• Mansión de la Familia Macnair •

[Sophie Elizabeth Granger]

La rubia se aparecio justo detras de Jessie, que había sido enviada a controlar a Arcanus, pero como todos sabían lo convincente que podía ser el mago, la habían mandado de apoyo para asegurarse de que no convenciera a la bruja de hacer una locura. Despues de todo ella era inmune a los encantos del auror por lo que seria un muy buen apoyo para la Black. Apenas iba a avisarle que le cubriria las espaldas en lo que convencia a Arcanus de no hacer locuras cuando este como siempre hizo una de ellas. Exploto la puerta cuando simplemente podria haber tocado y listo.

 

Corrio tras la bruja y se dio cuenta que, primero, no parecía haber nadie en la casa y segundo, que el mago era un ladrón de bebidas alcoholicas. Por un momento agradeció no ser mas la jefa de aurores o ya tendria el cabello cano, se recargo en el hueco donde debía haber una puerta y se quedo mirando a sus compañeros mientras platicaban tranquilamente.

- Arcanus, no deberías tomar lo que no es tuyo - dijo en tono de reproche aunque en realidad no le importaba mucho las pertenencias de aquella familia. Solo cumpliria su cometido y se iria, si Arcanus y Jesie se querian llevar la cava entera no era su asunto

[Jessie Black Lestrange]

Había llegado alguien más, seguro que también la líder la había mandado, seguramente no confiando en Jessie.

 

—Prometo no volver hacerle ninguna travesura a la líder, pero no sabía que ella era la líder— mascullo molesta viendo a Sophie interactuar con el hombre al que había ido a buscar que ahora sabía se llamaba Arcanus.

 

Suspiro, pensaba que le ayudaría con su compañero pero solo se dedicaba a observarlo. Rodó los ojos y alzando la varita murmuró:

 

Haz de la noche 

 

Creando un portal que los llevaría de regreso al cuartel de la orden del fénix. Aquello había sido una perdida de tiempo, total y absoluta pero al menos sabía ahora que aquella familia era peligrosa.

 

—¿Nos vamos?— pregunto alzando una mano en dirección de Arcanus y otra en dirección de Sophie.

 

Con ambos magos tomados de sus manos cruzo el portal que se cerró detrás de los tres magos dejando atrás de ellos el desastre que Arcanus había provocado.

[Invitado Arcanus]

Tras unos instantes, Sophie otra compañera de la Orden del Fenix hacia su aparición en el lugar ¿Para que estaban viniendo si al parecer nadie vendría? Todo había sido una pérdida de tiempo y por más que encontrara cosas incriminantes allí, el objetivo primordial del Auror había sido provocar a esa familia para poder comenzar un duelo. Sin duda, ese grupo llamado Mortifagos estaba extinto. Arcanus teminó de beber y lanzó el vaso contra una pared haciéndolo añicos.

- ¿Qué pasa Sophie? No hay nadie en este lugar. Al menos podrían tener algún elfo que se encargue de atender a las visitas. - El tono de su voz era cada vez más elevado. - Esto me parece una falta de respeto. Confringo. - Nuevamente realizó ese hechizo pero esta vez apuntando a un gran mueble que había allí, haciendo saltar astillas por todas partes. De pronto observó como Jessie creaba un portal para salir del lugar y tomaba al Auror de la mano.

- Lo siento señorita, pero me quedaré aquí hasta que alguien se digne a aparecer. Aunque tenga que destrozar toda la casa para que lo hagan. Es una pena que se vaya, me estaba agradando su compañía. - Suavemente se soltó del agarre y le dio un pequeño empujoncito en la espalda a la chica para que cruce el portal junto a Sophie.

- Holaaaaaa - Gritó con todas sus fuerzas. - ¿Hay alguien en este lugar?

[Arya Macnair]

La explosión me tomó por sorpresa. Era usual que la mansión explotase de vez en cuando sino no seríamos Macnair quienes residíamos allí ¿Pero a esta hora? miré a Aries dejando el hielo sobre el islote de la cocina al tiempo que Tholav aparecía temblando de pies a cabeza. A lo lejos pude oír perfectamente el llanto ensordecedor de los gemelos y la cólera se inyectó en mis ojos más rápido que una ráfaga de viento soplando en una explanada. Le indiqué al elfo que pusiera al resguardo a los niños, que los calmase y no abriese la puerta del cuarto por nada del mundo, Siberia estaría cuidando de los 3, por otro lado, Black Lestrange podía hacer lo que quisiera, ya fuese acompañarme o permanecer allí @ Souichirou Mima

—¿Pero... y ustedes quiénes son?. Exclamé con firmeza

Una muchacha de cabellos rojizos desaparecía ¡de la sala principal de la Mansión! sin ninguna verguenza, mientras otros dos personajes se plantaban ante mi gritando, clamando atención y ¿llenando sus bolsillos con pertenencias familiares? enarqué una ceja, no los conocía y claramente no me interesaba pero sí sus intenciones. La época en donde se irrumpía en aquella morada alegando que "alguien les dijo se albergaban objetos peligrosos" había quedado atrás, murió con Pik y su partida a Italia, el buen nombre de los Macnair seguía en auge y aunque fui recientemente proclamada, jamás me habían relacionado con La Marca Tenebrosa.

Incluso para memoria de muchos, menos de la mía por magia, en algún momento —sale en El Profeta— me descubrí a mi misma como miembro activo de La Orden del Fénix junto a otras personas ¿Entonces dónde estaba la excusa, el papel? varita en mano, ataviada con un camisolín y una bata de seda, pues era tarde, me acerqué prudente.

—¿Tiene una orden del Ministerio para un allanamiento nocturno, joven? @ Arcanus  —Ésta es una casa de familia y lo que acaba de hacer es completamente ilegal ¿Violar los hechizos anti aparición colocados por el propio Departamento de Accidentes? ¿Destruir mi puerta... propiedad privada? No tiene idea de con quién está tratando, usted tampoco señorita, así que les aconsejo que se marchen ahora mismo. 

@ Sophie Elizabeth Granger  

Si Aries no había aparecido en escena hasta los momentos sabía que aguardaba el momento exacto para hacer el llamado, no importaba a quién, Mortífagos, empleados Ministeriales, lo mismo daba mientras semejante falta de respeto fuese borrada de raíz. 

 

[Radamantys]

Y los años habían pasado, aquella noche un suave viento mecía las copas de los árboles, cuando un súbito y ligero estallido resonó en el silencio de la noche, alejado de las casas de las personas, se dibujó en medio de la nada, una figura, estaba cubierta por una túnica negra con la capucha alzada, el mago que se encontraba en el lugar se quedó inmóvil por un tiempo.

Los ojos cerrados, sus músculos tensos, poco a poco el aire frio de la noche empezó a llenar sus pulmones y la respiración del mago se fue regulando lentamente, los parpados de aquel sujeto se empezaron a abrir lentamente, dejando a la vista un par de ojos negros, que escudriñaron el horizonte, sabia a donde tenía que ir pese a que nunca antes había ido al sitio.

El mago empezó su caminata, suavemente, avanzaba sin hacer mucho ruido más que el rozar de la túnica contra sus tobillos, los negros ojos se movían cada vez un poco más, analizando cada edificio, como si algo buscara, tras un rato de andar, al fin diviso su destino y hacia aquel sitio se dirigió, ya para ese momento sus ojos estaban clavados en la entrada.

Algo no estaba bien, ya que la puerta se encontraba destrozada, así que, apurando un poco el paso, avanzo hasta la entrada al tiempo que en su mano derecha se materializaba la negra varita, aquella que había obrado grandes proezas y en su haber contaba con la muerte de muchísimos sangre sucia, muggles y traidores a la sangre.

Apenas se adentraba en el lugar, cuando escucho voces y no pudo evitar sentir una pequeña sacudida en el pecho al reconocer una de ellas, por lo que sabía muchas cosas habían cambiado, pero, aun así, para el tiempo se había detenido y en su mente y en su corazón los recuerdos estaban vivos, así pues, avanzo hasta el salón principal donde se paró en la entrada.

Ya había algunas personas y de inmediato sus ojos negros se calvaron en Arya, posteriormente sus ojos se posaron en los demás, a ambos los conocía, un destello rojo surco sus ojos, -Buenas noches- saludo el mortifago sin despegar la mirada de aquellos viejos amigos suyos, sin quitarse la capucha, se movió lentamente hasta situarse a un lado de Arya.

La varita en su mano estaba en ristre, lista para ser usada, -Espero no interrumpir, una reunión agradable- añadió en tono sarcástico, mientras recorría con los ojos los destrozos que aquellos magos y amigos suyos habían causado, la capucha seguía ocultando su rostro, pero sin duda, los que lo habían conocido, podrían saber que Radamantys había vuelto.

 

[Kyle Blackthorn]

 

Se removía debajo de las sabanas, el tacto de las manos de la fémina no aligeraba el peso que llevaba sobre los hombros. Era un hombre atractivo ante los ojos de ambos sexos, pero prefería mantener un perfil bajo en todo momento. No existía una sola chica que no cayera rendida a sus pies y lo mismo ocurría con los hombres, pero ahí justamente radicaba el mayor de sus dilemas. Sentirse tan vació que a la mañana siguiente, perdía toda noción de lo ocurrido debajo de esas finas telas de seda. 

— ¿Por qué demonios no eres tú?—apretaba los puños, sentir esa presencia le provocaba repulsión por momentos. Jamás se negó a tener compañía luego de una tanda de copas, pero no era nada comparado con la noche que viviera con la Nigromante. Ese roce especial de sus labios sobre el cuello del Holandés, el tacto de sus manos recorriendo la tela que cubría el pecho del hombre que debía cuidarle costará lo que costará. Cada recuerdo se volvía más tangible, aquel anhelo por volver a perderse entre sus curvas y no escapar de ellas jamás. 

— Podría describirte como el mejor Bourbon que he probado jamás, fuerte y placentero. Seductor desde la punta de los pies hasta la última hebra de tu hermoso cabello, deseo cautivo que fue apresado por mis manos y escapó como lo hace el agua entre los dedos, solo una noche. No queda más que el recuerdo—siseaba llevándose las manos al rostro. Cerrar los ojos era volver a caer al vacío, donde no estaba ella. Pero si esa ausencia lastimera, ahora estaba conociendo a Alex, pero el placer carnal de la Vidente era un veneno difícil de extraer de su sistema. No tenía dudas de su amor por Alexander, aunque las cosas se dieron de golpe, confiaba en lo que sentía al verlo a los ojos y sabia que era real. 

— Existe algo especial, no es un juego como sucedió con esa maldita—la ira comenzaba apoderarse de su persona. Saltando de la cama caminaba hacia la ventana, abriendola de par en par salía al balcón— ¿Dónde estarás ahora?—le preguntaba al viento sin obtener respuesta. El susurro de su voz se había tatuado dentro de su subconsciente,  retumbando como lo hacen las campanadas que llaman a un preso a la horca— Estás aquí, lo sé—le buscaba en medio de la oscuridad. Viendo a lo lejos una sombra que se elevaba hasta tocar las nubes grises, danzando como lo hacen los cisnes sobre un lago.

— Kyle mi querido Kyle, no rompas la promesa que nos hemos hecho—tomando entre sus manos el rostro del buscador de los MM. Depositaba un beso apasionado en sus labios, recordandole lo que jamás volvería a tener y era mejor dejarlo de lado— Tienes un nuevo amor, no lo arruines con lo que pudo ser y no fue—abrazándole por el cuello colaba sus piernas sobre su cintura. La zona prohibida volvía a caer presa del calor que emanaba su antiguo hogar, perdiéndose en esa oleada de emociones contrastantes— No podemos, ambos sabemos que no podemos—se resistía a caer de nueva cuenta en el palpitar del corazón del caballero. 

El pertenecía a otro joven que le robará la atención, quizás era demasiado pronto para llamarlo amor o considerarlo como tal— ¿Lo amas?—le preguntaba colando sus dedos entre los cabellos del Holandés— ¿Lo amas como crees que me amas a mi?—arremetía robándole el aliento acariciando con su lengua la del hombre que le protegería por siempre sin renegar de ello. Confundirlo no era su intención, reaccionaba al llamado de su tatuaje, quimera era lo elemental de su unión. Disfrutaba de las caricias que dejaba impresas sobre su espalda, arañando por momentos la delicada piel blanquecina.

— Planeamos una vida juntos, algo que nosotros no podemos siquiera imaginar—la resignación brotaba como lo hace la sangre por una herida— Deseamos hijos, aunque se que no podemos concebirlos de la manera tradicional—sonreía sobre los labios de la Nigromante— Tú siempre serás para mi y yo para ti. Recuerdo lo que dijimos al volvernos un mismo ser, “siempre recuerda, nunca olvides”—clavaba su rostro en la clavícula de la fémina, aspirando profundamente su embriagador aroma. Esa esencia que se colará por sus fosas nasales, transformándose en su fragancia favorita por el resto de su eternidad. 

— Lo ves, ya tienes un futuro. Yo iré en busca del mío, pero no pienso olvidarte, Kyle—saciando su sed por el aliento del hombre, se montaba con más fuerza sobre su regazo. Estaba cubierto por una sabana demasiado delgada y ella solo llevaba una túnica que no dejaba nada a la imaginación— Una última vez, mi querido Taylor—dejaba caer al suelo la  bata, sintiendo la mirada ardiente de su amante. No existía mejor forma que esa para denominarle, acortando la distancia una vez más le llevaba hacia el borde de la cama, ausente de toda presencia mágica o muggle— Serás tan mío que al despertar, seguirás sintiéndome cerca de ti—se movía con delicadeza brindándole el placer que solo ella era capaz de generar con un simple roce. 

— Te amo—le susurraba con la respiración entrecortada— Pero Alex es el hombre que quiero a mi lado. Deseo una vida con el, anhelo ser tan feliz como cuando te conocí o si es posible mucho más de lo que puedo imaginar—la besaba con un desespero abismal, enterrando las yemas de sus dedos en los muslos de la Senescal de Caronte. Cediendo al ritmo que marcaban las caderas de la Vidente, sintiendo esa electricidad recorrer cada poro de su piel, estallando en un placentero orgasmo que la hizo derrumbarse sobre el pecho de Kyle, dejando un beso tierno en sus labios, permaneció ahí escuchando los latidos de ese corazón agitado—  Y si, amo a Alex como nunca he amado a otro hombre—la confesión era sincera y sin tapujos. 

 

[Mica Gryffindor]

Sophie, Jessie y Arcanus había visitado ese sitio recientemente, con claras sospechas de que había mortífagos viviendo en el lugar. Bueno, sospechas... la tradición familiar daba espacio a ello y más, aunque la Gryffindor concurría por algo muy diferente, "en son de paz" como suele decirse. 

Observó la mansión desde lejos antes de dar unos pasos por el terreno. La mañana había llegado y, con ello, un sol que intentaba brillar plenamente, logrando un clima templado pese a encontrarse en otoño. Mica lo había aprovechado, escogiendo una falda larga color azul y una blusa blanca, prendas que no solía utilizar en esa época del año. Llevaba encima su capa negra, previendo un posible cambio en el clima. 

Con paso firme caminó hacia la puerta de entrada. Si bien había muchos Macnair de renombre, esta vez buscaba a uno en particular. Como capitana de Montrose Magpies se había propuesto conocer mejor a sus compañeros de equipo, más allá de los entrenamientos y vestuarios. Se había dado cuenta de que, mientras con Sophie mantenía la mayor de las confianzas, con otros apenas había intercambiado un par de palabras de ánimo. 

Esa mañana era turno de su buscador, Kyle, quien sabía que vivía en aquella residencia. No había avisado respecto a su visita, por lo cual no sabía si el caballero se encontraría en el lugar. No se dio cuenta de ello hasta estar ya avanzada por el camino hacia la entrada, era tarde para regresar y acordar una cita: ya estaba allí. 

Dio tres golpes suaves para llamar a aquella puerta, a la espera de que haya alguien en casa y no estar interrumpiendo nada importante. Si así era, conversaría con Kyle para acordar reunirse en algún otro sitio. 

@ Juv Macnair Hasani

[Kyle Blackthorn]

 

Kyle había decidido salir a volar en su escoba, buscando sacarse de la cabeza el mundo de ideas que se agolpaban dentro de la misma. En su radio de visión detectó la presencia de una dama dentro de los terrenos de su familia, extrañado porque no recordaba haber pactado con nadie una cita para un día tan ajetreado como ese. Aligerando el paso de su escoba, descendió cayendo de pie con firmeza sobre el césped, tomando el mango de la misma la hizo desaparecer en el acto

— ¿Señorita Gryffindor?—inquirió dedicándole una afable sonrisa— Es un placer verla en mi hogar, ¿Qué la trae por aquí?—alargando la mano tomando la de la dama, depositaba un beso sobre la misma—No es día de práctica o ¿si?. Espero no haberlo pasado por alto, pero como sabrá mis ocupaciones son demasiadas dentro de Londres—avanzando hacia la entrada principal, le invitaba a seguirlo. Sin duda estarían más cómodos dentro de la sala de estar o la biblioteca, cediéndole el paso cerraba la puerta tras de él.

— ¿Desea algo de comer o beber?—su tono cortés era delicado y despreocupado— Kaunis, por favor lleva mi escoba a mi habitación y prepara la ducha, acompañada de una muda de ropa comoda—le ordenaba a su elfo personal. Dirigiéndose hacia la biblioteca, le indicaba a la joven que podía tomar asiento si lo deseaba— Lamento no ser del todo social dentro del equipo, pero comprenderá que el vivir tantos años en Holanda y luego venir aquí a Londres. No ha sido una transición del todo agradable, pero jugar con su equipo, si que ha sido una experiencia por demás enriquecedora—indicaba siendo totalmente honesto. 

Esperando alguna palabra por parte de Mica, se pasaba la surda por su cabello sintiéndose cómodo con la presencia de la capitana de los MM. Aprender a llevarse de forma cordial con sus compañeros, quizás era el principal objetivo de la presencia de la mujer en la residencia de su familia.

@ Mica Gryffindor

[Invitado Arcanus]

Al parecer el lugar no estaba abandonado como el joven creía. Ya casi sin esperarlo una bruja había llegado al lugar procedente de otra parte de la gran mansión. Había muchos escenarios que el joven no había tenido en cuenta y ese era uno. Se había hecho la idea de hacer un cateo, pero nunca esperó que alguien se encontrara allí realmente.

- ¿Orden del Ministerio? Me temo que no mi señora. Escuché rumores de que en este lugar se dedicaban a practicar magia oscura y decidí venir por mi mismo a comprobarlo. - El joven carraspeó - Pero creo que el dato fue incorrecto. Sin embargo, no veo por qué su enojo. Desde el ministerio hacemos todo lo posible por mantener a la comunidad mágica segura. Por lo que si usted no tiene nada que ocultar, no tendría por que enfadarse. Estoy de acuerdo que mis métodos no son los mejores... ¿Pero que caso tiene venir a tocar la puerta si pueden ocultar todo antes de abrirme? - Añadió despreocupadamente mientras tomaba dos copas de vino y las apoyaba en una mesita. Luego de eso buscó el vino mas caro y tras descorcharlo comenzó a servir en ambas copas.

- A su salud mi señora. - Exclamó sonriendo mientras le tendía la copa a Arya. - Espero que este pequeño incidente quede entre nosotros, debe entender que es parte de mi trabajo para mantenerla a salvo de magos tenebrosos. Además no quiero tener que hacer toneladas de papeleo en el Ministerio. - El joven terminó la copa de un largo sorbo y la dejó sobre la mesa.

- Por cierto, mi nombre es Arcanus. Si tiene alguna información de actividad oscura no dude en informarme. - Dijo el Auror, haciendo una reverencia respetuosa y extendió una tarjeta hacia la muchacha.

De pronto, cuando ya decidió que no había nada que hacer allí, escuchó una voz que reconoció enseguida. Habían pasado muchos años pero Arcanus no olvidaba a las personas con las que había tenido una amistad. Se giró y allí parado, con la capucha cubriendo su rostro, se encontraba su viejo amigo Radamantys. Arcanus silbó.

- Parece que los muertos están volviendo a la vida. ¿Sigues tan feo como para ocultarte bajo tu capucha? - Exclamó Arcanus con una sonrisa. - Gusto en verte viejo amigo, ven pasa, ya que estamos aquí podríamos tomarnos unos minutos para charlar. - Arcanus miró a Arya. - Eso si a esta bella joven no le molesta. De hecho podría prepararnos un café si es tan amable y unirse a la charla. Después de todo creo que no tengo el gusto de conocerla. Creo que me está gustando este lugar. - Dijo contento y se sentó tranquilamente en el sillón.

- Cuéntame ¿Dónde estuviste todo este tiempo?

@ Arya Macnair  @ Radamantys

[Kamra Ashryver D.]

Aelin odiaba hacer recados para su madre ¿A caso tenía 12 años para encargarse de tareas menores como aquella? La rubia y altanera muchacha rodó los ojos mientras acariciaba el pesado sobre color marrón que reposaba en su regazo. Kamra, su madre y Reina de Escocia no le habria encomendado acudir a la Mansión Macnair si no fuera por una buena razón. Los últimos meses habían sido duros, Escocia estaba en alerta máxima gracias al último movimiento del cardenal...y Aelin había sufrido las secuelas directamente. 

Su mirada azul estaba perdida en el paisaje fuera del descapotable negro que la transportaba cada vez más cerca del hogar de Sybilla Macnair. El sobre con la leyenda de CONFIDENCIAL iba dirigido hacia la Líder de la Hermandad de la Rosa negra y esperaba con todo su ser no tener que quedarse a socializar con la mujer, ya que su temperamento pendía fe un hilo los últimos días, y no deseaba arruinar las alianzas de su madre por su gran falta de disciplina. 

La rubia era la mayor de las princesas Ashryver, tan solo por 5 minutos de diferencia con Luve, su hermana y perfecta encarnación de la belleza de Kamra. A diario pedía con todas sus fuerzas que el camino que se le había designado esta vida fuera uno alejado de las responsabilidades de la corte. Todo aquel cercano a ella sabía que no era de su interés tomar partido del título que por derecho de nacimiento le pertenecía, su madre y tíos contados entre ellos. No...Aelin cumpliría con su deber como princesa hasta encontrar una vocación que si le diera sentido a su vida. 

- Para aquí y no te molestes es bajar a abrirme la puerta - la orden dirigida al chófer salió en el habitual tono melodioso y desinteresado de Aelin. Abrió por si misma la puerta del auto de alta gama y la cerró con el descuido que solo una persona adinerada podría usar en algo tan costoso como un Lamborghini - Terminemos con esto - cerró la distancia que restaba entre ella y la puerta de entrada a paso decidido a la vez que ocultaba sus sencibles ojos del sol detrás de unos anteojos negros. 

Tres golpes rítmicos le pareció suficiente antes de esperar a ser atendida. Aelin acomodó el escote de su traje amarillo de una sola pieza, asegurando que los abundantes pechos con los que había sido bendecida permanecían en su lugar antes de arriesgarse a dejar mal parada a toda la corte Escocesa por mostrar sin pudor partes de su bien definido cuerpo. 

Si no la recibían pronto, la princesa entraría sin más a la propiedad y no pediría disculpas. 

@ Juv Macnair

Editado 4 de Noviembre del 2021 por Kamra Ashryver D.