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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM)


Xell Vladimir Potter Black
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Creo que fue el zumo de naranja más largo del mundo, pero sirvió para relajarme, pues era lo que en aquel momento necesitaba. Llevaba un tiempo muy tensa, en la que cualquier cosa me podía hacer botar sobre mis pies y lanzar veneno con mi lengua viperina. Por ello, el estar allá en la zona de descanso, me vino muy bien. Reconozco que me sentía mejor, pero no quería bajar de allá, pues no estaba segura de si los de abajo habrían limpiado el lugar y no quería pegar un bote y cabrearme de nuevo si me tocaba a mi recoger todo. Parecía la chacha, leñe...

 

Sentí pasos y me envaré un poco. Pero era Matt. Suspiré al ver que me robaba unas galletitas, no por eso sino porque se había hecho un silencio incómodo. No sabía qué decirle hasta que me preguntó por Hayame. Mejor. No tenía ganas de afrontar lo que fuera sobre Heliké.

 

-- Sí, Haya siempre ha sido la Hermana belicosa, con un granito de matón en sus formas de ser. Pero no encontrarás a nadie tan fiel ni tan defensora de la familia. Se matará con cualquiera que se atreva a mirarnos con malos ojos. Yo aprendí de ella el concepto de Lealtad.

 

Mordisqueé una de las galletas de canela, sonriendo, recordando una etapa en la que ambas habíamos estado muy unidas.

 

-- Es la hermana protectora y bromista. La quiero mucho.

 

Para estropear aquel lindo momento, en aquel momento apareció Heliké. Me guardé el comentario de verla entrar tan chicharachera y sentarse a nuestro lado. Se había acabado la tranquilidad. Si pretendía que le sirviera un poco de café o zumo, o que se iba a comer mis galletas, iba fina.

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No sabía porqué pero al entrar en ese área de descanso de la librería, noté la situación tensa sobre todo, viniendo de Sagitas. Fruncí el ceño. Es más, no estaba dispuesta a seguir ganándome broncas así que, me serví un poco de zumo de naranja... Di un sorbo largo, estaba bueno.

 

- No he venido a que me heches la bronca por nada, Sagitas -al decir su nombre, la aludida ya debía de saber que iba en son de paz, pero me habia dado la impresión de que estaba interrumpiendo algo familiar y cercano, agaché la cabeza terminé de beber de un gran sorbo el zumo que me había servido y:

 

- Me voy, os veo abajo -la situación era más que tirante. No hacía falta decir malas palabras con las miradas era más que suficiente, pero el pobre de Matt siempre estaba en medio.

 

Bajé por las escaleras y me apoyé un momento en la pared, para lanzar un largo suspiro. Iba a ser difícil, muy difícil. Y yo pensando que era un mito lo de las peleas entre nueras y suegras... En éste caso era verdad. Así que, continué bajando hasta llegar a la zona de la librería que a mí me gustaba. Para aparentar tranquilidad tomé un tomo cualquiera y lo puse a ojear, o hacía que ojeaba... Simplemente, estaba sumida en mis propios pensamientos.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Arqueé una ceja, molesta.

 

-- ¿Es que te crees que todo gira a tu alrededor? No sé porqué piensas que te voy a echar broncas de nada -- contesté. Pero estaba molesta porque parecía que me había leído el pensamiento y que me disponía a buscar algo para poder reñirle, lo que fuera, cualquier cosa, pero se me había adelantado. Ahora no podía quejarme de nada, porque ella ya me había advertido que no quería broncas.

 

No quise decir nada más porque ella habló algo a Matt mientras yo mordisqueaba otra galleta y fingía que no les veía. Después se despidió y salió de allá.

 

-- Oye, se ha ido porque ha querido, que yo no le he echado ni nada, a ver si ahora me echas bronca de esto a mi también.

 

Me estaba defendiendo antes de que el pobre Matt me acusara de algo; pero es que ya empezaba a cansarme de la situación. Era muy desgastador estar enfrentados a todos por aquel noviazgo.

 

-- Hem... Esto... Por mí... Oye, que no hay problema; puedes salir con quien quieras. Te pido disculpas si tal vez... hem... tal vez he estado algo intransigente. Ya sabes que me preocupo por ti, por todos los niños.

 

¿Acababa de llamarle niño?

 

-- Quiero decir de mis hijos. Ejem... Creo que tengo que comprarme un libro de Leyes.

 

Vaya giro a la conversación más brusco. Pero es que no se me ocurría qué más decir.

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Podía dejar el libro, subir y cantarle las cuarenta a tía Sagitas pero, ¿valdría la pena? Sólamente nos ganaríamos otra buena bronca. Así que, deseché esa idea, sólo esperaba tener con ella una charlita. Pero una charla que nos fuese bien a ambas. Ella no quería verme como nuera y eso me fastidiaba un montón, básicamente porque también fastidiaba a Matt. Él quería a su madre, algo lógico pero ¿qué podría demostrarle a ella? No tenía ni idea, pero suponía que alguna cosa podría hacer para convencerla.

 

Seguía ojeando el tomo que había escogido sobre astronomía, pero seguía dándole vueltas a la cabeza, tanto que empezaba a dolerme. Cerré el libro con fuerza y éste produjo un quejido..

 

- ¡cállate! -gruñí. Volví a dejarlo en su sitio para ver si podía escoger otro... Los minutos pasaban lentamente y desde la situación en dónde estaba, podía ver la puerta y en ella me fijé que afuera estaba empezando a nevar.

 

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Dejé a Matt con media palabra en la boca y huí, literalmente, con la excusa de ir a buscar un libro de Leyes que me ayudara en la tarea de ser Jueza. Sabía que era una búsqueda inútil, no recordaba que tuviéramos ningún libro por el estilo, pero era una excusa como cualquier otra para salir de la zona del café y huir de las preguntas que mi hijo me quisiera hacer. Aún no estaba segura de cómo tratar el tema de Heliké, sólo sabía que estaba muy cansada de pelearme. Tal vez me hacía mayor y había visto demasiadas peleas sin sentido como para buscarme una en la que no iba a ganar. Al Amor no se le discute, y para muestra, mi boda con el fantasma de Jack.

 

Llegué a la zona de Leyes Mágicas y me puse a observar los lomos de los libros. Todos eran de la Academia pero no había ninguno concreto de "Cómo ser Juez sin morir en el intento". Balbuceé un insulto para que no se me oyera cuando sentí que alguien me mandaba callar. Enarqué una ceja y me asomé al pasillo. Allá estaba, en la zona de Astronomía, Heliké, con cara de malas pulgas. Le chisté.

 

-- Pero si yo no he dicho nada...

 

Y la reté a que me dijera de nuevo que me callara. Yo estaba a mi rollo, buscando un libro que me ayudara en aquel affaire del ministerio y ella se atrevía a pedirme silencio. Sentí frío, pero para nada era que le temiera. Seguro que es que era por el tiempo, el invierno había llegado de forma muy fría este año.

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Estaba distraída pensando en mis cosas, que no noté la presencia de Sagitas en la zona baja, en dónde estaban los libros especializados según las áreas mágicas. Tenía el libro de astronomía cerrado y éste aún seguía lanzando improperios...

 

Agarré el libro y con fuerza lo tiré al suelo:

 

- ¡¡CÁLLATE!! - pero el libro seguía murmurando, llegando a perforar mi cabeza. Parecía que era una letanía con una mezcla de una maldición como los que cantaban los monjes gregorianos de la Edad Media en sus centros de recogimiento. No entendía porqué pasaba eso ¡era un libro de astronomía, maldita sea!

 

En teoría no debería de tener ningún hechizo ya que, seguramente se encargaban de vigilar que los fabricantes no pusiesen nada encima de ellos, sobre todo, para evitar percances a los estudiantes y a las personas en general.

 

Puse mis dos manos en mi cabeza y le di una patada al libro y éste avanzó unos cuántos metros.

 

- ¡BASTA! - protesté. Quién me viese, diría que estaba empezando a perder los cabales, pero sabía que ese murmullo salía de ese dichoso volumen...

 

Sentí la voz de Sagitas cerca de la mía, tambaleándome y a punto de llorar llegué hasta a ella. Me puse en el extremo de la estantería de leyes mágicas y me limpié las lágrimas con la manga.

 

- Hola - murmuré en voz baja.

 

- ¿Qué necesitas tía? - Quería hacer algo, olvidar ese intenso murmullo que me penetraba en la cabeza como si fuese un taladro, a ver si así, al menos me distraía la verdad, es que no había escuchado su "pulla" .

 

- Si quieres puedo ayudarte a buscar lo que necesites - dije con amabilidad. No dudaba que mi tía seguro se sorprendía con eso, pero me daba lo mismo, con tal de hacer algo y olvidarme de ese dichoso tomo que estaba tirado en el suelo a unos tres metros de mí.

 

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Pegué un salto, asustada con el ruido sordo y fuerte del libro al chocar contra el suelo.

 

-- ¿Pero tú estás loca? -- le grité, cuando recuperé el aliento. -- ¿Pero qué estás haciendo? ¡¡Pobre libro!!

 

Heliké estaba pataleando a un pobre libro que se quejaba y murmuraba como podía, sólo cuando alguna de las páginas quedaba abierta porque el pobre se cerraba y abría como si quisiera huir del maltrato. Mi sobrina se dio cuenta que la habia visto y le hubiera reñido mucho. Así no se trata a un libro, pero ella no hizo mención ni al libro ni a las lágrimas que asomaban a sus ojos.

 

-- Hem...

 

Heliké disimulaba y me ofrecía ayuda, de una forma amable contenida. Algo me había perdido. Soy una madre dura y autoritaria, pero soy una tía maravillosa, así que la miré con curiosidad. Podía más ésta que el malhumor por patalear el libro.

 

-- Busco un libro de Leyes que resuma la funcionalidad de un Juicio. Me han nombrado Jueza, supongo que lo sabes, y quería prepararme para el día.

 

Ojeé la estantería, mirando los títulos de los libros, pero enseguida volví a mirar a mi sobrina y a la manga mojada por sus lágrimas (y mocos, jajaja).

 

-- ¿Te pasa algo?

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- Sí, claro ahora... - me callé y empecé a buscar lo que me pedía con tal de hacer "algo" y olvidarme del martilleo que ese murmullo ya estaba provocándome.

 

No me di cuenta del alcance de esas palabras... Un segundo...

 

- ¿Jueza? Ah, sí... Ya recuerdo - asentí con la cabeza, y maldiciendo mi falta de memoria algo irónico, siendo jefa de desmemorizadores, pero la habilidad no tenía que ir con el cargo, ¿no?.

 

Por supuesto mi tía no era tonta y enseguida se dio cuenta de que algo pasaba. En mi interior se hinchaba de orgullo pero no quería mostrarlo exteriormente. Ya había tenido bastante con ese dichoso libro, para tener que ahora, recordarlo.

 

- Juicios y leyes - murmuré leyendo- una guía iniciática para hacer correctamente el proceso durante un juicio mágico- comenté.

 

- Todo lo que has querido saber sobre leyes y como aplicarlas - entrecerré los ojos y miré de reojo al libro que estaba en el suelo, parecía que poco a poco reclamaba mi atención y no quería...

 

Saqué el tomo mencionado y se lo enseñé a mi tía...

 

- Mira, éste te puede servir...

 

- ¿Eh? - Pregunté, intentando esquivar su pregunta.

 

- Sí... sí, estoy bien - asentí con la cabeza, mientras intentaba leer los siguientes libros. Aún tenía los ojos aguados.

 

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Vaya, mi sobrina sabía que me habían nombrado jueza de ese juicio en concreto, si es que había algún otro juicio, claro. No me gustaba su cara, parecía que pasaba algo pero no se abría. Pensándolo bien, ¿cómo iba a abrirse con alguien que se había metido con ella por cualquier nimio motivo durante días, o tal vez semanas? Me supo mal, no es mi costumbre enfadarme con la familia y, ahora que lo pensaba fríamente, no había motivo por ello, excepto mis miedos y mi egoísmo para compartir a Matt.

 

Suspiré. Ella me ofrecía un libro y se lo agradecí.

 

-- Jo, no sé como has dado con él a la primera. Yo llevo un rato mirando libros y me ha sido imposible encontrar uno adecuado.

 

Tomé el que me decía y me fijé que sus ojos seguían anegados. Leí el título.

 

-- "Todo lo que has querido saber sobre Leyes y cómo aplicarlas", parece el idóneo -- comenté, ojeando el índice. -- ¿Me acompañas a la sala de café, mientras leo por encima de qué va?

 

Le señalé las escaleras y dudé la manera de afrontar su problema, fuera como fuera. Cuando no sabes como hacer las cosas lo mejor es hacerlo de la manera más sencilla.

 

-- Quisiera pedirte perdón por mi actitud de estos días hacia ti y la relación con Matt al lado de una taza de café humeante y alguna pasta de chocolate. Si te parece bien, claro...

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- Sólo hay que buscarlo el correcto en el momento oportuno - me encogí de hombros. La verdad, es que no sabía porqué había dicho eso, si era una mera tontería, la verdad.

 

- ¿Qué? - me giré completamente y asentí con la cabeza- claro, vamos - le dije con una sonrisa.

 

- ¿Eh? - estaba confudida por el dichoso libro de astronomía que aún seguía su murmullo retumbándome en la cabeza. Abrí los ojos como platos, sorprendida por esa cercanía y yo que pensaba que se iba a meter conmigo...

 

Fui hasta a ella y le di un fuerte abrazo:

 

- Gracias - sólo pude decir eso y asentí con la cabeza a su propuesta - sí claro, subamos. Yo, sólo quiero llevarme bien contigo, quiero que entiendas que, yo no pretendo robarte nada - pero me llevé las manos a los oídos, sin poder evitarlo ese dichoso libro, parecía una maldita maldición...

 

- Pero por favor, subamos más, antes de que ese libro me siga torturando - ale, ya estaba dicho, quizá me tomaba por loca cosa que no me sorprendería. Así que agarré el brazo de Sagitas y fuimos subiendo por las escaleras, pero antes de llegar a la sala de descanso, me apoyé en la pared...

 

- Hay algo raro en ese libro, se supone que es de Astronomía que esos libros no están encantados - cerré los ojos durante un momento, lanzando un suspiro y aguantándome las ganas de llorar, pero claro, antes debía de preguntarlo.

 

- ¿Tú escuchaste algo de ese coso? - dije señalandole la cabeza al piso inferior - si no es así, creo que me voy a volver loca - comenté empezando a agobiarme.

 

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