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Halloween


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Harriet Travers

La reacción llegó muy tarde. Aturdida por la música, por los muggles que comienzan a congregarse, por los guardias del castillo que por fin se mueven, pero no para detener a los alborotadores, Hattie se quedó sobre la banca, contemplando la extraña escena frente a ella. Como en muy pocas ocasiones le había sucedido, su curiosidad superaba a su sensatez de evitar cualquier problema. Su doncella, Cleo, a diferencia suya estaba con todos los sentidos en alerta, de manera que en cuanto vio a un grupo de personas abriéndose paso entre la muchedumbre para llegar hasta los músicos, supo que eran magos.

Y el miedo se apoderó de ella. Un miedo terrible de que tanto ella como su señora, después de tantas precauciones a lo largo de los años, se vieran envueltas en una de esas peleas entre muggles y magos, con fatales consecuencias. Por supuesto, una parque pequeñísima en su mente abogaba que era una tontería pensar un escenario tan extremo, pero ¿y qué tal si esos de allí resultaban mortífagos? ¿si empezaba un reguero de sangre y ellas terminaban siendo ejecutadas únicamente por estar en el lugar equivocado a la hora equivocada?

— Mi señora, lo lamento tanto. Por favor salgamos de aquí.

El repentino cese de la música, hizo que la petición de Cleo se escuchara casi como un grito, dado el esfuerzo de la joven para alzar la voz por encima del potente sonido de las guitarras eléctricas. Durante cerca de un minuto, el silencio le hizo pensar que el problema había sido resuelto, pero entonces, vio los ojos de Hattie muy abiertos, en dirección a una de las mujeres del excéntrico grupo de cantantes, la única que en lugar de un instrumento llevaba una cámara fotográfica y que Cleo apenas captó como una mancha en movimiento antes de verla desaparecer al tocar el monumento de la Reina Isabel.

Cleo, dime que la reconociste también— Hattie enfocó por fin la vista en su sirvienta pero ella negó con la cabeza asustada— lo conversamos mejor de regreso al hotel, por ahora veamos como salir de aquí.

Desaparecerse simplemente no parecía la mejor opción en medio de la agitación, así que ambas se levantaron de la banca y caminaron unos cuantos metros, pues tampoco querían permanecer allí y que alguno de esos misteriosos tipos de uniforme las sacaran de malos modos, como ya estaban haciendo con otros que habían estado cerca de los músicos. Hattie aceleró un poco más su andar, puesto que no estaba para la labor de ser interrogada, cuando de repente una arpía horrorosa se le atravesó en el camino, agitando todo el cuerpo en una frenética danza que hizo que la rubia pegara un grito espantada y comenzara a correr deliberadamente para alejarse de ella. Demasiado preocupada en tropezar con el vestido y caerse, ni siquira reparó que un mago venía en dirección opuesta a ella y terminó tropezándose con él.

 — Cuánto lo siento, escapaba de ese infierno y no vi por donde iba— se excusó de inmediato la bruja, algo avergonzada por la imprudencia— Yo no le recomendaría seguir más adelante, señor...

Desde la avenida un estruendo de pasos, hizo que Hattie se cubriera por instinto y casi de inmediato a su lado, Cleo se colocó delante de ella. Algo se acercaba, y poco tardaron en notar que se trataba de una turba enajenada ocupando todo el ancho de la calle.  

 — ¡Van a atropellar a esa mujer Cleo, alguien...que la salve! — clamó Harriet todavía asustada, y volteó a ver al mago de cabello rubio platinado, esperando lógicamente que como el caballero más próximo, se hiciera cargo del asunto.

@ Noeline Malfoy McFarlan  @ Thoth

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El sonido de la música se hacía más fuerte a medida que Belmont se acercaba a The Mall. Lo que había comenzado como una intrigante mezcla de guitarras eléctricas y música clásica pronto empezó a provocarle una extraña incomodidad. Una leve molestia se instaló en su cabeza, como si algo presionara contra sus pensamientos, deslizándose lentamente. Se frotó las sienes, intentando sacudirse la confusión que lo invadía. Algo no estaba bien. Sabía que debía hacer algo, pero su mente estaba embotada, y sus manos, que torpemente buscaban su varita en los bolsillos, no lograban reaccionar a tiempo.

De repente, sus ojos captaron un destello a lo lejos. Una mujer de porte imponente, con un aire de poder, alzó su varita, y a Belmont le pareció notar que lanzaba un hechizo. Protegidos por lo que fuera que habían hecho, ella y el hombre que la acompañaba se acercaron a la improvisada banda y comenzaron a gritarles con autoridad incuestionable. Lo que más perturbó a Belmont fue la imagen inicial que tuvo de ellos. Por un momento creyó que eran magos, pero al verlos de nuevo, se dio cuenta de que eran policías muggles. Un tercer miembro los seguía de cerca.

La multitud comenzaba a reaccionar a la música de manera cada vez más frenética. La gente había empezado a bailar, golpeando el suelo con los pies, riendo, saltando y empujándose en una especie de caos alegre. Unas ochenta personas, al menos, formaban ahora un corro descontrolado, entregándose a una mezcla de movimientos y gritos de entusiasmo.

—¡Lo siento! —dijo apresuradamente, de forma automática, a una mujer menuda de cabello rubio que había chocado contra Belmont; seguro también bailando. El impacto fue repentino, pero casi no lo notó, distraído como estaba por lo que sucedía a su alrededor.

Antes de que pudiera decir algo más, una escena aún más extraña captó su atención. Un grupo de figuras desaliñadas dobló la esquina desde Northumberland Avenue, avanzando a gran velocidad hacia The Mall. Su movimiento anómalo y casi sobrehumano era tan brusco que por poco arrastran a Belmont con ellos, haciéndole perder el equilibrio por completo.

Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la mujer a su lado, la misma que se había tropezado con él, lanzó un grito agudo. La rubia lo miraba expectante, como si esperara algo de él, pero Belmont, ahora aún más confundido, no sabía qué estaba pasando.

—Perdone, señorita, ¿se encuentra bien? —atinó a decir, sin saber exactamente a quién dirigía la pregunta. A ella o a sí mismo.

Draco&Draco
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Harriet Travers

¿Quién puede estar bien ante semejante show de espanto?  ¿En serio le estaba preguntando algo como eso? Con la angustia reflejada en el rostro y al ver que el hombre (Belmont) no reaccionaba, instintivamente Harriet cerró los ojos, llevándose las palmas de la mano a la cara para no ver de qué manera el cuerpo de la confundida mujer (la periodista Anacleta) era víctima de esa estampida humana avanzando por The Mall. Ya imaginando lo peor, escuchó de repente con suma claridad como alguien cerca suyo conjuraba un hechizo protector, evitando a último momento que la mujer fuera arrollada. Todavía atemorizada, Harriet retiró las manos y observó que había sido su sirvienta Cleo la que había terminado salvando a la mujer de exótica vestimenta, pero había dado a parar hasta el otro lado de la calle.

Tragó saliva. una mirada más minuciosa de la calle, le hizo caer en cuenta que el particular grupo que proseguía aquel baile infernal con movimientos tan rápidos que claramente no eran humanos, estaba compuesto en su totalidad por vampiros. Un montón de vampiros desharrapados.

¿Qué demonios sucedía con Londres? ¿De verdad tenían nueva ministra? Todo lo que podía pensar Harriet cada vez más escandalizada era que sin importar quien ocupara el máximo cargo del ministerio mágico, la gente parecía esforzarse en elegir a los más inútiles. Conteniendo su molestia lo mejor que podía, llamó a su doncella.

Cleo, vuelvo al hotel, me das el alcance— masculló a través del espejo mágico que con rapidez sacó del bolsillo de su abrigo para dar esa orden escueta dado que por el ruido y el mar de vampiros en medio era imposible que la escuchara aunque la llamara a gritos. Cada vez más exhausta, la bruja volvió nuevamente la vista hacia el mago al que minutos atrás había golpeado de casualidad. Aunque le era difícil establecer conversación con cualquiera (y con más razón con un desconocido como el que tenía al frente) la particularidad de las circunstancias la obligaba a interactuar, así que aclarándose la garganta se dirigió a él — ¿señor, es usted de la ciudad? ¿sabe quiénes organizaron esta presentación? ¿es esto acaso...uno de esos ataques de mortifagos?

Le espantaba que en cualquier momento una horrible calavera resplandeciera en el cielo y aquellos vampiros se salieran de control. De niña, había escuchado de sus padres las historias acerca de cómo esas criaturas y otras como los hombres lobos, habían servido a Lord Voldemort y habían cometido actos atroces incluso contra la propia sangre mágica de alcurnia que se negaba a unirse a sus filas. Y si bien, por el momento tanto ella como su sirvienta estaban a salvo, nada garantizaba que eso se mantuviera por mucho tiempo. Peor aún,  varios en la turba seguían reproduciendo aquella música estridente desde sus celulares y otros aparatos electrónicos desconocidos para la bruja, lo que la hacía admirarse de la rapidez con que esa presentación de minutos había sido viralizada.

@ Noeline Malfoy McFarlan

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William Karkarov

Will no es una persona que gusta mucho del aire libre ni de la civilización. Pero es la primera vez que visita Londres en más de un año. Desde que se mudó para trabajar en Durmstrang sus visitas al país han sido puntuales y no muy extendidas. Normalmente consistían en un par días encerrado en la cabaña en donde vive Madeleine.

Ser profesor fue interesante, pero a la larga se convirtió en algo monótono y aburrido. Will no tiene idea de donde va a vivir y aún así ahí está: paseando sin pensar en el futuro. El gentío -especialmente muggle- de las calles de alguna forma lo hacen pasar desapercibidos. Los muggles siguen siendo personas que no ven nada pese a que desde hace años saben que la magia existe y que los magos y brujas viven junto a ellos. Will viste como muggle, una camiseta y pantalón de mezclilla negros. También viste una chaqueta de cuero, una perforación en la nariz y el cabello completamente revuelto.

Mientras camina oculto a la vista, se siente atraído por el sonido de una extraña melodía que suena como música clásica y como rock al mismo tiempo. Frunce el ceño. No suena como los covers de música clásica interpretadas como Rock. Aunque no logra hacerlo, está seguro que de concentrarse lo suficiente podría llegar a escuchar ambos ritmos por separado.

Decide seguir la música, una banda que es capaz de interpretar la música de esa forma seguramente es muy hábil. Necesita verlos de más cerca.

 

@ Catherine Moody @ Rory Despard @ Ellie Moody  aiuda (?)

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Belmont miró a la rubia a su lado, quien se había llevado las manos a la cara, pareciendo completamente ofuscada por la escena caótica que se desarrollaba a su alrededor. La mujer que la acompañaba había decidido arriesgarse, intentando proteger a otra mujer confundida atrapada en el tumulto.

A pesar de que lo suyo no eran los duelos, Belmont sintió un propósito al aferrar su varita con firmeza. Sabía que debía hacer algo, aunque no tenía idea de cómo manejar la situación. Sin embargo, cuando la multitud comenzó a compactarse aún más, la confusión se adueñó de él.

La joven lo interrogaba directamente, y Belmont, como reacción automática y algo impropia en esa situación, extendió una sonrisa. Su residencia estaba en Francia, y aunque solía visitar Londres por negocios no muy decentes, no era información que pensara compartir en ese momento.

—Solo estoy de vacaciones en la ciudad. No tengo idea de quiénes son esos músicos ni de qué son los mortífagos. Antes de la guerra, había escuchado el término salir a relucir cada vez que surgía un problema; mi trabajo me mantiene viajando constantemente y nunca he prestado demasiada atención a eso.

Los equipos muggles de comunicación volvían a repetir la extraña melodía, y en lugar de dispersarse, la multitud se acumulaba aún más, como si una fuerza invisible los atrajera. Con delicadeza, Belmont tomó a la rubia de la parte alta del brazo, con la intención de alejarse de aquel lugar descontrolado.

—Lo mejor será alejarnos de acá —dijo, evaluando la situación—. Estamos en medio de todo el lío y parece que aumenta a cada instante. Sin embargo, la multitud hacía de ello una misión casi imposible. Su altura y complexión atlética le daban cierta ventaja que no era tan evidente entre el caos. —¿Tienes alguna herida? —preguntó, buscando en su rostro cualquier indicio de que pudiera estar lastimada, mientras intentaba mantener la calma en medio de la confusión.

Draco&Draco
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John Wicked.

Desde un furgón fuera del lugar de los hechos terminaba de tomar el té impasible. Hacía un rato había sido llamado por el propio primer Ministro a petición urgente de el rey y....esa otra. La verdad estaba la mar de ocupado con el caso del London Café pero no quedaba de otra. Cuando los de arriba pataleteaban el no hacerles caso era prácticamente un suicidio laboral. Y al menos yo no quería pasar el resto de mis años de servicios en Scotland Yard en el almacén de evidencia.

Así pues observaba desde la distancia que me daban el uso de drones la acción. Cuando llegue ya los magos estaban ahí. Era raro porque una tomo una de nuestras viejas vestimentas, por suerte en nuestro protocolo habíamos insertado formas de lidiar con estos casos atípicos de acuerdo a lo que habíamos aprendido del accionar de "Ministerio de Magia" inglés. En fin dejamos a la pelivioleta actuar y que junto con sus colaboradores, un pelirrojo y otro....pues sin rasgos especiales que resaltar pudieran orden. 

Claro a mi disposición tenía una fuerza de choque por si se desmadraba la cosa. 

--Todo parece parcialmente solucionado --dije usando un walkie talkie con el encargado de la seguridad de la zona cero.- Mantengámonos alerta pero sin exaltar los ánimos.

Justo en ese momento me llamaban dado que había un tráfico inusual en las torres de comunicación de la zona. Se estaba retransmitiendo el asunto. Sin mas di indicaciones al equipo técnico a desconectar las torres de comunicaciones cercanas y sacar todo lo posible rastro de videos relacionado en las redes sociales. Al diablo las libertades esto era un problema complicado que como virus se estaba expandiendo por nuestras redes. 

Además de que ya esa zona estaba bastante llena de personas embelezadas por esa música. Lo peor vino casi a continuación. Una turba rompió el cordón policial y ya doblaba la esquina y pronto estarían al caer sobre una chica que misteriosamente había "tropezado". 

--Jack ahora. Mantén controlado a ese grupo.

Grité accionando la frecuencia y al momento las fuerzas de choque de desplegaron. En serio esperaba que los magos fueran más rápidos en resolver este embrollo. Ya bastantes canas tenía. Ahh no...si era clavo.

 

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Harriet Travers

Tanto inglés pululando en Londres y ella tenía que venir a encontrarse con un turista tan o más desorientado, que en el fondo, lo que tampoco es su culpa. Ella misma no conoce de la realidad política de su propio país y nunca pasa de las páginas de sociedad (si algún periódico llega a caer en sus manos), así que tras ver con gesto preocupado hacia la turba una vez más, finalmente decide ser un poco más comunicativa, con la única persona que por ahora, puede ser de ayuda.

Él tiene toda la razón en que quedarse allí es un despropósito y que muy probablemente no sea sino hasta horas después que ese asunto se esclarezca. Y concluye también que no va encontrar mejor compañía que este mago, que desde ese suave toque, da muestras de cuidar los modos corteses incluso en circunstancias como estas.

— Solo tengo un leve raspón en el brazo, nada de importancia. Entonces ¿Cómo piensa sacarnos de aquí?—  de nuevo con la vista en su teléfono móvil comprueba que ahora ya no tiene señal así que no hay modo de saber si su mensaje ha sido leído por Cleo— Están colocando una barrera tras otra, ahora incluso los teléfonos móvil han dejado de funcionar.

Un contingente de fuerzas del orden avanzaba desde St Park hacia The Wall. Harriet fue esta vez quien tomó el brazo del hombre con renovadas fuerzas y retrocedieron en dirección al parque. La barrera protectora que había alcanzado a conjurar duró lo justo para protegerlos a ambos, pero desapareció rápidamente. En definitiva, mientras siguieran en los alrededores, todas esas limitaciones mágicas y tecnológicas disminuirían el uso de cualquier hechizo.  Así que se apartó lo más que pudo para que ese contingente pasara a acordonar el espacio y lo último que alcanzó a ver fue el cerco cerrándose en torno a la festiva y decadente turba, extrañamente ajena a la represión, que ahora tomados de la mano en ronda, continuaban como si no pudieran hacer nada más que seguir danzando, presos de esa Danza macabra. 

—  ¿Sabe como detectar barreras mágicas? Si conseguimos avanzar lo suficiente hasta quedar fuera, podría ser sencillo realizar un conjuro de desaparición—  la rubia toma una prudente distancia del mago para hacer una corta reverencia— Por cierto, perdone usted mis malos modales, mi nombre es Harriet, Harriet Nott. ¿Su nombre es?

Ahora que lo observaba mejor, estaba seguro que en alguna parte lo había visto. Pero no podía recordar dónde.

@ Noeline Malfoy McFarlan

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—Voy a intentar abrirnos paso. Quédate cerca de mí. —Belmont avanzó con dificultad entre la multitud, su altura y físico ayudándole a abrirse camino, pero no lo suficiente para moverse con facilidad. La música continuaba invadiendo el espacio, una presencia casi palpable que parecía controlar los ánimos de todos a su alrededor. A medida que avanzaba, notó que la gente agitaba sus teléfonos frenéticamente, como si intentaran usarlos sin éxito. ¿Podría estar relacionado con lo que la chica había mencionado? Cada paso era una lucha contra el flujo de personas, perdidas en la euforia de la extraña melodía que lo envolvía todo.

Un ruido agudo lo detuvo en seco. Empezó a escucharse por encima de la música, como un zumbido metálico que se elevaba gradualmente. Belmont alzó la mirada y vio cómo las luces de los postes eléctricos que rodeaban The Mall comenzaban a parpadear erráticamente. Chisporroteaban y lanzaban destellos de luz azul y naranja, como si la propia ciudad estuviera perdiendo el control sobre su energía.

De repente, sintió que Harriet lo tomaba del brazo, tirando de él con más fuerza. Aunque su atención estaba dividida entre el caos creciente y la súbita formalidad de la joven, Belmont esbozó una media sonrisa cuando ella le hizo su pregunta. No era un experto en detectar barreras mágicas, pero había aprendido lo suficiente a lo largo de los años para reconocerlas.

—Detectar barreras mágicas no es mi especialidad, pero puedo intentarlo —respondió con calma—. Si están usando algún encantamiento para contener a la gente, quizá lo sienta cuando nos acerquemos. Belmont Dubois —añadió, presentándose con suavidad—. Encantado, Harriet. —Con una rápida mirada a su alrededor, evaluó la situación—. Vamos a avanzar con cuidado. Si esto es lo que parece, será mejor que encontremos un punto débil lo antes posible.

A medida que intentaban moverse, el caos se intensificó de manera alarmante. Un automóvil descontrolado cruzó una de las calles laterales, chocando violentamente contra un poste de luz, haciendo saltar una lluvia de chispas. El impacto resonó en el aire, y el poste ya inestable empezó a inclinarse peligrosamente. La multitud reaccionó con gritos de pánico, tratando de retroceder, pero estaban tan apretados que apenas podían moverse.

Las alarmas de varios coches estacionados comenzaron a sonar al unísono, creando un estruendo insoportable que se mezclaba con el eco de la música mágica. Belmont entrecerró los ojos, luchando por mantener la concentración en medio del caos. Estaban en medio de algo mucho más grande de lo que había previsto.

—Lo mejor será encontrar ese punto débil rápido —dijo, apretando con más fuerza la varita mientras sus ojos buscaban algún indicio de dónde podría estar la barrera que los mantenía atrapados. Cada segundo contaba, y ahora, el peligro era palpable.

 

@ Rory Despard

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Harriet Travers

"Dubois..."

El apellido alimenta ese vago reconocimiento que ha experimentado antes, definitivamente ha escuchado o leído ese nombre en algún otro lugar ¿pero dónde?  Escarbar en los vericuetos de la memoria se hace difícil cuando tiene que lidiar al mismo tiempo con el descalabro que está sufriendo la zona por entero. Como si no fuera suficiente tener a un indeterminado número de personas turbadas por la música y otro grupo (como ellos) pugnando por alejarse lo más posible, Harriet nota también, como lo ha hecho ya Dubois, que la intervención a las redes de comunicación ha traído consigo un daño físico de chispas fulgurantes y ruido eléctrico, este último tan molesto que se siente como si tuviera una abeja zumbándole al oído todo el tiempo.

El tumulto crece. Pese a que han conseguido recorrer una distancia considerable de The Mall, es más difícil cada vez mantener un mínimo de distancia con las personas a su alrededor. El espacio se estrecha, el contacto con Belmont y otros tantos desconocidos es imposible de eludir y cada uno de esos roces no hace más que profundizar el agobio que oprime su pecho, dificultándole hasta el respirar. Pero ella tiene que ayudar en esa tarea, aun si no es lo suyo emplear la varita para protegerse, porque casi nunca en la vida lo ha necesitado, con tantos viendo por cada aspecto de su cuidado y protección.

Así que cierra los ojos, para repetir el ejercicio aprendido de niña, la magia de detección y rastreo que le servía para orientarse en días especialmente lluviosos o donde el clima jugaba malas pasadas en un día de campo. Imagina en su mente, una brújula con la aguja midiendo en todas direcciones, la salida más próxima y oportuna. Pocos segundos después, cree haber encontrado un punto débil, pero la concentración se rompe en ese momento porque nuevamente las personas comienzan a arremolinarse, arrinconándola. Gritos y lamentos desesperados se dejan oír alrededor.

Las nuevas palabras de Dubois la instan a recuperar la concentración perdida. Un minuto más allí y quien sabe cuantos carros más choquen, se descarrilen y quizá para entonces ya no puedan salir indemnes. Si bien no ha conseguido definir con precisión la locación exacta, al menos tiene una idea de hacia donde dirigirse y así se lo hace saber al mago.

Hacia la izquierda, tú que eres más alto ¿puedes reconocer ese furgón? Podemos dirigirnos hacia allí,  porque el otro punto — señaló justo del otro lado donde estaba el auto maltratado— es cerca de esos postes de luz y teléfono, y si ya se derrumbó uno ¿Qué garantiza que otro no lo haga? 

Aunque lo preguntara, en realidad Harriet ya tiene la decisión tomada así que se apresura en tomar la senda del lado izquierdo y avanzar desde allí hacia los bordes. Con cada paso, se acorta la distancia entre ellos y el furgón que ella había tomado de referencia para localizar ese punto donde las barreras eran más débiles. Pero, con cierta inquietud que estaba esforzándose por no hacer notar, comienza a ver también que a medida que se acercan al misterioso vehículo, más tipos de traje oscuro comienzan a fijarse en ellos, como si fueran cazadores midiendo la fuerza de su presa.

Es otra clase de terror la que se dispara entonces, ese que antes expresó en voz alta, el miedo de terminar convertida en un blanco de magos oscuros. Y es cuando sus ojos se encuentran sin quererlo con los del dueño del furgón, que la duda se convierte en certeza de que los están observando. De que los pueden atacar en cualquier momento.

—  No sé quienes sean ni por qué nos observan, Sr. Belmont. —  termina por confesar de forma sincera en un hilo de voz, todavía con la fuerte impresión que le ha dejado la mirada de aquel sujeto del vehículo— pero tenemos que salir de aquí de una vez por todas.

@ Noeline Malfoy McFarlan  @ Sean -Ojo Loco- Linmer

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@ Catherine Moody

Ellie, por el contrario, había dedicado una muy buena parte de su tiempo libre el último par de años al estudio de las redes sociales. Vio documentales, leyó ensayos y se sumergió en el mundo virtual que el pequeñísimo artefacto en la palma de su mano le ofrecía. El poder del internet, de los algoritmos de redes sociales y de las personas conocidas como influencers no tenía precedentes. Con esa clase de poder, el mundo podría cambiar bajo la influencia correcta. Con esa clase de poder, cualquiera podría ser dueño de un conocimiento sin límites, explorando universos desde la comodidad del sillón.

De cierta forma, Ellie está explorando universos ahora mismo. Un portal a Japón, otro hacia España, otro hacia Brasil... Todo mientras hace doomscroll, echada en el sillón, escuchando a Catherine farfullar mientras lee la noticia en desarrollo. Naturalmente, cuando Catherine menciona The Mall, Ellie deja de ver videos para abrir el buscador de Twitter y alza las cejas cuando se da cuenta de los hashtags que están en la sección de Trending in UK. Mientras explora rápidamente los tweets y fotos que encuentra en cada hashtag, acomoda su postura en el sillón, como si su cuerpo reaccionara inconscientemente a la seriedad de la situación. 

—Es muy confuso todo —murmura Ellie, rascándose la cabeza—. ¿Recuerdas cuando estaban de moda los flashmobs? Eso era popular entre los muggles, hace varios años... Parece algo así... —explica, mientras intenta entender los tweets y fotos de personas bailando en lo que parece ser una horda eufórica— Pero todavía no encuentro nada oficial... ¿Crees que será una especie de baile viral? Ya sabes que eso está de moda últimamente, incluso entre las personas mágicas. Hasta yo me he aprendido bailes virales, de tantas veces que aparecen en mi for you page

Internamente, no puede evitar sentirse orgullsa de cómo ha aprendido a dominar la jerga no mágica para hablar de tecnología, redes sociales y trends. Madeleine suele burlarse de que Ellie intenta hablar como una Gen Z, pero la verdad es que los nuevos conceptos e ideas le parecen fascinantes y pegajosos.

Aún así, hay algo... extraño las noticias.

—Pero, ¿sabes? Se siente como... Uncanny valley, todo esto.

 

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@ Hobbamock Graves

Los rumores de lo que ocurre en The Mall había corrido como pólvora. Después de una agitada noche de trabajo, Madeleine estaba entregando su reporte en la agencia, cuando escuchó comentarios acerca de una presentación musical y una turba frenética. «Un día como cualquier otro en la Comunidad Mágica, supongo». Se dice a sí misma, mientras recoge la bolsa de oro del mostrador y se dirige hacia la desierta calle principal del Callejón Knockturn. La cacería de la noche anterior había sido inusualmente tediosa, pero se las arregló para entregar la encomienda al amanecer y así poder reclamar una considerable recompensa. Algunas semanas recibía muchas misiones, mientras que otras prácticamente tenía que rogar a su empleador para que le diera un maldito trabajo. Las desventajas de ser freelance, como suele decirle Ellie. 

Pero no puede quejarse. Los últimos días han sido bastante fructíferos... 

«Lo cual no debería alegrarme, sinceramente. ¿Y si...?».

Sin embargo, se apresura a sacudir la cabeza y repetirse que es hora de ir a casa. Cuando ve hacia abajo, se da cuenta de que su ropa está desaliñada, por no mencionar que siente los músculos adoloridos y ya tiene unas cuentas hora de atraso en el sueño. Como Catherine diría, primero debería cuidar de sí misma antes de preocuparse por más trabajo, por los mortífagos o por la Orden del Fénix. Todo eso la estará esperando después de un baño caliente, una cena copiosa y doce horas de sueño.

Cuando está en las calles de Londres, haciendo ya olvidado ya oto tipo de preocupaciones, saca su teléfono para preguntarle a Ellie qué hay para comer. Sin embargo, pareciera que la invocó con la mente, porque en la conversación observa un enlace de Twitter. Madeleine se pregunta si será otro de esos hilos que le encanta leer acerca de las teorías conspirativas de los muggles, y todavía le está dando vueltas a la idea cuando abre el enlace. Deja de caminar súbitamente y alza las cejas con sorpresa. «¿También tú?».

No podría evitarlo aunque quisiera. Madeleine mira a los lados para asegurarse de que no hay nadie —es más una costumbre adquirida, que un comportamietno racional, considerando los sucesos en la comunidad mágica—, antes de sacar su varita mágica y conjurar un Fulgura Nox.

Siendo precavida, conjuró el portal en una calle aledaña, en lugar de aparecer en la calle The Mall. De inmediato escucha una caótica combinación de sonidos, que le hacen arrugar la cara con disgusto. No sabe si hay música en el aire, pero defintiivamente hay demasiado ruido de personas. Sin embargo, mientras se cubre los oídos con las manos, intenta entender la situación. Por lo menos, el hecho de que no haya ninguna Marca Tenebrosa visible, significa que no se trata de una ataque mortífago. Pero entonces, ¿qué...?

Sus pensamientos se distraen cuando reconoce su cabello rubio. Madeleine frunce el ceño, ya que no había escuchado acerca de una visita. De todas formas, logra caminar varios pasos rápidamente y estira la mano para tomar el brazo a Will, que parece estar caminando hacia donde se concentra el caos.

—¿Qué demonios crees que haces? —pregunta Madeleine, alzando una ceja, aunque no espera a que él se explique— ¿No estás viendo el desastre?

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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