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Gala de Celebración


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Imhotep

 

El herbolario se adentro un poco más, y fue a buscar una entrada que le hiciera pasar por bajo los reflectores de las cámaras, a este mago no le encantaba la idea de salir en la primera portada, si bien le pudiera ser útil para local, este pensaba que era mejor crecer como las plantas en la oscuridad, esa rareza de vegetales que pueden ser apreciados por pocos. En eso encontró un camino algo inusual, la cual era usar su capa de invisibilidad.  Esta capa la saco de su bolsito de herbolario que colgaba de su cintura, al tenerla puesta se desvanece de las miradas.

 

El egipcio comienza a caminar por la entrada, quizás tropezando con una bruja (  @ Darla G Dumbledore  ) en su camino por la alfombra roja. Este no se detuvo y siguió el camino, no esperaba que la seguridad de la casa de los Di Medici fuera tan fuerte para descubrirlo, en caso de hacerlo este creía que poseía alguna invitación, a pesar que no estaba seguro, pero todo ese método era para no aparecer en los diarios. Y en donde a lo lejos y a mayores pasos, quizás diviso a dos magos ( @ Cillian Haughton  y @ Sean -Ojo Loco- Linmer  ), aunque, este no estaba seguro si estaba cercano a esa bruja, o ya no estaba en la alfombra roja, solo sabía que se encontraba en cierto sentido oculto a la vista de las miradas indiscretas.

 

Quizás para muchos su método era algo intrusivo, pero para alguien que deseaba ocultar su rastro era la mejor forma de hacerlo.

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MANSIÓN DI MÉDICI. 23:34hs.

Aleteaba sin parar durante algunos cuántos minutos. El viaje no era demasiado porque me encontraba en la mansión Gryffindor cuando había partido con la invitación. Era consciente que aquel evento era abierto a todo el público, pero desde hacía unos cuántos días que no había pisado mi mansión y en Hogwarts aquel folleto no había llegado (ya que había niños). Así que preparé todo en la mansión.

La estructura de la mansión Di Médici se fue haciendo cada vez más visible y mas grande, rodeada de algunos árboles, con algunas luces que brillaban a su alrededor. Era impoluta. Totalmente única ante otras mansiones que conocía, pero era digna de quien recibían aquella noche como nueva ministra. Una muchacha que me parecía a simple vista que me estaba esquivando. ¿Estaba enojada? No lo juzgaría.

Atravesé los terrenos de la mansión, aleteando a unos cuántos metros por encima de cualquier tejado o árbol. Aún era temprano por lo que los invitados no estaban citados a llegar. Pero si lo estaban los preparativos. Las luces, la alfombra, los empleados y elfos, las cámaras, todo parecía listo. Rodeé el terreno unas cuantas veces, disimulando como cualquier búho o lechuza haría en su vida cotidiana. Aterrizando en alguna rama. Observando. Volviendo a levantar vuelo para depositarme por encima de alguna farola. Ululando. Todo normal. Cuando levanté vuelo, disimulando que había visto alguna futura presa, me elevé un poco más directamente al techo. Desde allí era un mejor panorama.

Córrete, maldito bicho” pensé, chirreando ante uno de los augurey que estaba muy tranquilo desde el tejado, aleteándole y tirándole algunos rasguños con mis garras. Éste abrió las alas y los ojos y se corrió de lugar para dejármelo a mí. ¿Qué hacían esas aves ahí? Desde allí podía admirar todo: la entrada donde irían llegando todos los invitados, la alfombra que bordeaba la mansión, los fotógrafos que recibían a las personas y luego la mesa, ya lista y preparada. Incluso una especie de lugar designado donde seguramente empezaría la fiesta.

Tenía todo preparado. Era una fiesta de máscaras. Ante los sucesos de la elección de la nueva ministra. Ululé un par de veces, con la postura de cualquier búho normal en la noche, como cualquier criatura nocturna.

Esperé.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Estaba a punto de salir de la alfombra roja cuando sucedieron dos situaciones que la dejaron un poco fuera de lugar. La vampiresa tuvo que detenerse para permitir que el elfo de la cámara le tomara una fotografía, de hecho ella sentía que aquello era algo un poco innecesario, pero bueno, donde fueres has lo que vieres.

Lo otro que ocurrió fue que cuando estaba por continuar su paso luego de la fotografía, algo, alguien, la llevó por delante. Obviamente no perdió el equilibrio gracias a sus instintos vampíricos. Se giró, no había nadie, proyectó su mente y lo sintió, no le conocía pero pudo sentir que era de su propia raza.

Sonrió, alguien está jugando con su capa invisible, canturreó en el fondo de su mente. ¿Con qué objetivo? Su diestra, luego del jugueteo mental y tras un primer momento de no sentir que fuera peligroso, rozó su varita, no la iba a utilizar pero su instinto la llevaba a querer asegurarse que tenía más de una opción a la mano para defenderse de lo desconocido.

Un ave atravesaba el firmamento en ese momento, siguió su vuelo unos breves segundos y luego volvió a centrarse en los presentes. No había mucha gente aún, odiaba eso, la obligaba a ser extremadamente amable con los presentes, aunque no era su gusto. Suspiró. Había en su piel una suave fragancia que inundó por unos segundos su olfato, había elegido su habitual aroma a vainilla, pero con unas gotas de naranja de fondo, a punto estuvo de utilizar la fragancia de azahares pero era peligroso si alguien reconocía el aroma.

Se alejó del aroma de la comida y se acercó a las maderas que cubrían el jardín marcando el área de baile, era temprano para ello, pero le agradaba la idea de escuchar la música y obviamente de alejarse unos minutos de los presentes. A lo lejos había notado un par de magos que parecían estar teniendo una conversación íntima y no tenía ganas de interrumpir los romances nocturnos.

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Passepartout, elfo doméstico.

Los invitados comenzaban a presentarse en los jardines de la mansión y el baile de máscaras estaba lejos de empezar ¿Por qué seguía allí parado en la pista? No pensaba quedarme ahí por horas, viendo a los magos y brujas más destacados de la comunidad disfrutando y a mis pares sirviéndolos. Con un chasquido de dedos activé el encantamiento sobre los platos que contenían los entrantes, que empezaron a levitar cuidadosamente entre los invitados para que pudiesen tomar las empanadas argentinas, los cuadrados de tortilla española y otros aperitivos destinados a mover un poco las tripas, una deliciosa antesala al banquete principal.  

Comencé a pasear junto a la perfecta línea de elfos domésticos que, esperando servir cada uno a un invitado asignado, se ubicaban uno detrás de cada silla a lo largo de la mesa. Me vi obligado a ahogar una risa pícara cuando noté que a Hecate Rambaldi le serviría un elfo Rambaldi, aquellos que llevaban ese apellido por nombre y que se ocupaban de la cocina y la limpieza de la mansión. A veces el ingenio de Lucrezia para la malicia me dejaba entre incrédulo y embelesado ¡Qué mujer era Di Médici! Me generaba genuina admiración, al igual que lo había hecho Thiago Gryffindor, mi primer amo. Era en momentos como esos, que él hubiese replicado como el bufón que era, que entendía como ambos habían congeniado pese a tener personalidades tan diferentes. Como lo extrañaba…

Mientras intentaba resistir el impulso de risa y bloqueaba los recuerdos sobre Thiago fue cuando a mis oídos llegó un nombre conocido que me vi obligado a detener mis pasos. “Cillian”. Si, lo había escuchado en más de una oportunidad de la boca de Lucrezia pese a que sabía que ambos apenas se conocían. Su ama sospechaba que aquel hombre pertenecía a la Marca Tenebrosa y había requerido documentos de movimientos bancarios inusuales que lo ligaran con esa organización para, a futuro, tener cierto poder sobre él. Sin embargo, yo lo recordaba de algo más escandaloso que ser un mortífago.

- ¡Tú! Cillian, si, el que destruyó Sangiovese & Merlot ¿Sabes cuánto tiempo estuve para reparar y reponer todo? ¡Esas copas ya no están en el mercado hace por lo menos tres décadas, todas en manos de otros aristócratas menos merecedores que la señora Di Médici!- le recriminé sin un ápice de decoro, elevando mi voz y apuntando con mi índice a su enmascarado rostro.- ¡Vete a freír espárragos!

El inclemente paso de los años me había empujado a no tener demasiado respeto por otras personas que no fuesen Lucrezia, a la única que le debía lealtad y servicio por el lazo mágico que nos unía. Existían excepciones, claro, como la señorita Sagitas, la recientemente electa ministra Ada o el nuevo pupilo del que no recordaba el nombre pero era algo similar a Canserbero o algo así. En el caso de Cillian no podía ser solo cordial o seguir el protocolo ¿Sabía acaso ese mago impertinente y rastrero que el artesano que había elaborado las copas que su enorme trasero había destruido en la bodega había muerto hacía doscientos años?¿Tenía en consideración acaso cuantos días estuve recorriendo cada mercado internacional en busca de piezas de esa colección específica? No, seguramente no lo sabía, como todo mago que no ve más allá de su propia y pequeña nariz. Le solté una última maldición y me fui refunfuñando para remarcar aún más mi rechazo a su presencia. 

Fue entonces que noté como algo estaba molestando a los augureys, que ese día habían abandonado el aviario durante la mañana para observar la preparación de la gala desde el tejado y que hasta ese momento no habían abandonado su posición ¡Si Lucrezia se enteraba que alguien estaba incordiando a una de sus decenas de criaturas se le iba a zafar un tornillo! Con un sonoro chasquido hice aparecer una enorme piedra en mi mano diestra y se la lancé con todas mis fuerzas - y un poquito de mi magia, claro - a lo que creía que era un búho que les había robado su lugar. Si realmente el improvisado proyectil había impactado con el animal no lo podía afirmar pero la satisfacción de los augureys al recuperar su puesto era evidente en su animado cantar. Les regalé una sonrisa a aquellas imponentes criaturas aladas y proseguí con mi recorrido.

- De nada.- susurré al aire, como si los pájaros pudieran escucharme pese a la enorme distancia que nos separaba.

Seguí caminando, tratando de escudriñar en la mirada de quienes ya llevaban sus máscaras puestas con la esperanza de poder reconocer alguna cara conocida ¿Sabían acaso que antes que el baile iba a suceder la cena y que sería imposible comer o beber con esas cosas tapándoles la boca? A veces dudaba de la inteligencia de los magos, que en aquella ocasión parecían no haber entendido las palabras escritas en una simple carta de invitación escrita por Lucrezia. Sin embargo, todas esos pensamientos se esfumaron en el instante en que me percaté de una presencia de la que ya me habían advertido. La pedrería que decoraba aquella máscara era magnífica, de una calidad y un gusto que solo había visto en similares pertenencias de Lucrezia. Me acerqué sin dejar de admirar aquellas joyas en las que, al estar a una corta distancia, incluso pude ver reflejados mis enormes y oscuros ojos.

- Señorita Selwyn ¿Verdad? Los otros elfos me han avisado de su presencia y fue fácil reconocerla con tanta joyería y tanta elegancia. Me ha recordado a mi ama, de hecho. La señorita Di Médici aún no se encuentra aquí pero me ha encomendado que le entregue unos regalos.- le dije manteniendo un impostado tono alegro, expulsando las palabras rápido para no perder su atención y procurando al mismo tiempo no sonar atropellado.

Bastó otro chasquido de mis delgadisimos dedos para que una botella de verdoso cristal y una caja de bombones de chocolates se materializaran en mis manos. Aquel embriagante olor dulce lograba filtrarse hacia afuera de la caja en forma de corazón y cubierta por una aterciopelada tela púrpura que los resguardaba ¡Cómo me gustaban los bombones y cómo me apenaba no poder probarlos! Estaba casi seguro que Lucrezia había ordenado que fuesen de una gran variedad: rellenos, de chocolate blanco, amargo, mezcla de muchos, con un toque de licor y alguna poción. Estiré mis brazos lo más que pude para que la bruja pudiera tomarlos cómodamente sin agacharse demasiado. En ese instante me percaté de la amarillenta etiqueta que engalanaba aquella botella: era un vino de los más añejos de la bodega Di Médici, uno especial, de esos la dama guardaba en su colección privada. Eliah Selwyn debía ser alguien especial para mi ama…o alguien de quien pudiera aprovecharse.

-Que tenga una hermosa noche, señorita Selwyn.
 

-

@ Mael Blackfyre  @ Hecate Engosvezhof  @ Cillian Haughton  @ Eliah Selwyn R.

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Estaba esperando la respuesta del mago oculto tras una máscara veneciana y un atuendo que, para extrañeza mia, era bastante normal. Lo siento por si pensaba pasar desapercibido pero para un estudioso del lenguaje corporal era bastante sencillo descifrar el acertijo. Por mi parte no es que me ocultarse mucho detrás de una máscara. De hecho no era así, revelando mi rostro algo pálido con eso brillantes ojos azul-grisozos, y claro una indumentaria negra con un morral en la espalda y algunos artilugios acomodados en el cinturón de mi ropa.

Si me hubiera visto un muggle siempre hubiera podido bromear diciendo..."yo soy Batman". Claro faltaba la capa y la máscara. Pero volviendo al tema @ Cillian Haughton  no me respondió, sino que la voz que se alzó fue como un chasquido de gárgola ligado con arpía. Un elfo doméstico, al parecer de la casa, confrontaba al mago. Lo siento por mi colega pero no pude evitar soltar una carcajada. 

Eso sí no me pasó por alto la información que revelaba en su arranque de furia. Lo anotaría para después. Lo cierto es que que el elfo hiciera una perreta de niño pequeño era una cosa. Pero que atacará a mi compadre pues otra. Así que como en las facciones del bichejo se detalló su malevolencia ya tenía varita en mano cuando hizo su moviendo. Y yo el mío, protegiendo al invitado y preservandole el decoro. Que si esa historia se regaba por el mundo mágico misteriosamente pues sería problemático o no?

Por suerte el nauseabundo ser de la ensiliconada de @ Lucrezia Di Medici se marchó así quedaba mano a mano con el mago.

--Eso estuvo cerca. Vaya con el servicio. --dije mientras sonreia- Ya los tiempo no son como antes donde le cortaban la cabeza por algo como esto

Eso me trajo el grato recuerdo de cierta reina fofa, como la Medici. 

--Lo bueno es saber que no soy el único indeseable de la gala. --exclame para después tomar un matiz serio.- Aquí te va un consejo, cuidado con la Medici, los italianos en general no son de fiar y está se mueve por intereses. A saber qué planes tendrá al acercarse a @ Ada Camille Dumbledore

Claro yo no podía estar tanto tiempo en versión sería así que distendi el momento dándole unas palmaditas en la espalda. 

--Has visto a @ Eliah Selwyn R. ?. Creo que habíamos quedado en explorar las habitaciones cuando se diera la oportunidad.

Por cierto cuando había hablado del alma de la fiesta antes me refería a la Daimon.

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Antes de que ella pudiera tomar una copa alguien más se acercó hasta donde estaba ella, por lo visto había llegado casi a la par que la elegante bruja que llevaba un vestido de color violeta. Lo observó atreves de aquella elegante mascara con pedrería del mismo tono que su vestido para mostrar una sonrisa educada y cordial. No conocía mucho aquel muchacho, pero lo había visto en varias ocasiones y ante una gala debería comportarse de la forma mas adecuada posible, además aquel hombre parecía ser agradable y buen compañero de bando por lo poco que le había visto en la mansión Riddle.

—Encantada @ Lukyan A. Volkov agradeció la presentación mientras hacia una leve inclinación de cabeza a modo de saludo mientras escuchaba sus alabanzas hacia ella. No iba a decir que no la gustaba que la piropearan sobre su presencia, eso enorgullecía a alguien como la Selwyn.—Gracias por tus halagos Volkov, hay que estar presente en ocasiones así ¿no crees?—Le lanzó una pregunta con doble significado, pues no solo era importante la presencia de las grandes familias sino que también era importante que aquellos que pertenecían a la marca estuvieran por aquella fiesta.

Supongo que comenzará el discurso cuando estemos todas las personas importantes en la gala, además creo que será un gran discurso donde se esclarecerá muchas cosa y por cierto, Ada es Francesa, la paella es de mi tierra—Acabó dando a entender que ella era española y que aquel mago se había confundido con las nacionalidades, pero era verdad que debían de tener cuidado con lo que hablaban puesto que seguramente habría muchos oídos por allí.

La Daimon pudo no muy lejos de allí a Cillian, su hermano que parecía que estaba ocupado con Sean, prefería no involucrase de nuevo entre ellos dos, suficiente tuvo ya cuando estuvo en la boda en el Chateau Dumbledore. Antes de que pudiera decir al muchacho de acercarse a dar un paseo por allí, un elfo se presentó ante ella, al principio lo miro con suficiencia, pero al ver que tanto la alagaba y tenía muy buenas palabras hacia ella se relajó. @ Lucrezia Di Medici  si que tenía muy bien educados a sus elfos y sabían con que personas debían de tratar y como, era sin duda una mujer excelente en protocolo no cabía duda.

—Por favor, agradece a tu ama el presente que me estas otorgando, es un placer que me haya invitado a tan elegantes terrenos de estar la Familia Medici—Contestó al elfo mientras tomaba aquellos presentes que por lo que podía ver por las etiquetas era bastante caro, sin duda era para una ocasión especial y seguro que su mansión agradecía tener tales presentes. Chasqueó los dedos para llamar a su fiel elfo Nibiru al que dio ambos regalos con una advertencia y es que lo dejará en su zona privada bajo llave y que no pasará nada a aquel regalo que la estaba otorgando la distinguida bruja Lucrezia.

Su elfo tras el llamado de Eliah y darle  el obsequio de la despampanante rubia y anfitriona de la gala, se marchó con los obsequios hacia el castillo donde era Matriarca la Selwyn. Sus ojos cuando volvieron a divisar la gala  pero un olor a vainilla hizo que se posaron en @ Darla G Dumbledore  que parecía estar sola y se dirigía no muy lejos de la pista de baile y donde estaba el jardín. Sabía lo que era estar en una fiesta sola, así que pensó que era buena idea dar compañía a la pelirroja.

—Lukyan, ¿me acompañas a saludar a una amiga?—Preguntó al mortifago que ahora mismo la Black le estaba dando el titulo de su guardaespaldas personal. Después del ataque a su familia y a su castillo, no se sentía muy segura y sabía que peligraba su status, un status que había alcanzando con esfuerzo y que ahora personas como Lucrezia, el Volkov u otros magos la tenían en consideración teniendo una buena fama en el mundo mágico.

Sus pasos se dirigieron hasta la cuñada de la ministra para saludarla, en aquella ocasión había tenido que elegir otra fragancia para ella, un olor a jazmín era el que poseía la Daimon, puesto que tras el ataque de la orden del fénix el frasco de su perfume había desaparecido y tendría que hacer de nuevo un viaje a España para volver a adquirirlo.

—Vaya, parece que una bella Dumbledore se ha dejado caer por aquí...—Comentó alzando una ceja de forma un poco atrevida habiendo escuchado rumores de que no había sido invitada a aquella gala por la anfitriona del lugar. No lo entendía, puesto que era familia directa de Ada Camille y debería estar invitada como muchos magos y brujas que estaban allí.—Os presento, este es Lukyan A. Volkov... es un buen amigo y le he pedido que me acompañe, hay un grupo que ataca mansiones y no me siento segura, a saber si obraran un ataquen en la gala...el mundo está loco...¡Ah! Ella es Darla G. Dumbledore, cuñada de nuestra querida ministra—explicó un poco haciéndose la victima pero bastante convincente para cualquiera, además estaba usando un poco de su aura como reina de las súcubos para que fuera todo mas creible, aunque en realidad no mentía en nada de lo que decía.

 

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Cuando Eliah Selwyn lo saludó y agradeció sus halagos, él devolvió la inclinación de cabeza con una sonrisa cordial. Al mencionar la importancia de estar presente en tales ocasiones, Lukyan asintió, comprendiendo el doble sentido de sus palabras. El ambiente estaba cargado de intrigas, y cada asistente tenía su propio motivo para estar allí.

Ciertamente, cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en esta velada —acotó, sin perder de vista el trasfondo de sus palabras. 

Cuando Selwyn hizo referencia al discurso que estaba por venir, Lukyan no pudo evitar sentirse intrigado por lo que se revelaría. Al escuchar su corrección sobre la nacionalidad de la Ministra de Magia y la mención de la paella, él sonrió, reconociendo la sutileza del comentario. La conversación era un juego de palabras, y él disfrutaba de los matices. 

Lukyan se encontraba de pie, visiblemente presente en la sala, observando con atención la interacción entre el elfo y la señorita Selwyn. Su figura elegante y su porte distinguido se destacaban entre los asistentes, y, aunque no participaba en la conversación, su mirada reflejaba una curiosidad genuina. 

El elfo, con un aire de efusividad, se había apresurado a presentar los regalos que su ama le había encomendado, mientras Lukyan sopesaba la naturaleza de la entrega. La señorita Selwyn, con su joyería resplandeciente y su elegancia, evocaba una impresión cautivadora, casi como un reflejo de la nobleza que él mismo había conocido.

Cuando el elfo hizo aparecer la botella de cristal verdoso y la caja de bombones, Lukyan no pudo evitar sonreír levemente ante la escena. El aroma dulce de los chocolates se propagaba en el aire, y, aunque sabía que no podría probarlos, la visión de tales exquisiteces era un deleite para sus sentidos.

Mientras el elfo se despedía, deseándole a Selwyn una hermosa noche, Lukyan mantuvo su postura, observando con un aire de interés y anticipación. Se preguntaba qué papel jugaría la señorita Selwyn en el tejido de relaciones que había en aquella comunidad. La noche apenas comenzaba, y él sabía que cada interacción podía desvelar secretos y oportunidades ocultas en aquel entorno lleno de intrigantes personajes.

Al escuchar su agradecimiento hacia el elfo, pensó en lo bien educados que estaban los sirvientes de la familia Di Médici; era una marca de distinción que merecía respeto.El cambio de enfoque hacia Darla G. Dumbledore llamó su atención, y observó cómo Eliah lo invitaba a acompañarla para saludar a la pelirroja. Con un ligero gesto de asentimiento, Lukyan se colocó a su lado, preparándose para la interacción.

—Por supuesto, será un placer —respondió, manteniendo su voz suave a medida que se acercaban a Darla. Al escuchar el comentario de Eliah sobre la bella Dumbledore, una sonrisa juguetona se dibujó en su rostro, aunque contenía un matiz de seriedad.

Es un honor conocerla, Srita Dumblendore. —dijo refiriéndose a Darla a quien recientemente le habían presentado, inclinando la cabeza en un saludo respetuoso. 

Cuando Eliah mencionó su preocupación por los ataques, Lukyan sintió un cambio en la atmósfera. Su instinto protector se activó, y su mirada se volvió más seria.

La seguridad es fundamental en tiempos como estos —afirmó, haciendo eco de las palabras de Eliah—. Estoy aquí para asegurarme de que estés bien, Eliah. Nadie debería sentirse inseguro en una gala como esta.

Lukyan sabía que las palabras de Eliah, adornadas con su aura seductora, eran efectivas. Se mantenía alerta, observando a su alrededor mientras la conversación continuaba, sabiendo que cada interacción podía tener implicaciones más profundas en el juego de poder que se estaba desarrollando en la gala.

 

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«Las decisiones difíciles requieren voluntades fuertes».

Sus pensamientos seguían cuestionando la decisión de presentarse a ese distinguido evento. Cuando iba de invitado a eventos sociales, por lo general era para disfrutar del festín y aprovechar la barra libre (si la había), más que para socializar. Su actitud reservada era algo que había sobrevivido al paso del tiempo. 

Tenía vagos recuerdos de haber aprendido a usar la Legilimancia en compañía de la Ministra electa, así como una esporádica reunión en Francia (cuando todavía era la ministra de ese país), pero fuera de ello, no existían tantas razones para invitarlos. Aún era Jefe de Inefables, y a la luz de sus planes inmediatos, era conveniente para él obtener más contexto de lo que se cocinaba en el Ministerio y sus alrededores.

Apareció un par de metros fuera de la propiedad, la mansión Di Médici, unos minutos antes de la medianoche. Los suficientes para recorrer tranquilamente el colorido sendero hasta el punto de reunión, al menos. Era la primera vez que escuchaba de dicha residencia y apellido, pero tenía sentido, considerando que había una variedad de familias, algunas de ellas incluso comenzaban a restablecerse en ese llamado periodo de transición. Decidió maravillarse un poco con las vistas de los terrenos, recordando que aún tenía una visita pendiente a su hogar, la mansión Black Lestrange. 

Posiblemente, la visitaría de regreso de ese evento. Si no terminaba haciéndose con un poco de bebida y emprendiendo la huida hacia su Casino.

Su vestimenta para la ocasión, era un tanto más discreta que la habitual túnica con motivos astronómicos; un sobrio traje de rayas horizontales, cuyos vivos en gris claro resaltaban contra el tono negro del resto de la vestimenta. Llevaba una capa púrpura, que se mantenía sobre sus hombros gracias a la cadena adornada con dos piezas metálicas en forma de ojo. En cuanto a la máscara, era una variante mucho más sencilla del prototipo que tenía en mente para su máscara mortífaga; en donde debía ir un antifaz, se arremolinaba la formación nubosa verde-azul, una diseño creado durante sus investigaciones en la Cámara del Espacio del Departamento de Misterios. 

⎯⎯Ah,  la oportunidad de inmortalizar este suceso para la posteridad. Si vuelvo a mi escondite, será un buen recuerdo de la última vez que me dejé ver en la comunidad  ⎯ se dijo a sí mismo, cuando fue su turno para tomarse la foto del recuerdo.

Esperó a que el elfo doméstico iniciara la cuenta regresiva para la foto, adoptando la pose que había decidido para ese momento. Apoyó una pierna delante de la otra, acomodándose de perfil, y simplemente levantó el brazo diestro, con la palma de la mano abierta como si sostuviera una bola de cristal. Más que tener algún significado, lo había hecho para emular a Quentin Beck, un ilusionista de cierta fama en Nueva York. Seguro Cassiopeia se reiría de cómo había salido aquella foto

Cumplido su cometido de llevarse consigo el souvenir, dejó que sus pasos lo guiaran hacia el recinto. Eran reducidas las probabilidades de reconocer a alguien, o que lo reconocieran, gracias a la temática de las máscaras. Agradecía que hubieran adoptado el concepto de los antifaces, ya que así se facilitaría el consumo de los alimentos sin tener que preocuparse por tener que retirarse toda la indumentaria. 

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—Rowan Avery. 

 Insistió una vez más, arqueando su ceja en señal de fastidio. Una mezcla de impaciencia y precaución se reflejaba en su mirada mientras analizaba al elfo frente a ella. Estaba utilizando un nombre falso era lógico que no figuraría en la lista de invitados, lo sabía, lo que necesitaba era que resonara en voz alta para proteger la verdadera identidad oculta, tras esa fachada cuidadosamente construida.

—¿Está seguro? 

 Sacó de su bolsillo una perfecta imitación de la carta que le daría entrada directa al evento y se la entregó a la pequeña criatura que la miraba con seriedad algo, al parecer, propio de la familia Di Medici. Esperó que estudiara la invitación con cuidado y se dio paso a la magestuosa fiesta. 

 Dejó caer la carta en el bolsillo de su capa, permitiéndose, por primera vez, sentir el miedo y la confusión de estar infiltrada en una fiesta donde no había sido invitada. Respiró profundamente, repitiéndose una y otra vez las razones por las que estaba allí, cuando podría estar en cualquier otro lugar. Su misión era clara: vigilar de cerca los movimientos de los invitados, asegurarse de que no ocurriera nada sospechoso. Aunque una parte de ella sabía que probablemente no encontraría nada. 

  La fachada de la mansión la fascinaba, cada rincón que observaba estaba lleno de detalles y objetos que captaban su atención, eso le permitió relajarse, aflojar los músculos de sus hombros y su rostro, este último escondido detrás de una máscara. Claramente seguía al pie de la letra el protócolo de vestimenta, debajo de su capa llevaba un elegante vestido de gala. 

Sus pasos eran suaves y cuidadosos. A lo lejos lograba escuchar conversaciones formales y otras con aire festivo, se mezclaban con la música, un suave compás de cuerdas. Los rostros de los invitados eran desconocidos para ella, al menos no lograba descifrar quien estaba detrás de las máscaras. Sólo se movía entre ellos, asegurándose de no llamar la atención, sabía que el menor error podría delatarla. 

 Se acercó a una mesa y tomó una copa, se repetía una y otra vez que debía mantener discreción. Se llevó la copa a los labios, dejando que el líquido tocara apenas su lengua antes de apartarla. No era el momento para distraerse. Mientras fingía disfrutar la bebida, sus ojos no paraban de recorrer el salón. En un momento dio con la puerta que daba al exterior y no pudo evitar pensar en los jardines de esa mansión, debía ser un espectáculo digno de ver. 

Tal vez fue el impulso de escapar por un momento de la tensión, o simplemente la curiosidad de explorar otros rincones de aquel lugar, pero cuando quiso darse cuenta, ya estaba caminando sobre el césped húmedo del exterior. Al salir, sintió un alivio inmediato. Respirar aire fresco, alejarse de la multitud y de las miradas constantes le permitió recobrar algo de calma. Era justo lo que necesitaba.

Por un instante, la idea de abandonar la misión cruzó por su mente. Quizás otro miembro de la Orden del Fénix podría hacerse cargo de la situación. Después de todo, no parecía ser algo urgente, ni ella ni nadie estaba corriendo peligro inmediato. Miró hacia el cielo, donde las estrellas brillaban en un profundo azul, y sintió una paz momentánea.

Sin embargo, una sensación en su interior la detuvo. Algo en su intuición le decía que había una razón por la que estaba allí, en ese preciso lugar y momento. Algo importante estaba a punto de suceder, y sabía que no podía marcharse sin antes averiguar qué era.
 

 

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Imhotep

 

El herbolario permaneció oculto bajo su capa de invisibilidad, este no deseaba socializar con nadie por el momento ¿Acaso no le interesaba hacer conocidos para sus negocios? Si bien esa era el plan, este no se fiaba de algo o alguien que no fuera las plantas, por lo que dejo de seguir a esos magos y se fue a recolectar algunas muestras vegetales, quizás alguna rareza existente en ese jardín. Y fue que su mirada capto la atención de una variedad de hongos, entre los cuales se encontraba el caldero de bruja.

 

Y conteniendo su emoción se dirige a ello, con sumo cuidado para no tropezar a nadie, además por si las dudas sostenía su varita en mano, esto era movido porque no conocía si se presentaría algunos de esos grupillos, es decir, la Orden del Fénix o los Mortífagos. Este pudiera ser considerado algo egocéntrico, tímido o lunático, pero su amor por la naturaleza lo lleva a otro nivel fuera de lo común.

 

En ese momento, evoco su misión de reportar una nota de prensa, sin embargo, nada captaba su atención y eso que había realizado algunas anotaciones pero no de las conversaciones las cuales eran sosas para su gusto, ni un buen chisme florecía entre tantos participantes, solo se limito acercarse a la variedad que le había llamado la atención, ya luego se dedicaría hablar si fuera necesario, porque para él era más importante catalogar las plantas existentes que conversar con alguien. Sin embargo, allí se encontraba estudiando la variedad de los hongos, destacando lo apetitoso que se veía ese caldero de bruja, quizás la tentación le gane y lo arranque.

 

En eso saca de su bolsillo un frasco rojo y se lo bebe, ese vital liquido era una sangre de pureza de sangre en la magia.

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