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Familia Granger


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―Dios, esto esta hecho un chiquero... Di... ¡Diffindo!

 

Apunto con la varita hacia la hierba crecida en exceso, y un buen corte irregular se formo en el jardin, lo suficiente para dar un rodeo a la mansion y entrar por la parte trasera. No esperaba que hubiera nadie en casa, y aunque habia visto casualmente a su tia Sophie en la Academia y la Fortaleza Oscura -la unica familiar con la que seguia en contacto propiamente tal- tampoco es que hablara mucho con ella. Ademas, los infimos momentos en que habia subido a su habitación en la Mansion Granger jamas se habia topado con alguien de la familia; al menos que el conociera, y tampoco queria que lo tomaran como un ladron por entrar asi como asi a su hogar, o algo por estilo.

 

Y es que habia pasado el tiempo para todos...

 

Cris se encamino y abrio una de las puertas de vidrio del jardin trasero, entrando directamente a la inmaculada cocina, que los elfos mantenian impecable justo lo contrario de las plantas. Apenas entró se percato que habia personas en el vestibulo, aunque no entendian que es lo que estaban diciendo. No le agradaba la idea de escuchar a escondidas, y si podia pasar desapercibido mejor, pero estaba seguro que al menos los elfos de sus tias ya sabrian que estaba allí apenas puso un pie dentro del perimetro de la familia.

―Oh... umm...

Se lo penso un momento y regreso un poco sobre sus pasos, dirigiendose a la terraza junto a la cocina. No hacia un mal dia, y aunque por fuera la Mansion se veia algo deprimente, al menos estaba tranquilo. Esperaria un rato y si se aburria, intentaria escalar al segundo piso. No es que no lo hubiera intentado en otra ocasion, pero tampoco era para tanto. Ya pensaria que hacer si se aburria, y tenia toda la tarde libre. Lo curioso era que lo primero que se le habia ocurrido era venir aquí cuando estaba tan agetreado, pero todos necesitamos un momento para desaparecer de vez en cuando, y estaba claro que ese era el suyo.

 

No soplaba nada de viento, pero pasados unos segundos volvio a entrar a la mansion. Se notaba que el invierno aun no acababa del todo, y atrapado en la cocina pensó que algo de te le ayudaria a pasar el rato. Agitó su varita por segunda vez y el agua hirvio tan rapido como si la hubiera dejado al fuego, cayendo dentro de una taza. Ahora lo complicado seria encontrar te, considerando que los elfos guardan todo donde fuera mas facil para ellos encontrarlo.

―Que amargo... murmuró unos minutos despues, asqueado del cafe que habia encontrado, lo unico a la vista que habia podido encontrar.

Se removio en la silla de la cocina, en el mismo puesto que ocupaba desde que tenia recuerdos, y se pregunto si quien fuera que estuviera en el vestibulo ya se abria marchado. No se escuchaba mucho, y su inicial actitud de hacer oidos sordos habia cambiado a una ligera curiosidad. Si fuera tia Luna seria genial, pero tampoco es que pudiera poner muchas esperanzas en ver a alguien, y funcionaba para ambos lados esa afirmación.

―Mas azucarpensó en voz alta tomando el azucarero y echando pequeñitas cucharadas a su tazon, mirando intercaladamente hacia la puerta que daba al vestibulo.

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Once evil, always evil


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Ah, Polito, ¿qué tal? Comenzaba a pensar que nadie estaba en casa ―Annick sonrió ante el montón de reverencias que hacía el elfo doméstico. Le agradeció por el té, y antes de tomar asiento colocó sobre la mesita las cajas de golosinas que llevaba para los gemelos.

 

Eneas miró a su alrededor buscando algo en lo que pudiera ayudar, pero Polo y Fredy mantenían todo en orden en el interior del hogar Granger. Murmuró algo sobre saludar a su otro camarada, y salió de la sala. Mientras tanto la pelirroja tomó la taza de té y le puso un poco de azúcar; revolvió la infusión y sorbió un trago justo antes de escuchar la voz de su prima.

 

―¿A caso esperabas a alguien más? ―preguntó dejando la taza de té también sobre la mesa. ―He estado bien, gracias ―deseaba darle la noticia de que estaba embarazada, pero había acordado con Elvis que lo darían a conocer a toda la familia durante una cena. ―¿Tú qué tal? Hace tiempo que no sabía nada de ti, ¿en dónde has estado?, ¿acaso tomaste unas largas vacaciones? Vine un par de veces y no te encontraba nunca en casa.

 

Se acercó a ella para saludarla como se debía, y le preguntó dónde estaban los niños. No se escuchaban ruidos como antaño, en los que de pronto podía escucharse la voz de Luna retumbando por toda la casa, o discusiones y risas entre otros miembros de la familia.

 

¿A caso ya nadie habita en esta casa?

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  • 1 mes más tarde...

La gran verja de la mansión estaba frente a mi. Desde aquel punto, aquella gran residencia se veía espléndida, el césped siempre tenía el largo perfecto, y sus grandes muros se veían como recién hechos; pero lejos de aquello, quienes vivíamos allí coincidíamos muy poco y por lo general, quien ponía un pie allí podría decir que tenía la mansión para uno. Sonreí pensando en que era uno de los grandes deseos de mi infancia, uno que ya había realizado hace años, pero que ya no lo quería seguir viviendo.

 

Crucé rápidamente el jardín delantero, a pesar de que ya se había ocultado el sol; había sido de esos días pesados en el trabajo, en los que me había comprometido a terminar todo y no dejar cosas atrasadas que me tuvieran loco a fin de mes. Me sentí tan muggle en aquel momento que quise sacar la varita y hacer algún encantamiento, para comprobar que seguía siendo un mago. Pero al final me encogí de hombros y entré abriendo la gran puerta blanca, que tantas exclamaciones me había sacado cuando la vi por primera vez, y que ahora no era más que una puerta.

 

Los elfos aparecieron y me reverenciaron como siempre, uno de ellos tomó mi abrigo, y el otro mi maletín y con otra reverencia se retiraron. Crucé del hall directo al living y me desplomé en el sofá. De pronto, inundado por un silencio poco común, extrañamente relajante y que parecía capaz de desconectarme de la realidad, cerré los ojos y a mi mente acudieron un montón de recuerdos, de aquellos momentos en los que estaba con la familia.

 

Recordé la expedición al sótano y el descubrimiento de una criatura que casi deja la casa en los cimientos, nadie podría decirlo ahora que ese tema se había acabado. Era verdad que cada uno tenía su vida y las diferentes actividades que nos mantenían separados, al fin y al cabo, si estuviéramos todos pegados sería horriblemente estresante. Solo había que imaginar tener a Valeskya provocando todo el día, al final uno de los dos terminaría muerto; en cambio, al vernos tan poco, el maltrato mutuo casi se vuelve afectivo.

 

Abrí los ojos y con un sonrisa miré todos los objetos que estaban allí, y al detenerme en el sofá en que estaba sentado, no pude contener una carcajada al recordar cuando, hacía años ya, habíamos sorprendido, Valeskya y yo, a Sophie con un acompañante, en una situación comprometida. Sonreí pensando que afortunadamente ni ella ni yo eramos niños pequeños que pudiéramos quedar traumatizados, aunque si nos reímos como niños que hacen una inocente travesura.

 

Mantuve aquella sonrisa y al ver el florero que estaba en una mesita en el hall, que se veía desde el lugar que estaba sentado, recordé cuando la explosiva de mi hermana había estrellado ese florero contra el piso, y dos veces. Había que reconocer que el florero estaba ubicado en un lugar peligroso si en la casa había una desquiciada que se desquitaba con lo primero que tuviera a la mano. Haría ese florero indestructible, solo para fastidiar a la ojivioleta cuando intentara romperlo una tercera vez.

 

Aquel lugar estaba lleno de recuerdos, esos que hacían poner a uno emotivo, algo que detestaba, me mostraba demasiado... humano.Sentí suaves y rápidos pasitos y una sombra pequeña que se proyectaba, y Seishiro apareció en el living sosteniendo su vaso preferido. Era increíble pensar que estaba cerca de cumplir 3 años, y cuanto había crecido en todos estos años, aunque siempre sería mi pequeño, ese que me había convertido en un blandito; aunque no podría enojarme con Él por eso.

 

-Hola pequeñito -Saludé mientras lo abrazaba- ¿Estuviste jugando? -Pregunté, aunque era callado, simplemente asintió y buscó los juguetes que tenía por allí.

 

Kraven apareció de un momento para otro con una copa que contenía un espeso líquido rojo y que olía especialmente delicioso. Aquello era lo que necesitaba para volver a ser quien era y dejar mi estado pensativo. El elfo se fue, y el pequeño rubio me alcanzó uno de sus juguetes. No estaba seguro que era aquello, ni lo que hacía, pero como todo buen improvisador, me senté en el suelo y comencé a hacer ruidos extraños, que hacían reír al demonio. Bebí un sorbo de la copa, y la volví a dejar en la mesa de café.

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  • 3 meses más tarde...

Ahora que había dejado la Marca Tenebrosa, la rubia pensó que era el momento de dejar de camuflajear su estancia en la mansión, después de todo, ya nada la obligaba a pelear con nadie ni por nadie, podía simplemente hacer que su elfina transportara a sus hijos y que su elfo la sacase a ella. A pesar de no pertenecer mas a ellos, tampoco era pro plumifera, solo había dejado la marca porque necesitaba descanso. Llamo a sus gemelos y les dio permiso de correr por la casa, ya no habria mas hechizos de silencio para que sus voces infantiles no irrumpiesen el silencio y lanzaran la voz de alarma, sobre su presencia.

 

Mientras los vio alejarse hacia los jardines, la auror lanzo un viento hacia todos lados que saco el olor a guardado que tenia la casa. La habían descuidado así a propósito para que pareciera que no estaba habitada.Pronto se encontro en el sofa de la sala viendo por los ventanales, como los precisos vampimonios sonreian y corrian sin parar.

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  • 3 semanas más tarde...

El aire agitaba con suavidad las hojas de los árboles, a lo lejos se podían escuchar suaves murmullos, no sabía si era producto de su imaginación o simplemente era provocado por el hecho de que en la calle no había ni un alma que hiciera compañía a aquella silueta que llevaba un par de minutos que había aparecido. Esa sensación era la misma que las última veces que había estado allí: todo empezaba por el temor, el hecho de pensar qué es lo que sucedería una vez que llegara a su destino, de ahí pasaría a la nostalgia, provocada por los recuerdos y al final sería la ira, por haber sido tan tonta de haber vuelto una vez más.

 

Pero el final siempre había resultado el mismo: su partida resultaba inminente, se iría a vivir a algún lugar, se aburriría y el ciclo se repetía. Solo que esta vez había perdido la cuenta del tiempo que había pasado desde la última vez que había estado allí. “¿Meses? ¿Años?” Se preguntó la pelinegra, al paso que se decidía y comenzaba a caminar por Ottery. El aire agitaba su túnica negra, la cual estaba bordada con un hilo dorado tan fino, que apenas se notaba; un broche plateado con forma de estrella, era el que evitaba que su fina prenda saliera volando (?); una pequeña ráfaga agitó su cabellera, alborotándola levemente.

 

Las calles empedradas seguían dándole molestias, sobre todo en momentos como ése, en el que casi tenía que maniobrar con sus altos tacones para no caer. Era de noche y el frío comenzaba a hacerse más intenso, las grandes mansiones de Ottery lucían imponentes, tal parecía que cada familia hacía todo lo posible para que sus hogares se mostraran espléndidas: grandes y verdes jardines, algunas lucían espectaculares fuentes y otras parecían haber sido construidas recientemente. En las calles solo estaban iluminadas por faroles, aunque algunos se encontraban apagados en ciertas zonas en las que solo la luna podía mostrar su pálido brillo.

 

La Granger no sabía con exactitud qué era lo que encontraría, de lo único que estaba segura es que había cambiado mucho, en su mirada podía notarse algo de lo que antiguamente era antes de que todo sucediera; parecía que al fin, después de tanto tiempo, había encontrado algo de paz. Se detuvo en seco y parpadeó varias veces antes de comprobar que aquella mansión era su antiguo hogar.

 

- ¿Pero qué rayos sucedió aquí? – Exclamó la ojivioleta, mientras su mano se sujetaba al portón principal. Trató de que sus pensamientos no la traicionaran al imaginarse lo peor. - Tienes que calmarte y pensar todo fríamente – Dijo una vez más para sí misma, mientras comenzaba a hacerse teorías de lo que había pasado ahí.

 

La mansión parecía totalmente deshabitada, sin embargo pareció notar que había luz en su interior. Recordó de sus últimas sospechas acerca de su prima, pero no parecía algo concreto que apoyara a los mortífagos; ”¿Será todo esto una forma de protegerse?”, pensó la joven, que finalmente entraba a la mansión. Un molesto chirrido apareció, lo que provocó que diera un portazo más fuerte de lo esperado; instintivamente sacó su varita, aunque tenía el presentimiento de que no sería necesario, pues si hubiera algo peligroso, era seguro que el golpe del portón principal hubiera sido suficiente para alertar a todos y ser el blanco de atacantes.

 

Mientras se acercaba a la entrada de la mansión, parecía que los murmullos se hacían cada vez más cercanos. Todo parecía indicar que eran unos niños que parecían divertirse; esto provocó que la Granger soltara una media sonrisa mientras se preguntaba de quién podrían ser. ”Sophie o Joaco sin duda” dijo para sus adentros mientras que con un movimiento de su varita provocaba que la puerta de madera que alguna vez había sido hermosa, se abriera lentamente…

Editado por Valeskya Granger

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El sol había caído hacía unas dos horas, y hacía dos horas me había despertado de un buen sueño diurno. Ya me había alimentado, de mi reserva de sangre. Aquel día había sido sangre inglesa humana, con una dieta vegetariana, tenía un sabor, limpio, o tan limpio como se podía aquellos días; y una ligereza que indicaba que había llevado una vida sin presiones, ni preocupaciones. Esa sangre había sido como una revitalizaste y refrescante bebida de verano, aunque estaba a temperatura ambiente.

 

Seishiro se había despertado justo cuando terminaba mi comida, y era su turno. Fue algo rápido, el niño estaba majadero y se negaba a comer, crispando mis nervios, encargándose de tirar la comida por todos lados como si no supiera usar su tenedor. Sus gustos eran cada vez más marcados en cuanto a su raza. Su carne le gustaba cada vez menos cocida, y sus ojitos cambiantes parecían beberse toda la sangre con la que yo me alimentaba, pero aún era muy pequeño como para tener su primera víctima...

 

Como ya era costumbre luego de que comiera unos trozos de carne, y tirara el resto en el piso, en la mesa y por el resto del comedor, y llorara de rabia por no haber podido romper el plato para hacerme enojar; lo tomé a la fuerza, mientra empujaba con fuerza mi pecho para intentar soltarse de mis brazos. Al tiempo que yo hacía esfuerzos sobrehumanos por mantenerme callado, con los colmillos ocultos, y no caer en su juego, pero cada día me costaba más.

 

Otra de las actividades que se habían vuelto rutina en el ultimo tiempo, era el baño después de comer. Para esas alturas ya estaba a punto de estallar. En algunas oportunidades el chico olvidaba su enojo y se divertía con los juguetes que tenía en la bañera. Pero aquel día no había sido uno de esos, el niño había empeñado en hacerme enfurecer, y había estado a punto de conseguirlo, tirando más agua de la normal fuera de la tina, retorciéndose para que no lo tocara, lloriqueando, y arrojando con fuerza todo lo que llegara a sus manitas.

 

Ya vestido con ropa cómoda y fresca lo deposité con sus juguetes y dejé que se entretuviera solo, rompiendo tanto como quisiera, mientras fuera mi turno de ducharme. Me tardé mi buen rato bajo el agua, sacando todas mis tensiones. Me puse mi bata verde, y me asomé a la ventana abierta donde una brisa veraniega sacudió mi cabello, y se sentían las risas de los pequeños vampiros de Sophie que tornaban a la mansión un aire más alegre. Di vuelta la cabeza para ver al rubio pero soltó un chillido ofendido y apretando los dientes volví la cabeza hacia el hermoso paisaje nocturno.

 

Aquellos celos estaban superándome, y si no podía hacerle entender por las buenas que él no dejaba de importarme por más que tuviera otra hija, lo entendería por las malas, siempre y cuando ella acudiera. Me apresuré hacia mi escritorio, y tomé una pluma y pergamino; no sin antes pensar en unas cuantas palabras que aplastaran mi orgullo y me hicieran ver como un incapaz, pero era la única forma en que podría conseguir algo de esa perra. Era increíble que pudiera decir eso de mi hermanita, quien alguna vez fuera la persona más dulce sobre la faz de la tierra.

 

Ya iba escribiendo el inicio, con un: "Esta situación me supera, y tu eres evidentemente mejor para estos casos..." cuando un chirrido del desastroso portón del frente me alertó. Corrí hacia la ventana y al llegar una sonrisa se formó en mi cara. Solo vi una figura encapuchada acercándose con el sonoro repiqueteo de unos tacones, pero yo estaba seguro que era la persona a la que estaba escribiendo. ¿Qué estaría haciendo allí? Eso no lo sabría nunca, ella no era de las que daba explicaciones, y si las daba, seguro me mentía.

 

Me alejé de la ventana y en unos segundos un ya me había vestido. Pantalones a rayas grises de la tela más fresca que encontré y una camisa de manga corta negra y un chaleco a juego con los pantalones, y unos zapatos negros. Algunos llamarían a ese atuendo, "pinta para un funeral", yo lo llamaba, "Inglaterra 1800" Quizás la ropa en sí fuera de esa época; no lograba adaptarme a las tendencias modernas, era lo único que envidiaba de otros vampiros.

 

Bajé por las escaleras, y me detuve justo frente a la puerta cuando pelinegra abría con su varita la puerta blanca, o que en algún momento había sido perfectamente blanca. Pensaba que si la sorprendía quizás le daba un infarto, pero para eso había que estar viva, y fallaríamos con eso. Lo más seguro sería un puñetazo a la cara, eso era, eso se ajustaba bien a la joven que hacía años tenía veinte y poco. La perta se abrió y reveló un ente negro, que de no ser por sentir los tacos desde hacía rato habría asegurado que era una túnica flotante.

 

-¡Mira lo que nos trae el viento veraniego! ¡Nada más y nada menos que a Valeskya Granger! -sonreí burlón y la miré de abajo hacia arriba-. Y pensar que cuando te conocí, en aquel bar lleno de gente, usabas una playera, jeans y unos tenis, jamás habría dicho que sabías lo que era un tacón, uno nunca deja de sorprenderse. -Reí, y justo antes de que pudiera ponerme serio y preguntarle como había estado un chillido ensordecedor llegó desde arriba. Cerré los ojos apreté la mandíbula y cuando los volví a abrir ya no había diversión en mi cara-. Necesito tu ayuda.

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La Granger hizo una mueca de desaprobación al escuchar el chirrido de la puerta que hacía al abrirse: - ¡Rayos!- Exclamó molesta, olvidándose por completo de que probablemente en la mansión hubieran personas no deseadas y delatarse de esa forma podría significar una muerte segura, pero había algo más que importaba en ese momento para ella: - ¿Acaso nadie se ha tomado la molestia de tratar de hacer esto un hogar decente? –. Estaba segura que alguna razón habría para que todo luciera así y quería escucharla en ese momento, pero primero tendría que encontrar a alguien de la familia con vida (?).

 

No había terminado de decir eso, cuando una voz inconfundible se acercaba hacia ella; la ojivioleta bajó su varita y se irguió mientras se quitaba la capucha que cubría su rostro. Con sus delicadas manos pálidas acomodó su lacio cabello negro, el cual lucía inusualmente brillante; se quitó la túnica, mostrando un pantalón negro ajustado y una blusa de tirantes, también del mismo color. Con la mirada buscó un perchero, había perdido la costumbre de llamar a su elfa para todo, de hecho lo último que recordaba de ella, es que le había pedido que se marchara y que cuando la necesitara nuevamente volvería a llamarla.

 

Las continuas burlas por parte de su hermano, la irritaban siempre; parecía que cada vez que se veían, terminaban peleando por alguna tontería, cosa que no sucedía en el pasado… sin embargo, era inevitable no poder tenerle cariño, al final de cuentas era parte de la poca familia que le quedaba. Tenía mucho tiempo sin saber de él, pero tampoco había hecho el intento de comunicarse, pues sabía que Joaco podría arreglárselas solo y sin ayuda de nadie… por lo menos eso creyó hasta en ese instante que lo veía. A pesar de que se mostraba tan antipático igual que las últimas veces, podía notarlo más ¿tenso?

 

- ¿Acaso importa el hecho de que me vista diferente? – Fue la respuesta por parte de la Granger, ante el comentario acerca de su vestimenta. - Da igual como me vea, de todas formas sigo siendo la misma... Para tu desgracia- Exclamó lentamente, saboreando el efecto de cada una de sus palabras. - ¿Esa es tu forma de darme la bienvenida? En serio eres un antipático.- Dicho esto, la pelinegra azotó la puerta principal, dio un par de pasos para aventar su túnica a la mesita más cercana. - Debido a que al parecer no tenías la intención de invitarme a pasar a MI casa… -

 

Su mirada violácea recorrió rápidamente alrededor: todo lucía impecable, nada que ver con el aspecto horroroso que tenía la mansión en el exterior. La risa de su hermano se vio opacada por un chillido ensordecedor proveniente desde algunos de los cuartos; la expresión que el Granger puso, daba respuesta a las sospechas de la joven; no parecía que le estuviera yendo muy bien y antes de que pudiera preguntar qué era lo que sucedía, las palabras de su hermano llegaron solas: necesitaba su ayuda. Había quedado pasmada con la respuesta, pero se recuperó rápidamente y empezó a reírse como si nunca antes lo había hecho.

 

- ¿Disculpa? ¿Acabo de escuchar bien? – Las palabras de la joven salía entrecortadas, la risa no la dejaba articular palabra. Le tomó un buen rato poder recuperarse, se llevó la mano al abdomen, como si de verdad hubiera dolor alguno provocada por tanta risa. - En verdad Joaco, eres taaaan divertido a veces ¿Te has cansado de jugar a la familia feliz? - Era inevitable todo eso, tenía que aprovechar el momento para poder divertirse un rato; parecía que molestar a su hermano, era un acto natural en la Granger.- ¡Por favor! De todas las personas que conoces ¿tenías que decirme a mí? Parece que no sabes qué tan mala madre puedo llegar a ser. –

 

Dicho esto, se dirigió a las escaleras y comenzó a subirlas lentamente, esperando que el chico de ojos azules la siguiera; la ojivioleta no tenía ni la más remota idea en qué aprietos se había metido su hermano esta vez, pero parecía que el hijo que le había dejado Sil estaba dándole más molestias de las que se podrían considerar normales. Ella tenía una hija y sin embargo, nunca se había podido portar a la altura de lo que requería para ser una buena madre y siempre la había dejado a su suerte; al final Valeskya ya se había resignado a que ante eso ya no había remedio.

 

- Y bien hermanito…- Exclamó la joven con un suspiro. - ¿Qué es tan preocupante como para que acudas a mí antes de cualquier otra persona?-

Editado por Valeskya Granger

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Si yo había creído que mi atuendo era lúgubre fue solo hasta ver que no solo la túnica de Valeskya era tan negra como su alma y su cabello, que brillaba de limpio, al menos con eso sabía que donde fuera que la Granger residiera, tenía acceso a agua y shampoo. Aunque una parte de mi ser, bastante desagradable debía decirlo, no dejaba de preguntarse si se había lavado su cabello tan solo para visitar a la familia, y hasta lo consideraba sospechoso. Lo negué mentalmente justificando que Ella era un tanto salvaje pero tampoco como para no bañarse.

 

 

Luego de que adjudicara el tema del baño a lo cansado que me tenía aquella tarea con el pequeño Seishiro, quité mi vista de su cabello y levanté una ceja. ¿Estaría haciéndose la tonta al buscar un perchero? Tenía un armario para los abrigos justo frente a su pequeña nariz, ella había sido una de las que lo había mandado construir, con mis pocos ánimos aquello habría sido más motivo de pelea; yo podría decir que tenía tan poca materia gris que no recordaría donde estaba su habitación, y justo antes de que subiera llamaría su atención y abriría la puerta del pequeño armario, solo para ridiculizarla. Aquello era sumamente tentador... pero si quería su ayuda, debía controlarme.

-La misma Valeskya querrás decir, Lunita no era así, -y aunque la extrañaba, a la que necesitaba aquella noche era a Valeskya. Escuché los reproches sobre la bienvenida, y tuve que hacer más esfuerzos sobrehumanos para no arrancarle la cabeza. Nunca conformaba aquella mujer-. A ti no te gustan los abrazos, pero si con uno vas a dejar el quejadero me sacrificaré. -Me acerqué rápidamente la estreché con fuerza y besé su cabeza,- date por servida, porque no esperarás que te invite a entrar a tu propia casa, eso no existe ¿Acaso estás drogada o algo? -Aquella pregunta había sido más en serio de lo que mi tono sugería.

 

Apreté mis mandíbulas y cerré los puños con tanta fuerza que creí que me haría daño. Desvié la vista mientras dejaba que la exagerada de mi hermana riera y riera y se doblara como si ella pudiera sentir dolor. Mi vista se posó en la mesita en el descanso de la escalera, que en otro entonces tenía sobre ella un jarrón que mi perra hermana me había arrojado, pero había fallado. Si siguiera allí, seguro que yo le habría atinado en su cabeza de muñeca de porcelana, y no solo por su tes...

 

-Escuchaste perfectamente bien, Val, tesoro mio, -dije con una voz cargada de falsa dulzura- yo, Joaquín Granger, necesito tu ayuda. -Había preferido obviar la parte de la familia feliz, aunque ante tanta presión mis colmillos no habían podido mantenerse ocultos y quería arrancarle la cabeza de la forma más lenta y sangrienta posible, y a pesar de eso, no dejaba de sentirme mal, al tener esos deseos sobre mi hermanita, a la cual, a pesar de todo quería. Ya me cobraría cada sarcasmo, letra por letra, luego de que me ayudara-. Pero déjame corregirte algo, yo no hubiera dicho <<...que tan mala madre puedo llegar a ser>> -imitando burlonamente su voz- sino <<que tan mala madre soy>> eso es mucho más fiel a la realidad -Finalicé con una colmilluda sonrisa de inocencia.

 

 

Como era costumbre de la joven de ojos violetas, comenzó a subir las escaleras, sin siquiera saber a dónde tenía que ir; aquella actitud siempre me había molestado. La seguí y más que eso usé mi velocidad, para pararme frente a ella y bloquearle el paso,antes de que se metiera en cualquier lugar. Sin dirigirle la palabra, dejé que me siguiera hacia la estatua que hacía las de puerta en mi cuarto, y que me hacía sentir est****o, puesto que era el único en la mansión que la tenía, aunque era un bonito adorno.

 

-No te andaré con vueltas hermana -dije con una expresión un tanto sombría- Seishiro, ha estado intratable desde hace al menos dos meses, y la razón es que está celoso, porque tiene una hermanita menor... Felicidades Valeskya, hace un año y casi 8 meses que eres tía. Ahora vayamos al punto, -dije rápidamente- Necesito que, como eres alguien muy... directa, y no tienes muchos miramientos, -<<una perra, estoy usando mucho ese adjetivo, pero le encaja perfecto.>>- Quiero que intentes hacer entender a Seishiro que no voy a dejar de ser su padre ni de quererlo tanto como antes, porque ahora tenga una hija, usa todo lo que creas conveniente, pero que no se te vaya la mano, o no tendrás lugar en el mundo para esconderte, no soy tan pacífico como puedo parecer en la familia

 

No esperé su respuesta, me di la vuelta, susurré al hipogrifo de piedra la clave, que se deslizó a la derecha, dejando al descubierto una entrada a mi habitación, y dejé que pasara la "dama" primero. La estatua volvió a su lugar, y sin decir una palabra, le señalé a la ex Lunita, el rastro de felpa de osos que debía seguir hasta su objetivo chiquito y rubio, que destrozaba cosas en su colorida habitación continua a la mía. Me paré bajo el arco que separaba ambas recamaras, y en cuanto me vio, el niño soltó un agudo chillido de rabia.

 

-Encárgate -le susurré a la joven- ambos somos sus padrinos, nombrados por la mismísima, Sil. Cumple con tu trabajo, con la voluntad de Silverlyn. -Fuera aquella de pelo negro Luna o no, Sil era Sil, y era lo que me daba más seguridad de que lo intentaría con seriedad.

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Mientras subía las escaleras, trataba de asimilar lo extraño que tenía esa situación. A pesar de que intentaba controlar sus palabras, Joaco parecía tener todo, menos tranquilidad; el simple hecho de que no acabaran agarrándose a golpes, ante toda esa conversación que más bien parecía una guerra de indirectas, podía indicar la gravedad de la situación. ”¿Qué rayos fue todo eso de Valeskya y Lunita? ¡Qué absurdo!” Dijo la joven para sus adentros, mientras pensaba que al parecer todos habían asimilado la partida de Luna, menos su hermano.

 

A pesar de todo, disfrutaba el hecho de que sus palabras habían tenido el efecto deseado en el Granger: para la pelinegra no había pasado desapercibido el hecho de que si las miradas mataran, ella seguro ya estaría en un lugar parecido al infierno. El peor defecto de Joaco, y probablemente también de ella, que no podían disimular lo que sentían; ya fuera con hechos o con palabras, no podían esconder el hecho de estar furiosos, felices, en desacuerdo con algo; ”intensos” susurró una voz en una parte alejada de su mente. Finalmente, el había podido desquitar parte de su rabia, al hacer hincapié en lo que se refería a que en la actualidad seguía siendo una mala madre.

 

Sus pasos se vieron interrumpidos ante la intervención del joven de ojos azules, y pudo notar la tensión que emanaba su presencia; ”podría poner de mal humor a cualquiera con esa cara”, pensó la joven divertida. A pesar de todos los malos pensamientos que su hermano podía tener acerca de ella, aún le tenía algo de estima, lo suficiente como para tolerar esa actitud de falsa dulzura que tanto le molestaba de él. Un breve silencio acompañó a los jóvenes mientras se dirigían a la habitación del joven.

 

- ¿Qué clase de adorno est****o es ese? – No podía callar ante algo que era demasiado notorio. - ¿Estás de acuerdo que esta es una casa y no una fortaleza? En fin, cada quien con sus gustos… y estatuas.- Dijo la Granger secamente, mientras su hermoso rostro mostraba cierta incredulidad. Su comentario quedó ahogado con lo que Joaco le dijo a continuación, con un tono que indicaba que iba demasiado enserio, aunque quizás no empezó con la forma correcta, pues había tocado uno de los temas que más le molestaban a la joven: el niño rubio que él cuidaba.

 

No dijo nada, solo escuchó lo que su hermano tenía que decir; antes de que pudiera responder, la horrible estatua se deslizó, dejando ver la habitación; la ojivioleta había dejado de divertirse, sobre todo al ver el rastro de destrucción que el niño había dejado, al parecer ocasionado por alguna rabieta que parecía ser de lo más común, a juzgar por la expresión del Granger. No pudo evitar lanzar una mirada asesina a su hermana, al mencionar el nombre de su amiga y el hecho de recordarle que era madrina del bebé rubio:

 

- Esa manía tuya de meterte en problemas innecesarios… ¿Y dices que SOY una mala madre? Disculpa, pero tú no te quedas atrás. – Puso una mano en la cintura y con la otra apuntó al pecho del ojiazul, quien se encontraba en el arco de la puerta. - Ahora resulta que me largo por un tiempo y cuando regreso, me dices que tienes otra hija ¿Y quién se supone que es la madre? – Reprimió el impulso de decirle si era alguna ahijada o había alguna situación similar, pues no lo consideró prudente. - ¿TE QUIERES CALLAR SEISHIRO? –

 

Su mirada violácea se dirigió al niño que se encontraba chillando, el tono de su voz había sonado autoritario, lo suficiente para demostrar que no era una dulce petición lo que había hecho. Evidentemente, había callado al pequeño, quien le devolvía la mirada, que era entre asustada y un tanto desafiante; la Granger desvió la mirada hacia Joaco, cargada de odio ¿cómo era posible que terminara en un problema como ese?

 

- Y antes de que intentes decirme cuáles son mis obligaciones como madrina o quieras ordenarme acerca de lo que debo de hacer, entérate de una cosa… Seishiro no tiene padres y tú eres lo más parecido a uno, es normal que sienta que tu otra hija llevará más atención. – Hablaba como si fuera lo más obvio del mundo, el tono de su voz mostraba algo de arrogancia, pero todo lo que decía, era con la más absoluta sinceridad. - Claro… suponiendo que es hija biológica, algo que todavía no me has dicho. Quizás, si conociera a la niña, cambiaría de opinión. Solamente es una teoría, solo falta conocer lo que opinas.- Finalizó.

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Mi mente era una mezcla de todo tipo de pensamientos, tareas pendientes, proyectos a futuros, planes que estaban a medio realizar, nuevos líos familiares, la continua sensación de que estaba haciendo las cosas mal y recuerdos de un pasado que no tenía nada que ver con lo que vivía en Ottery, pero que relucían en mis acciones y elecciones. El comentario de la eterna joven acerca de mi estatua me había hecho darme cuenta de eso. Más para agregar a la lista de "pendiente" de mi mente.

 

Era cierto que aquella estatua resultaba inútil, allí no corría peligro, y si lo pensaba un poco mejor aquella estatua podría ser mi perdición en lugar de protegerme. Si alguien entraba en la mansión, con la intención de saquear y destruir, era más probable que intentara violar la seguridad de algo que estuviera salvaguardado por una estatua y no por una simple puerta. Di un rápido vistazo a la estatua, decidiendo por fin que la quitaría, que aquel lugar no era Rusia ni Francia, que en Ottery no vivía entre las sombras y que todos eran mis iguales, y los hechizos no eran difíciles de romper.

 

-Lo dices como si buscara los problemas, más bien ellos me encuentran a mi; Además que yo tenga problemas no quita que tu seas mala madre, y quita tu dedo de ahí, o te lo arrancaré. -Respondí con voz cansina, me estaba cansando de tanta pelea.- Entre tu maternidad y mi paternidad hay un abismo de diferencia. Tu sabes que yo vivo tan solo para Seishiro, y sabes por qué lo hago, y en cuanto a mi hija sé que está siendo bien cuidada, tiene toda la atención que necesita y sin dudas está mejor que aquí, me preocupo tanto por ella que prefiero renunciar a verla tanto como me gustaría por su bienestar. -Agregué con una mirada dura,- en cambio no sé puede decir lo mismo de ti y tu hija, la última vez que la vi que por cierto fue cuando la conocí, me sentí muy incomodo, claro que no tanto como tu, fue el abrazo más distante que presencié en mi vida. ¿Tienes idea de donde está?¿Si está a salvo o a que se dedica?¿Cómo sabes que no te necesita? Vaya... pensar que a mi me dejaron en un orfanato cuando no tenía uso de razón, y tu hija fue abandonada a la vida en los momentos más importantes.

 

Antes de contestarle las preguntas que me había hecho, hizo callar al niño, cuya mirada se había tornado violácea como la de su madrina. Aquella expresión me recordaron a su madre, a la vez en que la vi frente a un espejo intentando suicidarse. <<Y aún así...>> Sentía la necesidad de correr y abrazar al chiquillo, al último pedazo que me quedaba de Sil. Pero sabía que el niño me recibiría con un chillido y pataletas y no estaba seguro de aguantar tanto, por lo que me resistí, y cambiar mi expresión de añoranza a una de seriedad, que era de las pocas que me podía permitir para dirigirme a mi hermana, y sus miradas de odio.

 

-Si no te ausentaras por tanto tiempo, no pasarían estas cosas, cuando te iba a dar la noticia que iba a ser papá desapareciste tan repentinamente como habías llegado; no puedes culparme si vienes cada no sé cuantos meses, en un año pasan muchas cosas, pero te entiendo, cuando uno vive para si mismo no tiene conciencia del tiempo que pasa. -Le sostuve la mirada un momento y con el mismo tono de voz de forzada calma, continué.- La madre es Selene Dumbledore.

 

Volví a escuchar las protestas de la Granger, y por un momento creí que esta buscando haciéndome enfadar. Si había alguien que sabía que rol ocupaba con respecto a Seishiro y en calidad de que, ese era yo, y si creía que no sabía lo que eran los celos, entonces se equivocaba. Pero sospechaba que solo buscaba señalar lo obvio, o la arrogancia la hacía creerse más inteligente. Celos sentí casi toda mi vida, hasta llegué a sentir celos de ella, estuve resentido porque ella nació en una época mejor, porque ella tuvo una buena infancia, porque ella tuvo oportunidades de conocer a la familia que yo no, por ser la menor y la que conoció a nuestros padres. Lunita con su dulzura y su simpatía, había logrado que al final me decidiera por dejar ese tema de lado y seguir adelante, y aunque trataba de ocultarlo y reprimirlo, aquello todavía resonaba en mi cabeza.

 

-¿De verdad crees que no sé como es la vida familiar de Seishiro? -pregunté, levantando una ceja incrédulo.- Me he hecho cargo del niño con gusto durante estos años, y pienso hacerlo por los siglos de los siglos si fuere necesario, y no te he pedido más que dos favores ¡DOS! en tres años, y no son nada imposibles si de verdad te interesara, y otra cosa, sé perfectamente como funcionan los celos; te habrías dado cuenta mucho antes si no lo supiera, por lo tanto, deja ese tonito arrogante, que por más que lo que dices sea verdad, es algo que ya sé.

 

Antes de que contestara, ya se le había ocurrido algo, que me hizo pensar que haberle contado el motivo del comportamiento de Seishiro, había sido tiempo perdido. Helena era sin duda el ser más parecido a mí que habría en el mundo. Nunca dudé que la chiquilla fuera hija mía; uno de los errores más felices de mi vida, y por eso mismo no iba a ponerla en riesgo ante su hermano, por más pequeño que fuera no sabía que poderes ocultaba, un vampiro no podría con ellos. De eso no quedaban dudas.

 

-Helena, así se llama. Se parece más a mí de lo que nos parecemos nosotros, solo para que tengas una idea, mi cabello negro, y sus ojos son cada vez más parecidos a los míos, azules, no tengo dudas de que sea mi hija. ¿Estás consciente de lo que pides? Te digo que Seishiro está celoso y ya ves lo que hace cuando se molesta, -señalé el rastro de juguetes rotos.- Es un demonio tiene control sobre nosotros, no expondré a mi hija con su hermano así. Ayúdame, y te prometo que te presentaré a tu sobrina, pero primero hay que calmar a la fierita. -Volví mi vista a l rubio que estaba concentrado con unos cubos de madera y en como podría romperlos.

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