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¿Comienzo o Final?


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Llegando a las afueras del MM

A mitad del camino había perdido a la dálmata, maldijo, ¿cómo podía disolverse tan rápido? Igualmente no tuvo mucho tiempo más de pensar un San Bernardo apareció frente a ella y reconoció la voz que surgió de él:

«Estoy en el atrio del ministerio, se que esto es peligroso, pero deben de venir para que podamos idear un plan para salvar a Zahil, los estaré esperando detrás de una columna, espero que puedan venir rápido, los necesito»

La voz de Lunita la hizo fruncir más el ceño, probablemente eran sus palabras el motivo por el cual la fuerza del patronus de Sophie había cedido.

Una nueva maldición escapó de los labios de la pelirroja y se desapareció de donde estaba, para aparecer sin miramientos ni preocupaciones de que la viera algún muggle, en el callejón que daba ingreso a los baños del Ministerio de Magia.

Se miró de pies a cabeza y negó con gesto molesto, apuntó con Edelweiss hacia un par de latas que había tiradas en el lugar y murmuró con un dejo de resignación

—Morphos —tras un casi imperceptible destello un par de zapatillas azules reemplazaron a las latas y la pelirroja se calzó, no hacía mucho juego, pero al demonio con todos y todos.

Busco en su bolsillo la bolsa de piel de moke que siempre llevaba asegurada en él con magia y donde podía encontrar aquella moneda que no tenía ni idea si aún funcionaría. ¿Cómo era ahora el ingreso al ministerio? Ella era una invitada ahora y sin embargo. Claro que habían pasado siete años desde la última vez que se había presentado en el Ministerio de Magia.

—Maldita sea Sophie —murmuró —siempre has sido y serás un dolor de cabeza —sus ojos brillaron con los recuerdos de un pasado tan pero tan lejano que ni ella creía que pudiera existir, era una época en que las Lunitas no existían y las damas de la noche eran capaces de utilizar su magia sin temor ni preocupación alguna de que sus poderes pudieran considerarse “demasiado” para  una sociedad hipócrita y mojigata.

¿Desde cuándo ella pensaba así? Era algo que había ido amasándose en los últimos años, la vampiresa perdía día a día sus filtros y le importaba tres cuernos lo que los demás pensaran de ella o les molestara de su actitud.

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Mientras aquellos magos hablaban y amenazaban a la auror de muchas maneras, ella observaba y escuchaba. Podía oír que en el exterior alguien no invitado hacia su aparición y podía ver como esto incomodaba a sus captores. También supo hacia donde podía estar la salida pues algunos salieron por la puerta frente a ella y a espaldas de un nuevo mago que se acercaba a tratar de intimidarla. Pero ella había sido mortifaga, varias veces, sabía que podían ser impetuosos y no lograban resistirse a una buena pelea. Así que aquellos que ya no estaban en la habitación no podían haber ido a otro lado que no fuese el patio de la Mansión. Ladeo un poco la cabeza mientras su mirada rojiza observaba los ojos de aquel rostro escondido tras una mascara.

 

- te rindes? - dijo imitando al mortifago para luego reirse- Arena magica del desierto - susurro mientras lanzaba el polvo sobre aquel mago dejandolo cegado por un momento. Tras su jugada pudo escuchar una explosión y mucho polvo. Era su momento, corrio tan rapido como pudo hacia donde habia escuchadoo el ruido mientras lanzaba un haz de la noche frente a ella y lo atravezaba para caer justo en la entrada de la Riddle y a lado de una bruja loca que no podia ser otra que la Weasley, su lugar teniente.

 

te tardaste demasiado, casi me matan - le grito mientras se agachaba, porque las cosas afuera no eran tan buenas como adentro y no queria terminar muerta afuera habiendo escapado por los pelos

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Estaba de pie, aunque claramente magullada. Su rostro mostraba signos de la batalla que había librado antes de que llegara. Su respiración era pesada, pero mantenía la cabeza en alto, el brillo en sus ojos aún intacto a pesar del sufrimiento. El alivio de verla viva fue un suspiro que apenas noté. Pero no había tiempo para eso. La lucha estaba lejos de terminar. Eso si, su agradecimiento fue tan risueño como ella.

—Uy, de nada, tambien es un gusto volverte a ver — Y siendo la descarada de siempre le guiñe un ojo.

Los mortífagos se agolpaban en las sombras, las máscaras brillando a la luz tenue de la sala. Los vi avanzar, confiados, sabiendo que nos superaban en número, creyendo que ya habían ganado por mero desgaste. Pero esa confianza se iba a convertir en su error. Con un movimiento casi automático, apenas pronunciando el hechizo, conjuré lo que sabía que los haría dudar, aunque fuera por un segundo.

—Morphos —mi voz era apenas un susurro.

Del aire, un poderoso hipogrifo apareció, sus alas desplegándose con un batir atronador, haciendo que el suelo temblara. Sus garras arañaron el suelo de piedra y su pico se abrió con un chillido amenazante. Los mortífagos titubearon, retrocediendo ante la criatura majestuosa que apareció entre ellos y nosotros. Algunos levantaron las varitas, pero no atacaron de inmediato. La bestia no les daba opción. Justo lo que necesitaba.

—Zahil — Mis movimientos eran rápidos pero precisos. Sabía que no teníamos mucho tiempo antes de que los mortífagos recuperaran su valor. La batalla aún no había comenzado de verdad —Episkey —dije con firmeza, sanando los cortes más profundos en su rostro —. Episkey, Episkey —repetí, moviendo la varita hacia sus brazos y piernas, cerrando las heridas. Cada palabra que decía sellaba una herida, cada conjuro restauraba algo de la fuerza que había perdido.

El hipogrifo seguía allí, agitado, sus alas todavía abiertas, ofreciendo la distracción que necesitábamos. Podía escuchar los murmullos de los mortífagos. Estaban organizándose, preparándose para atacar. Pero ahora, Zahil estaba de pie a mi lado, curada lo suficiente para luchar, y con el fuego de la batalla encendiéndose en ambos.

Uno de los mortífagos más audaces dio un paso adelante, apuntando con su varita.

—¡Adelante! —grité, mi voz resonando por la sala. El hipogrifo lanzó un chillido ensordecedor, batiendo sus alas con fuerza, levantando polvo y escombros, obligando a los mortífagos a retroceder una vez más. El espacio que habíamos ganado era pequeño, pero suficiente.

 

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La Granger agradeció con una sonrisa la manita de tigre que Lisa le estaba dando mientras se escondían detrás de una columna y del hipogrifo que la bruja había invocado. Era mala para las peleas pero tenia muy buena memoria y había estudiado mucha magia durante los años que habían tenido que esconderse durante la guerra de los pactos, así que conocía hechizos que algunos de sus enemigos no, al menos los conocimientos de los uzzas no se habían desperdiciado. Solo tenia que pensar que hechizo usar mientras Lisa hacia tiempo. Además estaba segura que en jardín no solo había mortifagos, sus sentidos vampiricos habían sentido la presencia de magos ajenos a la Riddle aterrizando alrededor de la Mansión. No podían simplemente largarse de ahi sin asegurarse que todos salieran de ahi con vida.

se que hay alguien mas aquí, Lisa, no los viste tu?- dijo buscando en vano, había polvo y oscuridad- ademas tenemos fuga de información, ellos estaban seguros que soy fenixiana y no es que yo vaya gritandolo a los 4 vientos.

 

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Llegando al Atrio del Ministerio

No pude evitar soltar una tremenda carcajada al ver lo que había quedado de la parte superior. Medio en llamas, medio destruído. Ahora cualquier persona, no mágico y con sangre mágica, podía pasar tranquilamente a husmear y ver qué demonios había ahí antes. No tenía ni idea que era lo que estaba pasando en la mansión Riddle después de dejar a Sagitas y a Lucrezia maniatadas y con sendos huesos rotos, lo sentía por Sagitas y esperaba que nunca lo descubriese pero me daba mucho más gusto por Lucrezia. Había odiado siempre a su familia, había sido rival de la mía... aunque ésta hubiese desaparecido, renacería poco a poco con fuerza, con poder para volver a atacar de nuevo.

Iba maquinando lo que podría hacer mientras intentaba pasar por la zona de los waters que se usaba para hacer uso de la entrada mágica, pero recordé que había otra entrada distinta. En teoría estaba colocada en otro lado, y sólo podían bajar dos personas, pero no había problema porque ahí sólo estaba yo. Me puse la capucha y fui en dirección contraria, hacia la otra calle hasta que encontré una cabina telefónica rota, aunque bien es cierto que nadie se percataba de ella, debía de tener un hechizo repelente o algo así, porque ahí seguía.

Entré en la cabina y marqué varias teclas, tras un leve traqueteo empezó a bajar lentamente, le costaba... y no me sorprendía lo que habíamos hecho, habíamos destruído todo desde dentro e incluso, habíamos roto todas las protecciones mágicas del lugar... si los que quedaban no se movían, la policía muggle y todos los demás se podrían dar cuenta de que algo pasaba y se podía liar una muy gorda. El siguiente traqueto fue cuando llegué al suelo. Todo estaba hecho una pena, varios muertos por el suelo, varias hoquedades que revelaban lo que había detrás de las paredes, pero sólo una de ellas, se veía la calle principal... enseguida me apresuré a borrar el rastro...

Realicé todos los hechizos protectores que conocía, además de los implementados por el ministerio y los conocía porque ya había trabajado en ellos. Tras varios encantamientos de reperación, la parte delantera ya estaba sellada, sólo me faltaba encontrar a Matt ( @ Matt Blackner ) para empezar las reparaciones... tendría que reparar las malditas chimeneas, estaban TODAS DESTROZADAS! y seguramente otros magos deberían buscar otras formas temporales de desplazarse al ministerio. Con un movimiento de mi varita susurré:

- expecto patronum - invoqué a un protector, varios hilillos plateados formaron un murciélago blanco, seña de mi identidad espiritual, le indiqué que avisara a Matt, que estaba en el Atrio en la entrada y que venía a ayudar... no sabía si me lo creería porque estaba antes de las explosiones, pero por el camino, podría buscar una excusa más o menos creíble

 

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El sonido de los hechizos, que claramente los seguidores de lo oscuro lanzaban contra mi creación, queriendo derribarlo y hacerse un hueco para llegar a nosotras a como diese lugar, rebotaban en las paredes haciendo que la algabaria aumentase de nivel a cada instante. Los estruendos eran tal, que si los muggles los llegasen a escuchar se creerian que el mismo fin del mundo habia llegado. Los destellos verdes y rojos llenaban el aire, chispas de pura magia cruzando la sala. Pero yo no me movía de donde estaba.

Frente a mí, los golpes mágicos chocaban contra las defensas que apenas lograba conjurar. Era una de las mejores en mi terreno, rapida y eficaz, pero ellos me superaban en numero. Aguantar costaria, pero demostraria una vez mas porque me llamaban Demon Hunter. Mis pies plantados firmemente en el suelo, mi varita en alto. Mi verdadera tarea no era lanzar hechizos ofensivos. No esta vez. Detrás de mí, apoyada contra una columna destrozada, estaba Zahil, apenas recuperando las fuerzas que los mortífagos le habían arrebatado.

Yo era su escudo.

No importaba que el aire a mi alrededor estuviera cargado de peligros, que los hechizos volaran a centímetros de mi cuerpo. Mi lugar estaba allí, entre ella y el peligro, sin vacilar. El dolor de algunos cortes y quemaduras ya marcaban mi piel, pero no me importaba. Nunca me había importado salir herida. Desde que me uní a la Orden, desde que tomé la decisión de proteger a aquellos que no podían defenderse por sí mismos, sabía que este sería mi destino. Mi corazón me decía que esto era lo correcto. Protegerla, proteger a mi compañera, sin importar el costo.

Sentí cómo Zahil se movía detrás de mí, susurrando un leve agradecimiento entre respiraciones entrecortadas. —No —respondí sin titubear, mi voz calmada, aunque por dentro lo sabía tan bien como ella—. No he visto a nadie más. Somos solo nosotras —.Aunque esperaba que esa afirmación cambiase pronto. La Orden no podia estar tan diezmada como para no cumplir la promesa de salvaguardar la vida humana. Sentí cómo su mano se apoyaba en la columna detrás de mí, sus fuerzas volviendo de a poco. Sabía que estaba cansada, pero Zahil no era de rendirse, no después de todo lo que habíamos pasado juntas. Yo solo necesitaba darle tiempo, el suficiente para que pudiera volver a pelear a mi lado.

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Tras breves instantes la lider fenixiana había recuperado sus fuerzas y la mano le quemaba por lanzar todo su repertorio sobre aquellos magos pero la memoria maldita de la última lucha de Elvis contra ellos hizo que por un momento su mano temblara. No, su primo no querria su mismo destino para ella. Era el momento de marcharse y llevarse a Lisa con ella, aunque la Demon la iba a patear por todo el camino, era preferible ir a un lugar seguro.

 

-fulgura nox - pensó y un nuevo túnel se abrió frente a ellas. Tomó el brazo de la Weasley por sorpresa y la lanzó dentro para correr tras ella en cuanto esta salió disparada hacia el túnel. Ambas aparecieron en el Atrio como si el túnel las hubiese escupido y la Granger se escondió tras la fuente 

-no me mates, fue con cariño - gritó a sabiendas que Lisa era capaz de terminar lo que habían iniciado los mortifagod

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No podía creer lo rápido que todo había sucedido. Apenas unos segundos atrás, Zahil había levantado el Fulgura Nox, creando un túnel de energía brillante que nos envolvió por completo. Antes de que pudiera procesarlo, estábamos en el Atrio del Ministerio, a salvo, lejos de miradas curiosas. A mi alrededor, varios magos y brujas se detenían, confundidos por nuestra repentina aparición, pero Zahil había calculado bien. Nadie nos miraba demasiado fijamente; todos parecían ocupados con sus propios asuntos, lo cual era parte del plan, supongo.

Giré mi mirada hacia Zahil, aún sintiendo la adrenalina corriendo por mis venas. Mis ojos la atravesaron con una mezcla de incredulidad y dureza. ¿Huir? No era algo que me sentara bien. Nunca he sido una cobarde, y si había que luchar, yo era la primera en la fila. La maniobra me había pillado por sorpresa y, aunque comprendía que Zahil solo quería protegernos, no podía evitar sentirme furiosa. Prefería enfrentarme a los mortífagos cara a cara y morir en el intento y ella era muy consciente de ello.

—Luego arreglaré cuentas contigo, —pensé con un ligero temblor de rabia en la voz, aunque no lo dije en voz alta. Ahora no era el momento de discutir.

Había cosas más importantes en juego. Si los seguidores de Voldemort realmente habían decidido secuestrar a Zahil, la nueva líder de la Orden, significaba que estaban activos de nuevo. Londres podía estar en peligro y, hasta donde yo sabía, el resto de la Orden aún no había aparecido. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué no estaban aquí? No podía quitarme de la cabeza que algo grave estaba ocurriendo, ademas de la pregunta del millon ¿Quien o como se habian enterado de que Zahil era parte de la Orden?

Miré a mi alrededor, esperando ver alguna señal de que todo estuviera bajo control, pero la incertidumbre en el aire era palpable. Notaba tension en el ambiente y un aura nociva. Alli sucedia algo mas y mi deber era averiguar que era. Si los oscuros habían regresado, no había tiempo que perder. Zahil se movía con rapidez y yo la seguiria a donde fuese. Aunque yo estaba frustrada, sabía que tenía que confiar en su liderazgo, al menos por ahora. El tiempo de confrontarla vendría después, cuando Londres estuviera a salvo.

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Mi relación con @ Matt Blackner  era bastante fluida. Nos soportabamos y eso era mucho decir. Así que el apoyo y la camaradería era suficiente para restaurar la relación ahora laboral. No hacía falta grandes aspavientos de hermandad ni nada de eso. 

Eso sí, antes de empezar tome una pluma y papel regio oficial y dejé escrito en ella mis intenciones de volver a incorporarme al Ministerio. Sin mas al toque de mi varita el papel se hizo avioncito y salió hacia la zona de registros. Listo así ya podía regresar y me pagarían por los arreglos que hiciera.

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Sabía que la primera impresión tras una considerable ausencia de su parte, no sería bien recibida. Aún así, la expresión de Juliette al escuchar noticias del más joven de sus hijos, le dio un poco de tranquilidad. Un lujo que no se había podido permitir en años, como un bálsamo para una profunda herida que había recibido. 

Desde luego, este sistema ha demostrado ser tan vulnerable, que un ligero temblor lo volvería a hacer añicos —coincidió, recordando la inestabilidad de la institución a lo largo de los años —, ya no digamos, un grupo de adolescentes buscando una profecía.

Si bien, era nuevo en el entorno del Departamento de Misterios, estaba consciente de las restricciones a las que estaba sujeta la dependencia, dadas las constantes tendencias a ser blanco de ataques e infiltraciones. 

Pero eran asuntos triviales, comparándolos con los que ambos estaban lidiando en ese momento. No tuvo que preguntarle qué era lo que le pasaba, pues también él lo había sentido: el tatuaje tenebroso en su antebrazo volvió a escocerse la piel, como no hiciera en la última década. Casi como si se tratara de un evento poético, recordó que cuando ocurrió su primer llamado, los dos coincidieron en el mismo lugar. 

No obstante, las cosas eran muy diferentes ahora. 

Le sostuvo la mirada a la Rosier mientras iba de aquí a allá. Era como una atracción magnética y, aunque jamás lo admitiría, de los atributos que encontraba más atractivos en su esposa; por un momento, se sintió ensimismado, entre el barullo del Atrio, que a pesar de estar varias plantas debajo era ligeramente audible, y la preocupación de Juliette por el futuro de las familias.

El último nombre lo hizo reaccionar. 

Baela, ¿cómo está ella? ⎯ sacudió la cabeza, regresando al punto preocupante. Desde luego, se preocupaba por ella casi tanto como se preocupaba por Daeron, aunque era una constante el haber estado ausente cuando más le necesitaron ⎯. No pasará. Por algo tomamos la decisión de mantenerlos a raya. Claro que, el contexto familiar pesa bastante por parte de ambos ⎯ agregó, recordando la sensación de poder al haberse unido al resto de los Black Lestrange como un mortífago. 

Dio un ligero apretón a los dedos que un momento después rozaban su mano. Aún después de diez años, esos momentos de privacidad se sentían como una bocanada de aire fresco.

Caminamos entre dos mundos distintos, pero no podremos hacerlo eternamente. A veces es mil veces mejor premeditarlo, que hacer algo con la esperanza de que no todo se vuelva un caos. 

La siniestra calma parecía haber alcanzado incluso al desierto Departamento de Misterios. Sin romper el contacto con Juliette, hurgó su bolsillo con la mano libre, hasta encontrar lo que estaba buscando. La coartada perfecta, por si alguien iba a fisgonear por ahí. En su juventud como mortífago, la experiencia de estar en el frente le producía una adrenalina que pocas situaciones le generaban, pero dados los eventos más recientes, hasta él consideraba más prudente jugar una partida larga

Estamos de acuerdo en que la familia es prioridad, ¿no? Sabes dónde está Daeron, y te puedo asegurar que hasta el último Thawne, incluyéndome, lo cubrirá. Enfoquémonos en los demás, esta reunión familiar va a ser emocionante ⎯dejó caer los detonadores trampa cerca de la entrada a la Cámara del Espacio, que seguía fragmentada tras la entrada de su esposa. 

Los cachivaches se activaron, comenzando una marcha metálica hacia la entrada de la dependencia misma. Una vez ubicados en su posición, se detonarían a sí mismos, simulando un intento de infiltración. Confiaba en que el Director lo entendería; después de todo, no había inefables a los cuáles usar de chivo expiatorio. Quizá cuando las aguas se calmaran un poco, podría formular una serie de hechos que explicaran por qué el Departamento de Misterios y, más específicamente, su área de investigación, estaba hecha un caos.

La verdadera cuestión es, ¿cuál será nuestro siguiente movimiento? ⎯ se dirigió nuevamente a la Rosier, ya con varita en mano. Si decidían moverse a otro sitio, conjuraría el Haz de la Noche, para evitar depender en modos de transporte regulados.

Había tomado todas las precauciones posibles, como llevar puesto el anillo salvaguarda contra oídos indiscretos, que haría que su conservación se mantuviera privada. No podía dejar las cosas a la suerte. Ya no.

 

@ Juliette Macnair

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