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Mansión Slytherin


Leah Dayne
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El patronus destruye las tinieblas en las que su habitación ha sido envuelta. El hombre despierta alterado, en guardia. Toma la varita que yace oculta bajo su almohada y apunta al intruso por instinto. Bufa cuando se percata. Solo se trata del raro gato de Madeleine, un cruce de Kneazle que no tarda en transmitir su mensaje. Las coordenadas son simples y acertadas. Ha oído hablar del asentamiento de los Slytherin, un viejo castillo negro que parece lo único habitable de una isla remota y olvidada. Jank se levanta de la escama, estira la espalda y se viste con su uniforme de cazador, el cual consta de un grueso chaleco, botas resistentes y un camisón apunto de deslicharse. Se amarra el largo cabello en varias trenzas que ata con magia, repitiendo el proceso con su barba, la que mantiene con casi la misma longuitud. Debe estar lo más cómodo posible. Nunca se sabe cuando puede ser el último día.

Respira hondo y desaparece. 

Aterriza justo frente a la fachada exterior, donde puede detectar a la lejanía una presencia importante de compa;eros. Jank intenta seguir el mismo camino de su hermana Madeleine, haciendo el mayor esfuerzo para no verse tentado por atravesar cualquiera de las decenas de caminos que los laberintos ofrecían allá abajo. Su distracción se detiene cuando se topa con la pomposa entrada de la propiedad. Cualquiera podría deducir de qué se trata. 

- Espero que alguien de aquí hable Pársel. 

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Madeleine.

Casi hubiera preferido que nadie acuera al llamado. Siente el corazón palpitando cerca de su garganta, sus manos jugando ansiosamente con la varita mágica. Y se maldecería por lo bajo, si eso no implicara dejarles saber que la situación ya caló en ella. Que estupidez. ¿Cómo, a esas alturas de la vida, es este el momento en que decide sentirse ansiosa? Ha estado en Nurmengard, secuestrada por los mortífagos. Ha encabezado ataques mucho más desorganizados y est****os, auténticas misiones suicidas. No puede contar las veces que ha estado al borde de la vida y la muerte.

Pero es ahora, con un sólido equipo a su lado, con magia desarrollada por años e incluso estudios en su dura cabeza, que se pone nerviosa.

Que siente miedo, y ni siquiera es miedo de los mortífagos. 

Mantiene la mirada baja, porque no quiere que los ojos la delaten, y se esfuerza por hablar con voz firme.

—Andando.

Caminan en silencio, lo cual agradece, hasta que Jank rompe el silencio. Madeleine echa un vistazo a la estructura, entendiendo la implicación, pero la situación no la hace sentir bien. Si ella abre la puerta y todo sale mal, entonces ¿de quién será la culpa?

No me digas qué hacer —sisea por lo bajo, en pársel, mientras da un par de pasos frente a la entrada de lo que pareciera ser una bóveda. Los ojos muertos del fundados parecieran escrutinarla en silencio, aunque sabe que sólo es su mente haciéndose ideas. Le echa un vistazo rápido a Catherine debajo de la apariencia con la que ya está familiariazada, y vuelve el rostro hacia la escultura—. Ábrete. —sisea, con los ojos cerrados, casi deseando haber perdido esa conexión con las serpientes.

Pero entonces escucha un lento crujido y una leve brisa le acaricia el rostro, provocándole escalofríos.

OFF: se me olvidó ponerlo antes :(

Ellie Moody (Comandante) - Initié - Nivel 55
Radamantys - Inité - Nivel 7
Jank Dayne - Legionario -Nivel 26
Catherine Moody - Nivel 52 - Initié
Luna Gryffindor Delacour - Nivel 12 - Templario 
Fiamma Phoenix - Nivel 14 - Templario

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Después de que Madeleine usó sus conocimientos de pársel para abrir una especia de puerta-retrato, nos adentramos hasta colocarnos en una posición estratégica. Me acomodaba el cabello expectante de lo que venía, no sabía con qué o con quien nos íbamos a encontrar. Sólo esperaba ser de ayuda para mi bando y dejar un buen sabor de boca.

-Morphos - dije levantando mi varita y apuntando frente a un sofá y este se convirtió en un oso negro más alto que yo que se colocó lo mas cerca posible para protegerme a mi y a los demás en cuanto llegara el peligro.

 Rebusqué en mi mente por algún otro hechizo que nos fuera útil en esa situación, mis ojos se iluminaron al recordar uno que no había tenido oportunidad de usar:
 -Fuego negro – dije invocando una bola de fuego negro que esperaba ser lanzada en el momento oportuno.
 

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De haber estado consciente, Catherine habría fruncido los labios con energía, en un movimiento casi espasmódico. El tallado de la cara de Slytherin sobre el metal de una puerta que lucía como una bóveda acorazada era de terror. No era que Salazar fuera un hombre especialmente guapo para empezar, pero si a eso se le agregaba el intento de convertirlo en una pieza de arte, el resultado daba una gran impresión. Debía ser eso de casarse entre primos o parientes de no muy lejana consanguineidad. La cara se retorció hasta abrirse.

Por supuesto, nada de esto importó para la bruja en su aspecto de pelirroja adolescente, en un estado del todo inconsciente. Catherine avanzó hacia el recibidor con ventanas que daban hacia el agua, con los ojos desenfocados y la expresión neutra. Antes de que alguien pudiera decir nada, extrajo de su bolsillo un anillo. Era el anillo antivenenos y se lo caló. Catherine estaría sorprendida de encontrar esto más tarde, porque no se suponía que la magia con la cual estaba experimentando le dejara tomar ese tipo de decisiones en esa situación. 

Su cuerpo parece buscar, de manera automática, la fuente más poderosa de magia del lugar. 

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Vi sin asombrarme como Made lograba abrir una especie de puerta hablando parsel, me dije que luego le preguntaría sobre eso cuando esto se terminara, porque no sabía que ella tenia esa habilidad y me sonaba raro, nunca habérselo visto hacer antes de ese día.

 

Fuimos hacia esa especie de Bóveda, en donde vi varias cosas en desuso, levante la varita mágica y queriendo ayudar a mis amigos, decidí lanzar un hechizo que podría sernos de utilidad.

 

- Morphos - Dije apuntando a un escritorio grande de madera, qué se transformó en un león grande y fuerte, que se coloco delante mío para protegerme a mí y a Made del peligro inminente -

 

Suspiré pensando que otro hechizo podría funcionar y pensé en mi favorito de todos, apuntando enfrente mio para que a nadie le pasara nada.

 

- Fortificum - dije viendo como una muralla de acero de tres metros de alto por diez de largo, nos protegería de los hechizos qué quisiéran lanzarnos-

 

Espere a mis demás compañeros con varita en mano y sonreí pensando en que podríamos hacer la entrada totalmente bien y que si todo seguía así, nadie vendría a defenderse, aunque secretamente la auror esperaba que algún mago o Bruja apareciera para poder empezar la batalla de una buena vez por todas.

 

                 

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Madeleine.

Tanta opulencia la abruma, pero intenta reenfocar sus pensamientos. Sabe que, desde el momento en que la bóveda les permitió el acceso, ya no se trata de un paseo de campo ni de una visita social. Están invadiendo propiedad privada, varitas en mano... Rezando por lo mejor y esperando lo peor. No es la primera vez que tiene que estar a la cabeza, que tiene que ser la comandante, y justamente esas experiencias hacen que la sensación sea tan abrumadora. Es porque, cuando mira hacia atrás, puede ver las cosas saliendo mal por su culpa. Compañeros muertos por seguir una pista falsa, un compañero afectdo por un artefacto maldito porque su terquedad no le permitió deshacerse de un artefacto maldito... y su propia madre, con un final trágico, por algo que comenzó solo como una simple aventura para saciar su curiosidad.

Quizás es por eso que, cuando vuelve a levantar la varita mágica, tiene una imagen clara en su mente.

Corpus patronus —susurra, ejecutando un movimiento firme con su brazo. Los hilos plateados que salen de su varita mágica tejen en el aire la figura de un Fénix, que se posa sobre su hombro. Su llanto lastimero la reconforta.

Para su siguiente movimiento, su brazo se siente más pesado. ¿No es eso crueldad? No porque le preocupen los mortífagos. En verdad, cuando se trata de sus enemigos... su mente se esfuerza más en recordar que son personas, que en obligarse a tener sangre fría. Madeleine siempre lo ha tenido claro. La violencia es prácticamente una respuesta natural en ella, algo que antes le asustaba, pero ahora está convencida de canalizar de la forma correcta. De la forma en que puede ser de ayuda.

Y si hay una lección que ya ha sido comprobada una y otra vez, es que la crueldad es misericordia hacia unos mismos. Cuando mira a sus compañeros, eso queda claro. 

Así que cierra los ojos con fuerza y levanta ambas manos, conjurando una esfera de Fuego Negro que casi se siente como si fuera arrancada de su espíritu. La esfera queda suspendida a un metro encima de su cabeza, creciendo en tamaño.

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Jank se aparta de la puerta cuando escucha que Madeleine le ordena que se abra. O al menos es lo que deduce que ha dicho, pues ésta se abre de inmediato, no sin antes soltar un chirrido insoportable que le hace arrugar el rostro. 

Avanza hasta el pasillo siguiendo muy de cerca a Catherine. Se percata que, curiosamente, el interior del castillo no refleja la extravagancia y misticismo de su interior. En general todo le parece bastante plano, lúgubre e insípido, como si los decoradores no hubiesen tenido un ápice de inspiración. Mira a su al rededor en búsqueda de algo interesante, pero sus ojos solo se topan con imágenes y formas de serpientes por todos lados. 

- Fuego Negro - se le escucha decir, casi susurrando. En el aire empieza a materializarse una esfera flamante y oscura, calando perfectamente con el ambiente donde ha sido invocada. Se queda a unos tres metros de su creador. 

Mira hacia los lados. 

- Mmmm, tal vez... Morphos - dice por fin, apuntando hacia una gran puerta que daba acceso al salón. Ésta, enseguida, tomala forma de un hermoso león blanco que se acerca a su dueño en cuestión de segundos, echándose a sus pies apenas recibe una mínima muestra de afecto. 

Suspira. 

- Esperaba que este castillo fuera la muestra del poderío que tanto han presumido en Hogwarts - dice, carente de cualquier interés. Pasa la mano por encima de un cojín, que suelta una cúpula de polvo con el mínimo contacto -. Me equivoqué. 

 

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Apenas había tenido tiempo de visitar la fortaleza Von Alexandros cuando apareció de nuevo ante la figura de un patronus, señal inevitable de que pertenecía a un miembro de la orden del fenix. Kraven se colgó la capa de viaje de nuevo por encima de su ropa, estaba claro qie nescesitaban de su ayuda para algún asunto de emergencia. Su varita de roble estaba debajo de su capa para un rápido acceso a ella en caso de necesitarlo. Cuando estaba listo en su decisión de ayudarlos, el patronus fue directo al pecho del cdtaño y se incrustó dentro de él. Ahora podía aparecer en el lugar que habían sido convocados.  Sin más su cuerpo giro sobre sí mismo y desapareció y apareció momentos después cuando sentía el viaje mágico hacia el lugar que lo nescesitaban.

 

Pronto apareció en los terrenos de una mansión a la cual Kraven jamás había visto. Pudo observar en la lejanía a un grupo de personas y supo dd inmediato que eran sus compañeros de Bando. Reconoció algunos de ellos  y se acerco poco apoco,y en especial a una mujer bruja. Se acercó a ella cuando realizaba magia de alguna manera— Hola de nuevo, veo que el trabajo está muy intenso estos días, por cierto recuerdo que invitaste algunos la última vez a unos tragos... espero siga en pie esa oferta. – Dijo Kraven colocándose a su lado listo por si ocurría alguna batalla.

 

 

@ Luna Gryffindor Delacour

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Radamantys observaba como sus compañeros empezaban a llegar de rápida manera al lugar,aquello se estaba poniendo muy interesante ahora sería de ver qué se encontraban en aquel lugar pero lo que más deseaba era entrar en combate y seguir ampliando su record.

Avanzó junto con sus compañeros y se dispuso para lo que viniera , sus ojos buscaron algun mueble , encontró a lado una mesa  mediana la apunto y susurro:

-Morphos

Está se conviertio en una hiena que rio de manera escalofriante se adelantó y quedó defendiendo a Rada de cualquier ataque ,de nuevo el mago apunto y dijo:

-avis-

Doce avecillas de color negro se materializaron y quedaron delante de Rada flotando unos metros encima de su cabeza atentas para defenderlo de lo que se necesitara.

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El modo "piloto automático" la dejaría con severas secuelas, la bruja lo sabía. El libro de "Trasvase de las almas" no lo denominaba así pero ¿qué otra cosa podía ella llamarlo cuando estaba consciente? Perdía toda memoria de lo sucedido y su cuerpo terminaba molido de dolor, dolor que no curaba ni la poción herbovitalizante. Mientras el resto de sus compañeros invocaba sus defensas, la bruja permaneció muy quieta. Sus sentidos, enfocados en buscar la mayor fuente de magia del lugar, no le indicaban continuar en el vestíbulo, si no que parecían arrastrarla de nuevo hacia los laberintos. 

-Morphos -dijo entonces.

Al instante, una mesa se transformó en gallo, que soltó un gran "kokorokó" . Las tres botellas de licor que se encontraban sobre ella cayeron al suelo y se desparramaron pero la bruja no tenía en mente crear estragos si no otra cosa muy distinta. Emergiendo hacia el laberinto, soltó al gallo recién convertido y éste se sostuvo sin dificultad luego de haber agitado las alas para no caer mal. La bruja le había ordenado buscar al basilisco y cantar apenas lo divisase. Entonces, susurró de nuevo "ábrete" en pársel y volvió al vestíbulo. Esta vez, apuntó hacia los restos de vidrio y el contenido que se había vertido sobre el suelo, que formaban un conjunto  con forma de serpiente, antes de decir:

-Morphos.

Otro sillón se transformó a su vez en otro gallo de regular tamaño y la bruja repitió el mismo proceso que con el anterior, lanzándolo hacia el laberinto en busca del basilisco, con la orden de cantar al percibir su proximidad. Luego, retornó al vestíbulo y limpio con un revuelo de su varita, el desastre de las botellas rotas. 

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