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Matt Blackner
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Sagitas rió con mi petición a Perenela de que se marchara para ponerse a salvo. me puse todo rojo, si, mi intención, mi instinto siempre era protegerles a todos, daba igual que fuera una sacerdotisa, un demonio o un muggle, siemrpe eu fueran cercanos a mi. Y eran mi familia...que había más cercano?

 

Debíamos ir a ayudar al fantasma, y fue Raizor quien nos dio la solución para avanzar. A veces pensábamos que eran solo compañeros, y nos olvidábamos de su gran poder, ya qeu la mayoría eran criaturas calladas y leales, serviciales, que preferían alejarse de los problemas de los magos.

 

Raizor obedecía a Sagitas, quien pensaba que dividirnos era la mejor opción par distraer a las sombras. Xell y ella eran sacerdotisas, y por tanto las mejores para ayudar al fantasma del espejo. Por eso Raizor se la llevó primero a la segunda planta, con un sonoro crack.

 

MIré a las chicas y suspiré. Me ponía nervioso dividirnos, qeu ellas fueran a ayudar al fantasma del espejo mientras que esperaba allá...dejando a merced de aquellos espíritus la decisión de dividirse o decidir seguir solo a uno de los grupos. ale, yo podía sentirlos y podría saber si se alejaban de nosotros en su busca o no, pero...

 

- Espera prima.

 

Como seguramente Raizor volvería a buscarle y Perenela y yo nos quedaríamos alli, corrí a buscar una caja, una que había visto con la organización de la tienda. la abrí y busqué, hasta dar con cuatro piedrecitas. Regresé con Perenela y Xell y tendí una piedra a mi hermana y dos a mi prima.

 

- Cuando veas a Sagitas, dale una. Guardadlas en el bolsillo, servirá para protegeros de las sombras.

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Raizor, elfo doméstico de Sunar

 

Fueron segundos los que pasaron desde la primera y la segunda planta del negocio. Allí se encontraba la matriarca de la familia Potter Black, y él seguía aguardando, alerta de no ver nada raro antes de dejarla sola y trasladar a otro de los amos con la pelivioleta.

 

- En seguida regreso, ama - le dijo desapareciendo en el acto.

 

Apareció con los amos Matt, Perenela y Xell. Ellos parecían como si estuvieran aún planeando algo para poder enfrentarse a los espirítus de las plantas. Esa clase de misión, la que le enconmendó la señorita Sunar, estaba resultando bastante cansona, ya que nunca se lograba saber qué pasaría a continuación.

 

- La ama espera - les dijo mirando que se guardaban algo, pero lo rehuió indagar porque no quería entrometerce mucho, para dejarlos actuar como ellos sabían.

 

Después de unos momentos, otro más se unía a él y se alistaban para desaparcer la segunda planta.

 

- ¿Será usted señorita Vladimir? - al ver a la rubia junto a él. Observó al amo Matt, le hacía señas que ella debía subir.

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  • 4 semanas más tarde...

Raizor había llevado a Sagitas a la planta superior, y luego había llevado con ella a Perenela Le había dado un poco de sal a mi hermana para que esparciera un poco en las rendijas, en las bases de escaleras o puertas, y si lo necesitaban, alrededor suyo o de Sagitas, para protegerse de los espíritus.

 

Yo me había quedado abajo. Atraía a los espíritus...no lo suficiente, pero al menos había pensado que los entretendría un poco, los distraería antes de reunirme con ellas. Eso les daria tiempo para arreglar algo, y si no...bueno, al menos, lo intentaría.

 

Mientras, Raizor se mantenía en la planta baja para evitar que nadie más subiese, atender los posibles clientes (si es qeu alguien entraba) y vigilar que la sal (el también había esparcido en la planta baja por orden mia) no rompiera las líneas alli.

 

- Bien, espíritus, venid a molestar un rato. - mascullé.

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Después de tanto tiempo por fin iba a visitar a sus tíos. Pero no sabía si ellos se encontraban allí, en especial en la planta baja. Casi siempre se hallaban ocupados con las demás plantas del negocio. Atender cada una debía ser muy complicado, en especial cuando los clientes requerían de varios de ellos. Bajar y subir varias veces, podía cansar al más fuerte.

 

Pero ese día la pelicastaña iba con unos tenis para ayudarles a buscar los pedidos de los posibles clientes. Y eso le recordó que aún no compraba nada en la tienda. Si bien no quería que le dieran artículos gratis, pensaba que su tía no se resistiría. Y por eso es que no pasaba por allí cuando muchas veces quería hacerlo. Y nada más pensar en las plantas superiores, quiso adquirir unos libros.

 

Cuando llegó abrió la puerta, la cual hizo un ruidito. Le pusieron campanilla desde su última visita. Entró, se quitó la capa. Sunar vestía ese día un vestido de algodón color amarillo dorado. Ni muy corto, ni muy largo, si mangas. Con unas botines de color tierra. Se halló con un lugar más arreglado que la vez anterior. Y sin preguntar, ya tenía al elfo Raizor cerca a ella.

 

- Vaya, si que te has quedado mucho tiempo por acá - comentó al verlo. - ¿Sabes dónde están mis tíos? - indagó con el elfo.

 

Le informó Raizor que los amos tenía cierto dilema en las plantas superiores, que él se encargaba de mantener la seguridad desde ese sitio por orden de su tío.

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OFF.-

 

Como me quiero ir a dormir y sólo hago puente a Sunar, dejo un rol ajeno a los que se hace, es que no tengo tiempo de leer y hacer un posteo siguiendo el rol. Perdón.

 

 

 

ON.-

 

La lechuza pió, no decidida a entrar en el lugar. Aquello olía a peligro y la lechuza era muy lista en ese tema, que ya tenía muchos años como repartidora de cartas mágicas. Estuvo dudando si entrar o no pero aquella misiva iba dirigida a uno de los miembros del local. No tenía más remedio que entrar, así que esperó a que la puerta se abriera y entró. PArecía vacío, aunque el ave "veía" el peligro que venía de arriba, seguramente de las plantas superiores. Entonces se dio cuenta que tenía el tiempo justo para dejarla en uno de los mostradores y huir antes que los seres malignos la descubrieran y se fueran a por ella.

 

Por tanto, dejó la nota y voló, voló, voló y se la pegó contra la puerta, ya que no le dio tiempo a que se abriera. Con el pico algo torcido pero salió volando en cuanto se abrieron las puertas.

 

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- A ver. ¿Qué clase de dilema? - preguntó la Potter Black cuando el elfo le comunicó que ellos se encontraban en las plantas superiores.

 

Raizor tuvo que contarle todo lo que él y sus tíos habían vivido desde que la mujer se fue. Solo obvio el tema de los clientes que entraron, esa parte no era relevante en el momento. Así que le pidió que no subiera, ya tenían bastante y no quería que le sucediera nada malo a la ama.

 

- ¡Ellos luchando contra espectros! - se asombró que allí hubiera algo como eso.

 

No era normal, pero qué podía hacer, ellos nunca dejaban de hacer nada emocionante. Si no eran demonios en la casa con viaje incluido al inframundo, lo era en los negocios con más rarezas.

 

- Bien, me quedaré tranquila. Aguardaré por si ellos necesita ayuda - comentó sentándose, necesitaba pensar en qué hacer porque de allí no se iba sin saber que sus tíos y prima, estuvieran a salvo.

 

A todo esto, y por más raro que pareciese, no se dio cuenta hasta escuchar el aleteo, que una lechuza ingresó cuando se abrió la puerta. No pasó tanto tiempo pero la conversación con el elfo le hizo olvidar la presencia del ave. Sunar vio como dejaba un sobre y se disponía a salir.

 

-Como pretende salir si no le abren - comentó Raizor revisando el sobre.

 

Mientras tanto la joven madre se apresuró, levantándose y corriendo, para abrirle y ver como se iba "contenta". Si que la lechuza tenía prisa. Luego se acercó ale elfo, y éste le enseñó. Una tarjeta con motivo navideño. Y esperaba que no hubiera nada que lamentar en estas fiestas, solo quería que su familia se cuidara de lo que enfrentaban.

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No quería que malinterpretaran mi risa, pero a veces o ríes o lloras, y es mejor reír que llorar, así que reí un poco hasta que Sagitas habló con el elfo para que nos llevara a la segunda planta. Raizor parecía dispuesto a llevarnos. Algo tan sencillo y tan fácil. No podíamos hacer magia, pero los elfos sí. ¿Cómo nos podíamos haber olvidado de eso?

 

- Pero yo quiero ir también - protesté porque el elfo se llevaba a mi tía pero nos dejaba abajo.

 

Matt fue a buscar piedras. ¿Otra vez piedras? Me producían mucho respeto porque no entendía bien su funcionamiento, aunque ya las había usado en otro lugar, también invocadas por él. Mi primo era muy sabio.

 

- Nos protegen de las sombras - repetía, sin saber bien lo que significaba.

 

El elfo volvió enseguida y dijo que Sagitas esperaba, si yo era la siguiente.

 

- Sí, sí, yo voy.

 

Y supongo que me llevó, porque ya no vi a Matt, quien se quedó solito abajo. Allá sólo estaban Sagitas y Perenela. Y el cuadro donde se veía al fantasma. Le saludé muy cortésmente.

 

- Hola. Feliz Navidad.

 

 

 

OFF: no estoy segura de si seguimos el rol, espero no haber metido la pata.

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En la mansión Vladimir, miraba mi equipo de pociones, al parecer faltaban algunos ingredientes esenciales y el caldero que ya había usado varias veces, estaba hecho una pena, había intentado limpiarlo con magia, pero los restos se habían quedado pegados cómo si fuese un fuerte pegamento. Así era imposible, así que decidí ir al callejón a comprar un nuevo equipo y quizá alguna cosilla más para mis propias investigaciones y comprobándolo de nuevo todo, vi que me faltaban bastantes pergaminos, ya que la mayoría estaban gastados o perforados.

 

Chasqueando en señal de disgusto, me dispuse a ir a desplazarme a una de las tiendas que tantas veces había escuchado pero que no había ido nunca. Así que en esa ocasión sería perfecta para echarle un vistazo y comprar materiales de buena calidad. No tenía ninguna de que ahí era de lo mejor.

 

Me levanté de la silla (ya que estaba en el escritorio) y con un movimiento de varita, hice que se abrieran las puertas del armario, con varios menos puse encima de la cama varias prendas para cambiarme. Al terminar, me puse un pantalón vaquero, una camiseta blanca con la insignia de la casa tritona a la que pertenecía, una chupa (cazadora) de cuero, y unas botas planas de piel de dragón negras.

 

Me puse en el cuello el medallón para avisar el peligro, además del monedero de piel de moke con unos cien galeones, y rogaba que fuese suficiente.

 

Después guardé la varita dentro de la chaqueta y girándome sobre mis talones, me aparecí en frente del negocio.

 

Éste tenía una cristalera y los rayos del sol de la tarde me habían recibido, con lo que me metí directamente del local para que no me afectasen, con voz potente pero clara, hablé:

 

-Em, ¿Hola? –Pregunté tímidamente- venía a comprar –esperaba que alguien me atendiese pronto, parecía que en la primera planta no había nadie.

 

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Subir a la segunda planta fue relativamente fácil. Lo difícil fue superar esos segundos de malestar que siempre sufría y conseguir que las sombras. Pero lo conseguí porque no sentí ningún ataque mientras me recobraba. Al abrir los ojos, vi el cuadro donde estaba el fantasma.

 

-- Un saludo, ente fantamasgórico -- le dije, con una leve sonrisa. -- Los malos espíritus deben de estar abajo, atacando a los que quedan, sin darse cuenta que estamos aquí.

 

Eso era cierto, supongo. El fantasma sonrió, parecía agradable. Además, su gusto por la ropa era muy elegante, su mano sostenía una lámpara de aceite. Lo miré, asombrada.

 

-- ¿Tú pegaste fuego a la torre de Astronomía?

 

-- Lo hice, tenía que destruir el objeto.

 

-- Y si lo hiciste, ¿por qué te persiguen aún las Sombras?

 

-- Porque si consiguen atraparlo antes de que lo queme, podrían quedarse con él y mi muerte no serviría para nada. -- Al notar que no lo entendía, se explicó: -- Estoy encerrado aquí por una especie de bucle temporal que tiene que ver con la antiquísima magia india, y un giratiempos estropeado. Ellas son sombras porque han que dado atrapadas sin definición. Están muertos y vivos a la vez.

 

Entendía... Jugar con la magia oscura a veces causaba malas pasadas.

 

-- ¿Cómo podemos ayudarte?

 

Xell interrumpió al fantasma, quien sonrió embobado a mi sobrina rubia. Sacó la mano a través del cuadro y di un paso atrás, recordando que mi hijo se había quemado con aquel contacto.

 

-- Toma mi anillo, muchacha. Destrúyelo en agua bendita. ¿Tienes alguna iglesia cerca? Mételo dentro. Se quemará y la maldición desaparecerá.

 

Avancé para tomar el anillo pero el fantasma me frenó.

 

-- Tú no. Ella.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Había saludado por pura cortesía, pero no me esperaba el giro de los acontecimientos. La tía Sagitas hablaba con el fantasma del cuadro, quien parecía muy amigable. Algo muy diferente a nuestro primer contacto, cuando sacó la mano del espejo y quemó mi piel. Parecía amable, hasta satisfecho porque le habíamos encontrado.

 

- ¡Oh, pobre hombre! Tu alma necesita descansar - susurré, cuando dijo que él había quemado la torre en la que había ardido.

 

Me horroricé al sentir que las Sombras eran entes atrapados en un uso indebido de la Magia. Matt era el jefe de Indebidos, tal vez pudiera arreglar el cuadro y sacar a las sombras. ¡Para llevarlas después a Azkabán, para pagar sus fechorías!

 

- ¿Yo?

 

¿Qué tenía yo que ver con aquel anillo? ¿Por qué yo? Yo no quería... Pero el fantasma negó a la tía y supe que tenía que hacerlo. Tuve miedo, ¿me quemaría de nuevo? La pomada antiquemaduras había quedado en la primera planta.

 

Me acerqué al cuadro, estiré la mano y rocé la de él. Era cálida, pero no me quemé. En unos instantes, su piel y mi piel se rozaron y él pasó un dedo por el dorso de la mía, como si la acariciara. Después le quité el anillo y el contacto desapareció. Ahora el anillo estaba frío.

 

- ¿Hay una iglesia cerca?

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