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☀ 。.:* Castillo Lestrange *.:。☀


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Mire la invitación que tenía en mis manos y luego levanté mis ojos para observar aquel castillo que se encontraba en frente mío. Si mi sentido de ubicación servía definitivamente aquel era el lugar. Esperaba que mi ATUENDO sea el correcto. Definitivamente estaba nervioso, sentía húmedas las manos, como un adolescente, impaciente, impetuoso, iracundo, necesitaba estar cerca de ella, sentir el calor de su piel que me arrastra a su lado, sentir el dulce olor de su aliento.

 

Sacudí la cabeza tratando de salir de aquel embeleso, la piel se me había erizado completamente, y traté de volver nuevamente en mis cabales para ver la mejor forma de entrar a aquel castillo, el llegar no fue inconveniente, el ingreso era lo que me preocupaba.

 

Al acercarme a la verja de hierro esta se tornó opaca como niebla, al pasar mis manos por ella la traspasaba sin problemas disipándose al igual que aquella primera preocupación que tenía, seguramente aquella invitación era la que me daba la facilidad de penetrar en aquella fortaleza.

 

Caminé casi aprisa por aquel sendero que me llevaría a la puerta principal del castillo, no podía esperar más, las ansias de verlas era mayor a cualquier tipo de prudencia o recato que debería tener en aquel lugar que no conocía. Mientras un paso seguía al otro una de mis manos instintivamente fue hacia el bolsillo de mi chaqueta, el presente se encontraba allí, solo quería ver sus ojos cuando lo vea, solo esperaba que sea de su agrado.

 

Apacigüé un poco mi frenético caminar unos cuantos metros antes de llegar a la puerta principal del castillo, pasé mis manos sobre la ropa verificando que se encontraba tan impecable como tenía que estar y adopté una pose serena, tratando de ocultar todo lo que por mi mente pasaba en ese instante. Me detuve en la puerta de entrada, no sabía si golpear o pasar sin anunciarme pero una pequeña elfina abrió la puerta como si leyera mis pensamientos, mirándome de pies a cabeza preguntó:

 

-¿A quién busca el señor?-… dijo sin dejar yo de sentirme prácticamente desnudo ante la analítica e inquisidora mirada de la elfina.

 

-Dile a Kytta que Adolph se encuentra acá- no dije entre en mayor detalle, tampoco debía darle explicaciones a ese ser.

 

Se dio la vuelta y fue, según yo suponía, a buscar a Kytta, respiré profundamente y me dispuse a esperar unos segundos más, ya faltaba poco, y estaría con ella, segundos nada más, solo segundos.

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Quizás haya verdad en esta ilusión


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No tuve que esperar mucho, un elfo me abrió la puerta y haciéndome pasar a la fiesta de mi amiga, esperaba verla radiante como siempre. El pequeño elfo me guió hasta los jardines donde se llevaría a cabo la fiesta de cumpleaños de Kytta.

 

Al llegar, el pequeño ser me invitó a sentarme en una de las mesas. Por cierto, la decoración era esplendida, sonreí al pensar como estaría de feliz mi querida amiga, cosa que me ponía feliz a mi, le daría la gran noticia apenas tenga tiempo, ella debía saberlo así como todas mis demás amigas y claro, mi familia.

 

Saqué de mi bolso una pequeña caja de color blanco portadora del obsequio de Kytta, y la puse sobre la mesa. Al parecer aun no había bajado ya que no la encontraba entre todos los presentes, pero sí reconocí a uno, el cual hizo que me tensara de inmediato, pero por suerte sabía que traía un antifaz bajo el cual estaba segura.

 

Me quede sentada hasta que mi amiga apareciera con su abuela. Una vez hubo aparecido, sonriente obviamente, me acerqué a ella con mis pasos elegantes llevando la pequeña cajita en mis manos.

 

-Estas hermosa amoshi, toma tu pequeño obsequio, apenas lo vi le dije "tu destino te puso en frente de mis ojos para llevarte con tu legítima dueña"-inquirí sonriendo luego de saludarle con un cálido abrazo y un beso en la mejilla.

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Los días aún estaban bastante calurosos a pesar de que dentro de algunas semanas se irían acortando cada vez más. Hacía algunos días, una lechuza había llegado a mis manos con una gran noticia y había esperado desde ése momento, para poder asistir a una familia que era muy conocida, solo que hacía muchísimo tiempo que no visitaba. Se trataba de los Lestrange Lupin, allí vivía mi amiga Sol, que a su vez, sería cede para el cumpleaños de mi nieta Kytta, quien apreciaba tanto que no dejaba pasar un día sin que pensara en ella. Por eso ni bien me había desocupado me dirigí hacia el lugar.

 

El cumpleaños tenía una temática, mascaradas, algo que entre los magos y brujas de Ottery se solía hacer. Me aparecí a unos pocos metros de la verja, donde apenas llegaban los hechizos antiaparición. Después de aquella oscuridad y opresión, me encargué de darme paso entre aquellos caminos que serpenteaban a la entrada del Castillo. Los arbustos, árboles y flores invadían el jardín, tanto como me gustaban. Pero era un detalle que dejé atrás cuando noté que un camino especial, decorado con luces llevaba a una gran carpa. No hacía falta que alguien me dijera que allí se celebraría el cumpleaños. Me dejé llevar por las guías escuchando algunas voces que salían desde el centro del lugar.

 

Me acomodé un poco mejor el antifaz que había conseguido. Era simple, de color negro, pero tenía los bordes y algunos arabescos en color plateados, que brillaban en la oscuridad. Cuando se los observaba durante unos segundos, se podía notar como se movían y tomaban otras formas. Caminé y llegué a la fachada de aquella entrada de tela. Todo estaba preciosamente decorado y estaba seguro que se había encargado la misma matriarca de la familia. Entré allí donde todos se estaban reuniendo. Y lo primero que vi, fue a mi nieta con algunas personas que no conocía, y como era costumbre, no pude evitar entrar en suposiciones usando mi habilidad.

 

De las nueve personas presentes, solo conocía a tres, siendo dos de ellas Sol y Kytta. Rose era compañera de la Orden del Fénix, y solamente había escuchado de ella de nombre, ya que Kris me había hablado de su pequeña, como lo hacía con todas sus hijas. ¿Por qué aún no la había levado a la Gryffindor? Ya que mi hijo estaba tan ocupado, me encargaría de cumplir mi papel como abuelo, como venía haciendo todo éste tiempo. De ésa manera me había ganado la confianza de la cumpleañera, sin la necesidad de la presencia de Agatha, por ejemplo. Seguramente ya estaban advirtiendo de mi presencia.

 

La siguiente que llamó mi atención fue una joven de un ojo de cada color. Podría adentrarme en ellos pero había un vacío enorme que no me dejaba ver mas allá de saber que se llamaba Kutsy y que era gran amiga de mi nieta. De la misma manera que Ania, una jovencita que nunca había visto. La tercera y cuarta bruja no se quedaban atrás respecto a los ojos. Eran de color rojo y eso hizo recorrer un escalofrío por toda mi espalda. Igual que con Meri, sus ojos me mostraban que su alimento era la sangre. Me adentré a sus miradas sin que lo supieran, ya que había tomado ésa ventaja, solo parecía que los estaba observando y ni siquiera había carraspeado mi voz para que se dieran vuelta. Dejé de mirar a Irina y a Meri para dirigirme hacia los otros dos magos que había.

 

Si los muggles estarían presentes en el mundo mágico, le sorprendería cada persona que se cruzaban, pero allí era tan común de ver ciertos rasgos que no me dejaban pasmados los ojos blancos de Vladimir, claramente se mostraba como el demonio que era. Haciendo un contraste terrible con la humanidad que presentaba Adolph. Me acerqué un poco más, haciendo resonar mis pasos en el piso y viendo como todos se saludaban. Obviamente que a la primera que saludaría, seria a la cumpleañera que era saludada por su amiga. Me quité el antifaz.

 

¡Feliz cumpleaños, Kytta! Estás tan hermosa como siempre, nietame acerqué a la joven brindándole un fuerte abrazo. De verdad necesitaba aquella cercanía con mis familiares. Le di un beso en la mejilla mientras le acariciaba el mentón. Era increíble como iban creciendo, como iban expandiéndose en el mundo mágico. Luego me volteé hacia Sol, que hacía tanto que no la veía que parecía como si me reencontrara después de tanto tiempo con alguien perdido. Como caballero que era le tomé la mano y le di un beso en ella suavemente—. Es un gusto volver a verte. Ya veo de donde obtuvo la belleza, mi querida nieta.

 

La anfitriona de la fiesta estaba con un vestido rojo que seguramente para muchos hombres sería irresistible. Me hice unos pasos hacia atrás, dirigiéndome al resto y saludándolos de una manera general. “Soy Elvis Gryffindor.” Realizando una reverencia. Aunque a Rose, que era compañera del bando y a su vez nieta como Kytta, le guiñé un ojo esperando que luego pudiéramos conversar un poco más. Los lazos sanguíneos era lo más importante para mi. Recordé de momento que no debía olvidarme del regalo de Kytta. Esperaba que la sorprendiera, que pareciera que hubiera adivinado lo que ella quería. Para eso estábamos los abuelos, en definitiva.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Volví caminando hacia la mesa con mi copa en la mano, mientras mas y mas gente hacia acto de presencia en la fiesta, Kytta ya con sus amigos, lo cual me hizo sentir tranquila, aquello era mas que suficiente para sentirme satisfecha, su sonrisa lo valía.

 

Un nuevo mago apareció en la entrada de la carpa, lo reconocí enseguida pese al tiempo que tenia sin verle, estaba igual de guapo que siempre, con aquella bella sonrisa. Camine hacia el con una enorme sonrisa, para saludarle, me hacia muy feliz verle después de tanto. Tomo mi mano como el caballero que era para besarle, mis mejillas ardieron ante aquel gesto, hoy en día la caballerosidad estaba casi en peligro de extinción.

 

- Muchas gracias, tu siempre tan galante...- dije mientras me acercaba a besar tu mejilla. - Bienvenido al castillo, es un placer volver a verte, por favor siéntate...- le indiqué una de las sillas y me senté a su lado inmediatamente cruzando la pierna- ¿Gustas tomar algo? Mee alegro tanto de verte, una eternidad ha pasado desde la ultima vez...- continué dando un pequeño sorbo a mi margarita, que aun estaba en mi mano izquierda.

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La noticia había llegado hacia pocos días a los terrenos de la familia Crowley. Una de sus muchas nietas cumplía años y si bien no sabía si había sido invitado o no, le parecía que sería una buena oportunidad para despejarse un poco. Semana atrás, había dejado a su prima-hermana a la mitad de una conversación en la mansión Rambaldi y al menos le debía una disculpa, así como a Deiwan. Sin embargo, otro día vería al vampiro.

 

León contempló el reflejo del espejo de su habitación, comprobando que el traje negro que vestía no presentara arruga alguna o mancha que no hubiera podido limpiar Arthur, quien pulía los zapatos de la manera antigua a un lado de la cama. Guardando su pequeño cofre de cigarros en el bolsillo interno del gabán negro y la elegante botella de plata en el otro, salió de la habitación, no por la ventana como habitualmente lo haría, si no por la puerta principal.

 

El castillo húngaro estaba inmerso en un poco habitual silencio en el cual se alcanzaban a escuchar los lamentos del fantasma o uno que otro ronquido de un familiar. El pelinegro descendió por la escalera de mármol y al llegar a la primera planta se desvió a la cocina en donde se acercó al enorme nevecon que guardaba los vivieres de la familia. Escarbó un poco en el congelador y sacó una botella de vidrio azul oscuro que deposito sobre la mesa para después verter el contenido de la misma en el recipiente de plata que tenía en el gabán. Tras tomar un trago, dejó la botella de nuevo en el lugar y salió de la cocina, desapareciendo tras cruzar el enorme portón de roble negro.

 

***

 

Unos metros afuera de la enorme verja negra de hierro, la figura de León C. Crowley aparecía, caminando sin prisa en dirección a la entrada principal del castillo Lestrange Lupin. La brisa de agosto soplaba sobre la calle Ottery, arrastrando a su paso hojas secas de los arboles que se mecían alegremente mientras se deshojaban. Enorme, la luna bañaba con su luz las copas de los enormes abedules, permitiendo a rebeldes halos de luz, colarse entre las ramas. El portón estaba abierto de par en par cuando León entró y siguió el camino de piedra que alguna vez, hace muchos años recorrió.

 

En esta oportunidad, sin embargo, la ruta se desviaba a la izquierda, donde una carpa recibía a los invitados. El holandés, metió la mano en el bolsillo de su gabán y sacó el antifaz que cuidadosamente había escogido para aquella velada y que cubría gran parte de su rostro de manera que no fuera tan fácil ser reconocido. Y no fuera que no lo deseara, solo quería darle una sorpresa a la Lestrange. Al ingresar, se topó con Haydie, elfina de Sol.

 

—Buenas noches caballero, bienvenido —saludó la elfina—, ¿Me permite su invitación?

 

—Solo si me explicas por qué te has visto a escondidas con Arthur, un elfo de los Crowley —respondió León sonriente y bajando la mirada a la elfina, quien retrocedía petrificada.

 

—Yo.. yo no.. —balbuceaba la criatura horrorizada—, yo no sé de qué habla usted caballero.

 

—Haydie, soy León —dijo al fin el pelinegro conteniendo la carcajada—, guardaré tu secreto si guardas el mío. No le digas aún a Sol que estoy acá. ¿En dónde está?

 

El rostro de la elfina se transformo de repente, aliviada. Aceptó el trato del animago y salió corriendo en busca de la matriarca Lestrange.

Editado por León Corvinus Crowley
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Tras algunos minutos de departir con la familia, el suave viento meció mis cabellos, busqué a mi alrededor sin encontrar nada extraño que pudiera producirlo por lo que volví a tomar un sorbo de mi bebida disfrutando su dulce sabor cosquilleando en mi garganta producto de su contenido en alcohol. La gente seguía llegando acumulándose poco a poco en torno a las mesas, conocía a la mayoría pero aun así me sentía un poco ajena.

 

Me puse de pie nuevamente excusándome con Elvis, necesitaba ir un momento al interior del castillo a corroborar que la comida estuviera lista, no podía permitirme ningún fallo. Caminé hacia la salida de la carpa, y fui interceptada por Haydie que venía en dirección a mi frotándose sus grades y nudosas manos.

 

- Akra... - dijo haciendo una suave reverencia- Hay un caballero que ha pedido verle...- indicó en tono misterioso.

 

- ¿Y por que no lo hiciste pasar? ¿Segura que a mi?- pregunté extrañada por su actitud.

 

- Me ha pedido que la busque, antes de entrar en la carpa...- continuó mirando de vez en cuando hacia atrás.

 

- Haydie ¿Que pasa? me estas preocupando...- dije en un susurro, temiendo que algo malo estuviera ocurriendo.

 

- No es nada malo Akra, de ser así Haydie no le hubiese pasado el recado del caballero...- sin darme mas explicaciones se marcho rumbo a una de las mesas de bocadillos, dejándome plantada.

 

- Odio cuando se pone misteriosa...- Me queje mientras avanzaba, apenas salí la brisa meció la falda de mi vestido, con un rápido movimiento apenas logre evitar que mostrara mas de lo necesario, soltando un pequeño grito de sorpresa.

 

Aquel hombre alto, vestido de negro que miraba hacia el castillo volteó rápidamente al escucharme. No lo reconocí, quizás por la poca luz que apenas provenía de los arboles y el castillo. A pesar de que había algo muy familiar en su postura. Me acerqué mas pendiente de que mi falda se mantuviera en su sitio.

 

- Buenas noches...- saludé, deteniéndome un par de metros antes de llegar a el, observándole detenidamente. - ¿Nos conocemos? - pregunté escrutándole con la mirada. Sonrió mostrando una perlada hilera de dientes blancos, mientras la brisa llevaba hasta mi aquel aroma que me hizo levantar la ceja, estaba casi segura de quien se trataba, los aromas eran algo muy importante para mi, reconocería el suyo entre una multitud. Le devolví la sonrisa, dispuesta a seguir el juego, de misterio. Finalmente aquella era justo la idea base de la fiesta...

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Al final parecía que todo en la fiesta de Kyttara resultaría bien, ya que cuando menos lo espero su abuela, una elegante mujer, apareció y logro hacer que su nieta estuviera lista para comenzar a dar la bienvenida a los diferentes invitados que revoloteaban por todo el lugar.

 

Después de aquella acelerada carrera por ayudar a mi amiga finalmente tenía el tiempo para admirar las decoraciones en las que se halla sumergido aquel lugar, mi mirada se perdió por unos breves instantes en las luces blancas que adornaban a la perfección el jardín dándole un toque bastante romántico e intimo al festejo. Los centros de mesa fueron de mis detalles favoritos ya que contenían manzanas verdes.

 

Mientras caminaba pausadamente por entre los diferentes invitados intente averiguar quienes eran los que se escondían tras los diferentes antifaces que ocultaban su identidad cuando de pronto, Sol la abuela de la festejada había bajado a darnos la bienvenida y tan sólo un par de minutos Kyttara hizo su aparición.

 

Algunos de los presentes se apresuraron a darle sus felicitaciones entre ellos se encontraba un hombre que se presento como Elvis Gryffindor, lo observe a través del antifaz al darme cuenta que parecía muy atento a su alrededor, sus ojos marrones me daban la impresión de que estaban escudriñando a cada uno de los presentes sin que estos realmente lo notaran, aunque, no estaba completamente segura de ello por lo que me olvide del tema por el momento por ahora lo importante era mimar a la festejada en un día tan importante.

 

La voz de una joven que se encontraba saludando a Kytta llamo mi atención ya que la reconocería donde fuera <<Ania>> pensé con alegría al tiempo que me acercaba para felicitar a mi amiga con un gran abrazo —te deseo el mejor de los cumpleaños y por cierto luces espectacular —añadí admirando el bello vestuario que traía puesto— tu abuela si que tiene un excelente gusto.

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Sonrío.

 

Justo cuando lo que menos quería era socializar se le presentaba algo como eso. Negó brevemente, su vida solía dar tantos vuelcos que comenzaba a marearse, por lo menos todavía no se aburría. Tomó la singular invitación entre sus manos, debía asistir, se lo había prometido a su sobrina y hacerle un desaire no estaba en sus planes. Posó su verde mirada en el vestido negro y corto que cubriría su cuerpo aquella noche. El antifaz reposaba a un lado de este, a la par que un par de zapatos altos y de tacón de color plateado, que combinaban a la perfección con su atuendo y joyas.

 

Era tarde, lo sabía, pero ya tendría tiempo de disculparse con Kytta. Tomó el vestido, los zapatos y el antifaz, mientras se dirigía al cuarto de baño, tenía que darse una ducha y arreglarse, además de impedir seguirse retrasando de lo contrario no la salvaría del enojo de la Gryffindor.

 

---

 

Posó su vista en Dracomiens, su elfo, era la primera vez en años que se permitía ser llevada por el en una desaparición conjunta, se alzó de hombros, no le daría importancia a ese detalle, no sería la primera, mucho menos la última que utilizara a sus elfos domésticos como medio de transporte. Lo ciertamente extraño era que ella misma no se hubiese aparecido al lugar, como infinidades de veces lo venía haciendo, después de obtener su licencia.

 

Suspiró.

 

Estaba loca, eso era lo que ocurría. Reacomodó su antifaz, ocultando su identidad, y no pudo evitar sentirse segura… ¿sería eso mismo lo que experimentaría al colocarse su máscara cuando la marca estuviera en su antebrazo? Esperaba que sí, cada vez ansiaba con más ahínco pertenecer a las filas tenebrosas, por eso solía esmerarse en cada misión que requería su presencia.

 

Sacudió su cabeza, provocando que sus suaves ondas de color castaño danzaran con el viento por instantes, necesitaba sacar ese tipo de pensamientos de su mente. Estaba en una fiesta, dónde esperaba no ser reconocida por nadie y especialmente tenía que distraerse un poco, las responsabilidades comenzaban a sobrepasarla y causarle serias jaquecas.

 

Encaminó sus pasos hacia la puerta principal del castillo Lestrange Lupin y sin más chocó sus nudillos contra el roble cuando estuvo frente a esta. Giró su vista, notando la constante presencia de su elfo, sonrió, por lo menos él se encargaría de sacarla de allí cuando se lo ordenara.

 

Es hora― pronunció, solemne, notando que la puerta se abría permitiéndole la entrada al hogar de su sobrina.

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No tubo que esperar demasiado tiempo en la puerta porque los elfos de la mansión, los recibieron e hicieron pasar al interior hacia el lugar donde se celebraría la fiesta. Por acalle ocasión, la nívea iba bajo la invitación de la familia Black Lestrange, donde se encontraba viviendo actualmente y llevaba el regalo de la cumplimentada.

El detalle yacía en su mano, en una pequeña bolsa roja que contenía una preciosa gargantilla con grecas gravadas; que al momento de que la agasajada llegó al salón se acercó a ella para entregárselo.

 

-Ky..ytta, Felicidades, Mi nombre es Rose Walker.-se le presentó con las mejillas sonrojadas y tendiéndole el sobre.- Gracias por la invitación.

Luego de eso, fue a saludar a los invitados. Su madre Irina, también había llegado al Castillo Lestrange por lo que de una vez se dirigió hacia ella.

-Madre- La saludo con un corto y rápido abrazo esperando que la mascara que llevara no impidiera que reconociera su voz.- Que bueno que hayas podido venir.

Volvió y saludo al resto de las personas Ania y Sol a quien conocía y luego se dirigió a una de las mesas a probar de las delicias que la anfitriona había preparado. Como siempre sus delirios eran los dulces así que libremente agarro los primeros chocolates de la noche, ademas de que estaba bastante distraída con el movimiento de la fuente de chocolate.

Su atención fue llamada cuando un hombre al que no conocía le guiño un ojo haciendo que se le cayera el trozo de canapés que se iba a comer.

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Sol me saludó tan bien como siempre. Aquella bruja de ojos color miel, era una de las pocas que conocía hace mucho tiempo. Y como tal, era una de las que tan poco veía, pero solo bastaba hablar un par de líneas para ponernos al día, como lo hacían dos grandes amigos. Y no necesariamente habíamos entablado una relación por nuestras actividades dentro de la Orden del Fénix, sino que siempre nos habíamos encontrado en eventos de éste calibre. Me invitó a tomar una copa y acepté con una sonrisa.

 

Claro que si, Sol. Todo te ha quedado hermoso llegué a comentarle, sabiendo que había sido la que se había encargado de todo. Era la abuela por el otro lado de la familia de Kytta, y al parecer ambos teníamos el mismo objetivo con nuestra nieta. Di algunos sorbos, pero los Elfos llamaban a la Matriarca del lugar, ya que nuevos invitados caían a la fiesta y necesitaban de su presencia. Terminé de tomar el whisky de fuego que me había dejado uno de los sirvientes de mi compañera y dejé la copa vacía en una mesa.

 

Me levanté y pude ver que Kutsy aún me miraba algo alarmada. No sabía cual era la razón pero seguramente se estaba preguntando de donde me conocía, o porque motivo estaba allí. Sin prestarle atención, ya que después podría ir a saludarla o a entablar una conversación, fijé mi atención en una figura que ya había visto, pero que se sorprendió cuando le guiñé un ojo. Se trataba de mi nieta Rose, que al parecer aún no tenía la confianza necesaria para recibir un gesto como tal. Se había puesto nerviosa y se le había caído el bocadillo.

 

Oh disculpa, no era mi intención Roseagarré otro canapés como el que se le había caído y se lo alcancé. Sus manos agarraron aquel bocado por inercia, como si ella nunca lo hubiera querido hacer, pero me parecía lo correcto si había sido el culpable de aquel desastre. Saqué mi varita, y con un movimiento de ella, hice desaparecer aquel montícul.o pastoso que se había hecho. No hacía falta que los Elfos ocuparan su tiempo en ello—. Puedo llamarte Rose ¿Verdad? Veo que por tu reacción no terminas de caer en saber quien soy. Kris Gryffindor es mi hijo. Me ha hablado mucho de ti.

 

Me mantuve un poco a distancia, no sabía cuan sociable era Rose o si podría relacionarse con una persona sin conocerse. La mayoría de mi familia, mínimo, siempre recibía un abrazo de mi parte y trataba de abarcar todos los aspectos posibles, en asegurarme de que estén contenidos y preocuparme por todas sus preocupaciones. Pero siempre dejándoles un margen de distancia. Aún no tenía ésa confianza con Rose, pero sabía que llegaría a tenerlo. Para que no se sintiera sola, tomé otro canapé. De un solo bocado, me metí todo en la boca y lo mastiqué un poco.

 

Sonreí a la joven, haciendo que saltaran unos diminutos pedacitos al suelo. No pude contener una risa aunque me tapé la boca. ¡Estaba deliciosos! Traté de ser lo más amigable mientras otros estaban cerca de nosotros. No era ésos típicos presentes que se demostraban distantes y serios como si fuera un velatorio. Estábamos en el cumpleaños de mi nieta y trataría de ser parte de aquella familia. Pasé mi manga por las comisuras de mi boca, por si se me había manchado.

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