Ollivander's (MM)

[Ada Camille Dumbledore]

Estuve abstraída mirando aquel cuadro, me había fijado en la imagen de una pequeña niña de ojos purpura en los brazos de un hombre de brillantes ojos café, apenas si puse atención a las palabras de Sain.

 

- yo era muy pequeña cuando tiberius me adoptó, apenas tenía dos años cuando llegue a su casa.

 

Suspire mirando que mi tia Magenta sonreía mirándonos a todos, ella siempre habia sido muy dulce, tanto como una madre para mí.

 

- Ellos fueron muy buenos conmigo, pero la desgracia apareció y murieron... la unica que quedo fue mi tia Magenta, ella me enseñó el arte de las varitas y fue mi albacea gasta que fui mayor y pude encargarme de la tienda y las propiedades de los Ollivander.

 

Voltee a ver a Sain, su expresión me hacia notar que algo sucedía, seria acaso que habia visto el fantasma del tio abuelo Ollivander.

 

- perdona, cuando veo ese cuadro no puedo evitar divagar en mis recuerdos, encontró alguna cosa?

 

Pregunte curiosa, pues era mi alter ego quien veía al tio abuelo ollivander

[Joaquín Granger]

-Ha de ser un libro antiquísimo, Ari -Comenté con curiosidad, mientras me sentaba a su lado. No me imaginaba que historias habría leído Ariane en sus años de infancia. No podía recordar que libros leíamos los niños de aquel lugar que llamaban orfanato, posiblemente ninguno. Por eso años después leí los cuentos de Perrault y los Hermanos Grim, luego de haber sido adoptado y haber conseguido una educación de élite

 

Escuché lo que me comentaba de su vida, bastante movida últimamente al parecer. Me extrañaba un tanto lo que me contaba, quiero decir Hakoda ya había vuelto antes, y la vampiresa no se había visto obligada a irse de su castillo, cosa que en su momento también me había extrañado, pero como en aquel lugar en el que vivíamos todo era extraño, terminé por acostumbrarme. Tenía una curiosidad incontrolable. Quería saber todo y con detalles, a lo que se lo podría adjudicar a mi interés por la vida de mi querida amiga, y no podía negar que las novedades de cualquier índole -por no usar otra palabra que no sonaba nada caballerosa- me encantaban.

 

Estaba a punto de abrir la boca para conseguir más información, y opinar sobre su situación. Cuando llegó una voz desde alguna parte de la tienda que clamaba por mi socia. Sonreí con pesar, asentí y la dejé marcharse. Me tumbé en su sofá en cuanto se fue, imaginando mil posibilidades por las que ella haya tenido que irse de su hermoso castillo, mas ninguna parecía muy probable y no quería sacar conjeturas antes de conocer bien la historia. Me puse de pie y me dirigí a mi oficina, había trabajo que hacer.

 

 

Me senté frente al hermoso escritorio de roble, sobre el que esperaban un montón de papeles. Tomé mi pluma favorita y comencé a leer y firmar con la velocidad tan característica de los vampiros, leí una vez más para corroborar que todo estaba bien, y guardé aquellos papeles en su carpeta correspondiente. Abrí el archivero que ya estaba a estallar, casi diría que estaba más lleno de lo que estaba aquella mañana en cuando llegué.

 

Dejé la carpeta a un lado, con algo de irritación, por aquel atraso en el trabajo, que no se justificaba teniendo elfos, pero ni modo, siempre iba a ser mejor que lo hiciera yo. Con la misma velocidad con la que había leído y firmado las hojas hacía tan solo un momento, comencé a organizar las carpetas que había en el archivero. Pronto el archivero estaba vacío, y sobre el escritorio había varias torres de carpetas, una por cada mes de lo que llevábamos del año actual, otras 12 columnas del año pasado, que sirvieran de respaldo -para prevenir- y un montón enorme de carpetas, que a mi parecer, llevaban allí desde que abrimos la tienda, y cuyos datos estaban ya registrados en los libros de cuentas, por lo que ya no serviría de nada.

 

 

Guardé clasificando cada carpeta, y cerré con fuerza el último cajón, lleno de satisfacción por haber terminado aquel trabajo tan rápido como bien realizado. No había dudas, era un vago sin remedios, pudiendo trabajar así todos los días, prefería dejarme estar.

Una alegre sonrisa se había formado en mi rostro, que se transformó en una de malicia al pensar en la mejor forma de deshacerme de aquellos papeles tan inútiles. Aparecí mi varita, y apunté a los papeles, dispuesto a quemarlos con fuego colorido, para que fuera un tanto más divertido. Pero al ver la silueta que los papeles habían formado se me ocurrió algo mejor.

 

Con unos cuantos movimientos de varita, y unas palabras que había aprendido leyendo un libro, aquellos papeles se transformaron en un dragón de peluche. Rosa con motas violeta, aquel juguete tenía una cola que terminaba en un pompón del mismo color que el cuerpo y la larga cola enroscada, tenía un cuerpo muy relleno y suave, y un cuello largo. El juguete no estaba inerte, con fuerza agitó sus grandes y elegantes alas rosa, con las membranas simulando tul, de otra tonalidad de ese color. Aquella criatura se elevó unos centímetros del suelo, y cuando me acerqué a su cara, gruñó y me lanzó pompas, que al reventarse olían a fresa. Aquello había sido un éxito, debería convertirme en juguetero.

 

Lleno de emoción salí de mi oficina para mostrarle el juguete a la vampiresa, pero ella seguía atendiendo otros asuntos. Afiné el oído, y escuché un par de voces que provenían de la habitación de los Ollivander, como solía llamar al lugar donde mi socia guardaba objetos preciosos de su familia. Me extrañó que las voces provinieran de allí, ¿Que tendría que hacer un cliente ahí? Sin duda la respuesta la encontraría cuando estuviera allí, la curiosidad me podía. Seguí las voces en silencio, y sin hacer ningún ruido, observé como Ariane y el joven empleado del ministerio, Sain, observaban un cuadro.

[Akiza Ravenclaw H.]

Paseando por el Callejón Diagon, cosa que hace mucho tiempo, (casi años se podría mencionar), con ropas negras, una blusa muy ceñida al cuerpo que mostraba mis atributos de forma espectacular, una minifalda negra resaltando mi piernas que estaban recubiertas con botas de cuero negra, mi cabello caía por mi espalda liso recogido simplemente por una diadema negra que por el efecto de mi ropa mis ojos estaban destacando fuertemente. Vi un local que se me hacía conocido, miré el título, y recordé el negocio lo negociaba mi abue...suspiré y decidí entrar a ese lugar, ya que quería ver que era lo que pasó con mi madre, quería respuestas, y no sabía que fue que ocurrió, estaba un poco triste, ya que hace varios meses no aparecí en el mundo mágico y me descubrí estando en la tumba de mi madre...pero realmente ella sabía que pasó?, no lo sabía pero también quisiera hablar con ella a ver si tendré una pista...suspiré lentamente y entré al negocio.

 

Por lo visto el lugar no ha cambiado hace mucho, entré y apareció un eco fuerte por los tacos de mis botas, sonreí hace mucho tiempo que no tenía esa sensación que hacía con mis zapatos puestos. Sonreí y fui hacia la barra para ver que persona me iba a atender, aunque a la que quería muy fuerte era a mi abue...miré a mi alrededor, pese al ruido que hice no había nadie que atienda, así que al acercarme más al mostrador, toqué una pequeña campanita que estaba en el lugar. Esperé tranquilamente mientras hacía sonar una vez mis tacos... -¿Alguien está acá? Necesito hablar con Ariane.- dije en voz alta para ver si así llamaba la atención, luego de un momento miré en un espejo mi reflejo...dudé que mi abue me reconociera, pero esperaba que si lo hiciera...

[Ada Camille Dumbledore]

Estaba ensimismada en mis pensamientos, Sain actuaba extraño e imaginé que era por su trabajo, mi socio estaba cerca y apenas senti su presencia me sonreí. Me acerque por la espalda a Sain y le toque el hombro.

 

- No dudes en llamar si necesitas algo

 

Camine hacia fuera de la habitación hacia Joaquin, le di un suave beso en los labios y me rei

 

- No me espíes, no voy a traicionarte

 

Solte susurrando en su odio de forma burlona, conocía que su aprecio por mi le haria preocuparse por eso asi sabia aliviaria su tensión.

 

Escuche entonces una voz que me hizo saltar el corazón, mi nieta Akiza estaba en la tienda. Sin esperar su respuesta baje corriendo las escaleras y al verla, bastante cambiada por cierto no pude mas que ir a rodearla con un fuerte abrazo.

 

- Mi niña. .. tanto tiempo sin saber de ti... como estas preciosa

 

La aprete a mi cuerpo y bese su cabello, era mi pequeña, ya no tenía a su madre, que por motivos que desconocía se habia ido. Con mi mano tome su rostro para verla y suspire descubriendo los rasgos de su abuelo en ella. No podia evitar ese corrientazo en el pecho cuando algo me lo recordaba.

 

- Preciosa gracias por venir a verme

 

Mencione emocionada de verla de nuevo

[Akiza Ravenclaw H.]

Con una sonrisa en el rostro, vi cómo bajaba mi abue de las escaleras. Le di un abrazo cálido y las lágrimas brotaron de mis ojos. Era patético mi comportamiento ya que era una mortífaga y no podía mostrar nada de sentimiento hacia los demás...debía ser un ser oscuro sin sentimientos. Sin embargo la muerte de su madre le dolió bastante, y no obtenía la respuesta que necesitaba, se calmó un poco y limpiándose los ojos de la rabia que sentía por mostrarse débil, sus ojos se volvieron fríos, mirándola..

 

- Perdón...abue...no quería llorar de esa manera, ya sabes que no puedo mostrar mis sentimientos.- dije rotundamente.- vine acá para que me des respuesta...¿Qué pasó con mi mamá?- pregunté un poco desesperada, no sabía cual iba a ser la respuesta de su abue...esperaba que pronto se pueda curar de aquello porque en realidad le hacía daño...ya no quería cargar esa muerte...y así espero a su abue que contestara sus preguntas o al menos si sabía que pasó

[Kraven Von Alexandros]

Romiu Piusho

 

 

 

La creación de varitas era lo mio, cada vez que tenia entre mis manos una madera que albergaba ser una perfecta varita me encantaba, tener cada núcleo de magia poderosa a mi alcance y mas al unirlos se creaba una verdadera arma para el combate mágico, era para mi mi delicia interna. Si de igual manera no era muy bueno en duelos pero nunca rehuía de uno, y mas cuando había mucho de recompensa, pero lo mas que me complacía era ver como las usaban cada varita creada por mi como ese dia en que se la di aquella bruja una de mis creaciones. Esta perdidamente obsesionado con Rose, siempre me batía por el amor de ella en cada duelo, en cada día tratando le de demostrar mi amor con todo lo que se puede hacer, cartas, poesía, honor, aunque para ella solo existía el dinero y la pureza del cual yo carecía.

 

Ese día en el que regale una de mis creaciones me encontré con una bruja muy hermosa, tan asi que me quede abobado unos momentos, ese preciso día Rose me había despreciado una rosa y una invitación a cenar, había dicho que tenia muchos mejores asuntos que hacer que tener un flor con su nombre y cenando quien sabe que comida. Abatido camine por el callejón Diagon con la mirada cabizbaja y con aquella flor que le pensaba regalar a Rose, camine hasta detenerme por un alboroto ocasionado en un par de tiendas cercanas, me percate que en el lugar donde me detuve se vendían varitas, pero por el alboroto de rayos y gritos me alarme. De entre todo el caos que se ocasionaba una joven paso a mi lado chocando conmigo, era ella que al chocar caímos al suelo ella alarmada solo cogió una de mis creaciones que en ese momento llevaba conmigo, una varita color turquesa, ella probablemente había tenia consigo su varita porque sin darse cuenta tomo la mía presa de la confusión y se marcho veloz sin que pudiera reaccionar.

 

Ahora estando de pie frente al lugar donde ese dia chocamostenia su varita en mi mano esperando poder verla, entregársela pero seria una posibilidad entre la una y la eternidad de millones en contra, Solo me quedaba eso asi que mire y tente su varita pero con la firme convicción de solo entregársela, ella era dueña de esta varita y siendo un creador de varitas el dueño siempre guardaba con anhelo su propia varita, como si fuera su confidente

 

—No vendrá... de eso estoy seguro cual astro rey se coloca día tras día sobre el cielo azul.—

Editado 11 de Diciembre del 2014 por Kritzai

[Alexis Miller]

julie Mortinesco

¡Cuántas veces los hombres

son felices al borde de la muerte!

Quienes los vigilan lo llaman el último relámpago.

¿Puedo yo llamar a esto relámpago?

 

Huía de mi destino, huía de una cárcel más a la que me he sometido… que grandiosa libertad aquella que tienen los demás, esa de la cual se pueden gozar, regodear y actuar bajo sus propias condiciones, bajo su propio mandato de pensamientos, de ideales…

Pero esa no era yo, yo vivía un encierro difícil de entender, imposible de traspasar, mi padre, mi madre en su vida lasciva y ridículamente rica creían que tenían poder sobre mí y mis decisiones, sobre mi vida.

No paso mucho para que al crecer aquel encierro se volviera un lugar difícil de soportar, pero yo me negaba, de lo único que puedo disfrutar es de aquel pasatiempo que incluye muertes, por eso huía, aprovechando aquel momento perfecto en el que puedes inventar una excusa y correr.

Sin embargo la distracción que me caracteriza me vuelve est****a y no veo a quien tengo en frente cayendo de bruces al suelo encima suyo, y solo en ese instante supe que no había visto ojos como aquellos, que no había palpado la compañía si no estaba a su lado, supe que no había visto ojos tan perfectos, tan entregados… pero mi varita no estaba en mi mano y sin perder aquella mirada, tomo la que creo que es mi arma para avanzar… no vuelvo la mirada a él, no importan las cortesías, para mí no habían niveles sociales ni nada, ni intereses pero no puedo devolver la mirada a quien puede ser mi nuevo opresor, sin sospechar que esa persona me dio un tesoro, un tesoro que siempre espere encontrar en algún lugar de este mundo.

Pero me habían encontrado - Julie… - Gritaba mi mucama con una fuerza que no proviene de este mundo… - JULIE ¿Qué hacías con ese vago? - la mire de reojo, avanzando con ella quien se quedaba fija observando al hombre con el que me había topado y respondía - No importa que sea lo que sea... no importa el lugar donde mis pies caminen... yo no juzgo a las personas por lo que usan o por lo son... simplemente me dejo llevar por el destino…. Por cierto… ¿Por qué has venido a buscarme? –

Conocía tanto el semblante de mi mucama y ella el mío que ninguna comento nada al respecto, sobre quien era el joven que me había dejado con los pies en el aire... mi madre me buscaba, mi padre también y una fiesta aguardaba en la que cambiaría por completo la vida que he de tener.

Y al llegar a casa noté como una varita que no me correspondía yacía en mi mano... yo solo sonreí, observe el vacío y el silencio repentino y me devolví con varita en mano para llegar al callejón Diagon, donde lo vi a lo lejos y me acerque "No me pediste disculpas por robarme el corazón"... iba a decir... sin embargo solo me quede quieta observándolo hasta que nuestros ojos se encontraron.

[Ada Camille Dumbledore]

Definitivamente no me gustaba el clima frio, no era precisamente por el frío, sino por los tristes tonos grises de los que se pintaba el cielo. Prefería la primavera con sus colores alegres que derramaban vida por todos los lugares.

 

Esa era la razón por la que el vestido verde que azul rey que llevaba se salia de la paleta de colores. Amaba contrastar y aun mas llevar la contraria cuando no le agradaba algo.

 

Entro a la tienda, no sin antes detenerse frente al arbol genealógico al que acariciaba en recordación a su querida familia adoptiva. Ya era casibun ritual hacerlo, pero eso le aliviaba el alma.

 

Dentro de la tienda estaba cálido y el olor de la madera la absorbió deliciosamente. Fue directo al taller, se quito sus guantes de seda negros y los dejo a un lado, anhelaba ponerse a trabajar en una nueva varita.

[Joaquín Granger]

A pesar de que era un día gris, como los que ansiaba a diario, algo no iba bien aquel día. Desde que desperté tenía una extraña sensación. Me sentía vulnerable y hasta me atrevía a decir que estaba hipersensible al entorno; una imaginaria opresión en el pecho me había molestado aquella mañana y en mi mente parecían querer entrar fantasmas de mi pasado, haciéndome sentir irritable, solo para ocultar lo preocupado que me sentía.

 

Me detuve frente a la puerta del local y examiné un momento el retrato de mi hija. Pasé suavemente la yema de mis helados dedos y lo miré fijamente, como intentando hacer que me hablara y que quien me llamaba, si así se podía decir era ella. Pero ella no era. Una leve sonrisa de tranquilidad apareció en mi agotado rostro, al confirmar que mis dos hijos estaban bien y me dispuse a entrar en la tienda, cuyo interior era siempre el mismo.

 

Inspiré hondo y el olor a madera, a resina, a polvo y a años y años de magia metida en aquel lugar, se me hicieron insoportables. Había temido que eso que jamás me había pasado, me pasara. Me sentía como si de verdad tuviera 304 años y temía que mi aspecto lo delatara, por lo cual había preferido evitar el espejo. Toqué mi oreja en buscas de rastros de sangre, indicio de que un vampiro no había dormido, pero a su falta pude tranquilizarme un poco.

 

El ruido del taller fue un pequeño revitalizante, ahí estaba mi querida socia con una obra de arte. Eso siempre me había encantado, verla, porque mis varitas no reflejaban todo el esfuerzo que yo le ponía a esos trabajos artesanales. Además ella confirmaría que mi aspecto fuera el mismo de siempre. Una gabardina verde militar sobre un traje gris, una corbata de un verde suave y una camisa blanca y simple. Pasé mi mano por mi cabello como peinándolo y formando mi mejor sonrisa, fui hacia el taller.

 

-Hola, Ari preciosa. ¿Te interrumpo? -Pregunté al verla tan concentrada en su trabajo.

 

[Ada Camille Dumbledore]

La madera crujía suavemente en el torno mientras con dedicación la tallaba con presición dandole forma mas delicada a esa rama de cedro que había estado clamando el ser un magnífico instrumento mágico.

 

Suspire involuntariamente y me concentre en que los detalles quedarán lustrosos y bien definidos.

 

Escuche unos pasos acercándose y una sonrisita torcida se me asomo en el rostro. Cuando escuche la voz de mi socio no me voltee por unos momentos hasta que termine.

 

Al voltear lo mire con extrañeza, físicamente se veía igual, pero tenía una expresión diferente. Me acerque dejando la varita y le tome la mejilla.

 

- Te vez diferente. .. pasa algo?

 

Pregunte con algo de intriga.