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¿Comienzo o Final?


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En el atrio

(las vestiduras de Hecate)

El guardián de las varitas chequeaba la mía con una parsimonia que daba asco. Bufé, él negó con la cabeza, me la entregó y colocó el papelito en un corcho que tenía detrás de su asiento... Iba a sacar un cigarrillo cuando él me dijo

- Aquí está prohibido fumar - lo ignoré y encendí el cigarrillo con la punta de mi varita... Fui caminando despacio deleitándome con el sabor del tabaco mientras iba caminando despacio intentando recordar cada cara... Las guerras siempre dejaban heridas, familias rotas, familiares muertos, desaparecidos, pero parecía que la mayoría de la gente que conocía estaba por ahí y no sabía si eso era una alegría o que las cosas seguían tal cuál a pesar de sus errores

Me mantuve un poco alejada, y me coloqué enfrente a las chimeneas de dónde salían fulgores verdosos y tras de sí magos y brujas que venían al atrio a presentar sus respetos al ministro muerto. Suponía que nos reunían allí para el encargo de escoger a otra persona que fuese capaz de llevar el ministerio en una paz tensa. 

Reconocí la mayoría de los aromas que venían con intensidad a mis fosas nasales. Viejos compañeros mortífagos, otros rostros de las más familias pudientes e importantes de Ottery y hasta reconocí el aroma de Sagitas. No pude evitar sonreír de lado, sabía que iría, por un motivo o por otro. Hasta me sorprendió el aroma de Lucrezia Di Médici... antigua rival en la pugna de subir al más alto nivel en las familias de Ottery y que hasta eso que me daba "vidilla" se había acabado, le había cedido el puesto... lo mejor era actuar entre las sombras, sería interesante retomar el espionaje como un negocio más, información a cambio de galeones

 

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Saori sentía que se asfixiaba de tantas personas que alli la rodeaban, miraba para todos lados y aunque viera personas  que para ella eran familiares y cercanas lo único que hacia era pensar en que estaba haciendo su amada Rose, sonríe inconscientemente aunque  aquellos pensamientos eran  interrumpidos por su jefe Leslie, la cual saori mira algo extrañada pues no dijo algo que no fuera real como su nombre, detallando  las expresiones de la rubia .Suspiro  trato de entenderla tal vez  ella era cercana a su hermana o era alguna socia comerciales que no sabia que kamra tenia mas familia de la que ya pose, saori solo ríe leve mente, Leslie continua  mientras caminan con ella al asesor   saori le contesta . 

-Mmm es complicado, pero si soy hermana de kamra  .- soari mira casi de frente a su tío hades, al cual no presto atención pues sabia que pronto lo volvería a ver, aun asi le daba tranquilidad que estuviera bien, retomo con leslie -¿ Luego conoces a mi hermana ? - 

Saori no era muy amiga de todos aquí pero conocía  a la mayoría aunque no muy cercanos - Unos pocos la verdad, pero puedo decirte que si vez un vampiro con un aspecto escalofriante es mi tío hades  jajaja  - saori la mira y sonríe -  Por las expresiones de Leslie aun seguía algo extrañada sobre su parentesco con kamra, no físico pero si  familiar soari se incomodo un poco por que no tenia conocimiento de la relacion  que tenia su hermana con esta mujer,  aun asi la asiática sintió una familiaridad que la hacia sentir cómoda con ella. La mujer peli negra que estaba al lado de Leslie saori pregunto - Hola disculpa como te llamas ? - saori era tan distraída que disocio casi a todo el mundo . 

 

-Leslie no se que relacion tienes con mi hermana, pero  soy una mestiza hija de un familiar muy cercano... por lo tanto si quieres pregúntale a ella yo no toco mucho ese tema. - saori recogió un poco su cabello detrás de su oreja - Eso si, soy la persona mas leal a mi hermana , aunque no la e visto jaja hace un tiempo espero que cuando la veas dile que no sea ingrata que me visite, pues pronto me casare - saori solo su subió al ascensor  y miro hacia a la nada, emocionada por que pensó que se iba quedar sin empleo. 

 Con su mirada en la nada saori solo le dice  -Me recuerdas alguien que aprecio mucho que ya no esta aquí - la mirada de saori se apago por un instante. 

 

@ Leslie Ann Linmer PB  @ Malum Luxure

 

 

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En aquella sala tan cargada de personas y emociones, me había resultado demasiado sencillo encontrar a @ Sagitas E. Potter Blue  . En el fondo, me alegraba tenerla cerca. La guerra aun estaba demasiado cercana, y permanecer separados significaba preocuparme de si estaría bien. Si habían decidido traicionarla.  Por eso entendí su reacción, a pesar de no sentirla. Si durante los años había aprendido a entenderla (aunqeu no con demasiado éxito, siendo honesto) las situaciones extremas te llevan a un nuevo nivel de entendimiento. 

 

Sin desviar la mirada, supe que su mano había estado a punto de empuñar al varita, me había librado por los pelos. A pesar de mi aspecto seguro, mirando alrededor, yo no estaba mucho más relajado. Al contrario, a pesar de que no me gustaran las aglomeraciones, de qeu prefería cerrarme al cúmulo de emociones qeu atestaban el Atrio, me mantenía alerta, dispuesto a reaccionar ante el mínimo cambio.

- Ya, lo se. Por eso no te insistí. Dejé que Harpo lo hiciera por mi - contesté, con tono burlón. - pero aquí estamos.

 

Me preocupaba escuchar sus murmullos. Sagitas buscaba algo, y eso me hizo buscarlo a mi, aunqeu no supiera de qué hablaba o qué buscaba. Solo hablaba de ella, y la rabia era evidente en su voz, a juzgar por la tensa calma que la dominaba.

 

A nuestro alrededor, la gente se movía. Sostuve el brazo de Sagitas, caminando con ella, notando que algunos habían traído a sus hijos hasta el Ministerio, algo que me hizo notar un nudo en el estómago durante un instante. Echaba de menos a Elentari, pero con suerte, la pequeña volvería a correr por la Potter Black muy pronto. Los años de guerra apenas la había visto, como tampoco a SJ e Ithilion. Los niños, al cuidado de Harpo y Babila, habían estado ocultos en España, en el refugio de Sagitas. Aquello había sido lo mejor, pero en consecuencia, las ocasiones en que los habíamos visto habían sido cortas y contadas. Por nuestra tranquilidad, y sobre todo, su seguridad.

 

Ni siquiera tuve que mostrar mi identificación. Los miembros de la Seguridad me saludaron con un movimiento de cabeza leve, casi asintiendo, a lo que yo respondí con otro gesto de cabeza. Mantenía controlado nuestro alrededor constantemente, en tensión.

- No me gustan las multitudes. - gruñí, pasándome la mano libre por la capucha para quitármela. Me extrañaba que Sagitas ni siquiera hubiese intentado echarme la bronca por mi aspecto, pero después de los últimos años, un corte de pelo nuevo o afeitarme la barba habían sido el menos de mis problemas.

Cinco años de guerra pasaban para todos, claro. Y yo no me había escondido. Habíamos luchado a cara descubierta, asi qeu sabía que, todo aquel Mortífago o simpatizante que no había terminado bajo tierra, sabía quién era y qué había defendido. Y como sabía, todo en algún momento tenía consecuencias, algo de lo que no me escondería.

 

La pregunta de mi madre me sacó por un instante de la vigilancia. Desvié la vista, observando a @ Cissy Macnair , a lo lejos. Hacía años que no la veía, incluso, desde antes de la guerra. Estaba acompañada por su marido, y una pequeña que, por como se aferraba a ellos, era su hija. 

- Pues si... - murmuré, sin saber si acercarnos sería incómodo. Curiosamente, las relaciones sociales seguían resultándome, en general, complicadas.

Tal vez fue el hecho de ver un rostro conocido entre la multitud, lo que me llevó a reconocer conscientemente otras sensaciones que llenaban el lugar, con @ Sean -Ojo Loco- Linmer  o @ Ada Camille Dumbledore . Y eso significaba que estaban bien.

Editado por Matt Blackner

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Transportes Mágicos, el departamento le tría recuerdos, eso no lo podía negar pero aún así tenía que admitir que estaba ahí solo por que su puesto como Líder de la Marca Tenebrosa lo orillaba a mantenerse infiltrado en el Ministerio de Magia aún cuando el tema político nunca había sido realmente su fuerte. ¿Quién iba a decirlo? ¿Qué terminaría haciendo tantas cosas para honrar el nombre de un hombre? Se detuvo frente al ascensor que lo llevaría al Atrio. Sabía que el Ministro de Magia había muerto, que el país podría convertirse en un caos de un momento a otro y por esa razón tenía que estar presente en aquel lugar. 

¿Qué sería lo que pasaría? No tenía ni idea, lo único que tenía realmente claro es que La Marca Tenebrosa tenía que infiltrarse por completo en el Ministerio y si el nuevo ministro era uno de ellos sería sin duda lo ideal. Subió al ascensor y una vez que se cerraron las puertas frente a él no le quedaba más que esperar a que se abrieran de nuevo en el Atrio, el cual seguramente se encontraba abarrotado de gente. Una vez en el Atrio comenzó a deslizarse entre las decenas de magos y brujas que comenzaban a darse lugar en el Ministerio de Magia.

No sabía con exactitud cuanto tiempo los harían esperar, solo esperaba no tener que actuar más allá la cuenta si al final se terminaba creando algún tipo de alboroto en el lugar, lo cual se había vuelto prácticamente la regla en los últimos años y esa era razón principal de que el mundo estuviera como esta. Cillian se detuvo justo a un lado de la fuente, veía un par de rostros conocidos a su alrededor pero no lo suficiente como para decidir acercarse alguno de ellos y comenzar una conversación.

En ese momento lo más prudente sería sin duda esperar en silencio. Y tal como Cillian había pensado, la regla nunca se rompía ya que mientras él esperaba y no tenía idea de nada, otros miembros del bando trabajaban arduamente en apagar el sistema anti aparición del Ministerio de Magia. Sus lugartenientes estaban haciendo su trabajo, era de esperarse.

Editado por Cillian Haughton
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La conversación me había relajado de manera tal manera que me hizo desear para lograr hacer que pudiera tomarme un buen trago, siempre me gustaba amenizar una buena conversación con un licor adecuado, la colección de bebidas que poseía me daban una variedad de opciones para elegir, pero las palabras del caballero me hicieron sonreír, justamente tenía una botella de sake que había sido un regalo de alguien especial para mi.

-Esta de suerte Monsieur Toji, esta botella de Dassai Beyond the Beyond, fue un regalo de la emperatriz japonesa de hace años, para ese entonces era Ministra de Francia. ..parece ayer cuando era esa época.

La nostalgia se apoderó de mi de nuevo, serví los vasos de cristal desde la inusual botella de titanio donde estaba empacado, era realmente fría, las copas quedaron servidas y entregue el cristal al japonés con una sonrisa, suspiro involuntariamente al ver el licor. Mire hacia la ventana que tenía a mi espalda y ví el atrio lleno de gente, sabía que pasaría cualquier evento en algún momento tras el fallecimiento del Ministro.

- Si, esperan el anuncio de las elecciones a Ministro y quienes quieren y son aptos para el cargo.

Me volví a él, acercandome a donde estaba y me recargue en mi escritorio mientras me hablaba. El brindis me pareció bastante apropiado al estar tomando un sake.

- Entonces Kampai Monsieur

Choque suavemente mi cristal contra el auto mientras lo miraba directo a los ojos, una vieja tradición francesa que denotaba confianza con quien compartias un brindis, pues dos daba cuenta de la lealtad entre los que se hacía el brindis, casi como un acuerdo de confianza. Tome el licor suavemente, saboreandolo, tenía notas afrutadas y note un sabor floral al final en el paladar, era agradable su sabor. Abrí los ojos y sonreí. 

- Pues he de decirle que es un licor muy agradable

Tome el final del líquido cristalino y luego deje el cristal sobre mi escritorio, mire de nuevo por la ventana. 

- El comentario es que pasará con nosotros ahora que estamos a la deriva, pero esperare aquí a que inicie el espectáculo, no me gusta mezclarme con las multitudes, usted sabe, además me agrada disfrutar del placer de su compañia. 

La verdad es que sin el saberlo me había  salvado d e un momento de vulnerabilidad, y se lo agradecia inmensamente. 

@ toji

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 🌙 dulce asesina by Mael

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La muchedumbre la volvía algo impaciente. Bueno, no cualquier muchedumbre, esa en específico: una conformada por personas de estratos sociales bajos o medios, simples trabajadores cuyo único objetivo en aquel ministerio era llevarle un plato de comida a su familia ¿Dónde estaba la ambición de quienes aceptaban pasar toda la vida detrás de un escritorio por las migajas que el sistema estaba dispuesto a lanzarles en la cara como compensación de sus ordinarias tareas? Lucrezia no soportaba la idea de una existencia así de simple, así de vana y así de olvidable, de esas que no dejan registro en los libros de historia. Quién no tuviese la motivación de ser parte del reparto del poder y dejar su marca en la sociedad no merecía el privilegio de sentarse a su lado.

Su impaciencia era sin embargo indetectable pues su semblante permanecía imperturbable, con su fría mirada recorriendo aquellos rostros que viraban entre la curiosidad y la congoja. Esa sensación de cierta incomodidad se manifestaba con un peculiar gesto, únicamente percibible por Passepartout luego de años de estar a su servicio: el movimiento de su dedo pulgar que, con la exactitud del tictac de un reloj que solo se reproducía en su mente, hacía sonar el rozamiento de sus cuidadas uñas negras, desde el meñique al índice uno por uno y volviendo a empezar. Fue en el instante en que el elfo doméstico advirtió ese casi imperceptible sonido cuando se decidió a actuar.

Entre las manos de Passepartout, que había posado pertinentemente gracias al ritmo diario con el que aquel acto se repetía, se materializó una espectacular jarra que rebosaba de un aromático vino tinto. La misma estaba construida por una aleación de metales que mezclaba el dorado y el plateado; los colores primarios del dinero en el mundo mágico, algo en lo que la aristócrata italiana era experta. Ese particular artefacto, pequeña parte de la impune opulencia que caracterizaba a su linaje, tenía incluso una simbología detrás: se había creado mediante la fundición de los primeros galeones y sikles que los Médici habían ganado en Inglaterra, país en el que la familia terminaría por tender su principal red de influencia bancaria. El escudo familiar, forjado con relieve en uno de los lados, reflejaba las luces de aquel Atrio donde se habían cerrado los tratos espurios que habían llenado sus bóvedas. Todo se relacionaba.

Lucrezia dejó que el elfo doméstico llenase la copa de cristal que había aparecido en su mano y bebió un pequeño sorbo de vino para suavizar la incipiente aspereza que comenzaba a sentir en su garganta. Con disimulo repasó el contorno de sus labios con su lengua, absorbiendo los vestigios del amargo y delicioso sabor que se había impregnado en su labial rojizo ¡Ay, el vino! Qué hubiese sido de ella durante los últimos años sin la infalible compañía de aquel elixir de felicidad y goce, que le permitía abstraerse de la realidad para relajar su mente y dejarse llevar por las piezas de música clásica que solían resonar en aquella mansión que la veía bailar sola ¡Ay, el vino! Que además de abrirle las puertas al más reconfortante hedonismo le llenaba los bolsillos ¡Ay, el vino!

Fue en el instante en el que se disponía a beber un segundo sorbo cuando, en un fugaz vistazo a su alrededor, detectó el violeta. Ese violeta, el del cabello de ella. Se apresuró a tragar la pequeña cantidad de vino que había acumulado en su boca y fue finalmente ese gesto el que quebró, aunque fuese por unos instantes, su frío semblante. Su cuello se tensó súbitamente dificultando que el vino corriera por su garganta. Incluso atinó inconscientemente a retroceder un paso presa de la sorpresa que le generó aquella repentina presencia. La aristócrata resistió sin embargo los instintos de un cuerpo que buscaba seguridad y recuperó el dominio sobre sí misma, manteniéndose erguida en la misma posición y volviendo a adoptar su expresión señorial. Bebió un tercer sorbo, esta vez más largo, que dejó la copa por la mitad de su capacidad.

No sabía exactamente cuánto tiempo había transcurrido desde la última vez que su destino se había cruzado con el de Sagitas Potter Blue. En más de una ocasión había sobrevolado en su mente la -para ella- angustiosa idea de que un hilo invisible las unía. En su fuero interno sabía que esa unión iba más allá de la existencia de Thiago Gryffindor, el motivo que  había unido sus historias años atrás ¿Había nacido en ella incluso cierta obsesión por no perderle de todo el rastro por más que existía la posibilidad cierta de no verla nunca más? La aristócrata no estaba lista para aceptarlo por más que ese pensamiento cruzara su mente de vez en cuando. El impulso de generar un enfrentamiento con la payasa era, sin embargo, inescapable. 

Dejó que la copa se deslizara entre sus delicados dedos y simplemente cayera al suelo. El ruido del cristal quebrándose en cientos de pequeñas partes fue completamente acallado por el bullicio que aún reinaba en el Atrio del Ministerio. Lucrezia sabía que al encontrar aquellos restos Sagitas reconocería su presencia en el lugar e incluso advertiría que el vino que ahora recorría los surcos formados entre las negras placas del suelo era de elaboración Médici. Por más desprecio que mostrara por ella Lucrezia jamás había subestimado la inteligencia ni la capacidad de Sagitas e incluso las valoraba…como sumamente útiles para sus objetivos. La idea de convertir a la matriarca Potter Blue en una aliada nunca había dejado de ser tanto tentadora como difícil de llevar a cabo.

Una jocosa sonrisa se dibujó en su rostro, tensando su tersa piel y estimulando un brillo en su mirada que pocos habían tenido la oportunidad de observar. Comenzó a caminar hacia el lado contrario del lugar en que había advertido la presencia de Sagitas, esquivando a los grupos de funcionarios ministeriales y otros curiosos que permanecían allí a la espera del desarrollo de los acontecimientos. Aceleró el ritmo de sus pasos procurando no perder un ápice de la elegancia con la que se movía, manejando su acampanada falda con la soltura suficiente para no rozar a los presentes. Mientras caminaba su mente calculaba la distancia que la separaba de Sagitas si es que ésta se había decidido a seguirla, procurando no extenderla demasiado para que todo aquello no fuese en vano. Quería que la encontrase claro; pero en un lugar que proveyera mayor privacidad.

Fue a mitad de camino hacía un pasillo que sabía apartado de la muchedumbre que Lucrezia se encontró con otro rostro conocido de su paso por Inglaterra. Su azul mirada se clavó sin vergüenza alguna en los ojos de Cissy Macnair, que iba acompañada por un hombre y una niña que intuyó parte de su núcleo familiar; sus identidades, a decir verdad, poco y nada le importaba. En los segundos en que transcurrió aquel intercambio percibió cierta incomodidad en esos ojos, profundos como los recordaba. Esa expresión que recordaba ajena a la Macnair le despertó genuina curiosidad, no podía negarlo. Con el disimulo suficiente para que quienes la rodeaban no lo notasen le propinó un suave golpe con el codo al pasar a su lado, que se clavó en algún punto de su cintura. Apenas un segundo después giró su rostro para enfrentarlo al de Cissy y le lanzó un beso en el aire con intención burlona. Volvería más tarde a su encuentro.

Lucrezia siguió caminando con paso minuciosamente medido hasta que por fin encontró un pasillo apartado que cumplía la función de unir el Atrio con los cuartos privados de los celadores. Rodeó al último grupo de curiosos, que charlaban mediante sosegados susurros, y se adentró en él. Gracias a la acústica que generaba la antigua arquitectura del lugar, aquel pasillo estaba sumido en un silencio que el barullo del Atrio no llegaba a perturbar. A sabiendas de que nadie la estaba observando, Lucrezia tomó una pequeña bocanada de aire, lejos del aliento mezclado con perfume barato de los trabajadores del ministerio. Bañada por la tenue luz cálida de las farolas que iluminaban el pasillo se permitió abandonar por unos momentos su postura altiva. Relajó cada parte de su cuerpo y recostó su espalda contra la pared, experimentando una sensación similar a quitarse un apretado corset de esos que quitan el aire en favor de marcar la cintura. Unió sus manos a la altura de su cadera y agachó levemente el mentón. 
 

- Sagitas Potter Blue está aquí...

 

--

 

@ Sagitas E. Potter Blue  @ Cissy Macnair

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Flashback ~ Boston, Abril 2027

El ocaso proyectaba los últimos destellos del sol primaveral de aquel día en los ventanales del Castillo Thawne. Observaba desde la tercera planta, con los ojos por encima de sus lentes, la pequeña colina que se alzaba más allá del sendero de entrada a la propiedad. Estar ahí evocaba un sinfín de recuerdos de su juventud, pero hacía tiempo que estaba en paz con sus propios fantasmas.

Un centímetro más, y podrías fundirte con el vidrio de la ventana — se escuchó una voz nítida, a pesar de estar del otro lado del inmenso espacio de reuniones. 

No quisiera perderlo de vista, no más de lo que llevo en siete años.

Está a salvo aquí, primo, te di mi palabra. Harrison lo visita de vez en cuando, como un abuelo. 

—Mientras no lo haga entrar en sitios arqueológicos antes de que reciba su varita, supongo que está bien — repuso Eobard, separando la mirada del pequeño, que sostenía una escoba de juguete mientras subía una vez al montículo. Cassius Thawne, actual cabeza de familia, ladeó la cabeza hacia la derecha, seguida de una expresión de irónica esperanza ante la posibilidad de que aquello sucediera.

Una mesa lo suficientemente larga como para ocupar una alberca semiolímpica los separaba. Y en el centro de ésta, una colección de fotografías mágicas en las que, a lo largo de los años, se relataba la historia de aquella familia al noreste del país.

Uh, yo estaría más preocupado de que saliera a su padre, y en un par de años decidiera irse a Inglaterra. Al paso que va, mostrará signos de poder mágico en dos o tres años. 

Absoluta y definitivamente, no. Tendría que estar mal de la cabeza como para siquiera considerar regresar ahí — su mirada se posó en el intento de mapa que se ocultaba entre las imágenes móviles, el cual intentaba representar la extensión de la Cámara del Espacio.  
 

Época actual ~ Departamento de Misterios, Septiembre 2030

Su paciencia le impidió llegar al Atrio y lugar su cometido, porque los ascensores parecían tener más demanda de lo usual, de modo que tuvo que improvisar, recurriendo a una vieja máquina expendedora, similar a las que había repartidas en el mundo muggle, que aceptaba galeones como pago. El chai restauraría sus sentidos. 

Debido a la sensación de poca gravedad en la Cámara, el humo de la taza de té parecía ser parte del mismo cosmos. Como un algodón de azúcar hecho a la ligera. 

Mientras hacía levitar un retrato del famoso astrónomo griego, Ptolomeo, Eobard escuchó un fuerte estruendo que parecía venir del pasillo. En un inicio se preguntó si estaba perdiendo la cordura por la falta de alimento, pero conforme el ruido se iba acercando a su posición, supo que no era imaginación suya. 

Y la puerta se abrió sin más, materializando a Juliette a sus espaldas. 

Casi por instinto, recuerdo de su juventud como mortífago novato, miró por encima del hombro, sosteniendo la varita de nogal negro en dirección a la entrada. Pero en cuanto escuchó su voz, la bajó rápidamente. 

Me sorprendería si no lo fuera — recitó el Black Lestrange, girándose hacia la mujer, mientras el cuadro del astrónomo viraba hacia la derecha. La edad parecía no tener efecto en ella, pues la recordaba casi igual desde su último encuentro —. La muerte de un ministro suele ser un presagio de guerra.

Era como ver un fantasma. O casi. Hacía diez años que estaban casados, pero con las constantes idas y venidas de ambos, cada que se reencontraban parecía como la primera vez que se veían. Su enojo era palpable, aún a la distancia, cada vez más corta, que los separaba. 

Se permitió trazar una sonrisa que ligeramente dejó ver sus dientes, a medida que hacía contacto visual con Juliette. Había cosas que nunca cambiaban, como ésa. Sólo que ahora, quedaban atrás esas reuniones en las que se sentaban a ponerse al día sin más preocupación que cuándo volverían a coincidir. 

También me da gusto verte — repuso, manteniendo la sonrisa ante el comentario —. No fue fácil regresar, sabes igual que yo lo delicado que es el sistema. Pero, se presentó un vacío de poder, y no pude resistirme. Ya es momento de darle un poco de...estabilidad a esto, ¿no te parece?

Extendió su mano para invitarle a sentarse en uno de los confortables asientos de piel a un costado del escritorio, que un instante atrás estaban ocultos por el efecto nebuloso que producía la Cámara del Espacio. Podría considerarse afortunado, si es que lograba salir vivo de ésta, ni siquiera cuando se enfrentó a los misterios de la enseñanza arcana en el antiguo Mahoutokoro sintió tal expectativa de lo que sucedería. 

Se encontraba en terreno ciertamente peligroso, pues su última desaparición no tenía una justificación plausible. Es más, hasta él se cuestionaba si solamente lo había hecho como una inconsciente costumbre, o existía un contexto detrás de ese comportamiento.

Por cierto, Daeron está bien. Más que bien, de hecho. Recibí el impacto de una quaffle cuando iba camino a verlo, así que es oficial, está mostrando signos —comentó casualmente, tomando asiento al final. 

 

@ Juliette Macnair ☠️

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Kamra Ashryver - Palacio de la Familia Ashryver. 

- ¿Sabes algo? Tu conversación no me interesa más que cuando empezaste a parlotear - la voz de Kamra salió plana y aburrida. Era imposible para ella ocultar el tedio en su rostro mientras miraba a Maksim desde su posición sentada en el diván de la sala privada familiar. Está bien, sentada no describía muy bien la posición de su cuerpo. Dspatarrada era un término más acertado, las piernas colgando desde el borde del respaldo y la cabeza colgado hacía abajo en dirección al suelo. No se había sentido tan cómoda en días - Perturbas mi paz. Ve con tu discurso santurrón a otro lado.

- Préstame atención, mujer - Maksim sonó severo y el seño fruncido en las facciones del mayor de los Ashryvers decía mucho acerca de la opinión que tenía sobre sus actividades ilícitas - Eres Reina de este país, Jefa de su comunidad mágica. Una cosa es correr de noche haciendo travesuras usando una máscara...otra muy distinta es ser una cabecilla del lado oscuro

- Se cuidarme sola. Lo último que esperaba de ti es que me dijeras que puedo y no hacer. No necesito que me reuerdes mi posición en el mundo, y como tu Reina te ordeno parar - la ira subió amarga por su garganta. Le mostró los dientes en una mueca feroz mientras se erguía, mirándolo desde abajo a pesar de que era más alto que ella - El día que incumpla mi deber házmelo saber. Ahora estas despedido, no quiero verte por el resto del día. 

Con un ademán de la mano lo despidió sin más, girandose hacia la botella de Wiskey apollada sobre la licorera. Destapó y bebió de la botella, con tragos largos hasta que el líquido llegó hasta la mitad. Cuando iba a girarse, a punto de estrellar el objeto en su mano contra la pared, uno de sus sirvientes tocó a la puerta abriendola rápidamente e ingresando con una bandeja y una misiva sobre ella. Kamra extendió la mano, dejándola así hasta que el hombre la posó en el centro de la palma, todo el rato fulminandolo con sus ojos dorados hasta que, prácticamente corriendo, abandonó la habitación. 

La nota era una confirmación para llevar a cabo el secuestro de una personalidad que era acusada por trabajar en contra del movimiento mortifago y sus ideales. Lo habían estado planeando el último mes, a espaldas del lider mortifago, y era hora de ejecutarlo. Todavía podía sentir la rabia hirviendo lento en su estómago bajo ¿Porqué todo el mundo creía que tenía derecho a decirle algo? ¡A ella! Ella, que con su sudor y sangre reconstruyó el Reino de Escocia directo del montón de cenizas en el que se convirtió tras la guerra, para que nuevamente fuera un faro resplandeciente, un Reino inquebrantable que nadie osaría perturbar. Se obligó a tomar una respiración. Tenía un deber y debía ejecutar el plan con la cabeza fría - Quizás es eso lo que necesitas Kam... - masculló mientras cambiaba su vestimenta a un traje ceñido de cuero, una túnica cubriéndola hasta el suelo impedía que la vestimenta se vislumbrara fácilmente. Por último, colocó una corona discreta de esmeraldas sobre su melena blanca lunar.

- A teñir el mundo de rojo. 

 

EN EL ATRIO. MINISTERIO DE MAGIA INGLÉS. 

 

Kamra ingresó a la central del mundo mágico en Inglaterra atravesando la chimenea en el Palacio Ashryver utilizando polvos flu. Se dejó ver llegar, pronto los periodistas reunidos para ver que sucedería en torno al Atrio se abalanzaron hacia ella. Sonrió, dándoles su mejor ángulo - Gracias por su bienvenida. Espero que hoy sea un día que quede grabado en la Historia mágica de Gran Bretaña - ella misma había expresado su deseo de ocupar el cargo, cuidadosamente y con el fin de crear el rumor - Ahora si me disculpan, debo pedirles privacidad.

El tono de voz no admitía cualquier otro resultado, y Kamra se alejó sin ser seguida por ningún miembro de la prensa. Sus ojos recorrieron a la multitud reunida, vislumbrando rostros conocidos pero ninguno el que buscaba. Sabía que Leslie estaba allí, su esencia nunca se le escaparía, pero no se encontraba en ese piso. Inclinando la cabeza hacia arriba, miró disimuladamente hacia la oficina de Ada Camille Dumbledore. No la vislumbraba pero sabía que allí estaba, observando, esperando. Una vez más, sonrió a aquellos que se acercaron a saludarla y dejó que la vieran hablando y observando el atrio. 

Esperó, hasta que el plan inició a su señal. La peliblanca se agachó, fingiendo que su corona se había deslizado hacia el suelo y que estaba recuperandola mientras un grupo de mortifagos encubiertos como civiles la ahogó de la vista de todos. Una iba vestida justo como ella, transformada en ella por la poción multijugos, de modo que todos la vieron salir del ministerio de magia tras media hora de que nada pasara. Mientras el montón de personas la ocultaba, la túnica se transformó en una capa roja y con la capucha ocultó exitosamente su cabellera blanca. Sacó la máscara mortifaga que la identificaba como Manon de los pliegues de la capa, colocándola en su rostro, y acto seguido emergió del tumulto. 

A medio metro estaba su objetivo. Sophie Elizabeth Granger, presunta simpatizante fenixiana. Kamra sonrió detrás de la máscara y deslizó su varita a un costado. En un movimiento fluido estuvo detrás de ella, tomándola del cabello mientras la arrastraba hasta tomar una posición aventajada, de modo que todos los ojos estuvieran puestos en ella. Con la punta de la varita presionó la marca Tenebrosa tatuada detrás de su oreja, llamando a la acción a aquellos que compartían los ideales tenebrosos. Una vez hecho, sostuvo la varita contra el cuello de Granger y ronroneo para que todos la escucharan. 

- La Marca Tenebrosa les envía sus saludos. Aquellos en contra de su causa sagrada, perecerán.

Manon asestó un golpe a Sophie detrás de la cabeza, desorientadola mientras desaparecía hacia el departamento de criaturas con  el fin de llevar a su cautiva donde sería juzgada. Dos de sus mejores mortifagos deberían estar listos para destruir las salidas y bloquear la que usaría de forma inmediata. Detrás suyo irían sus escoltas. Irrumpió en la oficina de la directora, su Leslie, dedicándole una mirada a todos pero solo dirigiéndose a ella. La máscara distorsionó su voz, pero la rubia sabría que era ella. 

- Nos vamos.

Kamra corrió sosteniendo a su cautiva sin dejar de apuntarle con su varita y patinó hasta atravesar la entrada de la chimenea dentro de la oficina. Sin más, sus cuerpos fueron trasladados hacia la Mansión Riddle.

@ Ada Camille Dumbledore  @ Mael Blackfyre  @ Leslie Ann Linmer PB  @ Eliah Selwyn R.  @ Malum Luxure  @ Eobard A. Black Lestrange  @ toji  @ Sophie Elizabeth Granger  @los demás 

Editado por Kamra Ashryver D.
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Fushiguro, Toji.  

El nipón se acercó más hacia las grandes ventanas que delimitaban el despacho de la directora del departamento de cooperación mágica internacional. El ruido que se empezaba generar en el atrio, justo donde se habían encontrado minutos antes. —Al parecer nuestros colaboradores ya han empezado con el trabajito — masculló mientras dibujaba una sonrisa malintencionada. —Quizás va siendo hora de que nosotros también nos pongamos en marcha.  

Toji se giró al tiempo que acababa su intervención. Miró fijamente a los ojos de compañera de armas y una sonrisa de complicidad se volvió a dibujar en su rostro joven. —¿Lo sientes? —la expresión del rostro cambio al instante, pasó de la complicidad y diversión a una insaciable sed de sangre. Pocas personas habían visto el verdadero rostro del mal encarnad en un solo hombre.  Sacó su varita y la deslizó sobre su rostro para ponerse la máscara que lo identificaba como asesino de brujos, Zenin. —Nos están llamando — añadió mientras dejaba caer el haori que llevaba encima.  

 

Zenin

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—Date prisa, Galia, no quiero perderme la diversión del atrio.  

Cruzó la puerta del despacho de la Dumbledore y echó la mirada atrás durante un instante, para asegurarse de que su compañera no se quede atrás. La respiración se le había acelerado, cosa que no le pasaba desde hace mucho tiempo. Zenin quería ver el mundo arder y pocas veces lo dejaba a sus anchas, y esta era la ocasión apropiada para dicho menester. —Nunca me ha gustado la “Fuente de la Hermandad” no representa nuestros ideales — masculló más que para su compañera, para sí mismo mientras cruzaban las puertas del ascensor.  

—Veamos que tal queda todo esto con un toque más invernal — declaró el nipón mientras sacaba su frasquito que contenían las semillas de hielo. Hacía mucho que había aprendido a usar la magia de sangre y ésta en particular le gustaba para poder jugar un poco con las víctimas. Zenin quitó la tapa que protegía el pequeño frasco de cristal y liberó las semillas de hielo para congelar la fuente y todo l que había en 100 metros a la redonda. —Me gustaría ver cómo intentan correr con el piso convertido en una pista de hielo.  

 

@mortios

 

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Llovía desde hacía algunas horas. Era la finalización del verano y el clima se estaba volviendo cada vez mas denso, más fresco, mas deprimente. Como las hojas de los árboles que se habían descolorido y ahora todo llevaba tono marrones y dorados. Había sido un lindo comienzo del dia con la noticia que me habían aceptado como profesor en Hogwarts, una muy buena siendo que habían pasado 5 años desde que me habían tirado como a un perro como Supremo Inquisidor. Al parecer el plantel se habían tomado las molestias de quejarse un poco.

Un poco porque desde que había llegado a ése puesto, gracias al ex ministro Ludwig Malfoy, habían tenido que trabajar. “Agradecemos sus servicios…” decía la carta antes de que la rompiera en mil pedazos y le diera algunos golpes al sillón de la sala. Pero los años habían pasado, los pactos se habían roto y la guerra había explotado. Era una suerte para mi no encontrarme en ése momento como cabecilla de Hogwarts porque me habrían quemado vivo por mi ideología. ¿muggles en el castillo? Estaban locos.

Las sombras se habían revoloteado después de varios meses de tranquilidad. Una tranquilidad que solo se encontraba de cara al público, pero pensando que ésa guerra y ataque a Stonehegde había sido la última. Habíamos ganado una gran parte de la guerra y nos habíamos salido con la nuestra, al menos para la mitad de la población que creía como nosotros que no compartíamos el espacio mágico, en ninguno de sus ámbitos.

En las afueras del Ministerio de Magia.~
Ahora teníamos un plan. La Marca Tenebrosa había trabajado desde las sombras y las paredes hablaban, si… Manon y Yume tenían una excelente idea. Había sido el primero en aceptar e incentivarlas que contaban conmigo para eso. Sería un espectáculo para nuestro nuevo líder.

La lluvia no imposibilitaba la idea de que surcara el cielo, dejando atrás aquella estela de humo negro, característico de los Mortífagos. Los edificios pasaban a mi lado mientras nos dirigíamos directamente a la entrada del Ministerio de Magia. Londres sería protagonista de una nueva actividad tenebrosa. Así que esperaba que todos pudieran ver aquel show. Podía ser que las cosas dentro del bando cambiaran. Sagitas ya no era más líder y yo lugarteniente. Pero si algo necesitaba era saciar aquella sed de caos.

Aterricé a unos metros de la entrada a los baños, los cuales luego de colocarse dentro de los inodoros, la gente caía justo a la red flú del Atrio. Miré alrededor, mi máscara me permitía ver todo el panorama claramente, pero nadie conocería la identidad de Goldor. Mi varita giró entre mis dedos en el momento justo.

Manon nos había dado la señal. La marca tenebrosa me ardía en mi brazo izquierdo.

¡Fuego Maldito! —dos águilas emergieron de la punta de mi varita, estallando en llamas demoníacas, levantando la temperatura del lugar. Volaron directamente contra la entrada de aquellos baños impactando en cada rincón. Los azulejos no aguantaban y explotaban y los marcos de las puertas caían al suelo calcinados. Tres veces hice aquel hechizo para que la entrada del sitio quedara destruida. ¿Había gente? No lo sabia y no me importaba. Problema de ellos.

Me giré con una sonrisa, que nadie podría ver detrás de mi máscara. Las órdenes eran claras. Nadie entraba, nadie salia. Asi que pensaba quedarme allí. ¿Y la Orden del Fénix? Recién allí empecé a escuchar algunos gritos de los muggles y las sirenas que empezaban a sonar. ¿Dónde estaba Juv?

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@ Kamra Ashryver D.  @ Kahlan Blackthorn  @ Leslie Ann Linmer PB  @ Ada Camille Dumbledore

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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