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El Hipogrifo Asustado (MM)


Reena Vladimir
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Argentus y Sethy en el comedor

 

¡Por Merlín!

 

La corriente helada empezó a apoderarse de cada rincón del comedor. Algunos niños no le prestaron la atención, pensaba que Argi era malcriado, aunque si un poco. Los elfos miraron en son de reproche a Sethy.

 

Amito, deje de llorar por favor – le pidió mientras intentaba pasarle un vasito con agua.

 

Pero Argentus no quería. Sethy no le dejaba jugar con la nube del piso del vestíbulo. Y él quería hacerlo porque su mami no llegaba por él. ¿Por qué siempre le impedían divertirse? El pequeño Potter Black vio la oportunidad de salir de allí y se digirió a la entrada del recinto, mas el elfo volvió a detenerlo.

 

¡No!

 

Si antes era una pequeña corriente de aire frío, ahora ya no. Del techo una nube se transfiguró y de ella, la nieve comenzó a caer.

 

Abriguen a los niños – soltó el elfo porque sabía que eso no se iría tan rápido. Los demás seguían sin comprender lo que sucedía. – ¡Háganlo! – gritó Sethy.

 

Allí frente a la puerta, el niño miraba con su rostro rojo por el llanto al elfo que no le permitía salir a jugar. Si su madre estuviera, tal vez, la situación no hubiese empeorado tanto.

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Enrick W. Ryddleturn
Jefe de la Oficina para las Relaciones Ministeriales

 

- No tienes de qué pedirme perdón, Marietta. Yo hace más de un año y medio dejé de ser humano ante la mirada curiosa de todos los que conocen o están al tanto de mi condición inmortal. Los vampiros somos seres superiores ¿Sabes? Pero bueno, este tema no viene al caso ni tampoco quiero dialogarlo con vos, ya que mi labor aquí es otra - comentó el rubio con templanza, olvidándose por completo de la idea desquiciada de ponerse a beber alcohol en una guardería infantil. - Comprendo, elfina, comprendo. No tienes que ensancharte más de lo necesario si efectivamente no vislumbraste eso de las luces resplandecientes típicas de los partidarios a… “organizaciones ilícitas” tan bandoleras como la Marca Tenebrosa. Está más que sabido que la guerra de bandos mágicos culminó hace tiempo con la muerte de… “tú sabes quién”, pero también es de conocimiento popular que aquel incidente solamente logró acrecentar los ideales de los hechiceros - complementaba el Ryddleturn con el fin de que la sirvienta de la Potter Blue lograra calmar un tanto los nervios que la invadían. - Muy buena disposición con los mortales recién nacidos tiene usted, Marietta. Me alegra saber en este minuto que existen criaturas leales a sus convicciones - concluyó el ibérico sonriendo.

 

- Conozco la clínica “Santos Mangos”, Marietta. Le preguntaré a Sagitas en relación a las posibles lesiones del menor. Yo creo que por ahora… Es todo. Así que puede calmar sus arranques y recobrar la compostura para volver a la cocina; a ciencia cierta los pequeños ya tienen hambre y requieren de vuestro servicio. ¡Muchas gracias por su colaboración! Tengo esperanza de que este marañado confuso se desenrede pronto. Y bueno… vamos una vez más al vestíbulo. Necesito que le informe a la directora Potter Blue de que la esperaré allí para despedirme y hacerle las últimas preguntas ¿Está bien? - expresó el ojidorado mientras avanzaba por la estancia, cruzando el umbral hasta arribar una vez más a la antesala. - Fue un gusto, Marietta. Esperaré aquí a Sagitas… La nieve ya comienza a caer - se despidió de la noble elfina para luego quedarse mirando el ambiente exterior a través de un ventanal.

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Me estaba poniend malo, y por eso había tenido qeu salir un rato a despejarme. Entre el ataque y la investigación, iba a acabar por pasarme de la raya, y sabía que a Sagitas no le hacía falta eso. Asi qeu salí por la parte de atrás y regresé más tarde. Oía a los niños jugar, comer, bromear.

 

Argi estaba alli con los elfos de Sunar, pero el niño estaba triste. Sabía que echaba de menos a su madre, intentó irse y Sethy le retuvo, con lo cual el pequeño comenzo a llorar...

 

Y de ahi a la nieve. Entré a toda prisa y me acerqué a mi pequeño sobrino. Le limpié las lágrimas y lo abracé, consolándolo.

- Vamos Argi, no llores. Que te pasa? - pregunté.

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Argentus y Sethy en el comedor

Quero a mami – decía insistentemente a Sethy.

Por qué no lo comprendía? Su madre estaba con él, ella le dijo que volvería y que irían a cas a jugar. Ella no le faltaba a su promesa, y para rematar, él quería jugar. Aquel hombre se estaba divirtiendo con esa niebla y Argentus también lo deseaba.

Pero vio que alguien conocido lo abrazaba. Era tío Matt.

Quero ve a mami – le dijo sollozando como cuando quería algo. Su tío siempre lo trataba bien, él le permitía muchas cosas y posiblemente dejaría que Sethy dejara de molestarlo.

El elfo agachó la cabeza, se sentía muy mal porque no pudo controlar al niño.

Lo siento amo Matt, pero … usted sabe que… creo que mejor lo llevo a casa. No sabemos cuando veremos a la ama Sunar. – él sabía que de un momento a otro ella estaría con su hijo.

 

Conocía a la perfección los sucesos que se desarrollaban cuando un ataque de esos ocurría, la propia madre de Argentus le explicó, porque sabía que su vida no estaba a salvo mientras pertneciera ese grupo. Sin embargo, ella no lo dejaría. Sethy esperaba que un día se cansara, que volviera a su cabales y lo abandoraba.

 

Después de ese vil ataque, ella volvería, pero aún no lo hacía.

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OFF.-

Hasta ahora no leí que también querías hablar con Sagitas. Perdón por ello, Enrich, haberme avisado por PM que no lo había leído bien.


ON.-

Marietta no sabía como reaccionar. Ella creía que ya lo había dicho todo. Sentía los gritos de los niños y las carreras. Seguro que la necesitaban y ella estaba allá, sin poder hacer nada. Marietta era una elfina muy responsable. De repente, sintió frío. Juraría que entraba una corriente gélida por los resquicios de la puerta. ¿Es que estaría nevando por allá fuera? Tendrían que cerrar las ventanas. Aunque suponía que eso ya lo habrían hecho los otros elfos. Se retorció las manos. Se sentía nerviosa. No entendía eso de las luces resplandecientes pero la mención de la Marca Tenebrosa la asustó mucho. Eso era algo que sí conocía, pues ¿quién no había oído hablar de eso en el pueblo? Ojalá que nunca tuviera que verlos o se moriría sólo del susto.

 

-- ¿Eso es todo?

 

Marietta casi pegó un salto cuando sintió eso. Así que se inclinó muchas veces hacia él, despidiéndose con respeto.

 

-- Ha sido un placer ayudarle, señor; ahora mismo la aviso, señor; no tarda nada en venir, señor...

 

Y salió tan corriendo que resbaló en el suelo helado y fue, con los pies por delante, hasta la misma puerta de la cocina, donde la abrió con el ímpetu que llevaba.

 

-- ¡Demonios! -- se oyó gritar a la Directora Sagitas allá dentro. -- ¡Marietta! ¿Te has hecho daño?

 

Unos pasos indicaron que la mujer se acercaba.

 

-- ¿Quién ha helado...? ¡Argi! ¡Qué alguien busque al niño y mire qué le pasa para haber helado el suelo! Y recoger este hielo para que nadie resbale de nuevo. ¿Cómo?

 

Se sintieron cuchicheos de la elfina y la Directora, después pasos que se acercaban hacia la puerta de la clase. Sagitas abrió la puerta.

 

-- Buenas, perdone mis manchas de harina. Estaba haciendo pastelitos. Me ha dicho la elfina que ya han acabado de hablar y que quiere hacerme alguna consulta. Dígame, ¿en qué puedo ayudarle?

 

Y mientras hablaba, me secaba las manos con un trapo. Después esperé a que me contestara.

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Enrick W. Ryddleturn
Jefe de la Oficina para las Relaciones Ministeriales

 

- No te vayas a… resbalar - alcanzó a balbucear el Ryddleturn mientras se daba la media vuelta desde el ventanal por donde miraba el paisaje nevado del exterior, no pudiendo evitar sonreír ante la notable caída de la tímida elfina de la cocina de aquella guardería. Tal parecía que, algo o alguien, había congelado el piso intencionalmente con el propósito de que los demás dieran con el patinaje sobre hielo como su deporte favorito, pero la sirvienta no estaba organizada de buena manera con los implementos necesarios para esquiar; según Enrick un niño había tirado su copa de helado al estar con la maña de no querer alimentarse, ésa era una explicación más lógica y no salida de sus desquiciadas ideas extravagantes. Justamente como lo había dicho la amable Marietta, Sagitas no tardó demasiado tiempo en cruzar la puerta y arribar al vestíbulo con un trapo agraciado entre sus manos para secárselas. - Perdone mi intromisión, señora, pero debo hacerle una única pregunta para terminar con el protocolo de cateo y dar paso a las reparaciones - expresó el fornido auror, escuchando antes que la dueña del local se encontraba horneando pasteles, por lo que no le quitaría mayores minutos con sus indagaciones o los bizcochos se le quemarían en la puerta del horno y sus esfuerzos serían en vano.

 

- Me gustaría saber si alguien llevó a Argentus a “Santos Mangos” para constatar lesiones una vez que los elfos lo rescataron de los malhechores. Marietta me comentó que ustedes tienen un convenio con la clínica y que debido a eso, no acudieron con el menor a San Mungo. ¿Es eso cierto, señora Potter Blue? ¿Existe algún informe del estado de salud del hijo de Sunar? - dijo en absoluta serenidad, al mismo tiempo que su libreta y vuelapluma se alzaban en el espacio con el objetivo de tomar apuntes de las respuestas de la directora ministerial. Las manchas de harina causaban que el ibérico no parara de fijar sus ojos en ellas, ya que Sagitas parecía haber salido de un molino mismo, pues hasta sus cabellos violetas se teñían de blanco con todos los polvos de trigo que le daban una apariencia similar a la de una nena disfrazada de fantasma ante lo nebuloso de su semblante. - Sabe a lo que me refiero ¿Cierto? - cuestionó a la espera de las contestaciones de la comerciante de alta alcurnia mágica, mientras sus pies empezaban a dar ligeros pasos por la antesala contemplando los adornos infantiles que allí se encontraban otorgando un ambiente propicio.

Editado por Enrick W. Ryddleturn
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Permanecí en silencio mientras el funcionario me decía que una pregunta más y acabábamos, así podríamos iniciar ya la reparación del lugar. Suspiré y asentí, que preguntara lo que quisiera. Su pregunta me sorprendió y parpadeé, confusa.

 

-- Sé a lo que se refiere, claro...

 

Terminé de secarme las manos y me pasé la mano por el pelo, como siempre que hacía cuando algo me pillaba desprevenida. Las manos volvieron a salir blancas y sonreí, divertida. Vaya imagen de directora, seguro que parecía un muñeco de nieve. Me doblé por la cintura hasta el suelo y sacudí el pelo moviendo la cabeza como si fuera un perrito, levantando una nube blanca que se posó a mis pies. Después me incorporé de nuevo y sonreí de nuevo; ahora no parecería eso sino una desmelenada.

 

-- Sí, por supuesto que sé a lo que se refiere. Todos mis negocios tienen un acceso tramitado mediante la Red Flu hacia la Clínica Santos Mangos. No es que no me fíe de San Mungo, pero tengo mi propia clínica, así que ¿para qué usar los medios públicos si tengo privados más accesibles en mi despacho? La elfina contactó conmigo y llevé al niño a un control de seguridad. En caso de un accidente, la Guardería debe examinar los daños sufridos en nuestros niños. Y puedo decirle que Argentus no sufrió ningún daño. ¿Necesita la copia del informe de la clínica? Lo tengo en mi despacho.

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Argentus, Sethy y Matt en el Comedor.

 

El elfo trató de ayudar a los demás a limpiar. Aunque más que asear el área, era ir descongelando lo que se congeló cuando el niño se enojó con Sethy. Ya estaba acostumbrado a esos berrinches del amito, pero en un lugar público, con personas que pudiera salir heridos, no era bueno.

 

Si los niños terminaron, mejor llévenlos para que les lean algo y no estén aquí por si el amito Argentus vuelve a enojarse. – explicó el elfo a las elfinas que cuidaban a los demás niños y las de la cocina.

 

Casi todo tenía medio centímetro de hielo. Las mesas, sillas, paredes y anaqueles. Mucho el mobiliario del comedor quedó con esa fina capa de hielo. No era tan complicado dejarlo como nuevo, y seco. Así se quedó un buen rato.

 

Quero ve a mami – balbuceó Argi, cayendo en un sueño por tanto cansancio.

 

El peliazul se quedó dormido en los brazos de Matt. Cuando Sethy logró limpiar, se acercó al amo.

 

Creo que sería bueno llevarlo a una cama. Así cuando despierte la ama, ya podría estar con nosotros, no? – Sethy sabía que ella pronto vería a su hijo, más no estaba seguro si volvería. Lo más probable, llevaría al niño a casa.

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Enrick W. Ryddleturn
Jefe de la Oficina para las Relaciones Ministeriales

 

- Claro que me interesaría poseer una copia del informe de salud del pequeño. Siempre es bueno tener un respaldo de las cosas, Sagitas. Además que yo también sé ver ese tipo de cosas, pues fui mucho tiempo profesor de Primeros Auxilios en la Academia. Pero te rogaría que me lo envíes a través de una lechuza o de la misma Marietta a mi oficina en el Ministerio. No te quiero incomodar más con tu quehacer culinario y… también tengo muchas labores que hacer. Hemos estado con bastante trabajo en estos últimos días… meses inclusive; pero bueno, son gajes del oficio de ser uno de los aurors con mayor experiencia en el puesto - comentó el Ryddleturn, tratando de no lanzar una risotada con lo desmelenada que estaba la Potter Blue tras sacudirse el quintal de la harina que tenía sobre ella luego de hornear los bocadillos dulces para los niños. - Confío en que los problemas se solucionen pronto y… que San Mungo logre dar una epicrisis de medimagia aún más honesta con respecto a la evolución de Sunar posterior a la rehabilitación; ya que, a ciencia cierta, deben haber logrado revivirla sin mayores inconvenientes - agregó el hispano, esbozando una tenue sonrisa de medio lado mientras sus pasos se encontraban de frente con los de la dueña.

 

- Ha sido un gusto trabajar en tan grato ambiente, señora. Espero que los criminales que hicieron esto sean identificados y apresados como se debe. Azkabán va a volver a funcionar pronto, así que los malhechores deben temer a la justicia… Los atentados no quedarán impunes - expresó sereno el mago de blondos cabellos, tendiéndole su diestra a Sagitas con tal de que ésta se la estrechase minutos previos a marcharse definitivamente del kindergarten con la ánfora bajo el brazo zurdo, la cual debía llegar a revisar a la segunda planta para analizar los datos y las pruebas recogidas por las ondas de niebla nívea que desplegó en el vestíbulo anteriormente. - ¡Nos vemos pronto! Estaré a la espera del pergamino con el informe sanitario de Santos Mangos - finalizó con prontitud con un semblante lleno de satisfacción, girando a través del eje de sus tobillos para encaminarse hasta la puerta de salida de la estancia. Fue así que, con todo el material recaudado, el hijo de Katara se oriento por los estrechos pasillos del Callejón Diagón; arribando hasta uno que no poseía salida al trayecto central, sitio ideal en donde se envolvió de aquella extraña sensación de vacío que lo hizo esfumarse en un abrir y cerrar de ojos, trazando el destino cuyo nombre era el Ministerio de Magia.

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Escuché sus palabras casi sin pestañear.

 

-- Está bien, le acercaré una copia -- pero él la pedía a su oficina en el Ministerio; enarqué una ceja pero asentí. -- Por supuesto, le haré llegar la copia al MM, no se preocupe.

 

Sí, les suponía atareados, pues el ambiente de peligro que se respiraba en el pueblo era creciente y creía que ellos deberían estar investigando todos aquellos desastres. Con un poco de suerte, alguno caería en mis manos y podríamos trabajar en la restauración de los inmuebles.

 

-- ¿San Mungo? -- torcí un poco la boca ante su comentario. No era agradable escuchar que mi sobrina había sido asesinada. Al menos, en eso tenía razón, Sunar habría sido revivida y curada. Menos mal. Sabía de la buena calidad de los sanadores del local y eso me hacía sentirme un poco mejor.

 

Le acompañé hasta la salida, había que ser amable y también me interesaba verle maniobrar aquella ánfora extraña con la que había recogido las pruebas.

 

-- Para mí también ha sido un placer -- le contesté, tendiéndole la mano, esperando no tener restos de masa por ellas. Cuando desapareció aún permanecí un rato en la puerta y, después, me encaminé a mi despacho, en busca de aquel papelucho que debía remitirle para dar por acabado completamente la intervención de los aurores. Ya podía avisar a Amya para que viniera a la restauración.

 

Tomé un pos-it amarillo y escribí:

 

 

Nota para Babila:

Dile a Amya que ya pueden venir a restaurar la guardería, que me busque y le doy las indicaciones.

 

 

 

Después le hice un hechizo mágico para que apareciera en su mesa y se pegara en ella. Acabado el trabajo, suspiré. Tocaba a seguir con los pastelitos para los niños.

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