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Palacio Ashryver


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 Vio llegar a Lunita y adentrarse al palacio. Por un segundo estuvo a punto de ponerse de pie a seguirla, pero se contuvo y la dejó seguir ya que aparentemente todo estaba tranquilo en el interior y estaría cuidada por Darla y Rory. Su sobrina estaría segura, estaría bien. 

Permaneció allí sentada, respondiendo a los saludos de aquellos caballeros que no tuvieron la cortesía de decirles su nombre para que supiera quiénes eran. Ambos le eran familiares, sin embargo, no los recordaba ¿o sí? Tal vez de un tiempo muy lejano. Notó que entre ellos intercambiaban miradas de complicidad, pero sin lograr comprender qué querían decirse. Supuso que no era de su incumbencia y lo dejó pasar. 

Dos de los recién llegados escogieron salir del lugar, mientras las aves del restante empezaban a comportarse extraño. Sonrió tranquilamente, imaginando que alguien las estaría influenciando. Era el momento de partir, sin embargo, el hombre desgraciado por las aves parecía no tener la misma idea. Suspiró, se había propuesto no irse del sitio hasta que todos estuviesen fuera y a salvo, por lo que tendría que persuadirlo de salir…

-Un trago no le hace mal a nadie, pero todos están saliendo, ¿por qué aquí? -preguntó hacia el caballero. 
 

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Los ojos de la pelirroja relumbraron como un dejo de maldad mientras observaba el efecto que había hecho sobre Illidan, lo cual no era justo pero esos días o mejor dicho meses tenía gusto por las cosas que no tenían sentido. Y él de hecho no tenía la culpa pero bueno, ella estaba totalmente fuera de control desde hacía diez meses. El hecho de que hubiera pasado tanto tiempo era algo que le parecía increíble.

La oferta de Illidan que ingresaba en ese momento atacando las botellas de la mansión le pareció después de todo interesante.

—Dame —dijo acercándose al rubio y quitándole una botella de ron de la mano para abrirla y tomar directo del pico, necesitaba olvidar, necesitaba no pensar.

—No Luna, mejor irnos ya —dijo bajando la botella de sus labios y girándose hacia ella, se volvió a Illidan —tú también, toma las botellas y vamonos —en su mano el anillo detector de enemigos vibraba y comenzaba a levantar una temperatura cada vez más alta.

Apoyó su mano en la espalda de Luna y la guío hacia el exterior del Castillo, buscando al predicador al paso y apoyando su otra mano sobre su hombro a la vez que le susurraba.

—Vamos, es mejor ir saliendo, ya podremos volver otro día —sus ojos le ardían y tuvo que tener cuidado de no mojar a su compañera Luna con la botella en su mano. Miro a Mica y le hizo un gesto de reconocimiento mientras invocaba con voz suave —Haz de la Noche —el portal se abrió rumbo a la Potter, por el cual ella saldría y por la cual llevó a su  líder Rory y Luna fuera también .

 

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Volvió abajo preguntándose si todo no sería en vano, pero al llegar escucho algo de beber y sonrió pensando que Illidian estaba loco, pero al menos él tenía razón, podríamos tomar algo, aunque eso no fuera lo adecuado. 

 

- La realidad es que deberíamos de irnos pero si quieren tomar algo, por mí bien, no preferirían irnos a otro sitio? - Pregunté diciéndome que esto podría ser peligroso enserio - 

 

Asentí a lo que Darla decía y la seguí lamentando no poder quedarme con él charlando ahí, pero la realidad era que ella tenía razón y era peligroso todo esto, mejor hacerle caso y no lamentar lo que pasará después. 

 

- Tía Mica ven vámonos de aquí a tomar a otra parte, además podríamos ir todos juntos allí y charlar mejor en otro lado - dije sonriendo feliz de verla y preguntándome si realmente podríamos pasarla bien en otro lado - 

 

Vi el Haz de noche que  mi amiga Darla, hizo para llevarnos de ahí y agradecí tenerla conmigo, podríamos reunirnos con él en otro lado y porque no charlar demasiado, aquí no era seguro y agradecí que mi amiga estuviera conmigo, al menos podríamos salir de ahí y pasarla bien en otra parte, que era lo adecuado en esos momentos. 

 

 

 

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Él deseaba ir más allá, pero confiaba también en los instintos de Darla y si ella planeaba retirarse, debía de tener sus propias razones. De repente, el ingreso de uno de los nuevos jóvenes que se habían unido tomando los vinos y queriendo beberlos (tanto como otras sustanciosas espirituosas más), le hizo sentir otra clase de preocupación: Que la misión terminase derivando en algún asunto turbio o inmoral.

Estaba a punto de soltar un sermón al respecto, pero la reacción de Darle le tomó por sorpresa, aceptándole una botella de ron, y luego diciendo que se llevaran otras más de la despensa del Castillo.

— ¿Celebrar a estas horas de la noche? Deberían descansar.

Su voz había salido con un dejo de temblor, y casi estuvo seguro por como avanzaban ambas brujas, que no le habían prestado atención. Lunita, extrañamente animada por la idea de ponerse a tomar, llamaba a Mica para que acompañase también a beber. ¿Qué debía hacer? ¿Vigilarlos también allí o solo retirarse a meditar en su habitación?

— Los acompañaré, solo para comprobar que no cometan ningún exceso.

Y justo antes de salir, mientras observaba los variados estandartes que los otros miembros habían colgado en las paredes y cada porción del castillo, alzando la varita hizo lo propio también.

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Las viejas arpías de la orden, se negaron a beber con él, salvo darla la cual se empinó la botella de un solo trago y tomando a luna, casi por la fuerza se la llevo, lejos de las garras del vampiro. - Esta como la cobro darla... - Diría el muchacho, que tras posar sus piernas sobre la mesa se quedaría solo disfrutando de aquella copa de vino. 

Aquel palacio no estaba mal, la requisa había sido un tanto aburrida, pero de seguro, Mica y compañía habían logrado encontrar algo que sea de utilidad. Aun así se encontró solo, abandonado no solo por sus hermanos trifuerzos, sino también por los de la orden. - Ya van a venir con el caballo cansado... - Diría el vampiro, empinando la copa de un solo trago, poniéndose de pie.

Tras patear la mesa chica, con varita en mano, se alejó del salón, saliendo al jardín, sus invocaciones habían desaparecido por solo capricho de él. Visualizando el destino. El joven desapareció. 

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Darla llevó con ella a Luna y Rory, todos parecían estar planeando ir a beber a otro sitio, o al menos esa había sido la sugerencia de su sobrina antes de abandonar el lugar. Sonrió, le agradaba verla tan animada pese a todo lo sucedido recientemente con su familia. Luna era siempre optimista y, aunque eso podía ponerla frecuentemente en peligro, era una de sus mayores virtudes. 

El rubio cuyo nombre nunca llegó a conocer,  pareció desistir de la idea de beber allí y salió del salón sin mediar palabra. La Gryffindor se encogió de hombros, de seguro no era su compañía la que prefería en ese momento, era comprensible. 

Esperó hasta verlo desaparecer en los límites de los jardines y se dispuso a hacer lo mismo tras observar en detalle todos los rastros dejados atrás por su bando. No era afín a "hacer destrozos" pero la presencia de la Orden del Fénix debía hacerse notar como antaño, de eso no había dudas. 

Antes de salir, alzó la varita, dejando también la marca de los suyos. 

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Tras hacerlo, dejó atrás los terrenos del Palacio Ashryver y aquel poblado escocés, para regresar a la paz de su hogar donde todo ya dormía.

 

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Lisa

 

Los asuntos de estado no eran mi fuerte. Vamos, no los toleraba ni un minuto mas. Quizás era poco sutil, pero mis ojos así lo dejaban entrever al estar mas rojos que verdes. Últimamente estaba tan saturada de reuniones que no tenia un solo segundo de descanso. Yo no había nacido para sentarme y escuchar sandeces. Me había criado para ser una guerrera, comandar mis ejércitos y disfrutaba luchando codo a codo con mis generales. No obstante el amor que sentía por mi tierra era tal, que hasta ponía buena cara ante aquellas alimañas machistas. Mei y Henry ayudaban con esto, regalándome alguna colleja de vez en cuando.

Por mucho tiempo que pasase aun me seguía resultando extraño tener que enfundarme un traje y tener que tomar decisiones fuera del campo de batalla. El protocolo que había en aquellas largas reuniones llenas de hipócritas burócratas me hacían querer armar la maleta y darme unas buenas vacaciones lejos de todo y todos. Lo único que me mantenía cuerda y al pie del cañón era mi familia y el Cardenal y su séquito de perros guardianes que no dejaban de asolar mi territorio y el de todos aquellos que me habían jurado lealtad. Rumanía seguía en pie, mas exuberante que nunca y eso no les parecía gustar.

En aquel momento y mientras sentía la brisa acariciar mi cuello, pensaba como había logrado convencer a Luca para que en esta ocasión me dejase a mi llevar a cabo el tratado. Bueno, mas que convencer lo había sobornado con dejarlo sin esposa e hijos, los cuales seguían bajo mi protección en Hunyad, Desde lo mas profundo de aquella marisma observaba el entramada de seguridad de mi hermana. Kamra había hecho un gran y exhaustivo trabajo. Las runas celtas, visibles para mis ojos, me indicaban que la peliblanca estaba usando bien las enseñanzas de sus antepasados. Glorificando su nombre y exponiendo lo que todos conocían ya; era una bruja capacitada para dirigir un país.

No había avisado que llegaría hoy. Quería asegurarme de muchos cosas antes de firmar el acuerdo. No por quien consideraba parte de mi familia, sino por sus allegados y sus protectores. La guerra estaba cerca. Los países vecinos atacaban a la joven sin temor a nada. Muchas de las acusaciones e investigaciones venían de una fuente cercana a la regente de Escocia y yo iba a averiguar de quien. Nada ni nadie iba a tocar a los míos, menos aun cuando estábamos a un paso de crear una de las mayores hazañas vistas en Europa en los últimos años. Caminaba tranquila, subiendo por el camino que muchos usaban. Oculta en una capa de viaje y sin mas equipaje que mi varita. Iba a ser divertido.

Estaba a unos pasos de llegar a la entrada principal cuando uno de los alabarderos reales, vestido con los colores del reino, me inflo a preguntas. Que si las horas no eran adecuadas, que si no estaba vestida adecuadamente. Que si quería entrar debería quedarme sin armas y sin protección de ningún tipo. Levante la vista y sonreí. ¿A caso me estaba exigiendo que le dejase mi varita? Entorne los ojos y con una expresión jovial en el rostro, le conteste lo que cualquier mago o bruja haría si alguien le dijese tal sandez – Ni de broma bonito. Esta se viene conmigo a donde yo vaya – Y le mostré a Kim enfundada en mi pierna derecha – Con las mismas el necio desenfundo y me amenazo mas explícitamente que antes.

Entendía que custodiasen las entradas, pero ¿Así?. Era extraño cuanto menos, mas aun porque delante de mi habían pasado dos tipos sin ningún tipo de florituras. Aquello me olía mal – Veras amigo – Mi gesto había cambiado a uno aun mas serio – Aquellos dos – Señale a los que paseaban por uno de los patios interiores – Llevan sus varitas y ah, ojo, también una katana – Le sonreí – No veo la diferencia. - Ni me respondió, sin mas, se aferro a su arma mágica y me lanzo lo que pareció ser un rayo aturdidor a la cabeza. Usando mis reflejos, di un salto hacia atrás y le confronte de forma casi instantánea – No quieres entrar en este juego – Le indique con la calma. Pero la batalla solo había comenzado.

Uno, dos y hasta tres rayos mas fue lo que aquel joven me había lanzado en menos de un minuto. No iba a desarmar ni a controlarme, iba a matar. Sus conjuros eran maldiciones que conocía bien e incluso había usado en varias ocasiones. Cinco minutos después y el chico ya desesperado por que no me había siquiera rozado un mecho de cabello, lanzo lo que para el seria su sentencia de muerte. Un avada kedavra salio de sus labios con fuerza y rabia. No era que fuese mortifago lo que me asustaba, sino aquel mínimo tatuaje que llevaba en la muñeca y se dejo ver por unos momentos cruciales. Aquella tinta en forma de semicírculo que lo definía como miembro de la guardia personal del cardenal.

Otro topo, otro maldito traidor. Y ahora entre las filas de quien consideraba mi hermana. Muchos años antes habían sabido, inteligentemente visto por su parte, que uno de mis puntos débiles eran mi familia y amigos. Lo habían intentado con la paladín, habían fallado. Su rescate fue uno de los mas gloriosos de Transilvania. Después con Luca. El lobo alfa había salido casi ileso. Ahora ponían sus ojos en Kam. De aquí no iban a salir vivos. Ninguno de ellos. Me encargaría personalmente de acabar con todos y cada uno. Mientras dejaba que Gea me ayudase en la tarea de inmovilizar al supuesto alabardero, invoque a la regente escocesa. Gracias al vinculo que poseíamos bastaba con un simple llamado.

- Lupii pentru mine

 

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Ira. Furia pura y sin diluir corría por sus venas, tan concentrada qué hacía que su visión se volviera borrosa de un momento a otro ¿O era el miedo que tenía a sus piernas temblando? Sería una necia si no lo sintiera, pensó con la mirada fija en la nada y los brazos a los costados, una de sus manos aferrándose casi con desesperación a su varita. Habían irrumpido en su hogar, esos bastardos fenixianos allanaron su morada, la morada de sus hijos, y Kamra desconocía si habían o no hallado lo que buscaban.

La pregunta real era ¿Cómo sabían ellos que allanaban la residencia de un Mortifago? Kamra jamás se había revelado como uno, portando su máscara religiosamente en cada asedio y reunión, permitiendo únicamente que el líder del movimiento conociera su verdadero rostro ¿Caelum podría ser el culpable? No, pensó descartando la idea al instante, podría ser un melodramático amante de las puestas en escena, pero el cabecilla de la Marca Tenebrosa cumplía el lema al pie de la letra <<Fidelidad o Muerte>>.

El miedo que sentía era nada más y nada menos por sus hijos. Se suponía que el Palacio era impenetrable y aquella asquerosa suciedad fenixiana había irrumpido sin más en la noche, escabullendose bajo sus narices para revolverlo todo patas para arriba...sin mencionar los carteles y las cortinas que rezaban <<Orden del Fénix>> en cada maldita ventana y muro de la inmensa construcción. Pero no había manera de que hubieran sorteado las protecciones celtas tan fácilmente, hasta el hechicero más experimentado y diestro se pasaría sus buenas horas intentando penetrar solamente una capa de sortilegios. Lo que significaba que alguien de adentro había ayudado a su entrada. 

Ese pensamiento lo cambió todo. El palpitar en su pecho incremento a uno desbocado mientras se sentía perder el control...aquel que con tanto trabajo había aprendido a contener con las enseñanzas de Luca y Lisa. Se sentía como si jamás hubiera cambiado, cada pulgada de ella pulsando...rogando por sed de sangre. La misma frase una y otra vez haciendo eco en la mente de la regente. 

<<Hay un traidor. Matalo.>>

Entonces se hizo consciente de la callada voz qué se entrometía entre sus pensamientos encolerizados, el llamado de Lisa llegó a ella como un susurro, junto con la vívida imagen de un hombre tirado en los adoquines...con un tatuaje de los seguidores del Cardenal. Antes de eso, y aunque se encontraba al borde del salvajismo, Kamra aún sostenía un delicado agarre sobre su control...pero el finísimo hilo que la mantenía conectada a la tierra se tensó más allá de su voluntad, soltándose y, de esa manera, dando paso al demonio que muchos le habían llamado en el pasado.

<<Hay un traidor, matalo. MATALO.>>

Desapareció abruptamente, volviendo a materializarse frente a la entrada del palacio desde donde había sentido llegar la llamada de Lisa Weasley Delacour - Sora, zeița vânătorii să fie întotdeauna cu tine - fue lo único que se dignó a decir antes de tomar al bastardo de su túnica y a la soberana Rumana del hombro antes de desaparecer directo a las catacumbas del Palacio...no sin antes darles un buen vistazo a su cabellera cambiada: el blanco plata inmaculado fué reemplazado por el más negro de los ébanos, delatando con qué clase de Reina estaban tratando ahora. 

Sus pies tocaron el suelo del exterior de las celdas iluminadas únicamente por una antorcha solitaria en un rincón de habitación. Tiró del traidor, conectando un puñetazo en su mejilla haciendo que este se desparramara en el piso, ya despojado de su varita y katana. A su lado podía sentir a Lisa lista para replicar, pero no le importó. No le importaba nada...solo estaba esa frase repitiéndose una y otra vez en su mente. 

<<Hay un traidor. Matalo.>>

@ Lisa Weasley Delacour  @ Altaira Ashryver Delacour

Editado por Kamra Ashryver D.

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Segundos después del llamado, la joven hacia acto de presencia frente a mi figura. Su energía era fuerte, muy parecida a la mia. Mi hermana acudía a mi lado, una vez más, sin ningún tipo de dudas. Siempre dispuesta a luchar por mi. La lealtad de la fémina era inquebrantable y yo estaba orgullosa de poder decir que combatíamos codo con codo. Su entrenamiento había terminado hacía años, sin embargo la Ahsryver era una de las más fuertes y fiables guerreras que jamás habíamos entrenado, con lo cual siempre estaba en las decisiones y momentos importantes y este lo era; había atrapado a un traidor afín al cardenal en su territorio justo antes de firmar el tratado. Esto no lo podíamos dejar pasar así como así. Era un ataque en toda regla y el no saber desde cuando se estaba consumando era lo que me alteraba.

Asentí, cuando esta me saludo y deje que se moviese según sus instintos, los cuales había notado nada mas puso un pie en aquel camino escalonado. La fuerza de la oscuridad aumentaba con riesgo de explotar en ella. La peliblanca era miembro de mi guardia real tanto ahora como antaño. Por ello la conexión. Aun le quedaba un resquicio de control y lo usaría para frenarla en cuanto estuviésemos lejos de miradas indiscretas. Lo había hecho antes. Ahora también podía. La había conocido en sus momentos de gloria, también en los mas tristes y dolorosos. Sabia cuando su demonio estaba a punto de desatarse y cuando su corazón vibraba. Era extraño pero por algún motivo yo, una vampiro, tenia control sobre aquella sed de sangre que se cernía sobre ella.

En cuanto tocamos el suelo del exterior de las celdas del hogar del clan Dark Blood, me interpuse entre Kamra y el individuo, el cual ya había dejado de luchar cuando se dio cuenta de donde estábamos. Ademas de que el puñetazo de la fémina había ido directo a su nariz, rompiendosela al instante. El cardenal debería dejar de elegir tan mal a sus vasallos; todos eran débiles y unos inútiles. Por desgracia. El mago los usaba y los desechaba. Todos eran reemplazables para el, incluso su propia hija – Ey – llame a Kam aun sin tocarla, intentando que saliese del control de su mente, la cual y seguramente le estaba instando a saciar su sed - Sora, uită-te la ochii mei . Era usual que entre nosotras usemos el rumano como lengua para comunicarnos. Pocos lo sabian, por no decir casi nadie.

Sus pupilas seguian dilatadas y muy poco expresivas, dandome la ubicacion exacta de su persona; su propio mundo. No podia dejarla mucho en aquel trance o acabaria cometiendo un error del cual se arrepentiria toda la vida. ¿Que podria atacarme y romperme un brazo si la tocaba? Si ¿Que podria conjurar doscientos mil poderes tenebrosos? Posiblemente. Pero asi era la familia, Luchabamos unos por otros sean cuales sean los probemas que tengamos y en aquel instante mi pequeño dolor de cabeza necesitaba una buen recordatorio de quien era. Puse mis manos alrededor de su cabeza y deje que Gaia, diosa madre de la naturaleza, me hablase y guiase. Iba a adentrarme en su marisma de pensamientos e iba a recuperar a quien consideraba parte de mi manada fuese como fuese.

Mi esencia vampirica en conjuncion con la pureza de la luz eran increiblemente poderosos. Nada podia frenar mi acometida contra los muros de aquella viscosidad negruza que rodeaba como fieras murallas los pensamientos de la mujer. La iba a sacar de aquel estado a hostias si hacia falta. Tras unos minutos de intectos frustrados, cosegui entrar y visualizar lo que la tenia atada de pies y manos; la ira y el dolor por un ataque a su castillo y a sus seres queridos. Podia ver miles de banderas de la Orden del Fenix, o mas bien quienes se consideraban la orden hoy en dia; un grupo de inestables brujos que luchaban por sus propio benefcios y sus desmesurados egos. Sus recuerdos me mostraban lo que minutos antes ella habia tenido que sufrir. Las habitaciones del castillo estaban calcinadas, asi como muebles destrozados por cada rincon.

No, no y no. ¿Proteger a los muggles? ¿Devolverle la paz al mundo? ¿Luchar por la luz? Todo aquello se habia acabado cuando Mei y Elodia se habian ido. Los verdaderos ideales del Fenix se habian perdido. Aquellos eran unos absurdos vandalos que atacaban si ton ni son y que mas parecidan matones a sueldo que paladines de la luz. Entendia los motivos de Kam para perder el control, no obstante, era mi deber como Hunter recordarle quienes eramos, porque luchabamos y como eran las cosas cundo estas se hacian bien. Le mostre, de mis propios recuerdos, pasajes de lo que yo misma habia hecho como guerrera, de como junto a ella habiamos peleado ferozmente contra nuestrso enemigos comunes. Del calido aullido del lobo al amanecer en nuestras miles de misones en busca de la verdad. Simplemente le enseñe lo que habiamos construido y deje que volviese a hallar su camino corrrecto.

Confiaba en ella y no me defraudo. Instantes despues regreso a mi como la verdadera comandante del clan nemesis - Bine ai venit acasa.

 

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En algún rincón de su mente sabía que debía volver. Ashryver, muy profundo, en su núcleo, era consciente de que todas las veces en las que se encontraba así era ella misma quien había soltado al terrible ser que una vez se pensó "la auténtica Kamra". No era más que una mascota a la que podía sacar a pasear cuando a ella le diera la gana. Pero esta vez era distinto...lo notó en el sudor frío recorriendo su espalda, empapando la mano que sostenía la varita apuntada al compinche del Cardenal. No podía volver. Tal era la furia, la desesperación por mantener a salvo a su familia, que su instinto más primitivo había tomado el control...engañandola con la est****a idea de que una bestia como ella podría ser domada. 

Sentía más manos de Lisa tocando su ser material, pero en espíritu se sentía lejana...el sentido del tacto amortiguado, como si su ira fuera una entidad separada poseyendo su cuerpo. No podía continuar así, pero era inútil, no podía ver más allá de la necesidad terminar lo que había iniciado...matar al maldito bastardo que ahora escupía sangre sobre el piso de piedra blanco inmaculado. Su vampirismo afloró, excitado ante el rojo carmecí y el aroma del líquido vital. 

<<Sora, uită-te la ochii mei>>

Kamra pestañeó, los colmillos ya alargados retrayendose mientras enfocaba el rostro de alguien conocido ¿Quién era ella? La conocía, sentía que todo en ella batallaba por llegar a conectar con la mujer. No...debía matarla ¿Matarla? Fue suficiente. De un tirón y con toda la voluntad que poseía empujó en su mente, uniendose de manera inquebrantable con la de Lisa mientras buscaba fuerzas para encerrar esa cosa viva dentro de ella que no era más que una ira aplastante que todo lo quería consumir. Escuchó a su igual, a su hermana, darle la bienvenida cuando se hizo del control de su mente y cuerpo. 

<<Discúlpame por esto, Sana>> le dijo en su mente cuidando de no revelar nada ante aquel bastardo. Podrían hablar sobre ese arrebato luego, en privado. Escogió asentir en dirección a la mandataria, dejándole saber que ya no corría peligro, rodeándola para llegar más cerca del hombre - Adivino - hizo una pausa notando que su cabello, la melena blanca que le señalaba como la reina prometida de Escocia,  ahora era negro. No mostró emoción y continuó con lo que iba a decir - El Cardenal manda sus saludos ¿Estoy en lo correcto? 

Envainó su varita entre su corsé de cuero y la camisa blanca que portaba...no era como si lo necesitara para defenderse. Las catacumbas del Palacio era la parte, además del exterior, más protegido de todos. Allí nadie que no fuera de la confianza exclusiva de la Reina podría conjurar hechizos, lo que los dejaba fuera de peligro...al menos a Lisa y Kamra. Se giró, chasqueando los dedos para llamar a sus centinelas un pasillo más allá de donde se encontraban. Sin demora y de manera eficaz el capitán de la guardia real Dark Blood, Fenris Tironul, hizo acto de presencia haciendo una respetuosa venía hacia las dos reinas. 

- Ya está desarmado, pero de algún modo... - hizo una pausa conectando su mirada dorada con la de su hermana - de algún modo se las ha arreglado para debilitar nuestras defensas en la entrada norte, no correré ningún riesgo de seguridad - no le gustaba para nada, podía aventurarse a decir que sin dudas el Cardenal se había hecho con un poco del conocimiento antiguo de runas...no todo, sin embargo, hacía falta mucho más que runas de anulación para dar un golpe en sus dominios. Kamra no veía la hora de hacercelo saber en persona - Es todo suyo - sentenció pasando de ellos hacia las escaleras, Lisa seguramente iba tras ella, lo cual esperaba. 

Descendieron tramo tras tramo de escalera, si hubiera estado consciente de lo rápido que iba en la escalera de Caracol habría terminado mareada, pero solo podía pensar en lo que había estado a punto de hacer. Entonces llegaron frente a una inmensa puerta de Ébano Africano, el mismo material de su varita, elemento que ondeó en el aire para abrir una de las solapas de la abertura y deslizarse dentro de la sala del consejo de guerra. 

El espacioso lugar construido sobre las antiguas ruinas de un templo Celta albergaba la armadura de batalla de Kamra, las reliquias de su familia y una gran y circular mesa de mármol incrustados con piedras preciosas que, conectadas, formaban una gran y única runa celta. En conjunto las runas eran básicamente un alfabeto, y esta conformada por cientos de otras rezaba lo que la piedra del destino, la roca de la coronación de Escocia por derecho divino: "Si el destino es verdadero, luego los Escoceses serán conocidos por haber sido reyes dónde sus hombres encuentren esta piedra". Kamra fijó su vista en el fragmento de piedra que había quitado del original que residía en el Palacio de Hollyrood, en el centro absoluto de la mesa circular. 

- Perdóname - empezó a decir, lágrimas cayendo por sus ojos cuando no había llorado desde la muerte de su esposa - Casi te hago daño Lis yo...te fallé. Y no quiero detenerme con autocompasión así que vayamos al grano. Lo que pasó no es casualidad y siento en mi alma el mismo propósito que te ha traído a mi hogar este día ¿Estás tan lista como yo para dar el siguiente paso hacia la guerra? 

@ Lisa Weasley Delacour

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