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Castillo Evans McGonagall


Matt Ironwood
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Muy pocos sabían sobre esa fecha y sin embargo, como cada año recibí felicitaciones de todas partes, desde Alemania, mis dos pequeñas me habían enviado un mensaje de “feliz cumpleaños mami”. Las extrañaba, no había duda, pero aún no estaba completamente lista para afrontar el hecho de que tendría que criarlas sola. Mi decisión estaba tomada y aunque algunos conocidos a veces solían preguntar por él, sencillamente seguía diciendo que estaba de viaje, gran mentira que comenzaba a pasarme la factura. Ciertamente jamás dejaría de amarlo, después de todo sería siempre mi primer y verdadero amor.

 

Un suspiro escapó de mis labios al tiempo que limpiaba la solitaria lagrima que caprichosa recorrió mi mejilla –aún extraño –dije como tantas otras veces en la soledad de la habitación, hacía tiempo que después de un par de incidentes decidiera regresar a radicar con más frecuencia en el castillo de mi madrina. De la familia en la que más había durado y a la que más me sentía unida. Aunque no era una Evans por sangre, podría decir que eso poco importaba, me sentía como uno de ellos y eso jamás cambiaría incluso el estar ahí me reconfortaba lo suficiente para mirar hacía mi futuro con esperanza.

 

De pronto algo llamó mi atención al exterior del castillo y no fueron las estrellas o la luna, si no el hermoso resplandor que inundó por unos preciosos segundos los jardines. Una sonrisa de alegría se posó en mis labios al pensar que tal vez se debía a mí ese despliegue de eventos al igual que aquel mesón donde podía apreciar un sinfín de suculentos platillos, mas no me detuve a meditar en ello y salí de mis aposentos para acudir a Bel, la cual me había enviado un mensaje.

 

Antes de tocar a su puerta un viejo recuerdo caldeo mi pecho, mordí mi labio inferior mientras miraba mis pantalones de mezclilla y la camisa a cuadros, rojos, preguntándome si eran la mejor elección para ver a quien consideraba más que sólo mi madrina. Despejé mi mente con un ligero movimiento de mi cabeza y di un par de golpes a la puerta, ella no tardó en contestar. –sí, soy yo –, así que me adentré en su habitación, la miré como hiciera mil años que no lo hacía, todo era distinto, –tan distinto–, me sentía como si los dos últimos años no hubieran acontecido.

 

Me da mucho gusto verte –declaré rompiendo la distancia entre ambas mientras la abrazaba y pensaba en mi último cumpleaños, intentando obviar que en toda esa extraña escena hacía falta alguien que llevaba tiempo evitando decir su nombre en voz alta, suspiré y añadí limpiando mi rostro –la emoción de cumplir un año más –mi voz sonó quizá triste, pero estaba determinada a seguir adelante, a hacer las cosas diferentes y aceptar que él no volvería.

 

 

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– No pierdas esa emoción nunca, o bueno, piérdela a mi edad cuando ya sea imposible ocultar ciertas arrugas.


Reí de buena gana. La verdad era que ninguna estaba "bien vestida" pero lejos de molestarme eso ayudaba a crear una conexión con ella difícil de poner en palabras. Tomando su mano, salí de la habitación, cerrando la puerta tras de nosotras.


"Creo que va ser mejor bajar a pie a ver ese banquete" murmuré mientras despreocupada caminaba por el pasillo tomada de su mano. Podía ser el tiempo excesivo que solía pasar con Garry en Baker y ahora en la heredad, pero no había pasado desapercibido el enrojecimiento de sus ojos de dispares colores. Tenía docenas de preguntas para hacer, pero por alguna razón, sentía que no era el momento para hacerlas. Quizá fuera más adelante, quizá otro día.


Ahora lo que importaba, me repetí una vez más, era su bienestar.


– Espero te guste, es algo pequeño pero significativo. Feliz cumpleaños querida.


Del bolsillo de la playera saqué un broche que tenía forma de manzana. Todavía recordaba los tiempos en el departamento de criaturas en que había conocido de cerca aquel gusto suyo. Ahora todo parecía tan lejano. Apreté con más fuerza su mano, no la vi directamente, pero unidas por ese lazo recorrimos lo que quedaba del interior del castillo, antes de alcanzar el patio, donde el sonido de voces llegaba con más claridad. No solo había una enorme mesa allí sino que varios ya se encontraban congregados alrededor. Alzando el brazo, di un saludo general a todos.


- Vaya, que increíble ¿quién de todos se animó a hacerlo?- inquirí paseando la vista de un lado a otro- miren nada más a quien me traje conmigo.


Sabía que las miradas se posarían todas en Kutsy. Y estaba perfecto, esa noche era su noche.



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Su voz me regreso al presente a ese instante donde sus brazos me devolvían cierta calma y me orillaban a continuar, asentí con una sonrisa su comentario de las arrugas. Estaba contenta de tener nuevamente una conversación tan natural, mas debía declarar que Bel parecía tener casi la misma edad que yo, al menos físicamente hablando, lucía hermosa con ese peinado “tan al natural”. Por supuesto que al ser humana ella tenía más presente las inclemencias del tiempo ante su mortalidad y no la culpaba.

 

Caminar a su lado tomada de su mano me reconfortaba sobre manera, aunque agradecía aun más que no preguntará por… esa tristeza que aún se filtraba en mi voz, mas en momentos como estos donde una parte de mí anhela verle. Un deseo que llevaría conmigo y en el que tendría que aprender a dejar de pensar. El recorrido fue agradable y por una extraña razón me sentí como cuando tenía cinco años y Sofía, mi nana, me llevaba todas las mañanas al comedor a tomar el desayuno.

 

Esa era la unión que poseíamos aquella mujer y yo, una que traspasaba las barreras del tiempo y quizá de la muerte pensé justo antes de que quedáramos frente a los ya reunidos –buenas noches a todos, es lindo verlos en una situación más relajada –dije mirando a cada uno al tiempo que respiraba hondo y me decía internamente, –adelante, estás en casa –.

 

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  • 2 semanas más tarde...

—No interrumpes nada. Bienvenida. Esta es más tu casa, en realidad.

 

Había sonreído amablemente y le había mostrado el contenido de la mesa con un ademán. Albus no tardó en conducirla, facilitándole además bebida. Mientras tanto, el fuego comenzaba a crepitar y las llamas a volverse más llamativas, gracias a la calidez, el color y los leves chisporroteos que saltaban de tanto en tanto.

 

Mel no necesitaba muchas cosas para estarse entretenida, así que por eso no hizo mayores comentarios al respecto. Estaba probando una brocheta que acababa de sacar del fuego justamente cuando apareció Bel, acompañada de Kutsy. Fue sólo entonces cuando Mel tuvo la oportunidad de saludarla por su cumpleaños, felicitarla, darle un abrazo breve y hacerse a un lado para que otros también pudieran aproximarse. Luego, sacó otra brocheta y se la tendió a Bel. En el pequeño período transcurrido hasta su llegada, había tenido posibilidad de hacer otras tantas y había de sobra para todos si no iban llegando.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Deodoro.

 

Apenas podía caminar. Realizaba zigzag apoyándose brevemente en las paredes. La noche era profunda, no sabía dónde estaba, pero sabía hacia donde se dirigía: lejos de allí. Su capa iba dejando a su paso un rastro de tierra, dejando huellas que ya no le importaba ocultar: había pasado la peor de las torturas, y no creía que lo estuviesen buscando, puesto que seguramente lo daban por muerto.

 

Sus cabellos usualmente largos y ondulados habían sido cortados de manera desprolija. Su rostro tenía varios cortes, todos llenos de tierra y sangre reseca. Parecía que lo hubiesen arrastrado por barro, o tal vez, que le hubiesen echado toneladas de tierra encima. La luna no brillaba, y apenas podía guiarse por alguna que otra luz proveniente de los edificios que lo rodeaban.

 

Se detuvo frente a una puerta y la miró fijamente por un rato largo, pensando. ¿A dónde podría ir?

 

Entonces, de sopetón lo recordó. Desesperado, temiendo que tal vez podría haberse olvidado de guardarlo la última vez que estuvo en su hogar, se sacó el zapato y la media. A esta ultima, la sacudió un poco, hasta que finalmente un pedazo de pergamino todo abollado y arrugado cayó lentamente. Con un ademán poco grácil lo agarró con sus dos manos, ambas temblorosas por el esfuerzo y la falta de comida. Leyó atentamente y memorizó cada letra, cada trazo. Aquella era su última esperanza de escapar, de encontrar un refugio aunque sea temporal.

 

A continuación palpó el interior de su capa, dando con el bolsillo oculto que tantas veces había salvado sus más valiosos recursos. De allí extrajo una bolsa que al parecer contenía un poco de arena y una varita. La agitó en medio de la noche, rogando por todos los cielos que en aquella casa hubiese una chimenea.

 

Apenas ingresó, una alarma muggle comenzó a sonar. Internamente insultó, moviéndose lo más rápido que podía. Gracias a los cielos encontró lo que buscaba, agitó su varita realizando el hechizo necesario para conectar momentáneamente la chimenea a la red flu. Rogaba a todos los cielos que el destino no le fallara, y lanzando los polvos al fuego, pronunció lo más claro que pudo:

 

-Castillo Evans McGonagall.

 

Giró sobre si mismo, se mareó... y perdió la conciencia.

 

El mago aterrizó en medio de una sala algo abarrotada. Se podía ver su estado totalmente deplorable por la vestimenta y los cortes varios que surcaban sus brazos, cara y cuero cabelludo. Tenía un brazo extendido y la mano del mismo, cerrada en un puño, aún sosteniendo el papel con la dirección del lugar y abajo la firma de quien transmitía la dirección: Andrómeda.

 

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Editado por Andromedario

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No conocía de elfo alguno que pudiese ser amante de lo no planificado. El orden era ante todo la mejor cualidad que un elfo podía poseer y aplicarla a su vida diaria una consigna que dentro de lo que podía, P-ko se esforzaba por cumplir. Por esa razón, aunque en sus inicios se hubiera sentido profundamente dolida con la actividad absolutamente improvisada de Melrose Moody de armar una fogata en el patio de la casa, admitía a regañadientes que las cosas no habían salido tan mal.

 

Aunque claro, no lo diría en voz alta tampoco.

 

Los elfos a esas horas, súbitamente liberados de las labores cotidianas habían decidido cada cual enfocarse en lo suyo. Mavado como siempre había optado por ir al estudio, y aunque P-ko había tenido gran intención de seguirle, había optado por dar primero una limpieza a la chimenea que estaba llena de hollín y falta de mantenimiento, debido entre otras cosas a que ningún miembro de la familia solía usarla como medio de transporte con red flu.

 

Por eso, cuando un hombre emergió a poco de terminar su labor, pegó un grito que de inmediato congregó a otros elfos del castillo, y quizá incluso los propios miembros familiares no tardarían en aparecer. Ante perspectiva semejante, la elfina se sentía ahora avergonzada.

 

Un examen mayor del sujeto sobre el suelo le permitió identificar que se encontraba herido. Varios cortes y la ropa sucia y remendada le daban la apariencia de un verdadero pordiosero ¿cómo entonces había dado a parar al castillo? Sin ganas de acercársele chasqueó los dedos, haciendo que el papel que el hombre llevaba en su puño se materializara en sus manos, y leyó el contenido.

 

Apenas fue capaz de contener el gesto de asombro. ¡Andrómeda! ¿no era ese el nombre de la prometida del amo Edward? Hasta donde recordaba la señorita estaba emparentada además con Kutsy, la festejada de esa noche ¿sería por eso que el mago había llegado hasta allí?

 

Era difícil sin revisarlo personalmente saber si traería algún regalo consigo ¿pero es que acaso no era más decente en esos casos enviar un regalo vía lechuza? Negó con la cabeza. Algo no terminaba de cerrarle en esas teorías, y de cualquier manera la única persona que podía darle respuestas era el mismo tipo, así que tras ir por unas cuantas pociones y aplicarlas al mago, esperó unos minutos recostada en la alfombra a su lado hasta que finalmente lo vio recuperar la conciencia.

 

- Disculpe señor, bienvenido a la residencia de la familia Evans McGonagalll ¿qué es lo que se le ofrece?- los saltones ojos contemplaron al sujeto con suspicacia- ¿viene de visita personal o por temas de otra índole?

 

@Andromedario

Editado por Bel Evans McGonagall

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Luego de un breve lapso de inconsciencia, que para él fue eterno, volvió en sí. Se encontraba débil y mareado a pesar de los cuidados que le estaban otorgando. No tenía ni un poquito de fuerzas para resistirse a las pociones que una pequeña elfina le daba con esmero y precaución absoluta. Miró a su alrededor, y de pronto sintió su estómago rugir furiosamente: se encontraba en una cocina donde el fuego y el humo impregnaban el espacio, dando cuenta que nunca faltaba alimento a cualquier hora.

 

-Po...podría... ¿darme pan? - susurró temblando. Sólo podía pensar en comida y en lo mucho que el estómago le dolía. Cuando un elfo le acercó una bandeja con varios insumos comestibles, sintió que podría morir allí mismo y no le importaría puesto que moriría saciado. Durante unos minutos se mantuvo en silencio de palabras, dado que los ruidos que hacía al comer era todo lo que llenaba la sala mientras que los elfos se mantenían ocupado o mirándolo inquisitivamente.

 

Con el estómago lleno, y sintiendo repentinamente una modorra que había olvidado sentir, se recostó levemente sobre la silla. Extrañamente, tener el estómago lleno y estar rodeado de aquellas criaturas que se abarrotaban a su alrededor le permitía pensar con cierta claridad y sentirse de cierta forma a salvo, sensación que hacía meses, o tal vez años -no podría asegurar- no sentía.

 

-Pequeña elfina, creo que es algo personal como colectivo. ¿Con quién debo hablar? ¿Quién es jefe de esta familia? Traigo noticias de una situación grave del exterior, pero también noticias de un miembro... o un conocido de esta familia. - observó los grande ojos de la pequeña llenos de sorpresa, y miró hacia el papel que sostenía firmemente en la mano, y de pronto, los recuerdos se amontonaron tan fuertemente en su interior que sintió unas terribles ganas de llorar y largarse de aquel sitio. - Andrómeda - dijo entrecortadamente, tratando de evitar el llanto. Todo había sido tan reciente, que la pesadilla aún se reproducía en su cabeza. ¿Alguna vez podría olvidar?

 

No, se dijo mentalmente. No podría, y no se lo permitiría. Se lo debía. A ella, y a todos los que estuvieron alguna vez en la misma situación.

 

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Elfina P-ko

 

No bajó la guardia respecto al lastimoso sujeto que había recobrado la conciencia y ahora rogaba por un poco de comida. No pensaba darle nada hasta que respondiese a su pregunta, sin embargo Mavado adelantándose y en silencio, tendió una bandeja hacia él. En su gesto, P-ko intuyó que trataba de darle a entender que no lo veía como una amenaza. Y si él, el más hábil e inteligente elfo de la casa no veía al hombre como una amenaza ¿cómo iba hacerlo ella?

 

Se relajó entonces. Los elfos de los otros miembros de la familia se habían terminado congregando alrededor de él, y los cuchicheos no paraban. P-ko soltó un suspiro y es que en momentos como ese la curiosidad casi natural de los de su raza salía a relucir, pero ella no estaba tan segura de que ese ambiente fuera el mejor. De todos modos, cuando finalmente el extraño comenzó a hablar, dejó de prestar atención a los otros para solo centrarse en él.

 

"Noticias graves" el solo decirlo le provocó un instantáneo nudo en la garganta, y con sus pequeñas manitas aferró el mandil a cuadros que llevaba en esos momentos. La familia celebraba en esos momentos una apacible fogata, los había visto comer malvaviscos, reír, comenzar a beber...¿qué hacer ahora? Les arruinaría el momento con toda seguridad, pero a su vez, sabía perfectamente que la situación era importante y en esa medida urgente, que los patriarcas de la casa la conocieran.

 

- Dos de los patriarcas se encuentran en el patio exterior en una reunión familiar- repuso finalmente mientras chasqueando los dedos restauraba los ropajes del sujeto, dejándolos igual de desgastados pero al menos limpios- lo llevaré ahora mismo hasta allí. Pero trate de estar calmado. Si las noticias que trae son aciagas, solo empeorará la situación el que usted las diga temblando y sin firmeza alguna.

 

 

No creía en lo que acababa de decir, pero lo había hecho con un fin muy específico, y era que su ama, Bel Evans McGonagall, no se quebrara al escuchar al hombre. Aunque conociéndola...

 

***

No tenía idea de cuantas brochetas había terminado por comerme, o quien de todo el grupo había sido el de la idea de hacer malvaviscos (y cuántos de ellos había comido también), pero sabía perfectamente que era mi quinta pinta de cerveza, lo que explicaba que estuviera ya un poco más eufórica que antes, y que hubiese pedido tan animada que trajeran el reproductor de música muggle. El curioso objeto no había tardado en hacer su magia y pronto estaba bailando con Kutsy al centro de una pequeña redondela tan animada y despreocupada a todo lo demás, que no fue hasta que la música se detuvo, que noté la presencia de P-ko y un desconocido en el lugar.

 

¡Como te atreves a dejar a medias una canción de Years and Years P-ko!— exclamé mientras enfocaba la vista en la elfina— ¿Qué ha sucedido? ¿Quién es el sujeto que tienes al lado?

 

Recorrí con la mirada la cara de todos los presentes, por si alguno mostraba algún signo de reconocimiento ante el recién llegado pero parecían igual de sorprendidos que yo. P-ko se aclaró la garganta entonces, tan ruidosamente, que volví a centrar mi atención en ella.

 

— El señor acaba de llegar vía red flú al castillo e indica que trae noticias de la señorita Andrómeda.

 

Y ante la mención de ese nombre, cualquier resquicio de sonido desapareció de pronto. ¿Andrómeda? Sin poder evitarlo contemplé de reojo a Edward, y apreté fuertemente la mano de Kutsy. Ellos de seguro debían estar mucho más nerviosos que yo en ese momento, pero con las mismas ganas de saber que noticias de ella podría traernos ese desaliñado tipo.

 

@@Andromedario @@Syrius McGonagall @ @@Scavenger Weatherwax @@Albus Severus Black @@Kutsy Stroud Lenteric

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Aun estaba bien pegadito de la mesa.. Las cosas que habían alli eran deliciosas en verdad.. Me encantaba todo y me encantaba comer. Poco a poco empezaron a aparecer los demas Evans para lo que seria la fiesta de cumpleaños de una de nosotros.

 

Todo aquello fue interrumpido por un extraño personaje que apareció con uno de los elfos de la casa, creo que era de mi tía o no se. Lo cierto es que este sujeto según traía un recado. Apenas hablo, todos se miraron.. Yo no entendí muy bien su ocurría, habia estado tanto tiempo fuera de la casa que la verdad me habia perdido de muchos eventos y lo mas probable es que no supiera de lo que ocurría por eso.

 

Todos miraron a edward apenas él sujeto dijo un nombre.. Andromeda. Empecé a buscar en mi cabeza y me recorde de que creo que ellos tenían algo, no lo recuerdo muy bien pero algo así era. Poco a poco me acerque a la tía @ y le pregunte que sucedía.

 

Me quede observando todo lo que ocurría para poder entender las cosas.. Deje él plato sobre la mesa y espere que me dijeran que pasaba.

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El silencio fue sepulcral de repente. Lo que estaba siendo una fiesta animada, puesto que varios de los invitados tenían las mejillas coloradas y algunos cabellos sueltos por la agitación, se cortó tan fácil como se puede apagar con un soplido una vela. El joven de cabellos morenos no pudo evitar sentirse mal de pronto. Una culpabilidad que no pertenecía al ahora, sino al tiempo oscuro de su vida lo invadió por dentro. Se sentía mal… por ser él. El miedo a ser rechazado de pronto le llenó el pecho, y quería huir.

 

No. Se lo debía. Por ella estaría aún encerrado, siendo torturado. O peor.

 

Cuando P-ko pronunció el nombre de Andrómeda, la tensión en el grupo creció de manera abrupta. Recordó los consejos de la elfina a cerca de mantenerse sereno y firme, pero lo cierto es que la emocionalidad lo traicionaba. Seguro lo único que se podía detectar de él era el pánico y la gran cantidad de heridas.

 

-Andrómeda… ella fue la que me dijo que podría venir aquí. Dijo, que aquí podría estar seguro… un tiempo tal vez. Esto… es algo complicado. Me gustaría hablar con los p…patriarcas en privado. Por favor. Lu...luego si quieren pueden transmitir la información que traigo a... quien les parezca pertinente... P...pero no estoy seguro. O sí. No lo sé realmente - el tartamudeo por los nervios, la ansiedad y el cansancio fue difícil de ocultar. Una vez terminó de hablar, dejó que los presentes cuchichearan entre ellos y se miraran sin comprender muy bien, hasta que tomaran una decisión.

 

No estaba seguro de que su petición fuese a ser bien recibida, pero no se sentía seguro al aire libre, no por el momento al menos. Miró a su alrededor las grandes extensiones del lugar, la cantidad de verde, árboles, plantaciones de las más diversas. De pronto se dio cuenta que no sabía bien a donde había ido a parar, y al girarse se topó con la estructura inminente de un castillo que parecía tener añares, no obstante, la magia y energía que desprendía lo inundaba todo con vitalidad. Deodoro se sintió más cansado que nunca en aquel momento, a pesar de no haber sido recibido del todo, se sentía finalmente alejado de la tortura y la experimentación constante con su cuerpo.

 

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