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Gala de Celebración


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El sutil coqueteo del vampiro no podía pasar desapercibido para el ruso. Nadie en todo Ottery podía negar que se hallaba frente a un Adonis que hacía dudar de sus preferencias a cualquiera; sin embargo, él no estaba allí para flaquear. No era el demonio, ex pareja de Kaori, así que simplemente esbozó una sonrisa genuina.

La verdad, sé más de usted por lo que vi que por lo que la gente comenta acerca de usted y su familia... —murmuró, dando pie a que la conversación comenzara a fluir entre ambos.

Escuchaba atentamente las preguntas sobre su país de origen. Habían llegado hasta él diversos rumores y escasas noticias sobre la rusa mágica, pero en lo que concernía al presidente muggle, la situación se complicaba. Lo miró y abrió la boca para abordar el tema cuando la llegada de una segunda persona, que sabía que conocería por su habilidad, se hizo evidente. Al parecer, las cosas iban más rápido de lo esperado, o tal vez se había perdido de algo que alteró su percepción, ya que no conocería a aquel mago hasta que se presentara frente a la ministra.

En el instante en que el bien vestido Pik Slytherin Macnair besó la comisura de su interlocutor, como marcando territorio, Lukyan no pudo evitar sonreír; al menos no era un peligro, ya que el interés de Pik por Zack era de naturaleza muy distinta a la romántica.

Encantado de conocerle, Pik... Por lo que parece, ya se ha anunciado el nombramiento del nuevo equipo de la ministra Dumbledore... —su voz sonaba como si aquello no tuviera relevancia, pero evidentemente era lo que había aumentado el interés del vampiro por él. Estaba a punto de comentar un rumor que les interesaba a Zack y a él, cuando la presencia de una mujer de cabellera pelirroja lo distrajo. La forma familiar en que se trataban le hizo comprender de inmediato que era la esposa legal de Slytherin Macnair, quien, al igual que su esposo, parecía intentar conquistar a Zack o complicarle la vida, aunque aún no estaba seguro.

La presencia de dos personajes que no debería haber conocido hasta dentro de dos semanas le llevó a buscar a su alrededor una segunda bruja para completar el cuarteto. Vio a Leah Dayne, observando la situación con una sonrisa que sugería que se estaba divirtiendo a costa de él. 

Al parecer hay alguien por ahí para completar el cuadro familiar; iré a invitarla a unirse a ustedes. —Aprovecharía la distancia que tomaría para acercarse a Leah para saludar también a un amigo, ya que su plan para abordar a Zack en ese lugar no había sido el más acertado. Al llegar junto a la bruja, se dirigió a ella con respeto.

Señorita Dayne, su "familia" le espera. Permítame disculparme con sus "amigos". —No lograba descifrar la manera en que la bruja frente a ella observaba a las personas que había dejado atrás. —Espero que antes de que finalice la noche podamos encontrarnos todos de nuevo.

Hizo una leve reverencia y se dirigió al baño, pero antes de entrar, vio a Eliah rodeada de personas desconocidas. Se preguntó si eran amigos o enemigos y estaba a punto de acercarse cuando escuchó la voz de una mujer. Su porte elegante al hablar, al vestir y al pararse frente a ellos le hizo pensar que se trataba de la anfitriona, así que se detuvo a escuchar lo que tenía que decir. Al concluir sus palabras, tomó una copa de vino y comenzó a degustarlo lentamente, esperando que la ministra Dumbledore no tardara mucho en llegar.

La espera no fue larga, ya que la mujer que todos aguardaban y por quien se había organizado la celebración inició su discurso de agradecimiento por la presencia de todos y por la magnífica gala en honor a la persona que lo había hecho posible. Lukyan terminó el contenido de su copa, que dejó en una bandeja que portaba uno de los elfos del lugar. Consideró acercarse a Dumbledore, pero decidió que ella no necesitaba ser abrumada desde temprano; además, antes debería tener otra conversación con Zack Ivashkov.

@ Zack Ivashkov  @ Pik Slytherin Macnair  @ Alyssa Black Triviani  @ Leah Dayne  @ Eliah Selwyn R.  @ Ada Camille Dumbledore

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Nymeria Malfoy Yaxley llegó a los jardines de la familia Di Medici, donde la gala de celebración se estaba llevando a cabo. Llevaba un elegante vestido de noche en un profundo tono de azul, que realzaba su figura atlética. La máscara que cubría parte de su rostro añadía un aire de misterio a su presencia, atrayendo miradas de curiosidad a su paso.

El ambiente era vibrante, el suave murmullo de los invitados que se movían entre las elegantes mesas dispuestas en el jardín. Nymeria respiró hondo, sintiendo la energía de la celebración. La importancia de este evento la motivaba, ya que era una ocasión para fortalecer lazos en la comunidad mágica.

Se dirigió hacia una de las mesas, donde varias personas estaban reunidas, pero su atención estaba centrada en la tribuna, donde Ada Dumbledore, la nueva Ministra de Magia, aún no había comenzado su discurso. La anticipación llenaba el aire; esperaba con interés las palabras de la Ministra sobre el futuro del Ministerio.

Mientras ese momento llegaba, Nymeria disfrutaba del ambiente festivo, observando las decoraciones que adornaban los jardines y la forma en que la magia se entrelazaba con la naturaleza. A lo lejos, vio a algunos invitados conversando animadamente y sonrió, recordando la importancia de estos encuentros para la colaboración en proyectos futuros.

A medida que los murmullos de la multitud crecían, supo que era el momento de involucrarse. Estaba lista para escuchar el discurso de Dumbledore, y su mente ya comenzaba a trazar planes sobre cómo podría contribuir a la regulación de la magia de aparición, un tema crucial en el contexto actual.

Nymeria tomó un sorbo de su copa, sintiendo la emoción burbujear dentro de ella. Sabía que esta gala no solo era una celebración, sino también una oportunidad para sentar las bases de un futuro en el que la magia se utilizara con responsabilidad y unidad. Con esa determinación en mente, se preparó para escuchar las palabras que marcarían el rumbo de la comunidad mágica.

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Seguía rozando con la yema de su dedo índice el borde de la copa, dibujando círculos una y otra vez como si quisiese que el cristal emitiera sonido para acallar la voz de quien la seguía increpando. La aristócrata era experta en la gestión de su temperamento, condición sine qua non para escalar exitosamente en las altas esferas del poder político; hacer oídos sordos a las opiniones de quienes consideraba plebeyos era un talento innato. Sin embargo en ese momento, mientras su mirada seguía el casi imperceptible movimiento del vino en su copa, la blonda italiana se imaginaba replicando ese movimiento circular con la afilada punta de su uña alrededor de los ojos de Hécate para desprenderlos de sus cuencas. 

¿Cómo se atrevía aquella mujer a profundizar aún más en su verborrea ofensiva pese a haberla invitado tan cordialmente a callar? La Médici no pasó por alto las gotas de vino que, al no lograr la tela absorberla, descendían por el negro vestido de Hécate hasta encontrase con el suelo. El alcohol era un mal consejero y lo sabía no por la popularidad del dicho sino por su propia experiencia. Sin embargo, aquello no lograba expiar las maliciosas calumnias que la muchacha pronunciaba a viva voz sin demostrar un gramo de vergüenza. En un contexto más privado, quizás uno en el que no estuviese rodeada de las personalidades más destacadas de la sociedad mágica, Lucrezia ya hubiera materializado su varita para quitarle a la Rambaldi su incordiante lengua. En ese momento prefería mantener una postura impasible. 

La absurda acusación de querer envenenar a la persona por quien había organizado aquella gala en su propiedad le hizo soltar inconscientemente una risita de incredulidad que fue eclipsada por el sonido de los cubiertos golpeando la vajilla. Claro que llevaba mortales toxinas en polvo en la cápsula del voluptuoso anillo que decoraba su dedo índice pero eso no significaba que sería utilizado aquella noche ¿Y qué familia con un linaje sostenido por siglos y siglos no había tenido algún que otro episodio - o seguidilla - de envenenamientos sin resolver? Volvió a levantar su gélida mirada de la copa para enfrentar directamente a Hécate utilizando su fría gestualidad para dejar manifiesta su indiferencia ante sus actitud histérica. Cualquier testigo de aquella escena podría describir lo que se estaba gestando bajo la superficie de aquel enfrentamiento. 

- ¿Y por qué no podría organizar una gala para celebrar su asunción? Nuestra rivalidad acabó en el mismo instante en que el primer votante emitió su voto en el día de las elecciones…se llama adecuarse a los contextos ¿Conoce de qué se trata eso? Le vendría bien un repaso señorita Rambaldi ¿Por qué se sigue apellidando así, verdad? - preguntó impostando una curiosidad en su tono que simulaba ser genuina - A mis oídos llegó el rumor de que a su familia no le va...muy bien. Lo que sí puedo adelantarle, si tantas dudas le despierta este maravilloso evento, es que hemos acercado posiciones pese a que aún mantenemos diferencias sobre como gestar el futuro del país...eso es lo maravilloso de la política pero entiendo que no lo entienda.

No fue el paripé totalmente descontextualizado sobre su más que sospechoso antídoto contra el alcohol lo que tomó por sorpresa a Lucrezia, ni tampoco lo fue la afirmación de Sagitas como una ministra cuya gestión de lo público fue positiva…aunque aquello se le acercó bastante dada la poca estima que le tenía a la Potter Blue. Fue el inesperado beso de Hécate, que había quebrantado la distancia que las separaba en apenas unos segundos, lo que la tomó desprevenida. Sin embargo, accionó tan rápido que su sorpresa quedó completamente disimulada ante los ojos de los presentes. Con sus labios presionó con fuerza los de la Rambaldi mientras colocaba delicadamente la yema de sus dedos sobre el contorno de su mandíbula. Al separarse, su mirada se posó directamente sobre el casi imperceptible resto de su labial rojo que se había impregnado sobre la piel de la mujer. En un gesto no propio de una aristócrata de alta alcurnia pero si de una mujer a la que querían medirle la dignidad, Lucrezia rozó con su lengua la comisura de sus propios labios como si quisiese saborear la esencia de aquel beso. Se tomó unos segundos antes de retomar la palabra.

- No es mi naturaleza dejarme llevar por acusaciones hilarantes de alguien que está siendo evidentemente guiada por el alcohol y cuyo antídoto parece estar adulterado, algo que no me sorprende en absoluto, dado que sigue diciendo incoherencias cada vez mayores - en ese momento sus palabras ya no se dirigían a la Rambaldi sino a los testigos de aquella novelesca escena - Cuando alguien me ve, no ve a una “sangre sucia”. Ve a alguien de la alta sociedad, ve a alguien abominablemente rica, ve a alguien con un ego inflado hasta límites inhumanos…o al menos eso dice de mi parte de la prensa, claro. Lo que puedo asegurarle a la señorita Rambaldi es que no ve es a una “sangre sucia” y no lo vería aunque fuese una realidad. Ese tipo de cosas solo son relevantes para aquellos que tienen que buscar un enemigo en común con otras personas a las que llamar compañeros para darle un sentido a sus tristes vidas. 

Lucrezia decidió dejar sin respuestas las acusaciones de bastardía, deshonrando con su silencio a Hecate, a quien consideraba indigna de mayor inversión de su valioso tiempo, un recurso finito que prefería dedicar a personas más relevantes; de cuestiones como su apoyo absolutamente explícito y público a la Marca Tenebrosa o el comportamiento errático, culpa de su borrachera, se podría ocupar la prensa en la tirada de la mañana siguiente. El último gesto que la Rambaldi alcanzaría a ver por parte de la aristócrata era una burlona sonrisa dibujada en su rostro al verla caer de bruces al suelo, gracias al perfectamente ejecutado encantamiento de Azog. Fue en ese mismo instante que la ministra de magia hizo acto de presencia, agradeciendo la gesta de aquella gala. 

- ¡Por fin apareces, Ada! Espero que no hayas echado nada en falta en la habitación y que los elfos te hayan servido como tú mereces. De más está decir que siempre tendrás un lugar en mi mansión, por si necesitas un refugio de tus funciones o de tu familia.- en la voz de la aristócrata fluía un respeto que se palpaba inequívocamente genuino - No tardes en anunciar nuestro acuerdo, que ya hay gente que me acusa de querer envenenarte ¿Puedes creerlo? Volveré en unos momentos, cuando los elfos sirvan la pasta.

Con una leve inclinación de su cabeza, que hizo que rubios mechones de cabello cayeran por delante de sus hombros, la aristócrata se despidió cordialmente de la ministra de magia, cediéndole el protagonismo de aquella noche como la lógica de la ceremonia dictaba. Podía percibir en Ada una agazapada personalidad feroz suavizada por una ingenuidad digna de su juventud, algo que encontraba propio y seguramente heredado de su madre Selene, a la que se encargaría de encontrar más tarde aquella noche. Tomó nuevamente la copa de vino con el espacio entre sus dedos índice y pulgar y se dispuso a alejarse de la mesa principal.

Aprovechó también para dedicarle a Azog una sonrisa de sincero agradecimiento, un gesto que pocos habían tenido alguna vez el privilegio de recibir de su parte. Llamar sanguijuela a Hecate había sido demasiado, quizás, pero la realidad era que de no haber tenido que mantener la postura señorial ella hubiese utilizado epítetos más viles. Su pupilo - esa palabra aun la incomodaba - se había convertido en un soporte invaluable. Pese a no expresarlo, Lucrezia estaba orgullosa de sus avances con el uso de la magia y en su inquebrantable determinación, un aspecto de su personalidad en la que se sentía reflejada. 

El muchacho, aún un misterio que aguardaba resolución, había despertado en ella un instinto maternal, algo que los caprichos de la biología le habían impedido experimentar. Poco a poco, casi inconscientemente, la aristócrata había ido diluyendo sus dudas respecto a cuáles habían sido las intenciones del Cantankerous al buscar refugio en ella. Incluso, aunque se esforzara por negárselo a sí misma, empezaba a sentir un incipiente afecto por el chico. No era parte de su linaje pero si en ese momento un rayo caía sobre su cuerpo y de ella solo quedaban las cenizas, él sería su herencia viva lanzada al mundo para conquistarlo. La aristócrata no sabía si Azog la seguiría durante el devenir de la velada o si preferiría navegar en las turbulentas aguas de la alta sociedad británica; sin embargo, decidió cederle la libertad para elegir su propia aventura. 

La aristócrata comenzó a caminar hacia los viñedos, alejándose del centro neurálgico de la gala, en busca de la intimidad que su psiquis desesperadamente deseaba. Se dejó abrazar por la gloriosa oscuridad de la noche, a la que recibió como una vieja amiga. Sabiéndose aún al alcance de las miradas de los presentes, Lucrezia giró detrás del pequeño almacén donde los elfos resguardaban la cosecha. Allí, lejos de las miradas curiosas, por fin se llevó la copa a los labios. Bebió el frutado vino de un solo trago, tan abrupto que descendió con dificultad por su garganta. Sin darle importancia a su suerte, la blonda realizó un rápido movimiento con su brazo, arrojando la copa a un lado. Al no percibir el reconocible ruido del cristal quebrándose intuyó que el césped lo había amortiguado. 

La blonda italiana realizó un elegante movimiento con su diestra alzándola ligeramente sobre su hombro y estiró sus dedos índice y central para que sobre ellos se materializara a continuación un negro porta cigarros, con uno ya encendido en la punta. Le dio una larga calada y se dejó embriagar por la cálida sensación que invadió su pecho. Dejó escapar el humo por sus fosas nasales y seguidamente buscó un apoyo para su espalda en la pared externa del almacén. Su azul mirada buscó intuitivamente el conejo en la blanca luna que brillaba con todo su esplendor. Suspiró como si hubiese contenido el aire en su diafragma durante toda la noche.

- Vaya noche…

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¡Había caído al suelo! ¿Quién lo había hecho? Sentí la humedad en el trasero y escuché su insulto...

- Mira a la sanguijuela, bastardo @ Azog Cantankerous - apunté a uno de los elfos y susurré- avada kedavra - un rayo de luz verdoso impactó en uno de los elfos que llevaba comida, al instante, cayó al suelo haciendo un gran estropicio de ruído y comida tirada por el suelo - que sea la última vez, que sea la última vez - le dije al muchacho con los ojos rojos a causa de la ira, se podía decir que ahora estaba mucho más serena de aplicar que hacía unos cuántos minutos un hechizo, quizás serían unos efectos un poco desagradables- veo que aún eres un novato con la magia - le dije, levantándome del suelo apoyándome con una mano. No, no estaba tan alcoholizada y sabía perfectamente lo que hacía -enfréntate a los de tu nivel, muchacho, enfréntate a ellos, no a alguien que te puede matar en un sencillo hechizo, espero que lo entiendas y es un aviso

Por el aroma me pareció sentir a Cillian en mis narices pero ya me estaba hartando de tanta fiesta y de tanta cursilería ¿para qué había ido? no tenía ni idea pero alcancé a escuchar a Ada en mi cabeza, debía esperar un poco más pero me acerqué ahora a @ Matt Blackner

- Quiero hablar contigo a solas - no me había fijado que @ Sagitas E. Potter Blue o estaba en el suelo o se había ido, no me miré, sinceramente le dije en un susurro al oído- te quiero pedir disculpas por las formas, eso no ha estado bien... -le puse una mano en el cuello y le di un beso en la mejilla - lo siento, te quiero  -(dramón! xD)fue un murmullo, sólo para que él lo escuchase, nada más.

Me giré y enfrenté nuevamente a la @ Lucrezia Di Medici que me respondía parecía que llegaba @ Ada Camille Dumbledore así que, antes de que iniciarse su discurso, me apresuré a responderle:

- Precisamente porque no sois de fiar, siempre lo hacéis todo con doble intención -¿pensaba acaso que me podía ofender por una familia caída? - a diferencia de usted, yo puedo decir con orgullo que toda mi familia luchó para proteger a la magia y a los magos de verdad en Italia, no me he escondido como una gallina detrás de un telón de teatro - dije con cierto recochineo, mirándola - es cierto, mi famiia no existe pero ¿sabe? Aún conservo lealtades milenarias, familias que aún conservan el vasallaje por cariño por lealdad y amistad ¿y usted, tiene algo de eso? Estará sola para la eternidad y eso sí que es triste - le dije con una gran sonrisa -y descuide por lo del elfo, le haré llegar el dinero por lechuza para que pueda adquirir otro. ¿Sabe realmente como actúa la política? Con hipocresía mundana - asentí con la cabeza- sí, mientras unos hablan por el bien mayor otros se aprovechan de ella para sacar los máximos galeones posibles, robarles al pueblo, a los magos, les prohíben usar su propia magia y es algo que, un mago de verdad -dije con sorna - sólo puede entender 

-¡ acuerdo! - grité yo al escuchar a la romana - ¿veis? si para qué digo nada - me dirigí ahora a @ Ada Camille Dumbledore - mi señora, no tengo nada en contra de usted - incliné mi cabeza en señal de respeto - pero hay cosas que en la política no se pueden tolerar - vi que la médici se iba y le grité - ¡no se puede tolerar la corrupción! - grité y me dirigí de nuevo a la ministra - le ruego mis disculpas por mi comportamiento pero no se puede confiar en alguien que te promete oro y gloria sólo por ser una recién escogida de entre el pueblo - le dije con otra inclinación de cabeza y tomé un vaso de lo que parecía ¿licor café? di un trago - a su salud, mi señora -levanté el vaso y pasé por encima del elfo muerto 

- ¡y tú! - le grité a mi sirviente- saca a ésta basura de aquí, si no quieres que éste lugar huela a mi**** - bufé nuevamente y me aparté de todos... necesitaba serenarme y saqué un cigarrillo, lo encendí con la varita y sentí como me iba calmando poco a poco, me palpitaban las sienes 

Menuda noche!

Editado por Hecate Engosvezhof

 

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Oh está vez recibí la invitation directamente —respondió, con una sonrisa en su rostro. El hombre, a pesar de llevar pocos días en Londres, había recibido una lechuza con la invitación, sin saber exactamente el motivo de aquella extraña acción, ya que no había tenido el placer de conocer ni a la organizado, ni a la nueva ministra, ni a nadie en realidad (?—. No más ser una piñas colada en esta fiesta, pero si un buen whiskey y quizás unos shots de tequila —bromeó, refiriendose a la anterior fiesta que habían asistido en donde literalmente había entrado como Juan por su casa sin conocer a nadie.

El castaño, aún con la copa en la mano, terminó el contenido de un solo movimiento. Alrededor de ellos, las cosas se habían tornado algo alborotadas, bombas fétidas habían aparecido y algunos de los presentes, ya pasados de copas, empezaban a hacer lo que parecía una novela turca bastante dramática en los terrenos de la De Medici. Sintió una punzada de frustración al ver que la organizadora, a pesar de haber opacado con creces a la ministra —la que en realidad debería de haberse lucido más—, estaba llevándose gran parte del drama.

¿Conoces a Lucrezia? —preguntó al líder, mientras observaba cómo la mujer empezaba a a caminar alejándose del centro de la fiesta para tomar un respiro—. Se me hace algo familiar... el apellido al menos —sus ojos color caramelo siguieron a la figura.

Siendo anfitrión de un evento no era fácil, y casi siempre era una tarea muy infravalorada por los invitados. Uno no simplemente organiza una fiesta y ya, hay semanas de preparación y esfuerzo si en realidad quieres tener un evento propio como éste. Se sentía inclinado a caminar hacia la italiana y presentarse, sentía que un par de buenas afirmaciones le caerían bien a la guapa muchacha, más cuando luego de aquella entrada, todo haya ido en declive.

Iré a presentarme, aún no la conozco formalmente. ¿Me acompañás? —sus ojos siguieron la figura de la aristócrata hacia los viñedos, y sin importar la respuesta que el Haughton le dé, lo sostuvo del hombro y lo encaminó en aquella dirección.

Un pequeño elfo malgeniado los esperaba cerca con más copas de alcohol, las cuales los magos sostuvieron con gusto mientras empezaban a guiar sus pasos lentamente hacia los viñedos, dándole unos momentos de paz necesarios que seguramente la italiana apreciaría antes de hacer su presentación.

Había olvidado lo poco prudente que son algunos por estos lares, ¿sabes? —sus ojos recorrían los presentes, algunos manteniendo la compostura, y otros pedísimos que ya hasta daban vergüenza ajena—. Te haría bien visitar otras ciudades, explorar más allá… hay un mundo fuera de Ottery y Londres que hay que disfrutar —sus ojos se posaron sobre los de Cillian mientras su caminata se detenía momentáneamente —. Los últimos años me la he pasado de maravilla… y de cama en cama. Deberias de probarlo, andas muy estresado, es hora que aflojes la correa, Cillian —terminó, sonriendo pícaramente. Ya poca inhibición tenía el castaño. 

Cuando llegaron a los viñedos donde la italiana se encontraba, vio como la mujer arrojaba una copa al suelo, sin darle importancia a donde caería. La copa dio a parar muy cerca de los pies del daimon, y el hombre con un giro de su varita la levantó y la sostuvo en su mano. Si figura, ahora carente del chaqueta larga la había dejado en el respaldo de una de las sillas (y esperaba que aún se encuentre allí cuando regresara), por lo que prácticamente su torso estaba al descubierto, con la prenda de tul negro dando un tono más oscuro a su bronceada y tonificada piel, los múltiples tatuajes oscuros eran lo que usaba el hombre como accesorios. Una de sus manos reposaba en el interior del bolsillo del pantalon de corte recto que llevaba; sabía que su traje poco convencional para un evento formal, reflejaba su confianza y su ya cementada mentalidad de idgaf.

Disculpe que le interrumpamos —musitó, admirando el vestido oscuro bastante ceñido que dejaba entrever la sensual figura de la mujer. Sus ojos navegaron desde los tacones altos medio ocultos por el vestido, subieron por la delgada cintura, pasando por el pronunciado escote, y terminando en las agraciadas facciones de la Di Médici—, pero me pareció que algo de buena compañía le caería bien luego de aquel episodio

Con un movimiento de su varita, la copa que tenía en la mano se transformó en un bouquet de rosas de halfeti, oscuras como el vestido de la mujer; rosas tan raras que el castaño solo las había visto una vez en la naturaleza en los siglos que él había vivido. Un delgado listón dorado las mantenía juntas y un papel de seda envolvía sus oscuros tallos.

Un toque del aprecio por la invitación —musitó estirando el bouquet hacia la mujer —. Sé todo el esfuerzo que organizar algo así conlleva, y vi que tuvo unos cuantos invitados que no saben comportarse… —Sean era todo un personaje, y la bruja borracha no la conocía, pero su estado tan lamentable daría mucho de qué hablar.

Las flores hechizadas durarían vivas más tiempo de lo normal, pero sabía que había una probabilidad que terminen en la basura. La mujer parecía ser un alto miembro de la sociedad, y si el castaño jugaba bien sus cartas, podía tenerla de aliada. De igual manera, el castaño sabía que la noche recién empezaba, y que aquella celebración podía terminar de múltiples maneras, sólo tenía que jugar sus cartas inteligentemente y ser estratégico. O quizás se dejaría llevar por sus instintos y terminar envuelto en las sábanas de alguna desconocida recámara, aún tenía tiempo para decir cual de las dos quería tomar.

Derek Lúcien, consejero personal de Cillian y catador de licores —musitó, dándole la mano y acercándose para besar su mejilla. La sangre italiana que tenía y que compartían hizo que el muchacho de un beso doble, como debería de ser—. Y si continúo con estas copas de alcohol, mi apellido quedará perfecto cuando esté ‘luciéndome’ en la pista de baile —sus ojos navegaron entre los de la mujer y de regreso a los de Cillian, sonriendo ligeramente y terminando el contenido de su ya quinta copa.


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Uno pudiera satisfacer el morbo de curiosos y frigidos, pero no me pagaban para tanto. Lo cierto que el sabor a canela que emanaba la piel de mi acompañante de esta noche había quedado unido al mío y mi boca como continua exploradora había surcado y detallado casa rincón de la anatomía femenina, teniendo como temprana recompensa el degustar en más que un beso esos otros labios y llenarme del néctar de su placer.

Lo raro, y me di cuenta al salir de la habitación mientras dejaba a la chica dormida, relajada, satisfecha y con una hermosa rosa a su lado, es que el tiempo se había dilatado. Poder mio? No. No tenía el nivel para eso. Interesante lo tendría en cuenta para el estudio denla magia. Para colmo el efecto de nuestra lujuria había afectado más allá de nuestra habitación. Porque mientras recogía las piezas de ropa que había dejado en el pasillo me percaté de que había cuadros vacíos y otros donde se habían unido en una bacanal y ahora dormitaban a piernas sueltas abrazados... chicos con chicos, chicas con chicas y la forma más clásica de estas interacciones.

Ya estaba más relajado, sin estrés y con la mente enfocada. Por un instante me incline y tome mi falda escocesa y el morras que había quedado bajo una fina estatua renacentista. 

--Ya puede comenzar a trabajar.

Y con la varita en la mano para cualquier inconveniente en el camino comencé mi propio tour por la Mansión. Esperando que en los jardines todo fuera sobre ruedas.

 

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