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Ceremonia de Selección (Sombrero Seleccionador)


Adrian Wild
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Había pasado mucho tiempo. Demasiado, quizá. Pasé los dedos por la madera del taburete. Estaba vieja, pero se mantenía pulida y con una ligera capa de barniz. Me senté, mirando hacia las largas mesas bordeadas por los bancos de la misma longitud. Contemplé la gran sala, vacía y silenciosa. Se oía el crepitar del fuego de la amplia chimenea y el rumor intrínseco del castillo, de las escaleras moviéndose, de la madera crujiendo, del susurrante polvo, imposible de mantener a raya. La sensación era sobrecogedora; Hogwarts era sobrecogedor cuando nadie parecía habitarlo.

Los recuerdos no tardaron en aparecer ante mis ojos. Llenaron la inmensa sala en apenas unos segundos, de animadas conversaciones y toda clase de rostros emocionados, de ruido, de risas, de expectación, de comida, de olores y de... magia. La magia de ese chiquillo entrando en el Gran Comedor por primera vez, sin saber muy bien lo que iba a ocurrir en los próximos siete años de su vida, ni mucho menos todo lo que le deparaban los años de después. Los muchos, muchos años de después.

Le vi allí, entre el grupo de niños y niñas que había entrado junto a él, guiado por el subdirector, nerviosos y apresurados, rebosantes de ansia e incertidumbre y... Sí, mucha inocencia. Vi a la chica de su lado que parecía la más confiada del grupo. Podría haberse creído que era toda una Gryffindor, pero resultó ser seleccionada para Hufflepuff. El chico más alto del grupo parecía temeroso. Seguramente le habían metido muchas ideas preconcebidas en la cabeza sobre aquel momento y la selección de Casa. Él, sin embargo, se mostraba tranquilo. Observé su mirada, clavada en el taburete, donde ahora se hallaba mi regazo. Parecía serena, pero yo sabía perfectamente todo lo que estaba pasando por su cabeza en aquellos momentos.

Pensaba en lo que ocurriría si le elegían para Slytherin. No quería, pero algo dentro de él le decía que, en realidad, aquella decisión le tranquilizaría; no sentía ninguna conexión con la casa de los leones y, por mucho que quisiera, en el fondo no se percibía a sí mismo en sintonía con las características asociadas a los tejones. No, Slytherin era su lugar. Lo sabía.

Me levanté del taburete, observando atentamente la escena hasta colocarme al lado del grupo de alumnos y alumnas recién ingresados. Le vi avanzar cuando el subdirector dijo su nombre. Lo hizo con decisión, una decisión completamente fingida. Sonreí. Ya entonces controlaba muy bien la imagen que quería dar. Ya entonces había construido barreras, pero sabía jugar sus cartas. Sabía muchas cosas. En lo que no había caído es en que aquello suponía una gran pista, un gran determinante sobre la Casa a la que pertenecería. La casa a la que, sin saberlo, ya pertenecía.

El Sombrero no titubeó ni un solo instante. Lo tuvo más claro que lo que él lo había tenido jamás.

— ¡Eres claramente un Ravenclaw! —declaró.

Inteligente. Adaptable. Creativo. Cambiante.

Claro que, en aquel entonces, él todavía no sabía lo importantes que serían esas características en su vida.

La imagen se desvaneció casi más rápido de lo que había llegado. Todo se fue atenuando y los gritos se convirtieron en murmullos a mi espalda.

— Es la hora —murmuré para mí mismo, volviendo al presente.

Eché una última ojeada al gran salón sin ocupar antes de que comenzara a llenarse de vida. Nada parecía haber cambiado y, sin embargo, todo lo había hecho. Subí al estrado y me coloqué pacientemente tras el atril dorado del búho con las alas desplegadas. Jamás, en todos los años que llevaba vividos, y comenzaban a contarse por siglos, hubiera imaginado que algún día ocuparía aquel lugar. Entonces, en la esquina de la mesa central de la izquierda, el niño recién seleccionado reapareció, abrazado por sus compañeros de Casa. Sin saber por qué, se giró hacia mí. Le guiñé un ojo, una sonrisa leve se formó en sus labios y regresó su atención a la agitada mesa.

Desapareció en el mismo instante en el que las puertas se abrieron y el Gran Comedor comenzó a llenarse. De animadas conversaciones y toda clase de rostros emocionados, de ruido, de risas, de expectación, de comida, de olores...

Y de magia.

 

OFF ROL

¡Bienvenidos y bienvenidas a Hogwarts!

Esperamos que os emocione estar aquí tanto como a todo el equipo que hayáis decidido pararos a conocer nuestro tan querido foro. En este topic podréis dejar, si así lo deseáis, vuestro primer rol (o segundo, o como si es el mil quinientos treinta y dos), en el que narréis cómo fue vuestra Ceremonia de Selección.

Podéis narrarlo como queráis, pero siempre adecuando el rol a la situación actual de vuestro personaje. Como veis, yo lo he adaptado a la situación actual de mi personaje como director de Hogwarts y cómo recuerda aquel momento (tan lejano ya). Puede ser un recuerdo, una conversación con otra persona en la que lo recordéis con algo de detalle, una vivencia actual porque vuestro personaje sea estudiante de Hogwarts y acabe de entrar... ¡Sentíos libres! No es algo evaluativo, es un rol para comenzar a desempolvar los teclados y desengrasar los dedos, y que os deis el gusto de enseñarnos vuestra forma de contar la historia de vuestro personaje.

¡Que comiencen esas Ceremonias de Selección!

Editado por Adrian Wild

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✤ Viajero de la noche ✤

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  • 3 semanas más tarde...

01 de Septiembre de 2024

 

Todavía tenía los dedos pegoteados por haber estado comiendo varitas de regaliz en el Expreso de Hogwarts. Había sido la única forma de mantener mis manos ocupadas y evitar comerme las uñas, un hábito que mi madre señalaba constantemente como detestable. Sumado a que mi capacidad de curación era pésima debido a mis genes malos, si me lastimaba las manos, tardaría mucho en recomponerse la piel y las uñas. ¿Aún con magia a mi alcance? Pues sí, porque los ungüentos que mi madre usaba y las medicinas que habíamos solicitado, no parecían hacer demasiado efecto. En conclusión, había tenido que atiborrarme de dulce para estar concentrada en cualquier otra cosa que no fuera mi propia ansiedad. 

- Tranquila, será divertido - me dijo Rohana, una alumna de tercer año de Slytherin. 

Ella pariente mío por el lado de mi padre, una prima o algo así, me habían comentado. Nos parecíamos un poco. Ella gustaba de tener su cabello con colores y, ahora mismo, lo tenía decolorado en blanco en algunas partes. Además, sus ojos, aunque verde agua, eran muy parecidos en forma a los míos. O eso quería creer, para no sentirme tan sola. 

Más adelante, durante el recorrido, Rohana me había presentado a otros alumnos de primer año con los cuales podía sentarme para el resto del viaje. Con ellos habíamos comprado casi todo el carrito de golosinas, y habíamos pasado el rato hablando de nuestros gustos, hobbies, cosas en general. Algunos no entendían cómo no había asistido a un colegio muggle nunca en mi vida. Me daba vergüenza decirles que mis padres eran acérrimos defensores de la pureza de sangre y, por lo tanto, hubiera sido una aberración para ellos mandarme a un colegio muggle. En cambio, yo había tenido tutores privados y hasta había asistido a una institución mágica para niños que aún no asistían a Hogwarts. Por supuesto, con los conflictos que se habían comenzado a suscitar por la Caída del Estatuto, finalmente habían tomado la decisión de mantenerme a salvo en casa. 

Ahora, tamborileando los dedos de forma ansiosa, sobre la barandilla de mármol de las escaleras de entrada al Gran Comedor, me daba cuenta que si me hubiera tomado un minuto para lavarme las manos, no tendría que andar llenándomelos de mugre. También me daba cuenta que había estado sobrepensando muchísimo lo de mis manos sucias. 

- Entren, en silencio - dijo la profesora que nos recibió. No recordaba su nombre. 

El Gran Comedor estaba repleto de gente, alumnos. Al frente, luego de un largo corredor cargado de miradas, nos esperaba un taburete con el famosísimo Sombrero Seleccionador. 

"Harry Potter se sentó allí hace treinta años", pensé. 

Mis padres odiaban a Harry Potter. Yo lo admiraba. Había algo en él, en su historia, que me parecía fascinante. 

Miré hacia el techo, donde las velas flotaban. El cielo nocturno podía verse, como si no hubiera nada encima de nuestras cabezas. 

-¡Astara Macnair!- dijo la profesora.

¿En qué momento habían pasado tantos? No éramos tantos, en realidad. Muchos padres no querían enviar a sus hijos al colegio por los conflictos del mundo. 

Caminé, medio a tumbos, hasta el frente. Todos los ojos fijos en mí mientras me sentaba en el taburete y la profesora ponía el sombrero sobre mi cabeza. 

-Uhm... Otra Macnair- murmuró en mi oído el objeto mágico-. Siempre he sabido a dónde van todos ustedes... ¿Pero tú? Tienes muchas dudas...- continuó. 

Sí, las tenía. No quería ir a Slytherin porque pensaba que todos los magos tenebrosos venían de ahí. Tampoco quería ir a Gryffindor, porque eso seguramente sería un horror para mi familia. Cualquier otra opción era mejor. 

-¿Segura? Podrías ser muy grande en Slytherin... Tienes muchas ambiciones, Astara. ¡Slytherin!- gritó el Sombrero, y sentí que se me caía el alma a los pies.

En ese momento, no sabía qué pensar. 

 

 

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01 de Septiembre de 2024

 

Estaba nervioso. No voy negarlo, aunque por fuera parecía muy seguro de mi mismo. Mis padres habían estado en aquel colegio, ambos, como mi tío abuelo Sirius habían estado en Gryffindor. La tensión aumentaba a cada minuto mientras maravillado veía aquellas velas flotante y el cielo nocturno en el techo, lo bueno es que mi apellido debería ser de los primeros. Era un orgulloso Black, aunque la familia nos había desheredado y borrado del árbol familiar cualquier rastro de nuestra existencia. No era que me importara mucho, yo prefería crear mi propia historia y camino.

 

-Coleen Black!!! -escuche una voz que me llamaba la cual hizo que volviera a poner la vista al frente. Respire. -En un segundo habrá acabado todo -me dije a mi mismo

 

Camine lo mas decidido que pude. No podía demostrar miedo ni nerviosismo. Mi único delito era rockear y había pasado ya por cosas extrañas, aun así, eso no quitaba que de una u otra forma el Sombrero Seleccionador decidiera mandarme a casa por incompetente. Me senté en el taburete y espere una vez que el sombrero de poso en mi cabeza...

 

"Interesante, en Hufflepuff harás grandes cosas, te gusta ayudar y esforzarte, veo en ti dedicación, trabajo duro, poca paciencia para algunas cosas, lealtad y honestidad... pero también noto el orgullo Slytherin en ti, veo en tu mente que utilizas cualquier medio para lograr tus fines, posees determinación, ambición, un cierto desdén por las normas, astucia, aspiraciones de grandeza y hambre de poder y un carácter de los mil demonios"

 

-Mmmm... Seras... SLYTHERIN!!! -grito el sombrero

 

-Uy, mis padres estarán revolviendose en la tumba -pensé divertido sabiendo que toda nuestra familia había estado en Slytherin menos ellos y mi tío abuelo Sirius- esto sera muy interesante

 

Me quite el sombrero seleccionador, se lo entregue a la profesora y fui a sentarme en la mesa de Slytherin donde me estaban aplaudiendo.

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Fushiguro, Toji.  

Mansión Malfoy 

Habían pasado aproximadamente veinte años desde aquella vez que el nipón se puso aquel viejo, pero muy sabio sombrero. Día antes de la ceremonia y de su ingreso en hogwarts, Tazz Malfoy, le había estado explicando el porqué un sombrero tenía que decidir el futuro de un niño. Del país que provenía, las cosas se hacían de una manera muy distinta, la ceremonia de ingreso en Mahoutokoro. Para el nipón iba ser todo un reto, si bien apenas había pasado el primer en la escuela japonesa, el haber huido de aquellos que querían su cabeza en una pica le proporcionó la oportunidad de escoger una nueva vida en Londres, lo que era irónico ya que en unas horas un sombrero iba a decidir a donde pertenecía.  

—No es justo —se quejó marcando mucho su acento japonés. Había tenido un año para aprender la lengua del nuevo país al que lo trajo el Malfoy a vivir. —Estoy cansado de que le gente me diga quien debo ser o hacia donde debo ir — añadió el joven Toji mientras miraba por la ventana del ático en la mansión de su familia de acogida. Tazz estaba sentado en el borde de la cama del pequeño Toji, su mirada no reflejaba que dolor, el mismo que el de un hermano mayor a ver todo el sufrimiento que ha tenido que pasar el muchacho que tenía en frente suya.  

—El sombrero no te obliga a ser quien no quieres ser, Toji — avanzó el Malfoy mientras se disponía a levantarse de la cama. —Puedes decirle quien quieres ser... — Tazz echó un último vistazo al muchacho, mientras este seguía mirando por la ventana. —¿Le podría pedir que no me ponga en gryffindor? el nipón cruzó mirada con Tazz a través del reflejo del espejo. —Muy gracioso, no tardes en bajar, tenemos que salir hacia el castillo en una hora — el Malfoy cruzó la puerta de la habitación dejando al joven fushiguro para que acabe de empacar sus pertenencias.  

 

Gran Comedor – Hogwarts 

Estaba nervioso, pero no de la misma manera en la que la mayoría de niños de su edad podían estarlo. Sus nervios venían arraigados a la oscuridad con la que había nacido. Si bien hasta la fecha Toji era incapaz de acceder a los poderes demoniacos de propios de su clan, desde su llegada a occidente, ciertos sentimientos y emociones habían despertado en su interior.... sentía un oscuridad gestándose en sus entrañas. ¿Quizás su parte Daemon estaba en proceso de afloramiento?. No lo sabía con certeza.  

Le llegó el turno al nipón. Slytherin será mi hogar por que es a dónde pertenezco — rezó mientras atravesaba el gran comedor hasta llegar al taburete en donde se decidiría su destino. Un pitido en los oídos aisló el ruido que había en el comedor, quizás un mecanismo de defensa de su propio cuerpo que lo mantenía atento a lo que pudiera pasar. La subdirectora colocó el sombrero encima de su cabeza y éste empezó a balbucear cosas que Toji apenas entendía. —¿A dónde perteneces, jovencito? — le preguntó el sombrero. Fushiguro no sabía si debía responder o no, puesto que había visto en las anteriores personas que apenas si hacía caso. —Slytherin es mi casa — finalmente soltó el nipón. —Debes ponerme en Slytherin, no aceptaré ninguna otra casa más — había sacado fuerzas del interior de las entrañas para poder hablarle al sombrero.  

—Muy bien.... que sea Slytherin, pues — sentenció el sombrero seleccionador. —La casa de Salazar Slytherin ha ganado un digno hijo.  

La sensación de ahogamiento que presentó después no le permitió comer nada de lo que había encima de la mesa de la casa de Slytherin. Toji se dedicó a mirar el resto de la ceremonia mientras analizaba a los compañeros que tenía en la mesa.  

 

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"El camino es tortuoso, incluso en los momentos en que podemos vislumbrar muy hacia adelante, tarde o temprano nos lanzará una curva."

Y ningún camino había parecido tan largo como aquel que transitaba en su eterno exilio, un exilio arraigado en sus propias convicciones. Cada tanto, sin embargo, aprovechaba para recordar, recorría lugares conocidos, escondido bajo una tosca capucha, disfrutando del traqueteo del calzado contra el adoquín en lugares tan simples como la calle principal de Hogsmeade, a lo lejos, sin embargo, podía ver la punta de ese magnífico castillo que alguna vez lo cobijó en sus brazos. Aún recordaba su primera noche, el primero de los caminos que había parecido más largo que ningún otro.

El cabello castaño se arremolinaba en bucles en sus rasgos finos e infantiles, sus ojos grises sostenían la mirada de todo aquel que se detuviese a mirar la fina línea roja que cruzaba el lado izquierdo de su cara. Aún podía sentir el dolor y la vergüenza de verse caer y golpear contra el borde del bote mientras avanzaban por el lago y, aún a pesar de sus intensos esfuerzos, sus orejas y mejillas se habían unificado en un furioso rojo. Un chico se acercó y extrajo un pañuelo del bolsillo de su túnica y se lo ofreció. Su aspecto pálido, y con un cabello negro impoluto lo hacía parecer un maniquí, a pesar de su gesto de extrema humanidad.

- Te quedó una marca ahí. Limpiate, quedarás como un idi*** delante de todos.- Le sonrió con sorna.

- Gracias, ha sido un viaje... difícil. Hace poco descubrí todo esto de la magia y tal, siempre creí que las cosas me sucedían por idi***. - ambos muchachos rieron, hasta escuchar la puerta abrirse, una bruja alta y erguida los miraba del otro lado del salón invitándolos a seguirla. Cuatro mesas se extendían a lo largo de un salón asombroso. Cientos de alumnos mayores los miraban al pasar, como si fuesen una especie de circo. Un gracioso le dijo algo a su amigo y lo señalaron mientras reían por lo bajo, otras personas parecían conocer a algunos de sus compañeros de viaje.

 Al final de lo que parecieron horas caminando bajo la estricta mirada de lo que parecieron millones de estudiantes, la mesa de profesores al final, aún más imponente, parecía erguirse sobre un pequeño taburete de madera sobre el que un sombrero deshilachado y emparchado parecía hundirse. Thanatos no entendía por qué alguien querría ponerle un sombrero a un taburete, no era como si le molestara el sol o algo, además era de noche! Sin embargo, la respuesta a sus dudas no tardaría en llegar.

 Unos pliegues se abrieron entre las costuras del sombrero y este, sin que nadie se inmutara, empezó a cantar. Una canción bastante buena, si tenemos en cuenta que la cantó un sombrero, que no entendía la mitad de lo que estaba pasando y... esperen. La cantó el sombrero o es el banquito el que la can... no importa.

 El sombrero narró un poco las diversas condiciones que llevaban a la selección de los fundadores y por qué cada casa albergaba a los distintos estudiantes, pero el ojigrís se quedó tan embobado mirando a una profesora en la esquina de la mesa que no supo realmente cuánto tiempo pasó para el momento en que, sobresaltado, escuchó su apellido gritado por la misma profesora que los había acompañado al Gran Salón.

- Snape, Thanatos. - sus piernas temblaron un poco, como si se hubiesen vuelto de repente de piedra en peso, pero de gelatina en flexibilidad. Esos escalones se hicieron eternos, la profesora le colocó el sombrero, que se le antojó algo grande y con poca higiene personal, teniendo en cuenta que ya habían seleccionado a más de la mitad, que podían tener caspa, piojos o vaya a saber qué cosa. Cuando el sombrero empezó a hablarle, sin embargo, lo hizo con una voz que le resultó graciosa y amigable.

- Así que, veo que tienes tanto, tanto por aprender, y no puedes estar en mejor lugar. - el sombrero pensó un instante mientras el muchacho sentía sus orejas caer hacia el costado por el peso.- Veo valor, y también astucia. Veo ansias del saber, y no menos ambición. El camino lo traza cada uno, pero podemos imaginar que la osadía y el honor podrían llevarte algo, hijo mío. Con valor! - el aire pareció detenerse un instante mientras escuchaba como ahora la voz del sombrero pasaba a retumbar en el salón.- ¡Gryffindor! - la mesa de la derecha estalló en vítores mientras el joven se dejaba el sombrero y bajaba corriendo. Notó que el muchacho con aspecto de maniquí lo miraba algo consternado, parecía que sus ojos dijeran "¿Gryffindor? ¿En serio?", mientras los revoleaba, algo entretenido. Siguió su camino hacia la altura de las mesas, donde se encontró con el resto. De fondo, el sombrero repetía su apellido, ¿familia acaso?

- Snape... - sus ojos giraron y se abrieron de par en par.

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1 de Septiembre de 2024.
Primer año en Hogwarts.

Las altas y oscuras torres del castillo de Hogwarts se erguían imponentes mientras el lago reflejaba las luces de la imponente luna que parecía feliz de darles a todos una bienvenida. Baela Macnair, con solo once años, se encontraba entre la multitud de estudiantes de primer año que se apretujaban nerviosamente en el Gran Comedor, con la mirada fija en el cielo encantado que se extendía sobre ellos. 

Su cabello oscuro, recogido en una trenza perfecta, contrastaba con la piel pálida que heredó de su madre, y mientras tanto, sus ojos grises recorrían el lugar con una calma que no reflejaba el torbellino de emociones que sentía en su interior.

Las cuatro largas mesas de las Casas estaban llenas de estudiantes mayores, todos mirando expectantes a los nuevos. Frente a ella, en el centro del escenario, estaba el Sombrero Seleccionador, viejo y raído, pero lleno de una magia ancestral. Baela sabía lo que significaba este momento. Ser seleccionada en una casa no era solo un paso en su educación, sino también un indicio de su destino. ¿La colocarían en Slytherin como a la mayoría de su familia, o en una casa distinta que reflejara su propia naturaleza serena?

El subdirector comenzó a leer los nombres en voz alta, y uno por uno, los estudiantes se sentaron en el taburete para ser seleccionados. Finalmente, llegó el momento que Baela había anticipado con un nudo en el estómago.

⸺ ¡Baela Macnair! ⸺anunció el mago con su voz firme.

Con paso elegante, casi etéreo, la pequeña bruja se adelantó entre la multitud de estudiantes, cada movimiento medido y lleno de una gracia que no podía evitar, pese a su juventud. El Gran Comedor pareció detenerse por un momento, y los susurros recorrieron las mesas. Sabían quién era. Una Macnair. Muchos de los estudiantes mayores reconocían el apellido, y a las grandes figuras que portaron el mismo. Pero para ella, aún cuando fuese parte de su identidad, le seguía pareciendo desconocido.

Sin embargo, mientras se sentaba en el taburete ignorando a todo el mundo y el Sombrero Seleccionador se posaba sobre su cabeza, Baela intentaba calmar la incertidumbre que crecía en su pecho.

⸺ Oh… interesante…⸺dijo el Sombrero mientras iba susurrando en su mente.⸺ Veo un intelecto agudo… una gran curiosidad… pero también una profunda lealtad a tu familia. ¿Te preocupa no cumplir con sus expectativas?

La bruja no respondió, ni tampoco dio indicios de preocupación, pero el sombrero no necesitaba palabras. Podía sentir cómo sus pensamientos más profundos se desplegaban ante él.

— Ravenclaw te daría el espacio para crecer intelectualmente, desarrollar esa curiosidad que te consume…⸺murmuró el Sombrero.⸺ Pero también veo esa firmeza… esa determinación. Un deseo de forjar tu propio camino, lejos de las sombras de tu linaje. Muy interesante…

Por un instante, Baela sintió que su destino pendía de un hilo. Slytherin, la casa de su familia, representaba poder, ambición, y una conexión con sus raíces. Pero su corazón latía por un deseo diferente, por el reconocimiento propio y el misterio que le ofrecía pertenecer a otra casa.

⸺ Tienes lo que se necesita para destacar en ambos caminos, pero sé a dónde perteneces…⸺susurró el Sombrero, finalmente.⸺ ¡RAVENCLAW!

El eco de la palabra resonó en el Gran Comedor, y la mesa de Ravenclaw estalló en aplausos. Baela dejó escapar el aliento que no se había dado cuenta que retenía. Se levantó con calma, bajando del taburete, y dirigió su mirada hacia la mesa de Slytherin, donde algunos rostros conocidos la observaban con una mezcla de sorpresa y desaprobación contenida. Pero ella, con su caminar sereno, se dirigió hacia la mesa de su nueva casa, Ravenclaw, sabiendo que en aquel momento, estaba comenzando a forjar su propio camino.

Mientras se sentaba entre sus nuevos compañeros, el murmullo en su mente comenzó a disiparse. La incertidumbre se desvaneció, y por primera vez, sintió que Hogwarts no solo sería un lugar de aprendizaje, sino un refugio donde podría explorar los misterios de su propio destino.

El castillo tenía secretos que aún no conocía, y Baela, con su mente brillante y espíritu determinado, estaba más que dispuesta a desvelarlos.

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1 de septiembre del 2030

Su primer año en Hogwarts, el ya no estaba chico, sino más bien con unos años encima para esta ceremonia. Pero después de una guerra había varios adolescentes que apenas estaban cursando el colegio por primera vez, adaptándose a la recien actualidad.

 

Camino por el pasillo, mientras que los demás estudiantes miraban hacia el frente, o hacia sus compañeros nuevos. Éramos varios y todos teníamos diferentes emociones mezcladas, su madre le había hablado de la ceremonia y de lo que pasaría en ella, el niño que tenía 10 años añoraba que quedaba en la misma casa que toda su familia; pero el adolescente de 16 años ya no sabía que iba a pasar en aquel lugar.

 

Mientras que varios de sus compañeros pasaban al frente, el los miraba y le sudaban las manos; no quería decepcionar a su madre y tampoco quería quedar en una casa que no era de el, así que mientras que escuchaba su nombre para pasar al frente. El sintió como su cuerpo no le obedecía, por unos momentos no pudo dar ningún paso, hasta que alguien lo aventó por atrás para que avanzará y solo así pudo reaccionar.

 

Avanzo con pasos torpes hacia el frente y con nerviosismo en la mirada, inclino la cabeza para que le pusieran el sombrero. Sentía a aquel objeto mágico hurgar en su cabeza, buscando en qué casa lo iba a poner, susurraba para el mismo y por fin después de lo que pareció una eternidad el sombrero grito -Slytherin- un suspiro llegó a sus labios y sonrió mientras le quitaban el gorro.

 

-Lo bueno que no fue Gryffindor porque sino mi familia me deshereda- comento por lo bajo mientras camina a hacia la mesa de su nueva casa, sabía que pronto tendría sus clases y nuevas aventuras con sus compañeros.

Editado por Sebastian Macnair
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