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Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas


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        Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas       


A lo largo de los cinco siglos desde su fundación, el Hospital de San Mungo apenas había cambiado. Se situaba en el mismo lugar y las plantas que lo formaban también estaban ahí desde sus inicios. Con lógica, había ido adaptándose a las nuevas sociedades y crecimiento urbano que lo llevaron a estar integrado en territorio muggle, en la actual ciudad de Londres, pero la esencia era la misma, cuidar de la comunidad mágica inglesa y proporcionarle alivios con sanadores especializados.

Siempre habían sido muy cautelosos en guardar su secreto mágico, a pesar que ahora, ya en el 2030, las comunidades mágicas y la muggle se reconocen con cierta igualdad, tras la Guerra de los Pactos Rotos.

Es por eso que su entrada sigue siendo conocida sólo por los magos;  sigue estando camuflada en una calle comercial cercana a la Estación de King Cross, en un edificio rojizo que luce aún más destartalado desde que la guerra  llegara a la capital londinense. Un semidescolgado letrero muy viejo y lleno de polvo indica un nombre, Purge y Dowse S.A., una antiquísima galería de moda que lleva "En Reformas" desde hace siglos, según los habitantes más viejos de la zona. El interés por este bloque, que parece candidato a una demolición que nunca llega, desaparece al instante y se preocupan de alabar otras zonas comerciales más exóticas y elegantes del entorno.

El maniquí que deja paso al interior, sigue llevando un jersey verde como antaño, aunque no es el mismo. El anterior fue decapitado por una de las hordas de licántropos que asoló la ciudad en la guerra que se va superando poco a poco. Al atravesar el cristal, la sensación de desolación desaparece por completo. Ya se sabe que un hospital necesita una dirección firme y ordenada en su gestión y que la imagen lo es todo. La destrucción, visible en parte de la capital londinense y también en otras ciudades implicadas en la guerra finalizada hacía poco, no se reflejaba en la impoluta blancura de la planta baja, no al menos a la vista.

En la recepción, sillas en una pequeña sala de espera y una mesa de Información, ocupada por una bruja atenta (es su trabajo) que indica al mago la planta correcta según sea visitante o paciente. Hay un cartel que parece reaprovechado que resalta las plantas según la enfermedad a tratar, aunque siempre es mejor consultar en el mostrador, puesto que no todas están activas. Ya se sabe, la guerra ha hecho mal en todas partes, incluido al más famoso Hospital mágico de toda Inglaterra.
 

Planta baja

  • Accidentes Provocados por Artefactos
  • Explosiones de calderos, detonaciones de varitas, accidentes de escoba, etc.

Primera planta

  • Heridas Provocadas por Criaturas
  • Mordeduras, picaduras, quemaduras, espinas clavadas, etc.

Segunda planta

  • Virus Mágicos
  • Enfermedades contagiosas, como viruela de dragón, mal evanescente, etc.

Tercera planta

  • Envenenamientos Provocados por Pociones y Plantas
  • Sarpullidos, regurgitaciones, risas incontrolables, etc.

Cuarta planta

  • Daños Provocados por Hechizos
  • Embrujos irreversibles, maleficios, encantamientos mal realizados, etc.

Quinta planta

  • Salón de Té para Visitas, Tienda de Regalos.

 

        NOTA:

Los requisitos para convertirse en sanador son poseer al menos una de los siguientes conocimientos: Transformaciones, Pociones, Encantamientos, Herbología y Defensa Contra las Artes Oscuras.

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Oficina del Director

 

El vampiro se encontraba en su despacho revisando unos documentos importantes. Ahora que no había ministro todo se retazaría un poco, ya que era la forma mas rápida de saltarse todo y conseguir lo que deseaba mucho mas rápido. Suspiro, al menos, todo había estado tranquilo en San Mungo, y lo que mas le extraño, es que no llegara aun ningún herido causado por el caos en el atrio del ministerio, donde {el se encontraba junto a su esposa y su pequeña hija. Bufo por lo bajo, solo con recordar aquel evento le hervía la sangre, pero no sabia si estaba mas molesto consigo mismo por poner a su familia en peligro o con sus compañeros que irrumpieron de aquella forma.

 

Si, la verdad es que se había alejado un poco de aquella vida que había llevado en un principio y quizás por eso fue que no se entero de aquello, aunque una vez mortifago la marca no te dejaba escapar tan fácilmente, pero de haberlo sabido era obvio que no hubiera llevado a Cissy y mucho menos a Kore, además, otra pregunta le cruzaba por la cabeza... habría participado?.

 

Se levanto lentamente de la silla tras su escritorio y salió a caminar, necesitaba re-ordenar sus ideas y sabia exactamente a que lugar debía ir, por lo que se encamino hasta allí.

 

Segunda Planta... Virus Mágicos. Enfermedades contagiosas, como viruela de dragón, mal evanescente, etc.

 

Camino por los pasillos de la segunda planta, el lugar que había sido su hogar desde que era un pequeño aprendiz. recordó a Anna T y a Bodrik quienes habían sido jefas de aquella planta, hasta el momento que misteriosamente  ambas desaparecieron y el pudo tomar el control. El hijo de la noche amaba hacer pociones, experimentar, hasta tenia un laboratorio privado y muy bien escondido para seguir con sus experimentos. Dibhujo una mueca, quien iba a decir que el tiempo pasaria de aquella forma y ahora era el Director de san Mungo.

 

-Nadie se lo hubiera creído -susurro.

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Observaba el ajetreo del Hospital San Mungo a través de la ventana de su oficina⸺un espacio que solía estar lleno de libros antiguos y artefactos mágicos que había acumulado a lo largo de los años. La luz del sol se filtraba a través de los cristales, iluminando los rincones más polvorientos de la habitación, pero su mente estaba lejos de la tranquilidad que el paisaje ofrecía.

Había regresado a Inglaterra hacía poco, después de años de aventuras y desventuras que la habían llevado a lugares lejanos y a experiencias inimaginables⸺en realidad, se había encerrado en su propio mundo investigativo y había vuelto, por eso mismo, a prestar sus servicios al Gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, ya no podía seguir huyendo, o dejándole la cuerda floja a su marido. Su familia había crecido, y cada uno de sus hijos era un reflejo de su propia curiosidad y determinación, características que había cultivado con el tiempo.

Básicamente, debía hacerse cargo.

Apreciaba, sin duda, su rol actual como encargada de la Morgue ⸺ un lugar que le brindaba paz a través del silencio y la frialdad. Los años y las experiencias vividas le habían proporcionado una perspectiva única sobre la vida y la muerte, que ahora planeaba aprovechar.

Sin embargo, irónicamente, a menudo se encontraba en la sala de urgencias, tratando a pacientes que se presentaban con problemas que iban más allá de lo trivial⸺o la muerte⸺, especialmente en las noches de emergencia.

De repente, el sonido de un grito resonó desde el área de urgencias, generando en Juliette una adrenalina que comenzó a correr con entusiasmo por sus venas. A pesar de la tranquilidad que había intentado construir en su oficina, sabía que el turno de la noche apenas estaba comenzando. 

⸺ “Señorita Jul… ⸺el interno pestañeó nervioso, y luego sólo gritó con urgencia.⸺ ¡Necesitamos su ayuda, por favor!”

La bruja soltó un pequeño suspiro, pero sin dudarlo se apresuró para ir en su dirección, dejando atrás los informes y el polvo de su oficina. A medida que se adentraba en el caos de urgencias, sintió la energía vibrante del lugar: medimagos, enfermeros y aprendices trabajando al unísono, cada uno luchando contra el tiempo y las circunstancias. 

En ese momento, por primera vez en mucho tiempo, sintió que al fin había vuelto al lugar donde pertenecía⸺un lugar donde el conocimiento y la compasión se entrelazaban, y donde cada vida contaba.

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Un bulto de telas y harapos fue visto aparecerse en el medio de la Cuarta Planta del hospital San Mungo. 

El peso y velocidad fueron tan apruptos que, al aterrizar encima de un gran mesón transparente, causó una explosión de cristales tan estruendosa que varios pacientes, visitantes y enfermeros soltaron un grito alarmante. Sin embargo, después del impacto, la escena fue protagonizada por el completo silencio. Algunos valientes se acercaron, varita en mano, hacia el epicentro de aquel extraño tumulto humeante. Poco a poco pudieron apreciar que se trataba de un humano. Un mago uniformado incluso tomó el coraje suficiente para realizar el encantamiento Wingardium Leviosa hacia las ropas destruidas, lo que hizo que todos los presentes descubrieran que se trataba de dos personas prácticamente calcinadas. A juzgar por sus caballeras, eran un hombre y una mujer. 

No tardó en que un médico de turno se abalanzara hacia ellos y comprobara los pulsos. Le hizo un gesto a un enfermero que también se había precipitado. 

- Están vivos. ¡Un permiso! 

El hombre alzó su varita y de la punta salió una luz azul tan brillante que los más cercanos tuvieron que taparse los ojos. 

- ¡Hay que atenderlos cuanto antes! 

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  • 2 semanas más tarde...

El aire olía a ese característico desinfectante mágico que siempre impregnaba los pasillos de San Mungo. Baela, adormecida por el dolor que la embargaba, apenas recordaba cómo había llegado allí⸺una chispa mal canalizada, el resultado de un hechizo que había escapado de su control durante una de sus prácticas en Hogwarts. Un resplandor verde, un zumbido agudo y después, nada. Todo se volvió oscuridad hasta que despertó entre las blancas paredes de ese hospital.

Una bruja con un uniforme verde musgo pasó frente a su cama, haciendo levitar una bandeja con pociones color ámbar. La pequeña Macnair se removió entre las sábanas, intentando sentarse, pero el peso de su cuerpo era abrumador. La planta baja, eso alcanzó a comprender⸺la sala donde atendían los accidentes causados por artefactos o varitas defectuosas, aunque en su caso, no había sido su varita… había sido su propia magia interna la que se había rebelado.

El dolor punzante en su costado la hizo cerrar los ojos por un segundo nuevamente. No, no había sido un simple accidente, pensó. Había algo más, una sombra, un destello de magia oscura que había sentido justo antes de que todo se descontrolara como arena que se desparrama entre los dedos sin poderlo evitar. No estaba segura si había sido real o solo un eco de sus propios temores, parecido a esos susurros que solía escuchar cuando intentaba conciliar el sueño. Baela Macnair, a veces sentía que ese apellido que cargaba parecía una maldición.

Entonces alguien más ingresó a la habitación, una figura alta y delgada de cabellera rubia y sonrisa jovial⸺estaba segura de que era un sanador, y la carpeta flotante que revisaba frente a él se lo confirmó. El mago guardó silencio por largos segundos, y luego de hacer una firma rápida con la punta de una pluma, desapareció el documento en un chasquido.

⸺ Señorita Macnair… tuviste suerte. ⸺dijo con un tono profesional pero no carente de calidez, en realidad, parecía ser genuinamente una muy buena persona.⸺ El pequeño accidente dejó algunos efectos colaterales en tu cuerpo, pero te recuperarás… Una semana aquí y estarás como nueva.

Baela asintió débilmente, con su mente aún distraída y esa sensación de ligera decepción al ver que no había siquiera un mensaje de su madre, quien sabía trabajaba ahí. El sanador se fue luego de un pequeño asentimiento, y la soledad volvió a llenar la sala⸺era tan fría, tan diferente del ajetreo de Hogwarts, lejos de los compañeros, de los profesores y los pasillos llenos de magia viva. El hospital le parecía extraño, como si estuviera desconectada de todo lo que conocía, pero también le generaba una angustia inexplicable.

⸺ Una semana… esto será un infierno. ⸺dijo en un suspiro.

౨ৎ

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~Mansión Riddle~

No era la primera vez que salvaba a @ León Crowley  de alguna que otra situación sin saber muy bien por que, pero estaba empezando a ser una costumbre que a la Daimon la estaba dejado de gustar. Tras el llamado de sus compañeros donde no pudo llegar a tiempo, la mortifaga se encontró algo que no la gustó y es que varios mortifagos habían sido gravemente heridos y entre ellos estaba aquel mago que había pronunciado el nombre de su Daimon llamándola sin saber quien era él.

Sus pasos con su túnica mortifaga llegaron hasta el cuerpo inconsciente de aquel mago con  mascara de cuervo lo miró por un momento con aquellos ojos amarillos que representaban a la tempestad cuando llevaba aquella mascara en su rostro. Así que mientras sus demás compañeros atendían a los heridos ella se llevo el cuerpo del mago lejos de otras miradas, para dejarlo en otra habitación fuera el resto de la gente. 

Se agachó mientras mientras llevaba la mano a aquello que cubría la cara del mago y se la quitó haciendo que el antifaz que llevaban todos los miembros de la marca desapareciera y pudiera ver el rostro del Crowley el cual seguía sin conocer. Le cambió la ropa mortifaga con un movimiento de varita  y para acabar ella misma se quitó su mascara del rostro y se cambió de ropa para parecer una bruja normal y corriente, llevando a un querido mago herido para desaparecer con el cuerpo de León  hacia San mungo.

~Hospital San Mungo~

Llegó con el cuerpo de su compañero al lugar, por suerte su  mirada azulada localizó a un sanitario que les llevó a ambos hasta la cuarta planta donde podrían atender al base mientras ella esperaba tranquilamente por  respuestas. Le dejaron en una camilla mientras ella, lejos  de la zona de acción de los médicos observaba como le atendían mientras notaba a Abrahel inquieta como siempre que estaba cerca de aquella persona. No era la primera vez que se sentía así, pero ahora estaba demasiada nerviosa su lado demoniaco mas de lo habitual, como si estuviera preocupada por el Crowley.

Había algo raro que estaba pasando, parecía que el cuerpo no reaccionaba y su lado Daimon quería tomar el control de su cuerpo para ir a algún sitio con urgencia. Así que decidió marcharse de la sala para ir a buscar lo que necesitaba el hombre de ojos negros, aunque parecía que su demonio sabía perfectamente lo que necesitaba. "¿Que es esto Abrahel?" preguntó la Black a su demonio que parecía no contestarla claramente: "tranquila, déjame a mi, todo esta bien" fue la única respuesta que recibió de su Daimon.

Desapareció del lugar para ir a por los ingredientes que la reina de los súcubos parecía conocer perfectamente, entre ellos necesitaba colmillo de León, pluma de cuervo  y escama de colacuerno. Tuvo que visitar los almacenes de su familia para sacar los materiales, por suerte pudo hacer un tipo de poción gracias a sus conocimientos sobre pociones. Abrahel en cuanto pensó que todo estaba preparado se marchó para volver a San mungo y buscar de nuevo el cuarto donde se encontraba el Crowley.

Allí llegó de nuevo a San mungo con la poción para salvarle la vida a León, no sabía como su demonio tenía tantos conocimientos sobre aquel hombre, no entendía nada pero dejó actuar a su Daimon. Cuando llegó a lugar donde estaba el hombre de cabellos negros, los médicos le habían dejado de lado, seguramente creerían que estaba en coma, sacó el frasco del bolsillo del pantalón, quitó el tapón  y se lo introdujo al mago en la boca para que todo el líquido cayera por la boca y por la garganta del mago esperando que le diera la vida de nuevo.

En cuanto acabó se sentó en uno de los sillones para descansar después de todo aquello. Ahora la Selwyn tenía de nuevo el poder de su cuerpo ya que su demonio ya parecía que se había ocupado de todo aunque seguía aun algo inquieta. Eliah no entendía nada y no sabía por que se quedaba aquí, además no la dejaba irse de aquella habitación de San Mungo.

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El vacío infinito. El espacio onírico que lo abarca todo y a la vez no comprende nada. La pequeña grieta gris que se filtra entre los muros de la vida y la muerte que conserva en su interior aquellos que no han terminado de dar el paso a la eternidad. Dante lo definía como el primer círculo exterior del infierno, aquellos que no habían pecado de forma intencional, pero no habían sido bautizados por la fe. ¿Cuál fe? ¿Qué criterio fijaba cada creencia de cada persona para definir si caía o no en uno de los círculos?

El limbo era el único sitio en el cual siempre había estado completamente solo. Desde el arranque de su sistema de memorias, había compartido la existencia con el senescal siniestro que habitaba en su cuerpo. Baphometh siempre había estado ahí, en las buenas, en las regulares y en las malas. Así fuera una palabra o una blasfemia, el demonio se encargaba de recordarle que siempre estaba ahí. Excepto en el limbo.

Una y mil veces había bailado con la reina muerte y una y mil veces había salido ileso de sus encantos para luego caer en el silencio y tranquilidad que le daba el saberse solo. Esta vez no sería diferente. La desnuda consciencia de León daba vueltas en el infinito vacío que no era extraño para él. Los visos del rayo escarlata que habían cegado su vida en la Riddle pintaban alegres volutas que aparecían y desaparecían a voluntad. Por extraño que pareciera, parecía disfrutar la soledad aunque viniera acompañada de...

— ¿Hola? —la voz de Baphometh interrumpió los pensamientos del Crowley.

No hombre nooo —se quejó León —. ¿Que put4s haces acá?

A decir verdad, no lo sé —respondió el demonio un tanto confundido—. Se supone que no compartimos el mismo limbo, pero alguien me ha halado acá.

Pero ¿Quién? porque yo no fui.

No estoy del todo seguro —continuó Baphometh haciendo una pausa—. ¿Has sabido algo de tu hermana últimamente?

Aura Crowley había dejado de ser parte de la vida de León desde hacía más tiempo de que quería recordar. La batalla de egos y orgullos que habían iniciado no había llegado a buen término y no sabía de ella desde hacía más de dos décadas. La pelinegra había perfeccionado el arte de pasar desapercibida había borrado toda huella de su existencia. En algún momento uno de los elfos de la mujer había aparecido en la mansión Crowley con una solicitud formal de renunciar al apellido "Crowley" y a toda la herencia y derecho que el apellido le daba. Sabía por algún conocido en común que había adoptado el apellido de soltera de su madre y ahora llevaba el Adler como principal.

— ¿Aura? —cuestionó el pelinegro cada vez más confundido—. ¿Qué tiene ella que ver?

No lo sé. Siento algo extraño. Responde, ¿has hablado con tu hermana últimamente?

¿Aura? —volvió a preguntar León sin saber a qué se refería Baphometh

Si est****o, Aura, tu hermana. ¿O es que tienes más hermanas que yo no conozca? Porque estaría feliz de conocerlas...

¿Y tú? ¿Tienes hermanas? —Cuestionó León tratando de devolver el intento de broma—. ¿Son igual de arrogantes que tú?

Aunque esperaba una respuesta ingeniosa, hiriente y llena de ironía como solían ser las discusiones con el senescal, lo que recibió fue un silencio que, aún para el limbo en el cual se encontraban era extraña. En los 450 años que llevaba conviviendo con Baphometh, nunca había preguntado o pensado que el senescal tuviera hermanos o hermanas. El silencio que obtuvo como respuesta se prolongó hasta que la luz poco a poco fue invadiendo el campo de visión.

 

~~~

 

El rancio sabor del colmillo molido fue el primer estímulo que percibió al recuperar los atrofiados sentidos. Poco a poco los gritos de los pasillos del hospital médico, el olor a alcohol isopropílico y el cosquilleo en las manos fueron haciéndose presentes en el cuerpo de León. Contrario a otras veces, la vista fue lo último que recupero, de pronto por ser la parte del cuerpo que recibió el rayo que lo había puesto en esa situación en primer lugar. La luz cetrina que daba de lleno contra la camilla generaba un destello que, pese a haber manifestado en el tiempo que fue sanador, no habían cambiado y le impedía distinguir por completo la silueta de quien lo acompañaba en la habitación ( @ Eliah Selwyn R. )

¿Aura? —preguntó sin saber el por qué lo hacía— ¿Eres tú?

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Ella se quedó sentada esperando sin saber muy bien el que tenía que esperar, no sabía por que Abrahel la retenía allí, pero cada vez que decidía que era mejor irse de allí, de aquel Hospital, su Daimon tomaba posesión abruptamente de su cuerpo para que volviera a sentarse. Eso a Eliah no la hacia ni una pizca de gracia, pero se había consternado y se había quedado sentada con cara de pocos amigos.

Así que allí estaba cruzada de piernas, sentada en aquel sillón del San mungo mirando con brazos cruzados la camilla con cara de pocos amigos mientras la reina de las súcubos parecía no querer hablar, pero igualmente seguía super preocupada por aquel hombre que estaba tumbado en aquella camilla. "¿Me puedes explicar algo, Abra...?" Intentó hablar con su Daimon de forma mas afectuosa pues normalmente se compaginaban bien pero o no sabía o no quería decir: "Ni yo entiendo por que lo hago, pero hay algo en él que me dice que le conozco"  se digno a contestar por fin su demonio.

Cada día entendía menos la nieta de Lucifer pero de pronto parecía que el hombre se movía y un vuelco en su corazón y en el resto de su cuerpo la hizo medio reaccionar y llevar su mirada a aquel mago. "¿Aura, quien coj0nes es Aura?" preguntó a la reina de las súcubos que parecía algo molesta por que dijeran otro nombre que no fuera ella, pero parecía tan molesta Abrahel de que la hubieran confundido que ni siquiera la contestó y se escondió algo  mas en el interior de la Black decepcionada.

—No, no soy... A-Aura—contestó  tajante con desgana y secamente retirando la mirada de @ León Crowley por que no la gustaba sentir a su Daimon asi, además nunca la había notado tan decepcionada excepto cuando perdió a su madre y no la dejaba volver al mundo terrenal ni verla de nuevo Lucifer, ese fue el peor momento tanto de ella como de Abrahel, perder tanto a su madre bruja como demoniaca.

 

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Notando que su pecho aún dolía, una reminiscencia de la cicatriz que llevaba desde hacía años, se incorporó con mucho esfuerzo sintiendo el peso de su cuerpo como si hubiera estado dormido durante siglos. La habitación estaba iluminada por una luz tenue que se filtraba a través de las cortinas pesadas. El aroma de hierbas y pociones llenaba el aire, recordándole vagamente a su infancia en el Hospital Mágico de Ámsterdam, donde su madre trabajó durante años.

— ¿Quién eres? —preguntó León, con voz ronca y débil, a la mujer que lo acompañaba

—Abrahel —respondió Baphometh de inmediato al interior de la cabeza de León.

Mientras sus ojos se acostumbraban a la luz, León se dio cuenta de que no era la primera vez que veía a la mujer que lo observaba con ojos penetrantes desde una silla cercana. No la reconocía, pero había algo en su mirada que le resultaba extrañamente familiar. Baphometh había reaccionado a la presencia de la desconocida exactamente de la misma forma en que lo había hecho cuando la percibió la primera vez, en los terrenos de la Riddle. La mujer sostenía un frasco vacío, el cual León supuso contenía la poción que lo había revivido. El como sabía cuales eran los ingredientes exactos, era algo que después averiguaría.

<<Déjame hablar con ella>> —exclamó Baphometh

<<No. Estoy muy débil para cederte el control>> —respondió León en su propia cabeza, evitando que la mujer pensara que estaba loco—. <<Todo lo que quieras decirle, será a través de mi.>>

<<No, no es seguro. No sabes de lo que es capaz>> —respondió el demonio.

—Correré el riesgo. 

El silencio de Baphometh fue interpretado por León como una luz verde para seguir.

—Gracias, supongo —se animó al fin a decir mirando a los ojos azules de la mujer y apuntando con el índice al frasco vacío—. Mi nombre es León, aunque tal vez eso ya lo sepas. 
 

@ Eliah Selwyn R.

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Había sido una estancia agradable en el hospital rodeado de enfermeras todas sexys. Se podía decir que había tenido suerte. Segunda vez que iba a visitar a San Pedro y segunda vez que me regresaba. No era mi hora. En fin que mientras me cambiaba el pijama y me volvía a poner mi ropa normal puse en orden mis pensamientos.

Supongo que lo primero sería sacar lo guardado en mi memoria para estudiar lo que había pasado desde un punto de vista diferente. Además tendría que notificar a Seguridad Mágica y dejarles una copia de la memoria correspondiente. Si eso haría. 

Termine de poner el pantalón y guarde mi varita sin antes conjurar un Flores para al salir repartirlo entre las enfermeras. Listo hoy era un nuevo dia, a trabajar.

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