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¿Comienzo o Final?


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No estaba feliz con aquella ropa elegante. Iba de negro, con un vestido respetuoso con el luto que suponía todos llevarían por la muerte del Primer Ministro inglés. El mágico; el muggle estaría aún bien custodiado en su mansión. Me quedaba algo apretado, no en vano tenía más de 5 años en mi armario. No compraba nada desde la guerra. Hubiera preferido venir con mi túnica de sacerdotisa, pero era muy clara y algo usada, así que asistí ese sábado a la reunión urgente con aquel vestido con cuello apretado de un tul negro aunque demasiado trasparente para la ocasión. Mis zapatos eran bajos, como siempre, pero sacaba al menos una cabeza de altura del resto de magos y hechiceras presentes.

Para mi sorpresa, era de las pocas que había respetado el ritual funerario de llevar una rosa negra. La mayoría de la gente acudió con ropa muy clara o muy informal, e incluso demasiado colorida.

- A veces, parezco una vieja, con tantos protocolos - me dije para mis adentros.

Me encogí levemente de hombros, buscando caras conocidas. Después de tan larga ausencia del pueblo mágico, me costaba encontrar personas que antaño hubieran vivido conmigo. Madre se había retirado hacía mucho tiempo y mis últimos amigos pues... Seguro que ya no lo eran. Los había abandonado en la Noche de los Pactos Rotos, abandoné aquel bando cruel que lideraba mi tía y no había mirado atrás. Para mí, la guerra fue un sinfin de trincheras, socorriendo a los heridos y acompañando en sus últimos momentos a los que no tenían a nadie a su lado en tal horrible instante. Creo que fue aquí, en primera fila de batalla, donde maduré por fin y recobré las iniciales ideas de proteger al débil y ayudar a quien lo necesitaba. Mis creencias religiosas se afianzaron de nuevo y el culto a la Madre Tierra me devolvieron a mi vocación de sacerdotisa mágica.

Era hora de volver a casa, de encontrarme con mis conocidos y volver al grupo de origen. Estaba decidida a seguir siendo una sacerdotisa que ayudará a todos. Por eso estaba hoy en el Ministerio, para ayudar a la alma perdida del ministro fallecido, pero también para el reencuentro. La guerra me había enseñado muchas cosas, entre ellas a que hay que saber perdonar para poder ser perdonada.

Me pareció ver a Sagitas y también al primo Matt. Algunas caras me recordaban un poco a conocidos. No tuve tiempo de hablar con nadie. En el fondo, seguía siendo aquella muchacha tímida a quién costaba empezar una conversación. Pero también sucedió algo a lo que ya no estaba acostumbrada, un ataque mortifago, destrozando todo a su paso.

- ¿Algún herido? - pregunté en voz alta cuando todo acabó tan rápido como había empezado. - ¿Alguien necesita ayuda?

La superviviente de aquellos duros años de trincheras había aparecido, la que no se preocupaba por ella misma sino por los demás. Supongo que en aquel momento afiancé la idea que me había traído al pueblo: unirme a la Orden del Fénix.

Necesitábamos que el Ministerio eligiera de nuevo una cabeza visible que devolviera la normalidad al pueblo. Por un momento, pensé que todo era igual que antes, como si nunca me hubiera ido.

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Las cosas no estaban saliendo como las habían planeado. Por un lado, la huida de la fenixiana , ayudada por sus compañeras de la organización, y por la otra, la vergüenza que sentía ante a poca ayuda que prestó en el fugaz interrogatorio. ¿Se le podía poner nombre al desastre que estaba ocurriendo en aquella sala? Quizás solo era una forma de hablar, o bien describir la consecución de actos arbitrarios llevados a cabo por gente inexperta. De cualquier modo, las consecuencias de aquellos actos estaba a punto hacerse evidentes.  

Una explosión repentina conmocionó a los presentes. La huida de la prisionera se hizo más real con cada escombro que caía encima de los que aún quedaban en la sala minutos antes. La frustración en el mortifago le invadía cada centímetro de su cuerpo. De un momento a otro el grupo de magos tenebroso había pasado de tener bajo control una situación de rehén a tener la sede mortifaga, que era un sitio de lo más protegido, reducida a escombros, o bueno, parte de ella reducida a escombros.  —Que alguien las deteeenn... —las palabras del Zenin se ahogaron a causa de un cacho de escombro que se desplomó delante de él.  

Se apartó ágil segundo antes de que el siguiente trozo de techo se viniera abajo. Rápidamente pensó en la salvaguarda mágica y su cuerpo se volvió intangible, el resto de escombros siguió cayendo, pero ya no le afectaba al nipón. Sin embargo, los primeros escombros sí que le habían rasgado un poco la piel, pero sin causarle mucho daño. —curación— dijo en un susurro. Seguido, echó un vistazo para corroborar que no haya nadie más atrapado en los escombros. Vio como Galia ayudaba a la mortifaga que llevaba una máscara de medusa a salir de la habitación en ruinas.  

Ya en los jardines, se percató que Galia atendía a la compañera con la que cargaba. Esta sangraba mucho, pero Galia acertó aplicándole una curación de emergencia para contrarrestar los daños y que estos mismos no sean tan graves. —Necesitará más que una curación para contrarrestar todo el daño interno que le haya podido causar el peso del techo que se le cayó encima— mientras hablaba, el nipón sacó de uno de sus bolsillos un monedero de piel de moke, en donde llevaba varios viales con pociones y ungüentos que solía usar a menudo para tratar sus propias heridas. —Un poco de esencia de díctamo, esto le ayudará con las heridas sangrantes más graves y de paso alguna que otra rotura muscular interna— se acercó hacia la mortifaga y le retiró un poco sus ropas para descubrir las heridas y aplicar el líquido curativo.  

—Esto debería ser suficiente para que sus heridas sanen de inmediato— miró a Galia a través de la máscara para indicarle que la compañera iba a salir de esta. Toji se había percatado por el tono de voz de la Dumbledore, la preocupación que la francesa sentía por la mortifaga que estaba herida. —Deberíamos volver al ministerio cuanto antes...  

 

@ Yadiz Vashtí  @ Ada Camille Dumbledore

 

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El atrio del Ministerio es un lugar vasto y majestuoso, iluminado por una luz suave que se refleja en las paredes de azulejos oscuros, casi negros, con vetas doradas que añaden un toque de elegancia mágica. En el centro del atrio, se alza una impresionante fuente: una escultura encantada que representa varias figuras mágicas, como un mago, una bruja, un elfo doméstico y un centauro, todos rodeados por chorros de agua brillante. El agua fluye en patrones que crean un suave sonido relajante.

Alrededor de la fuente, se extienden largos pasillos adornados con puertas de madera oscura que conducen a diferentes departamentos. También hay varios ascensores, que emiten un leve tintineo cada vez que se abren o cierran, conectando este atrio con las plantas superiores e inferiores del extenso lugar. El ambiente está lleno de actividad: magos y brujas se desplazan con túnicas de diversos colores, muchos en conversaciones susurradas, mientras otros se apresuran hacia sus puestos de trabajo.

La atmósfera está cargada de tranquilidad y eficiencia, a fin de cuentas estábamos en el centro del corazón de la burocracia londinense, pero no todo es miel sobre hojuelas, detrás de ese despampanante exterior había mucha podredumbre y caos, odios y envidias, engaños y maldad. Mi rostro seguía cargado de cólera por la acción de la mujer junto a mi, la cual y después de unos segundos de descanso, iniciaba sus movimientos de nuevo, regalándonos nuevos atuendos. Inicie mi rumbo hacia donde esta indicaba, cuando de repente la que consideraba mi hermana llego hasta mi.

Una vieja amiga – Respondí a su rápida pregunta sobre quien era la bruja a mi lado, tras pararme abruptamente para continuar la charla con la Ahsryver, indicándole a la actual líder de la Orden que continuase su camino hacia el departamento auror ella sola – He tenido que rescatarla de una pequeña pelea en la que se ha metido esta mañana, nada importante – Kamra era y seria siempre parte de mi familia, la quería y confiaba ciegamente en ella y ambas sabíamos que nos podíamos confesar cualquier secreto, por oscuro que fuese. Por ende no podía mentirme, la conocía demasiado bien, al igual que ella a mi.

Muy probablemente solo yo seria capaz de notar su acidez al referirse a Zahil, como también la energía de su demonio interior, queriendo salir a jugar nuevamente, así como el ligero polvo que ensuciaba la parte baja de su túnica, la cual portaba con orgullo y elegancia – Un ligero contratiempo que espero no vuelva a suceder pronto – No, para nada era una amenaza, jamas levantaria mi varita contra mi aliada mas competente y leal, pero si dejaba en claro que la guerra abierta entre la Orden y la Marca tenebrosa volvía a contar con mi presencia y nuevamente seria yo quien destruyese todos sus planes futuros.

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Al vampiro no le importaba ser el escudo personal de las chicas a las que amaba. No era un héroe, ni tampoco un villano, era una persona que estaba defendiendo a su familia por sobre encima de sus propios ideales. Los hechizos seguían volando.

 

-Fortificum -invoco el vampiro agachándose provocando que una muralla de acero y mármol se levantara como su fuera una cúpula protegiéndolo tanto a el como a Cissy y Kore. Escucho como un par de hechizos golpeaban en aquella protección. 

 

Comenzó a pensar rápidamente. Tenia que sacar a su familia de allí y luego cobrar venganza por ponerlas en peligro. El hijo de la noche vio correr a mucha gente, por un momento le pareció ver corriendo a la de pelos morados, sin saber hacia donde se dirigía. El vampiro se levanto un poco y observo a su alrededor mientras hacia un par de protegos y porque no, lanzaba algunos hechizos neutrales para que no descubrieran su verdad.

 

-Mientras menos magia oscura utilice frente a la gente mejor, por nada e estado en peores situaciones y no se han dado cuenta de nada -dice para si mismo mientras recorre con los ojos la retaguardia buscando una vía de escape. Pero fue la ex vampiresa quien se dio cuenta de que algunas de las chimeneas aun eran útiles para huir, aunque claro estaba por seguridad las estaban cerrando. El ragnarok maldijo por lo bajo cuando paso un hechizo rozándolo sobre su cabeza. Bufo, pero sintió la mano de Cissy quien lo obligaba a moverse

 

Una vez que entraron en la chimenea desaparición de allí,  no sin antes observar todo el caos que quedaba atrás

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El ambiente era tenso, ruido por doquier algo que no cesaba el ministerios estaba patas arriba, algunas personas confundidas con lo que estaba sucediendo pues ya de por si era extraño ver a los mortifagos  invadiendo el ministerio, caso que algunos creían que era por la falta de un ministro de magia pero aquella causa tal vez iba mas allá de lo que se suponía entre las personas del común, los fenixianos. Dentro de aquel desastre saori vigilo aquellas zonas que  eran vulnerables  a un ataque o un intruso queriendo buscar. 

 

La Ashryver  con varita en mano trata de buscar a @ Leslie Ann Linmer PB  su líder pues perdió de vista a la mayoría de personas con que asistió  al ministerio, caminando por aquellos pasillos siguiendo aquellas voces y murmullos,  no quería perder tiempo necesitaba apagarse a la acción del momento la asiática solo corrió hacia aquel ruido. 

 

Atrio .. 

 

Al ver que sus colegas  si sabían armar un desastre en menos de nada, fijo en cada uno y mas de un fenixiano queriendo proteger lo poco que les quedaba, saori vio de lejos a  su media hermana Ada la cual era arrastrada con el mismo líder -Ahora que hiciste jajaa- detrás de  aquella mascara soaori sonreír al ver tal espectáculo que brindaba la liada mortifaga, de igual manera trato de buscar entre tanta gente a su hermana kamra pero al parecer no era algo que fuera necesario pues al ver la escena de Ada y Cilian  ya decía mucho. 

 

Algunos hechizos  se lanzaban de forma inexperta, al ver que uno se acercaba saori con tranquilidad y con sus sentidos activos - protejo - saori cambia un poco de expresión para unirse a sus colegas, atacando y de igual manera ayudando a cubrir aquellos que cumplían con la misión también , por su propia satisfacción de poder torturar y matar algunas pollos o magos, depende de lo que se podía encontrar. En todo aquel revuelo sauron ve a lo lejos a la personas mas cercana a ella, tal vez podría entrar una mayor dirección pues sabia que su tio, si sabia como  divertirse en este tipo de casos. 

al querer decir algo sauron sintió un leve ataque casi no logra esquiva, con varita en mano apunta hacia aquella personas. 

leve mente mira, hacia donde esta tu tio. -No, te diviertas solo .. -  @ Hades Ragnarok

 

@ todos

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Sin ubicarme en el sitio en que me encontraba, noté que el dolor, aquel antiguo amigo que hacía tiempo que no recibía en mis brazos en aquel grado de intensidad, había cedido su presión y que, desde hacía mucho rato, empezaba a sentir cierta movilidad en los músculos de mi cuerpo. Después de haberme sentido agarrotada por el suplicio de los huesos rotos, fue un gran alivio sentir que apenas sentía nada, aunque sea paradójico. Aún así, mi consciencia aún estaba lo suficientemente aturdida como para entender lo sucedido (sí, era una mema por haber pretendido ir más allá de lo que me permitía mi magia, creyéndome la gran bruja que todo lo podía, sin valorar antes los riesgos y, sobre todo, las posibles consecuencias) y qué había sucedido tras chocar contra las defensas de La Mansión Riddle. Unas defensas que, por cierto, hubo un tiempo que yo misma había mantenido activas.

Gruñí. Sí, ese gruñido de autocrítica por mi estupidez. ¿Cómo pude arriesgar mi vida y la de Lucrecia, confiando que un hechizo de Auras fuera  lo suficientemente fuerte para protegernos y burlas aquellas malditas defensas? ¿Es que no había aprendido nada de aquella insensata guerra? No tenía las ideas claras (¿cuándo las había tenido?) y mil imágenes se superponían a tal velocidad que dudé si serían reales o sólo figuraciones provocadas por cierto grado de inconsciencia y dolor, a partes iguales. Casi recordaba una máscara y una varita que se movía contra nosotras, pero no estaba segura de si no sería una imagen de mi pasado más o menos reciente quien atacaba a un civil y la hería. ¿Había infringido daño o me lo habían producido a mí?

También vi el amarillento rojizo de un fénix sobrevolando aquellos territorios, aunque el sonido de explosiones lo distorsionaban y bien podría haber sido un fuego provocado. Intenté mover la cabeza para disipar aquel aturdimiento, pero el dolor de sienes se intensificó en una migraña horrible que difuminó más aún las visiones extrañas que tenía en la cabeza. Era el efecto contrario a la claridad que pretendía y volví a gruñir.

A quien me llame gruñona empedernida, le diré que fue precisamente aquel sonido el que me hizo espabilarme un poco. Al menos lo suficiente como para sentir que mi hijo @ Matt Blackner me empujaba y que mis manos se arrastraban en el terreno lodoso producido por la gran lluvia con la que amaneció el sábado (¿aún era sábado o habían pasado mil días desde que me había levantado aquella mañana?), manchando mis uñas de barro. La suciedad no me molestaba, pero recordé que era todo lo contrario a lo que le gustaría a @ Lucrezia Di Medici .

-- ¡Sálvala a ella! -- le dije, en una voz seca y ronca, como si llevara años sin hablar. ¡Espera!, yo implorando ayuda hacia un tercero, una tercera en realidad, hacia una mujer a la que no sabía si odiar o si considerar amiga, a la que en algún momento había confiado mi vida en ciertos hechos anteriores a la guerra y a la que había maldecido más de una vez por recordarme la muerte de mi hermano Severus. -- No, sálvame a mí. Bueno, a quien quieras, haz lo que quieras...

Supongo que me sentía desfallecer y, además, sabía que Matt iba a sacarnos a las dos de allá o a ninguna. Él era así de buena persona, no entendía a qué rama de la familia salía. A mí no, seguro; no me sentía así, al menos ahora, aunque recordaba aquella época en que anteponía el bienestar de los otros antes que el mío propio.

-- ¿A dónde vamos? -- le pregunté, por primera vez consciente de que nos movía. Pero no duró mucho tiempo y volví a cerrar los ojos, donde las imágenes se repetían a velocidad altísima. -- Dile a Babila que no haga ruido. Me duele la cabeza un montón. Y a Jack que no me despierte cuando regrese de cazar dragones.

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Puse la mano en el hombro de @ Sean -Ojo Loco- Linmer , dándole una palmada, asintiendo con preocupación. Por más que quitara importancia al hecho de que no supieran donde estaban, a mi me preocupaba el hecho de no saber el paradero de mi hijo y Sagitas. 

- Ya, no te preocupes...hace tiempo que no nos vemos. - contesté, mientras oteaba el atrio.

 

La voz de @ Hecate Engosvezhof  me hizo fruncir el ceño. Preguntaba con cierta inocencia, como si efectivamente, el hecho de que faltase el directo de accidentes y la pelivioleta fuera algo normal.

- Olvidáis que, por hábiles qeu sean, siguen siendo humanos. Y no hace poco, estábamos en guerra. No podéis estar tan tranquilos. - dije, antes de qeu algo me hiciera avanzar hacia las entradas del baño.

 

Matt Blackner

Arrastré a @ Lucrezia Di Medici  y @ Sagitas E. Potter Blue . Usar la aparición mientras tiraba de las dos había sido una odisea, y ahora, arrastrándolas por el suelo del atrio después de que Sean reparase los accesos, caí en la cuenta de lo que había pasado. Los empleados ministeriales abrían paso a nuestro alrededor, algunos, indecisos, sin saber qué hacer. Otros, sin embargo, intentando socorrer a los heridos.

 

Escuché la voz de @ Xell Vladimir Potter Black . Un vistazo rápido me bastó para notar que su ropa estaba limpia, y eso quería decir qeu acababa de llegar. Cruzamos la mirada, por lo que le hice un gesto de cabeza para que se acercara. Además, escuché pisadas apresuradas, que conocía. Los pasos de Jack eran inconfundibles para mi.

- Las dos tienen un tobillo roto. - dije. - Están inconscientes, pero no han sufrido otros daños. Traté de sanarlas, pero no estaría de más que las revises, Xell. - pedí a la rubia, mientras soltaba a las dos mujeres.

 

Me enderecé, embarrado, empapado, quitándome la capucha. Jadeaba por el esfuerzo de tirar de ambas, y la rodilla derecha no dejaba de quejarse, haciéndome cojear en cada paso.

- Qué ha pasado? - pregunté, notando a Sean y Helike en el atrio - eh? 

 

Saqué la varita, agitándola para reparar un sector del techo a punto de desprenderse. Ojo de buen accidentoso, no necesitaba mirar demasiado para encontrar qué reparar. Era una pregunta retórica. Tenía bastante claro lo que había pasado.

- Qué ha pasado? Alguien ha hecho algo? ALGUIEN HA INTENTADO AL MENOS PLANTAR CARA?

 

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En el Atrio

¿Qué decir? Por lo que supo gracias a poderes que no hubiera querido utilizar cuando ingresó al ministerio, Sophie había logrado regresar y había sido en compañía de otra bruja de cabello oscuros. El lugar se veía como en las peores épocas. Magos y brujas por todas partes intentando sanar y reparar. Suspiró. ¿De verdad quería volver a ese deja vú?

Se giró y miró hacia los ascensores, parecían algo desbaratados, quizás lo mejor fuera utilizar las escaleras. A lo lejos distinguió al Blackner, arrastraba a dos mujeres, una rubia y otra ¿pelivioleta? Vaya, el mago ya estaba solucionando problemas. Mordió su labio, en épocas pasadas le hubiera ayudado, como ex miembro de la seguridad, pero ahora no era nadie allí más que una visitante y si estaba era porque había recibido los dos… maldición… ¡Luna!

Abandonó la idea de subir a las oficinas al recordar que la pelirroja había dicho que estaba en el atrio. Sacó su varita y corrió hacia el centro del lugar, despejando los restos de pared y techos que había caídos por todas partes, preguntándose dónde demonios podía estar la Gyffindor.

Molesta pero consciente del peligro pensó en la [Daga del Sacrificio, no era la mejor opción, pero entre su habilidad para curarse más rápidamente y la posibilidad de defender a la bruja si aún había atacantes o directamente dañar a alguno de ellos si se interponía en su camino, prefería arriesgarse, después de todo, la sangre y ella eran más que amigas.

La voz de su primo sonó en el atrio tan fuerte que hubiera jurado que había utilizado un sonorus, como fuera, ella se preguntaba lo mismo, ¿solo Luna y Sophie se habían enfrentado a los mortífagos? Suspiró y una vez más dudo, pero continuó buscando, ahora llamándola en voz alta.

—¡Luna! ¿dónde estás? —mantenía aún la guardia en alto, para evitar poner en riesgo a su amiga al llamarla de esa manera.

@ Luna Gryffindor Delacour

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Luna Gryffindor Delacour- Jefa de Aurores,Debajo de los escombros, en el Atrio.

 

Había peleado con valor o al menos, lo había intentando, pero cuando la pared se cayó encima mio, me quede quieta y sin moverme, me había quedado inconsciente por unos segundos antes de intentar salir pero me era imposible, la pared estaba encima de mis piernas y apenas si podía respirar porque me apretaba el pecho y no podía mover mis manos como antes.

 

Escuche el grito de mi amiga Darla, así que hice todo mi esfuerzo para ver algo, la escuchaba lejana como si estuviera bajo el agua y ella me estuviera gritando desde la orilla de la playa, tenía que hacer el esfuerzo porque no podía morir así, éste no podía ser mi final después de luchar tanto y pelear por mis valores.

 

- Darla, Soy Luna estoy acá debajo, maldición esto es terrible, veo demasiados escombros y me late la cabeza, ¿atrapaste a alguien? No veo nada más que pared y pared, por favor, ayúdame- Le dije intentando elevar la voz lo más que pueda y sintiendo como mi voz cantarína rebotaba en la pared delante mío-

 

Suspiré esperando que ella me encontrara, mientras intentaba moverme había escuchado el tintineo de los escombros arriba mío, si iba a morirme al menos lo había hecho luchando y con valor, pero todavía no podía irme, tenía cosas que hacer y no quería dejar de luchar, seguiría despierta o al menos lo intentaría, para que Darla pudiera escucharme y sacarme de acá cuanto antes mejor.

 

- Darli, por favor, ven rápido, si me escuchas, sólo no puedo mover mi varita y no sé como salir de acá, me emboscaron y no pude hacer nada, uno de ellos hizo un bombarda y el resto es historia - Le comenté esperando que me encontrara y explicarme mejor que pasaba, aunque sólo hablaba para no desmayarme de improviso -

 

 

 

Intente moverme por tercera vez, pero lo único que hice fue que el escombro se clavara más en mi pierna, resolle del esfuerzo que estaba haciendo y decidí quedarme quieta al fin, no podía hacer nada más que esperar a Darla o a alguien que se apiadara de mí y me viniera a buscar, si tan sólo pudiera mover mi mano para lanzar chispas con mi varita, pero estaba inmovilizada y sólo me quedaba rezarle a Dios para que si me encontrarán y no perecer entre estos escombros.

 

@ Darla G Dumbledore  

 

Editado por Luna Gryffindor Delacour

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No hay marcha atrás, ¿o sí? A estas alturas del viaje, y no lo dice de este tedioso trayecto en tren, se pregunta si esto es lo que realmente necesita, si es lo que realmente ha estado buscando. Finalmente está lejos de todo lo que conoce hasta ahora, sin embargo, no puede sentirse libre de ataduras aún. Las huellas del pasado parecen seguirlo, como sombras que se aferran a su existencia, y aunque el paisaje exterior cambia rápidamente, el paisaje interno sigue siendo el mismo. El tren avanza a toda velocidad, pero dentro de sí, sigue estancado en un mar de dudas y viejas certezas.

Afuera es un poco dramática en contraste a la estación dejada atrás hace ya más de un par de horas, pues llueve la última vez del verano y la primera por el resto del año, una transición que no representa nada sus pensamientos y sentimientos, pero que sí podría interpretar como un augurio. 

Y no de los buenos. 

La lluvia, con su insistencia, parece querer barrer algo más; es como si intentara limpiar el aire de una tensión invisible, una advertencia de que el cambio está en marcha, no solo en el clima, sino en su vida. Cada gota que golpea la ventana del tren es un recordatorio de que, a pesar de la aparente calma del trayecto, el verdadero viaje está ocurriendo dentro de él, y las tormentas internas son mucho más difíciles de prever y de manejar que cualquier aguacero pasajero.

En aquel penúltimo vagón del largo expreso no viaja nadie más que él y está seguro de que nadie más subirá antes de su destino. El silencio en el compartimiento es abrumador, roto solo por el suave zumbido de los raíles y la lluvia golpeando las ventanas con dureza. Estaba siendo una terrible forma de comenzar este viaje.

Le queda poco tiempo ahí, antes de que el tren arribe en la estación, y se pregunta qué es lo que tiene que hacer cuando llegue. ¿Qué caminos debe tomar? El mapa en su mente parece difuso, sus opciones se presentan en la penumbra de la incertidumbre. La estación final, tan esperada como temida, se vislumbra a lo lejos, pero el camino después de su llegada sigue siendo un enigma. Debe enfrentarse a la realidad que le espera, con decisiones que tomar y pasos que dar en un terreno desconocido aunque con un objetivo que hasta ahora se sigue manteniendo claro y palpitante. 

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