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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM)


Xell Vladimir Potter Black
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Era desánimo, sólo desánimo, pero enseguida pasaba, como siempre; después a esperar algo que me volviera a bajar el humor, pero nada, todo pasaba, con sus pros y sus contras. La vida continuaba.

 

Suspiré, mirando a Reena. Ella sabía bien como me sentía. Por eso me ofreció su casa de Ledd, allá donde ella se había casado. Pero negué con la cabeza. Yo no huiría, sólo me sentía mal, pero era algo que pasaría. Después reaccioné ante su semi-pataleta sobre su hija y su sobrina.

 

-- ¡Por Merlín, Reena! Ya bastante se van sin avisar y dejándote tirada como para que tú amenaces con tirar a nadie de la familia -- le sonreí y le tomé la mano. Ella sabía de qué hablaba. Recientemente una hija había decidido desaparecer de la familia, sólo porque no coincidimos en una broma pesada; pero si una hija prefiere perder a su madre en vez de dar un abrazo de perdón mutuo, es que no era tan buena hija.

 

Suspiré, dolida. Ese dolor duraría toda la vida, pero yo no era quien para refrenar su salida si es lo que quería. Era adulta, sabía lo que se hacía; sólo esperaba que algún día, si alguien le hacía daño, recordara que yo seguía siendo su madre, aunque sólo fuera moralmente. Era alguien que había dejado una gran huella dentro de mí y su salida sólo dejaba un hueco que no iba a poder rellenar nunca. Sí; la quería, su salida de la familia hacía daño, pero no iba a ir detrás de ella. Ella sabía lo que hacía, era una mujer adulta para tomar sus decisiones, para bien o para mal.

 

Pero Reena no podía hacer lo mismo.

 

-- Vale, eso te lo soluciono yo ahora mismo.

 

Moví la varita y apareció un vale de abrazos en el aire. Lo hice levitar hasta Xell y Heliké, que estaban en algún sitio que no veía, del que sólo sentía las voces que llegaban a ratos. Me hice un auto-sonorus:

 

-- ¡Eh, chicas! Aquí hay dos "viejecitas" que necesitan mimos y protestamos porque nadie nos los da. ¿Os apuntáis?

 

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Me puse a reír al sentir aquella voz de la tía Sagitas tan amplificada. ¡Sería boba! Toqué el hombro de Heliké y le hice la señal de que estaba turulata, poniéndome el dedo en la sien y moviéndolo de un lado a otro.

 

Sin embargo, me encantó el detalle del vale de los abrazos. Esta tía tenía unos detalles muy bonitos, por eso la amaba. Era excepcional.

 

- Creo que está insinuando que se sienten solas, jajaja...

 

Aún solté un par de risas más. Le envolví bien el Atlas que había comprado y lo puse en una linda bolsa de cartón con nuestro logotipo. Después le dije que me acompañara a ver a esas dos revoltosas.

 

- Mirar lo que tengo - les dije. - Ha llegado volando. Es un vale para repartir abrazos, pero no dice nada de si es para dar o para recibir.

 

Era imposible esconder la sonrisa que me producía esto, así que abrí los brazos y grité:

 

- ¡Un abrazo!

 

Y pasé de largo de mi tía y abracé a Reena.

 

- ¡Un abrazo a la mejor madre del mundo!- le dije, apretando fuerte. - A la tía Sagitas no, que le abrace otro, yo abrazo a mi madre del alma.

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Apenas le había dicho yo que no era para regalo mágicamente un papel para regalo envolvió el libro de astronomía que había escogido. Y asentí con la cabeza cuando había dicho que quedaba bonito con el papel de envoltorio. Pero no pasaba nada, seguro que podía aprovecharlo para envolver algún que otro regalo en alguna ocasión especial.

 

Ya en la caja registradora y con su sonido particular al movimiento de la varita de mi prima dio el resultado, era bastante caro sí, pero no podía tener queja, era un tomo bastante grande y por lo que parecía recién salido del horno así que no me importó demasiado. Metí la mano dentro del monedero de piel de moke y conté cómo unos doscientos galeones, pero me quedé sorprendida por el precio que ella finalmente había dicho.

 

-eh no prima, no te lo pienso consentir, te pago el libro cómo tiene que ser si vale 125 galeones aquí los tienes, incluso te dejo propina. Pero no te pienso aceptar esa miserable cifra –negué con la cabeza, y le puse la cantidad justa encima de la mesa. Además de unos treinta galeones más, éstos brillaban con la luz del día.

 

En ese instante habían llegado avioncitos y cuando lo leí no pude más que evitar una pequeña carcajada, y más aún cuando llegó la voz amplificada de mi tía mágicamente.

 

Era bien cierto que no era dada a las demostraciones de cariño, pero un abrazo no podía negárselo, y por lo que aparecía en el papel daba la sensación de que estaba deprimida.

 

Después de que mi prima me diese la bolsa con el tomo, lo puse en el brazo y fui con ella hasta dónde estaban mis familiares, Xell abrazó a su madre, después de que comentase algo gracioso sobre el boleto, yo en cambio abracé a mi tía y le dije en un susurro:

 

-para que veas que los vampiros también sabemos dar abrazos y no mordemos –y no pude evitar soltar una carcajada estruendosa. Pero es que era cierto, no éramos seres desalmados que íbamos mordiendo a humano por doquier. Y mucho menos los que teníamos familia.

 

-Sé que no soy mucho de demostrar mi afecto, pero os quiero a todas – y con esto junté a mi tía, y a mis dos primas en un abrazo tan fuerte, que pensé que le había roto las costillas:

 

-huy perdón –susurré un poco apenada. Pero me retiré un poco y me despedí amablemente:

 

-prima gracias por el libro, encima del mostrador tienes el total y unos cuántos galeones más, prima Reena Sagitas, os veo más tarde en casa, tengo que hacer unas cuántas cosas más y Xell te veo a ti también por la Vladimir. –con una inclinación me salí con mi compra recién hecha hasta la puerta, cuando salí al callejón me giré sobre mis talones y me dirigí a un rumbo desconocido.

 

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No tardaron en llegar, las dos, Xell con una sonrisa pícara y el vale entre los dedos. Sonreí, se le veía tan divertida con esa sonrisa en la boca...

 

-- Es un vale para dar quien lo tiene en la mano, así que...

 

Abrí los brazos... Y la muy boba pasó de largo. Se abrazó a Reena y..., vamos, que se olvidó que tenía una tía. Hum...

 

-- Oye, tú...

 

Intenté poner cara de enfado, aunque me divertía ver su cara y la de mi sobrina. Pero Heliké sí me abrazó, y me hizo sentirme feliz.

 

-- Bueno, menos mal que al menos una sobrina me quiere. Eso está bien... Ya sabía que los vampiros sois buenos, conozco a muchos que son geniales. Aunque hay otros a los que temo; pero a ti no, Heliké.

 

Mi sobrina era poco dada a las muestras de afecto y, sin embargo, yo sabía que en los momentos difíciles se podía contar con ella. Eso me gustaba.

 

-- Leñe, sobrina, que me matas -- le dije, riéndome al juntarnos a todos. -- Hale, hale, vete... Gracias por los abrazos, pero por poco me rompes el cuello con tu fuerza.

 

Y me puse a reír, más alegre, diciéndole adiós con la mano.

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  • 2 semanas más tarde...

El incidente de los besos ya había quedado atrás y tras des-abrazar a mi madre (y al final darle un abrazo también a la tía Sagitas, para que no se celara) volví a la tienda.

 

Estuve recogiendo los restos del papel de regalo que había sobrado cuando le envolví el libro a Heliké. No tardé mucho en tener el mostrador limpio de nuevo. Ahora tocaba poner al día el catálogo de libros adquiridos. Me senté para estar más cómoda y saqué el listado de libros adquiridos y vendidos. La diferencia tenía que ser los libros que tuviéramos en stock.

 

Empecé a puntear y con eso pasé un buen rato, mientras esas dos (va por mi madre y mi tía) seguían contándose batallitas del pasado. Tuve un trabajo duro, era engorroso contar volúmenes y ver si coincidían con los libros que teníamos físicamente.

 

Comprobé que no se habían vendido ni uno de Criaturas mágicas, seguro que en la Academia habían cambiado de libro de texto y no nos habíamos enterado. Sin embargo, no quedaba ninguno de pociones Avanzadas.

 

Acabé aquel anaquel y me fui al otro, al del libro de Adivinaciones. A pesar de que no la creía una asignatura práctica, se vendían muchos de aquellos libros. Noté que caía algo, como un polvillo.

 

- ¡qué raro!

 

Miré hacia el lugar y grité, asqueada. Había un grupito de gusanos y parecían comerse las tapas duras de un libro de coleccionistmos.

 

- ¡¡Mami!! ¡¡Titaaaa!! Tenemos una plagaaaa...

 

¿Pero una plaga de gusanos?

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-- Bueno, volvió la paz -- le dije a Reena. -- Ahora que estamos solas, ¿me explicarás de una vez lo que pasa? Ya sé, tienes poderes nuevos y te hacen recordar algo que nosotras no, pero... ¿Hasta qué extremo es creíble lo tuyo? ¿No puede ser un falso recuerdo, como el que parece que tenemos nosotras?

 

Después de todo lo sucedido, hablado, comentado (y bebido, aunque eso no lo confesaría), estaba presta a creer que era ella la que tenía razón y no yo. Algo sucedió en aquel mundial de Quidditch que de alguna manera habíamos olvidado.

 

-- Podemos volver a recuperarlo. Bueno, no es seguro, depende de si fue una extracción o sólo una orden de olvidarlo. Hay muchos matices en una desmemorización, pero si la cosa fue a tanta gente como sospechamos, no se pararían a extraer a todos y a cada uno, seguro que se limitaron a usar un Obliviate. Y eso, a la larga, puede ser revertido.

 

Y lo decía como Directora del Departamento con muchos conocimientos encima. Así que afirmé mi propia frase, confirmándome a mí misma lo dicho.

 

-- A ver, explica. ¿Qué te dijo esa india cuando te dio o despertó los poderes?

 

Pero no hubo tiempo de que me explicara nada, ya que sentimos el grito de Xell.

 

-- ¿Una plaga? Anda, vamos a ver. Sólo nos faltaría tener doxys o duendecillos de Cornualles en la tienda.

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No podía dejar de sonreír, me sentía pletórica tras el abrazo de mi hija y con una sonrisa melancólica dejé que se marchara a su trabajo, ofreciéndole ayuda si la necesitaba, que bien se podía trabajar y hablar al mismo tiempo, aunque el trabajo mismo tardase un poco mas en salir y terminase siendo tres avanzaríamos mas del mimo modo. Pero pareció que prefería ese momento de tranquilidad anodina antes de volver a las calamidades con las que trabajaba en la clandestinidad. Dejé que se fuera sin presión.

 

-Mis poderes son respuesta a algo que digamos "supuestamente" ocurrió.

 

Iba a decirle lo que me había contado la anciana, pero me callé porque continuaba. Eso abrió un rayo de luz sobre mi e hice lo posible para no sonreir, pero que hubiera posibilidades de recuperación era una esperanza tan grande que casi me apetecia da saltitos de alegría.

 

-¿Estarías dispuesta a hacer el experimento conmigo? -La pregunta me salió por encima de la suya y no supe qué me decía.

 

Tras unos instantes de confusión, en los cuales, las dos esperábamos respuesta a nuestra cuestión y dudabamos sobre lo que había dicho la otra, escuchamos el grito de mi hija. Todo lo demás desapareció de mi mente y me fijé en lo que decía mi tía, descartandolo casi de inmediato porque ese tipo de plaga es identificable y nos lo diría por el nombre de ser así.

 

-Tiene que ser otra cosa...

 

Fuimos tan rápido como pudimos hasta allí y vimos el festín que se estaban dando un grupo numeroso de gusanos cornudos. Meneé la cabeza contrariada, no era normal que aquellas criaturas estuvieran allí ¿Quién las habría traído? ¿Tal vez vendrían pegados al chico Zombie con el que tan bien se había llevado Xell? No pude expresar mis temores por miedo de ofenderla, ya bastante teníamos como separarlos de ese libro, peinar la librería en busca de mas y averiguar que poder contenía ese volumen y por qué se lo comían.

 

-Tal vez tengamos que llamar a criaturas, yo suelo comprar estos animales secos o en su jugo pero nunca me he enfrentado a ellos al natural.

 

Para las pociones así servían y aunque en los preparados tuvieran un efecto al estar vivos y alimentandose podría crear una catástrofe por inconsciente.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Hice un mohín de asco. Era tanto por la plaga de gusanos como por lo que decía mi madre, que los solía comprar secos o en su jugo.

 

- ¿Para qué necesitas estos bichos tan... insólitos?

 

No era la palabra que quería usar, pero no se me ocurría otra que no sonara demasiado hiriente en los oídos de mi familia. Me imaginaba que mami haría brebajes y pociones pero... ¿Me habría dado en alguna ocasión de esos bichos? Esperaba que no, la idea me daba ganas de vomitar.

 

- ¿Para qué son buenos estos animalejos? Ah, ya lo buscaré en alguno de los libros de pociones.

 

Mentira; no iba a buscar nada, no me interesaban para nada, excepto para sacarlos de aquel lugar. Entonces me fijé, sólo salían de aquel libro, uno muy concreto. Acerqué temerosa el dedo al lobo.

 

- ¡Por los dioses! Casi me muerde.

 

El libro, quería decir. No me dejaba leer el título, se defendía... Y el polvillo seguía saliendo y caían más gusanos de aquellos raros al suelo. Salté hacia atrás, para que no me cayeran encima. Me puse histérica y salté hacia atrás de nuevo.

 

- Aggg, ¿Un Evanesco? - No servirían, estaban vivos? - ¿Un incendio? - ¿es que quería quemar toda la librería? - Ay, ay, sacarlos de aquí, por favor, no puedo con este tipo de bichos. Me dan repelús.

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Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había pisado la librería de mi prima, y eso solamente fue para comprar un libro de astronomía. Cuando me aparecí en el callejón diagon había un sol reluciente pero que con su luz indicaba que se estaba ocultando. Mi capa de viaje ondeaba con la brisa de la tarde, el traje (de pantalón y chaqueta) negro con una camisa blanca y unas botas finas de aguja era lo que llevaba ese día. Llevaba la varita en el bolsillo y el colgante de llevar el peligro colgado al cuello, además de un monedero de piel de moke en dónde llevaba bastantes galeones para por si casualidad compraba finalmente en su negocio.

 

Nada más que iba allí de visita de cortesía, pero esperaba no tener que importunarla, además tenía que contarle algo que seguramente le sería de bastante utilidad, aunque no fuese del bando, tomaría represalias, de un modo u otro, y la librería era el lugar ideal.

 

Entré con cuidado al interior y estaba tan impecable como siempre. Pero parecía que había problemas así que rápidamente saqué la varita y con una voz sonora respondí:

 

-prima, soy yo Heliké, ¿está todo bien aquí? –pregunté con un poco susto, aunque por las voces podía escuchar que estaban también Sagitas y Reena.

 

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Me puse de puntillas para no pisar ninguno de aquellos bichitos, no porque me dieran pena sino porque me daba asco sentir aquel crujido bajo mis pies.

 

- Por favor, tía, mami... Sacarlos de aquí, por favor...

 

Hubiese pataleado. Estaba segura que si lo hacía se me subirían a los pies, así que seguí de puntillas y retrocedí unos pasos, poniendo cara de asco.

 

- ¡Ay, llamar a plagas, llamar a quien sea pero que se los lleven!

 

En eso, sonó la voz de mi prima Heliké. ¿Había pasado algo con su libro de Astronomía que le había vendido recientemente?

 

- ¡No, no, no está bien! ¡No está bien! ¡Hay gusanos con cuernos en la estantería y se están comiendo los libros.

 

Bajé la escalera, corriendo hacia ella. Por poco me caigo por los escalones de lo deprisa que los bajé. Me agarré a su capa y casi la inmovilicé con mis brazos.

 

- ¡Son feísimos, prima! Nos quedaremos sin libro si no hacemos algo.

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