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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM)


Xell Vladimir Potter Black
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Hasta el reservado llegaban las voces de la tienda y todas las alarmas se me encendieron cuando escuché que alguien pedía un libro de cocina. Abracé el que tenía en las manos y me puse en pie mirando hacia todos los lados. Luego le di un tirón a la cortina que me protegía y separaba del resto del local, con tanta fuerza que casi la arranco, logrando descolgar unos cuantos ganchos aunque lo que mas me interesaba era apartarla de mi camino.

 

Ni me acordé de la capa que había dejado olvidada en el reservada cuando salí corriendo abrazada al libro, seguramente lo lamentaría mas tarde.

 

Fui rápida en el avance hasta el mostrador, empujé al rubito (Pikachu) que supuse que era el que había pedido el libro y aproveché para subirme al mostrador, lo recorrí y al llegar al extremo me paré, lo miré como si fuera mi peor enemigo y le grité.

 

-!Te he reconocido! !No te daré el libro y tampoco iré contigo!- Ni vi a Cye y a Xell, suerte para ellas.

 

Me lo habían advertido en la india, los demonios devora almas se escondían tras unos ojos verdes que siempre intentaban hacer pasar por marrones. No esperé a ver que hacía tras el empujón y mis gritos de loca desbocada, di un impresionante salto desde el extremo del mostrador hasta quedar equilibrada sobre la barandilla del piso superior. La sorpresa, por lo que acababa de hacer, me paralizó unos segundos, los justos para evitar mi caída de espaldas al piso que acababa de abandonar.

 

Miré abajo una sola vez y luego con el libro aun abrazado corrí entre las estanterías hasta un rincón oscuro en el que me acurruqué intentando proteger el antiguo manuscrito indio, esperaba que nadie fuera a buscarme porque lo iba a defender con uñas y dientes si fuera necesario.

 

Off:

Pikachu, si no te gusta lo que le hice a tu personaje ignorame por favor, solo quería que entraras en la acción del resto de personajes, podrás comprar el libro de cocina tranquilo, siempre que no quieras el mio XD

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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La cortina que daba al reservado se abrió con brusquedad. Con tanta brusquedad que hasta se soltaron varios ganchos que la sujetaba. Una chica se acercó a mí con un libro entre sus manos y me dio un empujón. A continuación se subió al mostrador y me gritó como si yo le hubiese hecho algo malo.

 

-- ¡Te he reconocido! ¡No te daré el libro y tampoco iré contigo!

 

-- Pero si yo solo quiero un libro de cocina- dije un poco desilusionado y triste.

 

No sé que le pasaba a esa chica pero estaba un poco rara. De repente y sin que apenas me percatase, saltó desde el mostrador hacia la barandilla del piso superior.

 

-- Te vas a matar… -le dije para que se tranquilizase.

 

En un abrir y cerrar de ojos la chica empezó a correr entre las estanterías. Yo sin pensármelo comencé a seguirla hasta que di con ella. Estaba situada en un rincón oscuro muy acurrucada. Entonces le dije.

 

-- Señora ¿Te pasa algo?

OFF:

Reena, no hay problema ^^

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Acompañé a tía Cye hacia el lugar donde se encontraban todos los libros sobre Criaturas Mágicas que se habían publicado. Había tantos que seguro que se pasaba horas y horas por allá, seleccionando el que más le gustaba.

 

- Ten cuidado con los que tienen una pegatina azul debajo. Suelen contener criaturas venenosas y hay que tocarlos con guantes. Del resto, puedes mirar todos.

 

Era feliz estando a su lado y dándole consejos sobre algunas criaturas. No era mi especialidad, seguro que Sagitas podría ayudarle mejor que yo, pero estaba ocupada. Sentí que se abría la puerta y que entraba un cliente. Sonreí a mi tía, implorando su perdón por dejarla sola.

 

- Voy a recibir a ese cliente, tómate el tiempo que quieras, tía, yo vuelvo enseguida.

 

Salí hacia el muchacho y le tendí la mano aún antes de llegar a su lado, a varios metros de distancia.

 

- Bienvenido, un libro de recetas de cocina. Está de suerte, tenemos...

 

Me quedé helada. Mi madre había saltado como un mono danzarín, atacando al cliente y hablando como una loca.

 

- ¡Madre!

 

El muchacho parecía tan perplejo como yo, pero a su vez, galante, le siguió, para evitar que se hiciera daño.

 

- ¡Eh, espera! ¡Madre! ¡Oiga! - grité, persiguiendo a los dos.

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La conversación con la agente ministerial acabó enseguida, aunque Xell, la muy traidora, me había dejado sola con ella. La despedí y me levanté. Demasiado tiempo sentada. Me iría a tomar algo para la circulación, una buena tisana de flores de mirtylo, seguro que me sentaría bien.

 

Sentí que la puerta se abría. Era Cye. La saludé desde la distancia aunque no creo que me viera, Xell la atendía, así que yo seguí con mi idea de la tisana. Sentí voces en la puerta de nuevo cuando ya salía con mi tazón humeante. Adoraba las flores. Le reconocí enseguida. Era Pikachu, un amigo amarillo. Le ofrecería algo de beber.

 

Pero la situación se desmadró y me quedé muy sorprendida.

 

-- ¡Demonios! ¿De dónde ha salido Reena? Si hace un momento pregunté por ella y nadie sabía donde estaba.

 

Parecía endemoniada, poseída. Había roto la cortina que separaba la tienda del lugar privado y miraba a mi amigo como si fuera un diablo.

 

-- ¡Reena! -- le grité y corrí tras ella. La taza se me cayó de las manos y se estrelló contra el suelo. Pero no me paré. -- ¡Es un amigo!

 

¡Por Merlín! ¿Por qué le empujaba? No había tiempo de nada. parecía que quería huir con el libro...

 

¡¡El libro!! Aquel libro que sujetaba era el de cocina indio que había llegado con la caja de la rata muerta. Me estremecí. Ya sabía yo que era un libro maldito...

 

-- No le hagas daño -- les dije a los dos. A Pikachu, porque corría tras ella; a Reena porque parecía que estaba dispuesta a matar a quien se metiera en medio.

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La rubia pronto fue atendida por su sobrina, la dueña del establecimiento, cosa que le agrado mucho, siempre era un gusto verle, platicar con ella, se sentía identificada con sus cosas, además eran hermanas, si una relación rara que la mayoría de magos y brujas no entendería, pero ellas dos y dos más de la Vladimir sí que sabían de que se trataba.

 

-Hola bonita, ¡me alegra verte! si así es, busco criaturas mágicas y sus cuidados- se dejo guiar hasta el pasillo que al parecer tenia los libros de esa especie.

 

-Pues veras estaba buscando como cuidar y alimentar a los duendecillos azules- entonces fue cuando la chica le advirtió que tuviera cuidado con la pestaña azul, pues eran clasificados venenosos.

 

-A no te preocupes lo que busco no está en ese género- aseguro, sabiendo que aquellas pequeñas criaturas eran traviesas pero no venenosas, si no era así, entonces lo aprendería aquel día.

 

-De acuerdo, anda tranquila- dijo cuando la rubia se disculpo para ir atender a otro cliente que llegaba, ella por su parte se dispuso a buscar en la estantería pero no duro mucho, las voces la hicieron asomarse, y de pronto vio a Reena brincando sobre el mostrador, luego correr y al joven que le pareció conocerlo de soslayo correr tras su amiga y luego Xell, aquello era una locura, salto cuando escucho que algo se estrellaba contra el suelo, cristal o porcelana de eso estaba segura y la cuarta tras los tres anteriores fue Sagitas.

 

-¿Que está pasando?- no lo sabía pero de que estaba raro, estaba raro, no sabía si quedarse o no, pero cuando escucho aquello de "No le hagas daño" ya no pudo permanecer allí, corrió adivinado por donde se habían ido ya que no conocía el lugar, y entonces alcanzo a ver la espalda de su cuñada y se acerco.

 

-¿Que sucede? ¿Por qué corren?- dijo jadeante con varita en mano. Sea lo que fuere había que estar listas por si las duda.

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-!No te acerques!

 

Era un grito, una imploración, una suplica, no quería arder como me había sucedido en otras ocasiones, no quería quemar el libro, ni el local de mi hija y es que el calor ya me invadía el calor, si se acercaba mas aquel chico terminaría desatando el infierno.

 

Me acurruqué mas aun y abracé el libro aun mas. Al sentir pasos sobre el suelo de madera levanté el rostro y miré a mi alrededor viendo nada mas las auras de las personas y los objetos, en una versión amplificada de mis poderes de paladín. Bajo aquella visión nadie miente, nadie controla si energía y es que el chico rubio al que había empujado en mi huida tenía una bonita aura blanca.

 

Su inocencia me relajó, no parecía peligroso pero seguramente cambiaría en cuanto mi hija y mi tía, que habían llegado tras el joven, lo mandasen apartar para que no corriera peligro. Por un segundo pensé en que sería bueno que mi hija tuviera un novio tan inocente como él, no lo conocía de nada, pero su desinterés por una desconocida que ni siquiera había sido amable con él. Simplemente era un chico refrescante.

 

Con esos pensamiento distensibles la temperatura de mi cuerpo disminuyó y la tensión de mi cuerpo, así como la protección sobre el libro, también; pero estaba prevenida y aunque pareciera tranquila, con mi aspecto demacrado, estaba alerta, no iba a caer en la trampa de nadie mas...

 

-Es-estoy bien, no te acerques, por-por favor...

 

Mi voz fue un susurro, pero en el silencio de la librería se escuchó bastante bien, ahora solo me quedaba esperar que no tomase mis tartamudeos como timidez, porque entonces seguramente se acercaría y volvería a estropear las cosas. No, debía tomarlo como el esfuerzo que había tenido que hacer para no perder el control y parecer un poco educada, como intentando disculparme con unas pocas palabras.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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La situación se estaba desmadrando. Sagitas y Xell habían corrido detrás de nosotros por lo que ahora estaban allí también. Cye alarmada también había ido detrás de ellas dos. Tenía bastante miedo a pesar de que no sabía lo que estaba pasando, cosa que me desagradaba un poco. Reena cada vez se acurrucaba más, me preocupaba que le estuviera pasando algo raro, actuaba de forma extraña.

 

-- Reena, por favor tranquilízate, solo quiero un libro de cocina. ¿Acaso el que tienes entre tus manos es de cocina? ¿Es muy especial para ti y por eso no se lo quieres dar a nadie? ¿O qué pasa? Dímelo por favor…- dije con tono de preocupación.

 

No podía acercarme a la chica y quitarle el libro. No podía arriesgarme a eso, la actitud que estaba tomando la chica era muy inusual por lo que debía tomar precauciones. No sabía que podía hacer así que decidí preguntarle a Xell y Sagitas.

 

-- ¿Qué es lo que le pasa exactamente?

 

Creo que era mejor preguntarles a ellas dos que no a Reena, ya que Sagitas y Xell, estaba seguro que sabían más o menos lo que estaba pasando.

Editado por Pikachu

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Cye llegó a nuestro lado enseguida. Me sentía un poco mal porque se hubiera asustado, pues venía con la varita en la mano.

 

-- Algo le pasa a Reena, Cye. Ha perdido el control y sólo sujeta ese libro como si le fuera la vida en ello.

 

Tenía que controlar la escena. Xell estaba asustada, Cye venía con su varita, dispuesta a defender a mi sobrina, Pikachu... Oh, Pikachu estaba sacando su naturaleza tejona y se ofrecía a ayudar en lo que pudiera, hablaba con Reena con una calma y una tranquilidad que estaba segura que ayudaría a Reena a relajarse. Pero, aún así, era un extraño y mi sobrina necesitaba calmarse con la familia.

 

-- No se acercará más, Reena, te lo prometo. ¿Verdad, Pikachu? Él es un amigo mío, le conozco desde hace tiempo, no es nadie malo. Tú misma puedes comprobarlo.

 

Sus ojos parecían estar obnubilados con algo, como si viera más allá. Y aquel libro... No, algo había pasado en su viaje del que yo aún la creía disfrutando. No, no, necesitaba ayuda y yo iba a prestársela. Y podía contar con Cye, estaba segura.

 

Reena susurraba que no estaba bien. Pero no era cierto. No sé si los demás lo notaron, pero yo sentí el calor en mis mejillas, en mi frente, en mis manos. Reena estaba despidiendo calor de su cuerpo. Uff, eso era señal de algo... si no malo, no aceptable para un ser humano.

 

-- Pikachu, no creas que soy descortés. Te estimo mucho, pero... Quería pedirte un favor. Retrocede, vete con Xell a buscar el libro que necesitas. Creo que esta crisis la podemos solucionar Cye y yo, como sacerdotisas. Aquí hay algo más que vamos a intentar adivinar. No. No sé qué le pasa pero necesito que se tranquilice. Por favor, ¿te vas con Xell a por el libro que necesites? Prometo contarte algo más, pero ahora no. Ahora Reena necesita de nuestra ayuda.

 

Y le imploré con la mirada, tanto a Xell como a él, para que se alejaran.

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Sagitas decía que no hiciéramos daño a Reena. ¡Por los Dioses Olímpicos! Nadie haría daño a mi madre, yo la defendería. ¿Aquel muchacho pretendía hacerle daño? A mi lado llegó Cye, con la varita en la mano.

 

- No sé lo que pasa, tía Cye. Reena se ha... exaltado con ese libro que llevaba en la mano.

 

Debía de ser un libro muy importante y debía pensar que se lo queríamos quitar. Pero ¿por qué se dirigía al muchacho? ¿Lo conocería? Él no había dicho nada de querer su libro. ¿Sería de cocina, por eso se había asustado?

 

- Si estás bien, mami, deja que me acerque para abrazarte.

 

Estaba tan asustada por su estado... Era obvio que le pasaba algo grave y que necesitaba ser protegida. El muchacho parecía tan preocupado como yo y sólo por eso le hubiera abrazado a él también. Se le notaba muy buena persona.

 

- No sé lo que le pasa, pero estoy segura que Sagitas puede solucionarlo - y es que confiaba plenamente en mi tía, en mis tías. Ambas podrían calmarlas. No quería irme de su lado, pero obedecería a Sagitas.

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Reena se aferraba al libro como si fuese lo que mas quería en este mundo. Yo lo que quería era que se relajase, yo no le iba a hacer nada malo. Sería lo último que hiciese. Sagitas le dijo a Reena que no tenía de que preocuparse que yo era un amigo suyo y que no era nadie malo.

 

-- De verdad Reena, yo lo último que haría es hacerte algo malo– le dije con serenidad.

 

Reena estaba despedía muchísimo calor debería de estar ardiendo. Y lo más raro era que hasta nosotros, los que estábamos a su alrededor lo notábamos. A continuación Sagitas nos dijo a Xell y a mí que nos fuéramos. Qué Cye y ella como sacerdotisas se encargarían del asunto. Una vez dijo eso me dirigí a Xell y le dije.

 

-- Vámonos…

 

Le di la espalda al resto indicando que me iba a marchar y justo en ese momento no pude evitar el soltar una lágrima. Me molestaba mucho el ver a una persona así de mal. Era obvio que le había cogido cariño a pesar de que apenas la conocía.

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