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Castillo Evans McGonagall


Matt Ironwood
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Abracé a Helen lo más fuerte que pude. La cercanía permitía oír los latidos de su corazón, tan acelerados como el mío. Los recuerdos del pasado volvían, recuerdos limpios, no incompletos, no deliberadamente borrados para no revelar información, que era como mi mente se encontraba ahora por causa de haber dejado la Orden del Fénix. La llegada de mi sobrina era casi como una promesa de que en realidad las personas que querían siempre encontraban el camino de vuelta a tu lado.

 

Sentía miedo de preguntarle si eso era tan solo una visita, o si llegaba para quedarse una temporada más prolongada.

 

Pasado la emoción del reencuentro Helen contó lo poco que sabía del joven que tenía al lado, del patronus que había recibido y el mensaje de ayuda que él había pedido. Le dediqué una larga mirada de pies a cabeza entonces, la cual quizá empujó a que finalmente de decidiese a hablar, así fuera una corta presentación en la que apenas reveló su nombre y una vez más su petición de ayuda.

 

¿Se estaba convirtiendo el Castillo Evans en alguna clase de refugio de inmigrantes? Tiempo atrás habíamos acogido a Deodoro casi que en las mismas circunstancias (aunque la verdad la suya había sido una aparición muchísimo más dramática), pero este chico llevaba el apellido Evans, de manera tal que aunque desconociera el lazo específico que nos unía, una parte del Castillo le correspondía con todo derecho.

 

- Necesitan cenar, quizá tomar un baño, así que pasen. La temperatura ya empieza a descender- comencé a caminar confiando en que ambos me seguirían el paso- la primera lección que debes conocer de los Evans de Inglaterra Christian, es que jamás negamos la ayuda a quien lo necesite.

 

Metiendo la mano en los bolsillos del abrigo, en pocos minutos alcanzamos la edificación y entramos por las enormes puertas con los fénix tallados. En el recibidor se encontraba ya P-ko quien con una reverencia indicó a Helen y Christian la siguieran hacia la segunda planta para asignarles sus habitaciones.

 

- Estaré esperándoles en la mesa en una hora. Hasta entonces.

 

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Christian Evans

 

 

Mientras terminaba de vestirse con la ropa que de seguro algún elfo doméstico dejó para el sobre la cama, trata de figurar como encararía su situación con aquella familia, que palabras elegiría para que aquellos desconocidos le creyeran y decidieran ayudarlo.

 

Bel, la mujer que los recibió a Hellen y a él, le aseguró que los Evans siempre estaban dispuestos a dar una mano ¿pero se la darían después de saber que estaba en juego? El fuego la chimenea crepitaba suavemente, dándole un toque muy hogareño y confortante a la habitación que no estaba escasa en lujos.

 

Dejo que el sonido de la madera quemándose y calor que manaba lo envolviera solo por unos segundos antes de enfilar sus pasos hacia el gran comedor del primer piso. La habitación que le dieron quedaba en el segundo piso y cerca de la escalera que conducía directamente al pasillo que conducía al salón. Parecía estar todo calculado para que un completo extraño no se perdiera en semejante castillo, Christian lo agradecía.

 

El salón principal era enorme, estaba seguro que su casa entraba perfectamente en el mismo y hasta podría que sobrara espacio. Sentía como sus pasos levantaban un eco que se desvanecía antes de llegar al alto techo mientras se acercaba a la enorme mesa donde Bel ya aguardaba.

 

Tomó asiento e intercambió las clásicas palabras de cortesía cuando uno era invitado a una cena. Hellen la otra bruja tampoco tardó en llegar y nuevas palabras fueron intercambiadas.

 

Christian guardó silencio la mayor parte de la cena, dejando que las brujas se pusieran al tanto y festejaran aquella reunión, no fue sino un poco antes de que los platos quedaran vacíos cuando se le invitó a contar su historia.

 

El castaño tomó un poco mas de agua, dejó su vaso a un lado y miró a ambas mujeres –Gracias por la cena y el recibimiento fue mucho mas de lo que hubiera esperado – comenzó diciendo

 

-Como me presente soy Christian Evans y estoy relacionado de forma lejana con ustedes, mi familia los Evans de Estados Unidos somos una familia de magos que descendemos de Alfred Evans un inmigrante británico que llegó a América buscando nuevas oportunidades en 1849

 

-Alfred era un buen hombre pero Estados Unidos se encontraba en momentos tumultuosos tanto para la comunidad mágica como para los nomagos, y él siendo tan solo un inmigrante con casi ninguna pertenencia más que lo que tenía puesto cayó en manos peligrosas

 

-Fue atraído con engaños y falsas promesas hacia Baton Rouge en Louisiana donde fue capturado por unos Rastreadores, el casi estuvo apunto de morir sino fuera porque había escuchado de aquella leyenda por magos practicantes del Vudú en el sur del país

 

-El invocó a Papa Legba, un demonio, espíritu como quieran llamarlo guardián del inframundo para que lo ayudará a escapar, Papa Legba lo ayudó pero el jamás hace algo sin obtener nada a cambio y el solo ofrece un trato determinado y jamás lo cambia, o lo tomas o lo dejas

-Alfred escapó acordando que Papa Legba vendría por el alma de vigésimo primer Evans nacido en América al cumplir este los 21 años – tragó saliva.

 

-Yo soy el vigésimo primer Evan nacido en América y dentro de una semana cumpliré los 21 años, necesitó su ayuda –la desesperación volvió a dejarse notar en las ultimas palabras

 

-Necesitó que vengan conmigo a Nueva Orleans, al enterarme de todo esto hace tan solo unas semanas busqué ayuda con desesperación por todos lados hasta que llegue con Marie Laveau, la reina del Vudú la bruja mas poderosa en esa rama de la magia, ella prometió ayudarme pero para ello necesitaba la presencia de Evans originales, de la misma calaña de Alfred el que inició esta maldición sobre nuestra familia

 

-por favor estoy desesperado – si aquella familia se negaba su destino estaba condenado.

 

 

@@Helen Evans @

 

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El abrazo de Bel me devolvió toda la seguridad que necesitaba, sentí el calor de ella, de mi hermana Ania, de Pandora... me sentí realmente bienvenida de nuevo en aquel Castillo que me había recibido hace mucho tiempo, que había sido mi hogar sin lugar a dudas. Pude ver una sombra de duda asomarse al rostro de Bel, sonreí y simplemente dije:

 

- Me quedaré

 

Fue casi un susurro acompañado de una sonrisa; giré de inmediato hacía el joven que había solicitado ayuda, por el re encuentro casi me había olvidado que estaba allí y me sentí terriblemente mal. Por suerte Bel reaccionó mucho mejor que yo y nos ofreció camino al interior.

 

Entrar en mi antigua habitación me trajo recuerdos de inmediato, se encontraba como siempre, espaciosa, iluminada y con grandes ventanales para poder respirar el aire que venía del jardín.

 

- Si gusta su ropa limpia ya está en el armario

 

Giré casi con miedo, era divertido si lo pensabas bien, el único encuentro que me había causado algo cerca al miedo era con ella.

 

- Irri, yo...

 

Pero la elfina salió dando un portazo ¿Cómo había hecho para traer mi ropa desde allá? ¿Cómo había sabido...? No era momento para esas reflexiones, Bel y Christian me esperaban para cenar, así que me apresuré en cambiarme por una suave y ligera túnica crema. Para cuando llegue al comedor ya se encontraban ambos charlando animadamente, llegué y la cena fue servida.

 

- Entonces... Bel ¿Cómo está todo por aquí? - disimulé la pregunta que en realidad quería hacer y seguí comiendo - ¿Como van las cosas en Ottery? Siguen...ya sabes ¿Movidas?

 

Escuché las palabras de mi tia mientras comíamos, enterándome de las novedades que habían pasado en mi ausencia. Miraba de reojo a aquel muchacho, Christian, estaba extrañamente callado... ¿Qué pariente lejano podía ser? Era extranjero claramente, pero no sería el primero ni el último. Me intrigaba ¿Quién era?

 

Cuando Bel hizo una pausa pregunté apresurada lo que realmente había querido preguntar desde el momento que pisé aquel Castillo

 

- ¿Y Catherine?

 

Hubo silencio, un mal presentimiento sobre ello. Giré de inmediato hacía el muchacho y lo invité a contar su historia, mientras Irri (aún terriblemente molesta) me servía otra copa de vino. Al inicio pensé que sería muy similar a mi historia, alguien en busca de su familia... se entera que este es su hogar y viene a conocerlo; pero la verdad me sorprendió muchísimo... quedé con la copa tocando mis labios sin animarme a probar el vino, pensando en si todo aquello era cierto... pensando en como poder ayudarlo.

 

- Alfred Evans, no lo conozco, pero eso no es raro... conozco realmente poco de la historia de la familia, aunque el nombre me suena de algún libro de la biblioteca de la vieja torre destrozada... Viajar, no es algo que me moleste, yo podría acompañarte a Nueva Orleans, soy una descendiente directa de los patriarcas de esta familia, así que creo que mi presencia sirve. Pero, ¿En verdad es necesaria solamente mi presencia? ¿Cómo sabemos que eres realmente un Evans?

 

@ @@Syrius McGonagall

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—Oh, sólo una vieja superstición.

 

Sus colmillos casi parecen brillar cuando sonríe pero la vampiro no se inmuta. A su lado, el muchacho con las mordidas en el cuello hace un inclinación muy leve con la cabeza. La muchacha, demasiado parecida a la mujer del cuadro, no demuestra otra señal de interés. Ella saluda también a Lillian con una inclinación pero sus ojos se encuentran fijos en el cuadro. Cuando se acerca hacia ella no parece guardar rencor.

 

—¿Qué es lo que tenemos que hacer?

 

Sus ojos parecen estar muy lejos de allí. Fijos en la figura que ahora se pasea observándolas de rato en rato pero sin enfocarse del todo. El silencio se extiende incluso más que antes, cuando Madeleine decidiera darle término. Entonces la vista de Aylin vuelve a enfocarse antes de que Pandora se dirija a ellas.

 

—Por mucho tiempo, sé que mi existencia las ha atormentado.

 

Aylin frunció el entrecejo de forma casi teatral. Su expresión, similar a la de una máscara blanca habría resultado divertida si no fuera porque era intimidante y por tanto podía causar temor. Pandora no pareció cambiar de idea respecto a lo que iba a decir sólo por eso. En su lugar, se dirigió a todas como había hecho antes.

 

—Eso tiene un motivo —su caminata se reanudó— y es que mi hermano me retuvo aquí. Sin embargo, él no sabe de esta reunión ahora y cuando haya llegado, ya será tarde.

 

Aylin, que había gruñido al escuchar sobre Richard de forma implícita, retrocedió unos pasos. Quentin tomó su mano y Aylin se aferró a ella con temor. Por una vez no tenía el porte arrogante de siempre y era porque, como inmortal, creía adivinar qué era lo que su madre estaba a punto de pedirle... pero hasta Pandora debía saber que eso era tabú entre su raza. Así se lo dijo.

 

—Lo que quieres pedirme es un tabú —sus ojos denotaban su cólera—. Está prohibido y cada miembro de nuestra progenie es informado de ello al nacer. No digas tonterías.

 

Su desprecio era nítido y frío. Sus palabras no sólo estaban embargadas de ese sentimiento si no también de una contagiosa desesperanza. Pandora sólo sonrió.

 

—Sería tabú si tuviese yo mi cuerpo pero... soy tan sólo un cuadro —explicó la bruja con calma.

 

Aylin negó con la cabeza y entonces Catherine también entendió.

 

—Quieres una hoguera —susurró y sus ojos se abrieron en una expresión de total asombro. En mucho tiempo no había sentido una emoción tan intensa como en esos momentos—- Quieres una maldita hoguera.

 

Y, lentamente, la Pandora del cuadro asintió.

 

@ @@Lillian Potter Evans

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Volver al castillo Evans era sumamente nostálgico, un sentimiento de tristeza se agolpó en su pecho y eso se debía al tiempo que había pasado en esos terrenos que ahora cruzaba a pie detallando los detalles con la mirada. Había vivido años en ese castillo, había sido muy feliz dentro de la protección de sus muros; había recibido a su primogénita en el mundo mortal ahí y también había sido el lugar de encuentro con Demian.

 

Tenía miles de recuerdos compartidos con esa familia, Bel había sido siempre su protectora y quien le había dado un hogar cuando más lo había necesitado. Les debía tanto a los Evans aunque las nuevas generaciones no supieran de su paso por aquella familia.

 

Agradecía que sus hijas fueran a crecer en los terrenos de una familia como aquella, estaba seguro de que al igual que él iban a ser muy felices en el castillo Evans.

 

Cuando llegó a la puerta principal y lo recibieron los elfos sonrió respirando profundamente el aire agradable de aquellos muros.

 

-Busco a Kutsy... soy Ethan Lenteric.-Se presentó con la criatura y cuando esta desapareció aguardó en el recibidor.

 

@@Kutsy Stroud Lenteric

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Estaba colocándole a Dalí la banda roja que Said le regalará, sobre el cabello, cuando escuché que alguien tocaba a la puerta –adelante –contesté justo en el momento en que Emma salió del baño y me miró con sus dos hermosos ojos azules, corrió a mi lado, me abrazo fuertemente y me dijo despacito –te amo mami –la estreche contra mi pecho, cerré los ojos y suspiré queriendo alejar las lagrimas que pugnaban por salir de mis heterocromaticos ojos. Había quedado con su padre que ellas pasarían navidad a su lado, pero no dejaba de darme cuenta lo mucho que mi vida había cambiado.

 

La pequeña criatura se mantuvo en silencio por esos minutos y sin levantar la vista de la alfombra dijo –el señor Lenteric, espera en el recibidor –y salió tan rápido que no fue testigo de la sonrisa de ambas niñas al escuchar que su padre ya había llegado, –papi, papi –decía Dalí que lucía primorosa en su vestido color lavanda, su hermana llevaba puesto un abrigo rosa y un ligero vestido del mismo tono además de unos broches color plata. Miré a mis dos hijas, me incliné para estar a su altura y tras abrazarlas, llenar su rostro de besos les pregunté –¿listas hermosas?

 

Ambas me contestaron un sí, rotundo y un coro de risueñas risas –muy bien, entonces salgamos –cada una tomó mi mano. Mi corazón parecía reacio a querer expresar lo que mis ojos revelaban, abrí la puerta de la habitación y las tres salimos, caminamos por el pasillo hasta llegar a las escaleras, cuando Emma se detuvo –¡mami! –exclamó soltando mi mano y sin decir nada más corrió en dirección contraria a la nuestra. Mientras Dalí insistía en seguir adelante –Dunkel –llamé a mi fiel amigo, el cual apareció de inmediato –puedes llevar a Mini con su papá, por favor –le entregué a la más pequeñas de mis hijas –dile que en un momento más estaremos con él –. Para después volver mis pasos en busca de Viktoria

Dunkel

Había sido una buena mañana, en la cocina del castillo todo estaba en orden. Desde que Kutsy volviera de Alemania no se había separado de sus hijas por lo que el elfo tenía demasiado tiempo libre que en ocasiones no sabía en que usar o qué hacer con ello. Por lo que cuando ella lo llamaba acudía casi de inmediato, no fue para nada sorpresa encontrarlas cerca de las escaleras ya que sabía que día era y quien esperaba por las menores, lo que si bien no comprendía porque Emma había salido corriendo pero no hizo pregunta alguna y sujetando con ternura la mano de la más pequeña de las Lenteric bajo uno a uno los escalones.

 

Dalí, era sumamente hermosa, inteligente y por sobretodo muy alegré. Sabía por algunos otros elfos lo mucho que su madre había batallado por encontrar su pequeño peluche de un ratón que trajera de su visita a Sídney. La pequeña niña era muy apegada a esa extraña cosa, pensaba Dunkel mas también consideraba la idea de regalarle algo parecido, en un intento por apaciguar a la niña por las noches. Tras un par de minutos ambos arribaron al recibidor, Dalí soltó la mano del elfo y corrió al tan anhelado encontró de su progenitor –buenos días –exclamó haciendo una reverencia –en un momento más baja la señorita Emma y su madre –después de decir aquellas palabras desapareció, no sin antes dedicarle una sonrisa a Minerva.

 

@@Ethan Lenteric

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Escuchó a las tres en la escalera principal, alzó la mirada y logró distinguir a Kutsy volviendo por donde había venido. De pronto fue Dunkel el que apareció bajando la escalinata con Dalí en los brazos.

 

-Buen día Dunkel... gracias, las espero en el salón.-Comentó tomando a su hija en brazos y dio un par de besos a su rostro.

 

Esperaba convivir un poco con la madre de sus hijas, se negaba a que su relación se limitara a no verse y eso lo hacía por las niñas. No quería verlas sufrir porque ellos no se hablaran o no pudieran estar en la misma habitación por mucho tiempo.

 

-Te vez preciosa con ese vestido mi princesa, muy raro el lazo rojo pero lindo.-Rió junto con su hija y así entraron en el salón, tomó asiento en uno de los sillones y colocó a su hija en sus piernas observandola con atención.

 

Dalí y Emma eran felices, no eran niñas tristes a simple vista sin embargo él sabía que para nadie dentro de su familia la separación había sido fácil. Demian aún no le dirigía la palabra, lo entendía, quizá lo entendía demasiado pero eso no significaba que dejara de dolerle. Dalí se dio cuenta del cambio en el semblante de su padre y acarició su mejilla dándole consuelo a lo que él respondió con una sonrisa.

 

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No tarde demasiado en dar con mi hija, la vi desaparecer en la habitación que las tres ocupábamos en el castillo mas no comprendía porque su repentino cambio de actitud. Entré a la recamará para encontrar a Emma inclinada bajo su cama, guardé silencio mientras ella parecía sacar una caja de color plateado –mami –dijo al percatarse de mi presencia –el regalo de papi –claro, había olvidado el portarretratos. La pequeña me había pedido que le diera la foto del parque, donde los tres sonríen felices. Junto a su hermana, además de un poco de mi ayuda, habían decorado el marco dorado con los nombres de cada uno.

 

Sonreí enternecida por su acción que sólo acerté a besar su frente y esconder mi rostro entre su rubia cabellera –sabes amor, eres preciosa y muy lista –le dije a mi hija para después acercarme al tocador de media luna, abrir uno de los cajones y extraer un par de cajas largas, cubiertas con terciopelo verde, Viktoria me miró curiosa y me pregunto qué era eso a lo que respondí –son el regalo de navidad para ti y tu hermana –mis hijas aún eran muy pequeñas para comprender de reliquias familiares pero lo que no sabían era que en aquel presente llevarían más cerca que nunca el legado Stroud.

 

El dije con el que llegará una noche de lluvia a la residencia Rambaldi, se había ido fragmentando de apoco con los años y en está ocasión había mandado a cortar dos de los tres zafiros que me quedaban para decorar dos dijes en forma de libélula que regalaría a mis hijas. –¿Lista? –Le pregunté sujetando con la mano izquierda ambos presentes y con la izquierda la cálida mano de Emma, la cual parecía por demás impaciente por el encuentro con su padre –¿estás emocionada? –Le pregunté mientras bajábamos la escalinata a lo que ella respondió con una dulce sonrisa y un sí. Las dos nos quedamos quietas al llegar al recibidor y no ver a ni a Dalí o Ethan, fue hasta que la risa de la más pequeña me indicó que se encontraban en el salón.

 

Cuando Emma vio a su padre corrió a su encuentro y le abrazo con fuerza, yo me quedé parada cerca de la entrada del salón mientras veía con una sonrisa la forma como nuestras hijas lo llenaban de besos y abrazos –¡papi, papi! –le dijo la pequeña rubia –feliz avidad –entregándole la caja plateada.

 

–Buenos días Ethan –le saludé colocando mis manos frente a la falda guinda que llevaba puesta –¿quieres algo de tomar? –Le pregunté al tiempo que tomaba asiento en el sillón frente a él –puedo pedirte de favor que les entregues estos regalos a las niñas el veinticuatro –, añadí extendiendo el brazo para entregarle ambas cajas rectangulares cada uno lleva grabado su nombre.

 

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- La situación es muy diferente a cuando llegaste Helen. Los mortífagos hace mucho dejaron de atacar salvajemente mansiones y negocios, y reemplazaron eso por eficaces complots ministeriales para hacerse con los cargos de la comunidad mágica y desde allí dominar- solté un suspiro de cansancio- es más difícil que nunca saber qué ser despreciable puede ocultarse bajo la máscara de ciudadano ejemplar.

 

No era un tema muy agradable de comentar mientras cenábamos y con alguien recién llegado a la ciudad, pero no era la clase de persona que ocultase la realidad a los demás. De hecho estaba convencida que mientras más pronto entendiesen a cabalidad los juegos de poder que se tejían a diario en la ciudad y el ministerio, tendría más chance de idear estrategias que les evitaran pasar malos ratos o algo peor.

 

- Siendo sincera, viniste en el mejor momento posible Helen. Estas épocas uno siempre extraña a la familia.

 

La comida continuó pero notaba en el gesto de mi sobrina la incertidumbre de querer saber de algo... o de alguien más. Alternando miradas entre su plato y nuestro recién llegado visitante, finalmente haciendo a un lado su cubierto, preguntó por Catherine.

 

- Oh, ella. Como decirlo, se había perdido a sí misma, y no la he vuelto a ver personalmente, pero me dijeron que la han vuelto a ver en Ottery, y luce más sana que antaño- mi relación con Catherine, llena de altibajos, pesaba así fuera solo el comunicar algo tan simple- siento no poder darte mayor información.

La cena prosiguió, y cuando el último plato fue retirado de la mesa, Christian se aclaró la garganta, de modo que toda nuestra atención pasó a centrarse en él.

 

Con toda una tradición de trotamundos a nuestras espaldas, no era extraña la presencia del joven allí. Ya casi estaba convencida de que aquel gen aventurero se cargaba en la sangre de todo miembro de la familia, si bien los caminos para desarrollar aquel "instinto" podían variar enormemente entre uno y otro miembro. Soa había crecido junto a mi padre y solo en la juventud había salido de casa (y ya prácticamente la veía una vez al año si tenía suerte), Binny había experimentado con el tiempo, y yo me había involucrado en casos extraños, que me tenían ahora dividida entre una maldición que me consumía la vida y la promesa de otra dimensión donde podía obtener mi más preciado anhelo.

 

La contraparte de la aventura era el peligro, y casi estaba a la espera del momento en que él dijera cuál era la urgencia de habernos visitado. Porque dudaba que fuera solo por estrechar lazos con parientes lejanos del otro lado del mar.

 

Alfred Evans. De inmediato, el nombre activó algo en mi dañada memoria. Estaba segura que su nombre figuraba en alguna parte. Pero dejé que el muchacho terminara su historia, que comenzó a tomar el derrotero que me había figurado al momento que mencionó a Papá Legba. Para bien o para mal, desde la llegada de Nasha Montpellier a la Heredad Ollivander el tema de la magia vudú no me era exento, así como su terrible poder.¿Y cuántos Evans caían víctimas de pactos con frecuencia? Pensando en el triste destino al que Alfred Evans había condenado a su estirpe, del mismo modo en que Mavado había condenado a sus hijos, supe que no podía dejar a aquel muchacho desamparado.

 

- Vengan conmigo, necesito que vean algo.

 

La bilbioteca albergaba no solo una preciosa colección de libros, sino también muchas reliquias de la familia. Una vez estábamos los tres en la estancia, cerré la puerta y activé los anillos uzza para evitar ojos y oídos indiscretos. Solo entonces volví mi atención a ambos.

 

- A cada patriarca le es dado en custodia una serie de reliquias familiares. Ellas sirven entre otras cosas para probar la pertenencia a esta familia, sin importar la rama de la que se provenga.

 

A un movimiento de mi varita, un pesado y polvoriento album comenzó a descender de uno de los anaqueles de la biblioteca, hasta que finalmente quedó sobre el escritorio.

 

- Encuentra tu línea familiar Christian Evans, y allí mismo estará también la reliquia que ella posee. Poder tocarla sin sufrir daño, probará tu pertenencia y la veracidad de tu historia.

 

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La voz de Emma era inconfundible, en cuanto esta llegó a sus oidos volteó el rostro para mirarla. Sonrió tan amplio que sus mejillas dolieron y recibió a su hija con un abrazo tan necesitado que se sintió estremecer, los besos en su rostro le dieron nueva vida, una vida que solo Emma podía darle.

 

Era bien sabido por los padres de la pequeña rubia que él y ella compartían un lazo estrecho desde el vientre de su madre, un lazo nunca antes visto y tan poderoso que ni siquiera él alcanzaba a comprenderlo.

 

-Vida de mi vida estás hermosa, feliz navidad para ti también...-Saludó a la pequeña sentándola a un lado de él tomando su mano.

 

Volteó al recibir el saludo de Kutsy y sonrió a ella.

 

-Buenos días Kuts... me apetece una taza de café americano, gracias.-Respondió observandola como tomaba asiento delante de ellos y escuchó sus palabras para después asentir.

 

-Claro, confía en que lo recibirán ese día. También les tengo regalos para año nuevo pero te los traeré cuando las traiga de vuelta... Dime, como han estado?-Preguntó a la Stroud sin despegar su vista de ella, era sumamente extraño el estar en ese salón ahora cada quien con caminos separados.

 

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