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Gala de Celebración


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Llegaba la noche y cada minuto más se acercaba la celebración: Tic, Tac, Tic, tac, el reloj inclemente marcado a cada segundo acelerando un poco más mi corazón era mi primera aparición en público desde que había sido nombrada ministra era diferente esa celebración cuando había sido ministra de Francia había sido todo tan conocido tan lleno de armonía porque simplemente era la continuación de un gobierno de donde había colaborado todo el tiempo además estaba joven y eran tiempos tranquilos. Ahora estaba en Gran Bretaña en un país en la posguerra en una comunidad mágica llena de ansiedad de miedos y continuando para sobrevivir a una época caótica y tempestuosa. Sabía que podía lograr que la comunidad mágica resurgiera de entre las cenizas en las que había caído la confianza la seguridad la tranquilidad. Mi anfitriona había sido bastante generosa y estaba en una habitación amplia y muy hermosa, aquí podía arreglarme para poder salir a la fiesta. Desde la ventana había anotado todos los detalles, ella definitivamente era grandiosa realizando eventos. Yo también los realizab, pero admiraba su estilo, definitivamente su influencia italiana le hacía tener bastante elegancia en sus acabados, aparte claro de tener ese toque de lujo y fastuosidad hacían que todo resaltara mucho más. Algunos llevaban en la mano el pergamino de la invitación que había sido enviado días atrás a la comunidad mágica. 

Cita

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Desde la ventana de la habitación podía observar por completo el escenario, habitación que ocupaba muy amablemente por amabilidad de la anfitriona. El mobiliario exquisito de la dama italiana era de admirar, pero yo solo esperaba el Quórum suficiente para hacer mi aparición, era obvio que para iniciar mi mandato se hiciera una fiesta digna de mí, pero me sentía nerviosa, ya tenía en mente a todas las personas que me acompañarían en mi oficina personal y respetaría los puestos que tenían cada empleado en el Ministerio, mi idea era de unidad no de separación. Podría trabajar con todo en armonía porque mis intenciones eran esas, que todos camináramos hacia un mismo objetivo. Ladee en un poco la cabeza al pensar en cómo mi madre se sentiría ahí con los recuerdos, pero ella era fuerte, más del brazo de mi padre. Igualmente me historia verlo a el entrando de mi brazo, pero sabía que no era posible, siempre pensaba en sus ojos, su cabello negro y su seriedad, pero no sabía si algún día lo vería de nuevo. La fiesta era temática y un poco irónica también, la s máscaras que se que manejan en la política era tantas, aunque me preocupaba más el hecho de no ser un símbolo de unidad. Lo que menos quería ahora era separación, así que esperaba que todos se unieran a trabajar para hacer de nuevo a la comunidad mágica un lugar magnífico y en la cima de mundo.

Era hora de empezar la celebración, así que mire a lo lejos el vestido sobre la gran cama de dosel, acompañado de mi varita el antifaz veneciano que llevaría era hora de vestirme.

 

Editado por Ada Camille Dumbledore

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 🌙 dulce asesina by Mael

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Ambientación.

Una campanilla por elfo; un elfo por silla y una silla por invitado. Todo estaba dispuesto según las órdenes de la anfitriona, todo estaba medido al dedillo y todas las posibles eventualidades habían sido previstas con el objetivo de ser a toda costa evitadas. La mujer había sido asertiva ante sus siervos: nada podía salirse de su control durante aquella velada. Cada mínimo detalle estaba dispuesto no sólo para ser una muestra irreprochable de su exquisito gusto sino también para institucionalizar su apoyo a la Ministra Electa. 

La blanca luz de la luna lo alcanzaba todo esa noche. El blanco astro se reflejaba sobre las tranquilas aguas del río Otter, cuyo cauce atravesaba los jardines de la mansión Di Médici aportando al ambiente su suave y constante cantar. En el aire se percibía una ligera brisa otoñal que se mezclaba en perfecta armonía con el fresco aroma de la vid recién cosechada y deshojada. Leves ráfagas de viento acariciaban las copas de los árboles cuyas hojas comenzaban a teñirse de amarillo en un anuncio prematuro de que el frío comenzaba a exigir su invernal reinado.

El silencio era apenas interrumpido cada pocos minutos por el ansioso relinchar de los aethonans que desde los alejados establos serían testigos privilegiados del devenir de aquella velada. Las demás criaturas que solían habitar en total libertad en toda la extensión de aquella propiedad se habían refugiado en la calma del bosque lindero a la espera que la tranquilidad volviese a reclamar el protagonismo en aquel lugar. La única excepción a ese comportamiento eran los Augureys que observarían a los presentes desde el tejado, augurando en silencio su destino. 

Una amplia y aterciopelada alfombra púrpura recorría el sendero desde el portón de entrada hasta los jardines, desviándose obligatoriamente para rodear la majestuosa mansión Di Médici; levitantes antorchas ubicadas a ambos lados del camino iluminarían con su purpúrea llama los pasos de los visitantes. A mitad del trayecto, justo en el punto en que el lugar destinado al encuentro comenzaba a divisarse, un elfo doméstico apostado con una cámara mágica en sus manos esperaba ansioso la llegada de los invitados para poder inmortalizarlos en una imagen destinada a las publicaciones del corazón, invitándolos cordialmente a posar a gusto del fotografiado.

Una larga mesa de madera de nogal, cubierta por un fino mantel de sedosa tela sobre el que se había dispuesto un encantamiento antimanchas, se extendía por metros y metros para satisfacer las necesidades de privacidad y espacio de la larga lista de invitados a la gala. Sobre ella, balanceándose en el aire de forma casi imperceptible, se habían invocado blancas velas que iluminaban con su luz tenue y cálida la zona delimitada para la gala, dotando a un evento destinado a contar con una considerable asistencia de un ambiente íntimo. 

Los enormes platos de fina porcelana estaban dispuestos cuidadosamente en toda la superficie de la mesa, acompañados por ostentosos cubiertos dorados y repartidos estratégicamente para estar al alcance de todos sin poner en riesgo su comodidad. Con el impune protagonismo del vino Médici, cuyo número superaba con creces al de las demás, las botellas de diversas bebidas esperaban rellenar con su contenido las copas que, habiendo pertenecido a la colección privada de la anfitriona, se habían cedido para tan especial ocasión.

La gastronomía allí representada respetaba el enorme abanico de nacionalidades de los invitados para honrar la promesa presente en la carta de invitación. El tentador aroma a marisco de la paella española competía por el protagonismo contra los vistosos dulces franceses mientras que el humeante gulash húngaro hacía salivar a los elfos domésticos más próximos al enorme caldero que lo contenía. Dulce, salado, picante, ácido…todos los sabores dispuestos para satisfacer el paladar, en algunos casos más exigente y en otros más simple, de los comensales. La anfitriona había dispuesto un encantamiento para reponer cada plato una vez se acabase su contenido.  

Los Rambaldi, los Sforza y los Pozzi, nombres asignados a los elfos domésticos para diferenciar las tareas que desarrollaban cotidianamente y que relacionaban la servidumbre con las familias rivales de los Médici, tenían asignados sus propios invitados, cuyas identidades habían memorizando durante días. Cada uno llevaba una ajustada pajarita púrpura engalanando su cuello y guantes blancos cubriendo sus manos desgastadas por años de servicio en aquella mansión. Algunos de los elfos no lograban contener la emoción en sus gestos pese a la severa orden de mantener la sobriedad. Quizás en aquella ocasión sirviendo a nuevas personas se sentirían por primera vez valorados.

El más privilegiado, sin embargo, había sido Passepartout. El elfo doméstico personal de la anfitriona había sido destinado al amplio espacio ideado para convertirse, en un punto de la noche, en la pista de una danza de máscaras. Delimitada por una traslúcida barrera mágica y ambientada transitoriamente por la melódica música de un violín encantado, la zona se había cubierto por placas de madera que alejarían a los invitados del húmedo césped y les permitiría lucir con libertad sus dotes para el baile. 

En algún lugar de la mansión contigua Lucrezia sonreía con genuina satisfacción, orgullosa de haber organizado aquella gala y las posibilidades que gracias a ella estaban por gestarse. Hasta el detalle más imperceptible tenía su identidad, ella estaba allí sin siquiera estarlo en persona. Todo lucía digno de Lucrezia, en todo se leía Médici. Aquella noche de celebración estaba destinada a quedar en la mente y en la retina de sus invitados...para siempre.
 

Cita

 

00:00 Llegada, photocall y aperitivos.

01:00 Inauguración formal de la gala.

03:00 Baile de Máscaras.

04:00 Sorpresa.

 

Editado por Lucrezia Di Medici

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Estaba muy contenta por la victoria más que merecida de @ Ada Camille Dumbledore  su gran amiga, que tenía un gran hueco en la vida de la rubia y además la consideraba parte de su familia. La familia Selwyn era tambien la familia de la Camille si necesitaba algo y también tenía claro que si a la Daimon la pasaba algo siempre podría estar en la Dumbledore. Aunque aquella victoria significaba muchas cosas para los magos de sangre limpia como ella y muchos más y no solo para el mundo mágico, la lugarteniente de los mortifagos había conseguido el poder y eso beneficiaria a todos ellos.

Como matriarca de una de las sagradas 28 familias mágicas había recibido la invitación para asistir a una gala de celebración dedicada a la primera ministra. La Selwyn tras leer la invitación observó quien organizaba la fiesta, @ Lucrezia Di Medici , una gran portento de mujer, con largas piernas y espectacular busto, sin decir que era una mujer muy elegante, casi a la misma altura que la Dumbledore. Iba a ser una gala bastante interesante, llena de brujas de alta alcurnia, elegancia y sobre todo de empoderamiento y ella como era lógico no se iba a quedar atrás, de eso no tenía duda.

Tras leer la invitación tuvo que pensar que vestido ponerse para un momento así ya que  tendría que ir como representación de su familias la cual daba las Selwyn daban  imagen de  oscuridad, empoderamiento y sensualidad, a parte de que era una de las jefas que componían el departamento de criaturas mágicas. Además ya tenía mas que decidido, en cuanto se acordó donde se realizaría la gala, lo que se iba a poner así que  solo tendría que buscar el vestido y la mascara perfecta para la ocasión.

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Así que allí estaba ante la ostentosa mansión di Medici que tan solo verla representaba grandeza, poderío y elegancia. Como una familia con gran historia seguía perdurando a pesar de todos los años  que habían pasado, entre guerras conflictos y demás problemas en la comunidad mágica. La tempestad observó la fachada tras aparecer envueltas de unas crepitantes llamadas que representaba a la reina de las súcubos y que pocas personas, por no decir casi ninguna sabía lo que en realidad era ella.

Comenzó a andar después de unos breves instantes por la alfombra que pegaba con su vestido que era casi de tono parecido pero siendo color violeta y en su rostro destacaba una mascara dorada con joyas del mismo tono que su ropa, pero con dos orejas de un minino en honor a su madre y también a su mirada que asemejaba a un felino. Los tacones eran altos y del mismo tono que el resto de la ropa y un bolso de mano, violeta que también tenía una cadena dorada para colgarlo del hombro en algún momento.

—Eliah Selwyn R. Black matriarca de la familia Selwyn y jefa  de la fuerza de detención de hombres lobo, vampiros y Daimon descontrolados— Informó a unos elfos tras darle la invitación de que había llegado. Como era obvió dejó pasar a la mortifaga sin ningún tipo de problema ya que ella era miembro del ministerio de magia también y por supuesto estaba más que invitada a estar allí. Su presencia también daría mas elegancia a aquel lugar del que ya tenía si se podía aún más. Mientras daba su nombre al elfo pudo ver del rabillo del ojo que llegaba un mago que le sonaba de alguna otra ocasión. ( @ Lukyan A. Volkov )

Su pelo rubio caía suelto con ondulaciones mientras se dirigía al lugar donde empezaría la fiesta, aunque según había leído tenía que anunciar la llegada, así que nada mas rodear una parte de la mansión había un elfo para hacer fotos, como un photocall. Enarcó una ceja, pero como no, podría ser divertido y así se sentiría ser mas diva. Puso algunas miradas intensas, poses sensuales pero a la vez elegantes, ya que parecía ser la primera en llegar la daría tiempo a hacer algunas poses de más delante de la cámara.

Cuando creyó que ya era suficiente, la bruja siguió su camino expectante de ver no solo a la Dumbledore, sino que también la gustaría ver a la di Medici en un momento que no fuera estarse atacando con la varita. Sus ojos perfectamente delineados pudieron contemplar no solo los dulces franceses y las eternas viñas, sino que el olor de una paella estaba presente en cada rincón, parecía un guiño a su nacionalidad, eso la gustaba a la chica de ojos azules y amarillos. Mientras se fijaba en su reflejo en una de las copas que estaban allí colocadas, pudo ver que sus labios estaban perfectamente pintados en un color marrón rojizo, parecía que todo estaba perfecto, solo  había que esperar a que llegaran el resto de invitados.

 

 

Editado por Eliah Selwyn R.

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Un mal chiste, una mala broma... pero viniendo de alguien como la italiana, me lo podría esperar, ¿quién si no se atrevería a hacerle una fiesta a la ministra recién elegida entre la comunidad mágica? El dinero, siempre el dinero, rodea al poder para encariñarse con él y después jugar a su particular juego de tronos, lanzando dardos, lanzando vilezas por esas lenguas viperinas para humillar y despreciar el enemigo, el dinero y el poder siempre estuvieron de mano de uno y otro y por muchos siglos que pasaran... eso seguiría siendo así. Los grandes banqueros financiaban a los políticos de gran renombre y los hacían caer, cuando no protegían sus intereses y así, con todo

Una lechuza me había enviado la invitación, aunque no sabía si era expresamente por ser una Rambaldi (a pesar de cambiar el apellido), por vivir en la Potter Black (uno de los cambios recientes) o simplemente por ser una bruja que, aunque intentaba aparentar y manejarlo todo con discrección nunca lo conseguía. Bufaba y gruñía cada vez que tenía la invitación en la mano, renegaba del nombre y de quién la había escrito. Muchas familias italianas éramos familias rivales entre sí, eso no había cambiado mucho, ni en el siglo XV ni en el siglo XXI pero la invitación era una clara muestra de burla y mofa... estaba segura. Y no me cabía duda de que Sagitas iría, con la rabia que le tenía...

Le había ordenado a uno de mis elfos que colocase el traje en el armario, lavado, planchado y hasta parecía que llevaba cierto perfume que no me gustaba mucho... pero la ocasión lo requería. No me hacía ninguna gracia ir a la mansión de una familia que fue rival antaño, pero tenía que pensar que era por la fiesta de la ministra y conociendo la fastuosidad de la familia Médici, sería a lo grande y no me sorprendería nada que cada invitado tuviese su propio elfo, sonreí de lado y llamé a Baco... le encargué varias cosas más y le pedí que me dejara a solas. Observaba el traje, era recién hecho, seda italiana, armiño español, una mezcla que indicaba mis orígenes

Seguro que habrá horteradas varias pensé en esos momentos para mí. No estaba del todo segura si Sagitas iría pero tampoco la esperaría, quería ver como era todo aquello antes de hacer algo. Le había dejado varios recados a mis elfos y todo estaba dispuesto. Muchos de ellos se encargarían de los críos, y esperaba que la noche en la Potter Blue, fuese tranquila y estaba necesitada de un momento de esparcimiento y tranquilidad. Faltaba una hora pero yo ya había empezado a arreglarme, había estirado el pelo con una poción alisadora para evitar los rulos desaliñados de siempre, tras un baño relajante y al sacar la humedad de mi cuerpo con la varita me dirigí hasta el armario

Puse todas las prendas interiores, el traje era completamente negro, ayudaba a no ser vistos a ocultarse entre las sombras si hacía falta y a evitar miradas indiscretas aunque lo tenía un poco difícil. Debajo de la blusa llevaba el medallón para evitar ser fulminada por un rayo solar, pero por lo demás, la blusa era de seda como así los pantalones negros y las botas de cuero español con un tacón ancho para no perder el equilibrio. En el final de las mangas, llevaba unos gemelos con el nombre grabado en "R" y en llevaba atado en el cinturón una serpiente de plata, en las hombreras tenía minimarcas tenebrosas para guardar con argollas la capa 

Terminé de enfudarme los guantes y guardé la varita en el portavaritas que llevaba colocado al cinturón, el morral de moke, llevaba mucha de las cosas que usaba a diario y por si acaso pasaba alguna extraordinaria tenía ahí mucho de lo que seguramente fuera a necesitar. La capa por la parte que no se veía era de un color verde oscuro, nada llamativo, pero la misma por el exterior era negra con un par de clics ya estaba colocada y me había dado un toque de color a las mejillas, tomé la varita que destacaba al ir de oscuro y con un giro de mi muñeca me desaparecí de la mansión Potter Black para hacerlo en los terrenos aledaños de la familia Médici

Todo estaba preparado y tal y como me había imaginado era hostentos y muy llamativo, "menuda ordinariez" pensé en ver todo aquello, "menuda falta de clase... el tener dinero no significa que se tenga ni buen gusto ni decoro" bufaba mientras me acercaba a las puertas porque ya preveía que iba a ser un acontecimiento que iba a tener mucho de la mano de la matriarca Médici y que, según había consultado resultó ser madre de alguien que no merecía estar en la sociedad. Volví a sonreír de lado... Saqué la invitación y dije en voz alta:

- Casa Rambaldi, Bibliotecaria en Hogwarts -técnicamente mi casa fundacional no existía pero estaba segura que habría muchos Rambaldis por la zona si es que llegaban a asomar el hocico. Después de dar las credenciales pasé y me fijé en que había un photocall y lo último que necesitaba es que me tomasen fotos para aparecer en algunas de esas revistas mugrientas de corazón, que tanto gustaban a algunos magos, saqué la varita de álamo y con mi mano enguantada apunté al elfo:

- Ni se te ocurra sacarme fotos, porque será lo último que hagas en ésta vida - iba caminando mientras le apuntaba y éste asentía vigorosamente, otro elfo debió escucharme porque enseguida corrió a atenderme. Saqué la capa que llevaba encima y cuidadosamente la doblé para entregársela al sirviente... Por los aromas me pareció notar que había alguien más conocido, pero tampoco podría situarlo, al cabo de un momento mi elfo me estaba sirviendo una buena copa de vino, lo tomé, lo olí y después de probarlo comenté en un susurro:

- bueno, al menos tiene mejor gusto con el alcohol y es de una añada exquisita, tiene regusto a nogal, regaliz, frutas aromáticas y a madera de roble - me relamí de gusto, sí, quizás fuese lo único que probase en toda la noche. Llevaba la máscara guardada en el interior del morral, no sabía si sacarla o no sea noche y quizás hasta podría darle alguna sorpresa... ya iría pensando durante todo el evento.

Editado por Hecate Engosvezhof
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Imhotep

 

El dueño de Herbal Arts se hacía presente en esa inauguración o evento. Este vampiro vestía  un atuendo algo curioso, además de portar una máscara con forma de una hoja. Este aparecía en los limites de la mansión Di Medici.

 

-Curioso.- Expreso en parsel, mientras que caminaba y clavaba su mirada en el horizonte. -Así que los Di Medici tiene relación con la Ministra de Magia, quizás no la conozcan y todo esto sea para establecer relación, una oportunidad que sin duda no puedo desperdiciar.-  Siguió hablando el herbolario, donde a cada paso esperaba que estuviera invitado ¿Acaso lo estaba? Y sin saber la respuesta se aproximo a donde se realizaría tan a copiosa celebración, quizás una velada llena de intrigas, misterios y algo más.

 

Este singular dueño trabaja en oculto como representante del Diario el Cronista de Sangre, por que no sería raro verle haciendo anotaciones entre las hojas o flores. A pesar, que si bien no tenía el titulo de reportero en ocasiones dedicaba uno que otro articulo a ese medio de comunicación, cuya relación con el dueño del mismo era desconocida para todos, a penas, las personas pudieran o no asociarlo con su local, el cual había florecido hace poco, quizás unos días antes de celebrarse la elección ministerial.

 

Este cruzo sus brazos por la espalda, rosando sus pasaderas con las manos, una vieja costumbre culturales del pasado, para indicar que se estaba meditando o reflexionando. Y lo único que resaltaba de todo su atuendo era su collar contra los rayos del sol.

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HASAM MALFOY

 

El Malfoy llego a la Mansión Di Medici con su prometida @ Selene Ariane Dumbledore . Ambos estaban allí como orgullosos padres de la nueva ministra @ Ada Camille Dumbledore . Se había preparado para la ocasión y había comprado un Traje Nuevo. Lo primero que había hecho Ada había sido mandarle una lechuza avisándole de su victoria. El vampiro sonrió, ahora el mundo mágico si caería destruido por las manos de una Malfoy Ollivanders Ragnarok Dumbledore. 

 

Dio unos cuantos pasos mientras mantenía la mano de Selene tomada. Aquella mansión era elegante y maravillosa, definitivamente los Di  Medici gozaban de lujos y fortuna. Lo interesante es que el tío del Ragnarok no sabia porque habían decidido hacer la fiesta allí, se notaba que Ada tenia muy buenos contactos y "amistades". Suspiro. la noche estaba hermosa y perfecta, por lo que sin perder un segundo mas apretó ligeramente la mano de la Ollivanders y comenzaron a caminar. Un hombre estaba flanqueando el paso. El Malfoy saco la invitación, aquel pergamino y la mostro. Después de que aquel guardia de seguridad le hiciera una reverencia le cedió el paso y así ambos subieron las escalinatas para perderse en la inmensidad de aquella entrada. 

 

ya había mucha gente allí, desde invitados hasta camareros y personal necesario para atender a los invitados, Uno de ellos se acerco con unas cosas. El Malfoy tomo un par, entregándole una a su prometida. Otro de aquellos magos camareros o quizás sirvientes de aquella mansión les hizo seña para que pasaran mas adelante y se dirigieran al lugar donde Ada daría su discurso. El vampiro se pregunto donde estaría su hija. Sonrió, seguro estaba algo nerviosa por todo aquello. Sin embargo, Hasam deseaba estar en primera fila, no por el hecho de decir que era su padre, sino, porque estaba seguro que si ella los veía cuando estuviera dando aquella alocución a los presentes, al verlos estaría mas calmada y segura.

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Chateau Dumbledore 

No podía negar que se sentía incómoda, no tenía mucha idea de porqué. No sabía si era porque su cuñada había sido elegida Ministra de Gran Bretaña, si porque la celebración era en la Mansión de una de las otras candidatas o porque lo que ocurría en aquel país cada vez la estresaba más.

Suspiró, continuaba echada en su cama en el Chateau Dumbledore, había salido de bañarse y envuelta en su bata se había echado a observar el techo. No tenía muchas ganas de tomar el elegante vestido que estaba acomodado en uno de los sofás de su habitación.

Volvió a suspirar, no quedaba otra, debía cambiarse, pintarse, arreglar aquellos rizos húmedos que estaban desparramados sobre su almohada. Dio un leve salto mientras juntaba ganas, fuerzas y desataba la bata que cayó sobre la alfombra mientras ella se acercaba a dónde estaba las prendas de encaje que llevaría bajo el vestido.

Una hora después, sí, una hora, falta de ganas, de ánimo y que había decidido maquillar su rostro a mano, lo mismo que había hecho con sus rizos que los acomodó de la misma manera. Se miró al espejo y se sintió bien, el vestido era sencillo, de un color azul acero, marcaba un poco sus curvas y tenía algunos detalles en plata. Un sencillo collar y una pulsera, además de el anillo que le permitía transitar el día y la noche, junto a unos, también sencillos aretes. Unas bonitas sandalias trenzadas completaban su atuendo.

Ya estaba a punto de irse cuando, revisó de último momento la invitación y una suave maldición escapó de sus labios, la máscara.  Para ese último detalle tomó su varita y no pudo con su genio, no solo agregó una máscara al tono en su vestimenta sino que le dio unos toques más sensuales a su escote, a su collar y agregó un brazalete que llevaba en su brazo resaltando la palidez de su piel.

Bueno, ahora sí estaba lista para asistir a la asunción de la nueva y sexy Ministra de Magia de Gran Bretaña. Con cuidado guardó su varita en una liga sobre su pierna, cubierta por el vestido. En la liga del otro lado llevaba un delicado puñal, no tenía ni idea de por qué lo había agregado. Sin más demora se desapareció de su habitación hacia la entrada de la Mansión Di Medici.

Mansión Di Medici

Cuando se apareció se encontró ante una amplia alfombra que hacía sentir deseos de recorrerla descalza. Pero se comportaría, además había demasiada gente elegante para permitirse actuar como una niña. Estudió, más por costumbre que por preocupación, todo lo que había a su alrededor, la iluminación, hasta el elfo con la cámara, la mesa y las velas.

Sacudió la cabeza, en su olfato se mezclaron los aromas de las deliciosas comidas, de los perfumes de las damas y caballeros presentes y el antojadizo aroma de los propios elfos de la casa. Un elfo se acercó a ella y la pelirroja se presentó ante su consulta.

—Darla Dumbledore, representante de la embajada mágica de Argentina, matriarca de la Familia Dumbledore y cuñada de la Ministra —el elfo dio un respingo y cedió amablemente el paso a la vampiresa quien sonriéndole siguió adelante disfrutando del placer de estar relajada y mostrar sus credenciales, aunque no le agradara presumir, o tal vez hoy sí.

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Lukyan A. Volkov se acercó a Eliah Selwyn R. Black con una sonrisa elegante, su cabello negro y rebelde cayendo sobre su frente. Sus ojos ámbar brillaban en la luz de la mansión, reflejando la opulencia y el poder que emanaba de cada rincón.

—Me alegra verte, Eliah Selwyn R. Black —dijo Lukyan, haciendo una reverencia elegante—. Lukyan A. Volkov, a su servicio.

Mientras se incorporaba, su mirada recorrió la mansión, admirando la decoración y la elegancia del lugar. La familia Di Medici siempre había sabido cómo impresionar, y esta noche no era la excepción.

—Y usted, Eliah, está radiante como siempre —comentó Lukyan, inclinando la cabeza en un gesto de respeto—. Su presencia aquí es un honor para todos nosotros.

Se acercó a Eliah, con una sonrisa intrigante. —¿Qué esperamos de esta noche? ¿Algunos discursos emocionantes de nuestra nueva ministra de Magia, Ada Dumbledore? —preguntó, su voz baja y conspirativa, sugiriendo que había más detrás de la superficie.

Mientras esperaba la respuesta de Eliah, Lukyan miró alrededor, buscando a Ada Dumbledore. —¿Dónde está nuestra anfitriona? ¿No deberíamos saludarla antes de unirnos a la fiesta? —preguntó, su mirada volviendo a Eliah, expectante.

Lukyan se ajustó su traje negro, que parecía hecho a medida para él. Su presencia era imponente, y su aura mágica era casi palpable. Era un mago poderoso y un cercano colaborador de Ada Dumbledore.

—Me intriga la elección de la decoración —comentó, mirando los dulces franceses y las viñas—. Y el olor a paella es un toque interesante. Un guiño a la nacionalidad, de la nueva Ministra. ¿No sé te hace?—preguntó, sonriendo ligeramente.

Mientras esperaba la respuesta de Eliah, Lukyan se fijó en su reflejo en una de las copas que estaban colocadas en una mesa cercana. Su cabello negro y rebelde parecía perfecto, y su traje negro resaltaba su complexión atlética. Era un hombre que sabía cómo presentarse en sociedad.

—Estoy ansioso por escuchar el discurso de Ada —dijo Lukyan—. Ha trabajado mucho para llegar a este momento. —Su voz estaba llena de orgullo y respeto hacia la nueva ministra de Magia.

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Castillo Haughton – 22:30 horas

Cillian Haughton observaba su reflejo en el espejo de su habitación, ajustándose la capa oscura que lo cubriría durante la noche. Su mirada era intensa, concentrada en los detalles que definirían su apariencia, pero su mente estaba a kilómetros de distancia, en la gala organizada por Lucrezia Di Médici para celebrar la asunción de Ada Dumbledore como Ministra de Magia. No era solo un evento social más. Para Cillian, y para muchos otros, esta gala significaba mucho más que el protocolo o la etiqueta. Representaba una oportunidad para observar de cerca los movimientos de quienes apoyaban abiertamente a la nueva Ministra. Y también un riesgo.

Para aquellos como él, líderes y miembros de organizaciones clandestinas como La Marca Tenebrosa o la Orden del Fénix, mantener la identidad oculta era esencial. Las facciones mágicas estaban marcadas como criminales bajo las leyes del Ministerio, y cualquier error podía ser fatal. Sin embargo, eso no significaba que la oportunidad de infiltrarse en eventos tan públicos y estratégicos debía ser ignorada. La política mágica se movía, como siempre, entre las sombras, y Cillian sabía que no podía obviar ese detalle.

Al frente de su cama, esperaba un atuendo cuidadosamente seleccionado: una camisa de seda negra con bordados apenas perceptibles en tono gris oscuro, pantalones ajustados a la medida, y una capa larga de terciopelo negro, cuya parte interior mostraba reflejos dorados y púrpuras. A un lado, el elemento más importante: un antifaz veneciano en tonos oscuros, lo suficientemente discreto para no llamar la atención, pero suficientemente cubierto para ocultar su identidad. Esa noche, él no sería Cillian Haughton, líder de La Marca Tenebrosa. Sería solo uno más entre los asistentes.

El hecho de tener que esconder su verdadera identidad ante el mundo, cuando en su propia facción ostentaba poder, era una constante fuente de frustración para él. Pero conocía las reglas. Sabía que, en esta nueva era que comenzaba con la Ministra Dumbledore tenían que mantener las apariencias aún cuando ella perteneciera a las filas de La Marca Tenebrosa.

23:45 horas – Llegada al evento

La luna iluminaba los cuidados jardines de la mansión Di Médici, donde la anfitriona había dispuesto cada detalle con precisión obsesiva. Los sonidos del río Otter y las ráfagas de viento otoñal se mezclaban con el susurro de los invitados, todos avanzando por la alfombra púrpura hacia lo que prometía ser una de las noches más importantes de los últimos años en la comunidad mágica. Pero para muchos de los que estaban allí, bajo las sonrisas y las máscaras, había más que emoción por la nueva era. Había tensión, cautela y, en algunos casos, desconfianza.

Cillian, envuelto en su capa y con el antifaz ya colocado, avanzaba por el sendero flanqueado por antorchas flotantes. Mantuvo una postura relajada, pero cada uno de sus movimientos estaba calculado. Sabía que, entre los invitados, habría ojos atentos a cada gesto, y que muchos de ellos pertenecían a facciones tan peligrosas como la suya. Sin embargo, en una noche como esta, las reglas no escritas eran claras: nadie haría nada que expusiera su verdadera naturaleza. Esta era una noche para observar y moverse con cautela.

Al llegar al final del sendero, fue recibido por un elfo doméstico con una cámara mágica en las manos, ansioso por inmortalizar el momento para las publicaciones del corazón. Cillian posó sin resistirse, una sonrisa leve y calculada bajo la máscara, sabiendo que aquello era parte del juego. Cualquier rastro de nerviosismo estaba oculto bajo el antifaz.  En los jardines, una larga mesa de nogal, decorada con velas flotantes y cubiertos dorados, se extendía ante los invitados. Todo respiraba lujo y elegancia, pero para Cillian, aquello era solo un telón de fondo. La verdadera acción estaba en las conversaciones que se tendrían esa noche, en los rostros que se ocultaban tras las máscaras. Entre los asistentes, varios de los principales jugadores del mundo mágico y muggle se encontraban presentes, todos dispuestos a apoyar a la nueva Ministra o, al menos, a aprovechar la ocasión para consolidar sus propias posiciones.

Al encontrar un lugar donde esperar, Cillian dejó que su mirada recorriera discretamente el lugar. Allí, en algún punto, se encontraba Ada Dumbledore su hermana y nueva líder del Ministerio de Magia. 

Cillian bebió un sorbo de vino  que alguno de los elfos que paseaban por el lugar le ofreció mientras escuchaba las conversaciones a su alrededor. Para muchos, esta gala era solo una celebración, una muestra del poder social de los Médici y un homenaje a la nueva era bajo Ada Dumbledore. Para él, era un campo de batalla disfrazado de elegancia. Sabía que, detrás de cada brindis, cada sonrisa y cada palabra amable, había estrategias y secretos en juego. Esa era la verdadera razón por la que estaba allí además, claro está, del apoyar a su hermana,

Editado por Cillian Haughton

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La ordinaria de @ Lucrezia Di Medici  no me había invitado. Quién se creia que era? A estas alturas ya se hacía un hábito lo de dejarme fuera de los eventos. Que conste que en los sucesos del evento para celebrar la revolución francesa que se había celebrado años atrás no era yo. Era una versión dada al incordio de mi persona. No podían guardarme rencor tanto tiempo por tumbar una antiquísima luminaria que colgaba del techo. 

Bahh daba lo mismo. Un buen disfraz y ya entraría. No me dejaría amedrentrar por la opulencia de la italiana. Es más de poder ya le robaría yo las falsificaciones de plata que usaría por cubiertos.

Así pues me atavie elegantemente como Lord escocés con una máscara de muerte en el rostro. Sin dudas mis primos escoceses le habían encontrado el gusto al aire en las partes privadas con este tipo de faldas. No me demore en salir de la Mansión Ojo Loco, ya llegar si me tomo más tiempo. Por suerte no sería el primero y así podría mezclarse con el público presente. 

Ya al entrar vi que estaban mirando la lista de invitados. Mmm complicado. Mire a los jardines y no vi a nadie conocido. Ohhh no. No podía ser. En esta fecha sería difícil colarme. Uff habría que probar.

--Sean Linmer, Jefe de la Oficina de Desmemorizadores.- dije al elfo con el listado.

--Lo siento, no está en la lista...el siguiente.

Aquello me hizo hervir la sangre. Como se atrevía esa buena para nada. Ya me las pagaría. Di media vuelta y moviendo la varita mi disfraz más desapareció dejando uno más adecuado.

Media hora después ya recorría los jardines de la Mansión. Mi disfraz estaba acordé a mi profesión, o no era un disfraz? Y así caminando llegue a encontrarme con @ Cillian Haughton

El hecho de tenerlo como garrapata todo el tiempo en cierta boda me hizo reconocer sus ademanes aunque llevase algunos disfraces. Mezclarse...mezclarse...era lo primero.

--Hola Cillian, bonito atuendo. --Dije mirándolo- Un placer verte por aquí. Por cierto has visto al alma de la fiesta. O sea tu hermana???

 

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