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Las Puertas de Asfódelo


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El reporte, publicado en cada rincón de Inglaterra, cuenta lo siguiente en tinta roja y chispeante: 

Cita

 

ALERTA NACIONAL 

Asciende a 12 el número de las mujeres desaparecidas en misteriosas circunstancias a lo largo del país durante este mes. 

Se sospecha de un posible asesino serial en potencia, un criminal sin identificar a quien se le llama Asfódelo, sobrenombre otorgado por la prensa debido a que siempre deja una muestra de esa planta en el lugar del secuestro. 

Nombres de las víctimas por orden de desaparición: 

  1. Genevive Rosier
  2. Emma Boudelaire
  3. Rhiannon Kincade
  4. Elizabeth Wallace
  5. Arianne Dayne
  6. Juno Black
  7. Isomnia Snegovik 
  8. Alexia Garnet
  9. Emma Haughton
  10. Tessa Brower
  11. Gianna Nowak
  12. Estefania Janek


Cualquier pista o información que guíe a las autoridades a conocer su paradero, por favor consignarla en el Departamento de Seguridad Mágica. 

Att: Claire Barnes, 

Reportera de El Profeta

 

Jank Dayne arruga el papel y éste se calcina frente a sus ojos. Las cenizas son arrastradas por la inclemente ventisca que azota la montaña. También lo hace su largo cabello, amarrado en varias trenzas desordenadas. De no haber nacido y sido criado entre los fiordos más profundos y helados de Noruega, estaría al borde de la hipotermia. La escena, desde lejos, parece emular una pintura épica donde se retrata al típico héroe apunto de embarcarse en la aventura de su vida. Esa visión no podía estar más lejos de la realidad. 

Su vista se mantiene clavada sobre el inmenso paisaje que lo rodea. La Cordillera de los Andes es el hogar de la montaña donde se refugia la sinuosa cueva que yace a sus espaldas. Jank ha pasado varias horas inspeccionando cada rincón, pero cuando descubrió el camino correcto, volvió al acantilado con esperanzas de tomar una decisión menos impulsiva. La tarea no se le ha hecho particularmente sencilla, puesto que su principal motivación para la exploración está conectada a su prima, Arianne. Sin embargo, el misterio en torno a su desaparición crece tan de prisa que apenas y le da tiempo de pensar en ella. Conociéndola, probablemente ha hallado la forma de seguir con vida e incluso aliarse con su persecutor. Esa idea, aunque improbable, lo tranquiliza. 

Al cabo de unos minutos alza su varita. La tormenta de nieve ha dado inicio, no puede darse el lujo de postergarlo más. 

- Expecto Patronum! 

El conjuro hace desatar cientos de hilos plateados que, entrelazándose, conforman la imagen de una Esfinge. El patronus será el encargado de llevar su mensaje a cada miembro activo de la Orden del Fénix. Su voz indicaba lo siguiente: 

Reúnanse conmigo en el Huascarán, mi patronus les dará las coordinadas exactas. Traigan ropa abrigada. He seguido el rastro de Asfódelo hasta Suramérica. Creo haber encontrado su guarida. Necesito de su ayuda para poder encontrarlo y rescatar a las víctimas. Apresúrense. Estoy seguro que es cuestión de horas para el Departamento de Seguridad Mágica y agentes internacionales encuentren las mismas pistas que yo y sean guiados hasta aquí. Necesitamos llevarles la delantera. 

La vida de esas mujeres depende de nosotros“

Una vez el mensaje es enviado y multiplicado en el aire, Jank se da media vuelta y avanza de nuevo hasta la pequeña y corta cueva, que funge como un especie de Hall creado por la naturaleza. Allí el sonido resulta escalofriante, como si un animal herido estuviera expresando su agonía, sonido probablemente producido por la forma tan peculiar que posee este “hueco“ dentro de la montaña. Frente a él se postran tres inmensas Puertas de piedra. Cada una es caracterizada por una serie de símbolos rúnicos antiquísimos enmarcados a lo largo de la superficie, los cuales describen al próximo visitante algunas de las maravillas que yacen del otro lado. Sin embargo, tampoco escatima en advertencias, y pueden verse la misma cantidad de horripilantes relatos acerca de los infortunios que la mayoría de exploradores experimentan cuando . Las mayor similitud de las tres puertas recae en el símbolo más grande, justo al centro de éstas.

  • La Primera muestra a un ejército cortando ramas para abrirse paso en un jardín gigantesco y movedizo a orillas de un castillo. 
  • La Segunda, que queda en el centro, es protagonizada por el dibujo esculpido de un dragón aplastando e incendiando un bosque lleno de flores. 
  • La Tercera enseña un rayo emergiendo entre las nubes, cayendo encima de una planta que no logra reconocer, en el medio de una ciudad inundándose. 

Jank solo consigue deducir que los tres grabados cuentan una misma historia, y que todas están conectadas, probablemente, a la flor de Asfódelo. Pero hasta que no lo confirme, seguirán siendo meras especulaciones. Aguarda la esperanza de que sus compañeros terminen por decodificar las señales y, juntos, logren acceder a una de las puertas. 

OFF:

Rol abierto para todos, tanto agentes ministeriales como bandistas. Arrobeo a los usuarios cuyos personajes secundarios han sido secuestrados :ninja:

@ Darla G Dumbledore @ Alyssa Black Triviani @ Marcellus Allan @ Ada Camille Dumbledore @ Ellie Moody @ Kraven Von Alexandros @ Leah Dayne @ Astara Macnair @ Monica Malfoy Haughton @ Mael Blackfyre @ Sophie Elizabeth Granger

Editado por Jank Dayne

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Dos Semanas atrás  en House of Books.

Hacía días que estaba tensa, no había logrado encontrar del todo su lugar, lo último que había hecho había sido intentar congeniar con el grupo, lo había logrado a medias. Suspiró, eran años de tener una posición en su vida, un centro, un eje, ahora que no lo tenía estaba totalmente fuera de sí misma. Lo cual era una total locura, considerando que había llevado más de la mitad de su vida mágica centrada en sí misma.

Se echó hacia atrás en el sofá en el que estaba leyendo y, tras poner un señalador en la página que había dejado, apoyó el libro a su lado, mirando por el ventanal de la biblioteca. Amaba ese lugar, a su lado debería haber algo más que un libro, ya que había sido pensado para ello. Descruzó sus piernas cómodamente apoyadas sobre un apoya pie de terciopelo negro con bordes azules. Sus piernas lucían pálidas, descalza y con unos shorts de jean que llegaban a medio muslo, de hecho parecía más larga la remera con una doble T en el pecho.

Sus ojos volvieron al interior de la biblioteca y observó el periódico que sobre la mesilla a su lado, junto con la varita, había dejado uno de sus elfos. De pronto algo en él llamó su atención y lo  tomó, comenzando a leer con preocupación, su ceño fruncido lo decía todo. Bajó las piernas, enderezándose en el sofá y lanzó el periódico a la vez que un grito.

—¡Tommy! Ubica a Kim, debemos salir de inmediato —mientras la bruja iba cambiar su atuendo, sobre el sillón entre una serie de fotografías del periódicos se veía el rostro de Tessa Brower sonriendo, había sido tomada hacia algunos años atrás en la puerta de la sucursal de HoB en Nueva York, el titular del periódico hablaba de su desaparición junto al de otras mujeres de la comunidad mágica internacional.

Una semana atrás.

Las vampiresas habían hablado por largo rato, Darla estaba ansiosa, Kimberly no podía creer que ni Sheila ni alguna de las demás vampiresas del clan Akane tuviera idea de dónde y cómo había sido secuestrada Tess. La bruja había estado viajando entre Estados Unidos y Rumania el último año, intentando mantener vivos los lazos entre las brujas americanas y las del viejo continente en medio de la guerra.

La pelirroja releyó los periódicos una vez más, por más que intenta encontrar una conexión entre las brujas, salvo el que lo sean no encuentra más nada. Sus aspectos físicos son diferentes, sus nacionalidades también, no hay una raza definida entre ellas. Además de la flor que dejaran en el último lugar en que se las vio y que eso indica que es un mismo ser o grupo el que se ha hecho con ellas no hay nada más, ni una pista.

Kimberly y el resto del clan han investigado, pero lo que han logrado es casi tan nulo como lo que había antes. Solo han conseguido descubrir que Tess había dejado todas sus cosas en el hotel del pueblo en que desapareció y que su intención era ir a comprar unos recuerdos en una tienda local a la que supuestamente nunca llegó. Las vampiresas habían confirmado que nunca llegó luego de una profunda charla con el dueño del local.

En la actualidad.

Darla estaba sola en su despacho, habían acordado que ella investigaría en lo posible dentro del Ministerio, claro que ya no tenía los contactos de antes. Con furia golpeaba los tacones de sus botas sobre la alfombra, haciendo que su varita se sacudiera en el bolsillo lateral de su jean cargo. Tenía los puños apretados sobre el escritorio y las mangas de la camisa dobladas, por un calor que le inundaba el cuerpo sin motivo aparente, era extraño que ella tuviera algún efecto de la temperatura sobre sí.

Un destello la hizo girar rápidamente, varita en mano, pero se trataba de un patronus, reconoció la esfinge que solía convocar Jank. ¿Sudamérica? Maldijo, ¿cómo no había pedido ayuda a la embajada para la que trabajaba? Hizo un veloz movimiento con su propia varita pero cambió de opinión y no llegó a invocar a su patronus. En lugar de ello llamó a sus elfos y le dio las indicaciones, para que de la forma más discreta, hicieran llegar la información a las miembros del clan. Ella iría a Huascarán. Tras agregar un innecesario abrigo, una chaqueta hasta media pierna que llevaba abierta, se desapareció rumbo al lugar en que la había citado el joven Dayne.

El aparecerse en aquel lugar la hizo entender a lo que se refería con el llevar abrigo, pero lo loco del caso era que ella había estado ardiendo todos estos días, ahora el lugar lograba “nivelarla” si es que se podía decir así. Avanzó despacio entre las rocas heladas ¿eran nieves eternas las que se distinguían en la cima? Sin embargo su atención se vuelve hacia otra parte, percibe la esencia del mago que los ha citado allí, de momento no nota la presencia de nadie más, aunque entre el viento que lleva y trae los aromas y la magia que nota que flota en el aire.

Niega con la cabeza, debe centrarse en dónde está Jank, aunque por instinto iría a buscar a Tess, él sabe más que ella y ha dicho que son la única esperanza para las mujeres desaparecidas. Es hora de comprobar si es verdad la pista y aparentemente es en la cueva un par de metros delante de ella, así que sin dudarlo va hacia allá, atenta, habiendo invocado la espada del invierno en su mano izquierda y su varita en la derecha, aunque seguramente alguna de las otras cosas que lleva en su bolso de piel de moke sería más útil, incluyendo un maldito calentador, piensa divertida, intentando ponerle humor a la desgracia.

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Baleiro

Mansión Macnair

Tenía los ojos clavados en el nombre de mi hermana. Junto a él, mal escrito y con el apellido perdido de mi padre, había una fotografía mágica de su rostro. Estaba mal. Hacía años que había dejado de verse como una adolescente, al igual que yo. Ahora tenía el pelo más corto y los ojos más hundidos en el rostro, más cansados. No tenía las mejillas sonrojadas, ni ese aspecto jovial que profesaba cuando sacaba la lengua a la cámara. Quise saber de dónde habrían sacado la foto, porque no solo era vieja, sino personal. Sentí que rompía con la intimidad de Insomnia, que ella la odiaría. Pero su nombre estaba en el medio de una larga lista de secuestradas... dudaba que fuera importante si le gustaba la foto o no.

Contuve las ganas de vomitar y me obligué a moverme. Nunca había estado allí y tampoco tenía intención de quedarme mucho rato, estaba solo de paso, pero mientras avanzaba por los amplios jardines no pude evitar pensar si estaba haciendo lo correcto. Mi madre me habría reñido, nada le habría gustado menos que verme entrar en la casa de quien más odiaba en el mundo. Pero, ¿Qué podía hacer? ¿A dónde podía ir? El castillo de mi padre estaba cerrado, abandonado en la helada Siberia. El de mi madre, igual, pero en las profundidades de Rumania. 

Y ella estaba muerta. 

Nunca me habían dicho cómo había muerto, ni dónde la habían enterrado. Un día estaba viva, altanera e indestructible, y al otro día habían ido por mí y por Insomnia para llevarnos lejos de casa. A mi hermana se la llevaron a Londres y a mí me mandaron a Francia. El asunto de mi crecimiento tomó a todo el mundo por sorpresa y aunque en un principio me habían destinado a una familia para que me acogiese, al final terminaron por mandarme directamente a Beauxbatons. Desde entonces, solo sabía lo que pasaba a través del periódico al que me había suscrito, y nunca había hecho el intento de volver. De hecho, en ese momento debería haber estado en el colegio, cursando lo que restaba de mi último año, pero me había escapado y ahora mis nudillos aporreaban la puerta de los Macnair con ímpetu.

La puerta se abrió. El elfo parecía contrariado, enfadado incluso. Pero no le presté atención ninguna. Le murmuré un "Perdona" tan bajo que dudé que el elfo entendiera por qué lo apartaba como si fuese de juguete, mientras me colaba en la mansión y echaba a correr hacia un sentimiento. Era un lugar gigante y habría tardado eones en encontrar lo que buscaba, de no haber tenido aquél vínculo con ella. Yo no lo había pedido y mi madre habría deseado arrancármelo, pero lo tenía y fue lo que me hizo avanzar a través de los pasillos como si hubiera vivido ahí toda la vida, tirando de un hilo invisible que hacía mucho tiempo que no sentía. La encontré en su habitación, sentada frente a un espejo y de pronto el peso de los recuerdos me aplastó. El miedo, el terror, el enfado. Muchos de esos sentimientos no eran míos, eran de mi hermana, pero yo ya no me acordaba de eso, ya no sabía lo que era compartir emociones. 

—¡Eh! —el elfo se interpuso entre la mujer y yo, encogiéndose a modo de disculpa, intentando empujarlo fuera—. Señora, perdone, se ha colado y tiene piernas largas...

—Arya —dije.

Parecía mayor. Pensaría ella lo mismo de mí, claro. La última vez que me había visto, hacía unos cinco años, yo apenas era un niño y ahora era más alto que ella. Agité el recorte que tenía en la mano, desesperado. 

—Se la ha llevado, Asfódelo, se la ha llevado.

No había planificado lo que iba a decirle y se notaba en la angustia de mi voz. De repente la mirada se me nubló y entendí por qué solo cuando la primera de las lágrimas cayó por mi rostro frío por el viento otoñal. Me enjugué los ojos con la manga del uniforme de la escuela, manchado y arrugado después de horas de trenes y trasladores, y por primera vez en mucho tiempo deseé que mi madre estuviera ahí. Con ella no tendría que hablar, arrasaría el mundo entero con tal de encontrarla. Con Arya no tenía esa seguridad, sentía incluso...rencor. Por algún motivo, tenía la sensación de que todo lo que estaba pasando era culpa de ella, pero no me importó. Con el corazón atravesado en la garganta, aparté al elfo una vez más y me acerqué a ella, entregándole el ejemplar del Profeta en donde mi hermana parecía ajena al resto.

—Tiene a Insomnia, tenemos que ir por ella —tragué y cuando volví a hablar, se me quebró la voz igual—. Por favor, Arya, ayúdame. 

@ Arya Macnair

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Londres
Grimmauld Place


El viento helado azotaba la ventana cuando Sheryn sintió la familiar energía mágica del Patronus aproximándose. Se levantó de un salto, con una sensación de inquietud en el pecho. En cuestión de segundos, una majestuosa Esfinge plateada apareció frente a ella, irradiando una luz suave pero urgente.

Jank... pensó, con una mezcla de aprehensión y determinación. Su Patronus siempre cargaba con un peso de seriedad que ella conocía bien. Algo grave estaba ocurriendo.

Cuando el Patronus comenzó a hablar con la voz de Jank, un escalofrío recorrió su espalda. Las palabras eran claras, concisas, llenas de urgencia: Asfódelo. La desaparición de doce mujeres. Una guarida en las montañas de los Andes. Y él, solo, enfrentando esa amenaza. Sheryn sintió una opreción en el pecho. El tono en la voz de Jank, aunque sereno, transmitía una urgencia que no podía ignorar.

— La vida de esas mujeres depende de nosotros.

Esas palabras resonaban en su mente, mientras la imagen del Patronus desaparecía en el aire. Sheryn apretó los puños, intentando mantener la calma. Sabía que no podía permitir que el miedo la paralizara. Jank había seguido el rastro hasta ese lugar tan remoto... y ahora dependía de ella y de los otros miembros de la Orden del Fénix acudir en su ayuda.

Pero más allá de la misión, de la urgencia de salvar esas vidas, Sheryn no podía evitar preocuparse por él. Jank, aunque siempre había demostrado una fortaleza implacable, estaba enfrentándose a algo mucho más peligroso de lo que podía prever. Estaba solo, y eso la inquietaba. La idea de que hubiera seguido el rastro hasta las montañas de Suramérica sin más apoyo la hacía sentirse vulnerable, como si algo oscuro estuviera aguardando en las sombras.

Con un gesto rápido, comenzó a prepararse. Tomó su varita, se echó la capa más gruesa que tenía sobre los hombros, y revisó sus suministros. Sabía que este sería un viaje largo y peligroso. Sin embargo, no podía sacudirse el sentimiento de temor que le oprimía el pecho. ¿Y si llegaba tarde? ¿Y si Asfódelo les tendía una trampa?

Pero había algo más que le preocupaba, algo más profundo. Sabía que Jank era capaz de enfrentar casi cualquier cosa, pero también conocía el peso de lo personal en esta misión. Arianne, su prima. Asfódelo no solo era una amenaza para las mujeres desaparecidas, también representaba una conexión directa con la vida de Jank, con su familia. Y eso, más que nada, la aterraba. Las misiones que involucraban asuntos personales siempre eran las más peligrosas.

Mientras se preparaba para aparatarse hacia los Andes, el pensamiento de Jank enfrentando solo las tres puertas de piedra la hizo detenerse un segundo. ¿Qué estaría pensando en ese momento? ¿Estaría dudando, o avanzando con la misma firmeza que siempre mostraba? Sabía que él era meticuloso, pero la presión de salvar a su prima lo podía llevar a tomar riesgos que normalmente no tomaría. Sheryn no podía permitirse que eso ocurriera. No iba a permitir que Asfódelo los destruyera.

Cuando estuvo lista, Sheryn cerró los ojos por un momento y respiró hondo. Sabía que su relación con Jank, aunque marcada por la camaradería en la Orden del Fénix, siempre había tenido un trasfondo de respeto mutuo. Había visto de lo que era capaz, cómo afrontaba cada batalla con un temple inquebrantable. Y ahora, debía confiar en que él haría lo mismo esta vez, aunque la situación fuera mucho más personal para él.

Pero más allá de la confianza que tenía en él, estaba decidida. No solo por las mujeres desaparecidas, no solo por la misión que la Orden debía cumplir, sino también por su compañero. No iba a dejar que Jank enfrentara esto solo. Aún no sabía qué les aguardaba en las montañas, pero juntos serían más fuertes.

Cuando el frío de los Andes golpeó su rostro tras aparearse en la cumbre, el viento helado no logró sacudir su resolución. La tormenta era intensa, pero Sheryn estaba decidida a encontrarlo, a unirse a él antes de que la oscuridad envolviera por completo su misión. Sabía que, por muy sereno que Jank pudiera parecer, debajo de esa fachada, las emociones debían estar a flor de piel.

— Estoy en camino, Jank — murmuró para sí misma mientras avanzaba a través de la nieve, sus pasos firmes, su mirada fija en el horizonte. No sabía qué encontraría exactamente al llegar, pero una cosa era segura: no iba a dejarlo solo en esta batalla.

 

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Estaba en la habitación qué Ada me había dejado para dormir y que ya casi era mi cuarto, leyendo pociones curativas avanzadas como siempre que tenia tiempo libre, cuando un patronus de una esfinge apareció delante mío de la nada. 

 

Reúnanse conmigo en el Huascarán, mi patronus les dará las coordinadas exactas. Traigan ropa abrigada. He seguido el rastro de Asfódelo hasta Suramérica. Creo haber encontrado su guarida. Necesito de su ayuda para poder encontrarlo y rescatar a las víctimas. Apresúrense. Estoy seguro que es cuestión de horas para el Departamento de Seguridad Mágica y agentes internacionales encuentren las mismas pistas que yo y sean guiados hasta aquí. Necesitamos llevarles la delantera. 

La vida de esas mujeres depende de nosotros“ - 

 

La voz de Jank hizo que un escalofrío me recorriera toda, la vida de esas mujeres desaparecidas y/o muertas dependía de lo rápido que fuera a su encuentro, hice una mueca, pensando en si Jank sabía que yo formaba parte del escuadrón de Aurores o no, pero me contuve de pensar en eso ahora, ya que lo único importante era llegar a tiempo y ayudarlo a investigar  la desaparición de esas mujeres y el saber desde cuando estaban desaparecidas en acción. 

 

Me apresure a ponerme un pantalón de friza violeta, una camisa termica violeta, el saco violeta qué me apresure a abrocharme y mis botas para nieve violetas qué casi nunca había usado antes, sabía que al ser vampiresa todo eso me sobraba pero era mejor prevenir que lamentar, además nunca antes había usado esa ropa y quería estrenar vestuario el día de hoy. 

 

Leí las coordenadas que tenía en la mano, me había decidido a ir por las mujeres desaparecidas y porque nunca dejaría solo a Jank en este entierro, además como auror seguro que también podría ver el lugar y descubrir cosas que por mi profesión veía más fácil que el resto del mundo. 

 

Me desaparecí sin un sonido hacia la cumbre de los alpes y el frío me golpeó en mi palido rostro, sonreí porque el frío no me hacía nada y hasta me arrepentí de haberme abrigado tanto, al ser vampiresa no necesitaba tanto abrigo, abrí mis ojos azules claros por la sorpresa de la cumbre de la montaña y toda la inmensidad del lugar, parecia de ensueño, negué con la cabeza saliendo de mi entonación y me encamine hacia encontrar a Jank y a mis amigos que ya hubieran llegado por ahí. 

 

- Hola ¿Jank? Este lugar parece de ensueño, se que hará frío para casi todos pero a mi me parece hermoso, ¿por dónde andas? ¿Hay alguien aquí? - pregunté al aire con mi cantarína voz mientras seguía subiendo la cumbre- 

 

Sólo veía más nieve y frío a mi alrededor, montañas y cumbres, no parecía que hubiera nadie más, pero con mis sentidos de vampiro si que había notado que había alguien pese a que no podfoa jurar todavía quien era, ya que estaba algo lejos de las personas que estuvieran por ahí, sólo esperaba que Jank no se le hubiera ocurrido explorar todo solo, porque podía ser peligroso si no tenias cuidado y no sabías en donde empezar a buscar bien, así que rece a Dios, para pedirle que nada malo le pase a Jank hasta que llegue a su lado para poder ayudarle al fin. 

                 

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Sean con...un desconocido. Dos semanas antes

Estaba tamborileando los dedos sobre la mesa mientras miraba con detenimiento el recorte del profeta que hablaba de la desaparición de hasta ahora doce brujas.

---Sigo sin entender que tienen que ver esto contigo. Eso es cosa del Departamento de Seguridad Mágica.

Dije reclinandome sobre la silla mientras tomaba el vaso de bebida que hacía unos minutos un viejo camarero me había servido en ese pub de mala muerte cerca de los puertos de Londres. Ante mi respuesta mi interlocutor saco de la gabardina una serie de fotos muggles que extendió sobre la mesa.

--Estas desapariciones no empezaron con ustedes. Estas víctimas también tuvieron su muestra de Asfodelo. Aún no se sabe de ellas. En el departamento ya habían archivado el caso pero este recorte pues hace evidente que no es así. Sean, tengo doce familias que cuando menos merecen los restos de sus hijas para enterrar. Y me la debes.

idi***. Tratando de apelar a mi lado más sensibilero, mejor hubiese sido que mencionase algún pago o claro...la deuda. Sonreí y me levanté dándole una palmaditas en el hombro.

--Descuida veré qué puedo hacer por esas doce chicas tuyas. 

No iba a decirle que aceptaba por la deuda. En fin supongo que me tocaría investigar y mover mis hilos en el bajo mundo. Porque independientemente de todo, para secuestrar doce chicas, mantenerlas aisladas y trasladarlas había que tener cierta logística. Lo mismo servía para el mundo mágico y muggle.

Actualidad

Todo parecía encajar en el rastro. Así que Perú. Algo lejos. Supongo que tendría que pedir un permiso a @ Matt Blackner . O no. Solo encantaría la pluma de escribir reportes para que funcionase a ciertas horas  de oficina y dejaría el cartel de NO MOLESTAR.

Ahora bien, necesitaría apoyo porque no idea de a quien enfrentabamos. Necesitaba habilidades específicas. Si. Ya tenía idea de a quien invitar a esta misión personal. Así que solo me quedaba enviar una lechuza. Bueno dos...o tres...no dos. Sagitas no podía ir, sería muy notable su ausencia por uno días. Matt igual. Dejaría a Xell a que ayudase Matt. Y claro Memi quedaba fuera de la discusión. Si. Ya estaba.

"Queridas, bellas y estimadas @ Idylla Macnair T.  y @ Eliah Selwyn R. tengo un problema entre manos y estaría eternamente en deuda si me ayudarán. Las espero a las 8.00 pm en el almacén 69 del puerto. Atentamente Sean"

La idea no era meterme en medio de la investigación de los de seguridad pero no me venía mal en estos momentos llevarme algo de la gloria de un héroe ante un rescate exitoso. Además de impresionar a las chicas con la historia. Ahora esperaría a las chicas. Sino pues no era la primera vez que marchaba solo a lo desconocido.

 

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Otro día mas estaba en el ministerio de magia encargándose de algunos asuntos como jefa de la fuerza de detención de vampiros, hombres lobo y Daimons descontrolados. Algún que otro percance había ocurrido, pero por suerte sus empleados se habían encargado de todo dejándola algunos reportes sobre la mesa, por suerte en cuanto acabará de tratar aquello se iría a casa para darse un baño relajante que lo necesitaba después de muchos altercados.

Además había visto las noticias y como el ministerio estaba bastante revuelto por las desapariciones de 12 mujeres donde dejaban cada vez que las secuestraban dejaba Asfódelo. La verdad la inquietaba que fueran solo  mujeres, quizás algún ser sobrenatural, un vampiro o Daimon o sin más un sucio muggle, eran muchas las premisas pero no sabía si debería investigar por si acaso.

Aunque antes de que pudiera tomar una decisión la llegó un aviso de un trabajador del ministerio, aunque cuando vio de quien era puso los ojos en blanco por un momento. Parecía que la súcubo dejaba marca y aquel humano no había podido olvidarla, era normal cuando ella era alguien tan excepcional, pero no la gustaba sentirse perseguida constantemente. Pero no iba a decir que no la interesaba aquel aviso si era para llegar algún tipo de investigación del ministerio.

Llegó al lugar acordado vestía una gabardina, unos pantalones oscuros y un jersey negro, además de unas botas tipo militares. Dentro de la gabardina llevaba su varita que siempre la llevaba con ella puesto que con los tiempos que corrían era necesaria. Pudo ver a @ Sean -Ojo Loco- Linmer ya esperándola mientras caminaba con las manos dentro de los bolsillos la verdad que prefería estar en su casa, pero parecía que la curiosidad del caso mató al gato.

—¿Y bien? ¿Qué ayuda necesitas ?y espero que no sea nada sexual —Dijo con tono no muy amigable arqueando una ceja pues en aquella ocasión había dejado el trabajo del ministerio para acudir a aquel lugar y estaba en su horario laboral, además era una mujer con mucho carácter, podía cambiar en algunos aspectos, pero de normal era distante y bastante fría a no ser que la reina de la súcubos quisiera jugar.

Pero la verdad es que estaba de buen humor, había visto quien era la otra bruja invitada a aquel trabajo y tenía pocas, por decir nulas ganas de verla ya había tenido suficiente con como la trato aquella vez en la mansión. Se limitaría a tratar lo justo con @ Idylla Macnair T.  y todo por aquella situación laboral del ministerio, nada más.

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No demore mucho en llegar al almacén. Iba ataviado para la ocasión después de investigar un poco sobre la región a la que nos dirigíamos. Por suerte las dos semanas transcurridas me habían ayudado mover el largo brazo oculto de mis negocios para tener una idea de que podía esperar. Y claro había hablado con cierto contacto en Transporte para que gestionase el traslator. Así que ya todo estaba listo.

Solo quedaba esperar a las chicas. Y ahí llegaban. Lo único que recordaba de ellas dos juntas era aquel rubor en las mejillas de ambas durante boda en la  Dumbledore. Una mi hermana otra una buena amistad. 

No me sorprendieron las palabra de @ Eliah Selwyn R.  Por lo que no pude evitar reír.

-No te preocupes Eliah está vez no es ese el plato principal. --dije mientras señalaba una maleta que descansaba a mis pies- Aquí hay un poco de ropa a la medida para la ocasión, nos vamos detrás del secuestrador de chicas. El tal Asfodelo. Nos vamos a Perú.

Eso era todo. Por si alguien se preguntaba cómo conocía las medidas de las chicas. Venga....era yo. Eso era dudar de mis capacidades. En fin solo quedaba esperar que me ayudarán en el asunto y claro que estuvieran listas.

@ Idylla Macnair T.

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Bueno, si las ropas de Darla resaltaban en aquella área nevada, la figura vestida de violeta que apareció algunos metros delante de ella resaltaba aún más. La Dumbledore había ido con todas las precauciones del planeta, pero la Gryffindor había aparecido feliz del mundo, eso siempre había admirado en la bruja, su espíritu no se doblegaba excepto quizás. Se negó a recordar aquel día, no solo por la pérdida que había implicado para ambas sino también por el hecho que el culpable había sido un afecto que había tenido que proteger.

La pelirroja había ingresado a la cueva y estaba saludando a Jank, al cual por lo visto aún no había encontrado, levanté mi varita y activé mi anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos, ahora solo los de la Orden podrían escuchar si yo hablaba, me parecía más seguro.

Darla avanzó más rápido entre la nieve, sintiendo como sus pies se hundían en la cada vez más mullida capa de copos amontonados en la superficie. Generosa descripción de hecho para el frío y la nieve que había.

Luna —llamó estando ya casi en la entrada de la cueva —¿has visto a Jank? —preguntó la Dumbledore, obligándose a no bajar la guardia, quería a la vez ingresar a aquella cueva y a la vez tener cuidado, era algo que resultaba complicado, porque si querían salvar a las mujeres secuestradas debían jugarse el todo por el todo, pero tampoco podía arriesgar la vida de sus propios compañeros.

Movió su varita con preocupación y aunque más no fuera para prevenir decidió invocar cerca de ellas una criatura que las acompañara y protegiera ante la posibilidad de una presencia enemiga.

—Morphos —dijo apuntando hacia una piedra de unos tres metros de diámetro y esta se transformó en un hipogrifo que sacudió sus alas cubiertas de nieve elevándose unos metros por sobre la pareja de vampiresas para luego volver a aterrizar junto a ellas con suma delicadeza.

@ Luna Gryffindor Delacour

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Londres, Inglaterra

 

No era la primera vez que escuchaba sobre Asfódelo, aunque nunca antes había tenido motivos para interesarse en el criminal. Todo cambió al leer la lista de victimas que habían sido secuestradas por el sujeto entre las cuales estaba su hermana…, bueno, media hermana en realidad. Su relación con Juno no era de las mejores, definirla como complicada era tan solo la punta del iceberg, pero al fin y al cabo no dejaba de ser familia. Alyssa no podía simplemente ignorar esta situación, la lealtad para con los suyos era algo que estaba imbuido en su código genético, por mucho que aquella mocosa malcriada le molestase no podía dejarla a merced de un asesino serial.

No podía siquiera pensar que estuviese muerta, ni siquiera consideraría aquella opción porque de hacerlo daba igual que se diera por vencida. No, la mocosa tenía que estar viva para escuchar el sermón que le daría al encontrarla ¿Qué tan inútil tenía que ser para dejarse secuestrar por un hombre? Manchaba el apellido de los Black y por ende la reputación de toda la familia, algo que no podía permitir. 

- Hola bonito – saludó en apenas un susurro. Onix, el gato de su hermana, ronroneaba y se restregaba contra su pierna dándole la bienvenida – Seguro estas muerto de hambre – agregó la Triviani rascándole detrás de la oreja.

Se encontraba en el apartamento de Juno, caótico y desorganizado como buena representación de ella, pero también era evidente que había estado deshabitado por mucho tiempo. Polvo sobre las superficies, el olor estancado y el aire frío que se percibía en ambientes que llevaban cierto tiempo sin presencia humana. Alyssa fue hasta el armario de la cocina donde sabía que encontraría la comida para el gato, quien inmediatamente comenzó a maullar incesantemente hasta que la mortifaga le puso el alimento a su alcance.

- Ya ya – canturreó la Black – Prometo que te llevaré conmigo y no tendrás que pasar más hambre… 

Mientras que el animal saciaba sus necesidades Alyssa aprovechó para recorrer el lugar, observando aquí y allá, analizando cosas al azar, buscando algo aunque no sabía qué. Su hermana se las daba de investigadora privada, no le sorprendería que así fuera como terminó en las garras de aquel sujeto, por lo que su mejor chance era encontrar pistas entre las cosas que Juno había dejado atrás. Después de todo nadie más tenía acceso a su departamento, la Triviani era la única familia que tenía y con quien se mantenía en contacto, ya sea a regañadientes. 

- Bingo… - masculló al encontrar un mapa con una serie de anotaciones alrededor. 

La imagen reflejaba el perfil de una cadena montañosa mejor conocida como la Cordillera de los Andes, por su correspondencia con Aland sabía que este lugar se encontraba en Sudamérica dividiendo los países de Argentina y Chile. Un punto en tinta roja destacaba entre los trazos del mapa, y junto al mismo anotado con la caligrafía de su hermana se leía una sola palabra: “Huascarán”. 

Alyssa jamás había visitado aquel rincón del mundo, a pesar de que su gemela llevaba viviendo allá más de una década, pero tal vez era precisamente por eso que la Black jamás quiso ir para esos lados. Todavía sentía el profundo dolor que le había causado la decisión de Aland de irse a vivir al otro extremo del mundo, y ahora resulta que su otra hermana también se encontraba perdida por esos pagos. Al parecer no le quedaría otra más que viajar a Sudamérica después de todo, maldita sea Juno por siempre ponerla en situaciones en las que no deseaba encontrarse. 
 

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