☀ ｡.:* Castillo Lestrange *.:｡☀

[Mey Potter Black]

Mey se mordió el labio para evitar gritar o maldecir cuando su fenix derramó sobre la pierna rota por el absorvere una de sus lágrimas curativas. No era de buena educación maldecir delante de tan magnífico animal. Sentada en el piso, a continuación se limitó a apuntar a Zack con su varita mágica y exclamar...

 

-Tripio Sectusempra!

 

Exclamó por segunda vez aquella noche. Tres rayos surgieron en ese momento de su varita mágica para impactar así de lleno en la espalda de Zack en su momento de confusión.

 

-Lusentium!

 

Murmuró pensando en quitarle el sentido del gusto al mortífago Zack, último sobreviviente. Al final se limitó a pensar un Confundus que volvió a sumirlo en otro estado de confusión. Así mismo, Mei había hecho lo suyo, y por su parte, su fénix había derramado dos lágrimas más que terminaron de curar su pierna herida.

[Jank Dayne]

Cerró los ojos bruscamente al recibir el ataque. Pronto se sanaría, pues por suerte el movimiento de la muñeca no tenía nada que ver con un peroné. Con una distancia de siete metros entre la posición de Mía y él, la apuntó con la larga varita de cerezo, entrecerrando un ojo y conjuró con firmeza un común — ¡Sectusempra! — que logró crear un fino y letal rayo color ámbar, que viajó la distancia que los recorría para impactar en el costado izquierdo de Black Lestrange, cuyo lado sería afectado por feas heridas sangrantes que no terminarían en nada pudoroso para el suelo del castillo.

 

Y no podría tomar acciones, por lo peor. Se movió a su posición derecha luego de impactado.

 

— Sectusempra — hechizó de nueva cuenta, rodeando el cuerpo de Mía y quedando a la misma distancia, pero el rayo salió al costado derecho y impactaría en la zona sin demasiada cosa por delante.

[Aimé.]

Con una sola mirada su fénix entendió lo que debía hacer. Clavó sus garras en el pecho de Mía, la mujer no debía subestimar el poder de la orden del Fénix y ahora lo iba a entender. Pensó entonces en aquel hechizo para confundirla y lo logró consiguiendo que no saliera de aquel castillo pero no era suficiente, tenían que acabar ya con esa tortura, quería ir a dormir. Pensó nuevamente en un confundus y cayó nuevamente en aquel mar de ensoñación, cuando saliera de el se vería desarmada y ensangrentada.

 

-Expelliarmus.- conjuró por ultimo haciendo que su varita saliera a tres metros de distancia. No eran muchos pero si suficientes para mantenerla a la raya. Aimé habló con voz baja mientras la miraba, pero sabía que ella la podía escuchar.

 

-No juegues con la Orden del Fénix, nosotros siempre apoyamos a los nuestros, pensé que a estas alturas ya lo sabrías. Siempre que dañen a un inocente nos van a ver. Le dedicó la ultima sonrisa que la Black lestrange vería en días.

[Catherine Moody]

Derek reaccionó ante mis órdenes. Sin cesar y subiendo las manos como había visto que hacían en cierto libro muggle (?) algunas criaturas parecidas a lo que él se había convertido, avanzó hacia Mía, aunque torpemente, de forma rápida y esquivando los rayos, dado que se lanzó al suelo para mordisquearle los gemelos, aquella deliciosa carnosidad poco más arriba del pie. Lo hizo de forma voraz, dado que pronto la sangre comenzó a brotar y en breve se notaría el hueso de su tobillo.

 

-Confundus

 

Al instante, la mente de Mía quedó desbalanceada y sin capacidad de discernir cuanto sucedía a su alrededor. De esa manera, aseguraba que los ataques lanzados en su contra impactaran con éxito y que no presentara más una absurda batalla. La mujer era nuestra.

 

-Accio varita de Mía.

 

Al instante, la varita de aquella mortífaga (Mía) voló a mis manos gracias a que mis compañeros se habían encargado de desarmarla. Para colmo, Mía caería muerta poco después de aquello, debido a los sectusempras que habían impactado en su pecho debido a que ya no contaba con protección alguna que pudiese impedir que así lo hicieran, ya que sus defensas habían desaparecido. Además de ello, estaba ciega.

[Jank Dayne]

Sus cejas estaban quemadas, y no sabía por qué. Se estrujó los pies uno con otro, jugueteando con su vista para diagnosticar cuál se hallaba más ensangrentado que el otro. No más de un par de vendas y un alcohol para librarse de eso, pero por una vez quería poner su sadismo adelante. El salón principal Lestrange Lupin se encontraba en llamas, aunque no literalmente, por cosa extraña. Pedazos de muros, estatuas y charcos de sangre se dispersaban por cada esquina y con sólo echarle una ojeada, no era una buena vista a futuro para los elfos.

 

Desde su posición, sentado en posición india a un metro del cadáver flotante de Zack, agitó la vara mágica murmurando un "Liberacorpus" que dejó desplomar al mortifago. Ignoró olímpicamente el sonido que causo y, con el mismo rostro de cansancio, apuntó al de Mía que no se hallaba tan lejos como creía. Conjuró otro "Liberacorpus" cuyo poder funcionó igual que el anterior y dejó caer el cuerpo de la Nigromante al suelo, ocasionando una leve grieta al hacerlo.

[Aimé.]

-Te lo dije, no me iba a pasar nada.- La criatura comenzó a dar saltitos rumbo a donde la mujer se encontraba. Sus orejas apuntaban al techo y podría notar en sus manos las uñas mordisqueadas por el nerviosismo, habito que había adquirido de su dueña.- Con tremendo grupo al que pertenezco, deberías de comenzar a confiar en ellos.

 

-Pero ama, usted estuvo capturada hace unos días.- Aimé le puso el dedo indice sobre los labios mientras exclamaba «shh». Habían errores, habían fracturas, pero siempre lograban solucionar todo y volver a ser el grupo tan unido que los caracterizaba, a diferencia de quienes ahora se encontraban muertos.

 

-Liberacorpus.-conjuró haciendo que Zack cayera al piso golpeándose un poco, en prisión se encargaría Gía de sanarlo. Lo miró unos segundos para luego dirigirse a Mía.- Liberacorpus.- repitió la acción que dio un efecto similar.

 

-¿Les prepararás sopa de fideos no? que sean verdes, así se podrán sentir como en casa.- bromeó la muchacha mientras le indicaba a sus compañeros que tomaran los cuerpos.

[Catherine Moody]

La batalla había terminado y el Castillo era el único testigo de los cuerpos regados por el suelo. Me agaché y le tomé el pulso a Rose, a pesar de saber que era inútil. Aquella chica tan sincera y a la vez fuerte, había caído en batalla por culpa del capricho de unos pocos. La tomé con delicadeza y la subí a mi hombro; en mis condiciones actuales, no podía darme el lujo de cargarla en brazos como hubiera querido, debido a mi debilidad.

 

Por otro lado, otro cuerpo yacía también en el suelo. Uno de sus compañeros había intentado llevárselo, pero al final había tenido que ceder debido a que él mismo estaba herido de gravedad a causa de las quemaduras recibidas. Por eso, levanté el cuerpo de aquel enmascarado (Zack) y lo cargué como pude en mi otro hombro. Era un peso excesivo. Primero dejaría a Rose en el hospital y luego pasaría a dejar el cuerpo de aquel mortífago a la prisión.

 

Con pena, vi como el collar de pirita de Rose caía sobre mi pecho, sin brillo y manchado de sangre. Una lágrima escarlata se escurrió por mi mejilla, aunque se secó al instante a causa del viento. Al menos me quedaba el consuelo de que la muerte de nuestra compañera no había quedado impune.

 

-Adiós -musité en dirección al resto de mis compañeros.

 

Haciendo una venia me retiré a distancia prudente y cuando ya me encontraba corriendo a medio camino hacia el hospital, las fuerzas me fallaron. Hacía mucho que había abandonado el Castillo Lestrange Lupin, pero aun así había deseado llegar a pie. Craso error; las fuerzas no me alcanzaron. Por eso, desaparecí sin hacer sonido alguno con ambos cuerpos bien sujetos, para luego llegar al hospital.

[Aimé.]

-Huyó uno, pero que mas da. A mi no me hicieron daño, pensé que si e hice llorar al fénix pero me equivocaba. Tu sabes, con la adrenalina uno siente cosas que no son.- Aimé le indicó a su elfina que tomara fotos del desastre, sería una buena nota para el profeta y atraería la atención de la gente. Interrumpir fiestas siempre estaba mal visto.- Te veré en Abbadon al rato, consigue mantas y has comida. No es nuestra intención torturarlos, además, comienza a hacer frío.

 

Se acercó al cuerpo de Mía, por suerte el fuego había sido negado y así ella no se quemaría al tocarla. Pobre Rose que había tenido que soportarla antes de caer, en momentos como esos deseaba regresar a ser sanadora para poder ser útil en ese aspecto, pero ahora le iba mejor y sus tiempos no resultaban agotadores. Salieron rumbo a los jardines no sin antes arreglar los destrozos que había sufrido la mansión. Una vez en las calles, Mía y Aimé desaparecieron.

[Mei Black Delacour]

Fulminó con la mirada a los muertos del bando contrario. No solía estar de acuerdo con las muertes, pero en aquella ocasión estaba que echaba chispas. Vio cómo liberaban al guardián Zack del levicorpus que tenía encima y sin más, se le estaba acercando junto con Gyvraine, pero antes de que llegaran a donde estaba, los detuvo con un gesto de la mano.

 

–Tú, vete con “Pe”, – le dijo al Zack guardián y sin más, el hombre se dirigió a la Demon Hunter para salir con ella – y tu – agregó ahora, señalando a Gyvraine – vete con “Jota” – ahora señaló al otro muchacho que aún no salía y estaba esperando al orden de la Delacour para poder llevarse a aquella prisionera.

 

Bien, hora de salir pensó mientras se dirigía a la salida, pero antes de llegar, se dio cuenta de que podía desaparecerse allí dentro mismo. Observó de reojo a Mey, sopesando si la sacaba, pero vio que la muchacha tenía intensiones de salir ella sola.

 

–Nos vemos pronto, tocaya – le dijo a la vez que la saludaba con una mano y sin más, comenzó a dar vueltas sobre sí misma, con la idea de dirigirse a su casa y pasar un buen rato sola antes de que mordiera a alguien.

[Jank Dayne]

El sol empezaba a asomarse. El canto de los pájaros también, pero a éste no le prestó demasiada atención. Había perdido cada pieza de su vestimenta con trozos de tela suelta y desgatada. Y claro, había perdido su cita con Bínfeyd. Pero de eso y más valía el sacrificio que elaboraba en cada batalla que participaba él y los demás. Valientes luchadores se confrontaron esa noche y no podía arrebatarle el mérito a eso. Aunque lógicamente, el destino designó a un único ganador.

 

Encorvado, hizo una floritura con su muñeca y un haz de luz prevaleció a unos cuantos metros sobre su cabeza. Bastante. Aún no tomaba forma concreta, así que aprovechó y tomó el cuerpo de Gyvraine, alzándolo en su hombro. Se percató de que no tuviese nada enredado en el cabello; no quería que quedaran rastros en la escena. Además, suficiente con los que dejaba sobre lo que quedaba de la camiseta. Hizo lo mismo con el de Zack, y lo encimó sobre el hombro libre. Todo por orden de Mei, cuyos mandatos debían obedecer al ser manipulados por la bruja.

 

Los sonidos de desapariciones por parte de sus compañeros le dieron la señal. Cuando estuvo fuera de la puerta principal, recobró sus prácticos zapatos deportivos y los colocó torpemente en su lugar. La voluta de luz tomó figura pasados esos segundos, y a partir de entonces brillaría sobre la entrada del hogar Lupin, un fino fénix alumbrante. Anunciaría a los familiares rezagados que a pesar de la sangre, poca y nada había sido derramada por los miembros del bando que había protegido su propiedad.

 

Echando una nueva vista a su creación, se marchó, perdiéndose con Gyvraine y Zack entre los castillos y mansiones con el especial objetivo de encontrar un buen atajo a Abaddon.