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Darla G Dumbledore vs Azog Cantankerous - Tutoría de Duelo I


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@ Darla G Dumbledore  vs @ Azog Cantankerous

El otoño había llegado con fuerza, despojando a los árboles que rodeaban el antiguo templo de casi todas sus hojas. Las pocas que aún resistían, amarillentas y frágiles, eran arrastradas sin rumbo por el viento feroz de aquella tormenta de octubre. Bajo la constante lluvia, dos imponentes jarrones mantenían vivas unas llamas persistentes, desafiando el clima. El suelo de madera, completamente empapado, acumulaba largos charcos en algunas zonas.

El espacio destinado para el enfrentamiento estaba delimitado por una baja pared de piedra, como un vestigio que parecía haber estado ahí por siglos. Otras rocas, de diversos tamaños, se distribuían de manera aparentemente aleatoria por el lugar, dando un aire de caos organizado. A lo lejos, el oscuro templo permanecía en silencio, aunque ningún sonido habría podido escucharse más allá de los truenos que rasgaban el cielo y el incesante martilleo de la lluvia en ese crepúsculo sombrío.

Alrededor, algunos símbolos religiosos completaban el escenario: una estatua de arcilla que representaba a una mujer, tan alta como una persona, se erguía como centinela. Pilas de libros, ahora completamente empapados, yacían abandonadas al clima. Cerca de ellos, una caja llena de símbolos metálicos, monedas y pequeños objetos descansaba, expuesta al capricho del agua y el viento.

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El viento arreciaba y la lluvia que caía había empapado por completo la túnica azul que llevaba la pelirroja, pero a ella no le importaba. Sus cabellos, recogidos en una coleta ni denotaban que estaban conformados por una abundante cantidad de rizos. Sus pies debían ser lo único seco dentro de aquellas botas de alto tacón que llegaban hasta la rodilla, claro que, con la larga y empapada túnica, que apenas dejaba ver por debajo de su tobillo ni se notaban. Mangas amplias, pegadas a la piel y sacudidas apenas por el viento de tan mojada que estaba. ¿Queda claro que Darla era un montón de tela y cabellos chorreando agua de lluvia? Bien.

En su diestra apenas se notaba el destello de una varita, no muy larga, hecha de madera de aliso y empuñadura tallada en avellano. La bruja levantó su mirada y observó el lugar al que había llegado, se adentró poco a poco en el centro de aquel espacio. Quedando a no más de tres metros de los jarrones que iluminaban el lugar. Llegaba tarde, lo sabía, movió suavemente su zurda para alejar un rizo de sobre sus ojos. Pero por lo visto no tan tarde como su rival.

Se adelantó un par de pasos, no más de un metro del lugar en que había estado antes, haciendo un suave rocío con sus pasos al atravesar aquellos charcos. Cuando de pronto un sonido a sus espaldas la hizo girarse y sonreír.

—Hola, parece que la puntualidad no es nuestro fuerte —dijo con tono divertido mientras inclinaba la cabeza en señal de saludo —bella noche ¿verdad? —agregó mientras que elevaba su varita y meditó por unos breves segundos su próxima acción.

—Expelliarmus —básico, clásico, nada muy anormal para iniciar, pero bueno, el rayo rojo había surgido desde el extremo de Edelweiss y surcaba la noche y el espacio que separaba a ambas rivales ¿el objetivo? El pecho de Isobelle, en cuanto le impactara, lo haría con tal fuerza, que le haría perder su varita, no estaría al alcance de Darla, pues iría hacia atrás, pero Isobelle tendría que perder un tiempo para recuperarla, y ¿quién sabe? Quizás esa fuera una ventaja para Darla que hacía añares que no dueleaba.

Se permitió unos segundos recorrer con su castaña mirada aquel lugar, las runas, que parecía haber en aquel proyecto de baúl antiguo. Lamento no tener a su disposición el hechizo necesario para mover aquella estatua contra su rival y se imaginó lanzando con algún movimiento las piedras contra ella o haciendo explotar una de los jarrones con sus luces para dañarla aún más.

@ Isobelle Selwyn R.

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  • Marcellus Allan changed the title to Darla G Dumbledore vs Azog Cantankerous - Tutoría de Duelo I

En un claro iluminado por la luz de la luna, el aire vibraba con una tensión palpable. A diferencia de las escasas ocasiones en que había logrado escabullirse de los muros del castillo del colegio de hechicería, esta vez Azog se vio obligado a pedir ayuda para aparecer cerca del terreno de batalla de la mano de un elfo doméstico que ha logrado persuadir para que colaborará con él. Llegar sobrevolando el campo en escoba habría sido una tarea mucho más complicada. Esto desde luego no dificulto que su visión del terreno fuera diferente. El moreno reconoció rápidamente la posición de su contrincante, más cerca de las estatuas de arcilla que de los jarrones que iluminaba el claro.

Quedaba poco tiempo antes de comenzar. Miró a su alrededor, asegurándose de poder adaptarse a estas nuevas condiciones del terreno. Hubo un tiempo atrás en su joven vida donde llegó a pensar qué sus claros ojos jamás contemplarían con libertad escenarios imposibles como este. Esta vista, aun bajo la tormenta, llena su pecho de algo parecido a la emoción. Sin embargo, Azog sabe que no está aquí para niñerías, que no solo se enfrenta a Darla esta noche de tormenta, sino que también se está poniendo a prueba a sí mismo. Con un movimiento brusco el muchacho se soltó del agarre del elfo, que nervioso continúa a su lado hasta que el arisco muchacho le da la indicación de volver más tarde por él.

Luego, con un gesto malhumorado y el entrecejo fruncido, avanzó con algo de dificultad bajo la tormenta, con el suelo de madera crujiendo bajo sus pies y salpicando el agua estancada en charcos tras cada paso que lo acercaba a la hechicera. Ni siquiera la túnica encantada que vestía sobre su uniforme del colegio era capaz de protegerlo completamente del viento y la lluvia.

—No es para nada una linda noche—se quejó una vez que se presentó a varios metros de distancia de Darla. Azog tiene que elevar su voz varios tonos para que la bruja pueda escucharlo por encima de la tormenta—la lluvia siempre lo estropea todo. Tal vez por eso no llegó tu compañera. Pero confiemos en que recibirá un castigo ejemplar por dejarte abandonada aquí, en medio de esta tormenta—si esto le hubiera pasado a él estuviese más que molesto. Espera que al menos su nueva oponente no sea como él y trate de desquitar frustraciones a través de encantamientos de prueba.

Por otra parte, la varita que ya empuñaba con firmeza en su diestra vibró excitada al escuchar a su oposición lanzando el primer ataque—Protego— conjuró al unísono que su varita partía el aire en dos al hacer la floritura correspondiente. El escudo mágico se proyectó inmediatamente frente a él protegiéndolo del rayo que la bruja había lanzado. Aunque pareciera un movimiento casi inofensivo, solo de desarme, el muchacho igualmente refuerza el agarre de su varita con su segunda mano mientras el rayo era absorbido. El espectáculo apenas comenzaba, y ya era algo bastante impresionante de ver.

Crece-uñas— pensó un instante después sin dejar de apuntar a su oponente para intentar desarmarle también. Si el hechizo alcanzaba a golpear a Darla, provocaría que las uñas de sus manos crecieran horribles y rápidamente haciéndole imposible siquiera sujetar la varita entre sus manos. Con este aguacero cayendo sobre ellos Azog piensa que lo último que quisiera es tener que pasar el resto de la noche buscando, por el suelo empapado, el único objeto capaz de defenderte en este encuentro.

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Río al pensar en las palabras del muchacho, en verdad, la noche no era “linda” no, no era de sus favoritas, pero sabía que sí lo era del noventa y nueve por ciento de los magos y brujas del mundo mágico. Jamás entendería por qué amaban las tormentas nocturnas, ella las detestaba, pero se había acostumbrado tanto al clima inglés que ¿había acaso otro remedio que disfrutar?

—¿La castigarás tú, la castigo yo o ambos? —miró al muchacho que apenas se delineaba bajo la lluvia, podía oírle, la ventaja de ser vampiro, podía olerle, la desventaja de serlo, el aroma de su esencia y el latir de esa vena en su cuello, excitado probablemente por la aventura de tener un duelo. Obviamente Darla no pensaba relajarse, podía creer que era un loco arriesgado o que en realidad ocultaba un conocimiento más profundo sobre duelos de lo que cualquiera pudiera pensar.

Sí, era obvio que el primer hechizo que había realizado era fácilmente defendible, por un momento, a pesar del cálido tono moreno de su piel, al verlo tomar la varita con ambas manos, Darla recordó las historias que había leído sobre el enfrentamiento de Harry Potter y Voldemort en un cementerio. Pero ni ella era Voldemort, ni él Harry, aunque fuera un adolescente como aquel.

—Sectusempra —lanzó la pelirroja haciendo una rápida floritura apenas después que el mago había invocado el escudo protector e intercalándole antes que él lanzara su siguiente hechizo. Darla insultó para sí misma, el rayo escarlata seguramente impactaría en el pecho del joven mago, provocándole una herida crítica que necesitaría curar si no quería desangrarse y provocar más aún el deseo de la pelirroja.

No era la mejor forma de iniciar una amistad sin duda, pero él tampoco había sido tan amable. El rayo gris impactó en ella, provocando que sus cuñas comenzaran a crecer, bueno, le hacían falta, pero no tanto como podía ocurrir con aquel hechizo.

No necesitaba que el mago pudiera volver a tener esa puntería, por lo que se arriesgó, podría haber finalizado en el acto el hechizo, la puntería le costaría en los próximos lanzamientos de hechizos, por lo que necesitaba que él tampoco tuviera puntería hasta que ella se mejorara, por lo cual pensó en un zancadilla. El efecto fue instantáneo haciendo que el muchacho cayera de bruces cuando el lazo mágico ató sus tobillos.  No, definitivamente no era la mejor forma de iniciar una posible amistad, él la iba a odiar por tirarlo contra el rotoso piso de madera cubierto de agua y barro.

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Esto. Esto era mucho peor que perder tu varita en el suelo encharcado. Mal herido, tumbado en el suelo este es el primer pensamiento que le viene a la mente luego de caer al suelo salpicando agua y sangre por todas partes—No de nuevo, maldita sea—se quejó por lo bajo mientras hacía el inutil esfuerzo por separar sus pies de una atadura mágica y presiona con su mano libre la herida sangrante. Pequeños riachuelos de lluvia se llevaban el rastro de sangre joven a través de los tablones de madera. ¿Qué aspecto tendrá la madera manchada con su sangre mañana por la mañana? A pesar de todo, no se sintió avergonzado, sin embargo, si lo invadió la molestia de estar empapado hasta el interior de sus ropas.

Existe algo de entusiasmo a pesar de sus heridas, pues el algunas veces arrogante muchacho, hubiese encontrado casi una falta de respeto por parte de la hechicera, haberlo traído hasta acá, con tan lamentables condiciones climáticas, para tener solo un encuentro “gentil”. Azog no perdió la calma aun cuando el dolor en su piel es casi insoportable. Al menos la fría lluvia amortiguaba un poco el malestar en sus heridas. Aunque fuera por poco. No necesitaba mucho tiempo en realidad, solo lo suficiente para poder realizar su atraco.

—Tienes una buena risa, ¿te lo han dicho?—ofreció el cumplido, o algo como eso, después de pensar un -Episkey- aplicando los efectos del encantamiento sobre sí mismo para lograr que los hilos de sangre se detuvieran y las heridas sobre su piel se sellaran. El alivio fue inmediato. —Es algo…agradable de ver, viniendo de alguien viejo como tu—Azog en realidad no sabe de atenciones, porque nunca ha tenido que ser amable con alguien antes y porque no está en su naturaleza encontrar genuino encanto en los rostros bellos y atractivos de las personas.

Esto desde luego no había sido del todo una táctica de distracción, pero en realidad al muchacho no le gustan las platicas largas que no llevan a nada.

Entonces finalmente sucedería; la varita de Darla caería al suelo gracias al crece uñas. Eso ocurre mucho más rápido de como se señala en las descripciones de los libros de magia y hechicería: —Acció varita—, masculló el moreno todavía atado al suelo, apuntando en dirección a donde estima que ha caído la varita de la vampiresa al no poderla sostener en sus manos luego de los efectos del embrujo que Azog le había lanzado con anterioridad. De inmediato, la varita de Darla volaría por los aires hasta caer en manos del muchacho.

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Por un segundo sintió pena por el muchacho, por lo visto ya había terminado en el piso en algún otro duelo, o tal vez embarrado, la pelirroja no lo sabía, pero ella tenía sus propias preocupaciones de momento. Su zurda servía de apoyo a su diestra mientras un alivio llegó a su olfato cuando el agua comenzó a llevarse la sangre derramada y el mago se curó la herida. Por fin, pensó luego de que por su mente pasara un Finite Incantatem, que volvió sus uñas al tamaño normal, debería haber hecho como Hermione Granger que achicó sus dientes hasta un tamaño más a su gusto y haber dejado sus uñas de un largo más bonito del que ella en realidad traía.

Las primeras palabras del mago le habían arrancado una sonrisa y un susurro —nadie me había dicho —refiriéndose a lo bonito de su sonrisa y entonces no pudo evitar lanzar una carcajada que se extendió por más tiempo al sentir el vibrar de la varita en su mano tras el intento del mago de desarmar.

—Y más vieja de lo que te puedas imaginar muchacho —respondió la vampiresa y luego agregó un —no no no… —el joven había intentado desarmarla, muy confiado en que el hechizo crece uñas haría efecto antes de que pasara el tiempo necesario, es verdad que ahora estaba sosteniendo la varita con ambas manos, porque lo había empezado a hacer desde el momento en que supo que tendría aquel problema con las uñas, pero él confiaba demasiado en la ingenuidad de la pelirroja.

—Morphos —dijo la vampiresa apuntando a las maderas que componían el suelo bajo el cuerpo de su joven rival, las maderas se convirtieron de pronto en arenas movedizas, no era algo tan peligroso, pero no sería algo fácil en lo cual mantenerse en pie, jamás había intentado aquello y ni supo bien por qué no fue más drástica con lo que hacía, podría haberlo vuelto a herir, o atacado, pero en el fondo sentía curiosidad. ¿Lo estaría subestimando? Esperaba que no, de hecho no lo creía, siempre había respetado a sus rivales, o al menos eso quería creer.

—Cuando esto acabe te invito un café —dijo sin saber muy bien el porqué, mientras mantenía con más firmeza sujeta su varita.

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Solo una pequeña parte de él, muy en el interior de sí mismo, encontró gratificante que el hechizo de invocación de objetos no funcionara. A pesar de lo muy malhumorado que estas condiciones lo ponían, Azog se dio cuenta de que, ante cada breve interacción con la hechicera, había aspectos de aprendizaje en el uso de la magia. Era como si, en medio de todo este pequeño caos, estuviera descubriendo un nuevo lenguaje, una forma de ver la magia que nunca ha considerado suya.

Apenas ha logrado incorporarse nuevamente, luego de que los efectos del zancadilla terminaran, cuando sintió que bajo sus pies el piso nuevamente se le movía. —Ay vamos, ¿no es suficiente con el aguacero?iIug, arena, burda, áspera, y se mete en todas partes—se quejó el arisco muchacho. Las tácticas de Darla eran audaces, no se limitaba a daños letales para acabar con sus oponentes, sino que parecía existir un entusiasmo por parte de la bruja de verlos luchar antes de perecer. A medida que la situación se complicaba, Azog se vio a sí mismo evaluando sus opciones de forma más estratégica.

Cuando Darla mencionó el café, no pudo evitar sentirse completamente desubicado, ¿estaba tratando de distraerlo? Era una locura, pero en el fondo, eso era lo que hacía todo esto aún más interesante, puesto que cada interacción de la bruja parece contradecir sus verdaderas intenciones.

Azog se relamió el labio superior, un gesto que con el tiempo se ha hecho una señal evidente de que algo (en esta ocasión alguien) tiene su verdadero interés y más allá de eso, despiertan en él una intención. —No estoy seguro de que mi preceptor esté de acuerdo en que salga contigo. Y tampoco me gusta el café, es amargo y te provoca temblores—respondió desafiante alzando el mentón por lo alto, sonando desconfiado y escrupuloso, pero disfrutando de la extraña combinación de misterio y respeto que sentía hacia su oponente.

La lluvia seguía cayendo, pero en lugar de desánimo, Azog sintió como una necesidad, las fuerzas para continuar con aquel encuentro. Tal vez, solo tal vez, podría haber más que rivalidad en esta extraña conexión que estaban formando. Mientras tanto, se preparó para responder el desafío renovando su determinación—Avis—invocó esta vez, las doce palomas salieron disparadas de su varita con tanta fuerza que Azog sintió que sus pies se hundían un poco más en la arena ahora casi echa lodo por la lluvia. Las aves volaron entre la lluvia hasta llegar hasta donde se encontraba la bruja, revoloteando alborotadas y ruidosamente sobre el rostro de Darla para conseguir obstruir su visión, lo que dificultaría que ella pudiera lanzar hechizos que requieran una puntería más precisa.

Atrapado todavía como está en la arena lodosa y bajo aquella tormenta el muchacho comienza de apoco a sentir que la desesperación se apodera de sus nervios. A pesar de su joven edad Azog ha estado ya en muchas ocasiones bajo circunstancias de mucho estrés como este, que le exigen dar más de lo que puede o tiene, sin embargo, en todas esas otras veces no siente la convicción que siente ahora de permanecer siempre de pie—Serpensortia—acudió a invocar después, sin muchas opciones de salir pronto de aquella trampa de arena. La serpiente salió despedida cual proyectil en dirección a los pies de Darla, entre la mala iluminación de la noche y la tormenta sobre ellos, no sería tan fácil atinarle un golpe al escurridizo animal. El veneno del reptil era letal, pero la criatura tendría que trepar primero por la pierna de la bruja para poder inyectarlo con su mordida en el muslo de Darla.

—Pero si yo…aceptara ir contigo por ese café, ¿cuál es el precio que tendría que pagar por ello?—todavía indócil, el muchacho demostró genuina curiosidad por la oferta de la bruja. No obstante, también está enseñado a que todo tiene un valor, y hay que pagar muchas veces un alto precio por obtener lo que se desea. Pero tal vez tenia que preocuparse mas por la arena movediza en sus pies en lugar de esto. No obstante, dispuesto a no bajar la frente ante su oponente, por honor propio y por el respeto que Darla se ha estado ganando ante cada una de sus respuestas, muy a su manera, aunque parezca solo un bambino arrogante, Azog siempre sabe reconocer a un buen rival. Aun si no lo admitirá jamás en voz alta.

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Bueno, de hecho tenía razón, el invitar a un menor a tomar un café podía ser mal visto por las malas lenguas o mejor dicho los malos pensadores. Como fuere, ella no tenía malas intenciones, pasa que si el muchacho estaba en un duelo a la Dumbledore se le hacía ya una persona madura. Pero no era eso lo que debía preocuparle ahora.

Las aves comenzaron a volar alrededor de ella, en un principio pensó la atacarían, pero por lo visto su misión era simplemente molestarla, impidiendo su visión o su puntería. Como fuere, la mejor opción que encontró en ese momento fue utilizar a las pequeñas avecillas en su propio beneficio.

Oppugno —susurró haciendo una grácil floritura con su varita. El conjunto de aves que le había lanzado Azog comenzó un revoloteo alejándose de ella, interponiéndose entre la bruja y el mago, cumpliendo ahora la orden de defenderla de cualquier ataque que sufriera.

Y seguramente aquella había sido una opción adecuada para la situación, porque segundos después que ella dominara las aves dándoles una nueva función, una serpiente salió disparada desde la varita del joven mago para atravesar la distancia que debía de ser unos cinco metros, aunque hacía caído un par de metros delante de él, apenas distinguible entre medio de aquel chiquero que se había convertido la superficie.

Las que si le vieron claramente y se lanzaron contra la serpiente fueron las aves creadas por el avis, las doce palomas comenzaron a picotear a la serpiente, unas de un lado, otras del otro. Uno podría decir que el daño que puede causar una paloma no es mucho, si claro, porque no han tenido palomas anidando cerca.  Pero la verdad es que el daño de un ave creada con avis debía curarse antes de que terminara un duelo, la serpiente se la estaba viendo en figurillas, aunque debía reconocer que las palomas también porque no es que la vípera de unos cuarenta centímetros se dejara picotear porque sí sin atacar, tras unos segundos que parecían una eternidad en realidad, logró clavar sus colmillos en alguna de las aves que le atacaban, explotando todas ellas con un reguero de plumitas que se desvanecieron antes de tocar el suelo… magia…

Y magia que la ayudó para su próximo movimiento por cierto —vipera evanesca —sí, estaba siendo condescendiente, podría haber vuelto a atacar al mago frente a ella, pero había elegido eliminar los ataques que él le había realizado, alguna vez había perdido un duelo por ser tan amable, esperaba que esta vez no le ocurriera lo mismo.

—Volviendo a tu comentario, tu tutor y tú quedan invitados a tomar lo que les agrade en mi librería cafetería… no le hagas tanto al término cafetería, e igual yo prefiero los té —reconoció Darla antes de agregar —House of Books si andáis por el Diagon —mantenía su guardia en alta, consciente que la próxima vez seguramente no se la haría tan fácil.

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Apretó con fuerza los labios hasta convertirlos en una delgada línea sobre su rostro, la mirada siempre atenta ante cada movimiento ágil que ella ejecuta sin titubear. Bajo sus pies se mueve poco, solo lo suficiente para que la arena lo unda lo necesario y encontrar un mejor equilibrio justo a varios centímetros por debajo de sus rodillas. ¿Qué pasará con él y sus piernas cuando los efectos del morphos termine? Debería preocuparse por eso, pero ver a Darla controlando a sus aves invocadas para atacar a la serpiente que le había lanzado (otra de sus propias invocaciones) es lo que lo tiene maquinando un plan para defenderse de la astuta hechicera. Quizá el muchacho deba replantearse el modo en el que debe dirigirse a ella desde ahora.

Por otra parte, Azog es difícil de apabullar, aun cuando a su compacto cuerpo le recorre un escalofrío al ver a la serpiente desintegrarse ante sus ojos. Un espectáculo menos agradable de ver. ¿Podría ser ese su destino también? La pelirroja, sin embargo, continúa la conversación entre ellos con el mismo temple con el que ha comenzado este enfrentamiento. Muchos más pensamientos llegan a la mente del moreno, que esta vez giran en torno a la identidad de esta desconocida mujer.

—De haber sabido que solo estabas haciendo publicidad para tu negocio de libros en Diagon no te hubiera prestado tanta atención—se quejaba una vez más, es la característica principal del Cantankerus después de todo. La varita del mago chispeó, a pesar de sus bravuconas palabras, no está realmente enfadado—Tal vez así no hubiera terminado hasta las rodillas en un charco de arena—apuntó su varita una vez más, justo cuando comienza a pensar que no habrá forma de desarmar a la bruja en este enfrentamiento si no se pone difícil—Incárcerus—las tres gruesas cuerdas salieron disparadas de la varita en direcciones diferentes al cuerpo de Darla al pronunciar con claridad la invocación.

La primera se dirigió a su rostro, enredándose sobre su cabeza para obstruir su visión, hay algo de insistencia por parte del moreno para que la bruja no lo vea mas metido en aquel aprieto. La segunda cuerda ató su mano más hábil con la varita a su cuerpo, de modo que le dificultara a la bruja realizar con sencillez cualquier floritura. La última de las cuerdas se enredó con saña alrededor de las rodillas de la bruja, haciéndole perder el equilibrio y haciéndola caer al suelo. Al menos de esa forma, piensa él, estaría igualando el terreno de juego.

Un crujido bajo sus pies (o donde deberian estar sus pies) lo alertó, tenía que haber una forma de salir de esta fangosa arena. Mientras tanto trataba de mantener la calma en aquella trampa, se encontraba en una severa desventaja por su falta de arteria, no importaba qué plan ideara el muchacho, la bruja Darla parecía ir dos pasos (agigantados) por delante. —Pero ¿qué te parece si mejor hacemos un trato? Si ganas esto iré y si no...tendras que darme sin costo alguno uno de tus mejores volumenes— Azog razona que lo menos que debe hacer es hacerle frente a la astucia de la bruja—seccionatus— pensó para que las afiladas medias lunas siguieran la trayectoria de las cuerdas con la intención de impactar en el cuerpo de la hechicera, el golpe sería bastante violento causándole heridas graves y sangrantes que Darla tendría que atender casi con urgencia antes de desangrarse.

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Una carcajada escapó de sus labios al escuchar las palabras del muchacho, no pudo evitarlo, ella no solía promocionar su local, no hacía falta, el que gustaba de la buena lectura, un rato de relax y un plus de buena cafetería sabía dónde y cómo encontrarlo. Claro que podía ser que solo fuera el berrinche de un adolescente que veía frustrado cada intento de atacar a la pelirroja.

Una vez más en la noche Darla fue consciente de lo empapada que estaban ella, su cabellera, su túnica y agradeció haber hecho un hechizo impermeable a las prendas bajo su túnica, aunque no fueran muchas ni grandes. Cuando ladeo la cabeza sus ojos se posaron en la caja llena de objetos delante de ella, a un par de metros, la había olvidado. Era metálica, como varios de los objetos en su interior, debía tener el tamaño de un baúl escolar de Hogwarts, de hecho, no podría jurar que no era uno de ellos pero sin su tapa y en ese momento le vendría de maravillas, ante el siguiente ataque del muchacho y antes de que utilizara un segundo hechizo le apuntó.

Morphos —la caja se convirtió en un guepardo joven, ágil y fornido, que pegó un salto hacia adelante, interceptando las cuerdas que venían hacia la Dumbledore, su grácil cuerpo quedó enredado con las cuerdas atándole sus patas delanteras, su torso y lo que deberían ser las caderas. No era muy claro cuando cayó revolcándose y gruñéndose en el suelo intentando deshacerse de sus ataduras para continuar la orden de defenderla, aunque dudaba que pudiera contra las medias lunas por lo que, dejando de lado los recuerdos del pasado, la pelirroja susurró un —evanesco —haciendo que las mortales armas metálicas que venían hacia ella se desvanecieran. Negó con la cabeza.

Sí que eres peligroso muchacho, no deberías haberte hundido tanto, a menos que estés saltando de frío y empacado en no ver a su alrededor —dijo la vampiresa. De hecho, le recordaba lo terca que podía ser ella en el pasado… ¿el pasado? Y había hecho que ella recordara precisamente ese pasado, cuando Sakurasukamori la había desafiado dejando unas mediaslunas de acero clavadas en los dormitorios de Hufflepuff, donde sabía que ella solía concurrir asiduamente, junto a una nota de invitación a un duelo. Aquella había sido su primera vez. Tan lejana y tan dulce a la vez, pero con esa dulzura de los buenos tiempos, los inocentes, aquellos en que uno creía que se podía llevar el mundo por delante y cambiarlo. Sonrió. Sí, la magia había sido generosa con ella, muy generosa, le había dado unos años de vida inigualables.

Mientras pensaba en ella su mirada no se apartaba de la doble escena que había quedado frente a ella, un guepardo luchando contra unas cuerdas que lo medio ataban y un adolescente que pretendía adelantarse a las acciones de la bruja, o más bien dejarla mal herida. Algo había crujido, seguramente las raíces de los viejos árboles sin hojas, las que iban por debajo de la construcción en la que llevaban a cabo su duelo, alguno estaría a punto de caerse en esa noche de tormenta. El patio del antiguo monasterio o templo que había elegido su tutor para el desafío era interesante. La madera del piso tomaría su consistencia una vez más, antes de que ella volviera a atacarle. Curioso, muy curioso, ¿ella elegiría otro curso de acción del que tomaba el muchacho? Lo dudaba.

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