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• Mansión de la Familia Macnair •


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Isaac y Henry Howard, Macnair.

—¡Quítate, Isaac! 

Los alaridos se oían hasta la planta baja. Ambos hermanos habían aparecido por la chimenea del cuarto mad grande de toda la mansión, el de Pik Macnair. Desde su partida, las matriarcas habían decidido ocupar la habitación como forma segura de traslado. Aunque aquel hogar poseía muchos métodos de protección, esas cuatro paredes eran como una caja, dentro de una caja. 

—¡Papá!— Los pasos brutales resonaban escalera abajo —Ahg, no, para…

Un sonido hosco. Una carcajada. Y luego el eco de dos cuerpo cayendo como una maraña de brazos y patadas, hasta detenerse en el relleno de la puerta. Más carcajadas, y luego un sollozo lastimero. Pasos tranquilos y melódicos Llegaron hasta los gemelos. Aidan cargó en brazos a Henry y levantó del hombro a Isaac.

—¿Cuántas veces tengo que decírselo? Si su madre ha oído todo este alboroto, te las verás con ella, Isaac

El castaño recostó el rostro en el hueco cálido del cuello de su padre. Ellos, y Arya, eran los únicos que al tacto sentían eso del vampiro, los demás bien podrían alegar que era un témpano con patas. 

—Yo no le he hecho nada, él es un llorón— Henry se volvió y le sacó la lengua al rubio —¡Eres un bebé, Henry!— gritó. 

Los gemelos eran como el agua y el aceite. Dos personalidades totalmente diferentes, aunque físicamente fuese idénticos. Isaac, tenía las facciones redondeadas como una pequeña hada, nariz de botón, ojos azul claro y cabello rubio como el trigo, un poco rizado. Le encantaba jugar a las batallas, experimentar con cualquier tipo de poción que acabase en explosiones y la historia de la magia. Henry, por su parte, tenía el cabello de un tono rojizo oscuro, y sus ojos eran dignos de un Macnair. Su personalidad era tranquila, solía hablar solo, o pensar en voz alta, estaba obsesionado con las criaturas mágicas y la numerología, no le gustaba mucho el contacto físico y rara vez te veía a la cara cuando le hablabas.

De pronto los 3 hicieron silencio, levantaron la vista, y se dieron cuenta de que tenían espectadores. Una jovencita que para el hombre, era la viva imagen de su cuñada, pero con los ojos grises, y un muchacho que no conocía. No se alarmó por esto último, los Macnair sabían que la casa solo permitía la entrada de personas que no tuvieran intenciones de dañar a la familia, luego Sebastian se presentó, y todo quedó resuelto. 

—Buenas noches a los dos—Saludó Aidan —Esta mansión jamás ha estado tan concurrida...

Isaac se escondió detrás de su padre y Henry cerró los ojos. 

@ Baela Macnair  @ Sebastian Macnair  @ Astara Macnair

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Le quité importancia a eso de que no me hubiera prestado atención a la mención en las cartas de Ámbar. La verdad que todo el mundo había estado alborotado desde hacía unos cuantos años.

Era pequeña cuando sucedió lo de la Caída del Secreto de la Magia, fue en el 2020 y con tan sólo seis años, poco podría haberme acordado. Sí tenía la sensación del alboroto a mi alrededor, de los momentos oscuros de la guerra, de haber sentido que Ava era demasiado cuidadosa con sus palabras en sus tutorías. Recordaba las miradas asustadas de mis padres, haber dejado mi casa atrás para mudarme fuera del país. Pero todo era como una sombra en mi mente, recuerdos difusos de tensión entre momentos felices, como mis cumpleaños o los veranos viajando.

-Uhm, sí, ya comenzamos las clases- me encogí de hombros-. Baela Macnair, desde luego, la hija de Juliette- sonreí, feliz de poder cierta información sobre la familia que ella desconocía pero yo no-. Nos conocimos en Hogwarts, yo estaba en segundo cuando ella cruzó la fila larga de alumnos de primero y se sentó en el taburete. Por supuesto, su apellido no pasó desapercibido para nadie y todos se giraron a verme. Claro que yo no parezco una Macnair- de nuevo, le quité importancia con un ligero encogimiento de hombros.

Entonces, se escuchó movimiento en el piso de arriba y lo primero que se me vino a la mente, era que yo había limpiado las ratas de la casa hacía unos meses... Pero luego, Arya mencionó lo de los gemelos. ¡Si! Claro que quería conocerlos. Sólo sabía de ellos por las fotos y cartas que Castalia me había enviado.

Llegaron a la puerta de la cocina, uno en brazos de Aidan, el otro caminando y acomodándose la ropa. ¿Qué edad tenían? ¿Ocho? ¿Siete? No lo recordaba. Entonces, por detrás de Aidan, la puerta de la mansión se abrió e ingresó un visitante, preguntando si allí había alguien ( @ Sebastian Macnair ), ignorando completamente al primo @ Sean -Ojo Loco- Linmer  , que se había dado la vuelta para irse cuando nadie le había respondido a su saludo. Bueno, yo tampoco sabía que estaba en la casa, así que iba a tener que disculparme. Los cuadros me habían advertido que nunca dejara sin llave mi propio cuarto, ya que a Sean le encantaba husmear.

Entonces, como si hubiera sido invocada por algún tipo de magia de la propia casa, @ Baela Macnair  apareció por el arco debajo de las escaleras, probablemente provenía de la biblioteca, donde pasaba la mayor parte del tiempo.

-Estamos demasiado concurridos para ser un día de la semana a las once de la noche- comenté, dándole un sorbo a mi té, que había empezado a enfriarse. El vaso de leche había quedado olvidado sobre la encimera.

@ Arya Macnair  @ Juliette Macnair  @ Leopold Macnair

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Sonreí aliviada al ver por fin a mis muchachos. 

Aidan bajó a Henry que corrió hasta tomarme de la mano, era su forma de expresar cariño hacia mí. Una noche los había oído susurrándose cosas bajos las sábanas, y él le había confesado a su hermano que en ocasiones me temía. Isaac seguía detrás de las piernas de su padre, cosa que significaba que algo había hecho. Alcé una ceja y lo miré fijamente, mientras cada recién llegado se saludaba cálidamente. En efecto, la mansión jamás había estado tan concurrida como esa noche, repleta de desconocidos con quien compartía sangre, era emocionante y aterrador a la vez.

—¿Qué hicieron ustedes dos?— Pregunté, Henry soltó mi mano y miró al pequeño rubio.

—Isaac quería entrar en la chimenea antes que yo— habló bajito, casi no puedo terminar de oírlo entre tanto barullo —Pero le dije, que papá me había dejado hacerlo a mí esta vez, porque en Escocia...

—Porque en Escocia fui yo primero— lo interrumpió Isaac en tono de burla —Pero en Berlín tú fuiste primero, no te tocaba ahora, eres un bebé Henry.

Dedito acusador. Si los dejaba seguir por ese camino acabarían a las patadas. Ellos se querían mucho, pero no dejaban de ser dos niños de siete años, demasiado amados y un poco malcriados. Por lo que alcé mi propio dedo y señalé a Isaac, haciendo una floritura. 

—Ambos son mis bebés, y no he visto a mis bebés en ...— Miré a Aidan —¿Cuánto tiempo?

Él me sonrió, se acercó a dejar un beso en mi mejilla y sus facciones denotaban picardía, más no iba dirigida a mi, sino a los gemelos.

—Años diría yo, en años.

Automáticamente ambos soltaron un chillido enloquecedor y corrieron escaleras arriba. Sabían que me los comería a besos y prefirieron escapar, pero se detuvieron a la mitad, con una compradora sonrisa en sus dulces rostro, —¿Podemos ir al cuarto del abuelo?— preguntaron al unísono. Aidan iba a negarse, pero se los permití, ambos se fascinaban por las cosillas que Pik escondía allí. 

—¿Astara, crees que podamos hacer uso de algún elfo? Necesitaremos varias tazas de café— consulté con la platinada. 

De pronto, no puedo explicar lo que sentí, el alma decidió abandonar mi cuerpo. Sentí mucho frío, como cuando un Dementor merodeada cerca de ti. Me sentí triste, feliz, melancólica y angustiada a la vez. Todas las voces ajenas a la de ella sonaban lejanas, amortiguadas. Creo que de no estar siendo sostenida por mi esposo, desde la cintura, las piernas se me hubiesen vencido. Allí estaba ella, la había buscado por tantos sitios, por tanto tiempo. La visión se me nubló, un nudo se asentó en mi garganta y, Dioses, casi no podía respirar. 

Juliette... 

Me enjugué las lágrimas y enfoqué la silueta que provenía de la biblioteca, no, no era ella. Era más joven, su aura no era tan oscura ¿Serían ciertos los rumores? mi corazón se reactivó, latía desbocado, cada palpitar resonaba en mis oídos, iba a quedarme sorda. Aidan me preguntó si estaba bien, pero solo lo vi mover los labios. Me solté de su agarre, caminé dando tumbos hacia Baela, atravesé la sala empujando a todo mundo y me planté ante ella. No pude decir una sola palabra, lo intenté, pero estas se negaban a salir por mi boca, parecía un pez fuera del agua. Entonces, lo único que pude hacer, fue abrazarla, lo cual, si ella no sabía quien yo era, sería bastante incómodo. 

@ Baela Macnair  @ Astara Macnair  @ Sebastian Macnair

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Había resultado bastante raro aquel encuentro, de un momento a otro el mago solo había dicho que era verdad que no debía estar ahí, dio la media vuelta y se fue. La Macnair se encogió de hombros y regreso sobre sus pasos a la mansión, de todos modos ya había pasado mucho tiempo a esa hora de la noche como para seguir estando afuera. 

Aún era de noche por lo que la casa se sentía demasiado sola para esa hora del día, sabía que en la mañana o por la tarde la casa estaría más habitada ya que todos se despertaban e irían a la escuela. Por lo que subió a su habitación y fue a dormir ya sería hora de que viera a Sebastián en esos días y mejor era descansar para el encuentro.

 

Al día siguiente

HAbia despertado algo tarde ya, por lo que cuando salió de su habitación se escuchaban muchas voces en la planta baja, se escuchaba que eran muchas personas, lo cual era muy extraño en esa mansión; había pasado años en solitario por aquel lugar.

Bajo la escalera y la escena que vio, fue encantadora. Varias adolescentes se encontraban ahí, así como los niños de Arya, Arya la cual no había visto desde hacía mucho tiempo y su hermano Sean. Bajo más los escalones y por fin pudo ver a quien hacía tantos años anhelaba.

Sebastian!- grito y corrió a abrazarlo, no quiso ignorar a los demás, pero era imposible no ir a recibirlo como debería -cuanto tiempo sin verte hijo, mis ojos lloran de placer por ti- susurro mientras lo abrazaba aún más fuerte y se dio cuenta que estaban en presencia de más gente -hola chicas disculpen por no presentarme, soy Idylla Macnair, supongo que todos ustedes son mis sobrinos- comento la Macnair mientras no soltaba la mano de su hijo, tampoco quiso molestar a Arya en su encuentro con su hermana Juliette. Por lo que cuando tuviera tiempo la saludaría. 

@ Sebastian Macnair  @ Baela Macnair  @ Astara Macnair  @ Arya Macnair  @ Sean -Ojo Loco- Linmer  @ Juliette Macnair  

Editado por Idylla Macnair T.

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