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.: Castillo Triviani :.


Mentita
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Guardias

 

Luego de terminar mi labor como guardiana en el castillo Haughton necesitaba darme un descanso. No había sido tan difícil el observar el sitio, sin embargo cada vez la vaguedad se iba adueñando más de mi cuerpo, obligándome a tomar grandes descansos por cortos periodos de trabajo. ¿Así o más floja? Sin embargo, por más bien que se sentía el estar haciendo nada, quería volver a lo que era antes, cuando trabajaba realmente por una marca mejor y estable.

 

Mi amor por el tatuaje y todo lo que implicaba el tenerlo me hizo levantarme de la roca donde me encontraba descansando y aventurarme nuevamente a las calles de Ottery St. Catchpole. Recordaba que cuando iba a la academia odiaba caminar por ahí y ver todos los castillos, me parecía una pérdida de tiempo comparada con el Callejón Diagon y sus múltiples facetas atrapantes, siempre había algo que me gustaba hacer o que me encantaría probarlo. No obstante ahora todo cambió.

 

Prefería estar en el lugar más tranquilo de Ottery que ir caminando entre los negocios bochornosos del callejón, incluso odiaba el tener que mezclarme con gente que no conocía. Distintos olores, no siempre gustosos, distintos niveles de sonido, como si estuvieran haciendo una competencia de quién gritaba más. Niños corriendo, juguetes pasando por todos lados. Definitivamente no me agradaba hallarme allí. Todo eso iba pensando mientras movía los pies tranquilamente hacia el Castillo Triviani y luego a su puerta principal.

 

Repetí el cuadro de la Haughton, llamé a la puerta y esperé pacientemente a algún elfo o persona que me atendiese. Tenía un poco de conocimiento acerca de la familia, muy adinerada y metida en negocios del... ¿mercado negro? Todavía tenía en mente la imagen de un hombre siendo torturado por los mortífagos, a causa de querer cambiar las reglas que se regían por estos lugares. Tontos, no sabían lo que hacían al meterse con un mortio.

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La mirada de Danyellus se clavó en él como una daga tras visualizar la imagen, el Malfoy se encontraba junto a Alyssa y sus dedos se entrelazaban, un espectáculo digno de admirar y más para el Triviani, tutor de Pik e hijo de Alyssa, aquello si que era una digna venganza para el Macnair. Sus orbes desde una vista superior, se clavaron con desprecio en el peliblanco tras recordar las torturas y todo lo que le paso y, por primera vez, el asco y la desaprobación se marcó en el rostro de Danyellus.

 

Despegó los labios para responder, pero tras un movimiento de varita otra explosión ocurrió frente a él y, Pik junto a Alyssa, salieron volando hasta chocar contra una pared. Sintió un latente dolor en espalda y en la parte trasera de su cabeza, aunque su primera preocupación fue hacia la Triviani al lado suyo, se encontraba entre este mundo y el otro, estaban confundida tras el impacto. Alzó la mano con la intencio de acercarse de a ella, pero una nueva psicópata tomó por el brazo a Pik y, tan rápido que no se dio cuenta, se encontraba con la espalda en una pared y un cuchillo clavado en su tórax.

 

Sus ojos se dilataron tras el impacto y la rápida perdida de sangre, su ropa se empezaba a teñir de rojo y, por si fuera poco, Aland se acercó a su posición y presionó su garganta hasta casi dejarlo sin aire. No podía hablar, pero si pensar, aunque se encontraba confuso y casi no podía sostenerse de pie. Notó como Aland intentó escapar, pero aquello no se lo dejaría tan fácil, con pensar un simple <<Levicorpus>> bastó para que Aland quedara con los tobillos hacia el techo y a dos metros sobre el suelo, sin poder escapar de aquel lugar.

 

Morirías, Triviani… quizás no te mate yo… pero Alyssa sí — escupió sangre y y pensó un simple Episkey para detener la hemorragia, la herida había parado de sangrar, pero aun estaba débil. Intentó levantarse y poner fin a esos dos dementes Trivianis que se encontraban ahí, pero sintió un golpe tras él que lo lanzó al piso, dejando nuevamente al Macnair al nivel de piso y Danyellus encima de él, furioso, dispuesto a acabar de la vida del Nigromante por completo.

 

Los golpe iban de diestra a siniestra, el Macnair respondió y entre ambos se estaban matando de la manera más muggle posible. Maldecía que su varita se había caído luego del golpe y no podía acabar con aquello, pero una nueva furia se acercó a su posición y mandó a volar a Danyellus tras un golpe. Alyssa apareció en una fracción de segundo, ayudó al Malfoy de librarse de Danyellus y giró hacia Aland, dispuesta a encargarse de su hermana.

 

¿Demasiado caótica la imagen que acabas de ver, Triviani? — Preguntó mirando al peliblanco al recuperarse del golpe de Alyssa. Su voz resonó llena de despreció y provocación. Pik cogió su varita y desafió con la mirada a Danyellus, ambos magos estaban dispuestos a acabar con aquello en ese instante.

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Federico no hizo más que sonreir y detenerse en el barandal a observar el espectáculo. Sabía lo que se avecinaba pues conocía bien a su padre, pero no dejaba de sorprenderle aquel trastorno que le modificaba el humor completamente de segundo a otro. Le hacía acordar a sí mismo en parte, en sus años de labor. Había llegado el resto de su familia, entre ellos su abuela a quien sólo había conocido nombrarla en boca de Danyellus, Alyssa. Era casi un nuevo terreno para él, por lo que no podía dejar de deleitarse al observar cada detalle de la convivencia en dicho lugar.

 

Tamborileaba los dedos. Empezaba a aburrirse cuando la guerra pasaba ya a ser un culebrón de celos y traiciones. Resopló y frunció los labios dejando caer su peso sobre su codo derecho rascando su barbilla.

 

Un Chuck apareció a su lado con un crack que casi lo dejaba sordo, además del susto que le había causado por la paranoia como residuo de los eventos recientes. En cualquier momento ese castillo era capaz de quedar completamente en ruinas.

 

-¿Amo Di Giorno se encuentra bien?

 

Federico alzó una ceja y lo ignoró volviéndose hacia el hueco de la escalera, lo cual era mucho más interesante. Sintió un golpecito en la espalda. Gruñó y giró con mala cara.

 

-Che cazzo vuoi?

 

El Chuck se encogió de hombros y procedió a hablar.

 

-La señorita Goshi Black Rowle se encuentra en la sala, dudo que el amo Danyellus se encuentre en condiciones de recibirla.

 

Los ojos del italiano se abrieron como platos y lo empujó de una patada haciéndolo volar hasta la pared contraria del pasillo donde cayó de bruces al suelo tomándose la cabeza y lloriqueando. Goshi no debía estar ahí y si algo le había enseñado su padre era que la culpa de todo lo que ocurría en el castillo era de los Chuck.

 

-Chi era il pazzo che ti ha fatto entrare? Inutile!

 

Acto seguido un temblor se apoderó de los pisos superiores y se cubrió el rostro con su saco al sentir estallar los vidrios por todas partes. Al quitarse el saco de encima el polvo de vidrio se deslizó hasta sacudirse de su cuerpo. Aquello ya era demasiado y no podía permitir que ocurriera una tragedia, al menos no con ella en el medio.

 

Sacó la varita de su bolsillo y bajó las escaleras corriendo hacia donde se encontraban los Triviani en plena disputa. Miraba para todos lados pero no veía el cuerpo de la Black por ningún lado de la sala. Habría escapado, desaparecido.

 

-Buenas noches.- Musitó y soltó una carcajada nerviosa.- Esto es increíble, no pensé que de verdad eran capaces de tanto...

 

La escena era hermosa. Su padre por un lado, totalmente desquisiado luego de intentar matar a golpes al amante de su abuela que acababa de ser arrojada al suelo. La otra loca colgada de los pies. Miró hacia la altura de su cabeza, su rostro no era feliz. Negó con la cabeza y aferró con más fuerza su varita. Gruñó de furia, cambiando su rostro completamente y miró a los ojos a Alyssa.

 

-Tú pareces la más sensata de todos.- Ladeó los labios en una mueca de disgusto, volvió su mirada hacia su acompañante ante el cual se limitó a alzar una ceja y volvió hacia Alyssa nuevamente empuñando la varita pegada al cuerpo.- ¿Cuánto tiempo dura esta locura? ¿Y dónde está la Black? Díganme que la han hecho regresarse.

 

La furia le anudaba la garganta y provocaba en su nariz un leve tic que hasta lo hacía ver un tanto gracioso. Miró furioso a su padre que se encontraba del otro lado totalmente transformado. Tanto que apenas lo reconocía, de no ser por el cabello blanco.

 

-Se ha ido, ¿verdad? - Sonrió mirando nuevamente a la Triviani junto a su amorío, una y otra vez.- Díganme que sí...

 

Frunció el entrecejo al no recibir respuesta levantando apenas la varita en altura, cuando sintió un filo clavarse de lleno en una de sus nalgas. Abrió la boca y los ojos y llevó su mano despacio hacia atrás. "Auch". Tomó el cuchillo por la empuñadura y se lo sacó suavemente mordiéndose los labios para no chillar del dolor. Giró su rostro y allí la vio a la muchacha a quien no hubo registrado, otra Triviani que parecía disfrutar con su cometido.

 

-¡Pagare per questo, fottuto bastardo! -Levantó la varita hacia Candela pero una explosión frente suyo lo hizo volar hacia atrás perdiendo la varita en el camino.

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El afamado castillo Triviani se alzaba frente a ella como un dragón que se muestra erguido sólo para pavonear sus formas, tenía vagos recuerdos de lo que significaban los Triviani en el pueblo de Ottery. Era bien sabido que conformaban parte de las familias más reconocidas en el mundo mágico, a pesar de no ser de las más antiguas, habían logrado posicionarse en lo mejor de la sociedad. Cosa obvia tomando en cuenta que las matriarcas originales, las gemelas —llamadas así por su afinidad más que por la realidad— Triviani, provenían de familias ancestrales entre los magos.

 

No recordaba a nadie en particular de la familia Triviani, aunque recordaba con cierta fiereza a la señorita que se decía hija de Aland. Celos por culpa de su padre, nunca le había tolerado ninguna noviecita de las que ella había conocido y estaba empeñado en verlo envejecer solo.

 

El camino empredrado hacía que sus tacones resonaran con cierta gracia, sonido que visiblemente le relajaba el cuerpo, desde los hombros hasta los dedos del pie. Ese par en particular, era diseño de un mago que había amasado fortuna creando zapatos para los muggles. Ella tampoco había logrado escapar del encanto de los Jimmy Choo negros que hoy ostentaba.

 

Para cuando divisó a Valent, sus pasos se hicieron más ligeros transformando su taconear en un sonido más cadente y con notas musicales que sólo ella podía entender.

 

- Espero que aún este a tiempo, odio ingresar aquí sola —comunicó con una sonrisa apenas llegó hacia donde estaba su compañera.

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Mi inicio en la Academia http://i.imgur.com/TN5YrKe.gif

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Guardias

 

Caminaba a pasos acelerados, iba tarde, no podía creerlo, a pesar de haber estado lejos bastante tiempo aún no me acostumbraba a este nuevo estilo de vida que llevaba. Me daba algo de nostalgia el ver el lugar en el que realizaría mi guardia de aquel día. Sabía que podría encontrar algunos conocidos, alguna vez en años anteriores pertenecí a esa familia, que ahora la consideraba especial y me llenaba de completa alegría el visitar aquel majestuoso castillo, aunque físicamente no se me notara. Caminé un poco más hasta que al fin pude visualizar el castillo tan anhelado por visitar. Saqué un pequeño espejo de mi bolsa de mensajero para observarme y arreglarme un poco, una cosa muy inusual en mi persona, ya que no era lo mío ser tan vanidosa, solo en ocasiones especiales, de hecho, odiaba serlo. Mi cabello por lo regular siempre lo llevaba suelto y en la vestimenta, siempre solía llevar mi traje de marinero o unos simples vaqueros desgastados y rotos con una playera simple que hiciera juego. Alcé la vista y ahí estaba lo que más deseaba ver: el castillo.

 

- Bien Luna, hemos llegado – La pequeña minina negra ojiazul soltó un pequeño maullido.

 

- Espero recordar a unos cuantos – Exclamé un poco nerviosa, acomodé mi pequeña falda entablonada y mi cabello largo y negro.

 

Para cuando estaba a punto de llegar pude ver claramente dos figuras postradas en la entrada, me acerqué y les dediqué una pequeña reverencia.

- Siento la tardanza, pero ya estoy aquí para comenzar con el trabajo – Dije mientras cautelosamente observaba a las dos brujas que tenía enfrente, jamás las había visto en mi vida, pero una de ellas me daba cierta sensación de haberla visto antes en algún otro lugar.

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  • 2 semanas más tarde...

Kurt A. Ravenclaw

Clase Conocimiento de Maldiciones

Rol para Candela Triviani

 

Una densa nube de humo gris se materializó en las afueras del Castillo Triviani, dando paso, al disparse, a la alta y elegante figura de Kurt Ayrton Ravenclaw. El muchacho de los celestes ojos prontamente clavó su mirada en las altas torrecillas de la edificación. El lugar era magnífico, como siempre, había estado allí en variadas ocasiones y la Triviani era de las pocas familias que le llamaban más la atención tanto como la Malfoy.

 

Sin embargo, no estaba allí para contemplar el paisaje, sino que estaba allí por motivos meramente académicos. El vampiro pronto traspasó la verja que bordeaba los terrenos de aquella familia, separándoles así de las calles de Ottery, se enfiló por el sendero y, a la mitad de éste, el chico alzó el vuelo convertido en un hermoso ejemplar de Elanio Azul. El ave prontamente sobrevoló el cielo y fue a adentrarse en la habitación de Candela.

 

—Igual que su vestimenta, su habitación parece un chiquero —Espetó el Malfoy mirando con desagrado el lugar.

 

Se fue hasta donde una cosa que parecía cama, allí, sacó del interior de su chaqueta de color ocre una caja de madera; la abrió y, con ayuda de su varita, sacó un hermoso collar de ópalos que dejó encima de la cama. Acto seguido, el vampiro volvió a mutar en aquel Elanio y descendió hasta los jardines de nueva cuenta.

 

Estando allí, Kurt agitó la varita mágica de cerezo, apareció una choza de dimensiones bastante pequeñas (apenas dos metros de ancho por cuatro de alto), en el medio de aquellos bellos jardines. Esperaba en verdad que nadie más que Candela la vieran, porque si no, su destino sería fatal.

 

—Mi trabajo está hecho, debo darme prisa, aún me falta ir a la Ryddletur —Externó el chico con premura y salió de los terrenos Trivini para desaparecer tras una nube de humo gris.

 

OFF:

 

Cande, el maldito es el collar. Suerte

 

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Flashback

 

En algún momento, antes de aquella divertida guerra familiar que había mutado a un silencio sepulcral. Y quizás mucho antes de que resultara capturada por unos protectores de la luz (que a su criterio los protectores de la luz eran mucho más diabólicos que los de la oscuridad), Candela se hallaba en medio de los jardines del Castillo Triviani. Y todo parecía sucederse en cámara lenta.

 

No recordaba aquella choza sobre el tupido suelo lleno de verde. Mucho verde. Un verde nauseabundo a ojos de la bruja, lo detestaba. Y lo hacía por una razón que su infancia se había encargado de marcar; allá, para cuando tenía apenas cuatro años, compartía el techo con familias que la educaron de una manera tan horrorosa, inculcándole el amor y la compasión por los muggles y los sangre sucia.

 

Candela sacudió la cabeza para desechar esos recuerdos y se concentró en lo que tenía frente a sí. Esperaba que fuese lo único, aunque lo dudaba. Blandió la varita, apuntando a la choza y pronunció lo que se le había enseñado.

 

— Deprehendero Domum Maledictio —pero no pasó nada.

 

>maldijo y guardó la vara de roble que tenía por arma.>se dijo nuevamente y desapareció.

 

Naturalmente, Candela podía aparecerse y desaparecerse de las inmediaciones del castillo a su antojo. Era una de las matriarcas de la familia, y el honor venía acompañado de las habilidades que sólo ellos poseían. Hacer y deshacer en la morada a su antojo.

 

Su habitación era una marea roja a los ojos ajenos, aquellos que no eran miembros de aquella oscura y respetable casa. Para quienes osasen invadir el habitáculo de un Triviani, no verían mas que restos de lo que en algún momento fue un dormitorio. No encontrarían jamás nada, todo parecía y nada era.

 

La gitana lo sabía. Sabía que Kurt había estado allí y lo había notado por el collar puesto en su cama. Las sábanas adoptaron un gris más intenso, y los cuadros que adornaban las paredes se habían puesto de cabeza. Definitivamente aquel era el objeto maldito, toda su habitación estaba dispuesta para recibir o rechazar a los indeseables, así como también reconocer partículas de la magia, fuese oscura o magia natural.

 

— Deprehendero Domum Maledictio —murmuró.

 

Esta vez un destello azul acompañó a la invocación.

 

— Vale... Signaveris Domum Maledictio —dijo inmediatamente.

 

La maldición había quedado sellada. Candela entonces se tumbó en la cama, quizás dormiría un rato antes de volver a la Academia.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Primer paso, primer dia, primera vez que entro al castillo Triviani.

 

En las afueras de la entrada me encontraba, frente a la fuente sublime de los triviani que historias ya contaban de muertos en ella. Supe evadirla y me dirige por el prado del jardin descuidadamente, caminando directo al Castillo. Toco a la puerta.

 

Ni idea como me recibirian, ni idea si me reconoceria, mas segun yo, esta era mi casa; casa que pie mio jamas habia tocado. Solo esperaba que este mi madre que me habia recibido nuevamente, y esperaba mas que todo, poder llevarme bien con ellos y caber bien entre ellos como loco y maniaco que soy. Toco por segunda vez en la puerta principal al ver que nadie abre.

 

Seria bastante facil llegar y entrar, pero no estaba en mis protocolos actuar asi. Aunque sea no con los mios.

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*Sangre entre mis dientes*

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Flash Back - Previo a la captura de Alyssa

 

 

 

Pudo sentir la calma que antecede a la tormenta, aquella leve tensión que recorre el ambiente cual descarga eléctrica en un vano intento por prevenir a los presentes de lo que se avecina… Lo vio en los ojos de su hijo, lo vio en la calculadora expresión de su sobrina y el divertido brillo en la mirada de su gemela; todos tenían su atención fija en aquel intruso que se encontraba a su lado, un festín que rara vez se les presentaba servido en bandeja como en aquella ocasión. Sus músculos se tensaron instintivamente, aferró con fuerza la mano del Malfoy y tiró de él para colocarlo detrás suyo en un pobre intento por protegerlo, pero lo cierto era que ni la fuerza más poderosa podría haberlo protegido en aquella habitación… A partir de ahí todo se sucedió con vertiginosa rapidez, demasiadas cosas al mismo tiempo a lo que una era peor que la otra. La maraña de cabellos rojos que se le venía encima logró su objetivo, Alyssa soltó la mano del Macnair justo a tiempo para atajar a su hermana quien a duras penas consiguió ponerse de pie y así evitar que ambas cayeran de bruces al suelo.

 

- No sé dónde te lo encontraste, es una bestia… Presiento que hoy nos vamos a divertir mucho – masculló Aland, a lo que la Black respondió con un sordo gruñido.

 

Estaba por apartarla de su camino con la intención de frenar a su hijo, que cual flecha se había disparado hacia el Nigromante y en sus ojos destellaba un peligroso brillo, pero antes de que pudiera hacer nada un fuerte estruendo sacudió las mazmorras con violencia rompiendo el precario equilibrio que las gemelas habían conseguido. Un punzante dolor le atravesó la nuca, al caer sobre las escaleras se había golpeado la cabeza con lo que sus oídos le pitaban, sus ojos no enfocaban y sus pensamientos se encontraban embotados. Instintivamente llevó sus dedos hacia atrás para chequear los daños, confirmaron sus peores sospechas al embeberse en un espeso líquido rojo que brotaba implacable derramándose sobre la polvorienta roca de los escombros, a su lado Pik se esforzaba en un intento por alcanzarla. Contempló impotente como Candela le apuñalaba, sus pensamientos eran lentos y su cuerpo no respondía pero la rabia corría por sus venas como un fuego que amenazaba con despertar en ella un monstruo que llevaba largo tiempo dormido…

 

- No… - siseó cerrando sus ojos con fuerza.

 

Apretaba sus dientes en un vano intento por frenar el implacable avance, sentía como el control se escurría de sus dedos que desesperados trataban de retenerlo. Tantos meses de duro trabajo, tanto tiempo aplacando aquel ser que viviendo en su interior anhelaba ansioso salir para cobrarse sus deudas de sangre, le había costado tanto erradicarlo…, y ahora rompía con extrema facilidad la cárcel que ella con titánico esfuerzo había construido a su alrededor. Su resistencia no hacía más que empeorar las cosas, alimentando aquella bestia que avanzaba inclemente quemando a su paso los escasos vestigios de autocontrol que aún prestaban batalla. Le dolía lo familiar que resultaba para ella aquel intenso ardor en su rostro cuando la marca, un lazo espinoso de trazo irregular y tonalidad oscura, surcaba su rostro desde la sien descendiendo por el cuello hasta desaparecer en la clavícula. Atravesaba su perfil derecho tornando el zafiro de sus ojos en dos cuencas negras que se perdían en sus profundidades sin fin, extirpando así los últimos vestigios de Alyssa dejando en su lugar al demonio que en ella vivía.

 

La conversión había sido más bien una explosión, tanto tiempo había pasado desde la última vez que al liberarse se apoderó de aquel cuerpo en una voraz exhalación. El poder que había sido reprimido se liberó cual onda expansiva que arrasó con su fuerza todo aquello que se encontrase a tan solo cinco metros a la redonda, incluido a su hijo que estaba a punto de asestar un golpe en su enzarzada pelea con el Malfoy. Danyellus cayó de bruces y su gemela, que había quedado suspendida en el aire, golpeó el suelo estrepitosamente. Su atención se fijó en aquella bruja que se revolvía en el suelo entre quejidos y siseos, se acercó a ella y colocó la punta de su dedo en su frente; un temblor sacudió la figura de su gemela a medida que sus ojos de plata se tornaban tan negros como los de ella y la misma marca se apoderaba de su rostro. En su apariencia normal eran escasas las diferencias que podían encontrarse, pero como demonio no existía diferencia alguna.

 

Sin embargo la conversión no había conseguido que olvidara su objetivo, se volteó hacia el Malfoy y le ayudó a incorporarse mientras que contemplaba minuciosamente las heridas que supuraban en su pecho y hombro. En su mano se materializó una daga, muy distinta a la que lo había apuñalado, esta era entera de plata con complejas inscripciones grabadas en su filo; la deslizó suavemente sobre la palma de su mano embebiéndola en su sangre, abriendo una fina herida que teñía de rojo su mano a medida que se derramaba laudable e impertérrita. Acercó el apretado puño hasta las lesiones del Macnair y vertió sobre ellas unas gotas de su propia sangre, el antídoto perfecto para contrarrestar los efectos del artilugio que le había dañado.

 

- Te quedas donde estas – siseó la Black con una voz que no era la suya, dirigiéndose a su hijo que la contemplaba contrito y rabioso – Y tú vendrás conmigo – agregó tomando al Nigromante por el brazo.

 

Su presa estaba suelta en el castillo, una zíngara, escurridiza y astuta pero no lo suficiente como para eludir a Regina di Cuori. Su gemela ya no estaba allí, se había esfumado mientras la Black curaba a su protegido; una terrible sonrisa se dibujó en sus labios, si había alguien que podía prestarle batalla era ella y solo ella, lo cual haría aún más interesante aquella casería.

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Chuck de Danyellus

 

Las puertas del castillo estaban recibiendo visitantes mientras los amos se atacaban unos a otros. Empero, Chuck las ignoró decantándose por ir a las cocinas, mientras se tambaleaba debido a las constantes explosiones. No esperaba en absoluto que todo estuviera en paz pero aquello... aquello era un pandemonium. Los Chucks de todo el castillo habían entrado en pánico, sabiéndose víctimas potenciales de sus amos. Corrían, gritaban, se escondían, dejaban tiradas sus labores - a veces con total insensatez, como aquel que había dejado una enorme caldera bajo presión y que no tardaría en explotar -

 

Sin embargo, Chuck no podía reclamar mucho; él mismo estaba aterrado. No en vano, recordaba bien que la última guerra entre los señoritingos Triviani había dejado destrozado el Castillo propiamente dicho, los jardines convertidos en trincheras infestadas de gorros rojos, y además había acabado con la vida de casi todos Chucks del lugar. Si se ponía a pensarlo, las guerras se habían hecho cada vez más y más violentas; la Primera había sido durante aquella fiesta de té que las amas gemelas habían ofrecido y que había terminado por ser una enorme guerra de comida debido a lo que algunos de sus esquizofrénicos amos veían y escuchaban... aunque no existiera.

 

La Segunda había ocurrido casi por accidente, una vez superadas las pérdidas del traidor Carlomagno, de los escurridizos Cubias y Ludwig y de la señorita Eris; cuando durante una tarde los ánimos de los amos se habían caldeado en demasía y, empezando lo que parecía un juego inocente, habían terminado por derruir medio castillo. Poco después había estallado la Tercera Guerra; la de la Rebelión Chuck, en la que casi todos los elfos habían muerto. Después de aquello, los amos habían desaparecido por años. La ama Alyssa había muerto y los otros tres se habían ido en diferentes direcciones pero, aunque la familia cayó en el abandono, el Castillo y el ejército de Chucks habían tenido tiempo de ser reconstruidos.

 

Pero ahora... esos cuatro eran demonios poderosos y peligrosos. Si reflexionaba, lo insensato no era abandonar el trabajo sino quedarse allí. Mala suerte la suya, cuando emprendía la aterrorizada huida, su amo lo convocó. En cuanto desapareció, el caldero de presión, explotó en las cocinas.

 

Danyellus

 

Con una sonrisa torcida en el rostro, Danyellus pudo ver cómo la transformación de su madre tenía lugar antes de que aquella onda expansiva barriera las mazmorras. El chico no tenía idea en qué momento Seth había desaparecido y vuelto a dejarle el lugar pero sentía como si se hubiesen fundido en uno solo. En un ser sediento de sangre. La salamandra del lateral derecho de su cuello, antes de color negro, se había trocado en el incandescente color de las brasas y palpitaba y ardía profusamente.

 

-¿En verdad crees que me voy a quedar aquí... madre?- respondió a Alyssa, poniendo un énfasis algo burlón en la última palabra. Sus ojos, ahora oscuros como túneles de sombras, la miraron con diversión. El mago se sentía inusualmente vivo; poderoso y libre como nunca antes, mientras un resquemor invadía sus venas y agudizaba sus sentidos. No sabía qué exactamente le estaba ocurriendo pero suponía que era la primera vez que, acuciado por el sentimiento de ser traicionado por Alyssa, estaba dejando en libertad el lado demoníaco que la propia mujer había pactado para él.

 

Mientras la pelirroja subía las escaleras, protegiendo al inepto de Pik y dejando atrás las devastadas mazmorras de cuyos debilitados techos caían reguerillos de polvo y piedra, Danyellus desapareció y reapareció en sus habitaciones.

 

-Chuck!- llamó

 

-Si, ¿... a... a... amo?- apareció de inmediato su elfo personal, revolviéndose las manos, denotando obviamente culpabilidad por alguna cosa. En aquel momento, un ruido sordo en las cocinas del castillo hizo eco, seguido de un pequeño temblor y un estruendo enorme.

 

-¿Qué ocultas? ¿Qué fue ese ruido?-

 

-Una olla explotó en las cocinas mi amo. No... no... Chuck no alcanzó a quitarla del fuego cuando usted llamó... por... por eso Chuck estaba preocupado, mi... mi... mi amo. La mazmorra que está bajo la cocina debió haberse derrumbado con la explosión. Chuck... Chuck no cree que las... las cocinas existan ya, mi señor-

 

-No puedes mentirme asqueroso saco de huesos. Tratabas de huir cuando yo te llamé. Por eso estás asustado. Sabes que no me importan las cocinas- murmuró Danyellus, taladrando a su sirviente con la oscura y vacía mirada -Sin embargo... te voy a dar una oportunidad para congraciarte... si sobrevives, claro está- bisbiseó el demonio, emulando un ronroneo, a la para que enarcaba la ceja y sonreía con demencia -Quiero que hagas algo para mi...-

 

Chuck de Danyellus

 

Una vez que el amo despareció de su habitación en busca de las amas Candela y Aland, para tratar de fraguar una alianza temporal en contra del intruso Malfoy, Chuck se agarró la cara, consternado. De alguna forma, el amo había cambiado radical y aterradoramente su fisionomía: su cabello blanquecino se había vuelto enteramente plateado y se movía serpenteante a su espalda, todos sus dientes se habían afilado ligeramente y Chuck estaba seguro de que las uñas de sus manos habían crecido un par de centímetros cada una; pero lo peor no era nada de aquello. Eran sus ojos, aquellos ojos pequeños y usualmente fríos como puñales de hielo, ahora eran grandes y terribles; enteramente envueltos en tinieblas, dándole en conjunto un aspecto algo gatuno pero envilecido.

 

Pero además, sus órdenes habían sido explícitas y de seguro le costarían la vida a Chuck: explotar cualquier lugar por el que fuera a pasar Pik Malfoy, con la intención de hacer daño al muchacho pero no matarlo, no podía hacerlo volar en pedazos pues eso quería hacerlo el propio amo. Además, tenía que tener cuidado pues ninguna explosión podía hacer daño a la ama Alyssa, sólo a su acompañante. Y como si no fuera suficiente, no podía ser visto.

 

Como fuera, Chuck desapareció sabiendo que si lo encontraban o si cometía algún error, probablemente fuera el último. Y así, los pasillos por donde Alyssa y Pik pasaban, empezaron a explotar justo detrás de la bruja y justo al frente del mago...

Patriarca Triviani |

http://i.imgur.com/doPaD.gif | Familia Malfoy

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