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.: Castillo Triviani :.


Mentita
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Chuck de Danyellus

 

Chuck estaba intentado reparar el amplio paño azul que su amo le había dado como única ropa, intentando que quedara bien. Se había hecho un pequeño agujero, requemado en los bordes, con aquel tizón con el que se había planchado las orejas. Pero si el amo llegaba a notar el más ligero desperfecto, lo más seguro era que Chuck recibiera algún castigo... tal vez alimentar a los cocodrilos con las manos embadurnadas de sangre de conejo o cortarse un dedo por su torpeza.

 

Como fuera, la puerta principal del Castillo volvió a ser tocada. ¿Qué acaso no estaban los demás Chucks para que atendieran? Eran todos una partida de vagos así que, retorciéndose las manos, Chuck desapareció con un chasquido y reapareció frente a las enormes planchas de madera reforzada con hierro que hacían las veces de puerta en el castillo. Con un sencillo encantamiento las hizo abrirse un poco.

 

Dos muchachos estaban allí... una rizada pelirroja con pinta de perdida y vestida de cuero, y un tipo de mediana edad, ojos amarillos y apariencia felina.

 

-¿En qué les puede servir Chuck?- preguntó, no sin cierto miedo, pero con perfecta cortesía. Los magos tenebroso que visitaban el Castillo podían infligirle daño a cualquier elfo si estaban de malas pulgas y, aunque los modales de Chuck fueran perfectos, tal como su amo lo exigía, Chuck se había vuelto algo temeroso e inseguro desde que el amo Danyellus hubiera tenido a bien enorgullecerlo, al reclutarlo para su servicio personal.

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Le sonrió por reflejo, no entendía lo que el chico trataba de hacer ni su mirada de enojo, aunque lo relacionaba con el hecho de encontrarse cautivo en una mazmorra bastante desmejorada. Candela frunció el entrecejo al notar que no se trataba de un vampiro común, porque era vampiro ¿no?

 

No le dejó hablar y ya estaba revisándole los colmillos, retiró el labio superior de Danyellus con el pulgar y se fijó en que no los llevaba. ¿Era de una raza evolucionada? No había oído jamás de una ni siquiera en sus viajes por el mundo. Le dedicó una mirada recelosa y luego, como quien no quiere la cosa, se sentó junto a la llama que leía tranquilamente un pedazo de diario.

 

— Buena noche mi querida Candela... —empezó él y la bruja fingió no escucharlo, llevaba a cabo una charla mental con el animal que giró su cabeza para saludarla.

 

>> Ola k ase, secuestrando al primo o k ase?

 

>> Suficiente

 

— Mis disculpas por el estado en el que te encuentras, no suelo tratar así a mis invitados... Bueno, a decir verdad, sí. Soy una pésima anfitriona, pero he sido criada de esta manera. No puedes culparme —le reprochó.

 

Suspiró, fingiendo lamentar lo que tenía que hacer a continuación. Se inclinó un poco hasta sus botas y de una de ellas sacó una pequeña y fina daga de plata que siempre le acompañaba. Y no era una daga cualquiera; las heridas que provocaba eran sumamente dolorosas, incluso para los demonios, y muy difíciles de sanar. Las cicatrices que dejaba eran un recordatorio enorgullecedor para quien las infligía.

 

— Jugaremos un poco —inquirió con voz siseante y juguetona.— ¿Qué tanto sabes de los Triviani? Cuéntame todo lo que crees que sabes —le instó una vez a su lado. Recorrió el costado del mago con la hoja de la daga, marcándole ligeramente una figura que parecía la cola de una serpiente.

 

Aquello era una estupidez. Era consciente. Pero necesitaba saber si en su relato, en la historia que él conocía, ella estaba presente. Necesitaba conocer un poco de su propio pasado, uno en el que había quedado totalmente congelada. Quería entender por qué el patriarca de los Black Lestrange le hablaba como si la conociera de toda una vida, aún con cierta familiaridad; por qué su madre la evitaba o aparentaba morderse la lengua cuando la mirada.

 

Y todavía más, quería entender el por qué de esa necesidad suya por estar cerca de Danyellus, por qué sentía que podía quererlo como también odiarlo al mismo tiempo.

 

— Es curioso —murmuró— Cuando te veo tengo la impresión de que debería llamar a la Agencia Consultiva de Plagas. —

 

>> O besarlo

 

>> O clavarle la cuchilla en la garganta

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Como si las ropas que el Triviani tenía no estuvieran ya bastante destrozadas, por alguna razón de la que él no tenía memoria, pudo notar como Candela las rasgaba un poco más con aquella daga que había sacado de sus botas. Él también poseía una colección de cuchillos pero el día de al gala había pensado que iba era a un baile; que no los necesitaria. El único cuchillo que había ocultado entre sus ropas reposaba sobre las lajas del suelo. De seguro Candela lo había requisado y, de seguro, también era culpa de ella el lamentable estado de su traje de gala.

 

Sin embargo, el contacto de aquel metal contra su piel, a pesar de ser muy superficial, le produjo escozor. Aquello no era normal... él era casi invulnerable; aparte de la magia propiamente dicha, pocas cosas podían dañarlo en realidad. ¿De qué estaba hecho aquel cuchillo? No importaba ahora... con esfuerzo, el demonio se obligó a dejar de lado el dolor y la confusión, para sonreír de forma socarrona. De todas formas no entendía la pregunta de su prima. ¡Ella era una Triviani! Y conocía a historia de la familia... pero si quería "jugar", él podía hacerlo.

 

-Bueno... como supongo que recuerdas, la familia Triviani tiene una historia antigua. Los primeros ancestros... antes de apellidarse de esa forma, por supuesto, ya tenían puestos importantes tras el poder del Imperio Romano pero supongo que puedo saltarme eso- murmuró, tomando un aire aleccionador, como el que había empleado con los estudiantes de la Academia cuando fuera profesor -Luego llegaron los Ostrogodos, los Bizantinos, los Lombardos, Carlo Magno...- ahora que lo pensaba, era la primera vez que notaba aquella relación, aunque fuera apenas circunstancial, entre el nombre de su padre y el linaje de su madre. Sin embargo, la mirada entre incrédula, desesperada y amenazante de Candela lo animó a continuar el relato, pero a pasos aún más grandes.

 

-De acuerdo, de acuerdo. Después se formó el Primer Reino de Italia que se fragmentó y terminó siendo dominado por los franceses y Napoleón, luego hubo un segundo Reino y finalmente, la Italia que conocemos hoy. El punto es que los Trivios fueron una familia mágica con algún poder, que varió a lo largo del tiempo, pero que siempre estuvo ahí- finalizó Danyellus con cierto aire de malevolencia. Era obvio que, por alguna razón, nada de aquello le interesaba a Candela; pero él no sabía por qué. La chica le había preguntado por la historia de la familia y ella conocía los pormenores de los últimos veinte años así que, él suponía que ella quería saber o del pasado muy lejano o de la forma en que él mismo había llegado a la familia.

 

-Los conocí yo mismo, hará unos doscientos años... pero entonces ya habían adoptado el apellido que conocemos hoy en día. Fui su invitado e incluso llegué a pensar en unirme a la familia- Había estado a punto de casarse una vez en aquel entonces -Pero me fui de Italia con una carta de la entonces matriarca y no volví a saber mucho más que rumores acerca de la familia. Cosas como el origen de lo que los muggles llamaban "Mafia" o sobre los hijos locos que estaban produciendo, por su tendencia a la endogamia... eso, hasta que vine a Inglaterra y me enteré de que aquí había una rama de la familia. En algún momento, la familia fue amenazada por otras que se habían unido en su contra así que se forjaron alianzas con las familias mágicas inglesas: Matrimonios e hijos entre los linajes más importantes, que dieron origen a nuestras Alyssa y Aland. Ellas viajaron a Inglaterra como prendas políticas estoy seguro, pero también como alumnas de Hogwarts. Después determinaron establecerse aquí, prosperaron y... el resto ya lo sabes- terminó el relato con un suspiro.

 

Aquella perorata le había dado tiempo para liberar las manos de las ataduras mágicas que Candela le había impuesto pero no se soltó de una vez. Quería saber qué pretendía su prima y por qué se comportaba de forma tan extraña así que se quedó igual, esperando a que la mujer decidiera intervenir, con algo más que la aburrida petición de una clase de historia. De nuevo, el demonio hizo un gesto similar a una sonrisa cargada de burla, que decía a todas luces "no sé qué más esperas de mi".

Editado por Danyellus Triviani Malfoy

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Se sabía esa historia. De hecho estaba casi segura de saber cómo había llegado a la familia, sabía de su secuestro y (en su memoria) no había pasado mucho tiempo de eso. Recordaba a Shane, conscientemente, como si la hubiese visto la semana anterior, pero en el fondo casi no podía visualizar su rostro cuando se la imaginaba. Escuchaba muy por encima lo que Danyellus iba relatando y puso un poco más de atención al llegar a la parte en que él se unió a los Triviani.

 

Candela entrecerró los ojos observándole con fijeza, nada de lo que había dicho el mago era relevante para ella y, aunque fingió cierta aprobación por su vasto conocimiento, le devolvió la sonrisa de forma siniestra.

 

— Interesante —dijo con malicia en sus ojos mercurio.— Dame una razón por la que merezca la pena dejarte con vida —siseó— Me pregunto si Alyssa notaría la ausencia de uno de sus hijos.

 

La cola de serpiente en su costado se había transformado en el cuerpo de una salamandra que despedía apenas un hilo de sangre. Las pupilas de la bruja se dilataron y sus iris se convirtieron en perlas de color de carmesí. Se estaba dejando dominar por un poder que desconocía pero que disfrutaba, al mismo tiempo no tenía idea de cómo frenarse. Algo le había hablado su madre al respecto y detestaba no recordar siquiera su propia transformación.

 

Enterró un milímetro más la hoja esperando ver una reacción dolorosa por parte de su primo y lo único que obtuvo fue su propio remordimiento; un agujero negro en el pecho, en donde se suponía debía estar su corazón, apretó con tal fuerza sus costillas mientras contenía la respiración y escuchaba el bombear de la sangre en su cabeza. Sabía lo que venía a continuación pero se retrasaba, más de la cuenta.

 

La gitana deslizó uno de sus dedos por la pequeña herida del patriarca que se iba cerrando poco a poco, palpó la sangre en ella y la probó.

 

Le siguió la mirada esperando descubrir qué pretendía, pero parecía sólo querer molestar.

 

— Que idi*** —
murmuró la castaña volviéndose a la lectura en el libro que había robado en su primera clase en la Academia.

 

— Y tú una niñata tonta —
le respondió él con evidente placer al iniciar una discusión.

 

La joven bruja se incorporó con rapidez y abandonó la biblioteca imaginando lo que pasaría si de pronto explotara con Danyellus dentro.

 

 

*****

 

En medio de la espesa selva, había escuchado algunas voces familiares. Se abrió paso a punta de Diffindo's y llegó hasta ellos para encontrarse simplemente con extrañas y oscuras criaturas que acorralaban a sus compañeros.

 

— Estaré acá para protegerlos...—
la chica había imitado a Wallace de tal forma que a Danyellus le dió risa
— Vaya consuelo...

 

Aquella frase le dió el impulso para reaccionar al vampiro que se había quedando viendo a la chica ser atacada junto a sus amigos y a él mismo.

 

— ¡EXPECTO PATRONUM! —

 

Un corcel plateado salió de su varita atacando el lethifold más próximo a él y a Nely con la que estaba por el lado derecho al tiempo que el hechizo lumínico de Candela los terminaba de espantar junto a cualquier cosa que pudiese andar por allí.

 

— Gracias por venir Cande, por un momento me bloqueé pero tu imitación de Wallace me dió risa y pude reaccionar —
le dijo el ojiazul sonriente
— ¿vienes con nosotros o continuarás sola?

 

El chico se quedó mirándola esperando su respuesta...

 

 

*****

 

— No está —
con gesto duro y mirada triste.

 

— Créeme que no lo había notado —
repuso él poniendo cara de pocos amigos.

 

Ambos se observaron tras las rejas de la mansión, esperando un no se qué para poder cambiar de tema. Candela no parecía muy predispuesta a distraerlo y él sólo podía escuchar sus suspiros, lamentándose.

 

— No porque respires más hondo hará que vuelva —
se burló Mad con amargo dolor en su sonrisa.

 

*****

 

— Loca —
había dicho él mientras mantenía cerrados uno de sus ojos y el otro se movía de un lado a otro con total rapidez.

 

— Deja de vigilar, ¿quieres? —
instó la ojigris caminando hacia la biblioteca, se giró apenas unos centímetros y se dió cuenta de que lo tenía atrás suyo curioseando el objeto en las manos de su prima.

 

— ¿Qué llevas ahí, bruja? —
preguntó sin hacer caso a las peticiones de la chica.

 

Ella lo empujó apenas, logrando deshacerse de él e ingresando rápidamente a la biblioteca. Mad empujó la puerta abriéndola de par en par, Candela ni se inmutó en prestarle atención, no la necesitaba.

 

— No te rendirás, ¿cierto? —

 

— Ya sabes que me gusta saber lo que escondes, a mi no puedes engañarme. —
se mofó con cierto aire de arrogancia.

 

— No es nada —
mintió, y Mad lo sabía.
— Sólo ... —
titubeó debido al esfuerzo que estaba haciendo por acercar una gran escalera.
— No le digas a nadie ... y me vendría perfecto tu ayuda, ¿sabes? —
inquirió fulminándolo con la mirada.

 

Aquel mago, arrogante y solitario, cruzó ambos brazos tras su nuca y sonreía abiertamente. Sus penetrantes ojos traspasaban los de la chica, como si intentara averiguar el contenido de aquel libro mientras Candela lo aferraba en sus brazos con la tapa escondida, una que recitaba:
"Artes Oscuras y Nigromancia"
.

 

Estaba paralizada, sus brazos entumecidos se pegaron a ambos costados de su cuerpo y la daga había caído al suelo un segundo antes. Pero necesitaba forzar un poco más sus visiones, nunca habían durado demasiado. Probó nuevamente lo poco que quedaba en la yema de sus dedos y... Nada. Enfurecida, y sin pensarlo, colocó su mano donde antes había estado la herida y fue inmediato.

 

— No tuve la oportunidad de felicitarte, ¿cuándo te casas? —

 

— ¿En serio volviste por eso?

 

— Bueno, también tenía muchas ganas de verte...

 

Un acercamiento, y los lamentos serían la continuación de sus actos.

 

 

*****

 

Quizás por fin había logrado recrearlo, sus ojos, su cabello, su sonrisa de suficiencia y ese deje de locura en la mirada.

 

— En serio, estoy aquí. ¿Porqué pareces creer que no? —
preguntó Dany de forma casi desesperada.
— Por favor, ¿no deberías estarme golpeando o algo así?

 

Aspiró su perfume casi con lujuria al comprobar que era verdad y sus brazos se aferraron al cuerpo de Danyellus para responder su abrazo.

 

— ¿Bromeas? —murmuró Candela.

 

—... He pasado demasiadas noches en vela esperando verte de nuevo, no podría arruinar el momento que siempre he anhelado. —

 

Sus palabras repitieron las de su visión y sus recuerdos se interrumpieron pues su cuerpo no reaccionaba y, agotada, se desmayó.

Editado por Candela Triviani

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El cuchillo hundiéndose en su carne apenas si le dejaba espacio para pensar en nada más pero el demonio hacía acopio de fuerzas para prestar atención a las demandas de Candela. La chica se había terminado de desquiciar al parecer… y sufría de algún tipo de amnesia, a juzgar por los comentarios y cuestionamientos que llevaba haciendo todo el rato.

 

-Creo que Alyssa notaría la ausencia del único hijo vivo que le queda- contestó Danyellus en un susurro aterciopelado, en algún momento, tras la pregunta de su prima. Fuera lo que fuera de lo que estaba hecha aquella navaja, le estaba haciendo daño. El Triviani podía notar un ligero y cálido goteo, de lo que debía ser sangre, recorriendo su costado; una sensación que no solía experimentar muy a menudo.

 

No sabía que estaba haciendo Candela; parecía estar provocándose algún tipo de trance a sí misma, usando la sangre de él para dicho propósito. Sin embargo, cuando la bruja quiso llevar la mano a la herida por segunda vez, las azules pupilas del demonio empezaron a tornarse carmesíes, y su cabello un poco más gris; el demonio la detuvo, liberando ambas manos de los grilletes que lo aprisionaban hasta hacía un instante. Con la mano izquierda sostuvo la muñeca de su prima y con la derecha se cubrió el corte sangrante.

 

-¿Qué demonios crees que haces?- le exigió a la mujer

 

—... He pasado demasiadas noches en vela esperando verte de nuevo, no podría arruinar el momento que siempre he anhelado.

 

Seguía sosteniendo a su prima por la delgada muñeca así que, cuando la chica se desmayó, la sostuvo por inercia, retorcida sobre su propia espalda en un arco antinatural pero, aun así, escucharle decir aquello lo congeló. De hecho había estado a punto de soltarla de no ser por el peso muerto que representaba. Recordaba haberle oído mencionar esa frase hacía tiempo, en uno de las ocasiones en que había regresado a Londres tras algún viaje de los que emprendía constantemente. Quizá esa había sido la primera vez que la ojigris había hablado abiertamente de lo que sentía por él…

 

>>¿Todavía?<< fue lo único que acertó a pensar de inmediato, antes de depositarla suavemente sobre el suelo de piedra de la mazmorra y retomar de azul hielo de sus ojos. En realidad no sabía cómo reaccionar ante eso, nunca lo había sabido, y siempre terminaba en desastre.

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Podría jurar que por un momento vio la duda en el rostro del Macnair, una sombra fugaz que por un momento amenazó con destruir su frágil esperanza, pero así de rápido también desapareció. Los ojos del mortífago la envolvieron en un manto de profunda intimidad mientras que en sus labios asomaba una vez más aquella ligera sonrisa, tan cerca el uno del otro que podía sentir el latir de su corazón. Sus palabras fueron la confirmación que ella necesitaba, no le asustaban las preguntas que pudiera tener ya que después de todo ella misma también estaba repleta de las mismas dudas, y aun así del mismo modo sabía perfectamente que en aquel instante era él a quien quería.

 

Ya no hacían falta las palabras, a veces nuestros cuerpos pueden hablar por sí mismos, en una sola caricia y una mirada ya se estaban diciendo más que todo lo que habían intercambiado hasta aquel instante. Por delante les esperaban muchos desafíos, tanto entre ellos mismos como con sus allegados ¿pero qué importaba? No existía nada que valiera la pena si no había que luchar por ello. De pronto una pícara sonrisa asomó en los labios de la Triviani, con una enigmática mirada entrelazó sus brazos alrededor del cuello del Malfoy.

 

- Ni creas que podrás utilizar esto como soborno para que te ascienda – susurró divertida ante la situación.

 

Ya era tiempo de cortar el drama, aquella velada ya había pasado su dosis de tensión y tragedia. Habían desnudado sus almas y hablado con la verdad, ahora podían decir que sabían perfectamente que era lo que podían esperar del otro y a su vez qué era lo que estaban dispuestos a ofrecer.

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Un timbre ensordecedor le impedía aclarar las ideas que iba concibiendo en su inconsciencia, la sangre parecía habérsele subido a la cabeza, sentía su cuerpo en una posición incómoda y aún así agradable. Las imágenes que veía en sus sueños pasaban de una a otra con gran rapidez, haciendo difícil el reconocimiento de las mismas.

 

Una iglesia, sus propios pies caminando hacia el altar, la mansión Black Lestrange, el llanto de un bebé; una cafetería, Danyellus; el cuerpo sin vida de un niño sobre una pila de cadáveres... La nebulosa creada para su propia defensa había surgido de repente, recordaba la mano de Artemisa sobre su cabeza y cómo una venda cubría su memoria. Ya no soñaba, todo se había vuelto oscuro y le obligaba a despertar.

 

Candela abrió los ojos lentamente, considerando que lo que veía ahora era totalmente borroso, se los frotó suavemente hasta que por fin pudo reconocer el lugar en el que se encontraba. Observó con fijeza sus manos manchadas de sangre y, como un baldazo de agua fría, recordó las que la sostenían, mas no a su dueño.

 

Con una velocidad sobrehumana se deshizo del agarre y desapareció hasta el próximo rincón del habitác***, el que se encontraba cerca de la puerta acerrojada, ya con la daga en su poder y apuntando hacia el patriarca.

 

— Che cosa hai fatto? —preguntó con la ira flameando en sus ojos mercurio.

 

Estaba confundida, era claro, pero su determinación era mayor. Casi olvidaba la razón por la que se encontraba ahí y la presencia de Danyellus lo hizo aún mucho más difícil. El efecto en su piel producida por su tacto le hacía preguntarse si no se había vuelto loca ya.

 

Si admitía abiertamente estar amnésica sería una forma de mostrarse vulnerable y, después de todo, el Triviani se daría cuenta de ello en cualquier momento, lo que no beneficiaba a la gitana.

 

>> Tendré que matarlo

Editado por Candela Triviani

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El inmenso portón Triviani se alzaba antes mis ojos, esta había sido la segunda mansión que me había hospedado en mi llegada a Ottery, aquí pasé parte de mi adolescencia con mi padre Danyellus Triviani; Al posar mi mano en la fría reja de la mansión esta se abrió dándome paso a ella, hoy no venía por motivos de visita, estaba en el lugar como un guardián de la marca tenebrosa.

 

De mis orbes se escapaba un brillo liliáceo el cual era el color de ellos que combinaban muy bien con mis cabellos ya que los dos poseían exactamente la misma tonalidad. La sombra de mi cuerpo se extendía mas de dos metros delante de mi, pero esa no era mi contextura; la posición de la luna hacía que esta se viera mas grande ya que en realidad medía 1,90 de altura pesando 89 kilos de pura masa muscular en mi cuerpo atlético. En mi pecho reposaba una gran herida hecha en una batalla contra un ex líder mortífago la cual la provocó el corte de la katana. Aunque no podría decir que era la única cicatriz, pero si la que mas sobresalía.

 

Heridas pasadas de guerras pasadas las cuales hacían de mi presente lo que era y en lo que me había convertido. Aunque mi cicatriz en estos momentos estaba escondida bajo la camisa camisa negra y el abrigo del mismo color encima de ella, la vestimenta de esta noche carecía de luz por lo cual era totalmente oscura, usando un estilo casual originario de las tierras en donde nací... La bota de Europa, el país de gran misterio e historia, la bella Italia.

 

Detrás de mi volaba muy cerca un demonio de 2 metros de altura, piel grisácea y contextura esquelética, con unas enormes alas negras en su espalda y ojos rojos fuego, este solo vestía un pantalón de rayas blancas con negros y en sus manos habían unas esposas con cadenas las cuales hacían que cuando se acercara un terrorífico sonido llegara a mis oídos. La cosa mas interesante de este era que nadie podía verlo ni oírlo, si tu poder de magia oscura era grande podías sentir alguna otra presencia pero no verla, pero si tu poder de magia era inferior a la mía sentías que mi poder era de malignidad extrema.

 

Caminé alrededor de la mansión estudiando cada rincón de ella buscando algún rastro de algún fenixiano, hasta los momentos no habían encontrado alguna pista sobre algún ataque y la mansión parecía estar protegida por la líder mortífaga Alyssa Triviani. Después de verificar que en el lugar no se habían presenciado los fenixianos y estaba totalmente segura salí de los terrenos desapareciendo del lugar dejando una nube de humo negro.

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Pequeños Aprendices

 

Nunca había puesto un pie en los terrenos del legendario castillo Triviani, junto con la residencia de los Malfoy, Black, Ryddleturn y Black Lestrange, pertenecían a las familias más antiguas del pueblo y en realidad corrían rumores que entre sus descendientes se escondían muchos militantes del bando tenebroso.

 

Un hormigueo peculiar corría la espalda de la pelinegra rizada, espalda que para aquella visita se encontrada desnuda porque gracias al fresco día, había escogido un ligero vestido atado al cuello, corto, apenas cubriendo lo necesario. El lazo que ataba el vestido a su cuello se veía adornado por el broche de esmeraldas pequeñas que deletreaba sus apellidos.

 

Caminó por los jardines amortiguando con sus pasos el resonar de sus tacones de pana gris que había escogido para la ocasión, necesitaba sentir la comodidad de su espigado calzado para mitigar los nervios de quién conoce por vez primera el palacio de la Zarzuela.

 

- ¿Habrá llegado ya el guardián? –sabía de antemano que aquella persona que le acompañara ya formaba parte de las filas tenebrosas, pero tenía curiosidad por saber si lo conocía.

 

La caminata se le antojaba larga y es que los frondosos arbustos le atraían los oscuros ojos cada dos segundos impidiéndole concentrarse en nada más.

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Mi inicio en la Academia http://i.imgur.com/TN5YrKe.gif

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¿Sabes una cosa? — empujé con una mano la cabeza de Apocalipsis para molestarle, dando golpecitos detrás de sus orejas —. Si vivieras con muggles o con uno de esos magos esmirriados... estarías alimentándote de zanahorias.

 

Como si me hubiera entendido - había veces que juraría que el animal podía comprender mi idioma -, alzó sus orejas y clavó sus ojos verdosos en mí. Su hocico había dejado de ser rosa para teñirse de un rojo intenso, por la sangre del pequeño cordero que le había dado esa misma mañana. Me gustaba salir a cazar de vez en cuando a uno de los frondosos bosques de Devonshire, para traer algo que Apocalipsis considerara digno de su dieta. Normalmente mi botín consistía en ardillas o mamíferos de pequeño tamaño.

 

También me divertía persiguiendo al ganado de algunos granjeros que descubrían que sus reses desaparecían misteriosamente durante el día. Una vez logré capturar una cabra, o al menos algo que se le parecía lo suficiente, con tanto pelo que Apocalipsis no pudo tragarse ni un solo bocado. Había devuelto al desaprovechado animal, ya destrozado, al mismo campo de donde la había recogido, desatando un espeluznante rumor entre los ganaderos de la zona, quienes afirmaban que una criatura similar al Chupacabras estaba causando estragos en la comarca.

 

Termina eso — le ordené, señalando al pobre cordero, que se había convertido en un amasijo de carne —. Me ha costado bastante conseguírtelo, Apocalipsis.

 

El conejo movió rápidamente el hocico, agitando los bigotes, y se centró de inmediato en terminar su delicioso tentempié. Esperaba que nadie me encontrara, pues más de una vez había tenido que soportar el sermón de algún Triviani enfurecido por mis robos esporádicos. "Tienes que devolver a esa bestia", decían, refiriéndose a la ilegalidad de mi mascota, "es demasiado peligrosa para merodear por el castillo". Fruncí el ceño, disgustada, al recordarlo.

 

Vamos al lago — gruñí, poniéndome en pie —. Si nadie sale por los alrededores, quizás podamos nadar desnudos — le eché una ojeada a Apocalipsis, que me seguía trotando —. Aunque tú ya vas desnudo todo el día... — reflexioné. Tal vez un jersey gigante sería un buen regalo de cumpleaños para el conejo rosa.

Editado por Aland Black Triviani

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~ Arpía | GrammarNazi | AntMan ~

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