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Adrian Wild
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Casi toda la zona este de Hogwarts se dispone en torno a uno de los patios principales del castillo, el patio de Transformaciones, llamado así porque en este área se distribuyen, entre otras, las clases destinadas a impartir esa materia, así como el despacho del docente de la misma y su dormitorio personal. Sin embargo, no solo se encuentran las aulas de esta materia, sino también las de otras, como Historia de la Magia.

Aunque las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas y Vuelo se suelen impartir en los terrenos, también existen un par de aulas en el interior del castillo para cuando se necesitan dar conceptos teóricos o el tiempo fuera no acompaña.

 

Aula de Transformaciones

Es una de las aulas más espaciosas del castillo. Con espacio para suficientes pupitres, y cuatro filas de ellos, cuenta con todo lo necesario para impartir la materia. El escritorio del docente está en el extremo opuesto a la puerta, donde el suelo se eleva ligeramente en un escalón, coronado por detrás por un amplio y alto ventanal.

Hay muebles, estanterías y aparadores junto a las paredes de alrededor, repletos de libros, jaulas y algunas muestras de transformaciones, bien realizadas y fallidas, como una taza con cola de rata.

Se accede a ella directamente desde el claustro del patio de Transformaciones, uno de los más grandes del castillo.

 

Aula de Historia de la Magia

Entrando por la puerta al este del patio hay unas escaleras que conducen a diferentes pasillos y aulas. En la primera planta se halla una de las principales salas usadas para impartir Historia de la Magia, por la que todavía pulula y a veces da la clase sin importarle que haya otra persona recitando la lección, el fantasma del profesor Binns.

Una sala sencilla, de disposición clásica y llena de libros, tomos pesados y pergaminos, destaca por las tres vidrieras de la pared derecha en las que se representaba a Merlín, los fundadores de Hogwarts y cinco brujos pertenecientes a la Convención Internacional de Brujos de 1289.

Contra todo pronóstico, es una de las aulas a las que más luz natural les entra y, también, una de las que más sueño da, no solo por las extensas y densas explicaciones de la materia, sino porque los rayos del sol tamizados por los colores de las vidrieras incitan a la imaginación y al pensamiento profundo... Muy profundo.

 

Aula de Cuidado de Criaturas Mágicas

La zona principal en la que se imparte esta asignatura es en los terrenos de Hogwarts, especialmente junto a la cabaña del guardabosques, donde hay varios corrales con algunas especies de criaturas mágicas además de los jardines del guardabosques. Incluso, a veces, se lleva a los alumnos y alumnas al interior del Bosque Prohibido.

Sin embargo, existe un aula no muy grande y algo destartalada, llena de jaulas vacías —a veces no tan vacías—, sacos de tierra, de semillas, de abono, de alimentos y algún que otro instrumento de doma, en la que, a veces por refugio, a veces por necesidad de la parte teórica de la materia, se usa también como espacio para algunas, muy pocas, clases de la materia.

No hay pupitres como tal, ni pizarras, pero hay pequeños taburetes en los que alumnos y alumnas pueden sentarse y tomar notas sobre sus regazos como buenamente puedan.

 

Aula de Vuelo

Junto a los Invernaderos, y frente al camino que conduce al campo de Quidditch, están los campos de entrenamiento, donde se imparten casi todas las clases de Vuelo. Incluso, a veces, también se usa el propio campo de Quidditch. Sin embargo, en algunas ocasiones se necesita dar alguna clase en el interior del castillo y, para ello, hay habilitada un aula cercana a la puerta de entrada que está junto a los campos de entrenamiento, para que el docente pueda transmitirles contenidos teóricos o refugiar por el temporal —cosa que raramente consienten, pues prefieren que el alumnado se "aclimate" a volar en diferentes temporales— a sus alumnos y alumnas.

No es un aula espaciosa y tampoco posee pupitres ni asientos. Los estudiantes, por requisito expreso de la materia, deben permanecer de pie para no quedarse dormidos por si después salen al exterior a practicar. Lo que sí tiene son dos amplias pizarras para las rápidas y concisas explicaciones sobre movimientos, cuidados de la escoba y diferentes técnicas.

Editado por Adrian Wild

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✤ Viajero de la noche ✤

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  • 1 mes más tarde...

El despertador sonaba de manera estrenduosa y aun asi apenas habia logrado despertar al rubio , el tiempo que habia pasado fuera del colegio habian hecho mella en su disiplina , con mucha pereza apago aquel ruidoso reloj y tomo su varita , con un lijero movimiento de su varita hizo que su ropa flotara gracilmente hacia el , con movimientos un tanto torpes y rigidos se fue colocando la vestimenta a medida que esta llegaba a el -"aggghhhh"- bostezo aun con sueño , apenas lograba mantener sus ojos abiertos -"lo que daria por volver a dormir"- penso mientras rascaba su despeinada cabellera.

Despues de haber visitado los baños del castillo , su estomago clamaba por una visita al gran comedor o las cocinas pero haciendo caso omiso a su pedido , el rubio volvio al dormitorio a recoger sus libros , a cada paso que daba podia oir los susurros que proferian los cuadros  ,  -" que fastidio! por que no se callan?- penso el rubio al cruzar su sala comun , se hizo  a la idea de que tendria que volver a tolerar eso como en otros tiempos para el ya lejanos.

Despues de un rato y luego de haberse hartado con el desayuno , emprendio el camino hacia los salones de transformaciones , los recuerdos tacaban su mente como una jauria hambrienta de lobos , algunos buenos o otros malos , pero al fin de cuentas para el ese era el encanto de Hogwarts , los alumnos pasaban rapidamente a su lado ignorando a aquel nostalgico alumno. 

@ Adrian Wild

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w9EH1VO.gifAula de vuelo

Wat is dit verdomme? —exclamó disgustado en su lengua natal al abrir la puerta del aula de vuelo, aunque "aula" era una palabra demasiado sofisticada para el rincón mugriento y descuidado que utilizaría como oficina para impartir la clase.

No hacía mucho tiempo, algo más de una semana o menos, había llegado la carta de la dirección de Hogwarts con el visto bueno como instructor de vuelo, cargo al cual se había postulado no mucho después de volver de su larga ausencia. Distaba bastante del último cargo que había tenido en la prestigiosa institución educativa antes de marcharse, pero era exactamente lo que necesitaba; un puesto que no le requiriera el 100% del tiempo pero que el permitiera pasar algún tiempo en la institución a la que tanto tiempo invirtió. 

La brisa proveniente del basto y llano campo que precedía los terrenos de la zona este de Hogwarts ingresaron violentamente levantando el polvo acumulado en cuanto León abrió la puerta luego de pelear por cerca de 30 minutos con una cerradura oxidada, probando más de 15 llaves igual de oxidadas. Al cumplir determinado tiempo sin docente asignado, el mismo castillo protege las oficinas principales para que no pueda ser usada magia en las cerraduras obligando a realizar el proceso manual. Seguramente, pensó León, era esa la razón por la cual la oficina daba indicios de no haber sido limpiada en más de 5 años. <<No sabemos bien cual de estas llaves es, ¿Te importaría probarlas todas?>> recordó las palabras del director.

Había excremento de ashwinder en cada angulo formado por los ladrillos del diminuto salón, cientos de cerdas de escoba regadas por todo el suelo, potes de cera para madera vacíos y arrumados en una esquina, telarañas del tamaño necesario para cubrir una pared completa. Se rehusó a seguir mirando cada detalle del lugar y salió nuevamente del aula. Con un dejo de resignación en su rostro y contemplando como el sol empezaba si lento descenso, se quitó la chamarra negra con letras naranjadas de su equipo de quidditch favorito y la dejó en angulo de la antorcha aún apagada que ilumina el letrero del aula en las noches. No tenía mangas que doblar ya que el polo verde militar que vestía carecía de ellas, pero si se retiró el reloj que posaba sobre la muñeca izquierda y que dictaba que en el meridiano de Greenwich, apenas si habían pasado las tres de la tarde.

Del bolsillo izquierdo del pantalón oscuro que completaba su vestimenta saco el móvil y tras teclear algunas cosas en el, comenzó a sonar una de las listas de reproducción que llevaba el nombre de "Soyla". En cuanto empezó a sonar la música, dejó el dispositivo muggle sobre una de las latas desocupadas de barniz y volvió a ingresar al aula.

—No me caería nada mal un screwdriver después de esto —murmuró para si mismo al tiempo que desenfundaba la varita del bolsillo derecho del pantalón—. ¡Tergeo! —espetó iniciando la ardua labor que tenía por delante mientras la voz del reconocido mago Freddie Mercury, que engañó a millones de muggles haciéndoles creer que era uno de ellos, empezaba a cantar lo que después la comunidad mágica internacional descubrió que era una declaratoria a una veela que había conocido en París.

<<♫𝄞♬ I want to break free, I want to break free, I want to break free from your lies ♫𝄞♬>>

 

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Aula de Vuelo

Las clases ya habían dado comienzo, y aquella semana los alumnos comenzarían a practicar con sus escobas. Hogwarts había permanecido bastante desatendido durante las guerras y, todavía en los últimos cinco años, no se había repuesto todo lo dañado, perdido y abandonado en cada rincón del inmenso castillo. Aquella mañana, los elfos encargados de revisar todos esos cabos sueltos que quedaban por tejer para el correcto funcionamiento de la escuela mágica, me informaron que muchas de las escobas que ponía Hogwarts a disposición de los alumnos y alumnas que no poseían una propia, estaban casi inutilizables, partidas, con la mitad de las cerdas, algunas podridas... Un desbarajuste, en definitiva.

Había mandado ya una lechuza a uno de los proveedores de escobas con los que contaba la escuela para que aquel inconveniente fuera subsanado lo antes posible, pero quería pasarme a informar personalmente a León, el profesor de vuelo, de aquellas circunstancias.

Según me acercaba al aula interior destinada a la materia, escuché una canción que reconocía de un famoso grupo muggle de los años ochenta. La melodía se intensificó al llegar a la puerta del cuartucho. Sí, cuartucho. Hasta ahora no había sido consciente de lo pequeña que era aquel aula. Vi al profesor muy entretenido con sus tareas de limpieza, acompasado con aquella canción. Observé que allí apenas cabían quince personas de pie y percibí no solo con la vista la mugre que se filtraba en los huecos de las paredes de piedra.

— Señor Crowley —le menté, anunciando mi presencia—, siento molestarle. Veo que ha sido el más considerado de sus compañeros, viniendo a darle un repaso al aula antes de empezar las clases. Lamento que se lo haya encontrado en tan mal estado, los elfos deberían haber hecho su trabajo, aunque lo confundieran con un cuarto de escobas.

Lamenté aquel último comentario; evidenciaba que no le había prestado atención a que todos los espacios de enseñanza fueran lo más hábiles y cómodos posibles. Me quedé unos instantes en silencio, fingiendo interés por el estado y tamaño del aula.

— No se preocupe, intentaré hacerme cargo y ver qué podemos hacer para que disponga de un espacio más... Espacioso. —Terminé por aclarar—. Mientras tanto, venía a informarle de que las escobas de las que disponemos actualmente están en muy mal estado. He mandado ya una solicitud para que nos envíen nuevas con las que reponer las dañadas lo antes posible. Estoy seguro de que podrá buscar alternativas durante estos días.

Vi que en una de las esquinas de la sala un pequeño huevo ardiente parecía estar a punto de eclosionar.

— Glacius —conjuré sacando rápidamente mi varita y apuntando al huevo antes de que prendiera en llamas el montón de restos que había en el centro de la sala—. En las carpas de equipamiento del campo de Quidditch han dejado las escobas que todavía son seguras para su uso. Creo que, al menos, han podido rescatar unas diez. Sé que no son muchas, pero espero que hagan el apaño hasta que lleguen las nuevas.

Miré nuevamente el huevo, que parecía resistirse bajo la capa de hielo, que ya comenzaba a descongelarse. Carraspeé y, tras entender que no debía inmiscuirme más en la tarea del profesor —ni esperar a ver su reacción de desagrado—, simplemente añadí antes de darme la vuelta y salir de allí:

— Solo era eso. Buen día, profesor.

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✤ Viajero de la noche ✤

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OvFF0Cm.gif - Aula de vuelo.
Alumno: @ Matthew

La luz del atardecer se filtraba a través de la única ventana, bañando al aula de vuelo en un cálido resplandor dorado. El recientemente nombrado instructor había terminado de limpiar al lugar, guardando cuidadosamente las escobas que había logrado reparar en el armario y asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Con un suspiro de satisfacción que dejó caer luego de cerrar la puerta la puerta del armario, tomó la bolsa de tela que había preparado previamente junto con el abrigo que reposaba al lado de la entrada y dirigió la mirada a su siguiente destino. Había sido un día largo, pero productivo, y ahora tenía una tarea más por delante. Se disponía a cerrar el aula cuando lo sorprendió la visita del director.

—Me alegra escuchar eso. Al menos no tendré que reparar todas estas desde ceros.  —respondió acerca de las escobas que quedaban en el estadio—. Ese era exactamente mi siguiente destino. Iré a comprobar el estado del estadio. Muchas gracias, y tenga usted también buena tarde, director Wild.

El camino que conducía al estadio de Quidditch estaba cubierto de hojas caídas y ramas que el viento había arrastrado, y el aire fresco de la tarde traía consigo el aroma de la tierra húmeda y la vegetación del bosque prohibido que colindaba con la zona este del castillo. León disfrutaba de esos momentos de tranquilidad, donde podía reflexionar sobre sus pensamientos y planes sin interrupciones, aunque la presencia de Baphometh nunca estaba del todo ausente.

Al acercarse al estadio, la estructura imponente se alzaba ante él, sus gradas vacías y las torres de observación cubiertas de enredaderas dejaban entrever el abandono del lugar. El estadio había sido un lugar de grandes emociones y competencias, pero ahora parecía un gigante dormido, esperando ser despertado. León empujó la pesada puerta de entrada, que crujió en protesta, y entró en el recinto.

El interior del estadio estaba en un estado de abandono evidente. Las gradas estaban cubiertas de polvo y telarañas, y el césped del campo de juego había crecido descontroladamente, formando una alfombra verde y salvaje. León caminó lentamente por el campo, observando cada detalle y tomando nota de lo que necesitaría para restaurar el estadio a su antigua gloria.

Mientras inspeccionaba las torres de observación, recordó los días en que el estadio estaba lleno de estudiantes animando a sus equipos, los partidos emocionantes y la camaradería que se sentía en el aire. Decidido a devolverle la vida al estadio, León comenzó a planificar las reparaciones necesarias. Sabía que sería un trabajo arduo, pero también una oportunidad para revitalizar una parte importante de la vida en Hogwarts. Cuando llegó a las carpas de equipamiento, pudo constatar que lo dicho por el director no era del todo cierto. De las 10 escobas, quedaban apenas dos en buen estado. Las otras iban a requerir bastante trabajo. Para fortuna del pelinegro, había traído consigo todo lo que pudiera necesitar.

—Tal vez mañana —soltó desganado consciente de que no había dimensionado el tamaño de la tarea. 

Dejó la bolsa de tela en el suelo y con la luz del atardecer desvaneciéndose detrás del bosque, salió del estadio. Se disponía a cerrar del todo las viejas puertas de madera cuando divisó a lo lejos la silueta de alguien ( @ Matthew  ) acercándose en su dirección. A decir verdad, era la primera persona que veía por el lugar desde que había llegado. Seguro algún profesor o el guardabosques intrigado por la presencia de alguien en el lugar.

— ¿Hola? —indagó alzando la voz esperando una respuesta.
 

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Maestría en Escobas.

La luz del atardecer proyectaba sombras alargadas en el suelo mientras Matthew se acercaba al estadio. La figura del nuevo instructor se hacía más clara a medida que se aproximaba, y Matthew notó el asombro en el rostro de Crowley, como si la carga de su nueva responsabilidad pesara más de lo que podía soportar, aunque su presencia transmitía una extraña mezcla de seriedad y misterio, dejando un aire melancólico en el estadio de Quidditch.

A medida que cruzaba el umbral de la pesada puerta, la escena que se desplegaba ante él le pareció familiar y extraña a la vez. Crowley estaba de pie en el centro del campo, rodeado de escobas viejas y desgastadas, con el semblante concentrado mientras organizaba los materiales. Matthew no pudo evitar notar el aura de determinación que emanaba del instructor, aunque la sombra de la duda también parecía posarse en sus ojos.

Hola —saludó Matthew, su voz grave y serena resonando en el aire vacío. No esperaba encontrar a nadie en ese lugar tan solitario, pero la presencia de León, aunque fatigada, era un alivio en medio de la desolación.

La mirada del gitano se posó en él, una mezcla de curiosidad y cautela. Dio un paso más cerca, su voz baja y cargada de un aire sombrío. La atmósfera se tornó densa, como si las sombras mismas respondieran a sus palabras, sintiendo un tirón hacia lo desconocido, no conocía al titular de la materia personalmente, pero si sabia su nombre por haberlo visto en la nomina... El sol comenzaba a ocultarse detrás de las torres del castillo, tiñendo el cielo de un rojo profundo «tan escarlata como la sangre recién derramada» mientras sus pasos lo llevaron ha detenerse frente a él, estirando su diestra para saludarlo. La brisa fresca traía consigo el aroma a tierra húmeda, un recordatorio del bosque prohibido que colindaba con el lugar. Habia llegado con un propósito, asistir a la primera clase de Maestría en Escobas.

   ¿Eres, León?    inquirió. 

Tenia una vaga descripción del titular, y quizás él era solo un ayudante y no quien estaba buscando, aunque su ropaje no era tan ridículo como el de Hooch. Soltó una pequeña y curiosa risa, sin mover demasiado sus labios, intentando no hacerlo sentir incomodo. 

@ León Crowley

Editado por Matthew
que les importa. (?)

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OvFF0Cm.gif - Estadio de Quidditch
Alumno: @ Matthew

—Así suelen llamarme la mayoría del tiempo —respondió sonriente el Crowley estrechando la mano del gitano—. Y tu debes ser Matthew. Hace un momento vino el director Wild a comentarme la asignación de la clase. No te esperaba tan pronto, pero llegas en el momento exacto. Necesito un par de manos acá.

Con un movimiento de marié, la enorme bolsa de tela que había traído desde el aula de vuelo levitó frente a ellos y se poso frente a las carpas de equipamiento a las cuales León invitó a acompañarlo. Dichas carpas, lejos de estar en su mejor momento, estaban agujereadas y golpeadas por el paso del tiempo que las había castigado de forma inclemente. Los travesaños y verticales de madera daban signos de caer en cualquier momento. Por fortuna para ellos, no psarían mucho tiempo allí. León ingresó a la carpa y tomó aquello que necesitaba: las dos escobas que estaban en buen estado y otras 4 que ya no estaban en su mejor momento.

Al mismo tiempo, del interior de la bolsa, que contaba con un hechizo de expansión indetectable, salieron diferentes objetos y se ubicaron frente a las escobas: tres manojos de cerdas de sauco nuevas atadas entre si por un trozo de cuerda de color oscuro, dos tarros de barniz de diferentes colores, dos octavos de lija  # 80, un ejemplar de "Quiddtich a través de los tiempos" y un par de pergaminos viejos y gastados que se posaron sobre el ejemplar del famoso libro. De igual forma, salieron dos trozos de madera, uno de abeto oscuro y otro de pino de un color más claro.

—Si a un ojo no adiestrado lo ponen a examinar una escoba, no va a encontrar nada más que un manojo de cerdas amarradas a una palo de madera —continuó luego de tomar una de las escobas que aún funcionaba con la mano derecha y uno de los mangos de las escobas que no funcionaba en la izquierda, ofreciéndoselo a Matthew—. Hoy vamos a conocer parte del proceso que convierte lo que tienes en la mano, en una autentica escoba voladora, la cual vas a poder conservar al terminar la clase. 

Las antorchas del campo de quidditch se encendieron justo a las 18:00 y las sombras de los dos hombres se proyectaban hacia los 4 puntos cardinales generando una gigantesca X debajo de cada uno de ellos. El holandés cortó el trozo de cuerda que amarraban las cerdas que cayeron desparramadas sobre el césped del campo de quiddtich. Los trozos de madera, de exactamente el mismo largo del mango de una de las escobas, flotaron hasta quedar frente a Matthew, al igual que uno de los octavos de lija.

—Una escoba consta de tres partes: dos de ellas, podemos identificarlas a simple vista, como el mango y la cola. La otra no la podemos ver pero nuestros traseros agradecen infinitamente su existencia a Elliot Smethwyk —continuó luego de agarrar una manotada de cerdas con la mano derecha y comprobar la longitud de unas cuentas—. La selección de las cerdas siempre es aconsejable hacerla de forma manual. Algunos puristas, como este servidor, son partidarios de que las cerdas deben tener el mismo tamaño para que el viento pase sin obstáculos entre ellas. Otros, un poco motivados por la industrialización del producto, simplemente las alinean en paralelo y las cortan —hizo una pausa y entregó las cerdas a Matthew mirándolo a los ojos—. ¿Cuál sería tu forma de hacerla?

>>El madero, por otro lado, no requiere tanta elaboración —continuó levantando el tronco de color más oscuro del suelo—. El pino y el abeto son las maderas por excelencia no solo por su resistencia, sino por su docilidad para la aplicación de los encantamientos. Puedes darle la forma mediante magia y pulirlo con tus propias manos. O puedes hacerlo todo con magia. Elije una de las dos maderas y adecúa la forma del mango de tu escoba mientras me vas contando qué te motivó a tomar esta clase. 

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