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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM)


Xell Vladimir Potter Black
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Al llegar a la puerta de la librería, recordé mi modo de huir la última vez que había estado allá y me puse a reír delante de ella. Aún riéndome, accedí a la librería que hacía poco me había pertenecido. Ese pensamiento me hizo bajar el tono de ánimo y que me diera algo de morriña por lo perdido. Pero sabía que Xell y Reena iban a cuidar bien del negocio, así que seguí caminando hacia el mostrador.

 

Me sorprendí. Mi hermano Ishaya estaba recogiendo libros del suelo y los ponía en un estante.

 

-- Vaya, hermano. ¿Tú trabajas aquí? ¿Para qué necesitas una guía?

 

Aunque entendí aún antes de que alguien me contestara.

 

-- ¡Oh, demonios! ¿Ya habéis roto el negocio en el mes justito que ya no es mío? No os puedo dejar nada.

 

Pasé, con todo el morro, por detrás del mostrador y saqué la varita. Me puse a reír ante el acomodo tan peculiar que estaban haciendo con los libros caídos. Meneé la cabeza.

 

-- Ay, por Merlín barbudo... ¿Es que no sabéis el simple abecedario? En cada estante están las letras por las que están ordenador los libros. Mirar, aquí, en esta está de la "A-Bar", así que todos los libros están ordenados por el título. El siguiente estante es "Bas-Dur", es así de fácil. Lo dejé todo indicadito. ¿Es que no están Xell o Reena por aquí?

 

Los nombres los dije a voz en grito, como acostumbro, para ver si aparecían. Se suponía que yo era una cliente ahora. Pero bueno, eran familia, no me importaba echarles una mano a todos. Si hasta estaba Matt por ahí, ayudando, aunque seguramente estaría más por hacer manitas con Heliké que por otra cosita.

 

-- Anda, os ayudo. ¿Arreglasteis el tema del libro maldito?

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Libros y la rubia, era una combinación perfecta para un lunes por la tarde. Las ocho pasadas. El sol ya se alejaba del firmamento, dejando paso a la luna, el astro que cuidaba de mí desde mi nacimiento y el viento, aun frio, despeinaba mis cabellos en un intento de recordarme que Gaia seguía presente en mi vida. Habia tenido un día tranquilo, cosa rara en el ministerio y mi cuerpo cargado de adrenalina, necesitaba un poquito de relax del bueno, aquel que solo mi novia podía darme.


Camine por el callejón más mágico de todo Londres en busca de una de las propiedad de la Vladimir; la tan conocía librería Quisquillosa. Mis pasos eran lentos, no tenía prisa alguna. Mis ojos, verdes por naturaleza, viajaban por los escaparates de las diferentes tiendas en busca de algo que me llamase a atención. La capa roja que portaba se movía al compás de mis movimientos. En aquellos momentos tan solo era una chica más, no portaba cargos ni rangos. Era una joven más o eso parecía al menos.


No tarde mucho en hallar el edificio. La estructura era sólida y poseía una fachada limpia y blanca. Me gustaba. Era acogedor, algo necesario en los locales en los dias que vivíamos. Ingrese por la puerta principal y me acerque hasta lo que parecía ser el mostrador central. Si la sacerdotisa se encontraba por ello, sentiría mi esencia y llegaría hasta mí en menos de un segundo. La conexión era más fuerte cuanto más cerca estábamos. Tenía ganas de verla, muchas de hecho.

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Ay, con el libro maldito. ¿Por qué teníamos libros malditos en la librería? No lo quise decir en voz alta, pero seguro que la tía Sagitas tenía algo que ver con esto. No porque ella fuera mala, era más bien que era muy curiosa y no tenía miedo a las repercusiones de sus actos. Pero yo era más timorata y no podía permitir que un libro así siguiera en la librería.

 

- Hay que encontrarlo, primo Matt, y nos desharemos de él.

 

Se lo preguntaría a mi madre, pero estaba segura que Reena estaría a mi favor en este tema. Matt accedió a tocarlo con los guantes de dragón de su madre. Heliké no se fiaba de la magia del libro y pensaba que mi madre no sería suficientemente fuerte para controlarlo. Yo sabía que sí, que ella podría con él, confiaba en mi mami.

 

Sentí que entraba un cliente, nos pillaba con todos los libros por el suelo, ¡qué vergüenza! Menos mal, el primo se ofreció a atenderle mientras recogíamos todo. Pronto, el tío se ofreció a ayudarnos, era muy amable. Pero lo peor estaba por llegar. Era la tía Sagitas quien, con su gracia característica, nos acusó de romper todo a un mes de haber dejado el negocio. Le saqué la lengua en un gesto divertido, aunque procuré que no me viera, por si acaso...

 

Hizo una mención sobre el libro maldito y le iba a contestar que su hijo estaba en ello cuando... Un rayo de luz de luna atravesó el escaparate. El vello de los brazos se electrificó, como si alguien me hubiera pasado el dedo por ellos, sentí una sensación de opresión en el pecho y un deseo de respirar con más fuerza.

 

Supe al instante que ella estaba aquí. Era la reacción que me provocaba cuando llevaba días sin verla. Corrí hasta el mostrador y apoyé las manos en él, con fuerza, para no caerme. Jadeé un segundo de amor y de deseo. Estaba tan bella. Cuando la luna salía, era lo más hermoso que había sobre la Tierra.

 

- ¡Lisa! ¡Has venido!

 

Me sonrojé con la fuerza del deseo que subió a mis mejillas. Era Lisa, oh, estaba allá.. Y...

 

¡Y no debía de saber que había un libro maldito en la librería! Sonreí de forma tímida y algo pícara. Ya me encargaba yo que la Jefa de Seguridad del Ministerio no se ocupara de eso pero sí en otra cosa muy agradable, mucho más agradable.... Le di lla mano.

 

- Ven, te invito a sobar... sorber un poco de té caliente...

 

¡Boba, boba, boba! ¿En qué estaba pensando para soltar semejante tontería delante de todos? Corrí con ella, escaleras arriba, hacia la zona de descanso, la cual me encargaría de cerrar a cal y canto en cuanto estuviéramos en su interior.

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Su voz me saco de mis pensamientos. La mire y tan solo pude sonreír. Hacía tiempo que no nos veíamos, pero ni la distancia ni los dias podían hacer efecto alguno en lo mucho que la quería. No me percate del cambio en el ambiente, ni en los gritos que salían desde algún punto del local. No me preocupaba nada que no fuese ella. Sus ojos claros brillaban, su pelo rubio se movía al compás de sus movimientos y mi corazón latía al mismo son que el suyo.


Su sonrojo hizo que mi sonrisa se ensanchase aún más. Era bella hasta decir basta. Después de todo seguía siendo una niña tímida y pudorosa. Tan solo sacaba su lado salvaje y pasional cuando se hallaba conmigo y el influjo de la luna tocaba su perfecta anatomía. No dije palabra alguna, ya tendríamos tiempo de hablar, tan solo la seguí hacia donde ella quisiese llevarme. Aquella mágica noche de finales de abril era nuestra e iba a hacer que la disfrutásemos a tope.


Subimos a lo que parecía ser un área de descanso. El lugar era acogedor y estaba bien decorado, sería un buen escenario para lo que tenía en mente; deshacerme en halagos y mimos hacia mi chica, aquella niña con poderes sacerdotales que me habia robado el corzo hacía ya un año. La tome de la cintura y en cuanto cerró la puerta, la apoye en ella. La madera de roble resaltaba aún más la pálida piel de la joven. Acaricie con delicadeza su rostro, delineándolo.


Recordando asi su tacto y olor – Más te vale rubita que esta vez nadie nos interrumpa, porque no creo poder parar – Y sin más, la bese con decisión y ganas

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- Me temo que no - dije yo, empezando a agobiarme un poco. Respondiendo a la pregunta de Sagitas que había vuelto a la librería y al parecer de terminar de hacer sus asuntos personales.

 

Los libros aún estaban por el suelo. Empecé a recogerlos y tener un buen montón en ellos para colocarlos en los estantes. Mi tía pelivioleta bromeó algo con respecto a la colocación de los libros a la hora de buscar. Suponía que en referencia a Ishaya que había venido al local.

 

La puerta se había abierto y alguien más había entrado. Fruncí el ceño, reconocí enseguida el aroma antes de levantar la vista. Mi supuesta hermana había entrado al negocio y al parecer en busca de Xell. Las ignoré y decidí que lo mejor era colocar los libros por si venían más clientes. Por uno de los huecos me fijé en que se dirigían al piso superior...

 

- Bueno ésto parece que está mejor - ahora había pocos libros en el suelo así que, no tardaríamos mucho tiempo en terminar de recogerlo.

 

- Creo que iré a casa a cambiarme de ropa y a revisar mis pergaminos para ver contra qué estamos luchando. Me da igual si arriba está la jefa de seguridad. Ésto no tiene nada que ver con ella y es problema mío - comenté con un tono que los más cercanos a mí, me entendiesen.

 

- En cuánto termine de recoger vengo...

 

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¡Qué placer sentir que me seguía, sus dedos entrelazados con los míos, piel electrificada en espera de las caricias que prometían no ser candorosas! Era la sensación de que íbamos a estallar en cuanto estuviéramos a solas y, además, estar deseando que pasara.

 

Por segunda vez (la primera había sido en la discoteca) me arrinconó contra la puerta en cuanto entramos en la zona de descanso. Temblé. No era medio, era una mezcla de gozo anticipado y el deseo de tenerla cerca. ¿Cómo había conseguido doblegar mi alma para que ansiara juntarme con ella de esa manera? Éramos como un puzzle de dos piezas sin sentido si no nos acoplábamos para formar el todo que era una. Abrí los labios y dejé que me besara, mientras buscaba de nuevo el contacto de su piel, ahora que nos habíamos soltado las manos.

 

Tardamos en separarnos, buscando ese gusto sabroso de estar unidas con los labios, con el cuerpo, con la mente... Creo que saltó una chispa pues sentí el aura que nos envolvía, haciéndonos únicas. Cuando por fin pude hablar, susurré un "Amor" que me salió de dentro, un sentimiento que me mantenía viva aún sin verla en días. La agarré de la cintura y la acerqué al sofacito de tres plazas, algo usado y desgastado por los años que llevaba en la Librería, pero muy cómodo.

 

- Nadie nos molestará. La he cerrado en cuanto la cruzamos. Ni un terremoto podrá abrirla. Mejor... Pues creo que entre las dos tenemos suficiente energía para crear uno.

 

La acaricié el rostro y toqué sus ojos. Hermosos...

 

- Te quiero, por favor, no me dejes nunca o moriré con el deseo abrasador y la desesperanza de no tenerte.

 

¿Por qué pensaba en eso ahora? Tal vez porque habían pasado muchos días desde la última vez que fui suya. No sé como lo hice pero acoplé mi cuerpo al suyo de manera que encajábamos al mínimo detalle. La Diosa Gea nos había formado maravillosas por separados, pero únicas cuando estábamos juntas.

 

La deseaba. Era el Amor de mi vida.

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Como si fuese una larga y antigua película muggle a cámara lenta. Toque su rostro, delineando sus pómulos y mandíbula, disfrutando de lo sedosa que era su piel. Su pálido y deseable cuello, largo como sus piernas. Su torso, donde el corazón palpitaba con fuerza desde el momento preciso en que nuestras almas volvieron a ser una. Su cadera, pequeña, pero apetecible y por su puesto sus muslos, que vibraron ante el contacto de mis manos.


Disfrute de aquel rencuentro mágico, saboreando lo que sabía vendría a continuación. Mis ojos verdes se hallaban cerrados. Pegada a su figura, completamente unidas por el vínculo, era yo misma, feliz y con las ideas más claras que nunca. Mi elemento primigenio; el fuego, hizo acto de presencia, envolviéndonos en un cálido y febril abrazo. Dos anatomías, que ya se conocían a la perfección y un mismo alma, llena de amor y pasión.


Escuche su voz, expresando algo que yo también sentía; el miedo por perderla. Era alto, a veces hasta irracional. Pero y después de todo lo vivido, me habia dado cuenta de que aquello era completamente imposible. Por mucho que la gente se negase, que la distancia nos separase y que pasasen dias y dias sin vernos, habia algo mucho más fuerte y mágico que nos mantenía cerca, fuese donde fuese que estuviésemos.


- Mi corazón es tuyo, ahora y siempre - Un mensaje directo y sincero.


Entre besos y susurros la lleve hasta uno de los sofás de la pequeña sala, donde deje que se sentase y yo me arrodille frente a su persona. Clave mi sincera mirada en sus claras pupilas y le sonreí con esa mezcla que tanto me caracterizaba; mitad niña buena, mitad vampiresa rebelde. Una combinación que hacía que la Vladimir sacase su lado más sexual. Un botón donde desactivaba el autocontrol y la coherencia, dejando paso a lo más carnal.


- ¿Prefieres hablar o nos dedicamos a explorarnos una vez más? – Mordí mi labio, llamándola, atrayéndola a mi oscuro y sensual elixir.

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Vaya montón de libros por el suelo que había en la librería. Ayudaba a recogerlos y esperaba una respuesta sobre lo del libro maldito, más que nada porque no quería cometer el error de tocarlo con las manos y que me quedara lela, o me saliera un sarpullido, sin pensar en posibilidades que podrían ser mucho peores.

 

Vi que Xell también recogía libros pero que se paraba de repente, con la palabra en la boca, como si estuviera detectando algo en el aire. Fruncí el ceño y me giré, para mirar la puerta que se abría en aquel momento.

 

-- ¡Demonios, éramos pocos y parió la abuela! - sí, lo reconozco, refrán fuera de lugar, pero es que me cuesta mantener la calma con esa mujer aquí. -- No me digas que sabes leer y vienes a comprar un libro.

 

He de reconocer también que no pierdo un momento para meterme con ella. Pero ninguna de las dos me hizo ni caso, fue como si se atrajeran mutuamente y el resto de nosotros no existiéramos. Bah, mejor, que se largaran y que nos dejaran en paz, pensé, al verlas subir corriendo escaleras arriba.

 

-- ¿Tú también te vas, Heliké? Pero si aún queda mucho por recoger.

 

Fruncí el ceño y murmuré por lo bajo, enfadada. Yo había venido a comprar un libro y ahora me tenían de esclava, recogiendo libros.

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En la Mansión Rambaldi:

 

Me había aparecido en medio de la habitación. La elfina ya acostumbrada a mis apariciones en vez de usar la puerta principal, ni se había inmutado, había estado recogiendo el cuarto y como siempre lo había dejado impoluto. Abrí el armario a pesar de que había conseguido un buen fondo parecía que siempre ponía la misma ropa...

 

Puse los viejos tejanos que usaba, un jersey fino negro y la capa que se anudaba con unos cordones de plata. Mis botas de piel de dragón y puse la varita en el bolsillo trasero del pantalón. Empecé a rebuscar mis viejos pergaminos de cuando daba clases de Artes Oscuras.

 

- Si lo que desea es buscar información la encontrará en la biblioteca - fruncí el ceño. Tenía razón a pesar de todo. A veces Galadriel (la única de mis elfos que tenía permiso para estar ahí) se comportaba como una madre, aunque fuese para los demás una vulgar sirviente.

 

- Lo sé, pero ésto es importante - Tomé los pergaminos y los metí en el monedero de piel de moke que me había puesto al cuello en cuánto me puse el jersey.

 

- ¿Le preparo la cena para cuando venga? - preguntó. La verdad es que no lo sabía, quizá el asunto del dichoso libro, podía demorarse horas hasta descubrir la maldición que estaba segura poseía.

 

- Mejor no - negué con la cabeza- si eso cuando venga, ya preparo un tentempié.

 

- Debería comer, no sólo sangre ama - me dijo la elfina. La miré enfurecida, pero no se acobardó ante la mirada que le había echado.

 

- Ya lo sé. Creo que voy a tardar así que, puedes ir a descansar. Si necesito cualquier cosa, ya llamaré a los elfos de la familia - ahora ella parecía enfadada. Pero agachó su cabeza entendiendo las órdenes y con un chasquido de sus dedos se desapareció del lugar. Yo hice lo mío propio. Me giré sobre mis talones y me aparecí a unos tres metros de la librería, propiedad de Xell.

 

En la librería:

 

Ingresé en el local y vi que mi tía estaba recogiendo los libros...

 

- Te ayudo tía - le dije con un mohín de disgusto en mi cara. No sabía porqué me había puesto así. Pero quizá las palabras de mi doméstica me habían hecho mella. Tenía razón, debía de alimentarme...

 

- He recogido varios pergaminos de mi antigüa clase de Artes Oscuras, espero que nos sirvan. También tengo de cuando fui profesora - comenté - espero que al menos, nos ayuden a averiguar lo que pasa - me encogí de hombros y me fijé en que había ya, pocos libros que recoger. Tomé unos cuántos tomos y fijándome en los títulos de los mismos los fui colocando en sus respectivos estantes.

 

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La voz de mi sobrina me sorprendió.

 

-- ¿Ya de vuelta, Heliké? Pensé que no ibas a volver. -- Tal vez no era la mejor frase para el momento. -- Gracias por volver, hay mucho trabajo que hacer.

 

Tomé varios libros en los brazos y los fui colocando por orden. Ella hacía lo mismo. Miré de reojo los pergaminos que había traído, de Artes Oscuras... Me pareció curioso porque ahora había accedido a la cátedra de Pociones pero antes era una buena entendida en las artes oscuras. Sonreí y me acerqué un poco más a ella, para hablar sin que se enterara la Jefa de Seguridad que estaba allá arriba. Aunque, estando con Xell, seguro que sólo tenía ojos y orejas para ella, no para escuchar conversaciones ajenas.

 

-- Oye, perdona que me meta en un tema que no domino... ¿Qué tipo de artes oscuras enseñabas en la Academia, antes de que fuera Universidad? Quiero decir... ¿Podrías ayudarme a conocer algún hechizo que yo aún no domine, de esos oscuritos?

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