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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM)


Xell Vladimir Potter Black
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Que mi hija bajase no me hizo gracia, normalmente no podía protegerla y que ahora no me dejase me ponía muy furiosa. Me parecía poco desarmar a la enmascarada, por ello me puse delante de la rubia y apuntando la varita que había en el suelo la envié fuera del local.

 

-Fuera, no lo volveré a decir.

 

No me pareció que el enmascarado fuera a moverse y volví a levantar la varita para señalar su figura. De mis labios salió un Mobilicorpus escupido que la sacó de la librería. Luego solo di unos pasos y cerré la puerta. No quería mas interrupciones.

 

-Bien. ¿Café, té, chocolate? yo me haré un negro...

 

Pensar en una buena taza de café amargo, calentita, me despertó hambre, aunque no me atrevía a preguntar si en la librería había dulces, galletas, o algo rico que llenase el estomago. Eso podía estropear los libros y creía que en aquel día ya habíamos tenido suficientes sobre saltos como para tener que limpiar churretones de azúcar de las pergaminosas páginas de los volúmenes.

 

-Vamos, vamos, tengo hambre, olvidemos lo sucedido.

 

Giré a mi hija para que volviera a subir hacia la salita de té donde había dejado el libro mientras le hacía gestos a mi tía para que siguiera a la niña escalones arriba. Yo cerraría la marcha para que nadie saliera huyendo.

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Miré a Reena y tras unos segundos inexpresivos, le sonreí.

 

-- Tú eres peor que yo, sobrina. Ya la has echado fuera del todo.

 

Supuse que Xell estaría enfadada porque le habíamos quitado su juguete de las manos. No, era igual, no me importaba como se pusiera mi sobrina. Habíamos echado a una mortífaga del lugar y con eso bastaba.

 

-- Yo quiero chocolate. Un bombóm, sí, un dulce bombón. ¿Hay leche condensada por ahí arriba?

 

Subí las escaleras la primera. Como decía Reena, a olvidar lo ocurrido y tan amigas.

 

-- Yo caliento el café, y me apetecen un par de magdalenas de esas rellenas de queso que hacen en la tienda de Honeydukes.

 

Corrí y llegué a la salita. Cuando me di cuenta de ello, ya estaba demasiado dentro de la sala como para huir. Tuve miedo. Maldita sea, una mortífaga no me daba miedo, pero aquello.

 

-- Reena -- no grité, en realidad estaba segura que no podría hacerlo. -- Xell... El libro... Ha desaparecido...

 

Y lo busqué en las alturas, bajo las sillas o... No quería que me atacara.

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No pude evitar sonreirle a mi tía, ella ya parecía haber olvidado lo sucedido, aunque la mención de algo dulce con ella siempre hacía maravillas. Negué con la cabeza mientras susurraba un -Violeta golosa- a la vez que subía las escaleras igual que mi tía y mi hija.

 

-Tranquila mujer solo se está protegiendo, está en una silla.

 

Esperaba que no se hubiera sentado sobre él, porque entonces igual si se llevaba un mordisco de verdad y el libro igual terminaba maltrecho, decidí subir para que no hubiera problemas, no mas de los que ya había.

 

-Yatá tía miralo.

 

Cogí el libro invisible como si estuviera cogiendo algo inventado y según lo iba acercando a la mesa volvió a tomar su color y aspecto habitual. Me senté y esperé por las otras dos ya que no tenía ni idea de dónde estaban las cosas de comer en la librería.

 

-Oye tía vamos a tener que comer antes de tocar nada.

 

Le enseñé los dedos, luego los puse por encima del libro, la mensa, la ropa; como si estuviera haciendo huellas y luego señalé a Xell, antes de hacer un lento y deliberado gesto de cortar el cuello. Terminé por reirme por aligerar un poco el ambiente y poder sacarles la lengua a modo de broma.

Editado por Reena

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¿Por qué se habían inmiscuido? Ellas habían largado a la mortífaga del lugar, como si no me creyeran capaz de poder con ella. Me hubiera gustado batirme y hacerlo yo, pero ellas siempre tenían que ser las protectoras, la madre protectora y la tía protectora. ¿Se creían que no sabía valerme por mí misma?

 

Fruncí el ceño cuando vi que entre Sagitas y Reena se habían deshecho de ella y no me habían dejado intervenir. Pero a pesar del enfado sabía que ellas me querían y no me deseaban ningún mal.

 

- Sobreprotección no es bueno, que lo sepáis - les dije, algo enfadada con ellas.

 

Pero mami ya ofrecía un café o un chocolate.

 

- Vale, una taza de chocolate calentito me vendría bien. Dicen que el chocolate espanta los males, así que espero que me devuelva la tranquilidad.

 

Algo bueno había sucedido con aquella visita inexperada. Al menos ellas dos volvían a hablarse como si nada, como si el peligro o la rabia por ser atacadas, las hubiera juntado. Lo tendría en cuenta, la próxima vez que se pusieran a reñir, les daría un enemigo común con el que enfocar su ira.

 

Seguí a la tía y mami iba por detrás. Iba a entrar en la sala cuando vi a Sagis, aterrorizada, buscando por todas partes, como si algo le fuera a atacar. Cuando mencionó el libro, recordé que Reena lo había dejado en la mesa.

 

- ¿Ha desaparecido? - repetí, como boba.

 

Pero no había sido así. Reena explicó que sólo se había escondido.

 

- Oh, vaya, es un libro camaleónico y auto-defensable. Mami decía algo de cortar el cuello y me señaló.

 

- ¡Oh! Yo no haría eso, no mataría a nadie por manchar un libro, al menos que no lo haya comprado y pretende engañarme de que quiere otro y ese no le sirve. Entonces le cortaría las manos.

 

Y sonreí. Me gustaba estar en familia.

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  • 2 semanas más tarde...

Juro que el libro gruñó.

 

No estoy segura de eso, pero subida a una silla era imposible asegurar que de allá había salido un sonido gutural. Yo creo que los libros no pueden hacer eso, pero por si acaso, ya que este no era un libro usual.

 

Reena hizo ademán de coger algo, de ponerlo en la mesa y, poco a poco, vi que el libro de mimetizaba y se ponía del color de ella y después, del color que yo lo había visto inicialmente.

 

-- ¿Comer? Bue... Bueno...

 

Delante de un plato de sopa siempre se olvidan los problemas, eso es cierto. Me bajé de la silla con algo de prudencia, por si aquello se tiraba hacia mí. Libros camaleónicos, lo que nos faltaba, si el resto de libros lo copiaban, encima tendríamos la tienda vacía de material para vender.

 

- Bueno, comamos, pero Xell se pone en medio de nosotras.

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  • 2 semanas más tarde...

Le sonreí a mi tía porque me daba cuenta de que verdaderamente le daba miedo mi libro y después de ponerlo sobre la mesa y dejar que se estabilizara saqué la varita para traer algo de la comida de la Vladimir. Panecillos, chocolate derretido en taza, café, leche condensada, caramelo liquido, pastas de té, pan con nueces. La bandeja tenía todo lo necesario para hacerme una buena merienda.

 

-Supongo que ahora queráis hablar del libro.

 

Me escondí en la merienda, en una taza vacía vertí el café sólo, humeante y muy oloroso; luego busqué el tubo de leche y entre chuparme los dedos y apretar el recipiente, me relamía yo sola; luego tiré del caramelo.

 

-Que rico que está -susurré chupándome los dedos nuevamente.

 

Estaba distrayendolas a propósito para ver si preguntaban algo o si me dejaban a mi aire para que empezase la historia por donde yo mas desase, aunque para mi era importante hacerlo desde el principio del todo; desde donde ninguna sabía y sólo yo había averiguado, tras investigar.

 

-Los Rosier no eran simples magos, si buscáis su etimología, creo que se dice así; los Rosier eran demonios.

 

Todo empezaba ahí, mi árbol genealógico tenía su origen en uno de ellos. No quería darle suspense a la historia, pero entender eso ya era suficiente complicado y podría adelantarles parte de lo que vendría a continuación. Debían estar preparadas y mientras no tuvieran las manos calentándose en una taza no empezarían a estarlo.

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Sabía que mi amenaza se quedaba como broma, como lo había dicho. Sagitas y Reena me conocían.

 

Como yo conocía a mi tía. Supe por las miradas nerviosas hacia el libro que le intimidaba. Accedió a bajarse de la silla y a sentarse, pero conmigo en medio.

 

- Por mí no hay problema, siempre que no sea excusa para robarme pan, tía - le repuse, también en broma.

 

Mamá trajo la comida humeante. La miré un poco cohibida, estaba llena de calorías. Iba a protestar pero lo repensé. Mejor no protestar y comer, ya bailaría el doble más tarde.

 

- ¿Eso le añades al café? - pregunté, asombrada. Y yo que apenas le ponía una pintita de azúcar. - Bueno, déjame probar del tuyo, mami - le dije con voz melosa.

 

Tomé un panecillo y pensé que ¡mil demonios!, quería probar el chocolate. No quería preguntar por el libro, no, prefería la merienda en paz. Bastante nos había arruinado el día todo lo que había sucedido. Pero me atraganté con su siguiente afirmación.

 

Miré a mami con los ojos muy abiertos. Sólo al rato me atreví a hablar.

 

- ¿De... Demonios?

 

Debía dejar de mencionarlos de aquella manera tan despectiva.

 

- ¿Quieres decir que tú... eres una demonio...?

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Si Reena pretendía que olvidáramos lo sucedido, ante la visión de la leche condensada y el caramelo líquido se me olvidó todo. Bueno, casi todo. No dejaba de darle miraditas al libro dichoso.

 

-- Yo sí quiero hablar de ese libro, pero en otro momento. -- y me callé que dentro de mil años, ahora no.

 

Empecé a reunir comida: bollitos, taza de chocolate humeante, un buen chorro de caramelo líquido en las pastas...

 

-- ¡¡Eh!! Yo también quiero un bombón, sobrinas.

 

Y tomé una taza de café (a pesar de tener el chocolate al lado) y le puse, como Reena, un buen chorro de leche condensada y después un buen chorro de caramelo). Removí, cuidando que Xell no me pudiera poner la cucharilla dentro, y sorbí.

 

-- ¡¡Delicioso!!

 

¿Pero qué demonios decía mi sobrina? ¿Etimología? ¿En medio de la merienda?

 

-- ¿Lo qué...? -- dije, con la boca llena, ante la pregunta de Xell.

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Miré a Xell y a Sagitas por encima de mi taza mientras bebía. Esperaba mas entusiasmo por lo que les había dicho, pero por el momento no me quejaría, al menos ninguna se había desmayado y eso ya era algo positivo...

 

-No nos adelantemos hija.

 

Como el mismo nombre lo decía, eran y se llaman a si mismo demonios. Con esa frase empecé el relato teniendo la mirada entre la taza y el libro, aquello era muy personal e incluso ante ellas me sentía avergonzada.

 

"No sé dónde comenzó mi familia, aun no encontré la raíz, pero si sé que generación tras generación los poderes demoníacos persistían, aunque con el paso de los años y gracias a los matrimonios externos se fueron diluyendo y durmiendo."

 

Era difícil explicarlo de forma sencilla aunque lo mas gordo ya se lo había dicho, ahora quedaba hacerle entender a Sagitas lo que ocurría, porque dentro de lo malo mi niña no había estado en Egipto con nosotras. Eso no sabía por donde empezarlo, me había dicho tantas veces que en el viaje no había ocurrido nada de nada que no sabía cómo abordarlo.

 

Bebí de nuevo de mi taza en busca de alguna idea.

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Estaba muy sorprendida. Que no tenía que estarlo, tal vez, porque no conocía la historia y, por tanto, tampoco podía juzgar a la familia de mami por ser demonios. No conocía a los demonios, en realidad, excepto por las connotaciones negativas que veíamos en los estudios durante la iniciación en el Sacerdocio. Siempre los pintaban como malos y peligrosos. Pero había algo que no podía olvidar, y era que Reena era mi madre, valerosa y decidida, siempre me había apoyado y protegido. ¿Era demonio? Puede. Pero también era una gran sacerdotisa, como Cye o como Sagitas. Así que no debería nunca tener miedo de ella.

 

Tomé una de las pastas de la bandeja, aunque sólo le di un mordisco, algo nerviosa, esperando que mami se explicara. Estaba tan absorta en las explicaciones de Reena que no le pedí a Sagitas que me dejara probar lo que ella había llamado "bombón".

 

- No sabes el origen de la familia Rosier...

 

Eso que decía de que sus poderes demoníacos se diluían por los matrimonios externos me hizo sonreír.

 

- Eso es bueno, mami, ya que significa que no eran forofos de la "sangre pura" sino que creían en el amor. Es una gran señal como familia, ¿no crees?

 

Le di otro mordisquito a la pasta, algo más animada.

 

- Entonces... La familia Rossier... ¿desapareció? Quiero decir, tú eres Vladimir... O... No sé... Huy, creo que me estoy perdiendo un poco, mami. Eres de sangre Rossier y Vladimir adoptiva... Bueno, no importa, sigue, sigue explicando, por favor, mami...

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