Banco Mágico Gringotts

[Ministerio de Magia]

        BANCO MÁGICO GRINGOTTS        

 

El Banco Mágico Gringotts fue fundado en 1474 por el duende Gringott y es uno de los principales bancos —y probablemente el más seguro— del mundo mágico, donde magos y brujas pueden guardar en sus cámaras de baja seguridad y bóvedas de alta seguridad, todas subterráneas, construidas en las múltiples grutas y amplias cuevas bajo el edificio.

En algún momento de su historia, y durante muchos años, el banco estuvo a manos del Ministerio de Magia, pero en 1865, este le devolvió el poder del mismo a los duendes, traspaso que se ha mantenido hasta ahora. Sin embargo, la seguridad de la institución no depende solo de estos, sino que también participan en ella numerosos magos y brujas. El banco mágico, además, cuenta con investigadores y rompemaldiciones que se encargan de explorar los diferentes rincones del mundo en busca de tesoros y reliquias que expoliar y entregarle para incrementar su riqueza.

Las puertas de bronce bruñido de la entrada destacan sobre la alta fachada de mármol blanco que puede verse en mitad de una bifurcación de calles en el Callejón Diagon. Desde la Segunda Guerra Mágica, dos vigilantes las flanquean con sendas varas doradas mágicas que detectan encantamientos y objetos de artes oscuras. La sala principal, igualmente de mármol de diferentes tonos, es alargada y el pasillo central está bordeado por mesas donde unos cien duendes cuentan y pesan galeones, revisan gemas y tramitan papeles. Para acceder a una cámara de seguridad, ya sea de alta o baja seguridad, se debe presentar la llave de la misma y dejar claras las intenciones.

El entramado de raíles y carros que lleva a las diferentes localizaciones, cámaras y bóvedas comienza tras la puerta que da a los túneles y cuevas del interior del banco, que se extienden y amplían bajo los cimientos del edificio. Siempre se debe ir acompañado por un duende, quien guardará la llave y será el encargado de abrir la cámara con la llave y su propia magia después de que el dueño haya pasado por todos los controles mágicos asociados a esa cámara. En el caso de las bóvedas de alta seguridad, es frecuente encontrar toda clase de medidas de seguridad extras como barreras contra hechizos, esfinges o dragones que las guardan. Sería impensable para cualquier visitante sin permiso entrar en aquel laberinto y salir vivo de él sin la ayuda de un duende.

El banco mágico apenas ha tenido asaltos en todos los siglos que lleva en funcionamiento y es una de las entidades más confiables a la que pueden acudir magos y brujas para la gestión de sus riquezas y patrimonio.

 

          Conocimientos necesarios para trabajar aquí

Conocimiento de Maldiciones
Artes Oscuras
Defensa Contra las Artes Oscuras
Encantamientos
Cuidado de Criaturas Mágicas
Runas Antiguas
Leyes Mágicas

Editado 11 Octubre por Adrian Wild

[Cassiopeia Thawne]

Daba pequeños trotes para ocultar su nerviosismo por el primer día. Aunque no era su primer empleo en sí, se trataba del primero en el que su nombre sí figuraba en algún registro; durante su tiempo como pasante en la Asociación Geomágica Internacional, al ser un negocio administrado por la familia, no sentía tanta presión sobre sí.

Pero Gringotts era diferente.

Se detuvo lo justo para leer la inscripción en la entrada, aquella que advertía a los ladrones de los peligros de intentar robarle a los duendes. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo entero, ocasionando que sacudiera la coleta que mantenía su cabello lo suficientemente estático para hacer sus labores. Aunque no era su intención hacerse con los tesoros de otras personas, hasta a los colaboradores del banco más experimentados, aquella advertencia les erizaba el cabello de la nuca.

«Tranquila, son sólo los nervios del primer día. Y que, posiblemente, tengas que conducir a tres personas hacia lo desconocido de esos túneles», pensó, rascando su mejilla con suavidad, como hacía cuando sufría de un pequeño ataque de estrés, mientras saltaba los últimos escalones para poder ingresar al vestíbulo del Banco. 

La recibió Ulf, el duende que la entrevistó cuando aplicó para el puesto de Rompemaldiciones. Había conseguido hacerse con un artefacto del antiguo Egipto que aquellas criaturas consideraban valioso: un tablilla de oro macizo que en su momento fungió como una especie de registro de gobernantes. Pero la protegía una molesta maldición Flagrante, así que Cassie se ofreció para llevarla personalmente a la una de las cámaras dedicadas a almacenar ese tipo de tesoros. Saludó con una inclinación de cabeza a los dos guardias que recibían a toda persona que ingresaba o salía de la institución, y acudió al encuentro con la criatura.

«Ah, señorita Thawne, sea bienvenida al Banco Gringotts. Otra vez, me parece. Tengo entendido que hoy transportará un artefacto hacia los niveles subterráneos, ¿no es así?».

—Correcto, Ulf, la tablilla que le mencioné. Pero puedo encargarme de esto; tal vez vengan unas personas para supervisar el almacenamiento, protocolo y esas cosas. Sólo necesitaré de un duende que nos lleve abajo.

Ulf entrecerró los ojos, intentando leer alguna mentira en las palabras de la joven, pero hablaba con honestidad. Desde cierto punto de vista; sí almacenaría la tablilla, pero si llegaban las personas que esperaba, también harían una serie de inspecciones para asegurarse de que la bóveda era impenetrable. Nada podía salirse de control, aparentemente. 

Ella no era guardia de seguridad, así que en teoría no tendría la forma de sacarlos en caso de que algo saliera mal. «Y espero, por Odín, que no salga mal», se dijo a sí misma.

«Haré los preparativos, le pediré a uno de los nuestros que los lleve. Mucho cuidado con quién mete a Gringotts, señorita Thawne, hay quien jamás vuelve a ver la luz del sol», sentenció el duende, colocando las manos detrás de la espalda y retirándose hacia el final del vestíbulo, para dar las órdenes a su similar, un operador de los carritos que llevaban a las bóvedas.

Cassie intentó forzar una sonrisa a manera de entendimiento, pero lo único que logró fue una mueca de cierta incomodidad. Pasaría un buen tiempo antes de que se acostumbrara a trabajar con los duendes. Rebuscó su varita mágica entre los bolsillos de la cazadora en tonos oliva que llevaba ese día. Sintió un alivio al tacto de sus dedos con la madera de álamo temblón, y continuó avanzando entre las grandes mesas en las que tenían lugar diversos trámites.

A paso tranquilo, con sus botas de casquillo que resonaban con suavidad contra el piso de mármol, ya se encontraba a mitad de la estancia, bajo la lámpara de araña que iluminaba gran parte de ese sitio.

[Nym...]

Era la primera vez luego de varios años que pisaba el interior del banco mágico de Gringotts, ya que no contaba con mucho dinero, lo veía realmente innecesario el tener que visitar aquel lugar. Las pocas monedas que ganaba en su segundo trabajo iban y venían el mismo día que las ganaba. Por lo que no tenía mucho para ahorrar y crecer, al menos no de forma monetaria. 

Lo bueno es que no estaba ahí de visita para ver su cuenta, que estaba segura estaba en ceros, su visita tenía que ver con los dos hombres que habían ido a visitarla a su oficina, sobre un asunto importante en las bóvedas en aquel lugar. 

Al llegar miro el lugar, busco con la mirada a los dos hombres y al no verlos se quedó sentada en una banca a la espera de que estos llegarán, mientras eso ocurría, un duende se le acercó. 

—Señorita Yaxley, bienvenida mucho tiempo sin verle—dijo el duende, por lo que ella gruñó, susurrando por lo bajo el otro de sus apellidos, acto seguido el duende se corrigió. —Disculpeme señorita Malfoy, ¿A qué debemos su visita? 

Nymeria odiaba el apellido de su padre, pero le era imposible sacarlo, así que luego de dejar aquella incomodidad, miro al duende tratando de recordar el nombre de la persona a la que Eobard dijo que iban a ver en aquel lugar. 

—Busco a la rompemaldiciones Thawne.

Editado hace 8 horas por Nym...