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Hecate Engosvezhof

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Todo lo publicado por Hecate Engosvezhof

  1. - hijo de verdad, menuda sensibilidad la tuya - le medio regañé con una sonrisa a la pregunta que le había dicho de mi tía, la vampira. Pero igualmente, no podía evitar preocuparme por ella. Todavía no estaba del todo bien y me hubiese gustado que, en otras circunstancias ir a cazar para proveerle de sangre. Pero es que así, era imposible hacer nada. Aún tenía reservas por ahí guardadas y nos ayudarían en caso de necesidad urgente. No podía evitar estar intranquila por ella, aún estaba débil y no estaba muy allá para una batalla pero, sabía que, en cuánto estuviese recuperada, daría lo mejor de sí. Me ayudó a levantarme y le di un beso en la mejilla, al mismo tiempo vi que conjuraba una pared de piedra. Levanté una ceja, mirándolo... - Un encantamiento muy bueno... sé que no es magia oscura... pero casi se le parece - susurré, mientras que, los hechizos impactaban en la pared que, estoicamente, aguantaba bien los envites. Algo que agradecía, la verdad. - está bien, está bien - le dije con una tierna sonrisa- pero vámonos, ¡ya! - le urgí yo nuevamente. Temía que se acercaran a las puertas, más que entrar, destrozarlas... Pero ya tenía una ligera idea de qué usar para poder escapar de la mansión. - Hijos de... buenos reflejos mi amor - le dije sonriente otra vez, al ver cómo se evaporaban las medias lunas - me atacan como lo habría hecho yo -refunfuñé, cabreada- seguramente Lázarus les indicaría como procedería yo. Me conoce mucho más de lo que esperaba. - sí, sí, tranquilo - comenté y cuando ya estábamos en el rellano de la escalera, se escuchó un estruendo, la puerta principal de la mansión salió destrozada hacia adentro varios de los de Lázarus estaban apuntando con las varitas en alto. Vi que pronunciaban algo. No lo pensé más... - ¡Agárrate a mí! - tiré de la mano mientras pronunciaba con fiereza - ¡¡Ventus!! - había invocado con un movimiento en forma de látigo con mi varita de álamo y al instante se creó un tornado de un metro de alto con fiereza, y blandiendo mi arma mágica le indique que se dirigiera hacia al exterior, los hechizos eran absorbidos y las esquirlas de la madera y los desperfectos iban directos a ellos, los atacantes sorprendidos, fueron expulsados varios metros afuera de los terrenos. Ni siquiera ese tornado tenía tanta fuerza como para hacerlos retroceder hasta la calle principal de Ottery, pero al menos así, los retrasaría mucho más. Agarré a mi marido @@Matt Blackner y tiré de él en dirección a los jardines, ahí tendríamos mucho más para defendernos. No lo pensé mucho tampoco, en ésta ocasión. - ¡¡absorvere!!- apunté directamente hacia a uno de los que se había recuperado rápidamente y se escuchó un lastimero crujir de un tobillo. Tenía el efecto que, de no curarse pronto la afección podría transformarse en cangrena y perder un miembro y dudaba mucho que, de esa gentuza no deseara perder extremidades. Obviamente, era magia oscura, claro que sí y de la que disfrutaba mucho en usar. Seguro que Matt me miraría feo, pero en esos instantes, me importaba un bledo. Sólo estabsa protegiendo mi casa. Aunque tenía la sensación de que, Lázarus rondaba cerca, lo último que necesitaba, era encontrarme con él.
  2. Después de deshacernos de esos tres tipos que habían vigilado el armario en dónde Matt me había refugiado empezamos a caminar despacio. Estaba nerviosa, no podía evitarlo prefería estar en cama durmiendo pero, la familia era lo primero. Al mismo tiempo, tenía miedo. ¿Ya habían llegado los demás? Rogaba en mi interior que sí, nosotros dos éramos pocos a pesar de que, los elfos estaban tirándole cosas a los que estaban llegando. No sabía cuánto fluído explosivo había conseguido comprar durante todo éste tiempo, pero no pude evitar sonreír mientras volvía a mi aspecto de siempre, gracias al anillo de la habilidad. Enseguida recordé algo y llamé a Galadriel. En cuánto se apareció vi que tenía varias heridas en la cara y estaba llena de tierra. ¿Dónde se había metido esa elfina? Al parecer quizá por culpa de los bombazos de las pociones explosivas, le había salpicado la tierra. Me agaché y empecé a decirle. - Lamento tener que dejes tu puesto, pero ve a mi baúl -urgí deprisa - encontrarás varios paquetes de dinamita, no preguntes -le dije a mi marido. Seguro que no tenía ni idea de que teníamos semejante material - estaba protegido con encantamientos -le expliqué con rapidez - encender la mecha y lanzárselos a esos c******* - le dije yo, rechinando los dientes. Galadriel asintió con una sonrisa maquiavélica ¿seguro? eso me pareció ver en cuanto chascó sus dedos y desapareció. Levanté nuevamente la vista y tras mirar al terreno, pude divisar a alguien muy conocido para mí. Su cabellera negra y su piel nívea eran inconfundibles para mí. ¿Cómo había llegado tan deprisa? Eso querría decir que, tal vez Sagitas, Xell, Adrián y el tío Jack ya estaban en casa. No pude evitarlo. - ¡¡Lázarus está aquí!! Ese perro sarnoso se ha atrevido a venir - grité despavorida - Pero tuve que agacharme y tirar a Matt al suelo. Tuve buenos reflejos en esos instantes porque, un hechizo de color verde que conocía bien, había roto los cristales del pasillo en el que estábamos - ¿estás bien, estás bien? -repetí yo. Pero se había aparecido Harpo momentos antes y siguió las indicaciones del pelirrojo. Justo cuando se desapareció empezaron la andanada de conjuros. Me puse en el medio de la pared que dividía las dos ventanas y suspiré. - ¡Bombarda! - lancé el conjuro y no sabía si le había dado a uno de ellos, no quería arriesgarme a mirar por si me daban, pero al mismo tiempo a pesar de caerme encima de Matt, no pude evitar acariciarme la tripa. - Cariño, habrá que irse, tengo que hacerle las curas a Hayame, pero no podemos dejar la mansión sin saber si están los demás - le dije con apremio en mi voz.
  3. Quizá la palabra que sentía en esos momenos al aterrizar delante de la puerta del parque, era sencillamente, miedo. Sí, estaba acojonada. Estaba acostumbrada a todo tipo de cosas desde que había vagado por el resto del mundo, dando tumbos hasta que llegué al pueblo de Ottery y finalmente, me había asentado en él. Habíamos tenido muchas aventuras y desventuras con diferente finalización en cada una de ellas y resultó que para bien, habíamos salido casi indemnes. Pero a decir verdad en esos instantes era un miedo irracional y eso que había estado en muchas ocasiones en el parque y de noche. ¿Porqué tendría que ser diferente esa vez? Quizá fuese por mi abuela, que, con su patronus me había llamado urgentemente. Hacía siglos que no conjuraba uno, sí, literal. No necesitaba emplear ese tipo de métodos de comunicación porque ella empleaba otros y muy eficaces, a pesar de que los guardianes de luz eran propios de cada uno y no se podían interceptar. Suspiré y el vaho salió de mi boca hasta que se desperdigó. Abrí la puerta del parque y su particular chirrido hizo que frunciese el ceño. Deberían echarle aceite a esas visagras que tan desgastadas estaban por el tiempo. Dejé suficiente espacio abierto para poder pasar yo, después de estar dentro volví a cerrarla y lo hizo con un chasquido. Agarré con fuerza mi varita de álamo. Puede que los animales del bosque no me atacaran pero a lo mejor si lo hicieran los seres inmateriales. No me extrañaría nada que rondara alguno por allá a esas horas. Con un susurro de un lumus la punta de mi varita se encendió e iluminaba ténuemente la oscura hojarasca y el camino que daba en dirección al lago. ¿Estarían por allá? No quería demorarlo más y apresuré mis pasos para intentar encontrarlos mediante los diferentes aromas que pululaban por el lugar. Agradecería que, en esos instantes tomarme un café bien caliente porque a pesar de estar en la primavera, yo tenía frío. O quizá era la propia desazón que sentía en el cuerpo, cada vez que llegaba hasta la zona del muelle. Seguí caminando hasta el lugar. Tenía miedo de lo qué encontrarme hasta que divisié el pelo plateado bañado por la luna de mi abuela, un cuerpo en el suelo y un pelo rubio que conocía bien, era de Xell. Me puse en tensión, ¿qué iba a encontrarme? Afiné mi vista y me sorprendió ver un cuerpo en el muelle de madera, un pelo característico violeta, me sorprendió y vi como mi señora abuela estaba haciendo algo en el suelo... Me acerqué rápidamente... - ¿Qué... qué ha pasado? -murmuré inquieta. No quería mirar, pero al final lo había hecho. Fijé mi vista hasta el cuerpo ¿inerte? de mi suegra y me escandalizó el tremendo tajo que tenía en el cuello - pero, ¡¿qué c*** ha pasado aquí?! - no pude evitar gritar. Mi abuela me miró con el morro girado. - ¡Niña, te voy a lavar esa boca! ¡No digas tacos! - negué con la cabeza, pero no me atrevía a ir más allá- digamos que... algo que salió mal, o bien, según se mire... - según se mire... - repetí yo- ¿magia oscura? -ella negó nuevamente con la cabeza- ¿espíritus? ¡Qué! - urgí yo, con mi voz. A pesar de todo en el lugar en el que estábamos había una paz, una paz rara que hacía que me ajustara más la capa que llevaba encima. No me gustaba nada.
  4. Galicia. Serra dos Ancares, con @@Matt Blackner Aguas Termales y después de vuelta al Parque Acuático. Al final después de mil vueltas y de reír al comentario de Matt sobre el tema de las supersticiones, fuimos hasta el interior de la cueva. Habíamos caminado cerca de un kilómetro de distancia o eso nos pareció, pero no encontramos ningún vestigio ni de que fuese habitada ni por humanos ni animales. Estaba completamente vacía y eso me desconcertó. ¿Entonces, tanto misterio para ésto? -protesté y mi voz resonó dentro de la cueva húmeda- venga, volvamos, menuda pérdida de tiempo - bufé. Guardé el arma (kasho) que había invocado y ésta vez, volvimos nuevamente al exterior por el mismo camino. A pesar de algún tropiezo por el suelo resbalizo, llegamos hasta la tienda de campaña que estaba en la entrada. Dentro de la tienda de campaña, al abrigo del frío exterior de la noche, empezamos a cenar lo que nos habían traído y preparado los elfos. El lugar estaba tan calentito y agusto, que me daría mucha pereza el despertarme por la mañana para regresar a casa. Entre el fuego y el brasero había una buena temperatura y después de comentar los pormenores del día, nos echamos. Al día siguiente, deshicimos la tienda y regresamos hasta la vieja casa de los Black. Nos dimos un buen baño y tras dejarlo todo preparado para otra ocasión y reforzar todavía más, la seguridad de la mansión. Había sido un sitio tranquilo y en dónde esperaba yo, que no fuese tanto... Por la mañana temprano, nos cambiamos de ropa, en mi caso, me puse un chandal con zapatillas de deporte y recogimos todas nuestras pertenencias. Suspiré, me hubiese gustado pasar más tiempo en aquella casa. Pero esperaba poder volver nuevamente. Al menos, para descansar del ajetreo diario de Londres. Ordené a los elfos que ordenaran y colocaran todo para una posible vuelta y les indiqué que se pasaran a la mansión Potter Black para que siguieran haciendo las tareas habituales. Yo agarré la mano de Matt y nos desaparecimos del lugar. Había disfrutado una luna de miel tranquila. Y yo lo agradecía. Nos aparecimos delante del parque acuático. - ¿Habrá alguien a éstas horas? -pregunté a Matt - yo tengo hambre, podríamos pedir un desayuno y comer tranquilos - le dije, dándole un beso en la mejilla.
  5. - eso espero - susurré yo antes de meterme en ese maldito cuarto. Pensé rápidamenten la palabra que me había dicho el pelirrojo. Al intante parecía estar fusionada dentro de una especie de pasadizo pero sabía que era cosa de ese encantamiento. Pero a pesar de ello, el elfo Harpo había "obedecido" mis órdenes. Suponía que lo hacía por ser mujer del patriarca. Puse un gesto torcido, pero esperaba que mis propios elfos le hicieran caso y más le valían que lo hicieran, sabían de las terribles consecuencias cuando me enfadaba. Nos debían un respeto. Pero aún así, estaba nerviosa. ¿Porqué Matt tardaba tanto tiempo? El lugar era oscuro como un panteón o una cripta. Quería usar mi varita y tener al menos un punto de luz, pero, ¿sería arriesgado? Había escuchado el sonido particular de un aparición en el pasillo. Después, pasos que se paraban y luego la voz de mi marido. No sabía cuántos eran, pero diferentes aromas procedían del exterior. Me daba cuenta de que debían ser tres. Mi esposo podía estar en cierto peligro, así que, a decir verdad, tampoco lo pensé mucho. Aún con la ropa que tenía por llevar el luto de mi tío Ishaya (traje pantalón chaqueta negro, con la camiseta a conjunto y botas de piel de dragón) saqué dentro del bolsillo el morral de cuero y de él un anillo de habilidad. Sonreí de lado, seguro que no se lo esperaban. "mi amor, voy a cambiar de aspecto, intenta disimular cuando me veas salir. En cuánto oigas una explosión deshazte de uno de ellos" le había dicho tras esa conexión especial que habíamos sentido desde el primer día. Me puse el anillo de la metamorfomagia en el dedo. A pesar de ver a esa asquerosa mujer una vez, había quedado tan grabada en mi cabeza que no me hacía falta ver una fotografía en movimiento, para hacer lo que quería. Sentí como mi cuerpo iba cambiando, como la poción multijugos, pero mucho mejor. No tenía el tiempo limitado y podía hasta confundirlos. ¿No dicen que una buena defensa, siempres es mejor que un ataque? Y a eso iba. No me había mirado a un espejo para saber que la transformación en una persona odiosa, había funcionado. Sentía la cabellera pesada detrás de mi espalda, cogí un mechón de pelo y comprobé que era violeta. Suspiré nuevamente, saqué la varita y además de sacar un cuchillo de tamaño considerable, escondido detrás de mi espalda, salí del armario, dando una patada tan fuerte, que seguro que los que estaban afuera no se lo esperarían. Metamorfoseada como madamme Everdeen - señores... éste ser de aquí, me ha encerrado dentro de éste maldito armario -gruñí yo intentando poner la voz de esa mujer. ¿Funcionaría? Me miraban desconcertados, asustados y asombrados. Supongo que, jamás se imaginarían que, su "dueña" estuviese secuestrada por uno de los tantos enemigos que les había dicho esa mujer que tenían. Se escuchó una explosión. Uno de ellos giró la cabeza y yo aproveché con rapidez y habilidad, romperle el cuello con ambas manos. Cayó muerto al suelo, como un saco de patatas. - Ha muerto porque me ha traicionado. Me ha vendido a mis enemigos... - Pero, si la hemos visto fuera, es imposible que haya estado aquí dentro todo el tiempo. - Mis señores, conozco muy bien los secretos de éste lugar - les dije con una voz sensual, camelándolos, luego, apunté a Matt y puse un gesto para que me obedeciera- tú, ven conmigo, vamos a ver a Sagitas... seguidme - les ordené yo con voz ronca apuntándolos con mi varita. - Id delante, el señor de la casa se queda a mi lado - obedecieron. No les quedaba otra, pero la pelea seguía allá afuera. Galadriel gritaba evalentonando a los otros elfos, mientras enviaba todo tipo de cosas. Por el rabillo del ojo había visto como, ¿lanzaba lazo del diablo? Casi lanzo una carcajada. Se había enreddado en uno de los atacantes y, sabía que, si no conseguía relajarse, lo asfixiaría presa del pánico. Varios más, con Baco, Vesta y Vulcano, lanzaban pociones y cuando daban en el suelo toda la tierra salpicaba a las personas que querían entrar a la mansión. Además de, por supuesto, usar su propia magia. Agarré el brazo de Matt. Le indiqué con la cabeza que yo iría a por el de la derecha. Sigilosamente mientras nos daban la espalda para protegernos, con el puñal en la a mi propia espalda se la introduje por la mitad del cuerpo susurrando: - por mi familia -enseguida empezó a caer sangre, primero un hilillo pero era densa por la zona en la que estaba clavado el puñal: - ¡ahora! - grité a Matt esperando que reaccionase.
  6. tanto el rol de Sagis, como el último tuyo Xell, sublimes *-* disfruté muchísimo leyéndoos! Eso sí es rol! - ¡Me cagon en todos sus muertos! ¡Justo ahora! - exclamé llena de rabia. Teníamos que movernos, a veces maldecía el estar embarazada. Quería luchar con mi marido, codo con codo, todos juntos y defendiendo la mansión para cuando viniese Sagitas. Sentía que la ira se me agolpaba en las mejillas, las notaba tan coloradas como si tuviese una fiebre repentina. Entonces, a pesar de que no era bueno para mí ni para la niña, puse a temblar por la furia que sentía. Agarré rápidamente mi varita y la apreté con tanta fuerza que temí partirla, además de que se me habían puesto los nudillos blancos a causa del esfuerzo. Recordar el nombre de mi antiguo mentor y pensar en todo lo que nos había hecho, olvidaba a veces que era un ser humano o casi, sólo quería arrancarle el corazón helado del pecho, y que sufriera horribles dolores antes de morir... Y no era tan descabellado... Los antiguos pueblos precolombinos, lo hacían como sacrificios de sangre a sus dioses, aunque para mí, era un sacrificio para saciar mi propia venganza y la de mi familia... -¿Estás seguro cariño, tendremos víveres y todo lo demás para aguantar aunque sea unos días? -comenté preocupada- habrá que moverse y rápido. Antes de que lleguen hasta aquí. Pensé en un hechizo para que la puerta no fuera forzada con magia ni ningún otro utensilio, pero quizá era una mera pérdida de tiempo. La cara de mi antiguo mentor todavía resonaba en mi cabeza. Era una especie de conexión rarísima. Había sido algún tiempo y lo había visto a él dentro del castillo, a través de sus ojos. Tenía miedo de que, si se diera cuenta de ese detalle, aprovecharse y devolver el golpe con toda la firmeza. Pero debía preocuparme más, por la seguridad de los cuatro. Sí, la niña también era muy importante. ¿Qué pasaría cuando naciera? ¿Seguirían los ataques, o podría criarla con toda la seguridad del mundo, incluída nuestra propia magia familiar? Debería invocar a los ancestros de ambas familias para que, llegado el caso, protegieran a esa pequeña por sí...No me atrevía siquiera a decirlo. Pero sin previo aviso lo sentí, era algo más fuerte que el amor hacia mi propio marido. Tenía miedo por un pequeño ser que, en esos momentos, me daba pequeñas pataditas y que, me emocionaba. No era sólo el amor hacia a un ser querido vivo, era el sentimiento de ser madre por alguien a quién todavía no había salido de mi interior. Eso me conmocionó. - No... puedo... calmarme - dije a duras penas a causa de la rabia profunda. Ahora tenía ganas de matar, de sentir la sangre correr por mis manos. Sentir nuevamente el olor a muerte, con tal de proteger a mi pequeña. Podía entender las ganas de destrucción. Yo era una confesa mortífaga (hacia mi familia) pero el deber y la lealtad estaban más allá que cualquier mal que quisiera hacerles por la causa de los sangre limpia. Era de una época en dónde la traición era visto como de lo peor que se podía hacer en la sociedad, era perder toda credibilidad y casi un grimen y lo tenía tan arraigado dentro de mí, que jamás se me hubiese ocurrido atentar contra mi propia familia. Aunque a veces, discutiésemos por esas diferencias, por supuesto. Tuve que sentarme nuevamente. A pesar de que las náuseas habían casi desaparecido en el segundo trimestre, sentí una arcada y que subía hasta mi boca. No podía sentir debilidad en esos momentos. No, tenía que ser fuerte, fuerte. A pesar de ello quizá la niña me infudiese un poder extra. Notaba fluir la magia dentro de mí que me ayudaba a no decaer. Pero no debía pensar tanto... Quizá fuese una mezcla de todo lo que me mareaba. - Vamos, rápido, tenemos que irnos. Diré a los elfos que preparen fluído explosivo. Seguro que no se esperan que los elfos ataquen o eso espero... - Rápido, rápido -dije entre susurros a mis dos familiares. ¿Sería la hora de la verdad? Entre tanta mezcla de sentimientos internos, también había otro que no podía evitar de sentir. Pánico.
  7. Tenía un sueño raro. Desde que me había convertido en semi-humana no me acostumbraba a eso de los ciclos del sueño, pero debía hacerlo. Era fundamental para que, el crecimiento del bebé fuera el correcto, eso me había dicho la sanadora. Pero aún así, no estaba habituada a ello, para nada. Había dado la última vuelta en la cama y ésta vez, mirando a Matt que, descansaba profundamente y que, parecía que no se había percatado de mis últimos movimientos en la cama. Pero en mi fuero interno sabía que algo pasaba, ¿sería por eso que no descansaba como de costumbre? Al final, harta me levanté de la cama. Arropé a Matt y le di un suave beso en la frente a mi marido que descansaba como un bendito. ¡Ojalá pudiese yo conciliar el sueño de esa manera! Y por supuesto, también la niña, cuando naciera. Pero bueno, sabía que, con ayuda de Sagitas y con el resto de la familia iba a ser mucho más fácil criar a la heredera de los Potter y de la familia Rambaldi. No podía evitarlo, me sentía orgullosa de ello. Mientras iba pensando en ello, me dirigí hasta el baño y me refresqué un poco. Me sequé la cara con una toalla que tenía cerca y por el rabillo del ojo, vi como el sol, poco a poco iba asomando. Aún eran estertores, pero seguro que era demasiado temprano para estar despierta... Aunque eso sí, en la mansión todo parecía estar tranquila y en pleno silencio, me gustaba y me dejaba intranquila a partes iguales. Salí a la terraza de nuestro cuarto y la luna llena aún brillaba con gran intensidad. Después de las vacaciones de Pascua aún se asomaba grandiosa en el firmamento. Añoraba las noches en que me pasaba buscando planetas, estrellas y todo tipo de objetos celestes. Pero claro, las prioridades cambiaban. Desde lejos me pareció ver una especie de estrella fugad o un meteoroide pequeñito, pero a medida que iban pasando los segundos, achiné más los ojos. ¿Iba a caer en el suelo? Esperaba que no, pero aún así no debía de ser lo suficientemente grande cómo para hacer grandes estragos. Al momento siguiente, esa pequeña bola de luz, fue en la dirección hasta a dónde estaba y enseguida caí en la cuenta. No tenía una forma definida, parecía humo envuelto en una luz brillante. Era un patronus. Esperé antes de adentrarme al interior y sentí la voz de mi abuela a través de él. Notaba que palidecía. Me agarré a la baranda de mármol y suspiré. Ella siempre metida en problemas, ¿qué haría yo con esa mujer? Me pedía ir al parque, podía arreglarme pero si era de suma importancia tendría que ir como estaba, en pijama. Aunque para ser sinceros, no me gustaba en absoluto. Suspiré otra vez y fui de nuevo al interior del cuarto que compartía con el pelirrojo. Tomé el morral de cuero y dentro llevaba todo tipo de pociones y hierbas que necesitaría, ademá de mi varita de álamo. Cogí una capa de viaje abrigada y me hice mejor la coleta que llevaba puesta. Pero, a decir verdad, me puse en los pies las botas de piel de dragón que eran calientes y abrigaban bien, lo último que necesitaba era pescar un resfriado. Dejando una nota a Matt por si despertaba y no me veía, le informaba de que estaría en el parque... ¿Qué demonios había pasado? Me giré sobre mis talones y me desaparecí de la mansión Potter Black hasta llegar a las puertas de hierro en forma de dragón.
  8. Eyra Weasley Bufó ante lo dicho por el enano. Eyra tenía mucho respeto a todos los seres vivos pero tal y cómo él hablaba como si fuese señor de ese lugar, le sacaba de quicio, pero a decir verdad si decía que podía traer a Sagitas de vuelta, no diría más nada. Pero aún así... aún así... había algo en ese ser que no le gustaba en absoluto. Quizá fuese por el simple hecho de que, tenía la confianza de la dueña del lugar, para con los animales. Pero hizo lo que le había pedido, se apartó a un lado y le dejó hacer con sus cosas... Aunque le sorprendió el hecho de que, dijera que si podría hablar sería un auténtico milagro por el desgarro que tenía en esa zona... Sí, ciertamente Perenela se había pasado muchísimo a la hora de sacar a ese ente de su cuerpo. ¿Serían su mutismo quizá de por vida, una de las consecuencias de ese acto? No quería ni pensarlo. Se fue hasta la zona de la entrada del embarcadero. Quería esperar allá a su nieta. Estaba segura de que vendría a pesar de las continuas broncas y discrepancias con su suegra... pero aún así, estaba nerviosa... ¿Cuánto tiempo más tendría que esperar? Protestó para sí. Pero, mientras el enano iba diciendo cosas Eyra fue preparando las suyas. Dejó la varita a un lado y se pudo de rodillas. Sacó un pequeño mantel que tenía en el morral de cuero atado a la cintura y fue sacando varios objetos para practicar la nigromancia; velas negras, una campana pequeña, un libro de hechizos que, contenía todo lo necesario, un mortero, y varias hiervas que tenía en saquitos además de incienso... Esperaba que, la suave brisa del lugar llevara la llamada hasta la zona en dónde estaría Sagitas. Algo le decía que bien podía estar ahí mismo, pero en otro plano y que todavía no había pasado al otro... Puede que incluso, estuviese esperando esa "llamada" para poder acceder al plano terrenal. Debía confiar en las habilidades de su nieta para con la nigromancia. Debía tener esperanza.
  9. En la habitación de Hayame con @@Matt Blackner Había empezado con la cura de las heridas superficiales. Me dolía verla de ese modo. No sabía porqué hablaba. ¿Estado de shock? Aunque al hablar con su elfo personal había dado las palabras justas. Cuando me acordaba sonreía de medio lado. Fui pasando un producto para limpiar las heridas y mientras iba haciendo el trabajo poniéndole apósitos para que no se infectaran. Pero aún así mientras iba sanándolas poco a poco no evitaba estar intranquila. No sabía porqué pero la visión de Lázarus en el baño venía a mi cabeza con demasiada facilidad. - Sé que podría aplicar episkeys -les dije a ambos - pero así no te quedarán cicatrices y sanarán antes... Te daré una pomada especial para ellas. Y ya verás cómo en pocos días, no te quedarán rastros - le dije, sonriendo a mi tía. Justo cuando estaba terminando con el proceso se apareció Harpo. La sopera que llevaba ya casi ni llevaba el líquido en su interior pero al mismo tiempo parecía que tenía un rictus de terror... Sentí que palidecía y tuve que sentarme... - ¿Qué? -fue lo que conseguí decir... Carraspeé. Era mucha casualidad que, estando nosotros tres, se decidieran a atacarnos justo cuando no había tantas varitas en el interior de la casa para defenderla y eso me enfadaba y me ponía en tensión. Sabía que no debía pero era demasiado. Suspiré y reaccioné enseguida. - Harpo - le dije con voz grave - avisa a mis elfos, y al resto de sirvientes, que vayan preparando una defensa. Dile a Galadriel de mi parte, que coga todas las criaturas que he comprado y ¡lanzárselas! -grité ahora, seguro que los presentes saltaban del susto- tendré que ir a nuestra habitación a coger las puertas evanescentes, si no podemos defender nuestra casa, necesitamos una salida de emergencia - susurré- o usar la red flú para ir hasta el Dragón Verde... Creo que fue buena idea solicitar esa conexión... - Habrá que moverse... @@Hayame Snape Potter Black ¿te sentirás con fuerza para batallar? Toma, ten éstas pociones. Son revitalizantes, las otras sangre clonada, y bueno... tendré que usar fluído explosivo, después repararemos todo antes de que venga Sagitas -y cuando terminé de poner el último apósito cogí mi varita. La madera de álamo parecía brillar en cuánto la cogí en la mano. ¿Sentiría que pronto iniciaríamos una batalla? Lázarus A pesar de la oscuridad del lugar sentía la frente perlada de sudor. Tardó unos segundos en reaccionar. Le parecía casi imposible que accedieran al castillo ¿sería un traslador? y otra pregunta más importante, ¿quién lo había puesto y porqué justo ahí, en dónde vivía? No le extrañaría nada que fuese una traición de la propia Everdeen. Apretó los dientes y su rostro se transformó en rabia. Debía irse, no le quedaba más remedio. Lo último que necesitaba era enfrentarse a esa bruja que, seguramente llegaría a matar. Y, de momento no tenía tantos hombres como para enfrentarse a esa mujer. - Aggggg - gritó dando una patada en el suelo, que reverberó en el pasillo de las celdas. Las gotas de humedad aún seguían repicando como si nada. - Venga, vamos - le dijo al guardián. Éste asintió con la cabeza y, recordando cada una de las partes secretas de ese castillo y sin importarle para nada, el preso que estaba en una de las celdas, se dirigió hasta a una pared. No tenía nada en común con las otras. Ésta estaba a rebosar de musgo y moho, pero divisió una pequeña marca casi invisible y deshecha por el paso del tiempo. Puso el dedo índice y empujó. El acceso al túnel se abrió y se desplazó un metro y medio y accedió por él. Con su varita en ristre susurró un "lumus". Su guardián hizo lo mismo y al menos así, tenían dos pequeñas luces que podrían ver con más facilidad el oscuro lugar. Se escuchó un pequeño crujido y la puerta de piedra, volvió a cerrarse. Sabía que, si lo conseguía, podía desaparecerse en los jardines. Era de vital importancia correr. Al menos, el túnel poseía un encantamiento silenciador y evitaba que se escucharan sus pasos. Él así lo había dispuesto. Le fastidiaba dejar sus cosas en ese castillo en el que había vivido durante tantos siglos y dónde constituía no sólo su hogar sino un refugio seguro, pero ahora era ya imposible. Tendría que refugiarse en otro lugar y ya sabía dónde. No iba a necesitar castillos, tenía un caserío oculto en medio del bosque y ahí iría. No sería tan confortable pero era seguro... Bufaba y maldecía por el largo que era el pasadizo secreto. Su compañero iba resollando. Por poco no habían caído un par de veces por la humedad y el barro. Notaba que había más humedad a cada paso que daba. Estaba dentro de un pequeño montículo realizado de manera natural. En cuánto salieron al exterior, ambos pudieron respirar aire fresco. Al menos el bosque frondoso del jardín podía hacer que fueran invisibles a los demás. Pero sabía que no era suficiente así que, cogiendo del brazo de su sirviente se desaparecieron del lugar. Poco importaba ya, la gente que quedaba en el castillo, él tenía que salvarse.
  10. En la habitación de Hayame con Matt: - señora - protesté en voz alta al ver de la manera en cómo me llamaba el elfo de tía Hayame - y a ver si para la próxima, te enteras de que estoy casada con el señor de ésta casa -y para terminar, lancé un bufido, miré a Matt - lo siento, pero a veces para que nos respeten éstos malditos elfos hay que ser un poco intransigente - le dije con cierto cariño. Pero estaba segura que a los presentes no les hubiese gustado que lo dijese con el tono que lo había hecho. A mí, la verdad, me daba exactamente lo mismo, pero ahí estaba para curar las heridas de mi tía, o al menos lo que mis conocimientos me permitieran en esos instantes. Reí la gracia con lo que había dicho del alimento. Era de lo más lógico si se había pasado tanto tiempo fuera y no había conseguido alimentarse del todo lo posible. Rebusqué entre el maletín y encontré varias ampollas. - Mira, sangre clonada... Ésta es de la que bebía mi padre y otras de la que bebo yo... y ahora, más aún desde que estoy embarazada y no puedo ir a salir a cazar - comenté, elevando mis hombros. - ¿Rumanía? -pregunté, temerosa - y, ¿cómo has conseguido zafarte de ellos? LO digo porque son peores que la peste, no dejan testigos - y aún así me asombraba la habilidad de mi tía con el tema de la magia. Bueno y eso contando de que también era vampira y todo influía... Pero, quizá era posible que hasta sus atacantes fueran o simples aprendices o imbéciles que no tenían idea de nada. Pero se me hacía raro, Lázarus no era un tipo de tío que "adquiriese" personal incompetente. Podía tener muchos defectos pero, en cuánto a temas de seguridad y otras cuestiones, era el mejor... Por desgracia. Me callé al escuchar a Matt. No sabía porqué pero al mencionar otra vez ese maldito nombre, me puse a temblar imperceptiblemente. Varias botellitas de cristal rodaron por el suelo al intentar cogerlas... - Lo siento, lo siento... - susurré. Las recogí y suspiré otra vez. Pero no sabía porqué pero tenía un mal presentimiento. Todavía no teníamos noticias ni de Sagitas, ni Xell ni de siquiera de mi suegro Jack. Y eso, para qué obviarlo me ponía nerviosa. ¿Para qué demonios se habían ido a recoger los malditos huegos? Podrían haber hecho un portal sencillo y mi suegra seguro que tenía la habilidad para hacer algo tan simple. El no tener noticias hacía que estuviese en tensión. Además, la tila que había tomado aunque me calmó en un principio, parecía que la hubiese tomado hace horas. - Me preocupa tanta calma, ¿a vosotros no? -pregunté mirando a los dos... - ¿seguro que no te han seguido hasta la casa? -pregunté mirando nuevamente a Hayame. Y por lo dicho antes, Lázarus no era un tipo del que dejara testigos. Siempre acababa con lo que empezaba. No dejaba cabos sueltos. Por eso me sorprendía ver a mi tía pelirroja casi indemne. Pero temía por todos, era inevitable a decir verdad. - Em, pues no sé - dudé un momento- si tía Hayame quiere que la revise a fondo sí, nos tendrás que dejar a solas mi amor - en mi cara se mostró cierta culpabilidad - es que... es más íntimo, no te ofendas mi amor... - hce una mueca, con lo que aparentaba una sonrisa. Lázarus en las mazmorras del Castillo Mientras tanto en Rumanía Lázarus seguía inquieto. Al final, había decidido bajar nuevamente a las mazmorras por la escalera de espiral que se escondía en su habitación. Había llevado la antorcha y por poco, no se había comido los morros en las escaleras, por tan resbaladizo que estaba por la humedad. Se le ocurrió una idea, y tras el brillo del fuego se mostró maligno, no pudo evitar y soltó una carcajada tremenda. Su voz resonó por las paredes y a pesar de tener un buen grosor seguro que no se escucharía en el otro acceso. Él así lo había dispuesto. Llevaba otro traje puesto encima. Un traje de charol que brillaba cada vez que movía la luz que tenía en su mano derecha, en su izquierda, su varita de olmo. Y mientras pensaba en cómo hacer el siguiente paso sintió cierto cosquilleo en la nuca. No sabía porqué pero algo le decía que, quizá estuviesen en peligro... - Absurdo - susurró mientras llegaba hasta el final de la escalera. Los zapatos le brillaban de tan limpios que estaban. En la corbata, sólo portaba un pasador de oro con un rubí que había adquirido años atrás. Eso sí, había lamentado perder uno de los gemelos en la maldita boda. Aunque por supuesto, llevaba el pelo engominado. Todo él brillaba y relucía como un faro en la noche. Estaba impecable y aún así, lo que iba a hacer era de todo, menos limpio. Por supuesto, había decidido reforzar la seguridad en el castillo. Había puesto avisadores en cada habitación pero no en las mazmorras. No le hacía falta, ahí tenía un encantamiento en que no podría salir nadie, ni con aparición ni sólo ni en conjunto. Ahí la magia estaba bloqueada. Imposible escapatoria y además, sólo el señor del lugar, conocía el emplazamiento secreto de la escalera, que le daba directamente a la biblioteca. Mientras iba caminando hacia a dónde estaba el preso le indicó a uno de sus guardianes: - Avísame si sucede algo - éste asintió con la cabeza y tomó su varita. El vampiro guardó la suya y sacó la chaqueta le dejó su propia "luz" al guardián y éste lo colocó en una de las argollas. Mientras fue caminando, guardó su pasador en el bolsillo y fue desabotonándose la camisa. Sonrió nuevamente. Iba a disfrutar muchísimo, estaba seguro. El prisionero estaba tan débil que no opondría resistencia y por eso gozaba de tan sólo pensarlo. Con un fuerte crujido abrió la puerta de la celda. Ahí seguía semiinconsciente. Estaba seguro que quería saber más cosas de su padre. Iba a satisfacerlo... de todas las maneras. Del lugar en dónde estaba preso desenrolló las cadenas y el cuerpo cayó como un fardo al suelo, húmedo, mohoso y con tanta inmundicia como siglos llevaba el castillo hecho y cómo tantos prisioneros había hospedado en su lugar. Sonrió nuevamente... Le dio una bofetada sonora. Seguro que le quedaba la cara marcada, blanca como la nieve aunque ahora, era más bien parecía cerosa como el material realizado de una vela. Llevaba mucho tiempo ahí, sin alimento y casi sin apenas agua. Tumbado boca abajo le giró un segundo la cabeza y vio como tenía los labios agrietados y le dio un suave beso. Siguió por el cuello y desgarró la prenda que poseía en la parte superior, que ya más que girones. Tenía la espalda completamente desnuda y eso hizo que estuviera mucho más excitado. Lázarus iba a disfrutar humillando a su víctima, a medida que lo pensaba se sentía mucho más excitado. Se fue despojando de su ropa con cuidado, disfrutando del momento, haciendo que el tiempo pasara lento y el muchacho sufriera con lo que le esperaba. - Bien, vamos a jugar un poco... Yo te daré información y tú me la darás pero mientras, vamos a disfrutar un poco - susurró en su oreja y aunque parecía que, Adrián no reaccionaba pero él empezó a causarle dolor, con una sonrisa en los labios, sin importarle que él gimiera y que la sangre saliera. Y no sólo atacando físicamente, además de los malos tratos que fue recibiendo durante esos días de cautiverio, también disfrutaría en esos mometnos de atacarlo psicológicamente: - Verás muchacho, tu padre fue un asqueroso mortífago. No fue de los mejores pero sí tenía un alma tan cruel como la mía. Por eso le permitieron seguir dentro de la Marca Tenebrosa. Yo no supe mucho más. Sólo que, por una buena bolsa de galeones se puede conseguir información hasta del infierno... Salió de la celda satisfecho, con una sonrisa de satisfacción marcada en su rostro. - Cuando despierte, avisarme... - el guardián asintió con la cabeza y Lázarus pudo notar como le brillaba la frente a causa del sudor. Sonrió nuevamente. Sabía lo que era, puro miedo y eso a él le encantaba. Pasos apresurados se escucharon en la principal puerta que daba hacia las mazmorras. - ¡Señor! ¡Señor! - gritó uno de sus hombres. Él lo miró enrabietado. ¿Hacía falta correr tanto? - ¡Nos están atacando! Han entrado en el castillo. Han matado a uno de nuestros hombres... Creo, creo... que es Sagitas - Lázarus se sorprendió por la información. - No puede ser, se supone que Everdeen acabó con ella... - Sí bueno, en cierta manera, sí - sonrió con un gesto contrariado - pero quizá no como nosotros esperábamos. Sé quién es porque a duras penas pude escapar de ella. Yo fui uno de sus carceleros - estaba temoroso. Sabía lo que había pasado con esa mujer y si estaba ahí o era porque clamaba venganza o era por que quería rescatar al hombre que estaba en ese lugar. - Señor, será mejor que huya y no emprenda batalla - Lázarus lo miró desconcertado - es por su bien, si quiere mantener el resto de los castillos que posee, será mejor que se vaya. Nosotros le cubriremos... - Está bien - la información que le había dado le había dejado en shock a pesar de haber "gozado" hacía unos minutos antes. Al menos, no le habían interrumpido. off: em, tengo permiso del tío Adrián hablé con él mediante lechuza ^-^
  11. Haya, mira que eres mala, encima que heli va a atenderte jajaja On: - vaya -murmuré preocupada ante las palabras de Matt. A pesar de realizar alguna pequeña broma, jamás me hubiese imaginado que fuese tan importante- ¿pequeñaja? -pregunté escandalizada- pequeña lo será, sí, pero hasta que le pongamos un nombre... y sí, un cuarto para ella estaría bien cuando fuese más grande. Habría que comprar una cuna y cosas así... no sé si en el callejón hay tiendas de esas. ¿Tú conoces alguna? -lo mire, un poco preocupada- también puedo avisar a uno de mis elfos, aunque sea especialista en metal, se le dan muy bien realizar cosas, es un manitas, hace cosas espectaculares -le dije con una sonrisa. Enrollé el pergamino en dónde había hecho todas las anotaciones que le había indicado anteriormente. Estaba inquieta y no era para menos... - Si aún pudiésemos darles algo para poder ver lo que pasa -protesté - ahora estaremos aquí no muy tranquilos y no me sorprendería nada que, atacaran ahora cuando la mansión está en paz... - Para lo mejor de eso, son las puertas evanescentes mi amor -le dije con dulzura - yo tengo un par de ellas pero estan sin activar. Se podrían usar y que fueran hasta el Dragón Verde. Casi nadie sabe de ese sitio y ellos menos todavía. << vaya, así que la bella durmiente se ha despertado - le dije en broma y al mismo tiempo con una gran sonrisa - me alegro... -asentí con la cabeza ante lo dicho por mi marido. Y enseguida llegamos hasta la habitación de mi tía. - ¿Cómo te encuentras? Te han, ¿hecho algo? -pregunté temerosa por su respuesta, lo último que necesitábamos era algo más turbio y oscuro, que unos simples arañazos- puedo curarte las heridas superficiales, puedo revisarte entera, pero para eso Matt tendrá que salir, pero como tú digas tía - asentí nuevamente con la cabeza y vi mi maletín cerca de la cama. - En eso estoy de acuerdo con mi marido. Soy una simple enfermera pero si necesitas un sanador, puedo llamar a que me atiende en el embarazo es muy buena y -elevé mis hombros - puede hacerte una evaluación más afondo, sin falta de ir a la clínica - le sonreí otra vez. @@Matt Blackner @@Hayame Snape Potter Black
  12. - aish, ya sabes que lo mío es protestar mi amor - le dije nuevamente- es que sino, parece que no quedo agusto, jajaja - vale, me la pondré - le dije con otra risa y sentí que estaba caliente y hasta parecía que olía a perfume de hombre - hum, ya me dirás que colonia usas, porque me encanta -le comenté. - em, pues, no puedo asegurártelo - elevé mis hombros, desconcertada - al menos, sé que no afectó históricamente a las gentes de Ottery o al Valle de Godric. Lo mío era más bien vagar por varios continentes. Aprendiendo mucho de las gentes y no sé... ayudando en todo lo que fuese necesario -murmuré ahora en bajito. No sabía porqué, porque el lugar en el que estábamos, tampoco era una biblioteca. - ¿Qué pasa? -pregunté nerviosa- oye cariño, yo también tengo varita -medio protesté en su oído y la saqué. Fui detrás de él, despacio hasta que descubrimos a Sagitas. - ¡Por todos los demonios del infierno! - y sin poder evitarlo, estallé en carcajadas - desde luego Sagis no valdrías ni para espía que enseguida te descubren - reí entre carcajadas nuevamente- aish - y asentí con la cabeza a lo que me había enviado mentalmente "claro que sí cariño, cuando tú quieras" y le respondí de la misma manera, dándole un beso en la mejilla. - Y es más - añadí yo con una sonrisa burlona - ¿no puedes entrar como todo el mundo, o pretendías robar, eh? -pregunté mostrándole una mueca. No me extrañaría nada, que saltara al momento.
  13. @@Hayame Snape Potter Black se supone que Matt te dejó en tu habitación Haya jajajaja On: Biblioteca con @@Matt Blackner Nos habíamos quedado en silencio. Aproveché la ocasión y empecé a rasgar en el pergamino el mapa de la mansión. O bueno, algo parecido a lo que sería el mapa. Era de vital importancia y aunque conocía la mayoría de las habitaciones, que contenía la casa Potter Black, tampoco conocía todos sus secretos, eso era de lo que me tenía que informar mi marido y de saberlo mi suegra, seguro que aclamaría al cielo por desvelar esos secretillos. - Bueno, no soy arquitecto ni tampoco constructor, pero aquí he puesto lo fundamental - le dije, señalando la hoja - alrededor de la casa, podríamos poner lazo del Diablo, si no conocen cuál es su debilidad, les costará mucho entrar - le guiñé el ojo al pelirrojo- pero, conociendo a Lázarus, seguro que usaría alguna treta para deshacerse de él, así que, hay que pensar en todas las posibilidades - le comenté. Di un sorbo más de tila. Ya me sentía mucho más calmada y lo agradecía, eso me ayudaba a pensar con más claridad. - Nuestros elfos podrán ayudarnos en la defensa usando productos químicos. Recuerda que fui y aún soy agente del Gobierno, así que, tengo varios ases en la manga y supongo que no se imaginarán que use cosas muggles como defensa. Podríamos instalar además varias piedras de cuarzo, si asaltan la casa, tendremos un avisador central. Éste brillaría y ahí estaríamos dispuestos... << se me ocurre además, de poner fluído explosivo como bombas en el suelo. Al pisarlas, ¡zas! - di una palmada y estaba segura de que Matt se asustaría, le di un beso dulce - volarían por los aires como un buen dragón y hablando de él, también nos sería de gran utilidad, además de tener suficientes lágrimas de fénix para ayudarnos en esa tarea - le indiqué- tengo en nuestra habitación en el baúl, un montón de cosas que podemos utilizar. Tendría que echar mano de nuestros pequeños seres para que busquen algo que tengo bien guardado - le guiñé el ojo - gases lacrimógenos, eso los cegaría antes de entrar a la mansión. Podríamos usar hechizos de Artes Oscuras y conozco algunos más potentes que el Avada Kedavra. Sé que no te gustan -aclaré- pero si queremos salir airosos, no nos quedará más remedio que usarlos... - tú que eres cazador mi vida- le di un beso en la mejilla- podrías poner diferentes trampas en todo el perímetro. Nos será de utilidad tus conocimientos... Pero hay que hacerlo deprisa... No sabemos si nos van a atacar justo cuando peor estamos, sin defensas y con muchos puntos débiles. Podrán entrar en cualquier puerta y hay que mirar que no haya puertas evanescentes... las mías están guardadas bajo llave... Las colocaré en el Dragón Verde y también aquí. Nos podrán ser de utilidad si tenemos que huír de la casa, pero espero no tener que usarlas...
  14. Eyra Weasley Ni la señora Weasley se había dado cuenta de que alguien respondía. Es más, estaba de rodillas frente al cuerpo inerte de Sagitas. A pesar de que le había puesto algo sabía que no era suficiente. ¡Cómo iba a serlo! Era una herida que no se podía coser con tres puntadas. Hacía falta mucho más. No pudo evitarlo y se encaró a la muchacha. - ¿¡Tenías que comportarte como ese cerdo!? - le gritó pero no era culpa suya. Eyra lo sabía bien. Quizás su instinto demoníaco la había obligado a ello pero era tan... no sabía si decir asqueroso pero tampoco era un camino de rosas. Notaba las manos pringosas y las apretó con rabia. - Al menos espero que hayas acabado con ese espíritu, ¡niña! - le regañó a la hija de Sagitas. - está bien, está bien -asintió con la cabeza a la muchacha rubia - llámalos entonces, yo llamaré a mi nieta. Sé que trabaja en una clínica y puede que nos grite, pero sé que lo hará mejor para... arreglar, éste desastre - susurró y no pudo evitar que unos lagrimones le salieran por la cuenca de los ojos. Del poco tiempo que conocía a esa mujer la admiraba y le tenía mucho cariño, sobre todo, por el respeto que demostraba ante todos los animales- tranquila niña, tranquila - le susurró a Xell, los ánimos estaban bastante alterados, Eyra lo sabía. Lo notaba. Para eso era sacerdotisa, ¿no? pero aún así no dejaba de impresionarle todo lo que había pasado. Y alguien más había llegado. ¿Quién era? Se fijó bien en el ser, era un enano, suponía que se encargaba de todo lo referente al circo y al parque, no tenía ni idea de si había más guardianes, pero tampoco importaba en esos momentos. - ya está muerta, señor enano - le dijo con todo el respeto que podía decirle. Pero aún así se apartó. Se acercó al agua y se lavó las manos que estaban completamente empapadas de sangre. Cuando terminó con el proceso de lavado, se echó un poco de agua fresca en la cara para refrescarse, iban a necesitar muchas energías para hacer volver a Sagitas si no estaba ya, en el otro lado. Pero, ¿querría volver? Vio como actuaba con rapidez y se sorprendió al ver como cicatrizaba esa herida con cosas que le había puesto y que la señora Weasley desconocía lo que contenía. Le hubiese gustado aprender más de ellos, pero tendría que ser en otro momento. - Xell... está muerta, habrá que traerla del otro lado -le dijo la sacerdotisa a su compañera - ésto es sólo para cerrarle la herida... -no quería ser tan brusca pero había que ver la realidad - llamaré a mi nieta. Sé que hizo nigromancia, así que, entre las dos, quizás... pero habrá que llevarle a un terreno más cómodo para el cuerpo. Ésto es bastante inestable. Suspiró nuevamente y fue a terreno firme mientras limpiaba sus lágrimas con el dorso de la manga blanca manchada. Sacó su varita de serbal y susurró un 'expecto patronum' éste no tenía una forma definida, más bien era una forma redondeada pero serviría como mensaje. Ese era lo principal y el mensaje que contenía era: Heliké, ven al parque, urgente. Tu abuela te necesita. No sabía si estaría trabajando a esas horas, pero estaba segura de que, si veía esa bola de luz, vendría curiosa. Conocía muy bien a su nieta.
  15. Biblioteca con @@Matt Blackner - aish, qué ñoñería nos ha entrado - dije entre risas, pero fue una especie de "fachada" para que no me emocionase ante la actitud de mi marido. Y aún así, sus palabras me habían reconfortado. Sonreí con cara de tonta, puse una mano nuevamente encima de la de Matt, mientras sentía sus caricias y hasta me daba la sensación de que la criatura que tenía dentro, se relajaba con cada caricia... Algo se me había ocurrido... - Sí, lo de cuidarnos está muy bien, pero yo también lo haré - le di un beso dulce en los labios- pero eso sí... habrá que ponerse en movimiento. A mí tanta paz... no quiero ser pájaro de mal agüero, pero... me chirría. De momento, creo que estamos solos en la mansión. Y sí iré a ver a Hayame para que se recupere antes. Si prefieres que llame a mi sanadora, avísame. Trata todo tipo de dolencias y es muy buena en lo suyo - le dije con una sonrisa. - pero antes de nada, habría que reforzar la seguridad de la mansión... -me quedé un momento pensativa- y es más, no estoy segura de si tengo lazo del diablo, podríamos ponerlo en los flancos de la casa. Generalmente, suelen atacar por ahí o por detrás. Es que, un día que fui al Mall, a la sección de criaturas, compré unas cuántas -dije nuevamente entre carcajadas- así que, tú que eres el patriarca, conocerás mejor éste sitio que yo... y otra cosa. La pequeña estaría bien en nuestra habitación pero, ¿no habrá que hacerle una? -pregunté, cayendo en la cuenta- y además, ponerle un nombre... a mí no se me ocurre ninguno -medio bufé y gracias al vaso autorrellenable iba bebiendo sorbitos de tila... al menos, estaba caliente y lo agradecía. Saqué la varita y susurré: - accio - con el encantamiento de llamada, tomé un pergamino al vuelo además de una pluma que tenía el tintero (?). - Habrá que mirar los puntos flacos... sé que soy una pesada, pero no me extrañaría nada que nos ataquesen mientras estamos aquí en la mansión y mientras tu madre va a por esos huesos... Debe ser importante para arriesgarse de esa manera -susurré por lo bajo. No sabía porqué pero la biblioteca me daba sensación de que parecía molestarse (?) si hablaba en voz alta... - Pero poco a poco... tengo fluído explosivo también, buenas cantidades de él. Los elfos, pueden lanzarlos desde las ventanas como proyectiles y además, puedo fabricar elementos con cuerno de Erumpent... que me parece que tengo ese animal protegido con encantamientos para que no vole en pedazos. Eso sí, tú eres el señor de ésta casa - le di otro beso - así que, tú decides... yo sólo doy consejos -elevé mis hombros y le di otro sorbo a la taza.
  16. Eyra Weasley Eyra no sabía qué hacer en esos momentos. Sólo tenía ganas de llorar pero sabía que sería inútil. No serviría de nada si no espabilaban. Recordó algo. ¡Tenía la nigromancia! No sabía cómo vendría Sagitas del otro lado, o incluso si pudiese ser la misma sacerdotisa que había conocido. Hacía siglos (literal) que no usaba ese arte y por la otra parte antaño, no es que fuese muy efectiva. Más que nada porque parecían vivos sin alma, como cascarones de huevo, vacíos por dentro. Y además, cómo si un dementor, les diese el Beso. Aunque tenía a la niña Xell... Quizás su nieta pudiese ayudarlas. Sabía que había adquirido la habilidad y estaba orgullosa de ella... ¿Sería suficiente? Con una debía poder... - ¿Eh? -susurró ella con los ojos acuosos- niña, Sagitas no es ningún animal. Y es más, dudo mucho que ese elfo sepa algo de... además, ¿sómos brujas, no? Entonces, deberíamos poder atraer a Sagitas. Yo poseo la nigromancia... No sé si llamar a Heliké, ¿tú qué dices? - preguntó con voz temerosa tanto por la respuesta como por la situación en la que estaban. - Bueno, si esa medicina también es usada para humanos no tengo inconvenientes -dijo la mujer, mirándola a los ojos - pero deprisa, por favor. Puedo intentar hacer algo. Practicar la nigromancia, hace siglos que no la uso pero, y es más, cuánto más tardemos menos posibilidades tenemos de hacer regresar a Sagitas si no se ha ido ya... - tocó el pulso con el dedo índice y casi dio un respingo - no sé tú. Me parece que su corazón tiene algo de latido. O puede que sólo sean imaginaciones mías. - El elfo, para que traiga la medicación nada más -le advirtió- pero rápido, rápido. Y aprieta con fuerza, pero habrá que cambiar el vendaje - dijo asqueada al ver cómo ya estaba empapado de sangre. @@Xell Vladimir Potter Black
  17. Aún en la Biblioteca con @@Matt Blackner Sonreí levemente a mi marido. - Tranquilo cariño es toda ésta situación que me pone más nerviosa de lo normal. La doctora en la clínica me dijo que si podía evitarlo, que no me sometiera a demasiado estrés. Le dije a Galadriel que me trajera la tila... pero tú puedes tomar alcohol o lo que quieras. Lo que daría por un sorbito de whisky de fuego... - susurré con cierta melancolía. - está bien... - llevé mi mano a mi mentón y caí en la cuenta - esencia de díctamo. Para que le cure bien la herida y no le deje una fea cicatriz. Se podrían usar otro tipo de... bueno, como hacen los muggles aguja e hilo pero corremos el riesgo de que se infecte y sería mucho peor. No, prefiero lo bueno conocido... - le dije con una sonrisa en la cara. - Por supuesto, claro que iré... aunque la reabastecedora de sangre, aunque no soy sanadora, convendría bien que la tomara cada dos horas. Aunque sea una poción bastante potente seguramente haya perdido mucho líquido, ¿verdad? -comenté preocupada- puedo hacer llamar a un sanador para que la revise si lo prefieres y estás más seguro. Sabes que yo soy una simple enfermera y aunque esté en plantilla lo mío es más práctica que otra cosa - comenté, elevando mis hombros. Seguí tomando un sorbito de tila con sabor a limón. Con el tiempo que estábamos ahí dentro de ese lugar, respirando el aroma de los libros tanto viejos como nuevos, conseguía que me tranquilizara del todo. - y tanto que sí -le dije con una carcajada - hoy está tranquila pero hay días que me da cada patada - le dije, frotando la barriga con la mano izquierda. Agarré la mano de mi marido y la llevé hasta la zona superior de la tripa- ahora, como cuando vas a hacer un encantamiento potente, relaja tu mente y concéntrate... ¿la notas? - le dije con dulzura en mi voz.
  18. primis Xell! perdona por la doble mención xD me di cuenta cuando ya había lanzado jajaja ¡lo siento! On: Eyra Weasley - ¡Tienes toda la razón niña! - Eyra se dio un pequeño golpe en la frente por su mala pata. Era cierto. Daba igual cuántas pociones se echaran por la boca, si al final acababa saliendo todo por la yugular- te sugiero que sigas apretando la herida para que no sangra más... Era un poco tonto lo que acababa de decirle sí, pero estaba nerviosa y rebuscaba en los bolsillos... - aggg, sabía que tenía por aquí esencia de díctamo -protestó inquieta. Suspiró ahora, con más calma. Debía hacerlo por Sagitas. Sabía que si no la salvaba... bueno, temía más a la ira de su nieta que cualquier consecuencia indirecta... Cómo los fantasmas o otras cosas. - lo siento, lágrimas de fénix creo que no tengo... sé que mi nieta tiene uno, pero no puedo avisarla. ¿Sabes la bronca que me caería si no le digo lo de su suegra? - dijo con una sonrisa. A pesar de estar arrodillada y algo de distancia, había manchado sus manos de la sangre que provenía de la herida, a pesar de que, en el muelle, caía hacia abajo pero aún así, espesa como era aún tenía algo de fuerza para desplazarse. - No sé si sería mejor coserla y después aplicar episkeis. Aunque usemos esencia de díctamo, habría que gastar un par de botellas para cerrar la herida. ¿Qué dices sacerdotisa? - le preguntó temerosa. Sabía que, tenía muchas dudas a la hora de actuar y que si no lo hacían ya, más rápido Sagitas se iba a ir pronto si no estaba ya muerta y no quería pensar en esa última posibilidad. - Si tienes primeros auxilios será mejor que te apresures, yo te iré pasando lo que necesites -le decía la buena mujer con las manos temblorosas. @@Xell Vladimir Potter Black
  19. Eyra Weasley - ¿vegestorio? - no pudo evitarlo y empezó a reír a carcajadas- desde luego, tienes poco sentido común en insultarme de esa manera - negó con la cabeza y limpiándose las lágrimas a causa de la risa que le había provocado. En cierta manera, le daba pena sí. Esa cosa intentaba apoderarse de Sagitas, pero, seguramente la fuerza espiritual de la pelivioleta era mucho más fuerte que todas las presentes. Pero aún así, no debía confiarse, no, por el momento... - ¿Que me calle? -le dijo a Perenela con una ceja alzada- cariño, tú no sabes tratar con éstas cosas, o al menos, no tienes la delicadeza suficiente para hacerlo. Es mejor que dejes a las profesionales hacerlo - le indiqué con una mirada intensa y enfadada. - Por mucho que tu alma rezuma a demonio esa cosa podrá apresarte a ti y llevarte a los mismísimos infiernos y eso no es lo que queremos, lo último que necesitamos es que salte de un cuerpo a otro, como un vulgar saltamontes -le protesté yo. - ¡No habrá muertes aquí, en éste lugar sagrado! -le dijo a la Sagitas que, a pesar de los nervios que ocultaba tras una máscara de tranquilidad sintió la alegría de escucharla de viva voz- el único puerco que va a morir aquí, es el que está ocupando tu alma de luz y bondad... - ¡basta de tanta palabrería! - dijo a viva voz. Varios pájaros salieron volando de un pino cercano. Pero, nuevamente, las cosas se habían desatado sin que Eyra pudiese evitarlo. No pudo evitar sentir cierto asco al ver cómo esa muchacha atacaba a su madre, sintió como palidecía y a pesar de llevar su cayado... Sintió que se paralizaba, al menos, la rubia Xell parecía que comprendía lo que estaba pasando. Se acercó cómo pudo con pasos rápidos hasta el cuerpo que yacía en el suelo. La sacerdotisa rubia estaba atendiéndola. Sacó las hierbas que tenía en el morral y se las tendió a @@Xell Vladimir Potter Black - toma, ponle ésto... taponará la hemorragia -le indicó a la niña, pues para ella, todas eran niñas- ¿sabes de nigromancia? -le preguntó- porque sino, puedo intentar atraer su alma antes de que vaya al otro lado, todavía la siento por aquí -le dijo para animarla. - ¡No! - gritó la mujer, al escuchar las últimas palabras de su querida Suma Sacerdotia, a la que le tenía tanto respeto. - No te vas a morir y nosotras dos no lo vamos a permitir - le dijo con una sonrisa de calma -tranquilízate y deja que hagamos nuestro trabajo... mira -saqué una botellita de la que Eyra tomaba de vez en cuando- es Elixir de la vida - dásela - le indicó a @@Xell Vladimir Potter Black - también tengo por aquí una poción vigorizante, eso le ayudará más que cualquier otra cosa - pero mientras le daba las hierbas con una gasa para tapar la horrible herida le iba dejando las pociones a un lado. Sólo esperaba, que no llegasen demasiado tarde- aunque con un par de episkeis debieran de bastar para cerrar esa fea herida - le susurré por lo bajo, a la otra sacerdotisa. ¿Qué pasaba con ese ente? Eyra, no tenía ni la menor idea, su mayor preocupación era Sagitas en esos momentos.
  20. Galicia. Sierra dos Ancares, con @@Matt Blackner Aguas Termales. En la entrada de la cueva. Habíamos dejado atrás la tienda de campaña, pero como nos habíamos empeñado en ir a averigüar ese lugar ahí estábamos. Al menos la daga kasho la tenía en el bolsillo por si pasaba cualquier cosa y bueno, me sentía más segura, aunque tuviésemos un par de varitas. A pesar de todo, indicamos a los elfos que dejaran algunas cosas calientes en su interior, como un brasero (aparte de la pequeña fogata) y comida caliente. Esperaba que no tardásemos mucho tiempo en salir. A pesar de las averigüaciones sentía cierto nerviosismo. Me agarré a la mano de Matt en cuánto la noté en mi mano. Caminamos despacio, el lugar aún tenía la última helada de la noche anterior y era bastante peligrosa. Llevaba mi morral de cuero, al final, decidí ponerme un chandal al estilo muggle, por si me llenaba de barro hasta las orejas. Lo último que necesitaba era tener que estropear los delicados trajes que tenía, porque me costaban una buena fortuna. Asentí con la cabeza en cuánto escuché a mi marido y lo guié al interior. Con la varita en la mano izquierda susurré un 'lumus' la punta de la varita se encendió con una luz blanquecina que iluminaba lo más cercano a nosotros. Dentro de esa cavidad, la humedad se hacía notar a pesar de que mantuviese la temperatura todo el año, lo sabía, porque a pesar de no entrar más allá, conocía ese tipo de geología. Había cogido algunos libros muggles sobre el tema y los había estudiado. Y aún así, a pesar de estar más o menos en el interior de ese lugar, llegaba el olor a huevos podridos de esas aguas termales. - buf, si no vine aquí muchas veces, es por ese olor horroroso a sulfúreo -le indiqué a mi marido. Seguimos caminando unos pocos metros más allá y enseguida encontramos las Runas- mira -le indiqué con la varita iluminando la zona - es lo que te decía, ¿ves? Es curioso que alguien llegara hasta aquí para dejar ésto... tuvo que ser un mago y quizás sea algo antigüo pero no tanto cómo las cuevas francesas en dónde están las pinturas rupestres... o como las de aquí de España, Altamira - le indiqué con una sonrisa - te llevaré un día y podremos con la magia adentrarnos a la zona más protegida... si te apetece, claro - sonreí con alegría... Pero en ésta ocasión volví a mirar las inscripciones en la roca. Me acordaba bien de las clases que había recibido y aunque no era muy buena desencriptando ese tipo de escritura, sentí que palidecía, el texto decía "el que profane éste lugar sagrado, caerá una terrible maldición, la tierra caerá sobre el mancillador, y volverá a ser las cenizas, éste lugar sagrado deberá ser protegido hasta el fin de los siglos" así rezaba el texto... No sabía si decírselo a mi marido... - ¿Crees en las superticiones? - le susurré y aún así, se había producido algo de eco - es la típica maldición de las construcciones egipcias -le comenté- habla de una maldición y que éste lugar no debe ser profanado... Pero si hay algo de magia en éste sitio, lo sabremos -le dije en voz baja.
  21. En la biblioteca: - ¿Y qué quieres? -protesté yo, mirando a Xell y no podía evitar sentir cierta tristeza - no era tan hijo de su madre por aquél tiempo, es más para mí, se comportó como un padre... No tengo la culpa - llamé a Galadriel y le dije que me trajera una tila. Lo necesitaba porque, hablar de él la verdad es que me ponía de los nervios y no era bueno, ni para mí ni para el bebé. Suspiré... Tenía algo de mono de un cigarro, debía reconocerlo, últimamente estaba algo insufrible, así que, cogí un lápiz que vi encima del escritorio y empecé a mordisquearlo para matar las ansias... Escuché con atención todo lo que me decía Sagitas. Me sorprendía ese tipo de magia, no sabía que había ese tipo de poder y la verdad, me dejaba asombrada... - Vaya... es interesante todo eso que me dices - asentí con la cabeza. Galadriel me trajo la tila y le di un sorbito. Estaba caliente y llevaba algo de limón, cómo a mí me gustaba y lo agradecía. - pero... - me callé porque al final, no sabía cómo lo habían hecho, habían desaparecido las dos, como si usaran el encantamiento de la aparición. Bufé cabreada. Es cierto que no podría ir, pero tendría que conformarme, aunque era bien cierto, que a pesar de la tila, me sentía algo intranquila. ¿Qué pasaría si la mansión quedábamos pocas personas? Seríamos suficiente con tres varitas para defenderla si hubiese un ataque, por ejemplo, de los poshinos? A pesar de que esa magia extraña había barrido todo lo que yo conocía no podía estar tranquila del todo... Aún había enemigos que batir, a pesar de la misión de rescate, todo podía suceder... - Pues sí, aquí estoy... como la última mona - protesté y le di un beso a mi marido en cuánto lo escuché llegar a la biblioteca, me acordé de algo - ¿qué tal está Hayame? ¿Bien? Si necesitas ayuda de una enfermera, avísame, recuerda que tengo experiencia en esos temas y bueno, te puedo echar una mano, para que se restablezca lo más pronto posible - le dije con una sonrisa. @@Matt Blackner
  22. En la Biblioteca: Me calmé un poco tras la ira inicial y el padre de Matt hizo un comentario que no pude evitar y soltar en una carcajada. Después mi marido, me indicó lo que tenía que hacer... Aún así, no comprendía del todo, ¿conexión con una mariquita? - ¿Acaso los fantasmas usan animales para conectar? - y me dirigí a mi suegro - no se me ofenda señor Jack, pero es que eso todo, es desconocido para mí - dije en bajito para no interrumpir ese tipo de enlace que, jamás comprendería. Seguro que, hasta mi hermana Anabelle comprendería mucho mejor que yo, todo ese asunto. - Vaya... -susurré nuevamente. La verdad, es que desconocía por completo mucha de la información de la familia, así que, sólo podía ver, oír y callar. Prestar atención a todo lo que pasaba en esa habitación. Aunque renegué un poco de lo que me había dicho Matt, él tenía razón... Asentí medio fastidiada y comprendiendo que, quizás en circunstancias normales, puede que sí me dejara ir, pero poco a poco con el paso del tiempo, me encontraba más pesada y un poco más dificultosa con los movimientos más habituales... Carraspeé. - Bueno, puede que sí, que tengas razón... pero usaremos magia Uzza para saber lo que pasa, no voy a quedarme de brazos cruzados a tener que esperar noticias -protesté por lo bajo. Yo quería fiesta pero protestaba. Bueno, fiesta de las que a mí me gustaban claro. Hacer correr la sangre de los enemigos siempre era un placer y más aún, cuando querían acabar con un heredero tan importante como lo era mi pequeña, para con la familia Potter Black. Sentí alivio y alegría al ver que llegaba mi tía Hayame. Matt se había ido corriendo a recibirla. ¿Qué noticias tendría su viaje? Aunque a decir verdad dudaba de que fuesen buenas. Si conocía a Lázarus estaría bien protegido con magia y por supuesto, con sus típicos hechizos. Unos en el que, ni siquiera el ministerio rumano tendría constancia y mucho menos, el londinense... Lázarus No sabía lo que era lo que había pasado. Cuando despertó estaba oliendo a sangre, podedumbre, heces humanas y a miseria en general. Se llevó una mano a la cabeza. El golpe había sido lo bastante fuerte, para sentirse mareado. Recordaba haber visto una luz muy intensa y una especie de explosión y después el vacío. Pero a pesar de ello el prisionero aún estaba con los grilletes. Aunque miró hacia abajo y vio sus ropas completamente llenas de suciedad y lodo. Soltó un grito de ira. Y aún así, esa vez agarró a @@Adrian Wild y le soltó: - ¿Piensas que, mandando mensajitos te sacarán de ésta, saco de mi.erda? -le espetó con rabia- te haré tragar la suciedad de ésta celda maldito asqueroso... - ¡Darle una buena ración de dolor! - soltó con rabia- ya sabéis cómo me gusta escuchar los gritos - les dijo a los torturadores, éstos, asintieron con la cabeza y esbozaron una sonrisa siniestra. Algo de lo que no sabía era si Adrián soportaría el dolor suficiente que le tenían preparado. Para prisioneros tan especiales les daba unos buenos latigados en dónde al final de cada látigo tenía un hierro que se clavaba en la espalda, al salirse de la carne herida, hacía que la herida fuese más profunda todavía, eso, provocaba más derramamiento de sangre pero sin llegar a matarlo - ¡no os paséis con él, lo quiero vivo! -les dijo antes de marcharse. Sonreía. Era curioso que un vampiro como Adrián aguantase tanto dolor y encima, estando encerrado en un sitio como aquél. Volvería loco al más cuerdo estando tan sólo un par de semananas encerrado, sin casi luz del sol, con humedad, y con olores fétidos. Mientras subía las escaleras de caracol resbaladizas, no pudo evitar soltar una carcajada tremenda que, rebotó en las paredes y hasta parecía que las antorchas se movían con el sonido de su risa. Enseguida llegó hasta la biblioteca en dónde solía trabajar, pero fue a la dirección contraria, a su cama con dosel y a su cuarto de baño que tenía estilo entre moderno y victoriano. Algo raro de lo que solía suceder. Se preparó la bañera con agua muy caliente y con unos sales de baño perfumados y que, le ayudarían a sacar ese olor fétido que llevaba impregnado en el cuerpo. En cuánto el agua estuvo a la temperatura que a él le gustaba, se desvistió y se introdujo en el agua hirviendo. Sintió placidez en ella y notó que se relajaba gracias a la espuma que se había ido formando. Sabía que no tardaría en escuchar los gritos desde las mazmorras, pero aún así, algo le inquietaba. Había tenido noticias de que, alguien estaba investigando en el pueblo en dónde se alojaba el castillo, y, no dudaba de que fuese un familiar cercano a Adrián... No iba a poner pies en polvorosa todavía, debía informar a Everdeen y a reforzar la seguridad del lugar... Lo último que quería era entrar en batalla.
  23. En la biblioteca: - Sí, pues por mí no se iba a enterar nadie - farfulle varias palabras malsonantes, aún así no me había gustado nada que El Profeta, publicara algo tan íntimo como lo de un embarazo. Tampoco era necesario predicarlo a los cuatro vientos. Aún me sorprendía que, en esos días la mansión no fuese atacada. Pero seguramente estuviesen armando un plan más elaborado y dejar la mansión sin defensas. Pensaba en todo ésto mientras en la biblioteca se iban sucediendo cosas. - Sagitas tiene razón Xell. Tú sola no irás y no pensaréis que me quedaré aquí esperando cómo i****** a que traigáis noticias. Tengo un plan mientras esperamos... -intenté levantarme pero, la tripa me pesaba, estaba ya, cerca de los cinco meses y medio y parecía que la niña daba patadas ante cualquier movimiento imprevisto. Tuve que sentarme otra vez y suspiré en parte estaba desesperada por atacarlos, pero por otra me apetecía más estar en casa, con la familia y descansando hasta que llegara el día del nacimiento. Aún me preocupaba mucho más Lázarus que, todavía no diese señales de vida... Por decirlo de algún modo. ¿A qué estaría esperando? Eso es lo que me desconcertaba. Por momentos creía conocerlo bien, pero por otras parecía que, al cabo de los siglos, había cambiado. Escuché hablar a Matt y a Sagitas pero aún así el riesgo era demasiado grande aunque fuese ella con Xell y alguien más. No podía evitar temer por las dos, no podía dejar a mi hija sin su abuela y mucho menos sin ¿prima? no podía consentirlo pero tenía que entender que era demasiado arriesgado y podría sufrir riesgos innecesarios, pero no podía evitar ser terca en ir a acompañarlos. - ¿Sabéis que en el Magic Mall están vendiendo tiendas de campaña? Y muy buenas según he mirado, podríamos estar en la retaguardia en el bosque. Si creo que sé, dónde está Lázarus, podremos resguardarnos en el bosque... - ¿Patriarcas? -no pude evitar mirar asustada a mi suegra y tía. Es cierto que no habíamos hablado mucho, generalmente siempre solíamos tener peleas pero, tampoco me gustaba el tema que trataba - ni de coña... aunque sea la mujer de tu hijo, no deja de ser una responsabilidad muy grande, por mi parte, será temporal, hasta que vengáis - le dije, mirándola a los ojos- ¿patadas? ¡Parece una futbolera! -le dije entre risas. Pero y aún así, me desconcertó la actitud de mi marido, lo miré sorprendida... - ¡pero bueno! -negué con la cabeza, divertida- anda, toca - cogí su mano y la puse sobre la tripa- ¿la sientes? - le dije con cariño en mi voz - así estarás más tranquilo cariño... y por supuesto, es completamente normal. El embarazo va bien prima Xell - le dije con una sonrisa- la verdad es que, lo de Lázarus es una historia muy larga y no me apetece contarla ahora. Digamos que, cuando me transformé en vampiro, para mí se convirtió en un mentor y tutor... Eso, de momento, es lo que debes saber - le envié una mirada elocuente, indicándole con ella, que no preguntara más- ahora hay cosas más importantes. Cuando todo ésto acabe, nos reuniremos en el salón con una buena taza de chocolate y os contaré todo lo que sé de él... Pero lo más básico - puntualicé - es muy peligroso, puede -carraspeé- debilitar a una persona psicológicamente, lo he visto y... no es agradable. No hace falta ser legeramente para eso. Os lo puedo asegurar... -y no pude evitar sentir cierto escalofrío recorriéndome la espalda. No era la primera vez que veía sus tácticas, los secuestrados en sus manos, estaban mucho peor, que si un dementor les diera El Beso. Y por eso, temía la suerte que correría el tío Adrián en sus garras. Podrían pasar dos meses y él acabaría echa una pena y mucho me temía que, si no fuera de una mente fuerte, acabar en San Mungo en la zona de psiquiatría recibiendo tratamiento. Sería una suerte si su mente no estuviese tan tocada. Pero conociendo a ese vampiro malnacido haría todo lo que fuese, para averigüar y sacar hasta la última gota de información que tendría mi tío Adrián. Y aún así, no podía evitar estar preocupada. Pero no me sorprendería en absoluto que se negaran a lo de la tienda de campaña. En ésta ocasión, tendría que comportarme y quedarme en casa, aunque me fastidiara bastante... - sí, de cinco meses y medio -le respondí con una sonrisa a mi prima Xell... Me sorprendió la forma airada de Sagitas. Sabía que había algo más. No me hacía falta usar la magia para notarlo. No sabía si se había desahogado con alguien íntimo para ella como el tío Jack. Pero suponía que sí. Aún recordaba algunas palabras de Perenela y sentí otro escalofrío por la brisa que traía la noche... - claro una mariquita... no sé qué raro le ves a eso - la miré desconcertada y un poco indiferente, pero supuse que, si Sagitas sacerdotisa salía de esa manera, tenía que ser importante para ella. - Jack, le recuerdo que yo soy enfermera, entre los dos podremos hacernos cargo - me dirigí al fantasma un poco enfadada por su tono. Es cierto que éramos novatos pero aún así... No me gustaba que me trataran como a una inútil, estaba embarazada, no inválida. Pero tan pronto el enojo había ido y venido en un segundo para de nuevo, en mi cara asomara el desconcierto. ¿De qué narices estarían hablando? Llamé a Galadriel y ésta vino enseguida, le ordené que me trajera una jarra de agua, necesitaba refrescarme, por momentos parecía que estaba acalorada. Llegó con lo pedido mientras, no dejaba de mirar a los dos, tanto a lo humano como a lo fantasmal sin comprender mucho de lo que hablaban. Y al parecer algo había pasado en la habitación. Había cerrado los ojos al sentir el agua fresca bajar por mi garganta. Abrí los ojos y miré preocupada a Sagitas. - Niña, que parece que tienes visiones ¿o qué? - pregunté, un poco burlona aunque, sabía que se enfadaría- por mi propia experiencia, te puedo decir que los muertos siempre se comunican de una manera... u otra -levanté una ceja ahora la prima Xell pareció estar en un estado de trance. Me dieron ganas de darle una colleja, pero me contuve. Algo fuerte había pasado ahí dentro... Y yo seguía sin entender nada... - ¿Me queréis explicar qué c*** pasa aquí? -pregunté ahora, furiosa, dando una palmada fuerte encima de la mesa- yo también puedo contar cosas y no muy agradables, por cierto... así que hacer el favor de ir soltando lastre. Si queréis planearlo todo bien yo puedo intentar... algo... no sé hasta qué punto podré hacerlo sin llamar la atención pero, si tantas ganas tenéis de actuar mejor pensar bien las cosas - insistí a los presentes- es mejor atacar por sorpresa sin dar tiempo a reacción. Me sorprendería que Lázarus no pusiese bombas con líquido o cuerno de Erumpent en el jardín para evitar los asaltos... Sé cómo trabaja - insistí- pero antes de divagaciones sobrenaturales hay que saber todos los puntos - me dirigí ahora a Matt - cariño, no quería comentarte nada para preocuparte pero -suspiré y bebí otro sorbo de agua- a los tres meses de embarazo tuve cierta conexión con él, algo muy raro y ahora, éstas experiencias, algo me dice que todo puede estar conectado -me dirigí ahora a Sagitas -espero que tu tía o alguien de vuestra familia no muriese a manos de Lázarus es raro el enlace que he tenido y... me preocupa... off: en el próximo post, hago uno de Lázarus *-* es que si no, queda demasiado grande el rol y tb menciono a Adrián jejeje
  24. - ¿En serio me dices que no la conoces? -pregunté, sorprendida. Pero claro, que estudiara herbología no quería decir que conociese la botánica en parte muggle. Fruncí el ceño y al mismo tiempo, asentí con la cabeza- bien, en cuánto salgamos de la reunión, les escribiré a los Vulturi. Si les cuento el motivo, seguro que, gustosos me darán unas cuántas semillas. Se podrían plantar alrededor de esas que has puesto... Creo que a Adrián le gustaría - sonreí con tristeza. - ¿En la retaguardia? -protesté, preguntando y sorprendida a la vez. Pensaba que mi suegra me tendría más en cuenta. Pero suponía que era para protegerme a mí y a esa pequeña que crecía en mi interior- precisamente porque somos pocos, debemos tener un plan de actuación, maldita sea -protesté otra vez, dando un pisotón en el suelo, enfadada- y es más, hasta puedo llamar a mi hermana y a la abuela. Quizás ellas puedan ayudarnos. Si les cuento lo que pasa, quizá sí se presten a ayudarnos, no he hablado mucho con la abuela, pero de lo poco que me ha contado, te admira Sagitas. Y es más, aunque ande con un bastón, te puede sorprender la magia que puede hacer - y esperaba que, con ese ofrecimiento, no se opusiera a que yo entrara en escena. Entramos adentro de la mansión en dirección a la biblioteca, parecía que la gente poco a poco después de mostrar sus respetos se habían marchado de la mansión. En parte me sentía aliviada. Odiaba los lugares concurridos y sólo me sentía segura con la familia. Puede que fuese un poco paranoica, pero el estar en la antigua orden oscura, me hacía ver peligros que, quizás no existiesen aunque lo más peligroso era esa familia que pretendía acabar con la nuestra. A pesar de esa magia extraña que lo había barrido todo, ya habíamos tenido problemas con ellos y más aún en la boda. No quería que volviera a ocurrir. Pero las palabras de mi marido me alertaron. - ¿Y si lo han matado? Al halcón, digo -le pregunté preocupada- son capaces de hacerlo si un ave está cerca de las inmediaciones del castillo... Lo verían como a un instruso - aclaré. No pude evitarlo, no quería reírme de Xell pero me sorprendió la inocencia con que había dicho la frase... - Cariño, no sabes tú lo malo que puede ser -negué con la cabeza- es un cerdo que, si se puede aprovechar de alguien lo hará sin que le tiemble la mano... y espero que psicológicamente, Adrián sea fuerte. No sabes lo que puede usar para destrozar tu mente y dejarte vulnerable... conozco sus tácticas... - Yo también puedo transformarme en ave -le dije a mi prima - aunque es cierto que, una golondria es más discreta. Pero espera a que el halcón venga primero. Es mejor no correr riesgos -le dije temerosa, uno de los elfos fue trayendo lo que Sagitas había pedido - y para mí una taza de té caliente... necesito reponerme de todo... lo sucedido - susurré, sentándome en una de las sillas.
  25. Jardines de la Potter Black Creo que ni Sagitas se había dado cuenta de que nos habíamos acercado. Era algo normal. La pérdida de un ser querido hace perder la noción en dónde estamos, del tiempo y de la realidad. Me mantuve en un discreto segundo plano, mientras veía arder el ataúd de mi tío. No pude evitarlo y un par de lágrimas traicioneras se soltaron y corrieron en mis mejillas. Las limpié con rapidez. Había mantenido el tipo todo el día y no sabía cómo lo había hecho, pero seguro que me derrumbaría en los brazos de Matt en cuánto estuviésemos a solas en nuestra habitación. Pero de hecho no había podido aguantar tanta presión y había salido varias veces de la casona que ahora, tanto por matrimonio como por consanguinidad, se había convertido en mi casa. El salir a los jardines me había dado más paz, que el bullicioso salón en dónde aún había muchas personas, hablando en bajito o comiendo los tentempiés que, hábilmente había dispuesto Harpo y por supuesto, el resto de mis propios elfos. Pero ahí en ese lugar especial, se respiraba paz. Me fijé en que Sagitas sacaba algo y no supe que era, cuando sólo había quedado cenizas dispuso una especie de cajas... - Claro que te ayudamos, ¿qué quieres que hagamos Sagis? -le dije en un tono cariñoso. Me fijé en que cavó un poco de tierra y lo que había sacado puso las cenizas y encima lo que parecían semillas. ¿De qué tipo serían? Sentía curiosidad pero antes de molestar en preguntas banales, la dejé que hiciera lo que tenía pensado hacer. Al terminar con la tierra prensada me fijé en que había lanzado un encantamiento de agua. Seguro que sería algo especial, sino, no haría tonterías absurdas, la conocía lo suficiente y no malgastaría el tiempo, así cómo así en unas simples ofrendas. Con respeto, en silencio pensé en llevarle unas flores algún símbolo de los Rambaldi, la casa a la que pertenecía. Aunque me hubiesen echado, la sangre era la sangre... Carraspeé y le dije en un susurro: - tía Sagitas, si quieres puedo hacer que traigan la flor Rambaldi y que se plante aquí. Así crecerá al lado de lo que hayas plantado tú. Creo que sería un buen homenaje para él. Aunque fuese mi tío, seguro que tenía sangre de la realeza -le dije con una sonrisa graciosa - y, seguro que, allá dónde esté le encantará... Unas flores de lis, creo que les vendría bien, les escribiré al consejo, para que me las traigan de Italia -le puse una mano en el hombro y me sorprendió su respuesta, asentí contenta. - Claro que sí, nosotros te ayudaremos, ¿verdad, Matt? - y aunque se negara y se pusiera terca como una burra, yo lo era más. Sabía que intentaba proteger la descendencia de los Potter pero también llevaba sangre Rambaldi. Una perfecta unión de dos casas mágicas en un ser, que crecía en mi interior. No podía evitarlo y me sentía orgullosa de ello. Por supuesto que quería a mi marido, pero haría lo que fuera, para proteger a esa pequeña que sería la heredera de un largo linaje de magia. Aunque por supuesto y a pesar de no haber nacido todavía corría peligro. Había que acabar con esa familia como fuese... Ya me encargaría yo de ello... En esos instantes, sentí la voz de Xell y di un brinco del susto... quería participar en el entierro y cuando terminó dijo que quería participar... - ¿Estás segura, Xell? -le inquirí, temerosa - es peligroso y lo último que necesitamos es que te secuestren a ti también - le dije con preocupación- el tío Adrián todavía está secuestrado y debe estar pasándolo fatal. NO me sorprendería que ese patronus que se apareció en el ferétro, fuese cosa suya... -hice un gesto de mohín de disgusto, era un símbolo fenixiano, pero aún así era de mucho poder. Pocos magos conseguían realizar un patronus de esa embergadura. Yo por suerte, aún tenía ciertas habilidades que, aunque fuesen ocultas no dejaban de ser igualmente poderosas. - está bien, pero yo quiero ir a esa reunión. No me iréis a dejar al margen después de todo. No tenéis ni idea de quién es ese maldito Lázarus, es un ca.brón con pintas, te lo digo yo... Peor que un mafioso muggle que ya es decir... -¿En Rumanía? -pregunté, sorprendida- no tenía ni idea... ¿Hayame ha vuelto de allá? Quizá ella nos pueda decir algo más... Yo creo que es de ese país, aunque siempre me manipuló diciendo que era italiano - hice un gesto de mal genio en mi cara- menudas ganas tengo de darle su merecido... bufé... eso sí, antes de planear nada, ¿qué tal un poco de café? Así nos serenamos -les dije a los presentes. @ @@Xell Vladimir Potter Black @@Matt Blackner

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