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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM)


Xell Vladimir Potter Black
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¡23 idiomas! No tendría cabeza para tantos, si sabía los justitos. Y Sagitas lo decía tan pancha, como si eso no fuera importante. ¡Y hablaba sirenio! Si era un idioma impronunciable. ¿Cómo que no era valorado? Estaba anonadada con tantos conocimientos. Ya me gustaría a mí saber la mitad de ese número.

 

Sagitas intentaba convencer a mami de que le diera el libro, que ella lo leería y no se lo quitaría. No es que sonara muy creíble, se notaba el esfuerzo que hacía para que confiara en ella, aunque sonaba algo forzado. Pero la convenció. Reena empezó a pasar páginas, despacito, para que viéramos el contenido.

 

- Huy, eso suena a... a... palitos...

 

Es que parecían palitos, no era de una lengua conocida, estaba segura. ¿Sagitas podría reconocerlo? Ahora sentía curiosidad por saber qué ponía ahí.

 

- ¿Qué vieja? ¿De qué vieja hablas, mami?

 

Parecía que entre ellas se entendían, y aunque me molestaba que me mantuvieran al margen, al menos estaba segura que Sagitas le ayudaria.

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A pesar de su reticencia inicial, Reena accedió finalmente a dejarme leer su libro. Aunque no lo soltó. Abrió el libro y fue pasando páginas, pocas, sólo el título, los agradecimientos, el índice… Cuando llegó a la primera página, me preguntó si sabía leerlo.

 

-- No son palos, Xell. Es hindú, una lengua que, por cierto, conozco un poco. Aunque no demasiado.

 

No quería darles la sensación de que era una lengua que hablaba, no quería levantar esperanzas de que fuera a leer eso de corrido.

 

-- En mis años mozos, cuando el circo aún era de Phanser, estuvimos una temporada en la India, haciendo números, pero aprendiendo otros. Es de allá que tenemos las carpas, las mandó hacer un marajá que le tenía un gran aprecio a nuestro director por una problema que él le solucionó y que… Me voy por las ramas. Sólo quería decir que allá descubrí que hay como mil dialectos que se leen diferente, así que no esperéis más que una idea de lo que pone. Porque, además, este parece un dialecto bastante antiguo, con declinaciones difíciles, puf...

 

Aún así me acerqué para leerlo con atención. Cuando Xell preguntó por la anciana, no dije nada. Todo lo que habíamos hablado en la Tintorería era algo muy privado de Reena. A ella le correspondía decidir si lo contaba o no. Yo respetaría mi promesa de mantener el silencio.

 

-- Pues el título no es muy elocuente, sobrina. Dice que es un libro de cocina, así que al menos que tus poderes puedan controlarse por un plato de arroz indio cocinado con mil especias, creo que tendré que acercarme más y leerlo párrafo a párrafo. Así que me tendrás que dejar cogerlo.

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No tuve fuerzas para reírme de las ocurrencias de mi hija, solo estaba demasiado pendiente del libro que tenía en las manos. Miré a mi tía asombrada por que viera lo que yo sabía que estaba ahí. Era increíble que supiera tanto.

 

-Si, es muy antiguo, tanto como quien me lo dio.

 

Llegado ese punto me quedé indecisa, no sabía si contárselo todo o si callarme por estar mi hija y nuestro amigo delante. Pero debía decir algo o se plantearían mas preguntas de las que estaba dispuesta a responder.

 

-Tía, has de ver mas allá de las apariencias...

 

Dejé el libro sobre mis piernas y cogí una mano de Sagitas, luego cogí la de Pikachu y luego la de Xell poniendo yo una debajo y otra encima del montón. Cerré los ojos con la esperanza de que hicieran lo mismo y me dejasen acceder a su alma para mostrarles lo que yo veía. Comencé a respirar muy despacio y expandí mi energía hacia los que me rodeaban.

 

Primero todo fue oscuro, tenía los ojos cerrados, pero luego se encendió una pequeña luz ante mis ojos y me liberé del cuerpo para poder acercarme volando hacia ella. No se hizo grande pero sentía su calor al estar mas cerca, fue entonces cuando miré alrededor y vi el brillante aura violeta de Sagitas, el suave azul de mi hija y un segundo azul, que supuse que sería de Pikachu. No eran sus emociones, eran los símbolos y representaciones armónicas en el mundo de lo no físico.

 

Después de mirarlos, alargué la mano y toqué la luz, haciendo que se dividiera en miles de luces y poco a poco se fueran formando palabras brillantes sobre el fondo negro en el que flotaban nuestras representaciones. Eran palabras que no entendía porque seguían en hindi pero después iban formándose imágenes, nombres mas o menos descifrables. Así ya tenía mas forma de libro de hechizos.

 

-¿Lo entendéis aunque no separáis que dice? ¿Veis que es un...?

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Nunca se me ocurriría decir que mi sobrina Reena estaba loca. Pero tenía todas las pintas de estar sufriendo un ataque de nervios o de algo así.

 

-- No puede tener tanto tiempo como quien te lo dio, Reena. Supongo que es sólo una forma de decir que quien te lo dio era vieja. Porque este libro tiene bien bien... más de 500 años y no hay nadie que viva tanto hoy en día.

 

Hoy en día... Eso era cierto, ¿pero y si en el pasado sí se había conseguido algo para vivir esos años? Yo recordaba que se hablaba de la Piedra Filosofal... Naaa... Imposibleeee... Aunque algo me quedó por dentro... como si... Era raro...

 

-- ¿Ver más allá de las apariencias? Pues yo veo...

 

Me callé un momento, menos mal que había reprimido el comentario o hubiera dicho que veía a una loca agarrando un libro de cocina como si fuera un tesoro. Pero no, no era bueno soltar eso ahora. Reena tal vez me mirara feo pero estoy segura de que Xell tomaría el libro con sus manos sólo para darme con él en la cabeza.

 

-- ... Yo veo un libro viejo de cocina. Y por mucha apariencia de que puede ser comida sabrosa, prefiero un MacDonalds.

 

La dejé hacer, al fin y al cabo era el primer momento que soltaba un momento el libro y nos tocaba a nosotros; algo era algo, así que nada, a ver con qué nos salía ahora. La observé unos instantes y al final claudiqué y cerré los ojos, algo escéptica. Pero entonces sentí el calor de un contacto espiritual y me relajé. Soy sacerdotisa, al fin y al cabo, y eso es algo que reconozco enseguida. No me gustaba que Reena separara su cuerpo de su alma pero, tal vez, es lo que necesitaba en aquel momento. Me pregunté si Pikachu y Xell se darían cuenta de lo que estaba sucediendo. Apreté con fuerza para no perder el contacto con Reena. Aquello era inusual y alarmadamente precioso. Y entonces... Pude ver lo que encerraba el libro y me maravillé tanto como me asusté.

 

- ¡Wala! -- exclamé, al entender lo que decía.

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Por un instante el aura de mi tía cambió de color y sentí que su mano temblaba en el montón, me dio miedo de que se soltara y apreté sus dedos apesar del dolor que sentía yo misma. No sabía bien qué pasaba por su cabeza, solo podía interpretar el color del alma y me estaba dando miedo. Ni siquiera me atrevía a mirar a mi hija y a mi amigo.

 

-¿Lo entiendes tía?

 

Entonces me giré hacia ellos y les expliqué de lo que hablaba.

 

-Hace quinientos años se quemaba a las brujas, la mejor forma de esconder algo era hacerlo de forma evidente...

 

Curiosamente solo se perseguía a las brujas y no a los magos, solo porque se pensaba que ellos hacían mas bien que mal, cuando en mi opinión era al revés. Por eso las mujeres tenían que proteger sus cosas y quién en su sano miraría o le daría importancia a un simple libro en el que se escribía como hacer comida. No nadie le daría importancia a una cosa de ese calibre.

 

-Tía, mira mas allá... yo veo las letras pero no sé interpretarlas...

 

Necesitaba que ella me dijera que significaba cada cosa, para poder entenderlo. Incluso si lográbamos interpretarlo podríamos beneficiarnos de los conocimientos, la bruja que me lo había dado, había sido muy buena osea que confiaba en ella, me había cuidado cuando mas lo necesitaba.

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Refunfuñé un poco por lo bajo. Para mí eran palitos, yo no sabía nada del hindú. Aún así, era envidioso que Sagitas supiera el idioma y conociera tantos dialectos como para identificar el correcto. Ella decía que no sabía mucho pero a mí me dejaba maravillada con lo que decía.

 

- No seas mala, Sagitas. ¡Cómo se va a curar comiendo un plato de lentejas indias con curry! - protesté. Pero después me arrepentí. - No quiero decir que no sepas leer lo que pone. Bastante esfuerzo haces por ayudar a mami, sólo que tiene que poner algo más. Algo se te escapa.

 

Yo quería que mami recuperara su paz interior y con la comida, al menos que le pusiéramos polvos de amapola en vez de sal, no iba a mejorar, estaba segura. Algo escondía el libro y había que encontrarlo.

 

- ¿Ves? Más allá de las apariencias - repetí, para que mi tía se esforzara más.

 

Quedé sorprendida. Reena había soltado el libro. ¿Sería el momento de quitárselo de las rodillas? Pero no me dio tiempo de pensar más. Tomó mi mano y la puso sobre la suya. Así, juntó las manos de Sagitas y de Pikachu. Después cerró los ojos. Noté que Sagitas también lo hacía, así que yo los cerré y esperé. Aquello tenía pinta de una ceremonia de sacerdotisas y siempre era bueno aprender de nuestras Hermanas Mayores de Clan.

 

Cuando pensé que no sucedía nada, una luz resplandeciente sustituyó la oscuridad de mis ojos. La seguí. Aquel espectácul.o era precioso.

 

- ¡Ooohh! Son más... palitos...

 

Aquello parecían.

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Al fin un lugar en el que me encontraba comoda, era sin duda el mejor lugar desde que habia partido, sin contar a floristeria que me cautivo con sus aromas florales. Entre respirando el aroma a paginas gastadas, otras nuevas y aquellas cubiertas de cuero que tanto amaba.

 

-Me quedaria aqui si por mi fuera...-susurre mientras paseaba sin rumbo fijo por el lugar, a pesar que tenia un trabajo que hacer.

 

Tras cerca de diez minutos rondando el lugar decidi que era hora de hacer mi trabajo, ya bastante había vagado como para seguir en lo mismo. Me acerque a la chimenea, ya identificada desde mi llegada, y alli saque mi varita. Dos hechizos bastaron para que el centro intelectual quedara conectado a la Clinica Santos Mangos y protegida bajo las palabras de la dueña. Excepto los dueños, todos se aparecerán en la entrada del local. Los dueños podrán aparecerse en el interior, en Dirección.

 

Me costo un tanto separarme de aquel lugar, pero era hora de irme pues aun me quedaba un negocio antes de volver al departamento. Di media vuelta con destino a la salida, alli me enfrente al viento helado pero de igual forma gire sobre mis talones desapareciendome rumbo al Puerco Galopante.

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  • 2 semanas más tarde...

Sí, me había quedado sin palabras, aquello era tan... emocionante... Era la primera vez que veía ese tipo de magia en los libros; aunque había oído hablar de eso, nunca me había encontrado uno así. Por supuesto, mi curiosidad fue más lejos que la prudencia y me deshice de aquel abrazo de manos para tocarlo.

 

Reena me había dicho que si lo entendía y había asentido, aún demasiado anonadada ante la maravilla que veía. Después ya pude intervenir.

 

-- Sí, en la época oscura, que no es tan alejada como algunos se piensan, las brujas se quemaban por cosas tan normales como saber hacer una cataplasma para curar una herida. -- Hice un mohín de desagrado y continué. -- Sabía de escondites maravillosos, como huecos en árboles o señales en los maizales, pero nunca me había encontrado un libro metamorphomágico. Son algo más que palitos, Xell; son instrucciones de magia, hechizos para luchar contra el Mal, para superar a la misma muerte, para hacer pociones con curry. ¡Ah, no, eso es la receta de las lentejas! - me burlé de Xell.

 

Y aquí fue donde fallé.

 

Sabía de la magia que protegía estos libros. Sólo los más aptos, los que habían pasado la prueba (y yo no había pasado ninguna, eso era muy cierto) podrían acceder a ellos. Así que, en cuanto me solté del abrazo de las manos y toqué el libro, sucedió.

 

-- Sí, sé interpretar estas letras. Dicen que... ¡¡Demonios!!

 

Alejé el dedo con el que estaba resiguiendo aquellas lineas torcidas de letra desigual. Un pequeño reguero de sangre manchó la falda de Reena y el suelo. Caí al suelo de espaldas, sujetándome la mano.

 

-- ¡Por Merlín! ¡Duele! Casi me cercena el dedo. ¡Ese libro muerde!

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A pesar de lo frágil de la situación, Sagitas se reía de mi. Un elfo entró para decir que una miembro de Red Flu estaba allá para conectar la chimenea y le hice un gesto con la otra mano libre para que se fuera, ya que una estaba en el grupo que había hecho mi madre.

 

- Gracias - sólo dije eso, susurrándolo, para no romper el momento mágico que estábamos viviendo.

 

Por eso, no noté que Sagitas había roto la unión y que ponía el dedo en el libro, admirándolo. Sentía la explicación de ambas sobre la magia escondida en libros y otros lugares por las persecuciones que habían habido a lo largo de la historia, pero sobre todo con la Santa Inquisición. Habían sido brujas muy valientes. Una cosa era estudiarlo en la clase de Historia de la Magia y otra muy distinta tener delante de nosotros una reliquia como la que había encontrado mi madre.

 

- ¿Y cómo dices que llegó a tus manos, mami?

 

Di un salto hacia atrás, asustada por el chillido de mi tía Sagis. No entendía nada, ¿qué había pasado? Yo no había visto nada. Pero ella misma, desde el suelo, lo aclaró. Fue cuando vi la sangre.

 

- ¡Oh, por los dioses! ¡Es un libro de magia oscura! ¿O sólo se estaba defendiendo de manos indebidas?

 

Saqué mi varita y le lancé un Episkey a la herida fea del dedo, esperando una respuesta de alguien.

 

 

 

 

OFF: ya no pongo a Pikachu, podemos decir que se fue a por algo y no volvió.

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En la oscuridad viendo aquellos trazos levemente lumínicos se estaba bien, me hacía sentir que todo había acabado, que estaba curada y nada podía hacerme daño. Pero a parte de esa seguridad y abstracción, era totalmente consciente de lo que rodeaba mi cuerpo, de las voces de los que me acompañaban y eso me hacía permanecer concentrada, tanto así que sentí dolor cuando Sagitas se movió y salió del estado mental en le que nos encontrábamos.

 

-¿Pero qué?

 

Tuve que parpadear un poco antes de dejar de tener nauseas y poder situarme donde realmente estaba.

 

Vi que tenía sangre en la falda, me asusté hasta que vi que mis manos estaban bien y el libro estaba cerrado. Miré a mi alrededor al escuchar el grito de Xell. Llegué a ver cómo estaba sangrando mi tía por una mano y cómo hacía una rápida curación mi hija.

 

Me mordí los labios al darme cuenta de que ahora me iban a pedir muchas explicaciones y no era para menos, pero lo único que hice fue abrazar mi libro y mis piernas nuevamente encogidas. Sagitas me había engañado, me había engañado como desde un principio había pensado a pesar de que me lo había prometido. Sequé una lágrima que me rodaba por la mejilla y luego sorbí mi nariz. Quería irme a casa, pero incluso allí, ellas me encontrarían y seguiría el agobio.

 

-Eres lo peor.

 

Dicho eso me levanté y pasé por encima de las piernas de mi hija para poder ir hacia las escaleras. Debía encontrar a otra persona que también supiera idiomas y que no me traicionase, porque la clase de historia había estado muy bien, pero si realmente hubiera entendido las palabras, tal y como había dicho, nunca lo hubiera tocado.

 

Bajé un escalón y miré a mi familia. Quería compartir esto con ellas pero no me lo permitían, no parecían saber cumplir unas normas muy básicas, y aunque eso era lo que mas me gustaba de ellas, en aquel caso era cuestión de vida o muerte, no iba a exponerlas.

 

Seguí bajando los escalones, de la forma mas parsimoniosa...

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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