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~Atrium Stratus~ (MM)


Monica Malfoy Haughton
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Sebastián y Clara se despidieron alegremente de ella y se alejaron hablando entre susurros poco discretos. Mónica los observó hasta perderlos de vista y sonrió para sí misma con una mezcla de nostalgia y envidia sana; padre e hija estaban muy unidos y aunque eran muy profesionales con su trabajo en el Atrium, no costaba demasiado ver el cariño que se tenían. Su jefa no era demasiado habladora pero ambos habían notado lo observadora que era y por algún motivo que ella desconocía, pensaban que esas muestras de afecto a ella le molestaban. Negó levemente con la cabeza y sonrió con cierta amargura mientras cerraba la puerta del negocio con los cerrojos habituales, a los que terminaba asegurando mágicamente.

Estando sola no se cortó y se desperezó ruidosamente, encaminándose luego hacia abajo por la escalera. Caminaba con pasos aletargados; era bastante tarde y el día había sido demasiado agotador, por lo que intentaría terminar de ajustar cuentas rápidamente para marcharse a casa y poder dormir algunas horas ya que no esperaba que el día siguiente fuera mucho más tranquilo.

Al llegar al último escalón algo la puso alerta y casi de forma instintiva se llevó la mano al puño de la otra en busca de la varita, que inmediatamente vibró ante el contacto. Entornó los ojos al ver como la puerta principal, que siempre debía permanecer cerrada, estaba entreabierta e intentó sin éxito atisbar a través de la rendija algún movimiento al otro lado. Pero no encontró nada. Ni siquiera cuando la empujó para abrirla del todo vio nada por lo que el nombre de sus hermanos se le vino inmediatamente a la cabeza, pensando que alguno de ellos se habría despistado.

-    Los voy a matar – murmuró en voz baja únicamente para ella misma.

Guardo la varita nuevamente en su escondite y cerró tras ella, dejando que únicamente un silencio sepulcral la acompañara y entró en su oficina sin prestar aparentemente demasiada atención. Al cerrar la segunda puerta todo quedó a oscuras durante unos segundos tras los que, al encender la luz, iluminaron su silueta con la varita nuevamente en alto y apuntando hacia el cuerpo de alguien que permanecía de espaldas a ella justo delante del escritorio.

-    Si te mueves te mato – amenazó con cierto siseo en sus palabras-, ¿Quién eres y cómo has entrado aquí?

 

@ Illidan Burke
 

Editado por Monica Malfoy Haughton

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Un hombre viejo, vistiendo harapos y ocultando su rostro tras un gran sombrero desaliñado, fue visto aparecerse en la entrada de Atrium Stratus. 

Su repentina aparición, acompañada de una nube de polvo y olores extraños, causó conmoción entre los comensales, lo suficiente como para que los empleados se alarmaran. Él pasó la puerta sin prestarle atención a los camareros ni mucho menos a los elfos, quienes demandaban su identificación. El misterioso sujeto no ofreció explicaciones hasta hallarse sentado en una de las mesas al fondo, donde se dejó caer en una silla que, segundos antes, modificó  para que cobrara facultades mucho más ergonómicas. 

No hizo amagos de quitarse el sombrero o identificarse. Por el contrario, solo habló cuando una joven empleada que se presentó como Clara preguntó de manera seria pero educada el motivo de su visita. 

- Necesito hablar con la dueña, con Mónica - se le escuchó decir. Su voz era baja pero profunda. Denotaba solemnidad - Dile que la espero aquí. 

La camarera no volvió a preguntar por su nombre y se retiró, probablemente a cumplir con el mandado. Unos segundos más tarde, la copa de agua que yacía sobre la mesa se llenó, pero el sujeto también decidió ignorarla. Prefirió distraerse con el viaje de las gotas de lluvia que resbalaban por el ventanal a su izquierda. De vez en cuando acariciaba su larga barba rubia y canosa, como si intentara recordar algo. En sus manos sostenía un cetro de madera de arce cuyo extremo superior era protagonizado por una pequeña esfera transparente. Cada vez que alguien en el restaurante se levantaba o pasaba por un lado, la esfera emitía un diminuto resplandor plateado, dando la impresión de que estaba registrando cada movimiento. Tal vez lo hacía. 

Sabía que vendría, solo hacía falta esperarla pacientemente. Una misión que de joven habría sido imposible para él. 

@ Monica Malfoy Haughton

 

Editado por Jank Dayne

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La poca luz que ofrecía la lampara sobre el escritorio alumbraba torpemente el gesto malhumorado de Mónica, que sentada en su asiento permanecía encorvada sobre el escritorio. La pantalla de lo que en el mundo no mágico llamaban ordenador portátil se había apagado por inactividad hacía ya un buen rato y ella había optado por buscar papel y pluma y escribir a mano, como siempre lo había hecho. La fina línea que siempre había separado el mundo mágico del muggle prácticamente había desaparecido y a pesar de que era una de las que se oponían a esa idea, el personal del Atrium había decidido regalarle uno de aquellos dichosos aparatos que a ella en vez de resolverle algún problema, solo le había provocado un dolor de cabeza enorme. 

Llamaron a la puerta y Mónica levantó la vista lo suficiente como para vislumbrar la cara de preocupación de Clara por encima de la pantalla, la cual cerró con un movimiento demasiado brusco para lo delicado que parecía. 

- ¿Qué ocurre? - la larga melena negra de la joven bailó alrededor de su rostro, oscureciéndolo por un momento tras la pregunta que le acababa de hacer su jefa. Clara era una muchacha educada y, para el gusto de la bruja de mayor edad, demasiado prudente-. ¡Dime! No te quedes ahí callada - la apremió.

Tras una breve explicación en la que la camarera le indicó que un desconocido, no con muy buen aspecto, la buscaba arriba, se levantó. No tardó en quedarse sola y de forma ruidosa, se desperezó, provocando que su ya delgada figura se estirara y lo pareciera aún más. Estaba tan cansada que ni siquiera miró el reloj antes de salir, pero estaba segura de que era bastante tarde ¿Qué hora era? ¿Quién la estaría buscando? Hacía tiempo que se había vuelto algo ermitaña, tanto, que había llegado a ser algo huraña con las personas y en pocas ocasiones recibía visitas. Aún así, siendo la anfitriona de aquel negocio debía mantener cierto don de gentes si no quería arruinarse en menos de lo que cantaba un gallo. 

Cuando llegó arriba y caminó entre las mesas, uno de los gemelos señaló el lugar donde el misterioso visitante la esperaba. Quiso vislumbrar el rostro bajo el enorme sombrero antes de llegar a su lado, pero le fue imposible ¿Quién entraría allí sin descubrir su identidad? Podría considerarse incluso de mala educación pero a Mónica le estaba creando cierta intriga, quizás porque aunque el aspecto y aseo de aquel hombre no era el más apropiado, le envolvía un halo de misticismo que lo cargaba de carisma. 

- Buenas noches, señor - lo saludó con una cantarina voz que quien la conociera sabría que no era natural. Los ojos, verdes como esmeraldas, se clavaron en el ala de aquel sombrero que servía de parapeto entre los dos-, ¿En qué puedo ayudarlo?

@ Jank Dayne

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  • Adrian Wild changed the title to ~Atrium Stratus~ (MM)

El báculo empezó a sacudirse violentamente. La esfera que sostenía en su parte superior proyectaba rayos de colores que iluminaron en segundos todo el local. Tal fue la sobresaturación de energía que el hombre tuvo que sujetar la madera para intentar controlarla. Sus venas se brotaron enseguida, y los hilos de arce que recorrían el báculo también se engrosaron  Pudo sentir una gran cantidad de poder aproximándose. No pasaron muchos segundos para comprobarlo. 

A pesar de que el sombrero impedía gran parte de su visual, lo primero que fue capaz de detallar fueron sus ojos. El verde tan intenso le recordaba a los de él mismo, solo que los de Mónica destilaban un misticismo único en comparación a la melancolía que caracterizaban a los suyos. Tuvo que resistir el primer impulso de revelar su identidad. Primero necesitaba dejar claro el motivo de su visita. 

Casi sonrió cuando escuchó el peculiar tono que escogió para iniciar la conversación. 

- Siento que tú vas a necesitar más ayuda que yo, de hecho - se le escuchó responder con una voz rasposa. Tal vez ella tardaría en reconocerla. 

La esfera volvió a iluminarse, lo que antecedió a la aparición de una enorme bolsa de lana negra con encajes dorados. De ésta sobresalían piedras preciosas, galeones, diademas brillantes y cálices chapados. Estaba tan llena que hasta un par de monedas de plata y diamantes se deslizaron por la mesa. El hombre señaló la fortuna. 

-  Esto es la mitad de un pago, enviado por un cliente anónimo - aclaró, esta vez mirándola directo a los ojos entre las finas pero abundantes rendijas de paja que colgaban del sombrero -. La segunda parte me la darán cuando cumpla la misión por la que me contrataron. 

Fue entonces cuando reveló su rostro. Tenia la barba larga, su piel se encontraba drásticamente quemada por el sol y el cabello, todavía rubio y desarreglado, le llegaba hasta más allá de los hombros. Poco quedaba de aquel joven que la bruja había conocido en el Río Nilo quince años atrás. 

- ¿Por qué alguien querría matarte, Mónica? - preguntó Jank. 

 

 @ Monica Malfoy Haughton

Editado por Jank Dayne

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No podía negar que las primeras palabras que recibió por parte del desconocido fueron, como mínimo, poco amables ¿Por qué iba a necesitar ayuda ella? Frunció el ceño extrañada pero se mantuvo en silencio. Tal vez era la connotación amenazante que percibía en su tono o bien que por un momento aquella voz se le antojó conocida, pero los vellos de su nuca se erizaron. Entornó los ojos de nuevo hacia el sombrero como si entre las rendijas de este pudiera ver el rostro de quien se ocultaba tras él, pero como era obvio, no lo consiguió. Por un momento pensó en quitárselo o inclinarse para mirarlo por debajo del ala, pero no tenía aún tanta curiosidad como para actuar de esa manera.

¿Qué? Lo siguiente la dejó anonadada. No supo bien si le sorprendió más ver la bolsa repleta de tesoros que le puso delante o lo que le había dicho. Fuera como fuere su cabeza comenzó a funcionar a más de mil por ahora, por lo que por una fracción de segundo se quedó con la boca semiabierta y la vista perdida en algún punto desconocido. Fue de nuevo aquella voz la que la sacó de su ensimismamiento y, sobre todo, el rostro ya descubierto el que hizo que diera un leve respingo al verlo ¿Jank? ¿Era él? Tuvo que analizar sus facciones para estar segura y cuando lo estuvo, lo último que le había dicho pasó a un segundo plano. 

- No lo sé, pero está claro que si tú quisieras hacerlo ya lo habrías hecho ¿Verdad? - fue una pregunta al aire que no esperaba que le respondiera. 

No era que estuviera totalmente tranquila después de lo que acababa de decirle pero tampoco iba a salir corriendo. Había sido miembro activo de La Marca Tenebrosa durante décadas y que alguien quisiera matarla no era algo que fuera a quitarle el sueño. Pero no estaba loca ni era una persona temeraria, al menos ya no. Se había sacado la varita del puño izquierdo del vestido y con un grácil movimiento se había sentado en la silla que estaba justo frente al que otrora hubiera sido compañero suyo. Había pasado mucho tiempo y estaba muy cambiado pero debajo del largo pelo y barba desaliñados los ojos que la miraban ya eran inconfundibles. 

Sonrió y dejó la varita sobre la mesa y puso las palmas de ambas manos sobre la misma. Tras sentarse, el largo cabello había caído en cascada sobre sus hombros y sobre el tablero de la mesa, el cual parecía haber teñido de sangre. Sonrió mostrando una perfectísima hilera de blancos dientes que luego se perdió tras sus labios, pintados con suave rosa pálido que contrastaba con el azul marino del vestido que llevaba. 

- ¿No te da vergüenza visitarme para esto y de esa guisa? ¿Qué te ha pasado? - lo señaló con uno de sus dedos pero no movió las manos de donde las tenía, aprensando su arma con ellas. Ladeó entonces la cabeza mirándolo fijamente-. ¿Y quién te envía?

 

@ Jank Dayne

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- No me habrías dejado hacerlo - respondió al instante. Luego, tras pensarlo mejor, movió la cabeza de un lado a otro -. Bueno, no habría sido tan fácil. De cualquier forma, estás en lo cierto. Si estoy aquí es porque no tengo intenciones de aceptar esta misión. 

 

Se tomó unos segundos para detallarla. De no haber sido porque estaba sobrio (o al menos eso recordaba), habría creído que la imagen de Mónica se trataba de una pintura lo suficientemente lista como para salirse del marco. El contraste del suave y delicado azul que caracterizaba a su vestido contra el feroz tono rojizo de su melena le recordaba, raramente, a las sirenas que solía toparse durante sus viajes a las islas del Caribe. Su deslumbrante presencia, sonrisa atrapante y rasgos tan delicados también creaban remembranza con las místicas criaturas. La única diferencia radicaba en la facilidad con la que Jank lograba escaparse de los encantos de las primeras. 

Tal fue su ensimismamiento que hizo falta otra intervención de la bruja para que el hombre volviera a incorporarse. Carraspeó. 

- Digamos que a algunos los años nos pasan factura más rápido que a otros - dijo, bajando la vista para apreciar sus manos arrugadas y repletas de grandes cicatrices que parecían frescas. Esa historia llevaría tiempo y estaba seguro que poco o nada le interesaría a ella -. Mi estado físico es la antítesis de mis intenciones, créeme. No sé quién me contrató, la carta y la bolsa aparecieron ante mí de forma anónima. De hecho... 

 

El báculo empezó a sacudirse de nuevo. Jank inspeccionó su al rededor, pero nada parecía fuera de lo común. No confió. Se levantó del asiento e invitó a Mónica a hacer lo mismo. La esfera volvió a emitir rayos de colores, esta vez mucho más oscuros y volátiles. Eventualmente, los gritos y desapariciones de los comensales del local dieron la razón a su pronóstico. El suceso le recordaba a una visión que había tenido un par de años atrás, tan catastrófica y exagerada hasta el punto de catalogarla como una pesadilla más. La llegada de un gigantesco Nundu al Atrium Stratus corroboró su craso error. 

 

La criatura avanzó lentamente entre los asientos vacíos y las copas quebradas. Los vidrios no parecían clavarse en su piel o crearle heridas; por el contrario, todo tipo de material que se cruzaba con sus voluminosas patas se derretía y cada pisada dejaba una mancha negra y humeante en el suelo. Jank calculó que a pesar de que en tamaño podía parecerse a un leopardo sobrealimentado, estaría cercano a pesar la tonelada. Sus profundos ojos amarillos se hacían notar entre lo que de repente se convirtió en una escena fría y oscura, casualmente iluminada por los relámpagos de la tempestad que acontecía en las calles de Diagon. El Nundu no dejó de ver a Mónica ni un solo instante, como si solo ella existiera en el mundo. 

 

El silencio se apoderó del momento hasta que decidió romperlo. 

 

- Es una suerte que sepas de criaturas - comentó Dayne, convirtiendo el báculo en un largo látigo que desprendía una luz azul eléctrica -. Has tratado con Nundus, ¿verdad? 

 

@ Monica Malfoy Haughton

 

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No fue alivio lo que la hizo sonreír cuando Jank confesó que no pretendía matarla pero sí quizás una mezcla entre agradecimiento hacia él y orgullo hacia sí misma por entender que él creía que no sería una victima con la que acabar fácilmente. Su atención no perdía detalle de las palabras del rubio pero se dividía entre ellas y un análisis físico del mismo; debajo de aquel aspecto poco pulcro no había perdido el atractivo si no que solo parecía estar algo maltratado y más maduro. El cabello más largo de lo normal y la barba le escondían el rostro a un hombre que siempre había sido guapo y al que ni las cicatrices habían cambiado lo suficiente como para que dejara de serlo. 

- Quien haya sido es un poco cobarde al no haber venido él mismo - se encogió de hombros aunque inmediatamente sus ojos se desviaron al báculo que su interlocutor llevaba y a lo que sin haberlo visto antes percibió como un aviso. No tardó en levantarse, tal y como Jank le había indicado e incluso antes de que el terror se apoderara de sus clientes y estos comenzaran a escapar entre gritos, Mónica ya había percibido cierto olor en el ambiente que, para su propia sorpresa, no fue capaz de reconocer en un inicio-. ¿Qué está p...? - su voz ahogó un grito del que apenas se escuchó nada. Abrió los ojos tanto que estos parecieron un par de espejos que reflejaron a la bestia ante ellos, tan colosal, que era realmente sorprendente que no hubiera sido escuchada al llegar. 

Pero de eso se trataba ¿Verdad? El nundu era considerada la criatura más peligrosa del mundo y era tan silenciosa en sus ataques como enorme era su tamaño. Su ferocidad era extrema y Mónica, por muy experta que fuera en criaturas y seres mágicos, solo lo había visto una vez antes. Por un momento se quedó maravillada y no fue capaz ni de parpadear con tal de no perderse detalle de sus aún lentos movimientos, por lo que su mirada y la de la maravillosa criatura, que tenía la suya clavada en ella, se mantuvieron conectadas durante unos segundos. 

- Con ellos es complicado tratar - murmuró. Por loca que pudiera resultar, Mónica no había adoptado una postura defensiva, si no todo lo contrario. Había dado un paso hacia delante, dejando a Jank detrás de ella y había estirado una de sus manos todo lo que podía a pesar de que la criatura aún estaba a muchos metros de ella. Con la otra mano empuñaba su varita pero la escondía tras la espalda donde el nundu, que no dejaba de mirarla, no pudiera verla. Sin embargo el látigo mágico que Jank había invocado había roto cualquier posibilidad, si es que existía, de entendimiento entre la bruja y el que podía ser sin duda su asesino-. Creo que... ¡Corre!

La bestia se había detenido, pero no su amenaza. La garganta se le había comenzado a inflar y al emitir una sutil vibración con la piel a Mónica se le habían puesto todos los pelos de punta. Tomó la mano de Jank y corrió, tirando de él tanto como pudo. Hacían falta una centena de magos para detenerlo pero si alguno de ellos era alcanzado por su aliento estarían perdidos y la Haughton lo sabía. Cruzó a traspiés el restaurante ya desierto y no fue capaz de pensar en otra cosa que adentrarse hacia el subsuelo, donde estaban las cocinas. La escalera era muy estrecha por lo que tuvo la esperanza de que no pudiera seguirlos hasta allí tras cerrar el pestillo de la puerta. 

Todo había pasado en cuestión de segundos, pero arriba ya se volvía a escuchar el destrozo. No tardaría en echar la puerta abajo. Se pasó con agobio la mano por el cabello y, sin darse cuenta, había olvidado que podían usar magia. 

- Moriremos - dijo aún en voz baja, tanto, que por un momento pensó que Jank no la escucharía. 

@ Jank Dayne

 

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