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¿Comienzo o Final?


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Negué con la cabeza.

-Tenias que ir. Además, hay demasiada gente. Estoy segura que la mitad no conocen a Theodore de nada- apenas lo conocía yo, y esos que había estado como Jefa Suprema del Wizengamot, y ex Directora del Concilio de Mercaderes. 

Pero los últimos años me había alejado de todo, incluso de la Marca. Después del liderato de Aaron y Arya, había venido el de Sagitas. Las guerras de poder habían comenzado a suscitarse dentro de la filas Mortifagas y todo se había vuelto de cabeza. Fue cuando decidí retirarme.

Aunque, siendo sinceros, nadie deja la Marca, no realmente, nunca. Es como un parásito que se alimenta de uno. Los había vivido con Hades, carcomido todos esos años por sus deseos de ser líder, algo que me atormentaba constantemente. Pero era su meta, y yo lo apoyaba en todo lo que quería y podía. Jamás iba a dejar sus deseos de lado por los míos. 

-Hicimos bien en dejar a Beren con Aidan y los gemelos- nuestro hijo menor no podría haberse mantenido sereno en aquel lugar lleno de gente. Y, como decía Hades, algo no estaba bien en el ambiente.

Nosotros no nos habíamos marchado de Ottery como muchas familias, al iniciar la guerra. Nos habíamos quedado por nuestra fidelidad a la pureza de sangre y a los valores que Aaron, como Ministro, había impuesto, y que Sagitas había continuado en su mandato. Creía fervientemente en él, en ese gobierno. Hades era menos de la política, pero me había apoyado. 

Nos habíamos quedado en la Ragnaventus con un centenar de protecciones. Yo había renunciado a mí empleo, tenía suficiente dinero para vivir cómodos por varios años. Hades lo había mantenido porque ser medimago era su vida, y yo no había querido sacarle eso. Al final había terminado trabajando turnos interminables, y yo me había quedado en casa con los elfos y los niños. Jamás me había imaginado a mí misma como un ama de casa, pero no hubiera podido salir de la mansión y dejar solos a mis hijos. 

Ahora, con esta paz agrietada y desequilibrada, Aidan y Arya habían vuelto a la mansión Macnair y entonces los tenía a ellos para cuidar mutuamente de nuestra familia. Ellos se habían ido al Norte, con Castalia y Sebastian. Y todavía no había podido ver a Arya, así que no sabía cómo estaba ella luego de todos estos años sin vernos ni hablarnos. Habíamos temido que nuestras cartas fueran interceptadas y apenas habíamos mantenido una conexión. Era mejor así.

-Mira- dije, señalando entre la multitud con un movimiento de cabeza.

Altos mandos del Ministerio, viejos colegas, empezaban a llegar.

 

@ Hades Ragnarok

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Sentí que alguien me cogía por el brazo y giré la cabeza, mirando con ojos furiosos a quién se había atrevido a tocarme. En mi primera ojeada, había visto cabezas (no mucho más en medio de aquella riada de gente) conocidas. No es que les ignorara, como a @ Sean -Ojo Loco- Linmer o a @ Leslie Ann Linmer PB , familiares al fin y al cabo, o a ¿la aún Primera Ministra de Francia tras la guerra, @ Ada Camille Dumbledore ?; al fin y al cabo, no estaba al día de los puestos políticos después de la gran guerra. Era sólo que... yo buscaba a mi objetivo, Lucrezia di Medici y no tenía ojos más que para aquel pelo que imaginaba peinado y repeinado con estilo y grandeza de los que se creen herederos del mundo por su dinastía.

Es por eso que @ Matt Blackner , mi hijo, se libró por poco de un movimiento de varita. Fue apenas imperceptible, pero yo sentí cómo se tensaba mi muñeca en torno al pomo liso de cuero viejo y algo agrietado (algo impensable para una vendedora de varitas en el Callejón Diagon) por el uso y como mis dedos acariciaban el áspero inicio de la varita, a la espera de un hechizo dicho o pensado, para manipular la magia interna y lanzarla en el exterior. El vello de mis brazos se erizó levemente, aunque no se viera bajo las mangas largas de mi chaqueta.

-- No iba a venir, lo sabes -- respondí, algo malhumorada.

Su interrupción me había impedido buscar a la peluca, seguro que era peluca rubia, de aquella banquera a quien odiaba en aquellos momentos como si fueran el Mal del Mundo.

-- Ella está aquí -- afirmé, con vehemencia, como si diera por hecho que Matt sabría de quién hablaba. -- Su dinero... El de su banco... Causó miles de muertes de inocentes y...

Apreté con fuerza la mandíbula. ¿Desde cuándo me importaban a mí los inocentes del mundo? En todas las guerras desde que el Universo creó este mundo se habían masacrado a inocentes. ¿Por qué me preocupaba que el Banco italiano hubiera apoyado a ciertas huestes, bandos, ejércitos cuyos ideales iban en contra de mis principios? O mejor dicho, ¿qué principios se habían violentado que me provocaran tanta repugna, que yo no hubiera hecho antes, viendo mis andaduras desde mi nacimiento? ¿Era quién para juzgarla?

Pero siempre es más fácil juzgar a los demás que reconocer nuestros propios errores y, al fin y al cabo, odiar por odiar, ella era la imagen de alguien que me recordaba quién fui yo en un momento dado, muy detestable en ciertos comportamientos. Tal vez, sólo digo tal vez, en aquella persecución iba también un intento de redención propio, de mis locuras juveniles, de mis excesos de ideología extremas en ambos lados, de la excesiva sangre derramada o de las vilipendias no castigadas... Un poco de todo, tenía que reconocer. Aquella guerra no era lo único que había marcado la vida de la gente, aunque fuera lo último más grave que había sucedido en nuestras vidas.

Había movimiento a mi alrededor, así que tomé el brazo de Matt con fuerza y le dejé que me guiará, ante los ojos atentos de los miembros de Seguridad que saludaron a Matt con un leve movimiento de cabeza. Seguía buscando a la mujer y, sin embargo, topé con una figura que parecía vulnerable ante los murmullos de los presente, cuyo cuerpo parecía querer escapar de la multitud mientras agarraba a una hermosísima niña pequeña. La entendí, mantenía el tipo mientras intentaba no mostrar en sus ojos lo que sus ademanes no escondía. Reconocí todo aquello porque era así como me sentía muchas veces, en la intimidad de mi mansión, en la soledad de mi dormitorio, cuando podía romper los escudos mentales para mostrar una firmeza que desaparecía más a menudo de lo que pretendía.

-- ¿Esa...? ¿Esa no es...? ¿ @ Cissy Macnair ?

¡Lo que nos hace el tiempo! ¡Cómo nos transforma entre sus dedos implacables y sólo deja mostrar el fantasma de lo que fuimos un día! Suspiré. ¿Debería saludarla, a pesar que ahora estaba entre los brazos de su marido @ Hades Ragnarok .

Por un momento, ante la incertidumbre de si le molestaría volver a verme, de si acercarme a Cissy sería buena idea, me olvidé que yo había ido allá a por @ Lucrezia Di Medici .

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La conversación me había calmado, ers poco usual que la voz de alguien me relajada pero @ toji tenía un tono de voz que me daba calma, tal vez su talante frío y sereno hacia que todos esos sentimientos que me agobiaban en ocasiones se congelarán en mí interior. Era de las pocas personas que veía que podía causar un efecto así calmante y aunque el no sabía lo que me sucedía le agradecía lo que había logrado.

Las palabras sobre mi Despacho me hicieron verle con una sonrisa, aún le faltaban detalles pero me gustaba estar allí, además del poder manejar todo un departamento, podría ayudar a mis hermanos de ideales desde un puesto de renombre.

-Lo que más me gusta de esta oficina es el minibar, yo misma escogí personalmente cada licor de los que esta ahí.

Sonreí y señale con la varita el carro en vidrio templado de colores iridiscentes que se acercaba hacia nosotros lentamente para posarse a un lado del escritorio.

Escuche sus preocupaciones, conocía el afán de querer enseñar y me agradaba la idea que enseñara en Hogwarts.

- Sabiendo que este enseñando en el Colegio de Magia y hechicería, estoy segura que recibirán los conocimientos correctos a nuestra sangre. Con gusto ayudaré a las gestiones, siendo ya conocidos no dudé que colaborare con su embajada de la mejor forma.

Me levante de la silla dejando la varita sobre el escritorio, no si antes fijarme en ella , su color dorado brillante y el zafiro brillante en el manto, mi madre sin que se había es esmerado decorando mi varita para mi, había sido un regalo la decoración después de haber sido escogida por ella. Tome dos copas de cristal para servir algún trago.

- ¿Le apetece algún trago Monsieur?

Ofrecí con amabilidad al caballero japonés.

 

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 🌙 dulce asesina by Mael

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Leslie sonrió con pena a Saori, apesar de haberle hablado mal al principio su compañera pareció entenderla y le resto importancia al asunto. También estaba sorprendida ante las palabras de la fémina, no había tenido tiempo de revisar la documentación de sus empleados y los puestos que estaban vacantes y los que habían sido ocupados, Leslie quería empezar su trabajo organizando una reunión con los trabajadores para conocer sus caras, nombres y si aspiraban a un puesto más grande para así motivarlos pero las dudas la golpearon al escuchar aquello.

-mmm?- fue lo único que le salió de su boca.

Kamra no tenía hermanas, se dijo con los ojos desorbitados observando la apariencia de la mujer, el pánico se estaba apoderando de ella, si algo hacía mal, si realmente Saori era hermana de la mujer a la que se le había declarado y le decía que la había maltratado o que no era una persona apta para estar a su lado, ¿Kamra la dejaría?, ¿eso significa que todo lo que había hecho fue en vano?. Su respiración fue en aumento a medida que las preguntas se apoderaban de su mente, las palabras tampoco salían, su mente estaba en blanco.

Para su desgracia el Ministerio se fue llenando de magos por todos lados ante la muerte del anterior ministro, su corazón comenzó a latir con prisa, las palmas de sus manos comenzaron a llenarse de sudor así como su cuello. Aquello era un asunto personal pero aun así amaba a Kamra y esperaba que al menos le diera la oportunidad de explicarse y hablar del asunto, ya que se había convertido en la jefa de su hermana.

-Disculpa, no sabia que Kamra tuviera una hermana- le dijo observando la reaccion de Saori de reojo -soy de Irlanda pero disculpa si soy brusca pero deberíamos de marchar al cuarto piso- le dijo observando en dirección al grupo que estaban con su padre.

Se podía claramente escuchar sobre la vigilancia y de estar alertas todo el tiempo, Leslie frunció el ceño pero el hilo de sus pensamientos se cortaron al escuchar una voz que hizo que todo su cuerpo se estremeciera, la imagen de una mujer pelirroja ocupó su mente mientras se giraba a ver si aquello era real, le había pasado con Kamra cuando era chica, cuando conoció a la reina fue en una visita a Escocia porque le había mandado a llamar, el hecho de conocer la apariencia de las personas a través de su voz hacía que los vellos de sus brazos se erizaran. Fue una gran decepción que le cayó mal al ver que no era a mujer pelirroja que su mente le había puesto.

-Hola, buen dia- saludo de forma amable a la mujer de cabellos oscuros para girarse a saori -Tomamos el ascensor para ir al departamento de Criaturas?- hablo bastante alto por si alguien mas tenia que ir al mismo lugar.

Ante sus palabras se giró y marchó al ascensor, mientras caminaba a lo lejos vio el cabello morado de su abuela Sagitas pero parecía buscar a alguien y ella no tenía mucho tiempo ya que quería comenzar con el trabajo y no atrasarse, además ¿la reconoceria? se había marchado del mundo magico cuando tenía apenas diez años, pasó por recepción a retirar unos papeles, ¿serian nuevos empleados? se preguntó esperando que así fuera, le importaba muy poco si el ministerio había muerto como anunciaban en el periódico, para ella era más importante el trabajo que un puesto al que muchos codiciaban pero que duraban tan poco que recordar sus nombres o caras muchas veces era innecesario. 

-Por cierto Saori, conoces a los empleados del departamento?- le pregunto a la muchacha observando de reojo como la mujer de cabellos oscuros estaba al lado suyo -oh!! disculpe, no sabia que estaba en el departamento de Criaturas- le dijo a la mujer.

-Me llamo Leslie linmer- se presentó estirando su mano una vez que estuvieron en los ascensores que los llevarian al cuarto piso -espero que tengan sus credenciales, tengo entendido que el de seguridad es muy estricto con los desconocidos que no trabajan en el lugar- es aviso recordando cuando conoció al hombre y este solo le había gruñido en respuesta a sus palabras.

 

@ Saori Rambaldi Ragnarok  @ Malum Luxure

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El vampiro se mantenía atento, si algo le había permitido estar tanto tiempo en la marca y  usar aquella mascara que daba al mundo era eso mismo, estar siempre relajadamente alerta. Tomo a Cissy por la cintura y la trajo hacia él para tenerla mas cerca, la pequeña Kore estaba entre ambos. El ragnarok observo a los ojos de Cissy, podía ver en ellos preocupación y algo mas. Se veía intranquila y el cainita no la culpaba por ello.

 

-En el momento en que te quieras ir me dices y nos vamos -dijo el vampiro observando a donde le había señalado la Macnair- creo que ya nos han visto las suficientes caras como para que se sepa que estuvimos aquí -comento el hijo de la noche, aunque lastimosamente los protocolos habían simplemente empezado

 

Dibujo una mueca al ver como los altos mandos iban llegando uno a uno y se colocaban en sus puestos correspondientes. Miro por el rabillo del ojo a quienes le rodeaban. A lo lejos seguían apareciendo caras conocidas pero el ragnarok se quedo en su lugar, si querían hablar con el, debía ser allí junto a su familia, de todos modos para con la Macnair no había secretos. la ex vampiresa era la única que conocía en realidad y sin mascaras al cainita, con ella podía ser el mismo, aunque muchas veces sospechaba que eso podría traerle mas problemas y preocupaciones a Cissy que otra cosa. Además, ya la Macnair había sacrificado mucho por el.  El cainita acaricio la mano de Cissy y la cabeza de su hija. Quien iba a decir que aquella pequeña ya tenia 8 años. había pasado mucho tiempo. Dibujo una sonrisa, en casa también lo estaba esperando alguien mas, el pequeño Bren.

 

-Estas bien? -pregunto el ragnarok preocupado- estas un poco... tensa, incluso mas que yo -observo el vampiro- podemos volver a casa, se que te mueres de ganas de ver a Arya -dijo sonriendo.

 

Justamente Arya había regresado no hacia muchos días y aquel encuentro entre ambas Macnair aun no se había dado en regla. El vampiro sabia perfectamente que Cissy adoraba a Arya y que era parte de ella, hacia mucho tiempo ya que el ragnarok había hecho la tregua o las pases con esa parte de su pasado y no era que la otra Macnair y el se llevaran muy bien, no iban a ser los mejores amigos, habían muchas cicatrices allí que poco a poco iban sanando, pero parecía que eran una especie de amigos raros, aunque lo importante para ambos era que Cissy estuviera feliz y como prueba de ello era que Aidan y Arya estaban cuidando al Beren

 

@ Cissy Macnair

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Ella seguía allí observando como todo el mundo llegaba, obviamente se alegro de que @ Sean -Ojo Loco- Linmer  no la hubiera olvidado  pues la acababa de saludar  a lo que ella devolvió el saludo con una leve inclinación de la cabeza y una media sonrisa cómplice mientras observaba lo popular que era el mago.

También se alegro de ver a @ Ada Camille Dumbledore  aunque poco pudo hablar con ella y además no la pudo preguntar por como estaba después de la ultima vez que se vieron ambas. Se la veía realmente estresada y tampoco veía momento para preguntar nada en aquel momento con todo lo que estaba aconteciendo.

Observó la llegada de @ Sagitas E. Potter Blue pero también estaba bastante ocupada, era gracioso como había gente que estaba rodeada mientras ella estaba totalmente libre observando todo desde aquella pared del atrio. Suspiró, mientras se alejaba de la pared que la daba apoyó para decidir que se iría a su oficina.

Ahora que había vuelto de España a allí y que había conseguido un puesto como Jefa de Fuerza de Detención de Hombres lobos, Vampiros y Daimons descontrolados quizás era hora de ver su oficina y poner las cosas al día antes de que anuncien cualquier cosa del tema del ministro de magia. Así que se acercó hasta el ascensor donde se montó para en cuanto cerrara la puerta pulsar el botón que la llevaría a la planta cuarta.

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Qué lugar tan acogedor elegiste para trabajar. Como si las cámaras de Gringotts no fueran lo suficientemente claustrofóbicas.

Cuando la puerta que daba a la estancia circular se desvaneció tras de ellos, sus ojos tardaron un poco en adaptarse a la nueva penumbra de la habitación en la que se encontraban. Pero ahí, al menos, podía distinguir más allá de su nariz.  Un cúmulo de estrellas y otros cuerpos celestes se agolpaba en el techo de la Cámara del Espacio, casi tan tranquila y siniestra como el resto de las estancias del Departamento de Misterios. La vista ofrecía el todo y la nada, miniaturizado a conveniencia.

Decidí que quería un poco de tranquilidad, y me pareció la opción más viable — respondió el Black Lestrange, varita en mano, conjurando un encantamiento para adherir su calzado, y el de su acompañante, al suelo —. Sea como sea, se acabaron los señuelos, ya era hora de regresar. Entonces, ¿te gusta la decoración? 

Nash Wells dio un par de pasos hacia el frente, analizando las trayectorias de los planetas del Sistema Solar. Era como estar en el vacío mismo, y lo habría afirmado, de no ser por qué su capacidad de respiración se mantenía intacta. Se giró, apoyándose en su báculo, para encarar a su antiguo aprendiz. 

La decoración es lo de menos, me preocupa los riesgos que estás asumiendo al regresar, así sin más, a la vida pública. 

¿Riesgos? — inquirió el Black Lestrange, rodeando el centro de la Sala hasta llegar a un modesto escritorio de caoba donde reposaba una caja con sus pertenencias, transferidas de la AGI —. Vamos, Nash, han pasado años. Jugaste bien tu papel, asumiendo mi apariencia y manteniendo mis intereses a flote. Pero, creo que ya es momento de volver a las andadas. Estoy en deuda contigo. 

Lo anotaré a la lista, justo debajo de rescate de la zona de guerra — Nash manoteó, restándole importancia, mientras usaba sus dotes de metamorfomagia, una habilidad que compartía con su interlocutor, para volver a su apariencia real —. Trata de que no te hagan volar por los aires de nuevo, ya no estoy para esos trotes. 

Eobard amagó una risa ante la referencia a la maniobra de rescate que empleó Nash para sacarlo de Hogwarts durante el Día de la Ira, la última vez que se le vio en público. Lanzó la miniatura Leprechaun de vuelta a la caja; ya habría tiempo para decorar, y para ponerse al día. Ahora, asuntos más apremiantes solicitaban su atención.

Supongo que regresarás a Norteamérica, ¿verdad? Saluda a la familia por mí y, por favor, deja de usar ese corte de cabello. 

Aquello era un eufemismo al aspecto de Wells; si se colocaba a un lado de Eobard, se podía considerar su gemelo, salvo por el detalle de que lo superaba en, al menos, veinte años. Su mentor dio una cabezada a manera de despedida, y se desvaneció entre las nebulosas del cuarto, dejando al castaño ordenar sus prioridades. 

El Ministerio de Magia inglés pasaba por una transición tras la muerte de su anterior líder. Aún desconocía la situación de la familia, tras años en exilio. Y por si fuera poco, ahora era el Jefe de Inefables. Y aún ante la ausencia de éstos, quedaba prepararse para recibir a los nuevos reclutas, si es que decidían aventurarse en la novena planta. 

A trabajar. O eso creo, necesito energía.

Recitó a la etérea escena del universo conocido, antes de abandonarla, para retornar a la estancia circular, con las puertas sin perilla que recibían a propios y extraños. Le despreocupaba dejar sin más el nuevo espacio de trabajo, porque resultaba que el Departamento de Misterios tenía sus peculiares métodos de ser innacesible al personal no autorizado. Al fin, diez años habían pasado, y aunque la posibilidad de una infiltración era mínima, nunca se estaba demasiado seguro.

Sus pasos lo llevaron de vuelta a los corredores habituales del Ministerio, en busca de un ascensor con dirección al Atrio. Pintaba para ser un día ajetreado, con la convocatoria ante el fallecimiento del ministro, por ello el Black Lestrange necesitaba hacerse con alguna bebida energizarte.

Se preguntó qué habría en las especialidades de hoy, mientras rebuscaba unos galeones en los bolsillos de la túnica con motivos celestes, similar a la habitación en la que ahora trabajaría de ese punto en adelante. El sepulcral silencio de la novena planta, rara vez frecuentada por visitantes, hacía que la suela de sus botas resonara a cada paso que daba, provocando que esbozara una mueca de incomodidad.

Editado por Eobard Thawne
Lo abrí en la lap y se veía horrible.
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Junio de 2020

Era una noche de copas como cualquier otras tantas en medio de un pequeño poblado en Rumania. La taberna se hacía de jubilosos bailes y cuchicheos como todas las noches. Yo encontré mi usual mesa para dos en la esquina izquierda del mezanine. De allí nadie me interrumpe y puedo entretenerme observando al típico borracho quejándose de su esposa o al rompecorazones del pueblo con su nueva conquista de turno. Venir aquí se había vuelto la novela compendiada de las penas muggles. Nefastos, sí, pero morbosamente entretenido.

No acostumbro invitar a nadie a mis escondrijos, ni siquiera a él, pero hoy había accedido por medio de lechuzas. Hacía demasiado tiempo que no utilizaba este método para comunicarme, 8 años desde que me alejé de la comunidad mágica para siempre. Después de todo, él era el primer mago que conocía en todo este tiempo. La caída del velo y el Día de la Ira tenían a todas las comunidades, mágicas y muggles, en un caos total. Conocer un mago en medio del poblado más muggle que encontré era verdaderamente comparable al de hallar una aguja en un pajal.

A principio estuve extremadamente desconfiada. A decir verdad, ni bien me caía. Con el pasar de los meses no me quedó otra que aceptarle en mi rutina pues los aires de guerra y las cacerías de brujas comienzan a ser realmente un problema. Aun así, solo nos encontramos cada 2 a 3 semanas y con planificación, nunca nos vemos así de repentino como esta noche ni enviamos lechuzas mucho menos. Su tono era alarmado así que accedí y propuse este pequeño bar para su urgencia.

Sentada, esperando con mi acostumbrada copa de vino, reabrí los dos pequeños pergaminos que recibí para releerlos y matar tiempo:

“Tenemos que encontrarnos. Tengo algo que mostrarte y no puede esperar. Es de vida o muerte. ¿Dónde te veo en la noche?”

“Ese bar está perfecto. He ido. Es pequeño y queda al lado del bosque. Te veo a las 8pm.”

Miré el reloj sobre el bar: 15 para las 9pm. Sentí como la furia comenzaba a apoderarse de mis emociones. Miré molesta a la puerta de entrada ponderando marcharme y justo cuando me levanté del taburete entró una lechuza por la ventana junto a mí, tiró un pergamino sobre la mesa y se marchó sin mediar un segundo. Miré al bar para cerciorarme que nadie observó la lechuza y sentándome de nuevo abrí el rollito.

“No puedo entrar. Sal al bosque. Sigue el sendero de marcas verdes que dejé en los árboles a partir del abeto rojo al lado de la taberna.”

Algo no anda bien…

 

 ************************

 

1 de septiembre de 2030

El sonido del picoteo sobre el cristal de la ventana levantó a la bruja.  Afuera llovía, y una empapada lechuza rogaba a picotazos cobijo interior. Yadiz tambaleo desde la cama sacudiendo las últimas imágenes de su sueño, pero finalmente le permitió entrar. Llevaba una informativa consigo que dejó caer de inmediato, para clavarse a orillas del radiador y secarse. Electricidad. Una de esas cosas muggles que tras los recientes acontecimientos había adoptado el mundo mágico. Lo cierto es que muchos de estos electrodomésticos fallaban constantemente en presencia de magia, llegando incluso a cobrar vidas mágicas, razón por la que la bruja no entendía cuándo se rendirían con las fusiones.

Yadiz había vivido entre muggles por muchos años, y si bien entendía ingeniosos muchos inventos encontraba innecesario traer temas a la vida cotidiana que ya estaban resueltos en el mundo mágico. La electricidad y muchos de los aparatos muggles eran una insensatez ante la simpleza mágica. Había costumbres adoptadas que le parecían realmente forzadas. Sin embargo, parecía ser imposible evitar la integración inútil de ambas comunidades.

Ignorando a la lechuza y el camino de hormigas que comenzaba a devorar, se dispuso a abrir la informativa. Ogden, el actual Ministro de Magia británico había fallecido el día anterior, y con él un Ministerio completo. La incertidumbre del futuro de la comunidad británica era lo único que se hablaba desde la noche anterior. Hoy la comunidad estaba convocada en el Atrio principal del Ministerio y aunque la bruja detesta los bullicios y el constante jaleo que supone tanto ego reunido, sabía que debía asistir.

Las relaciones políticas y sociales a nivel mágico-muggle estaban aun en un constante vaivén sin remedios. Para ser honestos Yadiz entendía que una intervención más firme de parte de los magos haría que los muggles entendieran su lugar. Lo que había sucedido con ella y muchos otros magos que fueron capturados, torturados y asesinados en tiempos del Inquisidor era algo que no debía ser perdonado; o más bien tenía que ser castigado. Salió viva sin recuerdo alguno de cómo, y aun le atormentan las pesadillas y recuerdos que va hilando en retazos. En cambio, la comunidad mágica se encuentra tratando de hacer pases con una sepa defectuosa de humanos que ha demostrado pocos escrúpulos y una aberración con ignorancia pasmosa. “La paz” con los muggles solo ha creado una división casi permanente en quienes deberían actuar al unísono: los magos.

-Theodore se inclinaba por “la paz” y mira como terminó… un ministro blando cuya ausencia pone en riesgo la comunidad mágica una vez más… “Ya estamos a salvo”… soluciones momentáneas, es a lo que se ha resumido la cultura mágica- ponderaba irritada mientras se preparaba para ir al Ministerio. Yadiz podía no ser partidaria del fallecido, pero le respetaba. Sabía que había logrado una especie de burbuja… que acababa de explotar. Son tiempos difíciles donde ninguna opción parece ser la correcta. Theodore tuvo carácter y consiguió restructura, que es más de lo que muchos hacen hoy día.

- ¿Con que fanfarria o delirio llegará una persona nueva al puesto? Hay que ver con que “paz” sueña el próximo… Esto es un verdadero desastre… Ahora que lo pienso, no nos han dicho ¿cómo falleció Ogden? - El asunto de quién pudieran elegir interino le era de mayor preocupación, ¿sería otro pacifista sin soluciones a largo plazo, o de una vez unificaría la comunidad mágica para acometer el problema con los muggles?

Por encima de todo tema, la ausencia de un líder en cualquiera de los Ministerios de Magia en estos momentos desestabilizaba a la comunidad mágica. Eso sí que la bruja no podía verlo pasar. Ensimismada en su conversación tomó polvos flú y entre llamas verdes apareció en el Atrio del Ministerio.

Editado por Yadiz V. Malfoy

Los muertos resucitan // Mi mami mía de mí me viste (?) xD // Porque hierba mala nunca muere! :perv:

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La conversación había resultado un tanto esclarecedora para el nipón. Aunque la realidad era que no había entrado al despacho de su compañera de filas con ningún fin en concreto, es más el hecho de haberla encontrado, dio pie a que pueda tantear algún tipo de información que quizás resultaría útil o no. —Desde luego madame, recuerdo su buen gusto en bebidas — dibujó una sonrisa que rosaba lo natural, como si los músculos de la cara tuvieran pensamiento propio e hicieran de las suyas sin atender a las órdenes de su cerebro. —Me sorprendería aún más si en su minibar hay alguna botella de sake— se levantó al tiempo que lo hacía la Dumbledore.  

—Por cierto... —añadió el pelinegro mientras la directora servía las bebidas. —¿Sabe algo de lo que está sucediendo en el atrio? —volvió a aferrar su mano contra el pergamino que escondía debajo de su haori.  

Sacudió discretamente la cabeza para despejar los pensamientos intrusivos que estaban volviendo a revolotear en su cabeza. —Al llegar al ministerio me fije que varios empleados se reunían cerca de la fuente y apenas alcancé a escuchar que esperaban que sucediera alguna cosa... —recuperó su tono neutral seguido de un pequeño carraspeo para aclarar la garganta antes de beber lo que le había servido la exministra.  

—Salud — levantó el pequeño vaso que contenía su bebida favorita. Esperó hasta que la Dumbledore hiciera lo mismo y proceda a chocar su vas contra el suyo. —Kampai (乾杯), como dirían en mi país — el emperador se llevó el vaso a la boca y de un trago hizo desaparecer su contenido. —Como le comentaba hace unos segundos, algunos empleados y empleadas cuchichiaban — acomodó su ahori después de colocar el vas de chupito encima del escritorio de la directora.  

 

@ Ada Camille Dumbledore

 

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Septiembre del 2030.
Regresando a Inglaterra.

Apareció en medio del caos con su elegancia característica, vestida con un sofisticado traje de dos piezas en un tono oscuro que contrastaba perfectamente con el color verdoso de sus ojos⸺navegando por los corredores del Ministerio de Magia con una determinación que no dejaba lugar a dudas sobre su propósito. La lluvia que caía fuera parecía un triste telón de fondo para el drama que estaba a punto de desatarse en el interior de los edificios gubernamentales. En sus manos, llevaba un diario enrollado, el cual parecía más una espada en busca de su objetivo que un simple objeto de lectura.

Había vuelto recientemente a Inglaterra, encontrándose de frente con la noticia de la muerte del ministro Theodore Ogden, y el vacío que ahora acechaba al Ministerio. Aunque el luto era palpable en el Atrio, lo que realmente preocupaba a Juliette era el vacío de poder que se cernía sobre el país y la situación interna de su familia.

Con pasos elegantes y seguros, se dirigió hacia el Departamento de Misterios, su mente no sólo se hallaba preocupada con la noticia que llevaba en el diario, sino más bien enfurecida por las nuevas noticias que sus espías⸺sus sombras, le habían revelado. Sus movimientos eran una mezcla de gracia y furia contenida, la tensión en su rostro era evidente; incluso el más pequeño de los detalles podía convertirse en una tormenta cuando se trataba de Juliette Macnair. 

Eobard. ⸺su voz resonó con una mezcla de exasperación y determinación, pero intentó guardar la calma para no llamar aún más la atención de su alrededor, así que volvió a murmurar.⸺ Sé que estás escondido en esta oficina, es hora de que salgas y enfrentes la realidad.

Sin embargo, la paciencia no era precisamente una de las virtudes de la más joven de los Macnair, así que después de unos segundos de espera, hizo un elegante gesto con su varita de ébano, y las puertas se abrieron de par en par, revelando la figura curvilínea e imponente de la bruja.

¿En dónde demonios has estado? ⸺su voz tenía un tono tajante que no dejaba lugar a malentendidos, la preocupación estaba claramente visible en su rostro a pesar de su intento por mantener una apariencia serena.

Eobard estaba de pie cerca de su escritorio, con esa característica expresión enigmática pero algo distante mientras buscaba algo más importante que ella en sus bolsillos. Avanzó hacia él con pasos firmes pero lentos, mientras sostenía el diario enrollado en su mano como si fuera una extensión de su propio poder, y aunque su amor por él no era menos real, en ese momento, sus emociones estaban impregnadas de la presión del deber y el drama que solía acompañar a sus vidas.

La situación es crítica. . . otra vez. ⸺continuó con una mezcla de sarcasmo y seriedad, bajando lentamente su arma hasta soltara sobre el escritorio antes de volver a cerrar la puerta de la oficina: claramente ella no estaba dispuesta a dejarlo escapar, no antes de recibir respuestas lo suficientemente convincente como para calmarla.⸺ Supe que habías vuelto al país. . . tenía que comprobarlo por mí misma.

Con una mezcla de firmeza y cariño, Juliette se permitió sólo por un momento mirar al mago a los ojos, esperando una respuesta que pudiera llevar un poco de claridad a la tormentosa situación que ahora nuevamente enfrentaban y que exponía a un peligro inminente a sus hijos.

@ Eobard Thawne  💀

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