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Familia Granger


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La bruja Granger no se defendió de ningún ataque que le fueron enviados así que quedó inmovilizada en sus propias escaleras teniendo su cuerpo encargado sobre el barandal. Aimé hizo un bezoar para curarla del veneno de aquel alacrán que había hecho anteriormente Adry y mantenerla con vida, no queríamos tener que matar a uno de nuestros sospechosos sobre todo cuando había todavía información que alguien pudiera sacarle a la bruja.

 

- Nos vemos chicos, es tiempo de partir.

 

Tomé el cuerpo de Sophie y caminé hasta las afueras de la vivienda para desaparecerme en las calles con dirección a Abaddon, mientras caminaba no pude evitar ver a nuestra nueva huésped de la Torre Blanca... ¿qué había pasado para que alguna vez la hubiese considerado una persona de confianza? Es decir, si, ella misma había hecho sin fin de traiciones, dicho demasiadas mentiras y jugado sucio pero, ¿cómo fue que alguna vez confié en su juicio?

 

Un crack se escuchó en las calles y desaparecimos, lejos de ahí...

 

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La captura estaba ya concluida y solo bastaba ahora concluir. Su compañero Ishaya al parecer era el que tenía más ganas de hacer una parada con la nueva prisionera a Abaddon y es que claro, era el encargado de mantener la misma en orden. Realmente a Kris le parecía de lo mejor, solamente algunos sentimientos inundaban el interior del italiano, quizá solo eran espejismos, sin embargo aquella mujer le recordaba su infancia en la Academia.

 

Bueno chicos me retiro.

 

Susurró sin observar a nadie en particular, simplemente como cortesía de decir que se retiraría ya, después de todo si necesitaban algo más estaba más que seguro que le impedirían salir, por lo pronto solitariamente como siempre se le veía.

 

Sin decir más palabra observó como algunos se acercaban a la prisionera seguramente para llevársela ya. Kris esperó unos cuantos segundos para después caminar hasta la salida de la edificación de la familia Granger y en las calles desaparecer, dejando solamente una capa de humo dorada en el lugar.

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Guardó la varita en el bolsillo del pantalón consciente que le quedaba la parte de la empuñadura afuera. Ya todo había terminado allí y lentamente sus compañeros comenzaban a marcharse a sus respectivos hogares. Había sido un día con más actividad de la usual, o es que ella andaba más hiperactiva como si se hubiese tomado un par de bebidas energéticas. Pero ya era tarde para que estuviese en pie así que también era su momento de emprender la retirada.

 

- Nos veremos mañana, buena noche. - Se despidió de los presentes. Ya alguien se estaba haciendo cargo de llevarse a la nueva prisionera a Abbadon.

 

Les hizo una seña con la mano y comenzó a caminar rumbo a la salida estirando los brazos al cielo y dando uno que otro bostezo. Una vez que estuvo en las calles de Ottery caminó un poco a lo largo de ella tomando un poco de aire fresco. No vio a nadie en el corto trayecto; se volteó comprobando que nadie la seguía para luego desaparecer rumbo al Castillo Stark dejando un pequeño rastro de humo tras de sí que se disiparía a los segundos.

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Todos habían salido y en el piso no quedaban rastros de enfrentamiento alguno. Habían capturado a aquella mujer y aquella no se había defendido siquiera. No estaba segura como debía tratarla pero no se rebajaría a ciertos niveles, era una prisionera mas y debía seguir el protocolo. Sophie cumpliría su sentencia en Abbadon, la Westrong estaba segura de que no daría muchos problemas después de lo visto recientemente.

 

Acomodó aquellos muebles que estaban desordenados, no permitiría que ensuciarán el nombre de la Orden de nuevo alegando que iban a destrozar mansiones. Todo lucía justo como cuando habían llegado, con la diferencia de que Sophie ya no estaba en la habitación. Todo estaba vacío y en silencio. Sin mas, la chica de ojos azules abandonó aquel hogar y desapareció. Pronto rondaría de nuevo por las calles de Ottery.

 

OFF:

 

Sophie es capturada, ya que paso una hora después de los ataques y no hubo respuesta alguna.

 

Besos amores.

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Finalmente todo había concluido; por un error técnico, el veneno yacía dentro del cuerpo de la sospechosa, pero sería extraido a tiempo antes que sufriera más percances para evitar que hubieran nuevos problemas por el lugar. Los demás habían abandonado la estancia con Sophie capturada para ser interrogada, pero el chico perruno se quedó unos momentos en el lugar donde estaba la puerta de entrada de la mansión. Notando que habría que hacer algunas reparaciones pero que no habían sido responsabilidad de sus propios camaradas ni de él mismo, sin más se dio la vuelta y caminó hasta llegar fuera del terreno de los jardines. Quedando hasta donde las huellas de sus compañeros se desvanecían de pronto, y notando que sus propias huellas eran desdibujadas por el viento reinante, Héctor dio un suspiro suave, y con un leve "pop", desapareció del lugar.

 

No era nada bonito salir a las calles de Ottery, descubrir que no existe un Departamento en el Ministerio que esté a cargo del Aseo y Ornato y que las calles pasen llenas de olor a moho, excremento... y quizás qué cosas más. Quizás el encantamiento casco-burbuja sería útil en esos casos.

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Otra vez ese recorrido, era prácticamente lo único que hacía, salir de Ottery, entrar a Ottery, y llegar a la mansión. Era todo tan monótono, tan aburrido.... Pero eso es lo que pasa cuando estás lleno de responsabilidades, y ya no te ocupas de ti mismo, como era mi caso, que tenía un pequeño a mi cargo, y algunas veces dos. No era que me quejara me gustaba mi vida, y estar con mis dos pequeños me daban mucha alegría, y eran quienes llenaban mi necesidad social, descubierta desde que llegué a Ottery, y con la que he intentado luchar, reprimir, sin mucho éxito, ya extrañaba a mis pocos amigos, a mi familia, y las personas que ya no están entre nosotros.

 

No me había dado cuenta que me había detenido frente el portón de la mansión Granger, mirando hacia el cielo ya oscuro, perdido en mis pensamientos, como de costumbre. Sentí que me jaloneaban de la manga de mi camisa y volví en sí. Allí estaba el pequeño demonio, con una camiseta rayada y unas bermudas, lo ideal para el día caluroso que había hecho. Sonreí y revolví su cabello, solo para molestarlo, y escuchar sus protestas mal dichas, producto de su corta edad. Dejé que me guiara hacia los terrenos de la familia, pero duró poco porque me soltó enseguida y comenzó a correr hacia el interior de la mansión.

 

Sonreí viéndolo correr, le hacía falta una mascota, y buscar alguien más con quien jugar, alguien de su edad, pero ya estaba solucionando eso. Miré hacia atrás, tenía la sospecha de que no había cerrado el portón, y la había confirmado, pero no hizo falta más que un leve movimiento de varita para cerrarlo. El chillido fue sumamente molesto, e inapropiado, por el estado de aquel portón, parecía que el solar que guardaba en su interior estaba abandonado; y el estado del jardín y de la fachada de la imponente mansión ayudaban a crear aquella ilusión, y ¿por qué no? casi realidad de abandono.

 

El abandono tendría sus motivos, no podríamos obligarnos unos a otros estar constantemente en la mansión; pero el descuido no tenía justificación cuando con unos cuantos movimientos de varita todo quedaba impecable, y que nuestros elfos pudieran hacerlo con un chasqueo de dedos. Era curioso que me hubiera dado cuenta de eso justo aquel día que no era diferente a cualquier otro, pero aquello no tenía explicación, o al menos no era relevante. Llegué frente a la gran puerta donde me esperaba Seishiro, impaciente, pateando el suelo y empujando la puerta, intentando abrirla.

 

Ya al llegar volví a agitar mi varita y una hoja de la perta se abrió. El rubio entró sin mirar nada, pero yo me quedé unos momentos de pie, mirando aquel desastre poco común. Todo estaba esparcido por el piso que era difícil describirlo, pero era un caos. Entré y evalué aún más aquel lugar; floreros rotos, lienzos cortados, marcos destruidos, las paredes manchadas con cosas escritas, los sillones estaban dados vueltas y cortados, y uno no podía caminar sin pisar algo que no era suelo. Vi que los elfos tomaban al infante y lo llevaban a su habitación, ellos ya sabían que debían hacer en un caso así.

 

No sabía por dónde empezar a agitar mi varita, ni que hacer, por lo que dejé todo tal cual y allí me quedé mirando el desastre como si fuera algo que no pasara nunca, mas era algo común en aquel pueblo. Sin expresión alguna en el rostro comencé a subir la escalera sin mirar mucho más, mi objetivo era llegar a mi habitación, dejar la mochila de Seishiro y mi maletín en la cama, y bajar luego de que los elfos se ocuparan de aquello, para al fin poder tomar té o sangre, o dadas las circunstancias algo un poco más fuerte.

 

-Amo Joaquín -Me sorprendió Kraven- Kraven no sabe que ha pasado, Kraven estaba en el jardín y cuando Kraven volvió, la mansión se había vuelto un desastre. Pero Krven tiene una noticia que alegrará al amo, Breena le ha dicho a Kraven que el ama Valeskya ha llegado a la mansión.

 

-¿Valeskya? ¡vaya sorpresa! ¿Y dónde está ahora? -pregunté sorprendido y más bien alegre.

 

-Kraven no lo sabe.

 

-Ve a bañar a Seishiro, llévate esto -ordené en tono serio, mientras le tendía el maletín y la mochila- dile que subiré en un rato, y vístelo para dormir-. El elfo asintió y luego de una reverencia desapareció.

 

Buscar a Valeskya no era una tarea muy difícil, seguro que estaba en su habitación, era tan simple como golpear la puerta, o simplemente entrar seguro que estaba abrazada de una botella de whisky, con un par más vacías a sus pies, las últimas veces que la había visto en su local estaba bebiendo aquella bebida. Pero lo más fácil que podría hacer era quedarme allí y gritarle, a ver si ya le genero el malhumor, y contribuir un rato a la destrucción del lugar. Eso sería divertido.

 

-¡VALESKYAAAA! ¡HERMANITA LINDA! ¿POR DÓNDE ANDAS? -Llamé sin considerar mucho la posibilidad de que alguien estuviera durmiendo.

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Esa extraña ansiedad que comenzaba a sentir al ver que no aparecía nadie, comenzó a intensificarse: necesitaba tener noticias de alguien o comenzaría a preocuparse de verdad. El hecho de haber tirado la puerta, no parecía haber mostrado algún indicio de vida ahí; aún sostenía su delgada varita entre sus delgadas y blancas manos. ”Por si las dudas”, pensó mientras observaba a su elfina con gesto interrogativo; debido a la falta de respuesta, decidió que exploraría un poco la casa, solo para comprobar que no hubiera ningún tipo de gente indeseable. Estaba a punto de desaparecer en el estudio, cuando escuchó una voz conocida que provenía de las escaleras.

 

La ojivioleta dibujó una sonrisa en sus labios mientras giraba para saludar su prima, una de las pocas personas nunca apartaría de su vida; tenía tanto que preguntarle, tanto que contar: sus hijos, la familia y también lo que había hecho, pero no tuvo oportunidad de hacerlo, porque sucedió algo a continuación. Lo que parecía ser un patronus, se dejó ver afuera de la mansión, la cual fue suficiente para saber que había visitas desagradables en el lugar. Confiando en que su prima haría lo mismo, abrió la puerta del estudio, pasó con rapidez, dejándola entreabierta; aunque en ese momento se sintió ton.ta por lo ridícula que era la situación: una de las dueñas de esa mansión y ahora tenía que permanecer ahí, semi oculta entre las sombras, sabiendo que evidentemente ella no era el objetivo de esa gente y que ninguno de ellos no tenían nada que hacer ahí.

 

Bajó la vista y observó que Breena, su elfina doméstica, estaba a un lado de ella: nerviosa, temblorosa, pero a la vez expectante por lo que estaba a punto de suceder: tras unos minutos que se tornaron eternos, observó cómo varios sujetos que cubrían sus rostros, capturaban a su prima y se la llevaban consigo. A pesar de que no podía distinguir a aquellas siluetas, pudo escuchar con claridad que se disculpaban con Sophie; la joven pelinegra arqueó una ceja, incrédula y estuvo a punto de soltar una carcajada: ”¿Es una broma?” Pensó, mientras negaba con la cabeza, a la vez que se mordía un labio, en un intento de no hacer ruido. ”Vienen en masa, la atacan, hacen destrozos en la casa y encima se disculpan con ella… Hipócritas.”

 

- Al parecer se han ido.- Dijo en voz alta, al mismo tiempo que abría la puerta del estudio. Alguien se había tomado la molestia de arreglar las cosas que habían destrozado. - ¡Como si eso fuera a solucionar lo que acaban de hacer! – Exclamó furiosa la joven mientras agarraba un florero y lo estrellaba en el suelo. Su humor en los últimos meses se disparaba con suma facilidad: se habían llevado a su prima y no había podido hacer nada, la superaban en número, así como también en habilidades. Por una fracción de segundo, deseó algo que no había pasado por su mente desde hace mucho tiempo.

 

Escuchó una voz proveniente de uno de los dormitorios, se trataba de su hermano, a quien en circunstancias normales, le hubiera dado gusto verlo. La joven subió con rapidez las escaleras, hasta casi chocar con Joaco; vio a otro de los elfos domésticos llevar al niño rubio que alguna vez había cuidado y que le provocaba recuerdos, tanto buenos como malos; ignoró al niño y dirigiéndose a su hermano, dijo con voz agresiva.

 

- ¿Se puede saber en dónde rayos estabas? ¡Se acaban de llevar a Sophie! – Sabía que el joven estaba en las mismas condiciones que ella y que si ambos se hubieran enfrentado, claramente tenían mucho que perder; tenía ganas de desquitarse con alguien y se había presentado la ocasión ideal. - Creo que no hace falta que lo diga, pero la “gloriosa” Orden, nos acaba de hacer una visita.- Exclamó con el tono cargado de sarcasmo.

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A pesar del estado de la mansión, sentir los pasos apresurados de mi hermana logró sacarme una sonrisa; una sonrisa que duró bastante poco, pues nunca había un "Hola hermanito", un "hola" siquiera, o cualquier palabra amable. Al parecer yo tenía la culpa de todos los males del mundo, como si ella no me conociera y que yo no era alguien que no salía si no era por necesidad, además vio al pequeño, no estaría haciendo nada indebido. ¿Pero qué estaba pensando? esas cosas ella no las consideraba, no alguien que tenía sus hijos ya mayores y que de todas formas dudaba que le importaran, la última vez que la vi en actitud de madre su hija la repelía.

 

Pero fui yo quien terminó sintiéndose mal al haber pensado aquellas cosas tan presurosamente. Aunque lo que había pensado era verdad, y mi hermana si solía ser así, aquella noche su comportamiento tenía otra explicación. Me esforcé por no mostrar arrepentimiento alguno, y me disculpe mentalmente, ante mi querida hermana no se podía mostrar debilidad, o ninguna emoción muy fuerte, aunque aquello seguro que no afectaba a Valeskya, era dura, dura como una piedra, o al menos esa era la impresión que me había dado, sin embargo aceptaba que pudiera equivocarme, al fin y al cabo acababa de hacerlo.

 

-¡Valeskya! -exclamé sacando mi enojo- ¡Tú no eres quien para preguntarme dónde estaba, esa pregunta deberíamos hacerla quienes habitamos esta mansión y te desapareces sin decir nada, la familia se preocupa por ti aunque tu no lo creas o Tú no hagas lo mismo -respiré hondo tratando de tranquilizarme, pero no tuve mucha suerte. Decidí continuar hablar con los dientes apretados, como si temiera que al abrir mucho la boca comenzara a insultarla- ¿Tú crees que yo habría podido hacer algo? ¿Qué diablos pasa por tu mente? ¡tengo responsabilidades! y desgraciadamente no soy tan habilidoso, y dejé mis actos suicidas. ¿Tú por qué no hiciste algo? ambos sabemos que tu tampoco habrías podido, ni siquiera los dos juntos habríamos podido -Terminé aceptando.

 

Y en aquel momento sentí un asco tan intenso por mi que no habría faltado mucho para que me arrojara a la luz del día o me matara allí mismo y no tener que aguantar toda una noche. ¿Por qué tenía que ser tan débil? Me fastidiaba aquello, haberlo reconocido y peor aún haberlo aceptado. Maldita fuera la Orden, ella y sus integrantes y quienes irrumpen en la paz de la mansión casi abandonada. Pero me consolaba pensando que no habría hecho falta que unos más de los compañeros de la Sopa para evitar aquello, no había que ser muy brillante para darse cuenta que los de la Orden tenían que venir en grupos considerables para lograr algo; eso solo teniendo la ventaja injusta con la que contaron.

 

-Vamos a la cocina, no tenemos que quedarnos en el pasillo -Me hubiera importado muy poco si charlábamos en el pasillo, si no tuviera a Seishiro ahí, y yo estuviera seguro de que sería una charla tranquilo, pero con los humores que traíamos, aquello no sería posible. Pero aquella tendría que ser en el hall, en el living, en jardín, en el sótano o junto a los lazos del diablo, pero no allí- ¡vamos vamos! -La apremié con un susurro y la tomé del codo con algo de fuerza para arrastrarla escaleras abajo en caso de que opusiera resistencia.

 

El lugar ya estaba quedando mejor con los elfos, pero no parecía que supieran por donde continuar, aunque, la verdad, aquello no me interesaba nada. La noticia sobre Sophie me había caído como un balde de agua fría, y lo único que podía pensar eran improperios contra la Orden; los cuales murmuraba por lo bajo, sin una razón muy clara pues yo sabía que Val podía escucharlos de todas formas. Tenía curiosidad por saber donde habían atacado a Sophie, y a la vez no quería imaginar aquello; lo mejor era dejar de lado aquella idea, y descargarme con mi hermanita. Presentía que en esa ocasión podríamos poner nuestro odio en común.

 

-Mira este lugar -dije mientras caminábamos observando todo- parece que hubiera pasado una plaga por aquí, y bueno... no estoy demasiado alejado de la verdad ¿tú qué opinas? -pregunté como si la respuesta fuera un enigma y continué- han destruido todo, tal como harían sus enemigos supuestamente, y después dicen que son lo contrario, yo creo que son más bien similares, a diferencia de que los de la Orden han roto sus propios límites. Oh y han entrado de a montones -y reí con asco- ¿Cuántos fueron? ¿5 ó 6? y para una sola, al fin y al cabo me hacen pensar en que son tan poco habilidosos como yo.

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Zeff, elfo domestico de Mery Anne Haughton.

 

Zeff ya había pasado por la familia Slytherin, Black y Black Lentrange, y ahora su destino era la Familia Granger. Aún le quedaban bastantes familias, aunque se veía el abance. Con un chasquido apareció enfrente de la puerta, y cogió otra invitación. El cansancio comenzaba a apoderarse de Zeff, y las gana de acabar eran totalmente inmensas, así, que se dió mas prisa.

 

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El elfo dejó caer la invitación por la ranura de cartas, sobres y paquetes, y una vez listo, chasqueó sus dedos de la mano derecha, y desapareció del castillo, en dirección de otra familia más.

Editado por Meri Granger
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Sintió que la sangre le hervía al escuchar las palabras de reproche por parte de su hermano, lo cual mostraba su evidente molestia ante el reclamo de la joven; tenía razón, todo lo que le había dicho era la dura verdad: ella iba y venía de la mansión a su antojo, sin avisar a alguien sobre su destino, solamente su elfina sabía dónde y cuándo encontrarla, aunque obviamente tenía órdenes específicas de no mencionar nada acerca de su paradero. También era cierto que ellos dos no podían hacer nada más que quedarse mirando y esperar a que el tiempo hiciera su trabajo.

 

La Granger dibujó una sonrisa de suficiencia en sus labios al ver que había logrado su cometido: desquitar parte de su enojo y de paso molestar a su hermano. Pero en esa ocasión era algo especial: su prima había sido víctima de parte de esas personas que se consideraban guardianes de la justicia, el orden o solo ellos sabían qué cosa defendían; solamente de recordar lo sucedido, ocasionaban que sus dientes castañearan de rabia. No tuvo tiempo de responder a su hermano cuando la sujetó del brazo y comenzó a llevarla casi arrastrando hacia la cocina, ante la mirada atónita de Polo, uno de los elfos domésticos, que observaba curioso la escena.

 

- ¡Ay! ¿Qué te pasa? ¿Podrías tener un poco más de consideración? ¡Me lastimas! – Exclamó arrogante. - ¿Y tú qué ves? ¿No tienes nada que hacer acaso? – Su vista se dirigió al elfo que minutos atrás se había llevado al niño rubio. Trataba de caminar a la par del su hermano, sabiendo que no era posible, dado a que la estatura de su hermano ocasionaba que sus pasos fueran más largos. Su respiración comenzó a tranquilizarse ante el comentario de Joaco, acerca de lo ocurrido y vio que un par de elfos, trataban de limpiar lo que había quedado del ataque. De repente cayó en la cuenta: el joven de ojos azules, despreciaba tanto a la Orden, igual o quizás mucho más que ella.

 

- ¿Plaga? – Dijo con voz más tranquila, mientras jalaba su brazo con fuerza para soltarse. - Eso y más. Ignoro bajo qué pretexto se llevaron a Sophie, pero definitivamente ha de ser una bruja de extrema peligrosidad como para que tengan que venir en masa a capturarla.- Dijo en tono sarcástico y aprobando el comentario acerca de la falta de habilidad de las personas que se habían marchado de ahí. - Intentan ocultar sus actos, bajo una tela de bondad, pero en realidad son iguales o quizás peores que la gente de la Marca… Por lo menos los mortífagos, no disfrazan sus verdaderas intenciones y se muestran tal cual son. –

 

En lugar de ir hacia la cocina, enfiló sus pasos hacia el jardín trasero de la mansión; si su memoria no fallaba (?), ahí debía de existir una fuente. La privacidad de ese lugar y la tranquilidad que le proporcionaba, era ideal para cualquier tipo de conversación. Mientras caminaba, se preguntaba qué era lo que pasaba por la mente de su hermano y qué había sido de él en todo el tiempo. Sus pensamientos estaban absortos, sin darse cuenta si la estaban siguiendo. Al llegar, pudo observar que todo lucía tal cual lo había visto la última vez (?): una fuente lucía en el centro, rodeada de ocho estatuas, de caballeros de la época medieval, acompañada de unas bancas de concreto.

 

El agua de la fuente emanaba alegremente y en el fondo podía verse el reflejo de la luna llena que se alzaba en la oscuridad. En lugar de dirigirse a una de las bancas, la ojivioleta acomodó su toga y se sentó elegantemente en el fondo de la fuente; bajó una de sus manos para sentir el agua y se quedó así durante algunos instantes. Finalmente vio la sombra de su hermano y lo vio fijamente, esperando a que se sentara:

 

- Mi prima sabrá arreglárselas sola ¿verdad? – Dijo vagamente, mientras en el fondo sentía algo tan extraño, que al final supo de lo que se trataba: temor.

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