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Gala de Celebración


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Quizás tenía razón la bruja de ojos castaños que debería hacer algún tipo de denuncia al ministerio, por lo que tendría que ir el algún rato que estuviera libre para pasarse por la oficina que la estaba mencionando aquella mujer que tenía delante, aunque la verdad la sorprendía que aquella mujer tuvieran tanto conocimiento sobre aquellas cosas, pero para ella era bueno, así sabría lo que tenía que hacer. Mientras escuchaba a su acompañante observó por el rabillo de ojo a su madre adoptiva @ Alyssa Black Triviani  que parecía bien acompañada, ya tendría tiempo mas tarde para hablar con ella, de momento dejaría que su madre socializará puesto que sabía que aquella bruja lo necesitaba.

—Si, la verdad no se que pasa con el departamento de seguridad lleva tiempo sin hacer muy bien su trabajo, no se si llamarles ineptos pero espero que tu cuñada les ponga las pilas a todos—Contestó mientras se llevaba la copa de vino a sus labios y tomaba un breve trago de aquel líquido rojizo del mismo tono casi que la melena rojiza de su acompañante.

—Para mi si—respondió apesadumbrada a la pregunta de que si aquel perfume para ella es importante.—Me hace recordar mis raíces, a parte de que la flor de azahar sirve para calmar dolores y hacer bien la digestión, es una flor que me gusta tanto por que al igual que te da una rica fragancia con sus infusiones te ayuda de otras maneras....—agregó a su corta respuesta, era una flor del sur de España y ella había nacido en el norte con el olor a pino, eucalipto y lavanda, esos olores podía usarles por su hogar, sobre todo la lavanda. Una de sus mejores súcubos, Goya, la había enseñado la propiedades de muchas de esas plantas y como utilizar sus beneficios para muchas cosas. Así que en sus castillo solía tener muchas hierbas en los almacenes de su mazmorras.—Pero bueno, por suerte tengo fragancia de Jazmín...al menos para esta gala hasta que vuelva a comprar un nuevo frasco—Dijo quitando importancia a lo que había sucedido en su familia, no tardaría en mandar a Goya o iría con ella en un viaje a España para comprar unos cuantos botes de su perfume favorito.

No quiso dar mas datos a @ Darla G Dumbledore  puesto que tenía miedo de aburrirla y estaban en una fiesta, ya tendría ocasión si ella quisiera de hablarla de esos temas o más. Cada vez llegaba mas gente, pudo ver a @ Hades Ragnarok al cual saludó desde lejos con un movimiento de cabeza mientras @ Lukyan A. Volkov se excusaba para ir a saludar a mas gente, por un lado era una oportunidad que la estaba dando a la bruja para conocer mas a la Dumbledore que tenía enfrente.

Mas mandatarios llegaban hasta el lugar mientras parecía la vampiresa sorprendía por que la bruja de ojos felinos trabajara en el ministerio. Se humedeció los labios levemente mientras escuchaba hablar atentamente a aquella mujer, no se cansaría de escucharla hablar ahora entendía la española de donde procedía el acento tan marcado. "Vaya, vaya una española y una argentina" comentaba su Daimon en el interior de su mente a lo que Eliah la contestó mentalmente: "callaté" .

Osea que estoy hablando con la embajadora Argentina, a sus pies—parafraseó la hizo un leve reverencia un poco a modo de broma y para mirarla el escote de reojo para volver a mirarla con una sonrisa disimulada. La maldita de su súcubo interior se lo iba a hacer pasar mal puesto que por mucho que la estaba conteniendo, la ingrata reina de las súcubos quiso mirar aquella parte de la vampiresa.—Soy jefa de la fuerza de detención de vampiros, hombres lobo y Daimons descontrolados en el departamento regulación  y control de criaturas mágicas...—Informó a la chica de ojos marrones para darla así algo  mas información sobre ella.

Parecía que la ceremonia ya empezaba, puesto que Lucrezia hacia una espectacular entrada en el lugar donde estaban todos, aquella mujer no hacia mas que sorprender a la Selwym, se notaba el poderío y el dinero de esa mujer. Aunque ahora mismo en elegancia y belleza la ganaba la bruja que tenía al lado, aquel cabello rojo fuego y el suave olor de vainilla era difícil de obviar para la Black.—Sin duda, se nota el dinero de su apellido...—comentó la Selwyn ante el comentario de la Dumbledore.

Observó el ave azul que hizo entrada mientras observaba con sus ojos azules el espectacular ave que sobrevolaba para colocarse detrás de la di Medici haciendo un efecto que dejaría a muchos con la boca abierta. Era impresionante, si, pero no se iba a dejar impresionar demasiado por el momento y casi al poco de presentarse hubo una escenita en la fiesta por lo que sus ojos se pusieron en blanco.

Fue entonces cuando escuchó una voz que conocía muy bien aunque normalmente su tono solía estar distorsionado y siendo menos delicada con sus palabras. Allí estaba la reina de Escocia, su lugarteniente en la marca, la mujer que la había escogido para estar cerca suyo dentro de la marca a la cual miró con su mirada azul y amarilla mientras esta se presentaba oficialmente ante ella.

Antes ella no era tan cotizada, era como una sombra en las fiestas apenas la gente se acercaba, pero como todo el mundo Eliah cambió su destino, hizo todo lo posible para que su familia y ella supieran que ahí estaban, para dar guerra que nada ni nadie las haría dejar de existir, y menos una familia que pertenecía a las sagradas 28. Y parecía que lo había conseguido, ahora estaba muy requerida aunque quizás mas de lo que la gustaría estarlo.

Cuando escuchó el susurró de la vampiresa la tomó de la muñeca para que no se fuera de allí, quizás fue un gesto posesivo, pero la Daimon no quería que de momento se marchará de su lado. A no ser que quisiera saludar a alguien más, pero no tenía pinta así que la miró de reojo por un momento para observar su expresión antes de prestar atención a la mujer de cabellos plateados.

Una gran velada la verdad, encantada @ Kamra Ashryver D. , bueno ya sabes quien soy su alteza, pero si hay que hacer presentaciones....Eliah Selwyn Ryddleturn Black—se presentó tomando la mano que la estaba ofreciendo mientras la miraba a través de su mascara directamente a los ojos como si de un mensaje tratara de enviarla y esque pronto tendría que reportarse ante su alto mando para hablar de ciertas cosas.—Pues de momento bien, Señorita Ashryver, ¿Y usted ?—le devolvió la pregunta a la soberana mientras notaba que había llegado también al lugar su directora de departamento @ Leslie Ann Linmer PB .

 

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Llegamos a la puerta de entrada de la Mansión. Como se había llegado ahí pues era cuestión para el olvido, entre la proyección de las sombras de las luminarias daban al jardín, aprovechaba para acercar su cuerpo al mío y robar un beso de sus delicados y suaves labios. Ahora mismo poco importaban los nombres sino la magia que transportaban nuestros deseos, tan primitivos tan simples. 

Por un momento me detuve y disfrutando del juego de poder en un beso intenso abrí la puerta y sorpresa, en el salón de entrada una luminaria barata había caído al suelo. Ahora parecía tan intrascendente la destrucción que nos arranco una carcajada. Que se podía esperar de dos personas que estaban más allá de esas simplezas. Así que urgente como ella sola me tomo de la mano y me atrajo camino a las escaleras que subían al segundo piso.

No me hice esperar y fui tras esas faldas que desde mi posición me dejaban ver un detalle de encajes que esperaba arrancar con mi boca. Boca que de por cierto se hacía agua al imaginarme los contornos de ese cuerpo sin ropa. No se podía pedir menos a la mente de un pervertido. 

Por suerte para mí mi acompañante sabía de mis faltas y se aprovechaba. Por lo que llegando al piso superior fue sonriendo y lanzandome ese tipo de miradas que solo se lanzan para provocar mientras se comenzaba a retirar pieza por pieza la ropa. Llegaríamos a un cuarto? Imposible saber cuándo ya mi camisa volaba por los aires hacia el piso inferior y la atrapaba para hace mío su calor corporal. Sintiendo en mi  pecho ya el roce de su suave piel donde las crestas de sus suculentas montañas (nada que ver con la silicona de ) se endurecían al tacto de mis dedos que deliciosamente disfrutaban de su textura. 

Y comenzaba así un juego de poder donde por un momento su espalda apoyaba la pared mientras la hacia mía en besos y caricias y otras donde era yo el que era lanzado contra ella. Ni idea de cuántos cuadros tumbamos, sin pudor de nuestra parte solo quedaba a los encuadrados taparse el rostros o mirar con curiosidad. La ropa? Para que mejor ir a lo Adán y Eva, en nuestro paraíso particular. 

En un instante me di cuenta que mis manos apoyaban en  una puerta, tomándola en mis brazos la empuje y cedió para entrar. Podría haber disfrutado de la buena decoración pero mi sentido de la vista disfrutaba de otra geografía más particular. Sin duda una que haría honor con mis artes. Sin mas cerré la puerta con mi pie y.....

 

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Entrada en la Mansión de los Médici: Sagitas y Matt Blackner 
(Los que faltaban)

Sí, lo sabía, el puesto de Wizengamot era de lo mejorcito que había actualmente en el Ministerio. Un sueldazo, sí, ¿por qué no decirlo?, por estar todo el día en una sala sentada o visitando lugares a gastos pagos para ver qué se podía hacer, visitando asociaciones que pedían financiación para proyectos o, simplemente, durmiendo a pierna suelta en un despacho al que nadie entraba, aunque sonaran ruidos extraños que bien podían ser aullidos de dragón como ronquidos mal disimulados.

Sí, desde que era miembro del Wizengamot no podía quejarme. Aunque había una parte que era inaguantable: las relaciones sociales y diplomáticas, algo de lo que bien podía pasar y delegar en alguien que fuera en mi lugar. Sin embargo, esta vez era imposible, la primera fiesta de nueva Ministra de Magia inglesa, era un feo que no podía permitirme. Y menos si la había preparado la muy... metomentodo de Lucrezia. ¿Es qué me tenía manía, esa mujer rubiales? Mira que había gente en el Ministerio y Ada había tenido que pedir los jardines de la Médici para celebrar su fiesta particular, a la que el protocolo gubernamental me obligaba a ir. ¡Podía haberme pedido los míos, que se los hubiera dejado! Bueno, vale, ahora estaban un poco destruidos por la guerra y porque no conseguía que crecieran los lirios como antes, pero vamos, que me sentía ofendida.

Por supuesto, la invitación, del todo pomposa y repipi, con mil palabrejas, llegó a la mansión Potter Black, aunque sin especificar si era para Matt o para mí. Podría haberle cedido el honor de ir él solito si mi compañero del Wizengamot, Don Higinio Vascuente, no me hubiera dicho que quería verme allá. Así que ahora ya no sólo tenía para ponerle buena cara a la rubita desteñida de Lucrezia sino también para hacer acto de presencia ante uno de los miembros del Cuerpo de Honor del Wizengamot (algo que se conseguía por los años de servicio en la comunidad, aunque él se empeñara en decir que no llegaba a los cincuenta).

Es por eso que sí, que iba, gruñendo y murmurando por lo bajo porque Matt se había negado a que llevara puesta encima la máscara más fea que había encontrado en respuesta a la "elegancia" exigida por la doña italiana. ¿Por qué era tan pomposa? Me iba a poner el vestido "apropiado" que ya había llevado una vez en aquella casa, no hacía mucho, pero mi elfo tampoco me dejó. ¿En qué mansión vivía que todos podían decidir por mí qué vestido llevar puesto? 

-- ¡Rayos y retruécanos! -- murmuré, cuando mi elfo me señaló el vestido que debía llevar sí o sí a aquella celebración. Y aunque torcí el morro, allá estaba, en la entrada de la mansión de mi archi-amiga-enemiga, luciendo un hermoso vestido violeta con una capa de piel clara para soportar el fresco de aquella noche de otoño londinense.

Mi hijo @ Matt Blackner iba elegante, como siempre, y tan taciturno como siempre. No había dicho nada desde que me había quitado la máscara feúcha de las manos y nos habíamos trasladado en el autobús de la Agencia del Fénix hasta la puerta de entrada. Yo, a mi vez, mantuve el silencio a su lado, sólo roto por la punta de mi zapato dorado de lentejuelas, con tacón de aguja que seguro acabaría comprometiendo la salud de mis pies doloridos , contra el asiento delantero. Creo que los dos estábamos bastante disgustados por tener que acudir a este evento.

Esperaba que la gente dijera algo sobre nuestro hermoso fénix acompañándonos en el techo del bus. No todo el mundo puede decir que tiene esa mascota en casa, pero ni una sola mirada, excepto la de algún elfo cansado que nos indicó dónde estaban celebrando la fiesta, como si nos echara en cara que llegábamos tarde. Cuando vi un vulgar (¡no, mentira! Un hermoso y espléndido espécimen de Ave de trueno de color azul, pero la envidia es muy mala, chicos) aguilucho azul tras el que asomaba la anfitriona, un rictus de desagrado cruzó mi faz, escondida en la máscara que nos habían obligado a traer. Di una patada en el suelo y el tacón se clavó con cierta profundidad en la tierra, acrecentando mi enfado.

-- Pues... estamos aquí, Matt porque... -- intenté responder a la pregunta de porqué estábamos allá, pero no se me ocurría ningún propósito honorable, así que tuve que improvisar. -- Porque somos responsables y nuestros puestos de trabajo nos obliga a acudir.

No, a ninguno de los dos nos gustaba la gente. O mejor dicho, las aglomeraciones. Una guerra era suficiente como para haber visto a la gente suficiente de por vida. ¿Por qué había gente que disfrutaba de la pomposidad demostrando sus pertenencias? Que conste, yo para nada había hecho lo mismo con el Fénix. Aquello había sido más un... reclamo publicitario.

Poco más me dio tiempo de decir. Algo que resultó ser un alguien se tiró prácticamente encima de nosotros. Aunque Matt paró a mi sobrina Heliké, o @ Hecate Engosvezhof como se hacía llamar ahora, el efecto dominó hizo su tarea (aunque no dudaría ni un momento que fue provocado por Lucrezia, que no me fío ni un pelo de ella; seguro que fue la culpable).

Mi sobrina, toda borracha, se enganchó (literal, se pegó como un cardo borriquero se pega en los bajos de los pantalones cuando caminar por el campo salvaje) a mi hijo con fuerza. Matt hizo un leve movimiento para no caerse y me golpeó levemente, al estar el uno al lado del otro. Yo intenté mover un paso atrás, para contrarrestar la falta de equilibrio, pero el tacón de mi zapato seguía hundido profundamente en la tierra del jardín, tras mi pataleta por la entrada de Lucrecia con su animalito azulado que había estropeado mi magistral entrada con el maravilloso ejemplar de fénix.

Mi pierna frenada por el empecinamiento del zapato de no salir del suelo, provocó que otro elemento intentara contrarrestar el movimiento; es decir, la espalda se inclinó hacia atrás y yo saqué pompis para intentar enderezarla. No tuve éxito. Acabé con el trasero en el suelo, aplastando una serie de flores (¡por favor, por favor, que sean flores y no un gusarajo de pus verde!) mientras mis dos piernas, una de ellas librada del tozudo zapato que mantenía sus trece clavado en el suelo, se elevaban al aire para hacer una graciosa "U" en el momento que alguien hacía una foto.

A Merlín demos las gracias de llevar antifaz o todos podrían ver el color de la vergüenza danzando por mis ojos. Después la rabia; después, las ganas de llorar. Unos elfos intentaron ayudarme a levantarme, pero yo empecé a patear y a manotear para que me dejaran en paz. Después, me di cuenta que las miradas ni siquiera iban dirigidas a mi fenomenal entrada sino al escándalo que estaba liando Heliké en la fiesta, llamando... ¿bastarda?... a Lucrezia.

Aproveché para levantarme y me sacudí el trasero con las manos. Elevé, orgullosa, la barbilla.

-- Por favor, ¿los aseos...? Necesito limpiarme un poco.

Y seguí a un elfo, caminando magistralmente sobre un zapato de tacón y sobre la punta de mi pie descalzo, como si fuera algo que hiciera todos los días.

 

 

(No puedo más, es demasiado tarde, mañana ya incluyo a todos los que estáis. Yo ya hice mi entrada y me voy a dormir).

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