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Matt Blackner
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Raizor elfo doméstico de Sunar en espera de una orden :|

 

Vio como la ama Sunar se iba con el niño en brazos. Era una mujer que pasaba penurias, que trabajaba demasiado, y qué, necesitaba un tiempo para ella. Sin embargo, no era capaz de arriesgarse y salir de todo, dejar en manos de sus fieles sirvientes las responsabilidades. Tendría que hablar con Sethy y Simyni para plantearle una idea que le ayudaría mucho a la persona que más lo ayudó a él. Le sacó de esa vida miserable que llevaba en un hogar sin sentido de la decencia, y más que por la vida le debía. La respetaba mucho y no quería verla sufrir.

 

Mientras observaba y estaba alerta de la voz del tío de la joven Potter Black, se puso a acomodar el sitio donde estuvo jugando el amito Argentus, siempre mirando de reojo al canino, mascota del amo. Era un animal que no le gustaba. En realidad no era partidario de animales como ese pero trataba de llevarse bien.

 

No obstante, se mantuvo al margen de la charla que el amo Matt tenía con una señorita que algunas veces vio en la mansión. Se alejó un poco porque percibió mucha cercanía al quedarse para atender alguna orden del pelirrojo. Y Raizor sabía mantener la distancia en los momentos que se requería.

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Sagis pareció extrañada con el frasquito de tinta. Guardé unos minutos de silencio, para que ella viera lo que sucedía e intentara arreglar el tema. En aquel momento se sintió un pequeño ladrido y la puerta de la tienda que se abría. Alguien entraba o salía. Cuando me di cuenta, Matt ya estaba al lado nuestro, mirándonos como si nos estuviéramos peleando. Le sonreí y busqué a Fenrir. Ese lobo siempre estaba cerca de él.

 

- No pasa nada grave, Matt. Sólo que compré una partida de tinteros de diferentes colores y están secos. No hay nada de tinta dentro. Compruébalo tú también, si quieres...

 

Matt venía cargado con una caja, que depositó encima del mostrador para ver lo que decía. Pero sus palabras intentaban ser graciosas. Se parecía a su madre.

 

- No creo que tengamos gnomos en la librería, primo - le repliqué. - Aunque buscaré a Sunar y le preguntaré si puede echarle un vistazo, por si acaso...

 

No quería decirle que ese no era el motivo, sino que ellos vendían material defectuoso. Lo volví a señalar con mi varita y le di varios golpes en la tapa.

 

- Si hubiera sido sólo uno, no me importaría, pero es que es toda la partida la que falla.

 

Y lo tomé, lo abrí y le di la vuelta, para que lo viera. Un chorro de tinta cayó sobre mi ropa, dejándola toda negra. Lancé una exclamación de sorpresa al ver la gran mancha en mi ropa. Miré hacia mi tía y mi primo, para ver si se reían de mí.

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Raizor, elfo doméstico de Sunar

 

La ama se había ido con el pequeño niño para descansar, lucía al momento de salir un rostro muy agobiado aunque aliviado. Lo cual le pareció algo raro dada la circunstancias que ella vivió. Raizor pensó que no se le notaría mucho, pero hace tiempo la Potter Black ya no ocultaba sus sentimientos por mucho que lo intentará.

 

Se movió por los alrededores durante unos minutos, dándole espacio al patriarca de la familia, conversaba con una señorita de cabellera rubia. Sin embargo, se detuvo al escuchar el nombre de la pelicastaña ser pronunciado. Sus orejas se movieron de tal forma, que desde su ubicación no perdería detalle de la conversación, entretanto el elfo parecía acomodar unas pequeñas cajitas.

 

Tsk tsk tsk – en reprobación a la forma de destapar el envase que contenía la sustancia. Miró como la mancha se regaba por su vestimenta y a pesar de todo, le llevó un pequeño trapo húmedo. No obstante, se volvió a retirar un poco para ver si ella misma lo limpiaba.

 

Así el viejo elfo permaneció callado observando la reacciones de los presentes. Su voz no debía escucharse más, que para asentir a una orden de parte del joven Matt hacia su persona, en relación a una tarea dentro del establecimiento perteneciente a la familia.

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Xell me contó que había comprado una partida de tintas de colores diferentes y ninguna funcionaba, todas vacías, secas.

 

Negué con la cabeza, me fiaba de Xell. Pero si o era una plaga, que podía ser posible ya que nosotros mismos habíamos sufrido dos allí dentro dese que habíamos reabierto la tienda, era cuestión de la mercancía.

 

Tocó la tapa de uno de los tinteros usando su varita, expicando que no le importaría si fallase uno, pero que era problema de todos los tinteros.

 

Cogió el tintero y o abrió, dando la vuelta para que viese...como un chorro de tinta negra le caía sobre la ropa y la pringaba toda de negro.

 

ME aguanté la risa mordiéndome el labio, mientras Raizor se acercaba y traía un paño para que se limpiase. Cogí el tintero y metí la mano dentro. Aquel tenía los restos de la tinta húmeda pegados a los lados del cristal. Luego cogí el otro y metí la mano. En ese, la tinta estaba muy reseca, no había nada.

 

- Vale prima - dije, un poco más sereno, aunque con la risita aun - La tienda estuvo cerrada mucho tiempo y no nos ha llegado aun la mercancía nueva, estamos organizando la que nos quedó...si quieres pasa atrás, que está nuestra sala, podrás quitarte esa mancha. Yo subiré a buscar tinteros que estén en condiciones, si me dices de que colores son y las cantidades.

 

Tomé la caja de elementos para pociones que había dejado sobre el mostrador.

- Raizor, me ayudas? - pedí al elfo de Sunar.

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-- Ya veo... Seco...

 

Y estallé en risas. Xell, la pobre, no entendía lo que había pasado. Y yo lo entendí a la primera. Para algo era la que compraba a los proveedores. Pero no podía explicarlo, me reía de su cara.

 

-- Nadie... Jajaja... Nadie... ha rob... robado la tinta...

 

Me agarré el estómago, me dolía de tanto reírme. Y si llega a tirarse la tinta por la cabeza, en vez del vestido, estaría revolcándome en el suelo.

 

-- Es que... Jajajjajaja...

 

No podía hablar. Tanto Matt como ella parecían desconcertados al ver aparecer la tinta en los tinteros cuando antes no había nada. Matt había abierto otro y, sin embargo, no había tinta. Ay, magos de pacotilla...

 

-- A ver, los dos... Darme un minuto para que recobre el aliento. Ay... Ya... Ya... En fin...

 

Saqué la varita de mi pelo, que cayó en cascada sobre los hombros.

-- Estos tinteros traen un cierre de seguridad para evitar que la tinta se seque hasta llegar al destino. Por ello, aparecen secos hasta que alguien les dé unos golpecitos con la punta de la varita, que es lo que activa el rellenado automático del tintero. Cuando los cierras, vuelves a dar tres golpecitos y la tinta desaparece, así que esa medida de seguridad es la que hace que no veas la tinta, pero está. Y cuando la has activado, te has olvidado de hacerla desaparecer antes de darle la vuelta.

 

Volví a reír, aunque no con tanta fuerza.

 

-- Sí, Matt. Ve a buscarle tinteros tradicionales y se los cambiamos. Y tú, en la trastienda hay disolvente de tinta que te dejará la blusa como nueva.

 

No podía esconder la sonrisa.

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Raizor, elfo doméstico de Sunar

 

Sin decir nada el elfo se mantuvo en silencio frente al amo Matt, mientras la chica rubia según él creía, recibió el paño húmedo para limpiarse aunque más fácil era absorber el líquido negro que manchó sus ropas.

 

No obstante, se perturbó al escuchar a la tía, matriarca de la familia reír de tal forma. Arqueó una ceja en señal de desaprobación pero relajó su rostro cuando la bruja de cabellos color violeta empezó a explicar la situación que acontecía y por la cual se desarrolló el final que estaban apreciando.

 

Mmmm – musitó al comprender mucho mejor el porqué de esa rara escena.

 

Sin embargo, reaccionó al escuchar al chico pelirrojo llamarle apara acudir a su auxilio con una caja, ya que también el patriarca le debía llevar nuevos tinteros a la señorita de cabellos rubios.

 

Si amo – se acercó extendiendo sus cortos brazos para recibir la caja. Acompañándolo así escaleras arriba.

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Me sentí completamente ridícula. Se reían de mí. Y no era para menos, la tinta se había extendido y tenía una enorme mancha en la ropa. Hasta el viejo elfo de Sunar contemplaba la mancha con disgusto, aunque al menos no se reía. Acercó un trapo húmedo y la restregué con fuerza, traspasando algo de tinta al paño que me había dado, pero la mancha seguía.

 

- ¿Tú crees que es por eso, que algunos se secaron por la tienda estar cerrada? - contesté, algo dolida al ver que se aguantaba la risa mordiéndose los labios.

 

Pero al menos él disimulaba. Sagitas no. La tía era malvada, se reía en mi cara y encima me decía que yo era torpe porque había activado un sistema de seguridad.

 

- ¿Y yo qué sabía? Podías poner indicaciones en la etiqueta - repliqué, malhumorada porque seguía riéndose y todos los clientes se giraban hacia nosotros, para ver lo que sucedía.

 

Aún así, ella me indicó que hiciera caso a Matt y fuera a la trastienda a quitarme la mancha y le dijo a Matt que fuera a por tinteros más tradicionales. Entré en el lugar y me quité el vestido. Quedé en ropa interior, pero allá no había nadie. En el lavabo encontré jabón y algo que ponía "disolvente", así que mojé la zona con él y empecé a frotar. Vi de refilón que algo se movía. Miré hacia atrás, no había nada. Seguí frotando. La mancha se deslucía y pronto quedó un pequeño borde azul más resistente. Tomé el disolvente y...

 

En el espejo se veía una sombra, era de un hombre, estaba segura. Miré detrás de mí, no había nada. Volví a mirar en el espejo. Era una especie de nebulosa que extendía su mano hacia mi. Juraría que en la leve sombra de una boca que se dibujaba allá, pronunciaba algo como "help".

 

- ¡Tía! - pedí ayuda, con una mano en el vestido y con el disolvente en la otra. - ¡¡Tía!!

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Noté que Riazor se iba con Matt a buscar las cajas de los tinteros. Xell, enfadada por mi risa, se fue a la trastienda, a lavarse la blusa. Yo quedé allá, atendiendo a una cliente que quería plumas de sabores.

 

Aún tardé un rato en convencerla que los mejores sabores eran los de frutas, que los otros llevaban aglomerantes y colorantes que según a qué personas les producía un leve sarpullido. Pero como ella insistió, le vendí un par de cada, diciéndome que la clientela tenía siempre la razón, mientras me dejara galeones.

 

La saludé con la mano y con la coletilla "Vuelva cuando quiera" cuando sentí el grito. Miré a cada lado, confundida. ¿Quién me llamaba tía? No había nadie. ¿Lo había soñado? Tal vez, porque la tienda estaba en un relativo silencio. Pero después sentí el grito más fuerte. Venia de la trastienda y estaba segura que era de Xell.

 

-- ¿Xell? ¿Pasa algo?

 

Me dirigí hacia allá y abrí la puerta. Atravesé el almacén y fui directa al baño, de donde salía una ráfaga de luz. La puerta estaba cerrada. Toqué con los nudillos.

 

-- ¿Xell? ¿No se va la mancha? Pero si sólo es cuestión de Fregotego, mujer...

 

Abrí la puerta, con cuidado. Vi a Xell, estaba blanca, tanto como su ropa interior del mismo color.

 

-- Chica, vas un poco ligera de ropa. ¿Qué te ha pas...?

 

Ella temblaba, como una mariposa, como una flor, o como demonios queráis hacer la metáfora. Pero temblaba. En el pecho, como si se hubiera quemado con algo, tenía una ampolla en forma de mano. Miré a los lados. Estábamos solas.

 

-- ¿Alguien te ha atacado, Xell? -- La tomé de los hombros y le quité el vestido de una mano y el disolvente de la otra.

 

La saqué del lavabo y la acerqué a una silla. Tiré unos libros envueltos en plástico sin ningún miramiento y la senté en ella. Le toqué la cara, estaba fría, los ojos dilatados, no hablaba.

 

-- Vamos, niña, reacciona. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo te has hecho esa... quemadura?

 

Intuía que aquello no era normal, una quemadura en forma de cinco dedos? Volvía a mirar a los lados, como si detectara alguna cosa rara. Por un momento pensé en un fantasma. A veces, atravesar el plano espiritual al material produce mucha fricción y el calor puede llegar a quemar. Yo había sufrido quemaduras con ampollas en mis primeras experiencias de sacerdotisa, con los mismos síntomas de frío y de shock. Era fácil de curar.

 

Me acerqué a varias cajas y busqué un remedio para las quemaduras. Tomé mi capa verde botella que tenía en el perchero y se la puse por los hombros.

 

-- Tranquila, Xell. Estas cosas son normales en los contactos con seres del otro lado, hasta que te acostumbras. Después es hasta... placentero.

 

Sonreí de una forma pícara, recordando nuestros encuentros, entre Jack y yo. Pero después caí en que allá no había fantasmas. ¿No... No habría sido Jack que le había metido mano a mi sobrina? Di un respingo.

 

-- Ve volviendo poco a poco, Xell. Cuenta...¿qué ha ocurrido?

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Xell estaba muy dolida con nosotros, pero no se si porque nos reíamos, o porque Sagitas acabó por demostrar que no era un fallo en nuestros tinteros, sino que tenían un sofisticado sistema de seguridad gracias al cual solo se activaban usando la varita...

 

La verdad, era ingenioso.

 

Pero Xell se molestó por las risas. Obedecí a Sagis y subí con Raizor para buscar tinteros más tradicionales, mientras a ellas las dejaba allí.

 

Tomé una caja y Raizor otra. Recopilamos los tinteros entre los dos, con tintas negras, azules y de algunos colores vivos.

 

- Yo creo que con esto está bien, gracias Raizor. - dije al elfo de Sunar. LE cogí la otra caja al elfo y le sonreí. - Guarda esta caja en la planta de pociones. Y luego ve a descansar si quieres, yo le llevo esto a Xell.

 

Y bajé de nuevo las escaleras, con una caja en cada mano. Me detuve en el mostrador de recepción para cerrar las cajas de tinteros y entré en la sala de atrás.

 

Lo que vi me resultó raro. Dejé las cajas en la mesa grande y quise acercarme...

 

Pero Xell apenas estaba vestida, y corriendo me di la vuelta, poniéndome rojo. No quería ver nada que no fuera correcto, pero había notaod que Xell estaba mal.

 

- QUe le ha pasado mamá? - pregunté.

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Raizor, elfo doméstico de Sunar

 

El viejo elfo se dispuso llevar la caja que el amo Matt le ordenó cargar hasta el piso de las pociones. Pero antes recopiló los frascos de tinta que debía ir también en el piso de arriba. Allí él dejó en un aparador la caja mientras el joven amo le hablaba.

 

¿Descansar? – esa palabra era como un insulto. Raizor solo descansaba cuando dormía, si es que lograba hacerlo.

 

No le iba a decir nada al mago, así que esperó a que él bajara para entonces seguir acomodando los frasquitos en las repisas. De alguna forma, su ama, le dejó una nota con instrucciones por si le faltaba qué hacer cuando ella no estuviera.

 

Raizor no tenía conocimiento de lo que acontecía abajo y así siguió su labor hasta que ellos lo necesitarán. El amo Matt sabía que por el local rondaría el elfo, pero no que sus rondas serían para trabajar y no para buscar un rincón de descanso. Se concentró en estar atento cuando fuera necesario entrar en acción.

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