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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM)


Xell Vladimir Potter Black
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Seguía mirando a la tía, todo rojo cuando sentí la voz de Sagitas. Estaba enfadada, muy enfadada....y eso no era ninguna broma. A veces se volvía impredecible cuando entraba en aquel estado de mal genio....

 

Y encima la tía le ponía los pies sobre de la torre de libros que había colocado alrededor del cuerpo de Sagitas, como una especie de fortaleza qeu le impedía moverse.

 

Miré con el ceño fruncido a la tía, reprochándole que gracias a ella, Sagitas las pagaba conmigo. Me levanté y llamé a la perrita de Jesse para que me siguiera fuera. Alli llamé a uno de sus elfos y le pedí que la llevara a casa, no fuera que luego la echara de menos y se extraviase....

 

- Ya está fuera...ahora será mejor que te levantes y acabemos de una vez con este desorden, no sea que de pronto aparezcan pixies....

 

Aunque era verdad que la comparación de Sagitas hacia Hayame y los animales tenía su gracia, pensaba mientras ayudaba a la primera a levantarse del suelo.

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Ya no era divertido, Haya seguía sujetándome contra el suelo en contra de mi voluntad. Siempre había sido una gran amedrantadora, una abusica, una hermana mayor pésima...

 

Bah, no era cierto, pero era normal que yo me quejara, pues era la que estaba abajo y la que no podía zafarme de su pie. El resto de la familia pululaba por allá, en busca del maldito perro de Jessie.

 

-- Sí, hombre, sí, correr en pos del perro, no me ayudéis -- dije en un tono sarcástico. -- ¡Ya me las apañaré yo solita!

 

Ni caso, como si allá lo importante fuera que el lindo animalito no corretease por los pasillo ni hiciera pis en las estanterías, dañando los libros. No sé como lo hizo Matt, pero volvió al rato (sí, se tardó mucho, ya le dará un rapapolvo por eso), y dijo que ya la habían sacado fuera.

 

-- Ya era hora -- le dije, sin especificar si era por llevarse al perro o por ayudarme a levantarme. -- ¡Encima! No pretenderás que sea yo quien arregle esto, ¿verdad? Ha sido tu empleada, dile que lo arregle ella.

 

Así, jefa hasta la ultratumba.

 

-- Yo me voy arriba a tomarme un zumo de naranja y reponer fuerzas.

 

Y comencé a subir las escaleras hacia la zona de la cafetera, donde pensaba comerme mil galletas de canela para apaciguar mi mal humor.

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Corría de un lado al otro, buscando el lindo perrito blanco, el de la prima. ¿Cómmo habría entrado en el lugar? Porque la prima Jessie ya no estaba, había desaparecido. Tal vez habría tenido algo que hacer y se había olvidado a su perrita. O tal vez la perrita, que era muy lista, había venido a buscarla, siguiéndola por el olor. Los animales son muy buenos compañeros.

 

Intentaba pillar al perrito, no me interesaban las peleas de las dos tía, pues estaba segura que ambas estaban disfrutando mucho con el reencuentro. Ellas eran así, por ello ni modo, seguía los rastros de la colita y de los ladridos del perro de mi prima. Pero era muy rápida. Varias veces me tiré sobre ella y ya se había escapado cuando llegaba al suelo.

 

No paraba de reírme.

 

Hasta que el primo Matt llegó, la tomó, se la llevó fuera y cerró la puerta. Me levanté del suelo, con morritos.

 

- ¡Primo! Me dejaste sin diversión. ¿Ahora a qué jugamos?

 

Pero la tía no lo encontraba divertido. Mejor salir de su vista o me tocaría a mí arreglar los libros caídos.

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Otra vez tenía el corazón hecho pedacitos, parecía ser esa la constante de su vida. Afecto que ganaba, afecto que desaparecía. Las orbes celestes se elevaron hacia el cielo inmenso, impenetrable y avasallador en busca de una respuesta, pero solo recibió el susurro del viento, que en otro momento el ser espiritual que era y que ahora estaba dormida por el dolor intenso que la aquejaba hubiera apreciado. Sus manos se fusionaron en un ademan que buscaba transmitir calor y sentir, pero no dolor o tristeza, sino calma, paz, ¿sería posible?

Paradójicamente el silencio no ayudaba, ni la soledad tampoco, ¿desde cuando era tan cobarde que no podía quedarse a solas con sus recuerdos y pensamientos? Conocía la respuesta, desde su última pérdida, desde que su corazón latía más lento y el calor la abandonaba, así como las ganas de reír y de ….. “no seas cobarde” le gritaba una vocesilla en su cabeza, pero ya casi ni le oía, porque sus ojos se habían fijado en una nube que parecía tener la forma de quien ya no estaba.

—¡Por favor, por favor!— suplico a nadie en particular, las palabras ahogaban un sollozo de desesperación, de angustia, incluso de pánico y uso el medio que tenía a mano, la desaparición, al poco tiempo su cuerpo aparición en un recoveco del callejón camino algunos segundos incapaz de hacerle frente a la situación y entonces entro en un negocio y solo después de entrar callo en cuenta que se trataba de una librería, su cerebro rápidamente la alentó a introducirse y escabullirse por algún pasillo repleto de libros donde pudiera recuperar la calma sabiendo que habían personas cerca y así lo hizo corrió a la primera sección que encontró y aferro un libro con todas sus fuerzas como si en ello se le fuera la vida.

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¿Dónde estaba yo? Bueno, me había disraído cosa rara viendo nuevos tomos de Astronomía. Una de mis asignaturas favoritas en dónde podía trabajar al menos sin desfallecer... Una de las ventajas de ser vampiro.

 

Después el asunto del cachorro de Jessie ni idea en dónde había acabado así que, estando un poco escondida del mal humor de tía Sagitas me había sentado en un sillón mullido que había cerca de las estanterías. Y sin darme cuenta habían entrado clientes, o eso parecía.

 

Colocó la capa con cuidado y apoyó el tomo que había cogido y lo puso mejor entre sus piernas para leer mejor. Estaba de lo más interesante, le preguntaría a Xell cuanto costaba y si no fuese muy caro, me lo llevaría...

 

Me fijé en que mis botas de piel de dragón estaban sucias de barro ¿cómo fue? Negué con la cabeza, saqué la varita e hice un fregotego, al instante ya estaban limpias después de esa breve distracción seguí leyendo lo que más me gustaba.

 

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Tardó un poco en tranquilizarse, se obligo a respirar profundo y dejo que los nudillos volvieran a recuperar su color, lo que significaba que la sangre comenzaba a fluir por sus manos. El libro que estaba aferrando ni siquiera lo había hojeado, solo estaba en el medio o más bien a la mano, en medio de aquel oscuro momento. Como una niña que está a punto de ser descubierta tomando algo que no es propio lo regreso al lugar donde estaba y se fijo en los detalles del lugar.

 

—¡Pero si es la librería de Xell!— reconoció de inmediato al salir del recoveco de libros en el que se había ocultado. La sola idea de la muchacha le suavizo la expresión, y le trajo unas gotitas de azúcar a su torrente sanguíneo, luego de unos cuantos pasos pudo divisar un mueble que con la prisa no había notado y que parecía estar ocupado ¿Quién sería? Quizás el destino le ponía allí y ahora por alguna razón, pues las casualidades no existían o al menos estaba a punto de creerlo.

 

—¿Podría decirme si Xell se encuentra?— pregunto al ocupante del muebles, pues le hablaba desde la parte de atrás, pero ella no era una mal educada, ni una persona huraña, así que siguió avanzando hasta colocarse de lado al sofá y ver a su ocupante. Sus orbes descubrieron a la vampiro que había conocido hace mucho tiempo. —¡Hola!—

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Aún sentía los pasos de la tía Sagis escaleras arriba. Solté una risita por lo bajito, porque me hacía gracia su desconcertante forma de cabrearse con la tía Hayame. Ambas eran especiales. En general, toda la familia era especial, tal vez por eso nos llevábamos tan bien.


La dejé irse solita, tal vez así se le pasaría antes el mal humor. Busqué a la prima Heliké y a la tía Hayame, pero ambas parecían haber desaparecido. O escondido en algún recoveco de la tienda. Debía admitir que la tienda estaba muy vacía en aquel momento.


Como si me oyeran, la puerta se abrió, indicando un cliente. Miré mi vestido, secillo, de color azul claro. Estaba limpito, no había ni rastro de manchas que pudieran haberme salpicado de la pelea de las dos tías. Al ver que estaba perfecta, volví la vista a la puerta. No había nadie. Pero si juraría que se había abierto la puerta...


Me pareció sentir pasos en uno de los pasillos y hacia allá me dirigí. Parecía que alguien sollozaba. Pero cuando llegué al lugar de donde creía que salía el ruido, no había nadie.


- Esto es muy raro - dije en voz alta. Entonces sentí la voz de mi querida tía Cye. El alma se me iluminó. ¡La tía Cye estaba allá! ¡Cuánto tiempo sin verla! - ¡Tía, tía, voy, voy!


Corrí deshaciendo el camino y me dirigí hacia su voz. Sólo faltaría que me perdiera en mi propia tienda. Pero enseguida la vi. Tan guapa como siempre.


- ¡Tía Cye! - me tiré a sus brazos, aún sabiendo que eso estaba mal visto, pero era igual; hacía meses que no la veía. - ¡Tíaaaa! ¡Oh! ¿Te encuentras bien? Parece que hayas llorado.

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Ni bien había terminado la Lockhart de saludar a la vampiro cuando escucho un “Tia Cye” y enseguida una avalancha de buena energía se hallaba en sus brazos, por un momento olvido el dolor que la había conducido aquel lugar, y se centro en aquella cabellera rubia que servía de marco a unos ojos vivaces y transparentes como el alma de la chica a la que ahora correspondía en el abrazo.

—¡Hola Xell!— dijo con una sonrisa a medio camino, que no termino de formarse ante la observación que la chica hacia, ¿tanto la podía leer? Se pregunto la Lockhart al reflexionar sobre la pregunta que le hacia la Vladimir, sabía que sí, que Xell le conocía y muy bien, que uno no cambiaba de la noche a la mañana, pero también recordó que apenas un par de minutos atrás, había estado llorando por allá en un rincón de aquella tienda.

—Eso no importa, pero necesito otro de esos abrazos que tu das para sentirme bien— puntualizo abriendo los brazos a la chica en espera de que aquel calor que siempre había sido especial y que esperaba resultara como un bálsamo para sus heridas abiertas, para aquella enorme soledad que amenazaba con tragársela.

—¿Como has estado tú? ¿Como están todos?— le daba vergüenza preguntar, porque hacía meses que no se pasaba por la Mansión o por los negocios de los miembros de la familia, y tenía que reconocer que estos últimos días había sentido el impulso de acercarse al confesionario de las lamentaciones en busca de algo de esa paz que ya no encontraba, pero al final se había rendido.

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- Yo? si el negocio ni siquiera es mio!

 

Pero al final me tocó a mi limpiar el estropicio, agité la varita y dejé todo ordenado y limpio, tal como debería estar.

 

Una vez listo, subí escaleras arriba, en busca de la cafetería y el granizado de limón qeu había dejado por tomar.

- Huele a galletas! - dije, viendo qeu Sagitas comía galletas de canela. - Yo quería de chocolate...

 

Me senté con Sagitas y mordí una...había algo que me rondaba por al cabeza desde que había llegado a la librería. Miré a Sagitas y me decidí a preguntar.

- Entonces...la tía siempre ha sido asi? La tía Hayame quiero decir. Amya ya tengo asumido que es la alegría de la familia. - dije riendo.

 

Cuando acababa de llegar a ottery recordaba haber visto a Hayame....pero ella se había marchado antes de la mañana siguiente, seguramente durante la noche. Y hasta su regreso, para mi era poco más que un nombre en las historias qeu Sagitas mencionaba a veces, recordando su pasado.

 

Me era un poco raro, pero al mismo tiempo, resultaba divertido comprobar qeu Sagitas tenía su lado bromista, qeu sabía que existía....pero Hayame siempre conseguía sacarlo a relucir.

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Me cansé de leer, al final me aburrí como una ostra y entonces decidí que era mejor tomarme algo en la parte superior. Esperaba que hubiese algo calentito, porque parecía que el tiempo acompañaba para eso... Chasqueé la lengua fastidiada. Dejé el libro en su estantería y antes de subir por las escaleras escuché la voz de una persona, era una mujer, me di cuenta enseguida que debía ser de la familia porque Xell la saludó muy contenta.

 

Algo me decía o me daba la sensación que debía de ser del otro lado, me daba muy mala espina. Suspiré, no debía de dejarme llevar por meras suposiciones y casi saco la varita. Negué con la cabeza y me dije << mejor en otro momento>> porque no era muy buena idea lanzar hechizos en la librería y menos aún cuando acaba recién de limpiarse, aparte, que me ganaría una buena bronca, eso seguro.

 

Después de que el perrito fuese sacado por alguien del negocio retomé la opción de subir al piso superior. Subí las escaleras con cuidado y escuché algunas voces, las reconocí como las de Matt y Sagitas. Fruncí el ceño. Esperaba que al menos hoy no hubiese broncas.

 

- Bueeeenas -saludé con alegría. Me senté en un taburete esperando a que me sirvieran.

 

- ¿ Y qué, alguna novedad? -Pregunté a nadie en especial, tan sólo para iniciar una conversación.

 

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