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Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas


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Parecía que el mago empezaba a recobrar algo mas el conocimiento y a saber poco a poco que se encontraba en un hospital. Eliah esperaba pacientemente pero en realidad su Daimon  estaba mas impaciente que ella, la Selwyn no tuvo que hacer otra cosa que contenerla en su interior mientras esperaba que sucedía con aquel mago.

—Soy Eliah Selwyn R. Black—Contestó con tranquilidad a la pregunta de León del que ya sabía su nombre mientras se presentaba y fruncía el ceño sin comprender bien toda aquella situación. Seguía con las piernas  y brazos cruzados en aquel sillón mientras intentaba discernir lo que sucedía con aquel caballero. 

Se levantó pues no podía ya contener más a Abrahel pues parecía que ella quería moverse y acercarse hasta el mago, caminó hasta una mesilla cercana a la camilla y dejó el frasco que había usado para la poción que le devolvería a la vida al Crowley. Ahora entendía que ese mago era el que perturbaba tanto a la reina de las súcubos pero seguía sin saber por qué.

"Déjame a mi, ese est****o de León no te va a decir nada..."habló Abrahel en su interior y la rubia no hizo otra cosa que suspirar a lo que pensó—"esta bien, pero a la mínima que te vea fuera de control te vuelves pa dentro"— amenazó la Black a su lado demoniaco que parecía reírse de forma pícara en su interior pero que accedió a la amenaza de la tempestad. Pero  antes de eso utilizó el anillo que portaba en su mano para que no se escuchará nada de lo que hablaban en su interior.

Cuando llegó hasta la camilla los ojos azules cambiaron a amarillos, como si fueran unos ojos de serpiente y ahora en su boca tenía unos colmillos afilados tanto los de arriba como los de abajo. No quería cambiar mucho más su cuerpo Abrahel puesto que no se sentía del todo segura en aquel lugar, pero era suficiente para tratara con aquel hombre. Ladeo la cabeza observándole esperando una reacción que le diera información pero no parecía que quisiera ceder. 

A diferencia de la bruja la súcubo no era nada, pero nada paciente, asi que le agarro la ropa del pecho acercándola a él bastante cabreada e impaciente con aquella situación que estaba viviendo la demonio. Había sido muy descuidado, le había salvado el culo incontables veces y ni siquiera le daba un dato o algun tipo de información.

—¿Me vas a decir quien demonios eres?— preguntó Abrahel mientras lo miraba directamente a los ojos intentando ver algún tipo de cambio.—@ León Crowley no me sirve—dijo soltándole con enfado y casi dándole la espalda para recoger las cosas y si no  hacia nada más marcharse de allí.

Editado por Eliah Selwyn R.

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El vampiro caminaba por el corazón de San Mungo, donde los pasillos susurraban secretos y las paredes guardaban historias, a allí, a un sitio donde muy pocos tenían el privilegio de ir el cainita se dirigía. El vampiro en su niñez había mostrado un talento excepcional para la magia curativa. Mientras otros estudiantes se maravillaban con hechizos de transformación y encantamientos, el Ragnarok se dedicaba a aprender sobre pociones y hechizos que pudieran sanar heridas y aliviar dolores.

 

El vampiro había sido inspirado por su madre adoptiva Gabrielle quien lo había acogido una vez llego a Londres desde Venezuela y quien le había enseñado que la verdadera magia no solo reside en la fuerza, sino también en la compasión y el deseo de ayudar a los demás. Bajo su tutela, el hijo de la noche aprendió a preparar pociones complejas y a realizar hechizos curativos avanzados. El cainita recordaba que cuando había una gran necesidad o extrema urgencia la gente solía ir hasta su casa para que Gabrielle les atendiera o al menos de una manera compasiva pudieran morir. de allí, había adoptado el extraño gusto por el Te.

 

Mientras caminaba por aquel pasillo recordó que un día había caído una oscura amenaza que se cernió sobre Londres. Un grupo de magos tenebrosos había logrado infiltrarse en los terrenos de algunas casas, causando caos y dejando a muchos heridos. Allí fue que el Ragnarok pudo ver que no era un mito, allí frente a sus ojos podía ver la existencia de la Marca Tenebrosa. Quien iba a decir que muchos años después, el formaría parte de ellos. Mientras muchos luchaban para proteger la zona y a  sus familias el vampiro se había apresurado para ayudar a Gabrielle a curar a los heridos.

 

Con una calma sorprendente, el hijo de la noche comenzó a tratar a los heridos. Sus manos se movían con precisión mientras aplicaba pociones y realizaba hechizos curativos. Su magia era suave pero poderosa, y pronto, los heridos comenzaron a recuperarse. La noticia de sus habilidades se extendió rápidamente, pero aun así aquello no se le subió a la cabeza, sabia perfectamente que aun tenia mucho que aprender e investigar.

 

En medio del caos, El ragnarok encontró a un joven herido y asustado. Con una sonrisa tranquilizadora, se había arrodillado a su lado y había comenzado a sanar sus heridas.

 

-No te preocupes - le dijo suavemente- estarás a salvo ahora

 

 

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—Encantado de conocerte finalmente. Creo que nos hemos cruzado un par de veces pero no...

La actitud extraña de la mujer de ojos claros interrumpió las palabras de León que la observaba detenidamente. Sospechaba que estaba pasando por un dialogo interno bastante intenso por que reconocía en ella movimientos y expresiones propias de él cuando discutía con Baphometh: movimientos involuntarios de las manos y de los labios, movimientos bruscos de la pupila, parpadeos arrítmicos. Todo le era muy familiar.

No fue si no hasta que los ojos amarillos de la súcubo de postraron sobre él, que se percató de que @ Eliah Selwyn R.  ya no era la mujer que tenía en frente. El tenue movimiento de las llamas del averno se podía reflejar en lo profundo brillo de los ojos de la mujer y fue suficiente indicio para que León entendiera que quien fuera la entidad que tenía frente a él, conocía a Baphomet.

Era la primera vez, en casi 450 años que alguien o algo reconocía al senescal de algún momento anterior al pacto que él y León habían hecho. Jamás había dejado ver algo de su pasado más allá de su necesidad de incrementar su linaje. Abrahel tomó de la ropa a León y lo soltó casi empujándolo hacia atrás. La poca fuerza y reacción que tenía el pelinegro luego de haber vuelto de entre los muertos le había impedido colocar las manos a tiempo, haciendo que este se golpeara la parte trasera de la cabeza contra el borde de la cama.

—¡Déjame salir! —exclamó iracundo Baphometh—. No estás en condiciones de enfrentarla, León. Estarás consiente todo el tiempo y podrás retomar el control cuando quieras.

—Hazlo —soltó al fin el debilitado León dandole la razón mientras iba cerrando los ojos.

Era la primera vez que Baphometh tomaba posesión del cuerpo de León sin tener que hacerlo a las malas. El tatuaje del uróboro ubicado en el pectoral derecho de León ardió de color rojo durante un segundo y se empezó a expandir por todo el brazo derecho. Los ojos del mortífago, que ahora tanto la pupila como el iris eran de color escarlata, se abrieron de golpe y ubicaron de inmediato a Abrahel.

De un solo brinco salió de la cama vistiendo únicamente la bata de tela celeste que daban en San Mungo a la entrada de cada paciente. Con un veloz movimiento que duró fracciones de segundo, giró el cuerpo de la súcubo colocándola de frente y con el antebrazo izquierdo a la altura del cuello, la arrinconó contra la pared de la habitación. La mano que había transformado estaba aferrando ambas muñecas de la daimon, impidiendo su movimiento.

¿En serio quieres saber quien soy, niñita? —siseo Baphometh dejando que su lengua bífida se asomará entre los colmillos—. Tanto tiempo y aún sigues dándome la espalda cuando no debes hacerlo. No has aprendido nada en estos 400 años, Abrahel.

Editado por León Crowley
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El vampiro siguió recorriendo aquellos pasillos en silencio. Aun faltaba un poco para llegar a donde deseaba ir. lo único que se escuchaban eran sus pasos al retumbar con la fría piedra y causar aquel sonido entre hueco y eco. la oscuridad se estaba haciendo cada vez mas densa tras cada paso que el daba. El hijo de la noche no tenia miedo, había ido a aquel lugar muchas veces ya, Estaba tan acostumbrado que no era necesario ver por donde iba, conocía el camino a la perfección.  Suspiro, a su mente vino otra historia, otra imagen de su pasado...

 

Flashback...

 

En el bullicioso corazón de Londres, escondido a la vista de los muggles, se encontraba el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas. Entre sus paredes, donde la magia y la medicina se entrelazaban, trabajaba el Ragnarok. El vampiro era un sanador experimentado en aquella época, aun no lograba ser el director de San Mungo, aun así era conocido por su habilidad para tratar las heridas más graves y las enfermedades más extrañas.

 

El vampiro había dedicado su vida a la sanación después de haber curado a todas aquellas personas, supo a ciencia cierta que era su vocación. Su dolor se convirtió en su motivación, y se prometió a sí mismo que haría todo lo posible para salvar a otros de sufrir la misma pérdida. Con el tiempo, se convirtió en uno de los sanadores más respetados de San Mungo.

 

Una noche, mientras el hijo de la noche revisaba los informes de los pacientes, una emergencia llegó al hospital. Un grupo de aurores había sido emboscado por magos tenebrosos, y muchos de ellos estaban gravemente heridos. El cainita se apresuró a la sala de emergencias, donde el caos reinaba. Con una calma y determinación que solo los años de experiencia podían otorgar, comenzó a coordinar a su equipo y a tratar a los heridos. Claro estaba, se hubiera visto muy feo que los dejara morir, por lo que tenia que mantener su mascara de sanador y medimago respetable ante todos los que el conocían.

 

Uno de los aurores, una joven llamada Lyra, había sido alcanzada por un maleficio oscuro que amenazaba con consumirla. El cainita sabía que el tiempo era esencial. Con manos firmes y una mente clara, comenzó a trabajar en un contra hechizo complejo mientras administraba pociones curativas. La sala estaba en silencio, todos observando con esperanza y temor. Después de lo que parecieron horas, el maleficio comenzó a retroceder. Lyra abrió los ojos y miró a quien había sido su salvador  con gratitud.

 

-Gracias -susurró débilmente. El ragnarok sonrió y le dio una palmadita en el hombro de manera delicada.

 

-Solo hago mi trabajo -respondió humildemente.

 

La noticia de la valentía y habilidad del vampiro se extendió rápidamente. No solo había salvado a Lyra, sino que también había inspirado a su equipo a trabajar con una dedicación renovada. Para el hijo de la noche, cada vida salvada era una victoria. Con el tiempo, el Ragnarok se convirtió en el jefe de sanadores de San Mungo, guiando a la próxima generación de sanadores con sabiduría y compasión. Aunque su corazón aún llevaba las cicatrices del pasado, encontró consuelo en saber que su trabajo hacía del mundo un lugar mejor, un paciente a la vez.

 

Fin del Flashback...

 

El Ragnarok al fin había llegado. Se detuvo en aquella puerta con símbolos extraños, algunos casi irreconocibles o borrados por el tiempo. Sonrío.

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Los ojos de Abrahel se posaron en  los ojos de @ León Crowley  buscando algo hasta que lo pudo encontrar, encontró como se quedaba medio ausente como sus ojos se movían de forma algo errática como si estuviera hablando con alguien de su interior cuando se apartó de él pero después de eso, todo ocurrió de forma extremadamente rápida. Estaba con la espalda contra la pared mientras aquella mirada infernal la observaba muy de cerca y los ojos amarillos de la rubia parecían desafiarle más todavía.

Sus manos estaban sujetas y no podían moverse, pero eso no era impedimento para la reina de las súcubos que dibujo una sonrisa entre divertida por la situación y a la vez como si aquello le estuviera pareciendo irónico. Podía asustarle, pero claro quizás lo de intentar sacarle de sus cabales sería bastante divertido aunque notaba como Eliah no estaba a gusto con aquella situación.

—¿Sabes? me gusta que me agarren así en la cama...o para tener relaciones, pero creo que eso no es lo que buscas...—dijo Abrahel con voz coqueta usando su poder para nublar los sentidos del otro demonio, como si una ráfaga de color rosa se lanzara para anular los sentidos del demonio con su poder de Daimon para que el amarre se fuera aflojando y la dejara libre para que pudieran hablar con menos agresividad.

Lo que no la gustaba a la reina es que supieran quien era y ella no, frunció el ceño y con su poder le empujo hacia atrás cuando lo sintió confundido. Se cruzo de brazos mientras ladeaba la cintura hacia un lado y dejaba caer el peso en la pierna contraria. La gustaba ser una diva, y se la notaba a la súcubo, casi toda ella destilaba sensualidad y peligro y ahora que estaba afuera iba a aprovecharlo, pero eso de niñita no la gustaba que la llamaran así, solo la llamaba así que ella supiera su abuelo.

—Mira, que te quede claro, quiero saber quien eres, por que llevo años limpiando tus estropicios sin saber ni siquiera por que Demonios lo hago, no eres mi abuelo... que es la única familia que tengo en el infierno que no sea una súcubo, por que a mis súcubos las protejo cuando pasa algo, pero tu no tienes pinta de súcubo y estoy cansando de cubrirte las espaldas sin respuestas....—le contestó mientras ella también sacaba su lengua bífida que era un rasgo que pocos Deimons tenían, normalmente eran Deimons poderosos por lo que estaba enfrente de uno, eso lo tenía claro. Además estaba claro que la conocía y hacía 400 años que era cuando ella estaba viviendo en el averno con su madre y su abuelo.

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RUNAS ANTIGUAS

POST: 1/6

ACOMPAÑANTE INSTRUCTOR: @ Kyle Blackthorn

 

El hijo de la noche abrió aquella pesada puerta y entro en una sala oscura y polvorienta. Las paredes están cubiertas de tapices descoloridos que representan escenas de antiguos magos y brujas practicando hechizos olvidados. Preparando pociones, algunos de aquellos tapices mostraban personas con  cambios extraños en su rostro o deformaciones en el cuerpo a causa de las pociones experimentales. Cualquiera diría que aquello era una sala del departamento de Misterios del Ministerio de magia, pero no, aquella era una sala olvidada que solo conocía el Director de San Mungo. Una vez que dejara el puesto, el vampiro estaba seguro que le borrarían la memoria o al menos ese era el protocolo.

 

El aire estaba cargado con el aroma de pergaminos viejos y tinta, y la única fuente de luz proviene de unas pocas velas parpadeantes, cuyos reflejos bailan en las superficies de las mesas de madera desgastadas. Era una especie de Morgue? o aquellas paredes escondían muchos mas secretos? En una de las paredes, una gran pizarra de piedra se encontraba cubierta de símbolos arcanos que parecen brillar con una luz propia. Algunos conocidos otros no tantos, otros olvidados y algunos desconocidos, lo peor de todo era que...

 

El hijo de la noche se acerco a aquel cuerpo tendido en la mesa central. Lo destapo y vio tatuado en el alguno de aquellos símbolos, eran runas antiguas, unas que el no conocía. Bufó por lo bajo, el ragnarok siempre había tenido sed de conocimiento, había aprendido una que otra cosa sobre las Runas, pero hasta aquel momento no pensó que la fuera a necesitar. El vampiro, envuelto en una capa oscura, se movió silenciosamente, susurrando palabras en una lengua antigua que resuenan con un eco inquietante. Frente a el un libro de runas, cuyas páginas parecen cambiar y reordenarse por sí solas. De repente, un viento frío atraviesa la sala, haciendo que las velas parpadeen y las sombras se alarguen.

 

El vampiro le había dado instrucciones a Kyle para que llegara hasta allí, hasta aquella sala que el Blackthorn no debería ni conocer, pero era importante e imprescindible que pudiera descifrar aquellas marcas, aquellas runas tatuadas. 

 

-Quizás son una advertencia, quizás es mucho peor -susurro para si mismo esperando que el joven llegara.

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