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Azog Cantankerous vs Yadiz Vashtí - Tutoría de Duelos I


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@ Azog Cantankerous vs @ Yadiz Vashtí

El estrés de un padre. El sueño de un niño. Los accidentes mortales. Cuántas caras podía tener un parque de diversiones.

A lo lejos, una noria brillante y psicodélica giraba sin descanso. Alguna vez estuvo repleta de personas, pero esa noche permanecía vacía. El casi silencio del parque solo era interrumpido por la música electrónica de una calesita, que giraba solitaria. Las decoraciones de Halloween ya estaban en su lugar, aunque aún faltaba una semana para la fecha. Así de desierto, el parque parecía el escenario perfecto para un... ¿duelo? Tal vez no. Pero ese era el sitio elegido para el enfrentamiento pactado.

Frente a un animatrónico que simulaba leer la fortuna tras una bola de cristal, se extendía un amplio espacio vacío. Los azulejos del suelo relucían, recién limpiados. Alrededor, varios puestos de comida, ahora vacíos, y atracciones rodeaban el lugar. A los pies de ese espacio, una larga alfombra roja aguardaba la llegada de los duelistas.

Entre los puestos, algunos árboles de considerable tamaño lanzaban hojas verdes al viento. Calabazas, grandes y pequeñas, adornaban los techos y toldos, mientras banderines colgaban en el aire, atravesando la zona de un extremo a otro sostenidos por largas cuerdas. Un macizo cilindro de cemento sostenía una docena de globos llenos de helio que se movían suavemente bajo la brisa nocturna. Algunos de los puestos estaban cubiertos por gruesos telones, colgados en las esquinas superiores. Entre los stands, se amontonaban carteles de madera con llamativas propagandas, señales y coloridos dibujos.

 

 

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“Parque de diversiones a las 22hr”

Leía el diminuto pergamino. Yadiz lo apartó sin mucho pensar y lo reposó sobre el escritorio donde se encontraba escribiendo. Había estado esperando esas instrucciones desde hacía varios días.

A penas 5 días atrás, en una taberna en medio de Aberdeen le habían llegado rumores de un grupo de duelistas que entrenaban en diversos lugares recónditos. Funcionaba a modo de club y por entretenimiento. La bruja no era persona de tumultos y mucho menos de clubes, pero llevaba años sin empuñar su varita más allá de las guerras.

 ¿Qué le llamaba en esta ocasión a unirse a tal grupo? ¿La nostalgia de su niñez? Imposible… La peli cobrizo se había desmemorizado a propósito hacía más de 12 años, antes incluso de las guerras. Se había jurado no volver al mundo mágico. Sin embargo, las guerras la obligaron a tomar un lado. Ultimadamente, había rendido en contra de quienes la esclavizaron en nombre del miedo: los muggles.

Un tanto distraída, alcanzó su desgastada capa borgoña, cubrió el atuendo que llevaba y apareció en las afueras del parque. El sonido de la calabaza aplastada sobre la que apareció, la hizo arrepentirse de inmediato sobre su atuendo. Llevaba un traje corto negro, unas medias largas y botas cortas a tono, que ahora se hallaban profusamente envueltas en la viscosa pulpa de la calabaza.

– Estas son mis malditas botas favoritas… – masculló por lo bajo. Sacudía ahora sus pies para intentar remover los restos. Pero en su lugar, salpicó su traje y hasta una fina gota que llegó a su mentón – ¿me estás vacilando? – dijo al borde de la risa mientras removía con su capa las manchas.

Agradeció que el lugar estuviera desértico. Aquello era sin duda una imagen vergonzosa, de haber tenido público de primera mano. Con un simple “tergeo” limpió su atuendo y reacomodó su cabellera rizada en una cola alta; dejando ver su mechón blanco sobre la oreja. Caminó hacia el punto de encuentro.

– Cuánto odio estos sitios… – exhaló mirando a su alrededor las variopintas casetas desmontables que albergaban atracciones de todo tipo. La bruja tenía muy poca paciencia con la falta de genuinidad, los adornos innecesarios, y los trucos baratos, que en efecto describía ese tipo de espacio.

Miró alrededor confirmando que su anónimo contrincante aún no se hacía presente. Se acercó al animatrónico, que acababa de ponerse en marcha con un anuncio sobre “ Tres datos de su futuro por un módico precio”. Harta del sonido chirriante susurró un – bombarda – y el muñeco deforme voló por los aires en múltiples pedazos.

Tras el silencio sepulcral que continuó a la pequeña explosión, el música lejana del carrusel también pausó por unos segundos. Desde la copa de los árboles alrededor del espacio vacío, solo el ulular de los búhos, en lo alto,  le acompañaba.

Fue entonces cuando el sonsonete del calzado de su oponente contra las baldosas del suelo, le avisó de su llegada. La bruja se giró en dirección a los pasos.

–Yadiz Vashtí. Es un placer. Un poco extrañas las condiciones para una primera impresión. Me disculpo.– se dirigió mirando con sus ojos tornasol al rival, inclinando su mentón levemente en una pequeña reverencia.

Oppugno pronunció en dirección al árbol más cercano. Un búho negro azabache, de tamaño considerable, salía despedido a atacar al nuevo integrante del lugar por órdenes mentales de la bruja. Yadiz sabía que su contrincante no tendría problemas en defenderse. No era bruja de subestimar a su adversario, así que se preparó para el resto de la batalla.

 

Off: @ Azog Cantankerous  un placer. Voy a intentar cosas que nunca he hecho asi que a ver como nos va. Saludos.

Los muertos resucitan // Mi mami mía de mí me viste (?) xD // Porque hierba mala nunca muere! :perv:

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El escenario se desplegaba en el corazón del parque de diversiones, una mezcla surrealista de luces brillantes y sombras inquietantes. No ha estado en un parque de estos antes y, sinceramente, no cree que vaya a volver a uno si no es necesariamente obligatorio, pues es fácil perderse ahí, está lleno de obstáculos, luces, y ruidos que dificultan la concentración y el enfoque, era demasiado bullicioso aun sin gente en él. Cada giro de la noria, cada destello de luz proveniente de la calesita, podía distraer a un adversario, y eso era un punto a favor en un duelo pero también podría jugarle en contra. En ese entorno caótico, las posibilidades eran infinitas; cada atracción podía transformarse en una trampa, cada rincón en un refugio. Así, el parque, a pesar de su naturaleza festiva, se convertía en un terreno de guerra donde la habilidad y la estrategia eran esenciales para sobrevivir.


Con los pies columpiándose tranquilamente de un solo lado, Azog abordó el escenario desde arriba, montado en una escoba pilotada por un elfo doméstico, él es aún demasiado joven para tener un permiso de aparición, y demasiado inexperto para realizar la técnica sin contratiempo alguno. Y no pretende darle una ventaja tan rápido a su oponente. No sería divertido ni constructivo para nadie.

Ahí, donde está esa nube de polvo—el muchacho indicó al elfo para que lo dejara cerca del estallido que sobresalió de entre todo el bullicio del parque.

De un salto, el moreno bajó de la escoba antes de que el elfo pudiera aterrizar, sacudió su larga capa antes de caminar en dirección a su oponente, a quien ya podía vislumbrar del otro lado de la larga y maltratada alfombra roja, ¿habría recibido está el mismo daño que el pobre mecatrónico destrozado? El rizado cabello blanco que caía sobre su frente rebotó ante cada paso firme que daba, y con una mirada desafiante en sus claros ojos, se presentó con una actitud que decía más que sus palabras. Llevaba una capa negra de tela ligera, que se movía con él como un reflejo de su energía inquieta, y por debajo un traje arcaico de colores oscuros que acentuaba el color de su tez y contrastaba sus rasgos más claros.

Aunque era nuevo en el mundo de los duelistas, tan lleno de reglas y normas (muchas más de las que hubiera imaginado), su perfil era de engreimiento.

Cuando llegó al punto de encuentro, sus ojos recorrieron el lugar con desdén. No podía evitar esbozar una sonrisa burlona al ver el desastroso estado del animatrónico destrozado —No te preocupes,—observó a Yadiz con mucha atención en su aspecto y apariencia—no tengo ningún tipo de expectativas para esta…primera impresión—respondía mientras las extrañas miradas se encontraban por primera vez—Tienes un poco de suciedad, para que lo sepas, ahí en tu rostro— su tono era ligero, casi juguetón, pero había un filo de desafío en sus palabras, una promesa de que no iba a retroceder o a intimidarse fácilmente. Con un movimiento despreocupado se sacudió la capa una vez mas, como si se deshiciera de cualquier rastro de incomodidad. —Azog, por cierto, ese es mi nombre—a diferencia de Yadiz, su movimiento de presentación fue más provocador; ya empuñaba su varita  cuando medio inclinaba su cuerpo hacia adelante, alzando el mentón por lo alto, desafiante y desconfiado. 

Por otro lado, la ligereza en su mirada le ofrecía a su oponente el respeto que se merecía. Azog reconoce que no debe abusar de su arrogancia, mucho menos subestimar a un oponente. En ese mismo instante, el parque de diversiones, con su atmósfera mágica y su aura de nostalgia, parecía haber sido transformado. El primer movimiento de ella sucedió entonces. El ave salió disparada como una sombra desde la profunda oscuridad de la maleza, no fue tanto su figura lo que la delató, sino el aleteo frenético con el que salía furiosa de entre las más altas ramas de los árboles lista para atacar. Tal vez eran los sentimientos y sentidos a flor de piel, pero el moreno nunca vio un búho tan grande en su vida.

No obstante, Azog fue paciente para realizar su movimiento, esperó el momento oportuno para no fallar; y cuando el ave es más visible por las luces de la Noria, a tan solo un par de metros del impacto final: —Mobilicorpus—ladró el encantamiento, arrojando con fuerza un rayo que impactaba sobre el cuerpo del búho y, como si se tratara de un látigo, lo azotaría en contra de su controladora. Ambos, la criatura y Yadiz, quedarían inhabilitados, no por mucho tiempo pero, entre la nube de plumas negras, le daba la ventana que necesitaba para conjurar mentalmente el siguiente encantamiento: —Seccionatus— pensó esta vez, ajustando su puntería empuñando a la altura de su hombro y un ojo cerrado, como si estuviese disparando un arma de fuego muggle, las doce flechas fueron disparadas con precisión en dirección a Yadis.

El golpe sería difícil de esquivar aunque tampoco imposible. Pero la bruja Vashtí tendrá que preocuparse más por las múltiples heridas de las flechas incrustadas en su cuerpo que por las manchas de entrañas de calabaza en su bonito rostro.

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La mancha negra se avecinaba cuasi flotando bajo la luz de la luna en dirección a Azog, según se acaba de presentar. El joven brujo veía paciente al ave acercarse a rabiar. En el momento preciso, un rayo de su varita detuvo en seco el embiste del ave. Como si se tratase de un juguete lo lanzó de espaldas en dirección a la bruja. El animal a penas logró enrollar sus alas a su cuerpo por el embate del viento y la antigravedad a la que fue sometido de golpe. Levitaba forzosamente los 10 metros entre los brujos en dirección a ella.

Yadiz sintió cual balón medicinal blanda de unos 4kg le azotaba golpeando ligeramente el tope de su hombro izquierdo. Sin poner oposición dio un pequeño paso hacia atrás por el empuje. La criatura cayó apenas medio metro detrás de la bruja. Por fortuna el costado del ave amortiguó el golpe contra el hombro de la bruja y contra el suelo. La mortífaga pensó, aliviada de que el animal se tratase de un mero búho común no mágico, y su golpe fuera inofensivo, que de haber sido un animal de tamaño considerable aquel golpe la habría lastimado más allá del ligero dolor sobre su hombro.

Sin embargo, el resultado le causó un tanto de lástima por la pobre avecilla. Sin duda había dejado una esquela de plumas azabache que descendían columpiándose frente a la bruja. Pero no era momento de voltearse a ver su estado. Dejaría que se recuperara un segundo, para que volviese a embestir al joven una vez más, con su pico y garras, si aún se encontraba en condiciones.

Miró a su oponente que parecía disponerse a atacarle nuevamente: encañonando su varita buscando precisión milimétrica. A Yadiz le estuvo extraño tanto ahínco por lo cual, de forma instintiva, levantó su varita nuevamente.

Zancadilla – pensó, apuntando hacia Azog. De bruces el mago fue golpeado contra las baldosas, boca abajo. Acto seguido, un puñado de flechas salieron de la varita del mago en dirección fortuita, rebotando en los azulejos y clavándose hacia los árboles cercanos. El joven se encontraba tirado en el suelo amarrado por los tobillos, por un lazo mágico que no le permitiría reincorporarse.

Yadiz observó la escena, tocando su rostro a modo reflejo al recordar las palabras del peliblanco cuando se presentó. Se había encargado de sus vergonzosas manchas mucho antes de que el joven se hiciera presente, por lo cual le estaba un tanto extraño su comentario. Tras confirmar que no tenía nada en el rostro, sonrió. Había caído en la típica broma juvenil de “tienes una mancha”. La bruja miró al chico de cara al suelo con algo de admiración. Si bien para otros verían una actitud petulante, a Yadiz le atraían las personas con carácter, sentido de humor y altivos. Aquel mago le había tomado el pelo con una gracia pasmosa.

Embrujo punzante – pensó una vez más, esta vez apuntando directamente al chico. Un rayo salió disparado de inmediato hacia la cabeza del moreno. El joven tenía una tez interesante. Sería una pena ver como su rostro quedaría deforme tras la aparente reacción alérgica que inflamaría sus pómulos y cejas hasta bloquear su visión por completo. Sin contar el dolor de las heridas.

Fue entonces que la bruja se volteó un microsegundo para ver el ave justo detrás. Se había reincorporado y cual fiel seguidora, miró con sus ojos naranjas a la bruja antes de alzar vuelo una vez más. Solo que esta vez, el animal no parecía embestir por la mera orden de la bruja bajo su oppugno. Llevaba el brillo de venganza en los ojos contra el mago. Se veía hasta en su ímpetu al volar, cómo disfrutaría de rasgarle el pecho y la espalda a fuerza de garras y pico.

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—Arg—

A estas alturas, ¿qué fue más doloroso? ¿La vergonzosa caída de bruces que le hizo perder la puntería y desperdiciar su encantamiento, dejándolo vulnerable y humillado, o el tortuoso dolor punzante que comenzaba a extenderse por su rostro, inflando sus pómulos y oscureciendo su visión? La caída había sido una lección amarga y el ardor en su rostro, pero el tirón doloroso que corría como un río ardiente por toda su cara, parecía apoderarse de su mente, nublando su concentración.

Azog ha recibido castigos físicos antes de sus oponentes, pero no podría decir, a su joven edad, que se ha acostumbrado al dolor provocado por una herida mágica. Cada vez que una maldición lo golpeaba, sentía que era una experiencia única. Si solo pudiera deshacerse de ese dolor, pensó, tal vez podría volver a encarar a Yadiz, enfrentarla con la astucia que había intentado demostrarle al principio. Sin embargo, el búho con ojos de venganza se acercaba, y su presencia era un recordatorio de que el juego no había terminado. 

Mientras luchaba por recomponerse en el suelo, aun con el rostro dolorido y deformado, logró al menos ser capaz de encarar nuevamente a su oponente, con ambas manos aferradas a su varita: —Incendio—invocó un lanzallamas tan eficaz que no solo sería capaz de prenderle fuego a las ropas y la piel de Yadis, sino que incendiaron la maltratada alfombra junto a sus pies y ya de paso hacia cenizas las plumas de la “tonta ave” negra que se obstina en fastidiarlo. No había sido él en primer lugar quien lo había hechizado. Se merecía arder por su estupidez.

El tiempo luego de su primer encantamiento ocurre casi a la vez, es decir, de manera muy rápida. Esta vez atinó a fustigar con su varita apuntando a los escombros del viejo animatronico causados por la bruja que quedaban a su alrededor—morphos—masculló con dificultad poco despues, parte de sus labios aun inflamados, y lo que antes fue parte de un brazo mecánico se convirtió rápidamente en un mono capuchino, ágil e inquieto, que rápidamente intentaría trepar por el cuerpo de la bruja para arrebatarle la varita de las manos  al costo que fuera. Eso, o sacarle los ojos de la cara, lo que fuera más oportuno. El escombro no estaba realmente tan lejos de donde la bruja se encontraba, por lo que de un salto el pequeño animalito ya estaba encima de la bruja, escurridizo y difícil de atrapar.
 

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La noche avanzaba con rapidez. Los segundos parecían horas. Yadiz observaba a su contrincante en el suelo cuando el pobre búho era abatido por una flagrante llama que ahora también cortaba distancias hacia la bruja. Por acto instinto Yadiz levantó su varita apuntando a la nueva llama que acortaba distancias entre los magos.

-Aguamenti- pronunció con calma y un caño de agua salió al encuentro de las llamas a 2 metros de ella. El característico vapor del fuego y el agua desvaneciéndose al unísono no se hizo esperar. Apuntó con su varita hasta exterminar por completo el fuego. Entre la cortina de humo que esto suponía frente a la bruja, la pelicobrizos dio varios pasos hacia atrás para alejarse de la alfombra que Azog había intentado consumir con las llamas de no ser por su aguamenti.

Sobre las baldosas azules y alejándose unos 3 metros más de la situación, escuchó como un morphos se haría presente producto de su compañero. De entre el vapor que ya se disipaba, un mono capuchino saltaba en dirección hacia la bruja. Yadiz podía jurar que el animal compartía facciones con el animatrónico que ella acababa de hacer volar en pedazos.

-Mobilicorpus – pronunció, esta vez hacia el mono, antes de que le tocara. El primate instantáneamente salió disparado hacia su creador. Con la fuerza de un látigo le golpearía en el pecho de lleno para tirarle al suelo por el embate y herirle. Yadiz esperó paciente tocando su hombro izquierdo un tanto adolorida por el embate del ave que ahora yacía muerta sabrá donde en bosque.

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La nube de vapor provocada tras sosegar las llamaradas de algún modo también logra mutar los ánimos de la batalla. Con jovial encanto, Azog se puso de pie de un salto una vez que siente que la fuerza que ata sus pies y lo mantienen en el suelo desaparece al mismo tiempo que su visión esclarece. Se siente mucho más animado así, libre de aquel encantamiento y aunque sobre su rostro aun siente palpitante el dolor de la punzada, el moreno intenta concentrarse, un poco más preocupado, en la ágil fiereza de su oponente.

Con el cuidado con el que se ha intentado manejar todo este tiempo, Azog observó cómo es que Yadis se desplazaba por las baldosas encharcadas por su encantamiento, alejándose de él y de cualquier otro obstáculo que el americano pudiera usar en su contra. El muchacho pensó por un instante en imitar cual espejo los movimientos de la bruja, pero por un turno más se mantuvo quieto en el mismo lugar. Hay algo de oscura emoción en el trasfondo de este encuentro y cada paso que da es igual de peligroso que los ataques con los que la hechicera responde.

El brujo gruñó entre dientes, hosco, al ver al mono volando por los aires tras el ataque de defensa de Yadis que le “devolvía” a su mono capuchino, ahora más bien mono volador. —Avis—se apresuró a invocar, los doce pájaros pequeños expulsados desde su varita se encargaron de frenar la trayectoria de vuelo del capuchino en el aire antes de que impactase al brujo aprendiz. Al final el mono y las aves cayeron al suelo, a casi un metro de distancia de sus pies, estas últimas desapareciendo al instante. Si su vida hubiera sido diferente quizás Azog hubiera reconocido que aquel sentimiento que abordó su pecho tras presenciar el sacrificio de las avecillas no fue una úlcera gástrica, sino aflicción.

Por otra parte, el mono capuchino se levantó poco después y nuevamente corría dando saltitos de vuelta a Vashtí, aún tenía una tarea pendiente con la bruja; arrebatarle la varita de las manos a cualquier costo. Aunque Azog prevé que el animal no tendrá la misma impetuosidad que tuvo al ser invocado por primera vez.

Esperando poder ganar el siguiente movimiento Azog lanzó un encantamiento más con la intención de confundir y dañar a su adversario apuntando con fé y con ganas a los pies de la bruja: —Confringo—vociferó con energía. El rayo salió con tanta fuerza impactando con la misma potencia sobre las baldosas azules a los pies de Yadis haciéndolas estallar en pedazos y convirtiendo en muchas de ellas en proyectiles de cerámica que saldrían disparados en todas direcciones, impactando, algunas de ellas en el cuerpo y rostro de la bruja pelirrojiza.
 

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Azog había demostrado ser un hábil contrincante. Aunque la bruja intentaba neutralizarlo, él había logrado liberarse de múltiples situaciones complicadas. Esta no había sido la excepción. Al mono lanzado hacia el pecho del mago, Azog había invocado 12 avecillas que contuvieron el golpe y cayeron frente a sus pies, desapareciendo.

El capuchino-morphos del mago se reincorporaba, un tanto lastimado por el golpe. Sin embargo, comenzaba a cojear hacia la bruja, acortando la distancia mientras brincaba. Mientras tanto, Azog empezaba a preparar su próximo movimiento. Yadiz, observando atenta la situación, decidió no desperdiciar tiempo.

¡Incarcerus! —exclamó, apuntando hacia el mago. Tres gruesas cuerdas mágicas surgieron al instante, dirigidas a Azog, buscando sacarlo de combate al inmovilizar su boca, manos y pies.

Al mismo tiempo, el mono capuchino, que había retomado su tarea de atacarla, saltó ágilmente y comenzó a trepar por su pierna, buscando su varita. Justo en ese instante, el Confringo lanzado por Azog impactó en las baldosas a sus pies, provocando una explosión que convirtió las piezas en proyectiles. Los fragmentos de cerámica volaron en todas direcciones, pero fue el mono, que se encontraba aferrado a la pierna de Yadiz, quien recibió la mayor parte del daño, quedando gravemente herido por los impactos y cayendo a desangrarse frente a la bruja.

Yadiz, por su parte, sintió algunos fragmentos menores rasguñarla levemente, pero se mantuvo concentrada en su contrincante. Fue entonces cuando se percató de que las cuerdas del Incarcerus habían impactado de lleno a su rival. La primera amarraba su boca, impidiéndole hablar. La segunda cuerda había sujetado su mano dominante al cuerpo, ya que Azog, al apuntar al suelo para su Confringo, tenía el brazo extendido hacia el piso en el momento en que las cuerdas lo alcanzaron. Por último, la tercera cuerda amarraba sus tobillos, haciéndolo caer de espaldas debido al desbalance.

Episkey —pensó rápidamente la bruja para aliviar el golpe en su hombro causado por el búho que había evadido hacía un rato. Se disponía a observar cómo su contrincante intentaría salir de esa situación.

 

Off: @ Azog Cantankerous  me disculpo por la tardanza. Tuve una semana complicada.

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Tirado nuevamente en el suelo Azog se replanteo la idea de quedarse ahí abajo por el resto de la batalla, al menos así se asegura de que no lo volverán a tirar. El golpe de la caída solo lo hizo sentirse mucho más adolorido, su cabeza entera vibró por un momento recordando la vieja hinchazón del embrujo punzante que Yadiz había acertado. Como pudo se incorporó para quedar sentado y no perder de vista ni un segundo más a la bruja Vashtí quien lo había inhabilitado de habla y de una de sus manos por lo qué, con el brazo que le queda libre, Azog tomó la varita que sobresale de su mano atrapada en la soga, y se apuró para apuntar su siguiente encantamiento.

Todavía tenía que curar algunas heridas, pero la fiereza de su encantamiento hacía sentido a la mirada fulminante que el joven hechicero mantenía. Honestamente, muy en el fondo, su encuentro con Yadiz, ya lo estaba poniendo de muy mal humor. Eso, sumado a la serie de golpes que ya se había llevado cada vez que caía al suelo, no era una buena combinación en el arisco adolecente — Episkey — pensó entonces, para que el hechizo detuviera la punzada que aún siente sobre su rostro y, a su vez (aunque Azog piensa que es mas psicologico que otra cosa) también merme un poco toda esa cólera injustificada que está comenzando a acumular.

Y es que así, maniatado como esta, era más que difícil emparejar el tablero de juego.

— Babosas — piensa en su lugar, indicando la trayectoria en dirección a la bruja. El rayo cruzó la distancia que los separaba sin inconvenientes, aunque no tanto con el impacto energético que a Azog le gusta mantener en los enfrentamientos. Tampoco es que fuera un hechizo encantador aquel que había utilizado. Él ni siquiera está seguro de querer ver los efectos de este. Yadiz estaba siendo un rival…interesante, no se merecía eso. 

La maldición se ejecutó al impacto. Las babosas provenientes de su tracto gastrointestinal impedirán que la pelo rizo pueda conjurar encantamientos a viva voz por un rato. Al menos espera que lo suficiente para que pueda volverse a poner de pie y continuar su encuentro de una forma un poco menos complicada.

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Azog se hallaba en una situación un tanto complicada. Por primera vez en la batalla Yadiz podía respirar un segundo de calma. Si bien su contrincante era a penas un joven chico, demostraba ser una gran promesa. La bruja comenzó a tenerle un tanto de aprecio. Es en momento de crisis donde se prueba el carácter de una persona. En medio de esa batalla no le quedaba nada mas que admiración por el chico. Sabía que en términos de dominios, era su par.

Sin embargo, la pelicobrizo leia en la mirada del brujo que otra era la versión de parte del mago. Algo en los celestes le penetraba los pensamientos y de alguna manera le comunicaba su desprecio. Aunque podría estarse equivocando totalmente en su interpretación. Tirado en el suelo y amarrado en su totalidad con la única excepción de un brazo, el mago se las arreglaba para continuar al ataque. 

Yadiz, vió como éste tomaba la varita con su brazo disponible para sanar el embrujo punzante que le había propiciado anteriormente. Tras el impetu que había demostrado constantemente el adolescente, Yadiz asumía que su proximo movimiento sería atacarla una vez más. Si algo había aprendido de aquel chico era que jamás se detendría ante nada.—"Ya nos vamos conociendo"— pensó la bruja al ver su rostro intacto tras su episkey. Antes de que el chico podiera resongar nada mas, Yadiz levantó nuevamente su fiel de madera para exclamar:

¡Expelliarmus! — y un clásico rayo escarlata salió en dirección al mago a la vez que otro de vuelta recorría con urgencia en dirección a la bruja. Ambos impactaron de lleno. 

Yadiz a penas logró ver como la varita del mago saltó a varios metros de él. Lo suficientemente lejos para que, en su condición, en el suelo, atado aún, tuviera que arrastrarse a por ella unos 4 o 5 metros. La pelicobrizo, por su parte, tenía problemas intestinales. Sin remedio se inclinó hacia alfrente en medio de una arcada que hacía presentes varias babosas sobre las baldosas levantadas. Con un asco inigualable la bruja pensó inmediatamente un:

Finite Incantatem

Tras lo cual con el vestigio de repulsión, limpiaba los residuos de saliva en su rostro con la capa. La escena la había dejado con gran disgusto sobre el joven. Lo miraba ahora con ahinco. Una creciente ira comenzaba a nacer en medio de su pecho. 

 

@ Azog Cantankerous

 

 

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