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.: Castillo Triviani :.


Mentita
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El olor de carne putrefacta no era el más agradable del mundo, y menos aún cuando esa carne era rusa. La gente del norte no sabía alimentarse bien, y pese a su robustez a ese ministro le faltaban varios kilos para dejar de ser el palo de una escoba. Con meticuloso cuidado, cogí uno de los apéndices entre mis dedos elevándolo hasta la altura de los ojos. Un corte limpio; aquel pobre hombre sin pulgar nunca podría volver a sujetar con firmeza una botella de vodka. Ni un lápiz, puestos a excluir.

 

Soltando de nuevo aquel amasijo de carne en el pequeño cofre, me alejé del calor de las llamas de la chimenea y me aproximé con la sutileza de un suspiro hasta nuestro cautivo. Había escuchado sus enfrentamientos con cada uno de mis familiares, y la escena era similar a la de un grupo de chacales acechando a su presa, vigilando al allegado para ser más rápido que él. Los Triviani estábamos deseando hacernos con ese pedazo de carne y divertirnos con ella. Mi interés en aquellos temas era más bien vano, pero quizás pudiera echar una mano en aquel juego desequilibrando aún más a nuestro convicto.

 

Al no haber oído mis pasos a sus espaldas, se estremeció cuando aparecí en su limitado campo visual. La penumbra era mi gran aliado, pocas cosas había en Ottery tan inquietantes como mi rostro marcado y desprovisto de luz. Sonreí mordazmente, la salamandra curvándose en mi piel como una truculenta culebra. Sería interesante saber cuánto tiempo tardaría en darse cuenta de que era la gemela de aquella que le estaba succionando la vida lentamente.

 

No tiene por qué asustarse, camarada. Soy la más inofensiva de la manada — eché un vistazo sobre mi hombro, para comprobar que Dany no hubiera sacado ya algún utensilio de tortura. Aquel muchacho tenía algo en la sangre que le impedía tener buen trato con cualquier elemento viviente. Que estuviera perturbado lo hacía aún más digno de llevar el apellido Triviani.

 

Desplazando a mi gemela, mi mano se aferró como una presa implacable a la base del cuello del hombre. Ignoré el sudor que recorría su piel, mezclado con la sangre derramada y la suciedad acumulada en todo el tiempo que llevaba cautivo. Si los soviéticos se enorgullecían por su dureza y su brutalidad, probablemente no fuera gracias a individuos como Petrov. Aquel saco de huesos grandes no duraría ni un solo asalto con cualquiera de la familia. Me costaba creer lo que decían los demás patriarcas, que ésa era la causa de tantas preocupaciones para la Mafia.

 

Inhalé con fuerza, apreté mi agarre y le obligué a inclinar hacia atrás la barbilla. Las telarañas negras que habían ido apareciendo en la piel por el emponzoñamiento se desvanecieron suavemente, ahora que la matriarca Triviani no tenía sus despiadadas manos puestas sobre la víctima. Con un brillo sádico en mis ojos ahumados, ahora convertidos en astillas de plata resplandecientes, me giré hacia Alyssa con los labios rizados en una sonrisa.

 

Yo soy el perro loco de esta familia, debería ser yo quien lo aniquilara por un impulso desquiciado — sería hartamente improbable que disfrutara durante el proceso; el ministro ruso estaba resultando ser un completo aburrimiento para nuestros juegos —. Creo que estarás interesada en sacarle antes toda la información posible. Luego puedes convertirlo en un asqueroso cadáver y llamar a Chuck para que lo recoja. Y tú — mi dedo apuntó hacia mi hija —, más te vale que este secuestro merezca la pena, porque empiezo a sentirme decepcionada — golpeé la frente del ruso con mi dedo derecho, el rostro transformado en una mueca de desprecio. Los Triviani necesitaban un oponente digno.

Editado por Aland Black Triviani

Matriarca Triviani |http://i.imgur.com/YhxI8.gif| Familia Black
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~ Arpía | GrammarNazi | AntMan ~

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  • 4 semanas más tarde...

Enigma― Elfo personal de May

 

Bufó. Miró el paquete de invitaciones una vez más… ¿era en serio? ¿Su ama de verdad pretendía que él? Ni modos, eso le pasaba por confiarle su lealtad a una cría, pero no, ella no era así… ¿por qué demonios había aceptado con tanta rapidez ante la propuesta de su tío abuelo? Negó. Ese par compartía un secreto, uno mucho más grande que el que los unía a ellos dos. Fijó su vista en el castillo antes de chocar sus nudillos contra la puerta de roble.

 

¿Hola? ¿Si acaso hay alguien aquí?―eco. No lo entendía… ¿Por qué estaba ese lugar entre los que debía visitar si parecía deshabitado? Se encogió de hombros.― Bueno, vengo a informar que todos estáis cordialmente invitado al enlace nupcial entre Kurt Ayrton Ravenclaw y Diego Ryddleturn―acotó.

 

Miró una vez más al interior antes de tirar la invitación, no le importaba quien la agarrase, quería deshacerse de esas entregas lo antes posible y hacer algo que realmente valiera la pena. Por ejemplo había un par de reglas que agregarle al tal Corz, no terminaba de agradarle ese elfo.

 

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(Se abre al darle click)

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  • 2 semanas más tarde...

Ziro elfo de Lestat.



"Llevando invitación para la cena de compromiso del patriarca."



El elfo ziro apareció en los jardines de aquella familia, aunque era la primera vez que pasaba por ahí sabia que en aquel recinto muchos de los amigos de su amo, pasaban.



El viento pasaba frió,pues por la fecha el clima había cambiado y aunque se acercaban las fiestas decembrinas muchas de las familias comenzaban a pasarsela en familia


el elfo domestico, con aquel trapo de cuerina un poco descolorida caminó hasta la puerta de entrada y justo en el primer escalón dejó la invitación de aquel acontecimiento.



El saber que su amo y la señorita Laimi tomarían las riendas de su vida era un gran momento donde todos sus amigos y familiares tenia que estar presente.con su mano huesuda dejó la invitación y luego en un crack desapareció a unos metros fuera de los limites de aquel lugar.



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Irri, elfina doméstica de Helen Reyes

 

Un hermoso Castillo se elevaba sobre Ottery, sabía que era de estilo italiano, debido a la gran cantidad de veces que había ido con la señora Reyes a ese país, siempre estaba de paseo viajando por todo lado, mientras la señorita Helen se quedaba sola en casa, al recordar aquello... sacudí mi pequeña cabeza, y decidí prestar atención a la gran fuente que había en la entrada era muy bonita y muy elegante, había algo en ella que me atraía.

 

Pero tenía trabajo que hacer, así que me encaminé hacia la puerta y llamé esperando que alguien atendiera pronto, pero, tan solo segundos después de mis toques, escuché un gran lamento que venía dentro de la casa, ¿Qué estaría pasando? ¿Tendrían a alguien encerrado allí? Me puse muy nerviosa y caminaba de un lado a otro, al cabo de un momento salió un elfo.

 

—Buenos días, vengo de parte de Helen Reyes del Departamento de Juegos y Deportes Mágicos, toda la familia queda invitada a este evento que es organizado por el Ministerio de Magia— dije nerviosa

 

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—Además hago entrega de la lista con los lugares donde se pueden adquirir las correspondientes entradas— dije entregando un pergamino cuidadosamente enrollado.

 

Dumbledore's Night

El Vociferador
Fitzgerald's
Havanna Magic Café
La Mina del Licor
Magic Coffee
Phantom Shot
Pitonisa Peralta
The Arabic Place
Moon River

 

El elfo asintió y al ver mi aprensión y que no dejaba de mirar al interior del Castillo, me cerró la puerta en las narices, me di la vuelta y caminé hacia la salida lo más rápido que me permitían mis cortas piernas.

Editado por Helen Reyes

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La pelirroja apareció en una de las calles de Ottery, había quedado en encontrarse con Anne por aquellos lugares para que le enseñara un poco más del mundillo mortífago. Para sentirse más a tono había escogido un atuendo no tan habitual en ella, así era como Darla se encontraba enfundada en una entallada túnica negra con lazos estilo griego que la entallaban a su cuerpo, unas botas altas de hebillas plateadas cubrían sus pies y sobre sus hombros lucía una capa de viaje cuya capucha caía lánguidamente sobre su espalda. Tenía la varita bien a mano y con paso lento se dirigió hacia el lugar de la cita.

 

—Anne ¿cómo estás? ¿Llego tarde? —saludó a su compañera que la estaba esperando antes de encaminarse ambas hacia la mansión Riddley.

 

Era mientras se dirigían hacia ese lugar que unos gritos desgarraron la calma de la desierta calle que recorrían. Darla dirigió su mirada hacia el lugar desde dónde aquel sonido había surgido, en parte sus instintos se revelaron y parte de la auror en ella estuvo a punto de salir hacia allí corriendo varita en mano, relajándose al recordar cuál era su verdadero ser. E igualmente aquellos gritos provenían de la Mansión Triviani, famosa por sus chillidos.

 

Había oído hablar mucho sobre los Triviani, la Mafia, como la llamaban, reconocía el nombre de sus patriarcas, se había cruzado con ellos en un par de ocasiones pero no había mantenido una relación, ni siquiera recordaba un intercambio de saludos, casi. Recordaba a Candela como la ex esposa del que había sido en alguna ocasión uno de los jefes a su cargo en el D.A.M.y C.

 

—¿Crees que deberíamos ir a verificar lo que ocurre? —le preguntó a su compañera de bando mientras observaba el ir y venir de un par de elfos con panfletos y cartas en sus manos.

 

Realmente nunca entendería eso de aquellas pobres criaturas, que parecían hacer caso omiso a lo que ocurriera a su alrededor y siguieran sin chistar y ciegamente las órdenes de sus amos. Miró de reojo a Anne y cerró su mente con oclumancia, sabía que no la entendería en su compasión hacia los elfos, ni siquiera los de la Orden habían entendido el trato familiar con su propio elfo, Tommy

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Un pequeño chasquido resonó en las calles de Ottery cuando una figura femenina envuelta en una capa oscura apareció. Con un movimiento rápido, la mujer se echó la capucha sobre la cabeza y comenzó a caminar en silencio, en busca de su compañera. Se detuvo en una esquina, sin alzar la cabeza: no necesitaba hacerlo para saber cuándo se acercaría hasta ella la mortífaga. Pronto distinguió en la brisa de aquel día frío que Darla estaba llegando, por lo que levantó la mirada y clavó sus ojos grises en la mujer, con un atisbo de sonrisa en los labios.

 

Tranquila, llegas en el momento perfecto. Un placer saludarte, Darla. ¿Vamos? —le respondió, moviendo la mano a modo de invitación para comenzar a caminar juntas. Enseguida se pusieron en camino, andando una al lado de la otra en silencio. Conocía a su compañera de vista, aunque nunca había tenido el placer de compartir con ella ninguna actividad para el bando. Precisamente por eso, sabía que aquel sería un buen día: siempre era bueno ampliar el nivel de relaciones en el bando, pues todos eran como una familia.

 

De repente, unos gritos se escucharon a lo lejos, y todos los músculos de la Gaunt se tensaron. ¿De dónde venían? Automáticamente, su varita de roble se materializó en su mano izquierda, dispuesta a presentar batalla en caso de que fuese necesario. Pero no parecía ocurrir nada a su alrededor. La licántropa giró la cabeza en varias direcciones hasta que sus ojos se toparon con la entrada a los terrenos de una legendaria familia mágica: los Triviani. A lo lejos se alzaba su castillo, y la Mago Oscuro recordó lo que había oído sobre ellos. En su mente aparecieron varias ideas: Mafia... mortífagos... gritos... Sí, los gritos provenían de allí, sin duda.

 

La voz de Darla la sobresaltó.

 

Sí, creo que deberíamos ver qué está pasando allí. ¿Y si les están atacando? —preguntó, preocupada por si los fenixianos habían hecho acto de presencia en el castillo tenebroso y estaban atacando a sus compañeros de bando.

 

Ambas mujeres se aventuraron hacia los terrenos del castillo Triviani. La Haughton iba atenta a todo cuanto sucedía a su alrededor, pues no quería sorpresas. Tras una breve caminata y después de bordear el estanque que había frente a la puerta principal, llegaron ante la entrada de la edificación, y la pelicastaña se mostró ligeramente indecisa, pues no había signos de que nadie hubiese entrado al lugar por la fuerza.

 

Espero que no lleguemos en mal momento... creo que lo mejor será hacer una visita de cortesía, ya que estamos. A ver qué se cuentan nuestros queridos comp... ¿Qué ha sido eso?—exclamó, justo después de llamar a la puerta: nuevos gritos habían salido de las profundidas del castillo.

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http://i44.tinypic.com/2ryj9eo.jpg— S-s-su nom-m-bre es Chuck, mi lord —

 

— Chuck… — susurró sonriente. El asfalto a sus pies crujía estrepitosamente en esa noche invernal donde la nieve parecía querer pintarlo todo de ese profundo y somnífero blanco. El Mortífago iba ajustándose el guante izquierdo con la mano que sostenía su varita. Caminaba con esa seguridad que siempre lo había caracterizado. Mirada fija, dorada reluciente y una sonrisa bajo esa guarnición de titanio que coronaba su metal de un gesto lastimero, sollozante y en tortura.

 

No se molestaba en mirar a Jacaré. Ese elfo que lo acompañaba siempre, desde antes del deceso de su compañero Morgan, cuyos restos reposaban putrefactos sobre las aguas de una de las lagunas en la Cámara Secreta del Castillo Ryddleturn. Lyra le había confiado ese espacio de su castillo, del que se había apropiado por encima de los reptiles perennemente centinelas que se alzaban erguidas en la bóveda de piedra. Allí, la advertencia al elfo de piel café era clara, y por ende en dicha medianoche caminaba un paso atrás de su Amo a quien llamaba: Señor Oscuro.

 

La túnica negra del Cardenal de la Muerte bailaba al son de la melodía de la brisa fría y carente de fuerza. Sonaba armoniosa a sus oídos, pareja única que danzaba fuera del alcance de su máscara. Era larga y profunda como la noche, y la nieve que pegaba en su tela se derretía poco después de lograr otro ribete blanco sobre campo de oscuridad.

 

El ingente mago imponía cuando caminaba. Las aceras se hubieran vaciado de haber estado pobladas como sucedía de día por esa misma calle llamada Ottery St. Catchpole, la que siempre tenía que sufrir ese azote de fuerzas pétreas que emanaban desde el alma de ese Nigromante.

 

Y después de varios minutos de caminata, el andar del hombre disminuyó. Se detenía lentamente frente a dos verjas altas que poblaban su mirada de los jirones que se interponían entre él y el fragor de la luna llena. Detrás de esa cortina de hierro que protegía el terreno blanco detrás, un Castillo se alzaba digno de apreciación y de una fachada ladrona de buenas impresiones.

 

Sus labios volvieron a enarcarse en una retorcida sonrisa, para luego permitirles expresar única palabra: — Chuck.

Ex-Líder de Bandos | Ex-Wizengamot | Ex-Orden de Merlín 1ra Clase 

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Vladislav Petrov, Ministro de Magia Ruso

 

La víctima iba perdiendo la consciencia a cada minuto y sus fuerzas vacilaban ante la visión de aquellos cuatro desquiciados. La relación que mantenían entre ellos, los lazos que guardaban, eran tan fuertes... y volubles al mismo tiempo. O al menos era en apariencias, quizás si buscaba un punto de quiebre podría separarlos, o confirmar sus sospechas de que su lazo era mucho más fuerte de lo que ellos querían hacer ver.

 

¿La salvaje estaba loca?Afirmar que eran los otros tres quienes habían puesto precio a su cabeza y, sobre todo, el rostro impasible de ellos y su total indiferencia ante ese hecho. Quizás suponía que lo que la chica bajita decía, no era totalmente descabellado.

 

Net , eto bylo by slishkom... >>pensó.

 

— Decepcionada, ¿y eso por qué? —después de un largo silencio le sobresaltó la voz infantil de su raptora.— ¿Qué información podría sonsacarle?

 

Las mujeres con cabello color vino estaban impacientadas, ellas querían ver correr la sangre de sus venas y tal vez eso sería lo mejor. ¿Por qué continuar ese calvario? No, él temía a la otra mujer, su paz y su calma. Mantenerlo con vida, como le escuchaba decir en ese momento, significaba más horas de agonía. Y peor aún, personas involucradas en asuntos en los que no deberían estar.

 

Vladislav dio un suspiro y cerró los ojos resignado.

 

 

La Zingara

 

En cualquier momento estallaría. Su interior era un remolino de emociones que podría desencadenar en una próxima guerra, la guerra Triviani; pero no, no era con su familia con quienes luchaba. Era una guerra, sí, su vida había sido siempre una guerra; pero aquella sería una distinta. Las conspiraciones debían resultar efectivas para inculpar a otros y dejar a los Triviani al margen, por lo menos hasta terminar con aquel negocio ruso en el que se había metido.

 

— Decepcionada, ¿y eso por qué? ¿Qué información podría sonsacarle? —preguntó luego de haber escuchado a los tres, que parecían estar dispuestos a acorralarla en sus acciones en lugar de colaborar.

 

> pensó.

 

— ¿Acaso la vejez te ha enceguecido? —encaró a su madre con un tono de voz que amenazaba con interrumpir su calma— Y ustedes, ¿qué esperan que haga con él? —se volvió para mirar a Danyellus y Alyssa.— Oh sí, dejemos que la oveja negra de ensucie las manos y acabe el asunto. ¿Qué asunto esperan tratar si no se enteran de lo que pasa a su alrededor?

 

Con un rápido movimiento abrió el cofre en el que estaban los dedos del ruso y extrajo un saco mucho más pequeño con forma circular. Lo abrió y tiró a los pies de los tres.

 

— ¿Saben siquiera lo que es eso? ¡Revisen! —ordenó— Este hombre ha ordenado la ejecución de hombres tan importantes para nuestro negocio, para nuestras raíces, personajes que deberían tener un Hall de la Fama y que, sin embargo, ni siquiera han merecido una mención en el boletín de las noticias. ¿Acaso alguien nombró la muerte de Fiorenzo Zorreguieta? —sinceramente esperaba que recordaran a quien los había sacado del caos de Italia.— ¿En algún lado se hizo un breve silencio por Máximo Copló?

 

Máximo Copló era el último descendiente de la larga linea Triviani que había quedado en Italia, al fallecer su madre en una redada encabezada por su propio padre, él había quedado a cargo de los negocios familiares en su país; ellos lo sabían. Candela había mantenido comunicación en él luego de encargarle la muerte de su padre biológico. Vladislav había llegado hasta Máximo debido a un soplo que recibió por parte del socio mismo de Copló.

 

— Nuestra familia decae, señoras —había recuperado su apacible tono de voz— y señor, y ustedes están enfocados nada más que en la pelusa que hace picar su nariz. No ven más allá. ¿Quieren acabar con él? Pues no. Aún no es el momento. —se giró para dedicarle una mirada amarga a su rehén— No hasta que vea a su progenie sufrir por nuestras manos y sienta tanta culpa que pida a gritos que lo despachemos para el infierno. Y claro, no podemos olvidarnos de los millones. Tampoco podemos deshacernos de él tan pronto, hay quienes creen verdaderamente que, cuando hablan conmigo, lo hacen con el mismísimo Petrov.

 

La gitana esbozó una pequeña sonrisa antes de volverse hacia su familia.

 

— Tenemos trabajo que hacer, escucho aportaciones positivas al negocio y negativas a la salud de nuestro invitado. Podría Chuck ayudarnos. ¡Chuck!

 

El elfo tardó nada más que una milésima de segundo en aparecer en aquella fría mazmorra. Un instante después desapareció, con el terror reflejado en los ojos luego de ver al prisionero.

 

 

Chuck, elfo de la Familia Triviani

 

Reseñas, era eso lo que tenía que hacer en la biblioteca. Luego de haber ordenado la cantidad de libros y enciclopedias familiares, tenía que hacer un resumen de todo lo que había, hubo o llegaría. ¿Es que no se cansaban de tener tantas cosas en vano? Ni siquiera las leían. Pero un elfo no podía poner en discusión aquello, él sólo servía y su voto de silencio a favor de la familia también cubría esa parte del trato.

 

Ah, pero cómo extrañaba aquellos años en los que su servicio era un honor para la familia, y no una obligación.

 

>pensó el elfo y se golpeó la cabeza con el escritorio. >recordó.

 

— No, Chuck. Tu nombre es Chuck. —y volvió a golpearse con el escritorio— ¡Mi nombre es Chuck!

 

Y de pronto desapareció y reapareció.

 

— ¡Chuck!

 

Escuchó la voz de una de sus amas a lo lejos, lo llamaban.

 

— Mi ama llama, Chuck atiende. —con una exagerada reverencia, saludó a la joven matriarca.

 

Se puso nervioso al comprobar que no se trataba únicamente de la joven salvaje, se trataba de todos ellos. Los cuatro patriarcas reunidos, eso sólo podía significar problemas. ¿Otra guerra? ¿Ahora sería en contra de los Chucks y necesitaban un conejillo de indias?

 

Sus dudas se esfumaron cuando reaccionó ante el inerte cuerpo que colgaba sobre su cabeza.

 

>

 

El terror se reflejó en sus ojos y miró a cada uno de los presentes. Él los conocía, los conocía a todos. Incluso a aquel que sangraba sin dedos.

 

Y tras un ligero crack, desapareció...

 

... y reapareció.

 

Las cadenas se habían desvanecido, la mirada indiferente de los patriarcas ante su visible temor aún lo perseguía. Pero el ambiente había cambiado, ya no estaba en las mazmorras desde donde lo habían invocado. Si tenía suerte, cuando volviesen a llamar acudiría otro Chuck. Él tenía que salir de allí, calmarse para poder volver.

 

El jardín principal le ofrecía paz, pero no, era demasiado cerca. Casi gritó al darse cuenta de que habían dos mujeres en la puerta de entrada y corrió hacia los arbustos para no ser blanco de preguntas y cuestiones que no estaba dispuesto a resolver.

 

A lo lejos, en las verjas, le pareció ver a otro mago, pero no tenía tiempo para sentarse a observar. Y se marchó.

 

 

 

Off: larguito u.u

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~ Mosquito ~          Ianello 

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— E-es-es aquí —

 

— Interesante —

 

— Al parecer son tres o cuatro patriarcas los que sustentan a los habitantes del castillo, mi señor, Jacaré estuvo pendiente del movimiento de sus habitantes, mi señor —

 

Se frotó las manos muy pausadamente. En esos momentos, su mente presentaba la conjugación de muchos presentes, entre ellos, el de las llamas que debían estar consumiendo al Centro Comercial y la fachada de esa edificación que tenía en frente.

 

— Cómo se llaman — la voz seca restalló tan sutil como tirar de un gatillo.

 

— Jacaré no pudo averiguar nada más. El elfo principal se llama Chuck, el resto de elfos al ver a Jacaré intentaron alertar a la familia — la criatura doméstica pareció haberse despojado de todo pánico para contar su hazaña que había durado apenas dos días — Jacaré puede asegurar que los Triviani son una familia muy cerrada, y sabe el nombre de su elfo principal pues uno de los miembros de la familia lo llamó allí mismo, donde el agua de la fuente borbotea día y noche —

 

Ladeó un tanto la cabeza, incrédulo. Jacaré no había hecho lo que su amo le había pedido, y éste no se había percatado que detrás de la máscara había un gesto de fastidio.

 

— Piérdete — no había siquiera terminado de pronunciar la esdrújula, cuando el elfo ya se había convertido en polvo.

 

 

 

 

Las verjas se imponían ante él impasibles, no se movían; y los jirones que se enroscaban entre sí daban la sensación de que entonaban una melodía repelente. Hacían bien su papel protector, pero a él no le hacía efecto alguno. El Nigromante sintió que se encontraba en el medio del jardín. La fuente seguía su ciclo interminable, donde se desprendía desde su piedra el rocío del agua efervescente; y tras él, bastante más atrás, las verjas aún cerradas e impenetrables.

 

Abrió los ojos y era cierto.

 

El intruso siguió avanzando, sin prestarle atención a su propia presencia oscura y dantesca. Aún con su máscara, parecía un ente satanizado. La oscuridad lo enmarcaba, y la mirada color oro a la altura de su rostro era la única señal de que en ese cuerpo había algo distinto a la carencia de colores que se ceñía por toda su silueta y lo acosaba.

 

Los segundos se gastaban y con ellos sus pasos. Ni siquiera se había percatado que la entrada principal del Castillo le había presentado alguna molestia. La oclumancia y su varita mágica, de alerce gris, iban igual de alertas la una de la otra en medio del recibidor del domicilio donde residían los Triviani.

 

Tres elfos que hacían las labores domésticas en la misma habitación, vieron lo que sus propios ojos no querían creer. Los rumores eran ciertos. El trío de Chucks fue protagonista de una taquicardia que amenazaba con sus integridades físicas. Hasta entonces, siempre creyeron firmemente que la leyenda era solo eso, un mito; pero, ver en persona al Cardenal de la Muerte, parecía una falacia.

 

— El Cardenal de la Muerte — dijo y su voz ronca y áspera como una piedra, cinceló la audición de cada uno de los tres elfos — aprovechen que estoy de gracia y me anuncio ante ustedes. Candela Triviani, ahora — y los tres elfos desaparecieron.

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Anne tenía razón, existía la posibilidad de que los de la Orden estuvieran atacando el castillo o los enemigos de aquella mafia, aunque también podían ser ellos con sus acostumbradas prácticas. Así es que igualmente había atravesado los jardines frente al castillo tras cruzar las rejas de entrada al lugar. Darla no había podido dejar de apreciar el estanque de la entrada y sentir un extraño estremecimiento recorriendo su cuerpo al observarlo, como si algo tenebroso hubiera en él .

 

Cuando estaban a pocos metros de la entrada la vampiresa hubiera jurado que notó la presencia de una figura en las cercanías de la misma, por lo cual presionó con firmeza a Edelweiss en su diestra mientras se mantenía alerta. Detrás de ellas rumores de voces se oían en la lejanía, cerca de la verja que habían atravesado a su ingreso. La voz de su compañera y luego un grito desde el interior del lugar la volvieron a alertar, sin poderlo evitar se adelantó y golpeó con rudeza la puerta de entrada. Se veía demasiado sólida como para que alguien hubiera forzado el ingreso y no pensaba hacerlo ella a menos que fuera absolutamente necesario.

 

--Eso es el sonido del dolor y la tortura --murmuró en respuesta hacia su compañera, podía sentir como si las observaran solo esperaba que nadie les saltara encima y que Anne no quisiera matarla por haber ella saltado casi hasta la puerta de entrada con la idea de ingresar de una vez por todas en el castillo y averiguar qué pasaba.

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