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Familia Granger


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La felicidad me inundó nuevamente, el echo de sentir que la joven me había correspondido el beso, fue lo que necesitaba para sentirme vivo, y vigoroso, todo era tan extraño, pero tan fantástico a la vez que hasta pensé en dudar si era un sueño lucido, y despertaría en cualquier momento. Pero no algo en mi congelado interior me decía que todo aquello era cierto y que debía disfrutarlo como más pudiera, y así lo haría, hoy obedecería las ordenes de esa voz que siempre me aconsejaba en momentos como este, momentos perfectos y memorables, por primera vez en muchos años pensé "que hermoso es ser inmortal"

 

Y así estábamos en este momento, ella me rodeaba el cuello con sus brazos, y yo la tenía abrazada por la cintura, y atrayéndola más a mí, nuestros helados cuerpos quedaron pegados, era lo que necesitaba para disfrutar más aún de ese beso, nuestro beso, en el que nuestras lenguas jugaban una con la otra. Era todo tan extraño, varias horas antes la estaba odiando, pero ahora había cumplido, lo que estuve anhelando, desde que la conocí bien: Tenerla en mis brazos, besarla, y hacerle saber lo que sentía por ella, y ella me hacía sentir.

 

Por un momento la imagen de Sil vino a mi mente, en secreto me preguntaba que hubiera pensado ella, que hubiera dicho al ver que yo estaba con su hija. Pero eso ya no importaba, desgraciadamente Sil ya no estaba entre nosotros, y en las pocas veces que nos habíamos visto desde que dejamos de ser novio no paraba de preguntar cuando encontraría a una mujer. Pues bien aquí estaba mi respuesta para ella, desde donde estuviera seguro estaría mirando y riéndose, ella quería la felicidad tanto para mí como para su hija, y en este momento ambos lo éramos, no tenía ni una duda sobre eso.

 

Mizu logró sacarme de mis pensamientos, cuando me miró a los ojos y murmuró mi nombre. Patéticamente no sabía que decirle ¿Te quiero?¿Te amo? hasta yo sabía que era muy pronto para eso y no quería ahuyentarla, pero sabía también que un solo beso podría destapar en una persona todo tipo de sentimientos y emociones, no sería mentira si se lo dijera. Pero no, aún no, ya tendría tiempo de decírselo, ahora solo se lo transmitiría por mi mirada. En cuanto murmuró mi nombre, la miré sonriendo mientras acaricié su rostro un segundo, y mis ojos azules transmitieron las palabras que yo aún no decía "Te quiero".

 

Ella enseguida volvió a mis labios y con pasión correspondía a su beso, mi lengua jugaba nuevamente con la suya, y mis manos también estaba ocupadas, una mano acariciaba su espalda, por encima de la tela, y la otra jugaba con su rojo y suave cabello, mientras mis ojos se mantenían cerrados, y una imagen de ella estaba presente en mi mente, tal como yo quería que ningún otro pensamiento entrara en mi, y poder entregarme completamente a esa joven.

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¿Era yo la que él besaba?

¿Era yo, acaso, la que en ese instante llenaba su corazón?

O era tan solo el vago recuerdo de mi madre lo que él buscaba.

Quizás si, quizás no.

Pero aún así. A su lado... a su lado yo me sentía perfecta. Me sentía sensual, protegida, tierna y atrapada, sin querer, por los instintos del amor.

Nuestros cuerpos eran como dos piedras, perfectamente talladas, unificadas por el frío que despedía de nuestra piel. Nuestros aromas se volvían uno, provocando una mezcla muy agradable que nos envolvía.

Aferré mis brazos en su cintura y nos empezamos a mover, como si bailáramos, mientras las lenguas jugaban en nuestras bocas. Y él se veía tan hermoso. Con sus ojitos cerrados, transmitiéndome con sus labios un “te quiero” silencioso.

 

Hacía tiempo que no sentía aquella sensación.

Podría besarlo por horas… por días… por años.

No tenía motivos, ni deseos, para separarme de sus besos.

Sin embargo, mi cabeza era muy testaruda y hacía más eco que mi corazón ilusionado.

“No te ama” dicía una parte dentro de mí.

“Lo sé” me contesté.

“No lo amas” volvió a hablar.

Pero no respondí.

En verdad no lo amaba. No sentía absolutamente nada hacia él. Hasta hacía tan solo un minuto.

¿Realmente era posible enamorarse por un beso? Pues si no lo era, algúna magia estaba actuando en mí en aquél momento. Pues mi corazón en aquél momento estaba latiendo muy despacio. Era él, Joacoo, quien lo estaba trayendo a la vida.

 

Me separé de sus labios, aún con nuestros cuerpos conectados y acaricié su cuello con mi nariz persiguiendo su aroma, luego asenté mis labios sobre su piel y los deslicé hasta su oreja.

-Eres tan, difícil de predecir- murmuré con una sonrisa dibujada en mis labios.

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Era simplemente increíble que estuviera besando a la joven con tal pasión, algo que no había pensado nunca hacer, era increíble que me hubiera enamorado de la joven tan rápidamente, y aún así eso parecía tan normal como si fuera un amor que llevaba deseando toda la vida, como si la hubiera besado durante muchos años. Eso no importaba ya, yo disfrutaba de su beso, de su cariño, y disfrutaba darle del mío, en mi mente no había nada más que la imagen de Mizuky, la mujer que tenía en mis brazos besándola con pasión, y a la que ahora no quería soltar.

 

Me inquietaba un poco saber con exactitud que sentía la joven, y que esperaba de mi, sin embargo, y agradecido por eso el dulce y exquisito aroma de la joven me distraía de los inseguros pensamientos, y me mantenía solo concentrado para besarla a ella, acariciar su espalda y su rojo cabello. No tenía más deseo ni ganas que estar así con ella, podría pasar el resto de inmortalidad viviendo de sus labios y sus caricias. Sonreí por dentro, eso era lo que yo llamaba la buena vida, y esperaba no tener que cambiar nunca esa vida, no volver a vivir cono en el pasado, uno no tan lejano.

 

Yo sabía muy bien que el piquete del amor había atravesado mi piel fría, y llegado a mi congelado corazón, pero no podía evitar pensar que ella no me quería de verdad y solo correspondía como un posible último beso, o si podría sentir lo mismo que yo, la necesidad de mantenerse junto a mi y besarme, eso era algo que no sabía, no por el momento, pero ya me enteraría yo, ya lograría saber todo con exactitud, por ahora disfrutaría del momento, un momento tan mágico como el mundo en el que ambos vivíamos y pertenecíamos.

 

Sentí como separaba sus labios de los míos pero no los cuerpos, esos seguían pegados, ella puso su cara en mi cuello, parecía oler y disfrutar de mi aroma, tanto como yo el de ella. Puso sus labios en mi cuello y a pesar de mi piel ser tan similar a una piedra, me estremecí al sentir sus labios en mi cuello, era algo que me gustaba tanto, como que me arañaran la espalda, uno de mis puntos débiles. Llevó sus labios hasta mi oreja, y susurró que era muy impredecible. No podía negarlo, pues si lo era.

 

-No tienes idea de cuánto- Le dije con picardía, acercándome un poco a la oreja de ella.

 

Por un momento sentí el impulso de demostrárselo, de arrancarle la ropa en un arrebato de salvajismo y llevarla a la cama para una gran noche juntos, pero no, no en ese momento, recién estaba comprendiendo que pasaba no podría, tenía que ir por el camino seguro. Pero contemplé su cuello desviando la mirada discretamente y concluí que tenía que ser mío. Bajé hasta su cuello besándola, primero los labios hasta el mentón, y así hasta llegar a mi objetivo, su cuello que besé por todos lados con pasión.

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La Granger cruzó los brazos al escuchar la respuesta de Sophie, la cual no había sonado nada convincente en comparación de otras veces. La conocía lo suficiente como para saber cuándo decía la verdad y cuándo ocultaba algo, como era esa la ocasión. Nunca la había visto en sus cacerías, ni sabía qué olor traía cuando regresaba de ellas, pero estaba segura que esa vez era diferente; se mantuvo en silencio durante algunos instantes, en lo que trataba de ver algún titubeo por parte de la rubia, para descubrir la verdad. Se sorprendió un poco por la pregunta que le acababa de hacer su prima ¿qué debía responderle para que le dijera la verdad?

 

La ojivioleta le hizo una señal a Polo para que se retirara en cuanto terminara de servir aquel espumoso y humeante chocolate. Tomó entre sus manos aquella taza y le dio un pequeño sorbo, dándose cuenta que estaba siendo observada por Sophie; ¿Qué es lo que tramas? Pensó la bruja, tratando de meditar una respuesta adecuada. La rubia había cambiado mucho desde que había salido de la Orden y no podía culparla, pues suficientes motivos tenía para no saber nada que tuviera que ver con ese bando; antes le preocupaba eso, pero ahora las cosas habían cambiado para ella también, así que por ahora le daba igual lo que su prima tuviera que hacer.

 

- ¿Divertirte de otra manera? – Exclamó y se echó a reír, recordando el comentario que le había hecho a Sophie. - Te diría que eres una egoísta que no me invita a sus “excursiones” nocturnas.- Le dio un par de sorbos al chocolate, esperando haber dado la respuesta adecuada. No había terminado de pronunciar eso, cuando alguien más apareció en la cocina; se quedó un poco extrañada al ver a Annick, pues era de las pocas personas a las que no había visto desde el momento en que las cosas habían cambiado para ella.

 

- Hablan de mí, hermanita.- Respondió secamente la Granger, mientras se preguntaba si su comentario había sido escuchado o mínimo se había percatado de su presencia, pues la pelirroja enseguida preguntó por el chocolate que estaba sobre la mesita. Sus sospechas fueron confirmadas cuando su hermana soltó el grito acusador, dirigiéndose a ella; actuó casi por instinto al ver que era apuntada con la varita, así que se levantó con brusquedad y retrocedió un par de pasos, mientras su mano se escondía entre su túnica. Sabía que era algo absurdo el hecho de ser atacada por alguien de su familia, así que para disimular, hizo lo que podía esperarse: acercarse a saludar a Annick.

 

- No me culpes por este frío recibimiento, pero sinceramente no esperaba verte por aquí… Últimamente pasas más tiempo con los Gryffindor y no te culpo hermanita, aprovecha a Elvis todo lo que puedas, no te vaya a pasar como a mí.- Soltó amargamente la ojivioleta, mientras la abrazaba brevemente; la había extrañado, solo que le costaba demostrarle todo el afecto de antes. Creyó escuchar unos gritos provenientes del sótano y volteó a ver a su prima; sonrió maliciosamente, pero no hizo ningún comentario frente a la pelirroja. Tal parecía que Sophie también había escuchado aquel sonido, por lo que le hizo una pregunta que provocó que estuviera a punto de escupir el chocolate. - Vaya Annick, creo que ya te han descubierto.- Y rió.

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Por un momento la reacción de su hermana le resultó poco usual, pues había parecido como que intentaría sacar su varita, no obstante casi de inmediato pensó que se trataba de una especie de broma de la ojivioleta.

 

¿A qué te refieres? –preguntó extrañada al escuchar el comentario referente a aprovechar a Elvis. Pensó en varias posibilidades a la vez, entre ellas que el esposo de la Granger había emprendido un repentino viaje, que le había ocurrido algo o que se habían separado; pero todas esas perspectivas le parecían igual de duras y no se atrevía a preguntar directamente.

 

Nuevamente una conocida y poco agradable sensación se apoderó de ella al comprobar que sus largas ausencias habían provocado que se perdiera de muchos detalles sobre las vidas de sus familiares y amigos. Le había ocurrido con Regina, Salazar, Paige, Elodia y otros tantos, y ahora descubría que la ojivioleta se unía a la lista.

 

Aún un poco confundida tomó asiento al darse cuenta de que Sophie se había encargado de servirle chocolate. Agarró la taza con ambas manos para calentarlas un poco y al acercarla a su nariz disfrutó del dulce olor de la infusión. Sopló ligeramente con la intención de restarle calor antes de beber y justo estaba sorbiendo un poco cuando la rubia dijo algo que casi provocaba que se ahogara.

 

¿Qué? –expresó con dificultad debido a que estaba tosiendo–, pero qué cosas dices… no todos somos igual a ti Sophie.

 

Decidió tomar un poco más de chocolate en cuanto notó cierto calor en sus mejillas, señal de que seguramente se había sonrojado. Su incapacidad para controlar ese tipo de reacción era algo que le desagradaba mucho.

 

Me invitaron a una cena familiar y se alargó hasta ahora –estaba diciendo la verdad pero intuía que el color de su cara contribuiría a que las otras dos no le creyeran del todo– Por cierto, ¿qué hacen despiertas a estas horas? –preguntó observándolas suspicazmente.

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Por un momento pensé en separarme de él, salir por aquella puerta, y volver solo por mi hermano.

Por un momento pensé en evadir los sentimientos que estaban floreciendo en mi pecho.

Y por una milésima de segundo, pensé en clavar mis colmillos en su endurecido cuello.

Sin embargo, aquellos pensamientos se dispersaron y desaparecieron por completo. No sabía el por qué de los mismos. Era una persona muy instintiva y por alguna razón mis instintos evadían automáticamente sentimientos como aquellos.

 

Sin embargo Joacoo, Él era diferente. Su mirada era distinta, misteriosa, era como si detrás de aquellas esferas azuladas se escondieran un centenar de secretos. Secretos que estaba dispuesta a conocer. Porque por alguna razón lo quería saber todo acerca de él. Acerca de la persona que alguna vez arrojé un libro por la cabeza cuando lo encontré encerrado en un armario con mi madre y que ahora estaba allí, besando mi cuello, haciéndolo suyo con tal pasión que incitaba a hacer el amor en ese preciso momento.

 

Entonces la burbuja en la que volaba se rompió y me estrellé en el suelo al ver a mi hermano con sus ojos marrones jugando con una pequeña escoba voladora de juguete.

Fue entonces que me pregunté "¿Qué estoy haciendo?” y puse mis manos en los hombros de Joacoo y separé nuestros cuerpos con ternura.

-Creo que no es el momento ni el lugar para este tipo de besos- dije contemplando al niño y regresando la mirada al mago.

 

Sentía que era lo correcto, aunque mis deseos de apoderarme de su cuerpo y su corazón en ese preciso instante me estaban, poco a poco, dominando.

Contemplé la mirada del mago con cariño y en silencio no había nada que decir, o al menos, de mi parte respecto a lo realizado. Pues nuestros labios habían hablado por sí solos y la reacción de nuestros cuerpos al unirnos era de lo más clara.

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Había perdido la noción del tiempo y del espacio mientras estaba besando el cuello de la joven con pasión. Era simplemente el echo de que había disfrutado tanto en compañía de la joven que el tiempo había pasado, y yo sin darme cuenta de eso, ya no sabía que hora eran ni me interesaba saberlo, en todo mi tiempo de vida había aprendido a no preocuparme por el tiempo, eso se lo dejaba a los mortales, para mi el tiempo no existía, yo no moriría, podría tomarme mi tiempo para hacer cualquier cosa, y así lo haría en este momento.

 

Sin embargo, hasta ahí habíamos llegado, la joven con ternura me apartó de su cuello, no le opuse resistencia, pero la miré curioso, con pesar, yo quería continuar con eso. Sin embargo escuché la explicación de la joven, y miré lo mismo que ella: A Seishiro. Le entendía perfectamente, y no culpaba en nada al niño, el pequeño no tenía porque ver a su hermana y su padrino besarse. Volví la cabeza y me encontré con la mirada de la joven nuevamente, le sonreí para darle a entender que le comprendía, bajé la vista a mi reloj, ya era de noche, cosa que no me di cuenta pues mis cortinas estaban cerradas durante el día y se abrían por la noche. Yo no tenía horario para nada, pero el bebé si, me extrañaba que no pidiera para ir a su cuna, su biberón, o que cambiaran su pañal.

 

-¡Kraven!- exclamé y el elfo apareció ante mí, haciéndome una reverencia a mi, y una cargada de odio a la joven, nunca aprendería -Tráeme el biberón de Seishiro- le ordené, y con otra reverencia se fue. -Mizu, voy a ocuparme del bebé, ven y ayúdame si te apetece, o puedes esperarme aquí- le dije y le sonreí.

 

Sin perder más tiempo, comencé la rutina nocturna, para poner a dormir a Seishiro. Mientras mi elfo preparaba el biberón del demonio, yo lo limpiaba, ponía sus pañales nocturnos, y su adorable mameluco con estampado de ovejitas en este caso. Luego de que la criatura llegara y le sonriera al bebé, para luego marcharse con una reverencia, yo me sentaba en la mecedora de la habitación de Seishiro, con el niño en mi brazo a lo largo, y le daba su biberón, mientras, el asiento comenzaba a moverse como empujado por una leve brisa.

 

El rubiecito, terminó pronto su leche, mientras con una mano, giraba un dedo suyo en su cabecita, eso significaba que tenía sueño. Dejé el biberón en una mesita, Kraven vendría en 2 segundos y se la llevaría. Me puse de pie y meciendo al bebé en mis brazos golpeaba en su espalda para que hiciera "provechito". Luego de todo es procedimiento exitoso, y agradable, porque me encantaba mirar la carita somnolienta del bebé, ya estaba listo para ir a su cunita, primero debía dormirlo, tenía el capricho de querer estar siempre en brazos, no le gustaba estar solo por la noche en su cuna.

 

Nuevamente a la mecedora con el bebé en brazos, comencé a mecerme suavemente, mientras intentaba entonar una canción de cuna, que me había tenido que aprender, me las había olvidado todas. El bebé solo resistió 10 segundos de mi canción, estaba ahora profundamente dormido. Me levante de la silla y me deslicé por la habitación como si mi cuerpo fuera humo, con sumo cuidarlo para no despertarlo. Lo acosté en su cuna, lo tapé con su manta gruesa, y suavecita, le di un beso en la frente.

 

-Descansa mi bebé precioso- le susurré y sonreí al verlo dormir.

 

Volví a deslizarme por la habitación, apagué la luz principal de la habitación, y encendí su velador, lo miré una vez más y salí de la habitación del niño, y cerré la puerta tras de mi. Me encontré nuevamente con la pelirroja y le sonreí, ahora estaría nuevamente para ella, si es que aún me aceptaba, Seishiro ya no nos vería, ni se despertaría, desde la primera noche que quedó a mi cargo, descubrí que tenía problemas para dormir, consulté una solución, una medida de valeriana en su biberón, solucionaría todo. Y así fue.

 

-Seishiro, ya se durmió- dije dando un par de pasos hacia ella -No se despertará hasta la mañana- Le rodee la cintura con mis brazos, y la atraje hacia mi -Soy todo tuyo- y la besé

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LA rubia sonrio ante las evasivas de Annnick que era mas penosa que las dos vampiras y solia apenarse por las cosas que esta solia decirle para molestarla. Y no era que no quisiera a la joven Granger si no mas bien que era su naturaleza y no podia evitarlo.

 

-Claro querida, te creeria si tu cara no se hubiese puesto como un tomate-le dijo mientras se reia y despues tomaba un poco de chocolate. No habia dejado pasar el gesto de Valeskya cuando escucho los gritos del joven escaleras abajo.

 

-Valeskya, hace un momento me parecio ver uno de tus regalos de boda al final del sotano, deberias ir a verificarlo-dijo a la vampira haciendole un ligero gesto que esperaba que Annick no hubiese visto-teniamos un poco de hambre primita, asi que bajamos por un poco de chocolate caliente y unos panecillos que justo estan por salir del horno, porque nome ayudas y me cuentas un poco de esa cena, sera que por fin pusieron fecha?

 

A veces juraba que Annick y Elvis serian novios eternamente e incluso empezaba a dudar de las preferencias de su primo. Tenia que hablar muy seriamente con ese chico sobre sus intenciones con la Granger porque hasta la fecha ni pichaba, ni cachaba ni dejaba batear. (xD)

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Me alegraba que el mago comprendiera mi preocupación respecto a la tierna mirada del niño. No podía, simplemente, transmitir los hábitos de la perversión que había heredado de mi padre y que había transmitido a mi hija Tauro.

Sin embargo, me sorprendía el hecho de que ya fuera de noche, sentía que hacía tan solo unas dos horas habían pasado, cuando en realidad había transcurrido toda una tarde.

 

Contemplé unos momentos como Joacoo se ocupaba del niño. Realmente me causaba mucha ternura verlos juntos. Él era realmente un gran padrino y el mejor padre que pudo tener la criatura. Aquello provocaba que el amor que se empezaba a formar por aquella persona, creciera aún más de lo esperado.

Sin embargo, algo me limitaba a entregarle mi corazón. Quizás era la rapidez con que se habían dado los hechos, o quizás era aquella mancha que había quedado en él la que me impedía enamorarme de otra persona.

De todos modos, al mirarlo, las dudas se esfumaban, como si al estar con él no pudiera pensar en todo lo que alguna vez me hizo tanto daño y tan feliz al mismo tiempo. Sin embargo era consciente de que los dos teníamos un pasado del cual debíamos desprendernos.

 

Finalmente Joacoo preparó al niño para dormir y decidí ayudarlo. Aunque simplemente pude contemplar como automáticamente realizaba todos los quehaceres del niño, pues lo hacìa con tal cariño y velocidad que me dejaba de brazos cruzadas, por lo que me limité a sonreír con ganas por la hermosa imagen que veía tras mis fríos y azulados ojos.

Una vez arropado el niño, me acerqué a él y le dí un frío beso en la frente.

-Que descanses pequeño demonio- dije con ternura y tras besarle nuevamente caminé rumbo a la puerta. Salí primero de la habitación de Seshiro y luego Joacoo me siguió. Dijo que sería mio toda la noche y luego se lanzó a mis labios.

 

Correspondí el beso con gusto, acaricié su sedoso cabello y lo atraje aún más a mi agarrándolo de las orejas con suavidad. Nuestros cuerpos como magnetos, volvían a unirse, como si instintivamente se necesitaran. La euforia, la emoción, todo volvía a surgir en mi.

 

Pero algunos pensamientos no dejaban de invadir mi cabeza, entonces me separé de él lentamente con la mirada clavada en sus ojos para sentarme en el sillón, crucé elegantemente las piernas y respiré hondo sintiendo la caliente y relajante sangre del niño.

 

-Ven, hablemos un momento- dije con una gélida sonrisa en mis labios- ¿Por qué no le pides al elfo que traiga algo fuerte de beber? Muero de sed.

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Todas las emociones comenzaban a flotar nuevamente al momento que Mizuky correspondió a mi beso, nuevamente me sentía completo y lleno de vida, como si nunca hubiera muerto y aún conservara mi cuerpo humano. Todo se volvía nuevamente perfecto, sentir el cuerpo de la vampiresa junto al mío y el estar disfrutando de sus besos provocaba una satisfacción inimaginable para nadie más que yo. Tantos años sufriendo por un mismo amor y ahora parecía haberme olvidado de todo y de todos y que nosotros dos éramos los únicos que estábamos en aquel lugar.

 

Sin embargo la joven volvió a separarse de mí, lentamente, mirándome a los ojos, mirada que sostuve hasta que llegué a su lado luego de que me invitara a sentarme. La invitación a la charla junto con una bebida era una gran idea, pues era cierto que no habíamos hablado de otros temas bastante dolorosos, de los que era mejor olvidarse, pues no podría sacar nada bueno al recordarlos, y menos aún al volver a hablarlos con la joven, no quería más amargos momentos.

 

Pedir una bebida era justo lo que necesitábamos para que aquel encuentro se tornara por un rato más casual, y yo sabía que pediría un Martini Rosso. Me hallaba en un aprieto si quería ser un romántico y elegir algo por ella, no sabía nada de sus gustos, eso no estaba bien. Esta vez debía pasar de ser alguien romántico y atento y dejar que ella eligiera, era lo peor que podría hacer pero no estaba seguro de compartir los mismos gustos.

 

-¡Kraven!- Exclamé, la puerta que daba a la habitación de Seishiro estaba hechizada, no sentiría ruido alguno. Al segundo, la criatura apareció haciendo unas profundas reverencias -Yo quiero un Martini Rosso de Vodka con 2 cerezas- le pedí -Y tomarás la orden que te diga Mizuky- Eso último no era una petición -Adelante- dije dirigiéndome ahora a la joven con una sonrisa -Pide lo que quieras tenemos de todo, y varias clases de sangre por si prefieres algo de eso- dije para finalizar.

 

Luego de tomar las órdenes el elfo se retiró no sin antes lanzarme una mirada de "Es tarde ¿Que hace aquí?" la que al momento le respondí con una de "Eso es asunto mío, o cumples o lleno una botella con tu sangre" La relación que tenía con mi elfo era extraña, constantemente me lanzaba miradas desaprobatorias, como si fuera mi padre, ni había tenido un padre, el no sería quien tomaría ese lugar, debía aprender respeto tenía muchas libertades ya vería él.

 

-Comienza a contarme sobre ti, me interesa conocerte ahora que ya, por decirlo de alguna manera nos llevamos bien- Sabía que esa no era la expresión correcta, pero se daba a entender lo que quería decir, o eso pensaba yo

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