inesperado silencio. Después de año y medio siendo compañeros, y amigos, se habían acostumbrado a los enormes lapsos de estudio en la biblioteca, donde reinaba una incansable falta de sonidos. Se giraron hacia el río, apoyándose en el barandal. La vista del Rin era impresionante. Ahí fue donde Eobard aprovechó para sostener la mano de la joven. Siempre quise venir a Alemania en esta época del año. El clima... es mucho mejor que el de Norteamérica. Aunque, tampoco me molesta el calor de tu mano. el castaño agradeció que la penumbra ocultara el rubor de su nariz al escuchar a Wells. Y, acabo de recordar. Mañana es tu cumpleaños. Gracias por recordarme que envejeceré un año más. Pero, no, al punto. Te imaginarás que no te privé de la comodidad de tu hogar esta noche sólo para demostrar mis dotes en Transformaciones. continuó, contemplando la sonrisa de Nora. ¿Sabes? Siempre he creído, somos como fuego y hielo. La referencia hacia el gusto de la joven por las bajas temperaturas no pasó desapercibido. Aunque sabía que no era como tal una mención hacia ello, sino que ambos, de cierta forma, se neutralizaban. La paciencia de una, la imprudencia del otro; el pésimo sentido del humor con la seriedad en momentos cruciales. Estaban conectados, a su manera. Y, ¿cuál de los dos sería yo? inquirió, acercándose a Thawne, quien dirigió su atención a los orbes que le devolvían la mirada. Podemos averiguarlo. Expulsión de Ilvermorny Entrados en términos de una relación sentimental que parecía tener tintes de prevalecer hasta el final de los tiempos, Eobard A. Thawne y Eleanor Wells se convirtieron en la noticia al arribar, semanas más tarde, al segundo trimestre de su quinto curso, ya como pareja. La suerte parecía favorecer a ambos, sobre todo al hijo de Hivolt. Todo cambió cuando llegó el sexto año. La perspectiva de ver durante menos tiempo a Nora, y además, de no poder compartir todas las clases con ella, supuso un golpe bajo para Aldrich. Con todo, mantuvo su relación con la Wells, encontrándose con la joven durante los intermedios entre clases. Había mejorado en Transformaciones, en parte, gracias a la paciencia de su novia durante las vacaciones de verano. Al menos, lo suficiente para acreditar el curso. Ahora, su gran problema yacía en Defensa Contra las Artes Oscuras. Era habitual que tuviera discusiones acaloradas con el profesor, el señor Frage*. Mientras que el pupilo proponía darle uso a las artes oscuras, verlas sólo como un punto distinto al de la magia convencional, el otro insistía en desecharlas, tachándolo incluso de seguidor de la oscuridad. La tensión aumentó, al confrontar a una persona que no era de su total agrado. Bartholomew Allen*, un joven mestizo, cuya familia era famosa en el noreste de Estados Unidos por la producción en masa de artículos de Quidditch profesional. Debido a que compartía la opinión del profesor Frage, a menudo se encontraba en desacuerdo con el Thawne, llegando incluso al punto de batirse en duelo con él a escondidas de los profesores. Uno de estos enfrentamientos, derivó en el uso de magia oscura por parte del castaño, quien ya rondaba los diecisiete años. Al verse en un aprieto, Eobard había tenido que recurrir a este tipo de estrategia, disparando lo que parecían ser flechas elaboradas con magia oscura misma. Cuatro de ellas terminaron en la túnica del Garrick, sujetándolo a la pared, pero una quinta, se incrustó en su pierna derecha, ocasionándole un gran dolor. Tras una investigación, se determinó que dicho encantamiento estaba diseñado para causar sufrimiento al blanco, razón por la cual la molestia del rival de Aldrich no había cedido. El joven fue encontrado culpable sin lugar a dudas, recibiendo la expulsión de la institución como pena máxima. Se le había advertido que, de volver a emplear tal rama de la magia, le correspondería al MACUSA llevar su caso. Nueva Orleans y el encuentro con Henrick Ducard Tras la inminente expulsión del Ilvermorny, el castaño entró en un periodo de aprendizaje por otros medios. Estaba consciente de que, al haber sido exiliado de la más prestigiada escuela de Norteamérica, sería muy difícil que otra institución lo aceptara como estudiante para finalizar sus estudios. Pasó los últimos cuatro años, en los que habría terminado sus estudios, viajando alrededor del globo, financiado por su padre, cuya salud comenzaba a mermarse. Contrario a los deseos de la esposa de Hivolt, abandonó la agradable ciudad de Boston, para dirigirse hacia Nueva Orleans, aquella población costera en el sur que prometía un encuentro con su compañera, quien había finalizado al el colegio. Llegó con bastantes horas de antelación, hospedándose en un hotel turístico que le ofrecía vista al lago Pontchartrain. Se deleitó con las luces citadinas, llegando a tener que admitir que los muggles no tenían mal gusto en algunas cosas. Una vez llegada la noche, decidió vestir un atuendo acorde a la ocasión: Mardi Gras. Debido a que no era un experto en pasar desapercibido, su vestimenta consistió en una camisa de flores hawaianas, además de unos pantalones cortos caqui que le llegaban a media pierna. Sumado a esto, un par de tenis deportivos que emulaban la vestimenta playera de los habitantes. En serio te ves increíble. La chica había hecho un gran esfuerzo por pasar desapercibida con la ropa muggle. Enfundada en una blusa roja con diseños florales, y falda marrón, ofrecía un aspecto más natural que Eobard. Habían acordado reunirse en el bar del hotel. Ahí, compartían un whisky mucho menos fuerte que el elaborado por la comunidad mágica. Usted no se queda atrás, señorito. comentó Eleanor Wells, esbozando una sonrisa burlona que pronto fue difuminada por un corto beso. Te verías menos raro en Hawaii, desde luego. Tenía todo lo que deseaba en ese momento. Una vida relativamente normal, y un posible futuro con la chica. El momento era perfecto. Exceptuando por una persona, cuya ausencia habría causado que la suerte de Eobard tomara un rumbo distinto. De cabello crespo y castaño, fornido, vestimenta del clásico cowboy, el vampiro Henrick Ducard* disfrutaba de una bebida sanguinolenta en el mismo sitio en el que la pareja se encontraba. Vio en la joven, una oportunidad de saciar al fin su sed de sangre, pues pretendía realizar un ritual que consistía en convertir a una humana de la forma más sanguinaria posible para acabar con su agonía. Vaya, vaya...No es usual ver gente de su tipo en esta época del año. se acercó a la mesa del Thawne, haciendo que la pareja se sobresaltara. Descuiden, soy amigo. Mi nombre es Maxwell. Mentía, y el joven se dio cuenta de ello. ¿Qué diablos quería? Imaginaba un sinfín de cosas, pero su intervención sólo podía implicar problemas. Tomó la mano de su novia instintivamente, dirigiendo una mirada inquisitiva al vampiro. Definitivamente, había algo en él que no le agradaba. Era una plática privada, quizá vería más gente aquí, si no fuera tan extraño. Ahora, si nos disculpa. En parte, su salida estaba planeada. Tanto su acompañante como él, se levantaron y rápidamente abandonaron el lugar de esparcimiento. Iban tarde para la celebración de aquel día, y por ninguna razón querían perdérsela. Henrick se limitó a levantar su copa en torno a la salida, con una media sonrisa impresa en sus labios. Qué sujeto tan extraño, ¿no crees? inquirió la Wells, horas más tarde, mientras disfrutaban de un espectáculo de luces. El muelle se encontraba medio vacío, así que tenían privacidad suficiente para realizar muestras de afecto. Opino que le falta un tornillo. El chico emitió una risa con desdén, negando con la cabeza. Aquel sujeto, le había puesto los pelos de punta. Nada de lo que había visto hasta ese momento, ni sus incursiones en el uso de la magia oscura, lo habían consternado tanto como esa presencia. Miró a su acompañante, dándole un beso en la frente. ¿No es obvio? Le gustaste. Quería impresionarte. Eleanor, consciente de la molestia de su novio, apretó su mano, situándose frente a él. A espaldas de la chica, bastantes fuegos artificiales hacían que el cielo fuera de tonalidades de azul, hasta algunas más exóticas como el rojo o el amarillo. Tiró de él, hasta que ella quedó recargada en el barandal. Pero, tu eres mi pareja. Hay que intentar olvidarlo, disfrutar de estas vacaciones. Nos las merecemos. y, al ver que Eobard planeaba replicar, colocó el dedo índice izquierdo sobre los labios del joven. Te las mereces, créeme. Sé que algún día volverás a la escuela. Y, así fue. Se dedicaron a olvidarse de todo aquello que les afligía, y disfrutaron de las celebraciones nocturnas. Entrados en ambiente, se marcharon a una de las orillas del Pontchartrain, sin saber que el vampiro les había seguido de cerca, decidido a un banquete final. Habían encendido una pequeña fogata a un par de metros de las olas, cuando notaron su presencia. ¿Acampando a la luz de la luna? Ambos se levantaron, con varitas en mano. El fuego iluminó las rudas facciones del vampiro, que parecía deleitarse con la reacción de ambos. Extendió los brazos, como invitando a los dos presentes frente a él a atacarle con su mejor hechizo. A la brevedad, se encogió de hombros, decidiendo atacar a Eobard primero. * * * ¿Qué...Qué diablos? agitó los brazos, balbuceando, mientras recuperaba la visión. Oh, no... Se levantó con algo de dificultad, sujetándose el costado derecho. El golpe le seguía resonando por todo el cuerpo, como si cada que se moviera, recibiera una descarga eléctrica. La fogata estaba apagada, y el cielo estrellado comenzaba a menguar. Definitivamente, aquel movimiento había sido preciso y letal. Muy listo, pero veremos quién ríe al último. Siguiendo las instrucciones en el pequeño pedazo de papel que había entre la arena, llegó al centro de operaciones del vampiro: un club nocturno llamado El Caballero Negro. Era una trampa, eso no iba a negarlo. Pero, en ese momento, sólo le importaba poner a salvo a su novia. Había una dupla masculina custodiando la entrada, pero lo dejaron pasar apenas detectaron su presencia. Intermitentes luces neón lo deslumbraron apenas las puertas se cerraron. Había bailarines por todas partes, y a juzgar por los pasos, se trataba de no-maj. Ahí, en el centro, donde parecía provenir toda la música, estaba aquel sujeto que le estaba causando dolores de cabeza a un nivel cósmico. ¿Por qué no, simplemente, se habían marchado a su habitación tras el encuentro con el vampiro? Esto es una sorpresa, debo admitirlo, pero una buena. Ducard se levantó del asiento que ocupaba, acomodándose el abrigo de piel marrón. A su lado, aparentemente dormida, estaba la prometida del Thawne, sobre un sillón de piel. Quise hacerlo por las buenas, créeme. Pudieron haber cooperado. Claro, cooperar con un desconocido que presenta un particular interés por mi chica, ¿cómo no se me había ocurrido? Molesto, Aldrich se cruzó de brazos, esperando una buena explicación para todo eso. Algunos de los clientes los miraban extraño, debido a que habían alcanzado tonos de voz perfectamente audibles. El vampiro rió, metiendo una mano en su bolsillo mientras se aproximaba al visitante. Dio un silbido, como convocando a alguien. Podemos hablar esto. Nadie tiene que salir herido. Colocó una mano sobre el hombro del joven, como haciéndole saber que no se detendría para responder a su ataque, si decidía iniciar las hostilidades. Uno de los empleados se acercó, cargando a la durmiente para llevarla al espacio personal del vampiro. Consciente de que Nora estaba bajo alguna especie de hechizo, o poción, no tenía muchas opciones, más que acompañarle. Muy bien, habla. Y más vale que tengas una buena razón para molestarnos. Eobard se volvió, dando la espalda al hall, aún atestado para ser casi las seis de la mañana. La oficina tenía un gran ventanal, desde el cual se podía ver prácticamente cada rincón de negocio. El vampiro, quien se encontraba sentado, con los pies sobre el escritorio, profirió una ligera risa. Buen hombre de negocios, tenía que encontrar una forma de llegar a un acuerdo que le beneficiara ampliamente. Le echó un vistazo a Nora, que levitaba, aún bajo los efectos de cualquiera que fuera lo que la mantenía dormida. Bien, comenzaremos por presentarnos, porque sí, soy hombre de palabra. Mi nombre es Henrick Ducard, y soy lo que llamarías un vampiro. Aquello tomó por sorpresa al joven norteamericano, quien esperaba que la confrontación comenzara en ese preciso instante. Desorientado, decidió ganar algo de tiempo; si iban a presentarse, al menos procuraría obtener toda la información para poder rastrear a Ducard apenas salieran de ahí. Ah, eres uno de ellos, ¿eh? Bueno, mi nombre es Eobard Thawne. asintió a manera de saludo. Un simple turista que ha venido a pasar las vacaciones con su novia. Directo a los negocios, ¡eso me agrada! Mira, lo pondré sencillo: Escuché de un ritual que permitirá mantener una dieta poco sanguinaria, pero requiere de una humana sana y joven, la cual convenientemente se encuentra aquí. Se deleitó con la expresión de asco del Thawne, quien había metido la mano en los pantalones cortos para buscar su varita. En un abrir y cerrar de ojos, ya se encontraba al lado del castaño, observando la pista de baile desde su mirador personal. Eobard decidió dar un par de pasos hacia atrás. Ella no se lo merece. De todas las personas que pudiste haber elegido... Henrick negó con la cabeza, torciendo sus labios hasta formar una tétrica sonrisa. Aquella situación era tan fácil para él; la dieta animal ya no lo satisfacía ni un poco, pero su consumo humano se basaba en la belleza de la persona en cuestión. Extendió ambos brazos, como intentando procesar algo muy complejo. Tienes razón, pude haber elegido a alguien más. Sucede que, me parece una chica muy atractiva. Fue la gota que colmó su vaso de paciencia. Si había algo que difícilmente toleraba, eran esas miradas sugestivas. Enarbolaba su varita, por lo que fue fácil concentrar ese creciente desagrado por la persona que tenía frente a él. Un rayo de tonalidad oscura fue emitido de la punta de su objeto mágico, impactando directamente en el pecho del vampiro. Recibió una especie de descarga de adrenalina, en la cual alcanzó a ver como su acción, que sin duda había sido obra de magia oscura, causó que Ducard quebrara el cristal, precipitándose hacia su asiento personal. Estaba decidido a acabar con aquello en ese momento, por lo que no dudó en saltar desde ese segundo piso, para poder confrontarlo. Eres un tonto, Eobard Thawne. Pero, algún día, cobraré la deuda que acabas de contraer conmigo. Apenas pudiendo levantarse, debido a la caída, el mago encaró a Henrick, quien apenas y lucía un débil hilo de sangre deslizándose de su labio. Los gritos y el desplazamiento de masas no se hicieron esperar, generando un total descontrol en todo el lugar. Apuntó su varita nuevamente al vampiro, esperando poder atacarlo con la misma magia. La molesta iluminación le impidió reaccionar al golpe en su mandíbula que le había propinado el dueño. Como dije, soy un hombre de negocios. se inclinó para palparle la mejilla a su contrincante, quien se había desplomado debido al dolor. Se escucharon varios crac en simultáneo a las afueras del club nocturno. Por las ventanas, ya entraban los primeros rayos de sol. Era la señal de que el vampiro debía huir. Dedicó una mirada triste al hueco que había dejado en su mirador antes de retirarse por la puerta trasera. Su aparente ritual tendría que esperar. Por otra parte, Eobard intentó arrastrarse hacia los restos del asiento del sobrenatural, esperando poder desfallecerse ahí, pareciendo ridícula la idea de ser encontrado en una posición extraña. Las puertas se abrieron de par en par, y se escucharon pasos rápidos, que cada vez iban resonando con mayor intensidad en sus oídos. No alcanzó a distinguir mucho de aquellas figuras, pero sí captó una sola palabra, que sin duda significaba peligro. MACUSA. Dice así: Debe ser: Otros datos La descripción de su varita es: Nogal negro, núcleo de pelo de unicornio. Treinta y ocho centímetros, inflexible. Encuentra las actividades deportivas muggle un tanto exageradas, pero ha desarrollado un gusto por la natación. Es un ávido fan del quidditch británico, teniendo como equipo predilecto al Puddlemere United. En el ámbito no mágico, sus equipos de soccer favoritos son el Real Madrid y el Tottenham Hotspur. La práctica de la Aparición Conjunta le genera náuseas. Usualmente lleva un anillo, en forma de rayo, en el dedo índice de la mano izquierda. Es ambidiestro, aunque gusta de usar la mano derecha como dominante. Cronología de cargos: Ministerio de Magia 07/09/2017 - 07/01/2018: Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, Empleado. 07/01/2018 - 07/03/2018: Departamento de Cooperación Mágica Internacional, Empleado. 07/03/2018 - 07/04/2018: Magic Mall, Empleado. 07/03/2018 - Actualidad : Gringotts, Duende. Marca Tenebrosa 28/07/2017 - 28/09/2017: Aspirante 28/09/2017 - 06/05/2018: Base 06/05/2018 - Actualidad: Tempestad Hogwarts 26/07/2018 - 25/10/2018: Tutor 25/10/2018 - Actualidad: Profesor de Magia Avanzada Premios y Reconocimientos Caballero de Walpurgis Destacado, Agosto 2017: Caballero de Walpurgis Rolero, Agosto 2017: Revelación Mortífaga, Premios Seamus 2017: Promesa de la Marca, Premios Seamus 2017: Posteador Compulsivo, Premios Seamus 2017: El más activo en el Rol Ministerial, Premios Seamus 2017: El Ninja, Crazy Awards 2018:
  19. Ay, no puedo con lo de #LaMadreSuperiora JAJAJAJA Bueno, también vengo a pasarme por aquí. Obviamente sí quiero seguir en la familia, su estilo Neutrón es muy genial. (?) Y me quedaría como estoy, con mi personaje siendo el hijo que Mía dejó en tierras extranjeras Pero luego está #LaDeuda Sobre los hijos del mismo, bueno, a esperar que se pasen o.o Habrá tabla si no lo hacen, desde luego. Digo, Eobard es más del tipo liberal, nunca se preocupó mucho por alguno de sus hijos xDD Y bueno, eso, me quedo porque genuinamente me siento a gusto en la familia /o Saludos arácnidos (?)
  20. Me he visto peor. Pero, considerando que la última vez, me encontraba en una especie de coma etílico, no podría estar mejor. Cerró los ojos por unos instantes, saboreando la frescura de la bebida. Estaba habituado a la situación de la castaña, intentando sobrevivir a como diera lugar; su modus vivendi, casi era similar. Ambos compartían ese instinto de supervivencia, así como las cicatrices de guerras pasadas. ¿Un pasado en común? Nueva Orleans parecía ser el punto de convergencia. Ese no es el punto, luzco peor que un vago. agitó la mano, intentando disipar los posibles pensamientos de Juliette respecto a su vestimenta. Sabes que me he mantenido lejos de los ojos curiosos. Me gusta la privacidad que me ofrece este lugar. Valiéndose de la mano libre, trazó una trayectoria a lo largo del recinto, como si se lo mostrara a un ansioso comprador de bienes raíces. Asintió ligeramente ante el cumplido por parte de su compañera de bando, considerando que casi nadie visitaba el lugar, un comentario positivo siempre era bien recibido. Decidió aceptar el cambio de roles de momento, ya que el alcohol había mermado considerablemente su capacidad de reacción. Se aferró al brazo de Juliette, esperando así no sucumbir ante el mareo y la desorientación. Ya que estamos aquí, comenzaremos el tour en el centro principal de atracciones: ¡Las mesas de apuestas! Se acercó a una de las muchas estructuras que reinaban allí, con sus fichas de juego intactas. Tomó dos de ellas, una roja y una azabache, para comenzar a deslizarlas entre sus dedos, cual apostador receloso de su fortuna. En eso, la secretaría, que estaba a medio camino de los dos presentes, lanzó un par de prendas de vestir al aire. Black Lestrange, valiéndose de la capacidad mágica de las botas de siete leguas que llevaba puestas, se apresuró a atrapar los proyectiles. Desapareció en un torbellino multicolor, antes de reaparecer con una vestimenta más acorde a lo que solía lucir el norteamericano en mejores días. En la mano izquierda, ahora sostenía un brebaje efervescente. Un hechizo simple. concedió, apuntando hacia la baraja de cartas. No eran naipes explosivos, pero sí estaban imbuidos con magia. Mientras más apuestes, más posibilidades tienes de ganar. Desde luego, no es cien por ciento seguro. Y eso es lo bonito. Depositó las fichas donde las había encontrado, y se aproximó a la Macnair, con la cabeza ladeada hacia la izquierda. No hay mucho más que ver, a menos que quieras visitar el jardín. O bien, subir a la improvisada zona hotelera del segundo piso. @@Juliette Macnair
  21. Nunca se podía ser demasiado cuidadoso, inclusive en su propio negocio. El Black Lestrange, en sus inicios pensando que simplemente sería por seguridad, estaba ya casi al borde de la histeria. Su instinto le decía que había alguien observándole a lo lejos, o más cerca de lo que imaginaba, pero, con la mirada hundida en el elegante suelo afelpado, con diseños de picas y rombos, ¿cómo podría notarlo? Fue hasta que el dedo índice resintió el escozor del anillo detector de enemigos, potenciando de la sensación de ser vigilado, que el mortífago se dispuso a desenfundar la varita que generalmente ocultaba en la manga derecha de su vestimenta. Si querían el dinero, primero tendrían que quitarle una mano. O un ojo. Pero, Juliette Macnair no era enemiga del castaño. O puedes pedir un servicio de spa mientras intentas torturarme, así sólo tendrías que hacer una sola cosa a la vez. confesó el dueño, riendo entre dientes, mientras las puntas abiertas de su cabello amenazaban con cubrirle el rostro ante tal movimiento. La comodidad, y el dinero, de mis clientes es lo más importante. Miró alternadamente a su vieja conocida, y a la copa con la bebida helada que el tendero le había traído. Humeaba ligeramente, dando a entender que la habían extraído recientemente del congelador. A manera de confirmar que la Macnair no era un producto de su retorcida imaginación, le dio un buen trago al cóctel de frutas rojas, dejando que el sabor a bosque inundara su paladar. Ha pasado tiempo. ¿Cómo te encuentras? Asumo que lo suficientemente bien como para haberme atrapado con la guardia baja...Y en semejante desfiguro. Bufó con suavidad, propinando una ligera patada hacia el frente, haciendo alusión a la túnica salpicada de estrellas que parecía más bien una pijama improvisada. A lo lejos, sobre el marco de la entrada a la zona de apuestas, Isabella pareció captar un mensaje, y regresó de vuelta al mostrador, buscando algún objeto casi con desesperación. ¿Era la bebida, o la joven norteamericana tenía cierto deje rojizo en sus orbes? Aquello confundía un poco al castaño, pero no lo mencionaría hasta obtener sus respuestas iniciales. @@Juliette Macnair
  22. ¿De qué diantres sirve haberme deshecho del anterior dueño del Casino, si sus ingresos no han sido los mejores? Ahí, en la soledad de los pasillos del segundo piso, la voz del castaño habría resonado en todo el edificio. De no ser porque en ese momento, el anillo en forma de rayo que reposaba en su dedo índice derecho, tenía trazado un borde biselado en oro, que evitaba que cualquier persona ajena a él captara sus quejas. Era mejor así, pues si un cliente decidía arribar, sin duda los gritos lo asustarían. Espero haya algo bueno en el menú, pensó, descendiendo por la escalinata hacia el elegante vestíbulo. Como en días pasados, las mesas de poker habían adquirido una fina capa de polvo, debido a que la mayoría de los usuarios tendía a perder épicamente antes de la segunda mano, haciendo los juegos un tanto más ágiles. Jack White se encontraba acomodando un par de naipes, en uno de los espacios próximos a la puerta que llevaba al jardín trasero. Sólo dame la peor bebida que tengamos, y no me dejes tomar otra cosa. recargó la espalda contra la barra de roble del extremo izquierdo. El barman dejó de limpiar las copas para atender al Black Lestrange. Y reza, porque nadie conocido me vea en estas fachas. Hizo una mueca, pasándose la mano por el desordenado cabello, que ya le alcanzaba los lóbulos de las orejas. Se había afeitado, pero el vello facial, decidido a recuperar su espesor, le confería un aspecto desaliñado. Aunado al hecho de que, la túnica que llevaba puesta, daba la impresión de que el poco agraciado dueño del centro de entretenimiento llevaba días sin salir al exterior. @@Juliette Macnair
  23. Y cuando haya terminado, la mitad de ustedes aún vivirá. Fueron las últimas palabras que emitió el Black Lestrange al intentar atrapar algunos de los pececillos que moraban la fuente de los deseos. No tenía idea de cómo habían llegado ahí, seguramente alguien más los había traído mientras él se encargaba de asuntos en Gringotts, o simplemente su sanidad mental se encontraba en un punto del no regreso, en el que imaginaba cosas. No le importó la lluvia en lo más mínimo, porque no la escuchaba; los hechizos impuestos por el Departamento de Transportes y Deportes Mágicos resultaron ser eficaces. Apenas escuchó el sonido metálico rozando su oreja, llevó los dedos hacia la varita, que reposaba sobre el borde de mármol. ¿De quién se trataría? Susan. Tengo la mala costumbre de creer en viejas historias de fantasmas. Allá adentro, sólo hay azar y una deuda, si es que juegan mal sus cartas. terció el Black Lestrange, saludando con una inclinación de cabeza a su sobrina. No veía a la griega desde hacía ¿meses? Deseo concedido. Pero, ¿qué te trae a un vil y traicionero lugar como el Casino Royale, Susan? Digo, también me alegra verte. Esbozó una sonrisa burlona al tiempo que balanceaba la testa hacia los lados, como intentando comprobar el funcionamiento de su cuello. Sabiendo que no había peligro, guardó el fragmento de nogal negro entre los pliegues de la túnica azul espacial que llevaba. Era todo un caso verle, pues cada movimiento que el castaño ejercía, la vestimenta lanzaba un par de chispas en varias tonalidades de verde. Parecía como si hubiesen retrocedido en el tiempo, y ambos aún estuvieran manteniendo una charla normal, inconscientes de su relación familiar. Era gracioso, pensar en todo lo que había ocurrido hasta ese momento. Un brindis, por los viejos tiempos. Consideraré seriamente un curso de Metamorfomagia; no tengo la menor idea de cómo terminé con canas. Quizá, el estrés o la mala vida que llevo. Dio una cabezada, a manera de indicarle a Jack White, su asistente en dicho lugar, que se aproximara con la bandeja que contenía las dos copas de vidrio y el vino que su invitada le había solicitado. A la par, una estela de luz cruzó el amplio patio de descanso; una dotación entera de fuegos artificiales, que indicaban que alguien había obtenido un full house en su última partida. @@Susan V. Goldstein
  24. ¡Mira lo que hiciste, Barry! Contuvo un estornudo, debido al polvo, y en lugar de molestarse a cubrirse con el antebrazo, sacudió la cabeza para quitarse un poco de esa suciedad encima. Para colmo, llevaba puesta su playera polo de manga larga favorita; de una tonalidad azulada, con el emblema de un rayo cruzando su pecho de extremo a extremo. Aquello se estaba saliendo de control. Me intentaste matar, porque creíste que cortejaba a tu hija. encogió los hombros, intentando examinar el rostro de su hermana a través de los anteojos mágicos. No me eras familiar, hasta el año pasado. Sobre el tiempo, treinta años me parece demasiado...En ese entonces, no había nacido siquiera, o bien, apenas era un niño pequeño. Una borrosa imagen de un joven Eobard Thawne se formuló durante unos momentos en su mente, sólo para ser interrumpida por otro crujido. ¿Es que acaso su hermana se había vuelto loca? Algo le decía que debía detenerla, porque de lo contrario, la matriarca iría, no sólo por el responsable, sino por aquellos que, teniendo el poder de evitarlo, se lo habían permitido. Pero, no contó con la llegada de Matthew, el joven que Candela y él acostumbraban usar como conejillo de Indias. Matthew, ¿tú, aquí? Okay, esto se pone más raro a cada segundo. Desde la puerta que daba al sótano, el Triviani y el Black Lestrange tenían una separación de unos quince grados, vistos desde el punto donde se situaba Jessie. La primera pregunta le cayó como balde de agua fría, haciendo que mira alternadamente a ambas personas. ¿Matthew era un Black Lestrange? Lo otro, no hizo más que torcer aún más el asunto. Más bien, el hijo de su hermana se parecía a él. (?) Cabello castaño, piel clara, son los genes más comunes. terció, aferrándose a su varita, mientras la mujer se acercaba a él con una furia que se sentía en el aire. Las posibilidades de que sea un hijo nuestro, son tan remotas, como la de que pueda ser un candidato a Ministro de Magia. Y, sin previo aviso, le colocó la varita sobre el cuello, picándole como si se tratara de una navaja. Aquello no le gustó para nada, por lo que bastó con lanzar una descarga de magia oscura a su alrededor, para quitarse a su hermana de encima; no la había detenido, pues era más una variante del encantamiento Expulso. La gota que colmó el frágil vaso de la estructura. Tuvo unos, treinta o cuarenta segundos, para movilizarse. Como su calzado en ese momento, eran las botas de siete leguas, regresó por el joven Triviani, para llevarlo del cuello, y después sujetó a la pelirroja de uno de sus brazos. Alcanzaron a cruzar el umbral antes de que la estancia se viniera abajo. Derraparon en los jardines, apenas medio metro de distancia con el cementerio de la familia. Black Lestrange se levantó, escupiendo un poco de césped, y aún manteniendo las gafas mágicas. Estaba ligeramente molesto por las agresiones a su atuendo, pero ahora tenían un problema mayor en sus manos. Podríamos comenzar a aclarar los lazos familiares, encontrando la forma de reparar eso antes de que alguien lo note. dicho esto, el área que correspondía al comedor en la planta baja, comenzó a ser sepultada bajo el primer piso. Uh-uh, Mía nos va a matar. @@Jessie Black Lestrange @@Matthew B. Triviani
  25. Cualquiera que hubiese entrado a su espacio personal, habría pensado que estaba realizando algún ritual extraño; las cortinas corridas, y una sola vela encendida, de las cuatro pertenecientes a la lámpara de araña. Nada de eso. Había tomado un caldero, prestado, de la cocina, y se encontraba empeñado a probar los efectos del Aliento de Pimienta, adicionándole otros ingredientes. Utilizando los anteojos alfa a manera de protección, y sosteniendo las pinzas con la diestra, intentaba depositar el contenido de los frascos con sustancias picantes, en un afán por aumentar la capacidad del brebaje. Y lo habría logrado, si el estruendo, seguido de un inesperado crujido del suelo bajo sus pies, jamás hubiera tenido lugar. Normalmente, ignoraba los sonidos externos a la mansión, y su propia habitación tenía un hechizo que impedía a alguien, que no fuera él, ingresar a dicha sección de la casa. -¿Pero qué demonios está pasando aquí? -por fin abrió la puerta, y asomó la cabeza a ver si divisaba algo a lo largo del pasillo. La poción le había salpicado en la cara, por lo que adoptó una tonalidad rojiza. -Tiene que ser una broma... Un boquete, de unos dos metros de ancho, se extendía por el piso. Se alcanzaba a observar un fragmento de la Sala de Duelo en el segundo piso, e incluso podía jurar que veía parte de la chimenea en la planta baja. Un segundo temblor sacudió la casona, obligando al castaño a tomar la iniciativa. Era una caída larga. Pero logró amortiguarla gracias al amuleto volador. Los muebles y prácticamente cualquier aditamento decorativo brillaba por su ausencia. Con varita en mano, listo para desviar cualquier escombro, se abrió paso al vestíbulo. La puerta estaba entreabierta, y ahí, podía observar una figura conocida. Cosa curiosa, se encontraba al pie de uno de los pilares que mantenían el lugar de pie. -¿Jessie? -inquirió, dirigiéndose hacia una de sus hermanas. Algo le decía que ella estaba detrás de todo esto. -¿Puedo saber por qué pareces inexplicablemente tranquila mientras la casa se viene abajo? Y antes de que cualquiera pudiera emitir palabra, una nube de polvo le atacó, acentuando el aspecto de científico loco, con todo y anteojos. @@Jessie Black Lestrange

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