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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM)


Xell Vladimir Potter Black
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Sagitas explicó a Eledhwen que la Librería era de Xell, aunque se había asociado con Sagitas y Reena.

 

- Claro, claro, si tiene pérdidas, serán compartidas - intentó bromear Eled, pero no pudo dejar de notar que su prima parecía ausente y preocupada.

 

Entonces, tras unos segundos en silencio, Sagitas, en un tono misterioso, y algo meláncólico quizás, ofreció a Eledhwen una invitación a quedarse para escuchar una historia. La Hufflepuff estaba segura de que no sería buena idea, se lo decía su instinto, muy desarrollado para esas cosas desde que formaba parte de la familia Potter Blue. Pero también estaba intrigada, así que asintió.

 

- Vale, de acuerdo... - murmuró, y siguió a su prima.

 

Entonces descubrió a Xell y Reena. Las saludó sonriendo. Reena se acercaba con una taza de café humeante, y ofreció una silla a Eledhwen para que se sentase.

 

- Gracias - respondió, y observó a la pelirroja, ¿parecía molesta por su presencia?

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Miré de forma claramente hostil a mi amiga, no sabía si sería aliada o enemiga y antes de que se me encogiera el estomago y me subiera hasta la garganta, haciéndome imposible hablar, además de hacerme cambiar de parecer y no seguir con la historia, decidí ir al grano.

 

-Antes de empezar quiero saber qué recuerdas sobre el viaje a Egipto.

 

A partir de ahí empezaría la historia o lo dejaría por imposible y seguiría con las investigaciones por mi cuenta. Pero antes de levantar la liebre debía escuchar a mi amiga que para algo lo era. Con esa intención fue que me dejé caer en mi silla y abracé con los dedos el contorno de mi humeante taza de café solo.

 

-Siempre por el principio decía mi madre.- Murmuré distraída mientras esperaba y me acercaba la porcelana a los labios.

 

Miré a mi tía y la vi con ojos brillantes, parecía estar esperando que Eledhwen confirmase su historia y eso me hacía sentir mal, pero entendía sus reticencias a creerme porque eso podía tener muchas malas connotaciones respecto al ministerio de magia y sus protocolos de actuación.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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El rostro de Reena seguía atemorizándola un poco. Mientras se sentaba, Eledhwen pensó que se estaba metiendo en la boca del lobo. Aún así, sonrió a Reena cuando ésta le habló, preguntándole por sus recuerdos sobre el viaje a Egipto. La Hufflepuff abrió la boca para contestar, pero se calló. Frunció el ceño, y comenzó a pensar. Tras unos segundos, habló bajito:

 

- Pues... en un principio, recuerdo que fui a trabajar como sanadora en los Mundiales de Quidditch, y que pasó algo, y al final... Pero es que... ¡hay momentos en los que mi memoria está en blanco! - había elevado poco a poco el tono de voz - ¡y de vez en cuando, a mi mente acuden recuerdos inconexos, el otro día me ví leyendo un jeroglífico, yo no sé leer jeroglíficos, pero de repente recordé que una vez había leído jeroglíficos!

 

Se calló de repente, porque se había dado cuenta de que estaba gritando. Miró avergonzada a sus amigas.

 

- Lo siento... - se disculpó por lo que acababa de pasar.

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Mordisqueaba despacito, lo justo para avanzar poco a poco y dar tiempo a que mi madre contestara. Alababa a Sagis, ella parecía tener más paciencia que yo, que movía un pie con ímpetu en el suelo, aunque al estar debajo de la mesa seguramente no me veían. Fuera lo que fuera que mami nos quería decir, iba a ser algo doloroso, molesto o preocupante; lo notaba.

 

- ¿A qué te refieres con lo que vio en tu mente? - le pregunté a Reena, cuando Sagitas fue a recibir a quien entraba.

 

Contemplé que venía con la visita y sonreí un poco forzada a Eledhwen. Era mi prima, mi compañera de trabajo, pero estaba segura que ahora Reena se callaría, que no diría nada, y yo estaba de los nervios. Sabía que aquello que decía era muy trascendente para nuestras vidas.

 

Se hacía muy tarde, ya era casi la hora de cerrar y nos iba a pillar el toque de queda. Tal vez tendríamos que quedarnos a dormir en la librería. Yo estaba acostumbrada en parte a escabullirme en las sombras, mientras ejercía como miembro de la Orden del Fénix. Pero ahora era una civil, rodeada de civiles, no arriesgaría a mi familia.

 

- Siéntate, Eledhwen, mientras cierro la tienda. No quiero que los miembros del Ministerio nos detengan por incumplir el toque de queda.

 

Me levanté. Lo hice lo más rápido posible y volví enseguida. Pero algo me perdí, porque Eledhwen había elevado la voz diciendo algo de unos jeroglíficos. Me senté en silencio, esperando que alguien explicara todo aquel entuerto, pero sobre todo, que alguien dijera que Reena no estaba loca.

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Si en algún momento estuve tensa, la voz de mi rubia amiga hizo que mis nudos se desatasen, empezó susurrando y terminó gritando por lo que ahora mas que hostilmente la miraba sorprendida sin atreverme a pestañear si quiera. Cuando se disculpó me permití el lujo de respirar con normalidad y darle un trago a mi bebida.

 

Mi rostro cambió con el calor del café en la garganta y poco a poco una sonrisa fui aflorando en mis labios, mientras dirigía la mirada hacia mi tía con el significativo mensaje "yo tenía razón" En aquel viaje algo había ocurrido que no querían que recordásemos.

 

-No te disculpes amiga, mis reacciones son peores...- en ese momento llegaba Xell de cerrar la tienda y no di mas detalles.

 

Si yo recordaba un oasis, una tienda de campaña y un genio de agua, ademas de la sensación de ahogo y ella que leía jeroglíficos cosa que ahora no sabía, ella entendería mejor que mi tía la historia.

 

-Y si yo te dijera que recuerdo cómo si alguien me ahogase, una cueva y una tienda de campaña ¿qué pensarías?

 

Esperaba que no dijera que estaba loca porque entonces me hundiría y huiría a mi casa para cerrarles la puerta en las narices.

Editado por Reena

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Lo noté. Reena admitió a Eledhwen aunque en un principio se sintió disgustada cuando aparecimos las dos juntas en aquel lugar. Se tomaba aquel café, o lo fingía, más dedicándose a calentarse las manos en la taza que lo contenía. Mi prima no era tonta y también notó que era reacia a hablar con ella delante. Así que carraspeé; Reena me había lanzado una mirada que... puff, casi me mata...

 

Pero después se decidió a hablar y volvió a preguntar lo mismo, lo de Egipto.

 

-- Ya volvemos con lo mismo -- susurré.

 

Y me tiré hacia atrás en la silla, ahogando un suspiro para no irritar a mi sobrina. Para mi sorpresa, Eledhwen, que había empezado mostrando el recuerdo real de lo sucedido, de repente se exaltó y empezó a hablar en voz alta sobre no se qué de unos jeroglíficos. Torcí la cara hacia ella, arqueando la ceja.

 

-- Sí, vamos, aliéntale tú también -- protesté.

 

Menos mal que Xell había ido a cerrar la tienda, por lo del toque de queda, con lo que se evitó oír eso de sus labios. Cuando volvió, miraba raro a mi prima. No me extrañaba. Eledhwen se había exaltado.

 

-- Vais a asustar a Xell. Ella no estuvo en el Mundial de Quidditch y va a pensar que estuvimos en peligro. Y nada más lejos de la realidad. Aquella fue la misión más sencilla y aburrida en la que he estado en mi vida.

 

Y no pude evitar exclamar.

 

-- ¡Oh, vamos, Reena! Estás l...

 

Paré a tiempo. ¿Loca? ¿¿Loca?? Pero si esa pesadilla la había tenido una y otra vez en mis noches oscuras. Me mordí un momento los labios, pensando con rapidez.

 

-- Yo... sueño a veces... que estoy enterrada en la arena... y que... hay una cueva...

 

Fruncí el ceño. ¿Era posible que soñáramos lo mismo?

 

-- Vale, doy el beneficio de la duda. ¿Qué recuerdas y por qué crees que es cierto? Digamos qué recordamos cada una.

 

Y me olvidé de Xell en aquel momento. Ella no había estado aquellos días.

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Mientras "explotaba" verbalmente, Xell había ido a cerrar el establecimiento. Debían tener cuidado con cumplir el toque de queda, no era conveniente que las detuviesen por no cumplir las normas del Estado de Excepción.

 

Reena tomaba su bebida humeante, y parecía contenta. Incluso sonreía. Aceptó las disculpas de la Hufflepuff, razonando que sus reacciones eran peores. Eled sonrió tímidamente. Entonces Sagitas la recriminó que alentase a la Rosier.

 

- Yo no aliento a nadie... - se excusó Eledhwen, ni ella entendía aquella mezcla de recuerdos, nubosos como si la hubiesen aplicado un Obliviate chapucero.

 

Sagitas pidió que no asustasen a Xell, que había vuelto tras cerrar la puerta, y las miraba extrañada. Entonces Reena hizo una pregunta directa. Un ahogo, una cueva, y una tienda de campaña. Sagitas contestó. Arena, la cueva de nuevo. Intentó razonar con ellas, y pidió que cada una explicara lo que recordaba.

 

Eledhwen pensó durante unos segundos, con los ojos cerrados. Una masa de agua deforme, pero que se movía, apareció en su mente.

 

- Un gollum de agua... - musitó.

 

Una ciudad. Fuego. Llamaradas.

 

- Me morí... - dijo bajito.

 

Notó calor en sus pies, mucho calor. Y algo pesado en sus manos. Al abrir los ojos, vió que había extendido sus brazos, con las palmas abiertas boca arriba, como si sujetase algo. ¿Un libro, quizás?

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Di un respingo enorme. Estaba segura que si había vigilancia ministerial en la calle, lo habrían oído. Miré hacia el vestíbulo de la tienda, donde las luces estaban apagadas y todo en silencio. Después volví la cara hacia mi prima Eledhwen.

 

- ¿Cómo que te moriste? ¿Has sido resucitada en alguna ceremonia de renacimiento?

 

Aquello era magia de sacerdotisas, aunque también en San Mungo se hacía de eso. Pero esto parecía mucho más serio.

 

Mami había dicho que ella se había ahogado, y mencionado una cueva; Sagitas, muy reacia a recordar nada y contrariada porque Eledhwen también había confirmado las palabras de mi mami, había confesado que soñaba con estar enterrada en la arena. Y al final, Eledhwen decía que había muerto.

 

- ¡Pero si sólo fue un Mundial de Quidditch! Yo no pude acudir, porque mi mami de verdad estaba enferma, nos quedamos en Londres. Pero seguí todas las noticias en El Profeta y no pasó nada de nada. ¿Cómo os pudisteis morir las tres? Eso hubiera salido en las noticias?

 

Y esperaba que me contestaran. Porque yo no estuve, pero nadie dijo nada que miembros ministeriales hubieran muerto en aquel mundial.

 

- Ganó Argentina, supongo que eso sí lo recordaréis, ¿verdad?

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Hubo un momento en el que estuve por exprimir la taza y romper la porcelana, pero no llegué a hacerlo porque mi tía paró su frase a medias y no terminó de llamarme loca. Inspiré muy lentamente por la nariz mientras la escuché y solté el aire por la boca en un intento de mantener la calma. Deseaba levantarme y zarandear a Sagitas para preguntarle si era mas fácil tacharme de loca que reconocer un sueño, quería bailar y decirle que era una mentirosa, que yo tenía razón, Pero me daba cuenta de la gravedad de la situación y no me pareció adecuado.

 

-Recuerdo unos amuletos o algo que llevábamos en el cuello.

 

Si, pasé gran parte del tiempo pasando la angustia agarrada a aquello, fuera lo que fuera y también un fuerte golpe en la cabeza, dentro de la cueva y tirar de Kevin para sentarlo a mi lado... Entre esas cosas las palabras de Eledhwen se metieron en mi mente.

 

....

Como accionado por sus palabras, de entre mis labios empezó a manar una fuente de agua que me dobló por la mitad y que me trajo un agobiante sentimiento de ahogo e incapacidad para huir de ello. Ya no escuché lo que dijo mi hija sobre que había ganado Argentina, ni la nula cobertura por parte del profeta con respecto a sus ministros. solo estaba yo y el agua hasta que caí de rodillas.

····

 

El golpe debió devolverme a la realidad, porque tenía la cabeza apoyada en la mesa aunque el ligero resquemor que sentía en la piel me decía que el tortazo había sido ese y no otro el que me había devuelto.

 

Me enderecé en la silla y vi mi café derramado por todo mi pantalón, la taza en mi regazo y agua en mis manos. Estaban juntas como haciendo un cuenco, guardando el liquido. Miré confusa a las que me acompañaban sin atreverme mas que a respirar y cuando fui calmándome llevé las manos hasta la mesa para que mi familia viera el agua y me lo confirmase porque no terminaba de creerlo.

 

-No quisiera recordar esto si no necesitase saber qué despertó mis poderes durmientes.

 

Tenía la angustiosa sensación de que si lo habíamos olvidado era por nuestro bien, puesto que las pesadillas eran traumaticas en su esencia y si bien podían ser una distorsión de la realidad, no llegaba a imaginar qué había ocurrido realmente.

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No entendía nada. Mi madre parecía estar feliz porque, por fin, alguien le daba la razón, y triste porque se lo confirmaran. Estoy segura que le hubiera tirado de la lengua a Sagitas por ser tan empecinada en la negativa pero, al final, no lo hizo y siguió hablando, para mí que en forma críptica porque no entendía nada de nada.

 

Y, de repente, Reena cayó al suelo de rodillas. Me levanté corriendo, para auxiliarla. Seguro que se había roto algo.

 

- ¡Mami, mami! ¿Qué te pasa?

 

La cogí por los hombros, en un intento de levantarla. Ella parecía aún perdida en algún pensamiento demasiado vívido que le impedía volver a la realidad.

 

-¡Ay, mami! No me des estos sustos.

 

Pero había algo que me asustó más. Tenía agua. Agua en sus manos. Y allá no había agua. Sólo café y pastas. Intenté comprender lo que sucedía y , al no poder, busqué una explicación lógica.

 

No la encontré.

 

Por ello, busqué la ayuda de Sagitas o de Eledwhwen en aquel tema. Algo pasaba.

 

- ¿qué poderes durmientes, mami? - pregunté con miedo a la respuesta.

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